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Sugardaddy.com por Verde Lima

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Ethan miraba el teléfono sorprendido, pero luego pensó que no entendía para nada a aquel hombre.

Le volvía loco, y para muestra lo que acababa de hacer. Al principio pensó en decirle que no, no quería hacerse fotos, pero ¿no siempre acababa completamente excitado y complaciente ante todas sus peticiones?

Las miró avergonzándose de sí mismo, y aunque sabía que Samuel no lo haría, él las borró inmediatamente.

Le había pedido a David un buen rato a solas en la habitación, no sabía cuánto tiempo le llevaría pero su amigo no había dicho nada y había vuelto a la biblioteca sonriendo.

Él debería hacer lo mismo, volver a estudiar pero realmente se había sentido vacío sin Samuel.

Decir su nombre, su verdadero nombre, le había gustado y se reprendió a sí mismo.

No, terreno vedado. No vayas por ahí.

Se levantó de la cama que prudentemente no había llegado a manchar, lo mejor era olvidar lo sucedido y seguir.

Estudiar. Exámenes. David.

Estaba recogiendo su mochila cuando la puerta se abrió de golpe, era John, John completamente fuera de sí y David detrás con cara de circunstancia.

—¿En qué mierdas estás pensando?—le gritó su hermano, John nunca gritaba, nunca le había gritado en su vida.

Y sin poderlo evitar le recordó a su padre, John se parecía muchísimo a su padre, y en ese momento sintió un completo terror infantil hacia él.

—Contesta, Ethan, contesta de una puta vez.—Se le acercó John cada vez más furioso—¡Una aventura! Seré tan imbécil que te creí, ¿qué iba a hacer un tipo como ese contigo?

Ethan había retrocedido hasta caer en la cama, John avanzaba y aunque tendría que habérsele enfrentado, tratar de calmarlo, no pudo.

John le tiró el recibo del banco encima, una suma desorbitan restando la cantidad a la que ascendía la deuda que ambos había adquirido gracias a su padre.

Obviamente, John iba a acabar sabiéndolo, pero no esperaba que fuera tan pronto.

—¿Vas a explicarme por qué aparece el nombre de Samuel Hereford en ese pago?

—John—escuchó a su amigo tratar de calmarlo.

—Cállate, no es asunto tuyo.—Se volvió hacia David que no retrocedió ni un poco.

—Cálmate, le estás asustando.—Le volvió a defender su amigo.

Nunca había visto a su hermano así, tenía aspecto de no haber dormido en días, su pelo completamente despeinado, sus ojos inyectados en sangre y su mirada tan parecida a la locura que habitaba en la de su padre.

—¿Te estás prostituyendo?—le preguntó.

—Yo...

—Déjale ya, no ha hecho nada malo.—David se interpuso entre ambos hermanos y John se enfureció.

—Obviamente tenías que estar detrás de todo esto, ¿verdad?—le espetó a David completamente venenoso—Podría haberlo esperarlo de ti, pero no de mi hermano.

Aquello había sido más duro para David que un puñetazo.

—Vete—le ordenó John.

—No tienes ni idea de lo que dices, John—se defendió David.

—¿Te estás vendiendo, Ethan?—volvió a preguntarle.

—Yo... tengo un contrato.

—¿Es que eres imbécil? ¿Es que no te he enseñado nada?—le recriminó John—¿Cómo has podido hacer algo así?

—No tenemos con qué pagar la deuda de papá—contestó, pero en ese momento, ante su hermano, se sentía un estúpido que había tomado la peor decisión posible.

—Dame el contrato—le pidió, su mano adelantada le produjo un profundo terror, no fue él quien se lo dio sino David, que siempre había sido quien lo mantuvo con él.

John miraba los documentos. Después de un largo rato hojeándolos le taladró, la decepción estaba clara en su rostro.

—Una puta, mi hermano se ha convertido en una puta.—Ethan quiso decir que no, que él no era nada de eso, pero no tenía argumentos válidos. Se acostaba con otro hombre por dinero, cumplía todos sus caprichos por el acuerdo que había firmado para saldar la deuda que ambos tenían.

