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Sugardaddy.com por Verde Lima

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Richard miraba desde su escritorio las vistas desde SHC, su despacho junto con el de Samuel, era uno de los mejores de la torre de la compañía.


Las vistas del puente de Londres lleno de turistas siempre eran hermosas. Toda aquella gente maravillada de la arquitectura de su ciudad apreciando las vistas y el singular espacio.


Debía reconocer algo avergonzado que él nunca había pasado por allí paseando de un modo tranquilo y relajado.


Habían pasado tres semanas desde que volviera de Edimburgo, tres semana donde Lucas había pasado todas las noches con él.


Era consciente del número de horas que ambos pasaban trabajando, y por primera vez en su vida deseó tener una profesión, o quizás un puesto de trabajo, al que dedicar menos horas. Aunque para ello tuviera que raptar a Lucas del suyo.


Su imaginación corrió sobre ese terreno, su sonrisa se reflejaba en la pantalla oscura de su ordenador portátil olvidado.


Sin duda iba a orquestar un secuestro, largo y duradero. Su adicción al trabajo había sido absorbida por una adicción mayor, Lucas.


Jamás, y bajo ningún concepto, negaría que el sexo con el rubio alcanzaba estadios desconocidos aún para él. Era único, pero también lo eran todos aquellos sentimientos que venían asociados a su presencia.


¿Cuándo se había imaginado él haciendo turismo con un Lucas observador de la mano?


La respuesta era clara, nunca; ni con él ni con nadie.


Quería pasear con Lucas de la mano por las calles de Londres, quería cenar con él todas las noches y hacer algo tan común como ir al cine.


Si alguna vez había querido hacer aquello en su adolescencia o juventud, no lo llegaba a recordar. Sus relaciones no duraban tanto y estaban muy limitadas en espacio y tiempo. La ausencia de ropa también era significativa.


—Tienes esa cara de tonto enamorado—escuchó desde la puerta. Samuel parecía volver a ser él mismo, y Richard no tenía constancia de que el joven de los Savidge y él hubieran vuelto a verse.


—¿Te apetece ir a tomar un café?—le preguntó saltando la obviedad de su estado.


—Venía a secuestrarte para tomar uno.


Ambos abandonaron las oficinas y fueron a su café preferido de la zona.


—¿Ha suspendido su compromiso con Beth?—Aquel era un tema que le generaba conflicto, realmente le importaba poco si Lucas estaba comprometido o no, estaba con él, todas y cada una de las noches. Era suyo y no de Beth, pero aún así no tenía noticias de que el compromiso se hubiera roto.


—Imagino que lo hará en algún momento. —Al menos eso esperaba—En cualquier caso, es su vida.


—También es la tuya, amigo.


Tomó un sorbo de veneno negro, sí, también era la suya. Nunca se había sentido tan posesivo, era dominante, sí. Pero lo que su amante de turno hiciera con su vida no solía ser su problema.


El uso del "nunca", dejaba de ser exclusivo, los nuncas comenzaban a borrar sus límites desde que Lucas había llegado.


—No puedo obligarle, las cosas llevan su tiempo.


—Richard Taylor enamorado, no puedo decir que no me alegre.—Le sonreía su mejor amigo, pero la sonrisa no llegaba a sus ojos. Samuel pensaba que él también había estado enamorado de Ethan.


En cualquier otro momento, Richard hubiera desestimado que aquello pudiera ser amor, ni siquiera veía a Samuel capaz de algo así; pero la propia experiencia le hacía callarse la boca.


Los síntomas del enamoramiento, eran como los de una enfermedad, salvo que él estaba en el pico alto eufórico del momento febril y Samuel, en el de los escalofríos y la debilidad.


—¿Qué tal con David?—No quería profundizar en un tema que le producía un secreto malestar. No quería a Lucas con nadie más, aunque solo fuera una pantomima social, no lo quería compartir.


—Incomprensible, si lo llego a saber no hago el esfuerzo—bufó Samuel—¿Quién se negaría a heredar una fortuna?


Ese era un punto que había sorprendido a ambos, cuando Richard le había llamado tras saber que se negaba a aceptar su herencia, el chico decía que nadie regalaba libras a centavos, y que no se fiaba de Samuel.


Todos habían sacado la peor impresión de su amigo, quizás merecida, pero nada de lo que él le dijo le hizo cambiar de idea.


—No voy a ser el títere de Samuel—le dijo sorprendiéndole al comprobar como alguien tan joven parecía ser mucho más inteligente que el resto.


Cuando ambos habían vuelto en avión a Londres lo primero que Samuel hizo fue llamar a su abogado. Sentía que David era más consciente de las intenciones de seguir agarrando a los Savidge a través de él, que de su interés por un hermanastro perdido. Aunque podría beneficiarse enormemente de esos lazos de sangre, David no hacía más que declinar la oferta de Samuel.


—Él sigue pensando que le usas para llegar a Ethan.—El gesto casi imperceptible en sus labios le dejaba claro que en tres semana no iba a olvidarse del chico.


—No todo gira en torno a él, no todo.—Removía los restos de su propio café sin mirarle.


