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Sugardaddy.com por Verde Lima

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John despertó desorientado, le dolía muchísimo la cabeza, y varias partes de su cuerpo.

¿Qué diablos le había pasado?

—John—escuchó la voz de su hermano a su lado.

Trató de enfocar, y tuvo dificultad, tenía los ojos completamente hinchados.

—Ethan.—Su voz tampoco era una maravilla.

—Estoy aquí.—Notó su mano en la suya, y se calmó.

Estaba claro que aquello era un hospital, notaba algo inyectado en su brazo, el olor del lugar y la rigidez de las sábanas.

Y de golpe lo recordó todo.

La reunión con los rusos; David colgándole dispuesto a acostarse con Taylor; Hereford sobre su hermano.

La sucesión de golpes, la voz ahogada de Ethan, y nada más. No recordaba nada más.

Miró a su hermano, tenía la mirada tan triste. No quería que aquello acabara así.

—Hereford.

—Déjalo, John—le pidió Ethan con la voz más firme que la expresión en su rostro.

Intentó incorporarse, y aunque le dolía todo tenía que erguirse y poner su mente a trabajar.

Ethan le ayudó, y le tomó con firmeza de los hombros.

—Te encontré así cuando llegué a casa, no sabemos quién fue.

—De ninguna manera...

—Tú lo empezaste, John, ¿acaso quieres que nos hundamos más por tu puñetero orgullo?

—Él no tenía derecho a tratarte así.

—Ni tú a darle una paliza.

—No lo voy a dejar así—dijo queriendo salir de la cama. Le costaba pensar con claridad.

—Claro que lo vas a hacer, vas a quedarte aquí, vas a curarte y vamos a dejar el tema Hereford aparcado para siempre.

—Ese tipo no va a dejarte tranquilo.—¿Es que acaso era él el único que veía la obsesión del enfermo aquel por su hermano?

—Sí va a hacerlo, créeme, he terminado con él para siempre.

—Ethan...

—¡Basta!—le frenó Ethan—. Ese tema se acabó, déjalo y sigamos adelante.

John no dijo nada, la verdad era que estaba realmente cansado. Cansado de todo, y de todo lo que iba a tener que hacer a partir de ese momento para devolver el dinero.

¡El dinero! Se tocó el pecho, vestía un camisón de hospital, se le heló la sangre al pensar que había perdido el dinero de la deuda.

—¿Estás buscando esto?—le mostró el sobre su hermano—. Creo que tienes algo que contarme, ¿no?

—Aquí no, pero te lo contaré.

Aquella iba a ser una confesión difícil, si a él le parecía mal que Ethan se prostituyera, hacer tratos con la mafia tampoco era algo bueno.

Ethan solo asintió y le pidió que volviera a dormir. No fue necesario mucho más para que cayera redondo.

 

 

 

 

 

Cuando el avión aterrizó Richard había provisto un coche que les llevaría al hospital.

Los tres pasajeros no hablaban mucho, pero Richard no se había separado de Lucas como este le había pedido.

No había estado preparado para esa petición sino para su habitual rechazo. Sin embargo le había abrazado tan fuerte que hasta a él se sorprendió de no haberle roto ningún hueso.

Cuando volvieron a los asientos se sentaron juntos, Richard no soltó su mano en todo lo que quedaba de trayecto, y Lucas se la apretó con fuerza.

Incluso en ese momento, en el coche de alquiler, el rubio no le soltaba la mano. Le tenía agarrado como si él fuera un asidero a la realidad.

David les había lanzado una sonrisa apreciativa. Más adelante hablaría con el muchacho, y con Samuel, este tenía que tener una conversación con David.

Pero ahora solo podía pensar en Lucas, Richard les dejaría en el hospital y se iría a por Samuel. Pero no quería separarse del rubio, con él todo era intensísimo, pero también efímero.

Y no quería dejarle volver a ser el frío Lucas Mountbatten que iba a casarse con Beth, quería que fuera suyo. Tenerlo entre sus brazos, verlo crecer en su trabajo.

¿Eso era amor o solo quería poseerlo a diferentes niveles?

No lo sabía pero quería arriesgarse a averiguarlo. Quería probar con él algo más que efímeros encuentros, y por supuesto que quería poseerle, tanto cuanto Lucas le dejara.

