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Sugardaddy.com por Verde Lima

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—Samuel—gemía Ethan mientras Samuel le penetraba en su coche, coche que iba conducido por su chofer, una delgada ventana de cristal tintado los separaba pero estaba convencido que les podía escuchar perfectamente.

Se empujaba en su interior mientras le besaba, y Ethan estaba empezando a perder cualquier tipo de control sobre sí mismo, ¿a quién quería engañar? Hacía tiempo que se había ido para no volver.

—Bebé, gime.—Le pedía, ese hombre estaba obsesionado con escucharlo mientras lo follaba.

Ethan se enfocó en los ojos grises de Samuel, y soltó un grueso gemido que el otro se bebió.

Un par de estocadas más y ambos estaban corriéndose, Ethan fue sentado sobre su regazo mientras ambos retomaban sus respiraciones con normalidad.

Samuel limpiaba su cuerpo, algo que sabía no permitiría si Ethan estuviera en su cama, pero esta vez habían compartido trayecto para acompañarlo a la Universidad aprovechando que el mayor tenía una reunión por la zona.

Cuando el edificio conocido de su facultad se hizo visible, Ethan acomodó bien su ropa para después darle un beso a Samuel.

—Llegaré a casa a las 8—le dijo este.

Ethan volvió a sentarse.

—Esta noche no voy a poder ir, he quedado con mi hermano—dijo algo inquieto.

Samuel lo miraba con aquel rostro suyo que no le gustaba nada, aquel del primer día, no ese dulce que le mimaba y consentía, o aquel otro que lo devoraba hasta hacerlo ver las estrellas de placer.

—Te lo dije ayer—se excusó Ethan.

—No pasa nada—dijo Samuel volviéndole a sonreír atrayéndolo a sus labios—¿Vendrás a dormir?

Ethan se lamió los labios, eso dependería de si John se quedaba con él o no.

—Aún no lo sé.

—Llama a Steve si quieres venir.—Samuel se centró en algo que acaba de llegar a su teléfono móvil y Ethan tan solo se quedó mirándolo hasta que este volvió a mirarlo, el pecho de Ethan siempre latía de más cuando Samuel le miraba, no solo cuando le deseaba, sino cuando le miraba de verdad.

Samuel sonrió y Ethan le dijo que avisaría a Steve en cuanto pudiera.

Salió del coche cerrando su abrigo, comenzaba a hacer verdaderamente frío.

Vio como el coche se alejaba, hacía días que la "semana de prueba" había pasado.

Ethan estaba nervioso, había quedado esa noche para cenar con John y David, como siempre habían hecho cuando vivían juntos.

La fiesta de compromiso de Lucas sería ese fin de semana, y luego John había dicho que se iría, compaginar su acuerdo con Samuel y su vida normal con su hermano en Londres se estaba convirtiendo en un juego de malabares.

Desde el día que Samuel fue a la residencia, la relación entre ambos había tomado otro cariz.

No llevaban ni 15 días juntos, pero al saltarse todas las trabas de las inseguridades de los inicios, ellos habían llegado a un punto en el que nunca se había encontrado Ethan.

La cotidianidad de sus días juntos, cuando Samuel ojeaba informes en el sofá de la mansión cargando a Ethan en su regazo mientras este miraba alguna serie en la televisión.

Sus desayunos en la cocina que preparaba Ethan con sumo cuidado. Las risas en la ducha, y los besos, siempre los besos, que Samuel le robaba antes de marcharse.

Y obviamente el sexo, el sexo que le arrasaba como una ola implacable, siempre dispuesto, siempre entregado.

Sabía que ese acuerdo acabaría complicándole la vida, era demasiado susceptible al humor de Samuel, a sus deseos, a cualquier cosa que tuviera que ver con él a un nivel que le producía ansiedad. Se había enganchado de su sonrisa, de sus besos, de su necesidad por hacérselo en cualquier lugar. 






