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Sugardaddy.com por Verde Lima

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El tiempo era un ente caprichoso, si bien era capaz de pasar de un modo lento y parsimonioso cuando lo retiene a uno en una sala de espera de un hospital aguardando por noticias de un ser querido; este corre cuando la fecha de una separación programada ocurre.

David odiaba al tiempo, tenía que volver a Londres a seguir con sus estudios. Llevaba dos semanas a solas en el apartamento de John.

Ethan, una mañana después de que David ejerciera de enfermero particular, al parecer nada silencioso, dijo que se iba.

John y él no habían hablado de qué eran, para David estaba claro. John era el amor de su vida que de una puñetera vez le daba la oportunidad a vivir el amor que ambos se tenían.

Para Ethan vivir con una pareja en sus inicios, donde uno era su hermano y el otro su mejor amigo le parecía motivo suficiente para ingresar en un centro de salud mental.

Siempre decían que el dramático era David, pero Ethan también sabía explotar esa vertiente cuando se lo proponía. Y esa mañana con la maleta hecha y los billetes sacados para su vuelta a Londres fueron el detonante para un minidrama familiar.

Por suerte, John estaba mucho más razonable y Ethan prometió ir a visitarlo más a menudo.

Ethan solo les había contado que con Samuel todo había acabado. Su postura, su voz, eran los de siempre, pero aunque su amigo siempre había portado un aura de tierna tristeza, esta ahora era como un abrigo a su alrededor.

Quizás fuera por su eterno ideal del romanticismo que había escondido de los golpes que este le había dado; su floreciente relación con el amor de su vida; o las altas dosis de sexo que acumulaba en su piel. En cualquier caso, David estaba convencido que los que había habido entre Ethan y Samuel era algo que quizás pudieran apartar pero nunca olvidar.

Poco había estado con ellos en el mismo lugar, pero era jodidamente palpable. Quizás no fuera el momento, quizás solo necesitaran que las cosas entre todos se calmaran. El problema era que conocía a Ethan demasiado bien, y sabía lo bueno que era negándose las cosas que le hacían feliz.

Pero él estaba meditando sobre el tiempo, con los códigos de legislación delante de él, en el apartamento de John esperándolo a que llegara de trabajar.

Su sangre burbujeaba por verle, pero también sabía que tenía que marcharse pronto. Había perdido demasiadas clases, demasiados exámenes y su beca peligraba calamitosamente.

No quería irse de Edimburgo ni de aquella preciosa luna de miel que ambos estaban viviendo.

La primera vez que pudieron estar a solas en aquel mismo lugar, John aún estaba vendado y lastimado, pero a David aquella primera vez— segunda si quería ser exacto— había sido dulce, y condenadamente ardiente.

La desesperación por tenerse había ido creciendo, pero sellaba de algún modo lo que ambos habían estado sintiendo.

Ahora con John en pleno uso de sus capacidades, estaban todo el tiempo follando como monos, término que les había regalado Ethan antes de marcharse.

Pero así era como lo sentía, no se cansaba de tenerle dentro, de montarse encima, de despertarle por la noche para asegurarse de que aquello era real.

David temía perder algo que siempre, siempre había anhelado. Pero sus manos llegaban a John y este le apretaba contra su cuerpo como si comprendiera algo que él mismo sentía.

¿Por qué no podía ser todo en la vida siempre así? Fácil, placentero, correspondido.

Aún le dolían las palabras que John le arrojó en Londres, de otro hubieran sido nada, de él, lo eran todo. Pero parecía ser cierto aquello de que solo quien te importa puede hacerte daño con sus palabras. Y entre besos y caricias, John le había confesado cada momento en el que le había amado. Cada recuerdo en el que David era su luz, como el tipo cursi con el que había comenzado a salir, le llamaba.

Sabía las sombras que habitaban su interior, a poco que te asomaras las verías, pero John era mucho más que la rabia y la ira, era alguien que podía amar, que podía cuidar y que podía hacerte sentir la persona más especial del mundo.

También empezaba a ser un cretino que estaba llegando tarde.

Sobre el sofá estaba su pequeña maleta, volvía a Londres al día siguiente y ya le echaba de menos.