No podía mirar a su hermano.

—Te estás pasando, John, no tienes derecho a tratar a Ethan así, lo hizo porque no tenéis más opciones.

—Te he dicho que te vayas de aquí, este no es asunto tuyo, tú no eres nadie para meterte en nuestros asuntos—le gritó John, se acercó más a él, sin aquel rastro de cariño que siempre había tenido para el huérfano—. No te confundas, David, tú no eres nuestra familia. No te metas y no vuelvas a acercarte a mi hermano. No quiero a alguien como tú cerca de él, no tendría que haberte dejado acercarte a él, siempre le has traído problemas.

—John—gimió Ethan, pero el daño ya estaba hecho, David no tenía a nadie más en el mundo que a ellos dos, no era justo lo que John estaba diciendo, pero el daño a su amigo ya estaba hecho.

—Lo siento, Ethan—dijo marchándose de la habitación.

—No tenías derecho a decirle eso, no ha sido culpa suya, yo tomé la decisión.

—No quiero hablar de eso, recoge tus cosas, nos vamos—dijo John que ya no le miraba.

—¿Irnos?

—No vas a volver a ver a ese tipo, vamos a devolverle su dinero y olvidarnos de este asunto—dijo John cansado—. Pero no pienso dejarte aquí, has perdido toda mi confianza.

—No voy a irme—protestó Ethan.

—Sí lo vas a hacer, vas a venirte conmigo a Edimburgo.

—No, John.

—Ethan, has perdido el Norte, has estado prostituyendo, te vienes conmigo a Edimburgo—le amenazó John—, y a Hereford le voy a hundir, prostitución, la prensa se lo va a comer.

Su sonrisa maníaca le decía que su hermano iba completamente en serio.

—¿Te has vuelto loco? ¿No has leído la parte en la que si cuento algo la deuda se triplicará?

—Eso es asunto mío—le contestó, pero por su mirada supo que no se andaba de farol, su hermano era un muy buen abogado, a pesar de su juventud había ganado casos importantes.

—No quiero irme—protestó de nuevo—, tengo exámenes.

No quería reconocer que tampoco quería irse por Samuel, pero aquello no se lo diría jamás a su hermano.

—Recoge tus cosas, Ethan, ya.

Y como siempre hizo, Ethan obedeció a su hermano. Se sentía completamente humillado y avergonzado, ¿en qué momento pensó que aquello podría ser una buena idea?

Comenzó a recoger sus pocas pertenencias, pero sentía que no podía más.

—John—suplicó, su hermano miraba todo con el mismo gesto de disgusto—Lo siento.

—¿Has acabado?—Ethan asintió, él podría contra todo como siempre había hecho, pero no sin John, sin John nada tenía sentido—Vámonos, ya hablaremos de todo esto.

Cerraron la puerta, y Ethan supo que todo había acabado.

 

 

 

 

 

 

 

 

David se había ido completamente destrozado, podía con que John se hubiera arrepentido de acostarse con él porque lo considerara inadecuado, pero aquel rechazo, le había destrozado.

Sin John y sin Ethan sentía que no había nada, nada en su vida que mereciera la pena.

Había estudiado Derecho para seguir los pasos de John, había vivido con ellos desde los 16 años. Ethan era como su hermano, John era John.

Las lágrimas y la impotencia le surcaban el rostro y el corazón.

Uno de sus mayores miedos se había cumplido, se había quedado solo, completamente solo.

Se sentó en un árbol de los cientos que había en el campus, David casi nunca había llorado en su vida y ahora era incapaz de parar.

Tenía la culpa de lo que había pasado con Ethan, si él no le hubiera inscrito en aquella página, si no hubiera insistido en que él podía intentar algo, nada de eso hubiera pasado.

John tenía razón, David hubiera hecho todo lo que Ethan estaba haciendo y a nadie le hubiera importado, nadie se hubiera sorprendido ni decepcionado.

Nadie esperaba nada de él, y esa era la realidad.