 

 

 

Samuel tiró el teléfono sobre el asiento del coche cuando este se puso en marcha, no quería ponerse así. Pero cuando de Ethan se trataba se descontrolada en más de un sentido.

Si lo pensaba fríamente no tenía motivos, el chico tenía permitido hacer su vida. Y sin duda la visita de su hermano mayor era un buen motivo. Aunque se daba cuenta de su necesidad de tenerlo a todas horas.

Quizás fuera algo bueno para él tener también una noche libre para sí mismo.

Miró su agenda y no pudo evitar pensar en que ese día sería terriblemente largo.









John llevaba algunos días en Londres, y reconocía que amaba esa ciudad. Aunque Edimburgo estaba bien, añoraba estar en aquellos lugares tan conocidos. Su hermano y sus amigos eran cruciales para su vida.

Paseando por la City, donde su andadura en la abogacía había comenzado se sentía bien, realmente bien.

—John—escuchó a su espalda, cuando giró vio a Lucas, una sonrisa que tenía el honor de conocerle, se formó al verle.

Lucas era completamente impresionante, y no negaría que aunque ahora eran buenos amigos, su interés por el rubio comenzó de un modo romántico. Su pelo largo y tan rubio que parecía imposible; los ojos azules como el corazón de un iceberg; y la piel lisa y tersa le hacían parecer más un modelo que un tiburón de la bolsa.

Lo abrazó realmente fuerte haciendo reír a Lucas, era tan condenadamente recto que adoraba sacarle de ese estado.

—¿Me has echado de menos?—le preguntó en aquel abrazo apretado, sintió como Lucas se dejaba sostener, John realmente le había echado de menos, hundió su rostro entre el sedoso pelo recogiendo su olor tan familiar.

—No sabes cuanto—le dijo este suspirando.

John lo separó apenas para mirarle el rostro, y las ganas de besarle volvieron, siempre volvían, ¿cierto? Pero ya habían hablado de eso, Lucas valoraba más su amistad que cualquier tipo de implicación romántica. Acarició su mejilla y se separó sonriendo.

—¿Me puedes explicar mejor este ataque de heterosexualidad que te ha sobrevenido?—le pidió mientras comenzaban a andar.

Su amigo suspiró, no era como si ellos no hubieran hablado ya del tema, de la familia de Lucas, de su plan de abrirse un camino nuevo, dejar atrás las tradiciones familiares.

John le había animado siempre, Lucas era bueno en lo que hacía, no necesitaba de nadie más para ser algo que su padre necesitaba que recuperaran.

Ambos compartían una carga, su apellido, uno debía elevarlo a un recuerdo del pasado, viejas glorias. Y el otro, superarlo a pesar de todo, del lastre que su padre había sido para ellos vivos, sus maltratos, su ira, ahora en su muerte arrastraban aún a ese hombre sobre sus hombros.

Pero John tenía un miedo más profundo, uno que nunca había compartido con nadie.

Parecerse a su padre.

Intentaba siempre mantenerse estable, sereno, por ello casi nunca consumía alcohol ni otras sustancias, se conocía cuando todo en su mente se descontrolaba.

Corriéndolo al rincón de las cosas sobre las que no quería pensar, trajo su cara más amable, aquella que potenciaba sobre cualquier otra.

—Me voy unos meses y os descarriláis todos—le dijo sonriendo intentando restarle peso al momento.

—¿Todos?—preguntó Lucas.

—Mi hermanito se anda viendo con un tipo más mayor—le comentó, el que Lucas no se sorprendiera sí que le sorprendió a él.—¿Lo sabías?

—Hace un par de noches fui con Beth y su hermano a una gala benéfica—le contó el rubio—. Me extrañó verlos allí.

—¿Verlos?

—A Ethan y su grano en el culo—dijo Lucas, John se rió sabiendo que se refería a David, esos dos nunca habían congeniado, y realmente no entendía el porqué. Para él, David era casi como un hermano más, reconocía que podía ser muy tocapelotas cuando se lo proponía, pero él conocía a ese chico y le quería.