David miraba por la ventana, y Lucas tenía su mirada perdida también en las calles oscuras de Edimburgo. Richard atrajo su atención, los ojos tan claros que brillaban en la oscuridad del coche.

Se miraron por mucho rato, quería decirle muchas cosas y pocas tomaban forma en sus labios.

Acarició la suave piel junto a sus labios, arrancándole una pequeña sonrisa. Dios, le volvía loco, si ya había caído ante su frialdad, ¿cómo no hacerlo ante un calor tan tierno como aquel?

Besó con suavidad sus labios y le devolvió la caricia.

Suave, frío y suyo.

El viaje fue rápido y en nada estuvieron ante la puerta del hospital, David le dio las gracias y se bajó del coche. Quedaron solo ellos dos, y a Richard le costaba soltarle.

—Vendré a por ti—le dijo como una promesa—. Aquí o donde haga falta.

—Gracias.—No necesitó más para saber que era sincero, que su gratitud hablaba de mucho más que aquel gesto.

Lucas fue quien buscó sus labios, y Richard no se demoró en brindárselos.

Salió del coche y Richard vio como entraba en la mole del hospital.

—¿A dónde vamos, señor?—le preguntó el chofer.

Samuel.

—Espere un momento, debo realizar una llamada.

Marcó el número de su amigo, casi a punto de colgar la voz de Samuel completamente borracho le contestó.

—Se acabó amigo, se acabó.

—¿Dónde estás, Samuel?—le preguntó esperando que no comenzara a divagar.

—Y qué diablos importa eso ahora, me ha dejado, entiendes, no quiere volverme a ver en su vida.

—De eso ya hablaremos, ahora dime dónde estás.

—En el puto Edimburgo...

—Samuel, dame la ubicación exacta y deja de beber.

Escuchó ruido de fondo, estaba en algún bar pero ¿dónde carajos?

—Pásame con el camarero—le ordenó a Samuel.

—Odio cuando te pones todo mandón, acaso crees que eres mi padre...

—Samuel, haz lo que te digo, iré a por ti y seguiremos bebiendo, ¿o es que acaso quieres ser un triste borracho solo?

—Tú sí sabes cómo joderle la noche a alguien.—Pero al parecer le obedeció.

Lo siguiente que escuchó fue el cerrado acento de Edimburgo y como un camarero le daba la localización del bar y le pedía que se llevara a su amigo que tenía un aspecto horrible.

Richard le dio la dirección al chofer y se fue a encarar el humor volátil de su amigo, sin duda prefería estar allá adentro sirviendo de apoyo a su precioso rubio que lidiar con Samuel Hereford borracho y con el corazón roto.

 

 

 

 

 

Lo primero que hizo David al entrar fue llamar a Ethan, la voz de su amigo sonó aliviada, él sería quien fuera a recogerles y tratara de evadir los controles de seguridad del horario de visitas.

Colgó y miró a Lucas que tenía el semblante serio.

—Así que ¿tú y Richard?—le preguntó apoyado contra la pared, era obvio, tenía oídos y los jadeos de ambos en el baño los habían escuchado todos.

—No es asunto tuyo.

—Tan agradable como siempre—bufó David, aunque si era sincero no esperaba otra cosa, pero le había visto con Richard y era otro Lucas, uno que no había visto en su puñetera vida.

Sin más que hacer David, de naturaleza toca pelotas, decidió insistir.

—Richard es un buen tipo—dijo mirándole—, un tipo excelente, y muy caliente.

—Aléjate de él, niñato.—Uy sí, las chispas de los celos.

—No sé, Lucas—sabía que iba a meterse donde nadie le llamaba, pero era lo que solía hacer—, John, Beth, Richard, ¿no te parece que son demasiados? Quizás sería bueno que aprendieras a compartir.

—No tienes ni puta idea...

En ese momento llegó Ethan, y Lucas se quedó callado.

David le abrazó con fuerza, le había echado tanto de menos aunque no hubiera pasado tanto tiempo.

Llevaban juntos desde los 11 años, era su mejor amigo, y ambos se necesitaban. Estar separados, por motivos tan estúpidos, no era una opción.

—¿Cómo estás?—le preguntó—¿Cómo está?

—Bien, John ya ha despertado—dijo Ethan arrancándole a Lucas y a él un suspiro de alivio—. Siento haberos preocupado tanto.

—Era lo que tenías que hacer.—Le pasó un brazo por los hombros mientras andaban hacia la habitación.