Ojalá hubiera sido él quien lo hubiera hecho, quien hubiera puesto como pago la deuda de los Savidge. John no le hubiera echado de sus vidas, no le hubiera importado que fuera David quien lo hiciera.

No sabía cuántas horas había pasado allí sentado, ¿qué más daba? ¿A quién le importaba lo que pasara con él?

Nunca se había sentido tan solo en su vida, porque antes de conocer a los Savidge no le había importado a nadie, pero después de ellos, después de saber lo que era tener a alguien, el golpe era más duro.

No vio como alguien se colocaba delante de él, le daba igual.

—Gatito, ¿qué te pasa?—Aquella voz era muy conocida.

Miró hacia arriba y nunca pensó que a quien vería allí fuera a Richard, ¿qué iba a hacer ese hombre en el campus?

—Estoy solo.—Fue su única contestación.

Richard se colocó en cuclillas delante de él, su rostro familiar le reconfortó, pero sabía que a él no le interesaba, solo un chico más.

—¿Dónde está Ethan?—preguntó el hombre.

—Se han ido—contestó sencillamente.

—¿Puedes ser más concreto?

—Su hermano se ha enterado de todo y se lo ha llevado.

Richard asintió como si supiera que aquello podría ocurrir.

—¿Dónde han ido?—preguntó sacando su teléfono móvil.

—Edimburgo.

Escuchó los tonos a través del teléfono de Richard en el silencio que había entre ambos.

—Está en Edimburgo, su hermano lo sabe y se lo ha llevado—dijo al receptor de la llamada—. Samuel, tranquilízate, no cometas ninguna locura.

David le miraba, obviamente no había ido a verle a él, había ido a buscar a Ethan. Samuel estaría tratando de localizarle.

¿Por qué iba nadie a preocuparse por él? Odiaba dejarse arrastrar por esos pensamientos, pero siempre habían estado detrás de esa zona de su cerebro donde los encerraba, arañando; y ahora se habían liberado y corrían a sus anchas devorándolo todo.

Se dio cuenta de que la noche había caído, debería irse de allí. Solo quería dormir y notaba su cuerpo completamente entumecido por la postura y por la humedad del césped.

Trató de levantarse, volver a la habitación que había compartido con Ethan, ¿volvería a verlo?

El dolor en su pecho era profundo.

Su pierna dormida le jugó una mala pasada y hubiera acabado en el suelo si Richard no le hubiera sujetado.

—¿Qué vas a hacer?—le preguntó sin soltarle.

—Dormir.

—¿Quieres venir a mi casa?—le preguntó acariciándole la mejilla, sus dedos rozaron sus labios.

Qué más daba, qué importaba nada ya, deseaba no estar solo, no sentirse solo, le daba igual con quien y Richard estaba allí aunque al día siguiente se fuera, ahora estaba allí.

Asintió y se marcharon del campus.

 

 

 

 

 

 

Richard montó al chico en su coche, no había nada de aquel gatito fiero y coqueto allí, parecía un cascarón vacío, precioso y triste.

Samuel le había llamado completamente enloquecido porque no localizaba a Ethan. Richard sentía que todo se le estaba yendo de las manos a su amigo, pero hizo lo que le pidió, fue a la residencia donde vivía. Llamó a la habitación que ambos chicos ocupaban pero no había rastro de ninguno de los dos.

Estaba por irse pero decidió dar una vuelta por si los veía en el campus, ver a David en realidad había sido una completa casualidad. Estaba sentado con su espalda contra un árbol y su rostro sobre las rodillas.

Desde la distancia un halo de tristeza le llegaba con fuerza y supo que algo había pasado.

Richard no recogía problemas en su casa, pero se sintió incapaz de dejarlo allí. Él estaba pasando sus propios problemas con el esquivo Lucas.

El chico no dijo nada en todo el trayecto y en el fondo Richard no quería saber mucho más, saber significaba implicarse y él evitaba lo máximo posible las implicaciones.