Por fin escuchó las llaves girando en la puerta, el sonido le hizo brincar la entrepierna. La "luz" de John se estaba convirtiendo en un predecible perro de Pávlov*, pero a la mierda, pensó David, se pondría rabo y orejas si aquello lo hacía todo más excitante.

John apareció en el umbral de la puerta. En traje de chaqueta, con su pelo negro hacia atrás y aquellos ojos ardientes, era el tío más sexy que David pudiera imaginar.

La sonrisa al verle, no solo le calentaba su ya nada disimulada erección, sino que calentaba hasta sus más triste recuerdos.

—Ya estoy en casa.—Orejas y rabo, o vestido a lo Doris Day, con John cualquier fantasía era buena.

Soltó los libros y corrió hasta él, su última noche, pensó. Se abrazó como un koala, y John le agarró con fuerza mientras cerraba la puerta con el talón.

Odiaba el tiempo, pero aún quedaban muchas horas hasta la salida del sol y de su vuelo.

—Nuestra última noche—le dijo sin soltar casi sus labios mientras le besaba.

—Te he traído un regalo—dijo John haciéndolo bajarse de él.

No había visto la bolsa que llevaba en la mano al entrar, se la pasó y David comenzó a reírse. Esa noche no sería ni un perrito ni una anticuada y devota ama de casa americana; esa noche sería un sexy enfermero.

 

 

 

 

 

John se había incorporado a trabajar lo antes posible, en ningún momento había olvidado la deuda con los rusos, esta le perseguía como una sombra grasienta.

No había pasado por alto al hombre que Vólkov mandaba para tenerlo vigilado.

Pero no era la única sombra que le acompañaba, el agente Abercrombie que le había visitado en el hospital, también le llamaba continuamente. Ya lo había tenido que enfrentar en el hospital. Pero reconocía que no había hecho un buen papel, les había pillado a él y a David en una postura un tanto comprometida, y además iba seguido de Ethan.

Las vagas referencias a algún tipo de ataque en su domicilio no dejaron satisfecho al agente, pero le había prometido a Ethan no ahondar los problemas con Hereford. Y en el fondo sabía, que la pelea la había iniciado él.

Sabía que tenía que concentrarse en trabajar, pero aquellas semanas con David le hacían solo ansiar llegar a su casa y encontrarlo en ella. Había hecho una pequeña parada para comprar aquel provocativo disfraz de enfermero que se abría en los lugares necesarios.

Le costó apartarse de sus labios para que el chico pudiera ponerse la indumentaria.

Se alegraba tanto del momento que eran capaces de vivir. Había temido que David nunca le perdonara, pero este le había sorprendido por su amplia capacidad para ello. También le había enseñado a ser más flexible con Ethan y su relación o, gracias a lo más sagrado, no relación con Hereford.

Pero en ese momento tanto Hereford como Koldovstoretz, pasaban a un segundo plano. David y su capacidad para hacerlo, tanto una bestia que solo pensaba en follar, como en un tipo cursi que le hacía promesas de amor en la noche mientras dormían, ocupaba todo.

El blanco del uniforme le sentaba bien, unos cortos pantalones ajustados que marcaban su bien formado trasero y señalaban a la perfección los contornos de su polla insoportablemente dura, le hacían la boca agua.

—Señor Savidge, es su turno, desnúdese y espéreme en la camilla, voy a realizarle un chequeo en profundidad.

John sonrió haciendo lo que David le pedía y retirando todas las capas de seriedad que un abogado como él debía cargar a lo largo del día.

Después de un más que excitante numerito de enfermero escandalizado con los toqueteos de un paciente pervertido, John tenía a David donde más le gustaba. Debajo suya, completamente abierto mientras le penetraba incansablemente.

—Te quiero—le susurró. No era el mejor momento para una confesión así, lo sabía, pero no era capaz de callarlo por más tiempo.

Los ojos grises de David casi cerrados por el placer que estaba sintiendo se abrieron. El ritmo había descendido, pero John no había parado, ¿cuándo sería capaz de parar con él?

—Dilo otra vez—le pidió.

—Te quiero... te quiero—aumentó el ritmo haciendo que cada palabra fuera una estocada.

Centrado en el rostro de David que no dejaba de mirarlo y bebérselo, pensó que chico estaba llorando, para darse cuenta de que era él el que había comenzado a hacerlo, y era David el que acariciaba su rostro.