—No, por supuesto.


Richard miró su reloj, eran las seis de la tarde, en cualquier otro momento volvería a la torre a seguir trabajando. Pero la idea que había tenido anteriormente de secuestrar a Lucas cada vez era más tentadora.


Samuel tan solo sonrió cuando le despidió, paró un taxi y en el trayecto mensajeó a Lucas pidiéndole que tomara un descanso.


La respuesta tardó más de lo que a él le gustó, pero fue afirmativa.


Le acechó en el taxi que esperaba en la acera de enfrente, cuando le vio salir y caminar por uno de los callejones aledaños a la bolsa, pagó y salió sigilosamente detrás de él.


Seguía habiendo gente por la calle, pero el lugar donde ellos habían quedado, estaba lleno de rincones donde poder abordarle.


Aceleró el paso y aprovechando que Lucas debía desviarse por la derecha, el tomó un entrada anterior.


Lucas no lo vio venir, pero Richard lo arrinconó contra una pared por donde no pasaba nadie.


El rubio no tuvo opción de emitir ningún tipo de protesta porque Richard le tapó la boca y le empujó más fuerte contra la pared. Impidiéndole moverse y ver que se trataba de él.


Se removía, hasta que se quedó completamente quieto y sintió su lengua lamerle la palma de la mano, Richard estaba duro desde que tuvo la idea, pero le clavó la polla dura como una piedra en ese momento, realmente excitado.


—¿Eres una putilla necesitada?—le gimió en el oído, a lo que Lucas tan solo contestó agitando su trasero contra Richard.


Sin poder resistirlo más, le giró el cuello para besarle. No era el mejor lugar, podría aparecer cualquiera, y no hacía más que excitarle.


—Voy a secuestrarte lo que queda de día.


—No puedo, aún tengo trabajo—se quejó girándose pero frotando su erección contra la de Richard.


—Trabajas demasiado, y yo tengo que tenerte.


—Sigo teniendo trabajo.—Alzó la ceja sin querer ceder lo más mínimo.


—Hoy no, vamos a casa ¿o es que quieres que te folle aquí?


Los grises ojos de Lucas relampaguearon llenos de excitación, le iba a volver loco, completamente loco.


Pero en ese momento apareció un grupo de ejecutivos que al parecer no se habían percatado de ambos, les sirvió para comprobar que aquel sitio era de todo menos discreto.


Salieron a la calle principal, y Richard llamó a otro taxi, Lucas no opuso ninguna resistencia. La pierna izquierda de Richard tocaba con la derecha de Lucas, para él quemaba, y más sus manos que tuvo que mantener quietas para no meterle mano.


Cruzaron Londres hasta llegar a su casa cercana al Museo Británico, otro lugar que no le importaría visitar con Lucas.


—¿Has estado alguna vez en el museo británico?—le preguntó cortando la tensión palpable, el taxista los miraba de reojo, ambos tenían cara de sexo pintada en rojo.


—De niño, con el colegio.


No pudo preguntarle si querría ir con él, porque la puerta de su casa apareció ante ellos. Richard pagó al taxista, y ambos bajaron.


Una vez cruzaron el portal, Richard no se contuvo. El ascensor que le llevaba hasta su ático, no tenía cámaras, y en él metió sus manos dentro del pantalón de Lucas, agarrando su polla que volvía a estar dura.


—No puedes sacarme del trabajo así—se quejó Lucas, pero Richard tan solo le masturbó más rápido.


—Sí puedo.—Lucas no paraba de jadear, la puerta se abrió y Richard pasó primero, abriendo su hogar, donde Lucas se había convertido en un habitual—¿Olvidas que eres mío?


Aquello fue dicho seguido de un tirón de sus pantalones, dejándole a Lucas desnudo de cintura hacia abajo. Agarrando sus nalgas y abriéndolas dándole acceso al mismo ano que se había follado esa misma mañana.


 


 


 


—Tú eres mío—gimió Lucas cuando Richard le metió el primer dedo, nunca había tenido tanto sexo en su vida, y su trasero parecía estar siempre dispuesto para ese loco que lo sacaba del trabajo.


Cuando había sentido que le acorralaban, al principio se asustó, pero el olor de Richard era tan familiar para él, que supo de quién se trataba y se excitó muchísimo.


Habían pasado tres semanas desde que volvió de Edimburgo. No sabía que había pasado realmente, pero entendía que el mutismo tanto de Ethan como de John, y la presencia de Richard tenía algo que ver con Hereford.


Pero si ellos no iban a decir nada, él tampoco lo haría. Si era sincero, Richard era lo único que tenía en su cabeza, y quizás en su trasero, noche y día.


Pero no eran los único que tenía detrás, su padre no paraba de pedirme explicaciones; Beth le había llamado repetidas veces y él tan solo le había dado evasivas.


Sabía que tenía que acabar con todo aquello, necesitaba acabar para poder empezar a vivir como realmente quería. Pero no veía el momento, Richard nunca le decía nada, y él se lo agradecía.


Tenía que hacerlo, y lo haría, pero ahora solo podía pensar en cómo estaba siendo dilatado, como Richard le había tirado contra el respaldo del sofá y se la iba a meter sin perder tiempo.