—No le llames así, es buen chico—lo justificó.

El gesto de Lucas decía que no le daba ningún crédito, pero no dijo nada más sobre él.

—El tipo ese es un pez gordo, John—le confesó, y eso ya le iba gustando menos. ¿Qué hacía su hermano con alguien así?

Pero no pudieron seguir con la conversación, los chicos nombrados aparecieron doblando la esquina.

John adoraba a Ethan, esa era la realidad. Era lo único que valía la pena en su vida, desde niños fue su prioridad, siempre recibió los golpes que el animal de su padre le quiso infringir, lo protegía de todo lo que él podía y en cuanto pudo, lo sacó de ese infierno.

Solo sabía una cosa, si alguien osaba hacerle daño se las vería con él, y no sería con su cara amable, sacaría toda la mierda que acumulaba en su interior, aquella que nadie veía, aquella que hasta a él le asustaba.




 

 

 

 

David comía su hamburguesa como si estuviera comiendo un bocadillo de clavos, él pensaba que solo serían los tres.

Aunque tampoco le sorprendía que el peliteñido ese estuviera con ellos. Realmente el nivel de celos que sentía cuando John y él estaban juntos era horrible. Nunca le habían caído bien las parejas de John, eso era algo que Ethan y él compartían. Pero este era peor, los otros se iban pero este se había quedado y encima ostentando el título de "mejor amigo".

Para David era evidente que John lo veía como algo más, y los celos le comían.

Joder, ¿qué tenía ese tipo qué él no tuviera? Quizás no fuera tan guapo, ni tuviera ese cuerpo de modelo, o ese aura de misterio que le parecía una tomadura de pelo, si alguien le preguntaba. No creía en los que callaban, solo se hacían los interesantes.

Miraba la mano de John en el hombro de Lucas, como le acariciaba, como le miraba.

"Asco", esa hamburguesa era realmente buena pero le estaba sabiendo a rayos.

—Entonces, ¿te casas?—le preguntó con toda la intención de romper ese momento.

La mano de John cayó de su hombro, lo sentía por él, pero, ¡venga ya! Tenía que despertar, ese tipo no era para él.

Los tres le miraron interesados, y Lucas tan solo asintió.

—Ella parece muy agradable—dijo Ethan intentando romper el momento incómodo, realmente se lo había parecido, el que le gustó menos fue su hermano.

Lucss sonrió agradecido, y David recordó a la chica, pobre, iba a casarse con un tipo al que seguro ni se le levantaba mirándola.

—Por cierto, ¿qué hacíais vosotros en una gala benéfica de ese tipo?—les preguntó John.

Notó el nerviosismo de Ethan, resopló mentalmente, no quería hacerlo, pero al final él siempre protegía al moreno.

—Nos invitó un ligue mío—dijo desafiando al rubio con sus palabras.

Pero solo encontró una sonrisa sardónica en su rostro, a David no le había pasado por alto el modo en que Richard se quedó mirando a Lucas, y al parecer a este tampoco le había pasado desapercibido.

Dios, qué mal le caía, pero lo que menos le gustó fue la cara de desaprobación de John, no es que David no fuera un promiscuo, aunque a él esa palabra no le agradaba lo más mínimo. Él era un ser libre que caía en amores que se autoconsumían rápidamente.

Al fin de cuentas, ninguno era como John.




 

 

 

Lucas sonreía para sus adentros, a veces se sorprendía lo ciego que podía llegar a estar su amigo.

Para él era evidente el enamoramiento que tenía ese chiquillo por él, y como su profundo desagrado por su persona tenía que ver con aquello.

Cuando David nombró a Richard, los recuerdos volvieron a su mente, el baño, sus manos, y aquel polvo tan brutal que habían tenido.

Se había convertido en un roba ligues y la idea le hizo gracia. Aquel chico tan orgulloso se moriría si supiera lo que había pasado.

Pero el conato de buen humor se fue por el caño, mierda, en poco tiempo iba a ser un hombre casado.

 


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