—Me asusté muchísimo.

—¿Qué ha pasado?—preguntó Lucas.

—Creo que entraron en casa y John se defendió—mintió Ethan, David lo sabía no solo porque conociera a su amigo, aunque este era capaz de mentir muy bien cuando se lo proponía, sino por la llamada que había recibido Richard, Samuel tenía algo que ver, estaba convencido pero no iba a decir nada.

Cuando llegaron a la habitación David contuvo la respiración.

Dentro, entre las sábanas blancas de la cama se encontraba John, completamente lastimado, los ojos eran dos círculos rojos e hinchados que se convertirían en moretones de ahí en nada.

El labio partido, y lo que ocultaría bajo las sábanas.

Parecía dormido, o al menos eso era lo que esperaba.

—Me quedo con él—dijo Lucas—¿Por qué no acompañas a Ethan a por un café y que coma algo?

Ethan se veía indeciso pero su cara de culpabilidad era evidente, era mejor sacarlo de allí un rato. A él, ver así a John no le estaba ayudando lo más mínimo.

Salieron de la habitación y buscaron la cafetería.

Ethan no tenía ganas de hablar, era evidente. Pero estar en silencio en esos momentos rumiando lo que estuviera rumiando no era bueno.

—¿Qué ha pasado en realidad?—le pidió con calma.

—Todo se ha ido a la mierda.—Tenía aquella cara que hacía años no le veía, la misma de cuando John llegaba a recogerlos con el labio roto.

—Sé que Samuel ha tenido algo que ver.—No esperaba otra cosa que su sorpresa. Pero era absurdo, entre ellos no había secretos.

—Empezó John, si vieras como llegó a casa—se llevó las manos a la cara—, por un momento me recordó a mi padre. Se lanzó contra Samuel, y no paraban.

David le abrazó, tal y como estaba reaccionando últimamente John, no le extrañaba en lo más mínimo.

—¿Dónde está Samuel?

—Le pedí que se fuera.—Aquello sí que no lo comprendía.

—Es mejor así, créeme, lo hice por John y por mí.

—No sé, Ethan.

—Él vino al hospital, él vino a Edimburgo a por mí—se dolía Ethan—. Tenía que haber acabado con esto antes, David. Es culpa mía.

—No digas estupideces—se indignó—. La culpa es de esos dos imbéciles, John que se está comportando como un descerebrado hermano mayor posesivo e irracional; y el otro es un trastornado obsesivo. Tontos del culo los dos, si me pides mi opinión.

Aquella conclusión arrancó una pequeña carcajada de su amigo, para eso estaba él allí, para sacar a Ethan del pozo negro de sus pensamientos, y estaba decidido a hacerlo.

—He acabado con ambos—dijo mirándole—, no voy a dejar que John decida más lo que tengo o no tengo que hacer. Y con Samuel, le dejé, y creo que le quedó bastante claro.

—¿Realmente le quieres dejar?—Ese Samuel había conseguido que Ethan tuviera ojos de enamorado por algún tiempo, mirada que nunca le había conocido, aunque también le había visto sumido en la miseria, y los últimos hechos eran un ejemplo.

—Sí, es lo que tengo que hacer, él y yo no tenemos futuro juntos, y acabará entendiéndolo igual que yo.

—El futuro nadie lo conoce—le sonrió David—. Pero si sientes que es lo mejor para ti, te apoyo.

Ethan desvió la mirada, entendía sus dudas, ¿su situación no guardaba una curiosa similitud? Pero al menos, Ethan era correspondido.

Comieron algo y tomaron café, se avecinaba una larga noche.

Cuando llegaron a la habitación oyeron voces dentro. Cuando entraron John estaba despierto y Lucas se había sentado en la cama.

No debería molestarle, pero lo hizo, evitó fijarse en ello y miró a John. Un oso panda deformado, pero John al fin y al cabo.

—David.—Mierda, aquella voz le hacía débil, quería correr a abrazarle, besarle, pegarle un poco más por estúpido. Pero no hizo nada de eso, solo le saludó y se quedó apartado.

Los otros les miraron, era obvia la tensión, y no era momento ni lugar para su propio drama.

—Tienes una pinta horrible—dijo haciéndole reír.

—¿Podéis dejarnos un momento a solas?—pidió John, y una parte de él quería negarse y otra enfrentar al puñetero John Savidge.

 

 

 


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