La estocada en su interior era como algo que había estado deseando todo el día, tenerle así, sobre él, besando su cuello, jadeando, le hacía feliz.


Era feliz, y no sabía la última vez que podía decir que lo había sido; así de feliz, tan feliz que asustaba.


—Pequeño demonio rubio, claro que soy tuyo—le confesó Richard haciéndole sonreír—. Estoy loco por ti.


Reconocía cuanto había odiado todo ese tipo de palabrería en sus anteriores encuentros con otros tipos, no quería charla durante el sexo y mucho menos después.


Pero con Richard era diferente, con él se sorprendía queriendo cada vez más, ¿cuál era el límite?


Richard tomó su erección rojiza por estar frotándose contra la tela del sofá de cuero y por la excitación, la masajeó arrancándole cada vez más gemidos.


Apretaba a Richard con sus músculos, sabía lo que le gustaba al hombre aquellos movimientos, y como parecía que quisiera atravesarle por la mitad hasta llegar a su estómago.


En un par de estocadas más él estaba corriéndose gimiendo el nombre de Richard, y siendo llenado por este mientras le mordía la oreja.


Lo curioso de aquellos momentos postorgásmicos en los que él solía salir corriendo, era que ahora se dejaba limpiar, besar, y en más de una ocasión cargar por Richard.


Este disfrutaba acariciándole y besándole teniéndole entre sus brazos, rodeó el sofá y tras agarran un puñado de pañuelos de papel para limpiarle, lo sentó sobre él y los tapó con una suave manta.


—Deberíamos vestirnos, o desvestirnos completamente—le sugirió.


—No, quiero estar contigo así.—Le besó Richard, el Lucas antes de Richard hubiera salido corriendo ya de allí, este Lucas se acomodó más entre sus brazos apoyando la cabeza contra su hombro.


—¿Te gustaría venir conmigo al museo mañana?—La pregunta parecía totalmente casual, pero en lo poco que conocía a Richard, nada era tan casual como aparentaba. Era la primera vez que le pedía hacer algo fuera de su casa.


¿Una cita en un museo? ¿Eso no pasaba solo en las novelas románticas heteros?


Quizás sí, pero asintió sintiendo como sus mejillas se sonrojaban y no tenía nada que ver con el sexo que acaban de tener.


Era su primera cita con alguien que realmente le gustara en todos los años de su vida.


 


 


 


 


 


El agente Abercrombie era un novato, eso se lo dejaban claro cada día en la comisaría. No ayudaba su aspecto aniñado, su claro pelo rojizo y sus pecas de colegial. Pero no era ningún crío, se había licenciado con honores en la academia y estaba dispuesto a dejar claro que era completamente válido en su trabajo.


Aunque este fuera desentrañar por qué John Savidge no quería testificar contra su agresor, o agresores.


Nada de lo que le había contado en el hospital parecía tener mucho sentido, así que Austin se centró en las cámaras de seguridad del edificio. Sin denuncia, realmente aquello no era muy legal, pero el conserje del edificio de Savidge le pasó las cintas. Realmente no se veía nada como el hombre le había dicho.


Las imágenes eran borrosas, de muy mala calidad. Él, si fuera inquilino de aquella comunidad, sí les demandaría por las bajas medidas de seguridad.


Al menos, contaba con las cámaras de la calle, de ellas sí obtuvo más información, una realmente extraña.


La primera, era que del edificio entraron y salieron varias personas, la que más le sorprendió fue la del hombre de negocios londinense, Samuel Hereford.


La segunda, que las cámaras mostraban como un hombre seguía a Savidge, pero en ningún momento entraba en el inmueble.


Cuando la ficha del hombre apareció en pantalla, Austin tuvo una mala corazonada. Aquel hombre trabajaba para Vladimir Vólkov, y si un hombre del jefe de la mafia rusa afincada en Edimburgo te seguía, eran malas noticias, muy malas noticias.


Austin había creído que aquel asalto había sido un ataque homófobo. Cuando entró en la habitación del hospital encontró al herido y a otro hombre más joven, en ciertas posturas comprometedoras.


Ambos eran gays, y Austin era lo último que esperaba encontrar en aquella habitación cuando la abrió. Hizo un mal papel en esconder su propio rubor y como su propio corazón había comenzado a saltar en su pecho.


Había simpatizado rápidamente con ellos, nadie en la academia conocía su condición sexual, bastante tenía con que le tomaran poco en serio por parecer un crío, como para ser el novato y gay.


Sin embargo, aquello era diferente, bastante diferente e iba a informar a su superior.


 


 


 


 


 


 

Notas finales:

Un poquito más, el agente Abercrombie  me gusta, me gusta, ya tenemos un nuevo y tiernito personaje ¿quién le hincará el diente?

 

Aún quedan personajes por salir, advierto.

 

Espero que os entretenga la historia, en estos duros días, por mi parte he dejado de ver las noticias, los número me tienen atemorizada y me destrozan el día.

Espero que estéis bien y os estéis cuidando.

 

Os mando un fuerte abrazo.

Sara

 


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