O eso había pensado, Lucas Mountbatten era una gran implicación. Como ya sabía el rubio se presentó en su casa, 24 horas donde fue completamente suyo. Realizó infinidad de locuras con su cuerpo, y sintió como se había entregado completamente a él, más de lo que le reconocería nunca.

Le había follado hasta el alma, le había roto y vuelto a reconstruir, pero mucho más allá del sexo, más allá de la entrega de dos amantes, más allá de la entrega entre amo y sumiso. Lucas había sido suyo, le había arrancado sus dudas sobre su vida, le había tenido contra su pecho llorando por el futuro que le esperaba.

Sentía que había tenido entre sus manos algo mucho más valioso que su hermoso cuerpo, su perfecta cáscara se había roto y le había mostrado al verdadero Lucas. Y Richard se había vuelto loco por él.

Recordaba como le había besado, cómo le había pedido que no lo hiciera, por él mismo, por todo lo que había conseguido. Quería tenerlo en su vida como no había querido a nadie en ella. Sabía que ese momento era como una burbuja de jabón, delicada y volátil, con sola tocarla se rompería.

Y se rompió, Lucas abandonó su casa, y no le devolvió ninguna de sus llamadas.

Había pasado más de una semana y por primera vez Richard había hecho algo que jamás pensó se vería hacer a sí mismo.

Empezó a acosarlo, le esperaba en su trabajo, cuando sabía que sus horarios le llevarían a almorzar, al principio Lucas le había mirado. Richard le perseguía, trataba de hablar con él pero sin éxito.

Una noche le esperó en la puerta de la casa de sus padres donde sabía seguía viviendo.

—No puedes ignorarme más—le dijo irritado.

—Claro que puedo hacerlo—le contestó tan frío como sabía podía llegar a ser.

—Sé que no te soy indiferente, sé lo que vivimos en mi casa—dijo tratando de acariciarlo

—Olvídalo, yo lo he hecho.—Le explicó haciéndole sentir realmente mal, porque Richard no había sido capaz.

Él había ideado aquellas horas de pleno control sobre Lucas para saciarse de él, no para necesitar más.

Y este se lo había sacado de encima como había vaticinado, le había saltado y estaba realmente molesto.

A Richard no le interesaban las relaciones sentimentales, no le interesaban por lo mismo que estaba sintiendo en esos momentos.

No merecía la pena sufrir por ese chico frío e inalcanzable, que como él mismo le había dicho, le había olvidado.

El problema era que Richard no lo aceptaba, y atacó su boca aprovechando las sombras del garaje donde lo había abordado.

Esperó su rechazo, pero no lo hubo, por todos los diablos, no lo hubo.

Y acabó tirándole en el suelo y follándole como un animal en celo mientras Lucas se retorcía entre sus brazos.

De eso hacía tan solo un día, y el muy cretino rechazaba sus llamadas. Se sentía un puro acosador y odiaba ese rol, no iba con él.

Recoger a ese gatito de la calle le haría bien, le distraería de su obsesión.

—¿Tienes hambre?—le preguntó volviendo a la realidad, David se encogió de hombros.

Por lo que Richard tomó la decisión de pedir comida china, David estaba sentado en su sofá con la mirada perdida.

Se sentó a su lado, visto de ese modo era muy parecido a Samuel, salvo por el hecho de que su amigo nunca se había visto así de desvalido en toda su vida.

Pasó su brazo por su hombro y aunque no era dado a ser un tierno daddy, David se cobijó contra su pecho. Richard tan solo acarició su cabello, recordó una situación similar con un Lucas sin máscaras. Y suspiró cansado.

—¿Me lo vas a contar?—volvió a insistir.

Los ojos tan grises y perdidos le miraron, y una inmensa tristeza le lamió la piel.

—Estoy solo, completamente solo—dijo sin dejar de mirarle—. No me queda nadie.

El chico reptó sobre su pecho, después de un largo silencio, y le besó.

No debería hacerlo, no cuando para Richard allí no había más que compasión, pero le abrazó más fuerte aún y le devolvió el beso.

¿Qué iba a hacer con ese gatito abandonado?

 


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