Sabía desde hacía mucho que quería a David, de todas las maneras posibles que se podía querer a alguien, pero esta, en concreto verbalizada, le llenó de una emoción que le costaba contener.

El orgasmo que ambos compartieron fue dulce, intenso y liberador.

Tenía a David abrazado contra él, mientras acariciaba su espalda.

Se iba, y aunque sabía que así debía ser sintió como nunca las garras de la soledad. Su mente trabajaba en encontrar una solución para aquello, trasladarse de vuelta a Londres, pero en Edimburgo estaba ganando más; la deuda; trasladar a David a Edimburgo.

—John...—le llamó David besando su barbilla—, deja de pensar, solo estate aquí conmigo.

John sonrió y le besó, tenía razón, todas aquellas opciones no tenían sentido esa noche.

—Yo... yo también te quiero—le dijo David casi temblando.

Daba igual la distancia que les separaría por unos meses, porque John tenía claro, que su lugar era al lado de David, de un modo u otro ellos estarían juntos, y fue el pensamiento más tranquilizado que había tenido en toda su vida.

 

 

 

Cuando David llegó a la residencia de estudiantes, parecía como si hubieran pasado un millón de años, como si el que se fue de allí fuera otro David. Un David antes de John, su propia escala de tiempo a partir de aquella aceptación, su propio Before John**, se rió de sí mismo.

¿Se puede atesorar un sentimiento como si fuera un ser vivo? Así es como se sentía con el amor que habían puesto ambos sobre la mesa la noche anterior, como si fuera un ente con personalidad propia, pero pequeño y deseoso de cuidado.

—Saint Christopher—le llamaron desde la recepción de su residencia sacándole de sus pensamientos—, tienes una carta.

¿Le habrían revocado al beca? Su rendimiento académico había bajado considerablemente, y la ausencia en las clases le iba a pasar factura. Sin la beca, él no podría seguir estudiando.

Agarró el sobre con manos trémulas, tenía la sensación agorera de que por aquella dosis de felicidad le iban a arrebatar otra.

Pero aquel sobre no tenía nada que ver con la Universidad ni con el Estado, aquel sobre tenía como remitente a un carísimo bufete de abogados que él ya conocía, el mismo al que había acompañado a Ethan cuando este firmó el contrato con Samuel.

Sacó con temor el contenido, leyendo por encima los documentos.

Aquello tenía que ser una broma, una artimaña de Samuel Hereford para acercarse de algún modo a su amigo de nuevo, tenía que serlo. La otra opción era demasiado parecida a una fantasía que había tenido en su infancia.

David tuvo que sentarse, cuando abandonó Londres nunca pensó que tendría una relación amorosa con John, pero a su vuelta jamás imaginó que tendría un hermano.

 

 

 

*El condicionamiento clásico, también llamado condicionamiento pavlovliano, condicionamiento respondiente, modelo estímulo-respuesta o aprendizaje por asociaciones (E-E), es un tipo de aprendizaje asociativo que fue demostrado por primera vez por Iván Pávlov. Este autor ideó unos experimentos con perros que son la base del condicionamiento clásico. Se dio cuenta de que al ponerle la comida al perro, este salivaba. Cada vez que le pusiera la comida, Pavlov hacía sonar una campana, de modo que, cuando el perro la escuchaba, asociaba ese sonido con la comida y salivaba. Así, el perro estaba dando una respuesta (en este caso, la salivación) a un estímulo (la campana). La próxima vez que escuchara la campana, independientemente de si iba unida a la comida, empezaría a salivar.

**Antes del presente (abreviado a menudo con las siglas AP y, en ocasiones, BP, del inglés Before Present) es una referencia de tiempo usada en arqueología, geología y otras disciplinas científicas como estándar para especificar cuándo ocurrió un evento en el pasado. Se adoptó debido a la multiplicidad de calendarios y de fechas usadas en el presente.

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Un capítulo solo de David y John, para mí David es uno de mis favoritos, sino el favoritisimo, pero no se lo digáis a los demás.

 

 

 

Me está costando ponerme al día con el resto de mis historias, pero sigo con ellas, si alguna las estáis esperando os pido paciencia. Estos días escribir sobre vida "normal" estando en cuarentena, me cuesta más.

 

 

 

Espero que estéis bien.

 

Un beso.

 

Sara.


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