Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sugardaddy.com por Verde Lima

[Reviews - 76]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Samuel llevaba un día de perros, y la guinda del pastel era el muchacho delante de él.


Tenía que darle un poco la razón a Richard sobre su parecido, podría ver algunos rasgos en él, rasgos que compartía con su padre. Esa testarudez sin lugar a duda era puramente Hereford.


—Si vas a seguir diciendo que no, ¿para qué me haces perder el tiempo?—dijo al punto de perder la paciencia.


—No vengo a hablar de mí—dijo el chico rodando los ojos, se alegraba de no haberlo tenido que aguantar de adolescente porque lo hubiera acabado estrangulando y seguramente hubiera terminando en la cárcel.—De Ethan—continuó.


Hacía tres meses desde que había vuelto de Edimburgo y no había vuelto a ver al pequeño de los Savidge, tampoco al mayor, gracias a Dios. Pero era incapaz de no sentir nada ante su mención.


Era un nombre que su mente repetía una y otra vez, en sueños, en pesadillas, junto a unos ojos negros tristes que siempre se cerraban para dejar de mirarle.


—Ya te he dicho que esto no tiene nada que ver con él.


—Pues debería—chasqueó la lengua David, qué molesto, joder.


—Mira, niño, firma los papeles que te he dado, acepta tu herencia y déjame en paz. No necesito consejos sentimentales de nadie—empezaba a tener un duro dolor de cabeza.


—Primero, he estado toda mi vida sin “tu” familia, me abandonaron y ahora me importa un carajo las migajas que quieras darme para lavar tu conciencia—¿de vuelta la mula al trigo? Esa conversación ya la habían tenido.


Cuando Samuel aterrizó en Londres llamó a su abogado, el mensaje de Ethan de que le dejara en paz, de no querer nada más con él, quemaba como el infierno.


Richard le había insistido en formalizar los trámites de reconocimiento de David como su hermanastro.


Cuando el chico al que apenas había visto un par de veces, esperando que fuera todo alegría le tiró los papeles a la cara, casi pensó estar viviendo en una realidad paralela.


Había leído el informe de David Saint Christopher, y si hubiera sido una novela y él un sentimental, hubiera llorado. Un niño solo ante el mundo, registros de adopciones fallidas, informes psicológicos.


Y una constante desde los 11 años, los Savidge.


Quizás si el mentecato entraba en razones pudiera darle las gracias a John Savidge por haberse encargado de su hermano. No veía en qué punto eso iba a poder ser posible, pero entendía que la intervención de este había sido fundamental en la vida de David.


Pero el tipo delante de él, era exasperante.


—Y segundo, ¿crees que nací ayer? ¿Desde cuándo tiene esa información? ¿Desde cuándo sabes que soy el bastardo de tu padre?—Quizás más meses de los que iba a reconocer—Me quieres usar para llegar a Ethan, y es una pésima idea; además me ofendes.


—¿Me estás diciendo que vas a rechazar la herencia que pasaría a tus manos?


—No la he necesitado antes, tampoco ahora.—Pero no le miró a él, sino más allá.


—¿Cómo se supone que pagas tus estudios, la residencia, tus gastos?—Aunque sabía perfectamente cómo lo hacía, tuvo que preguntarlo.


—Becas, ayudas … y mecenas.—Lo último lo dijo queriéndole provocar.


Ethan nunca le había parecido el típico candidato para sugarbaby, y aunque era como mantequilla entre sus manos, no era el tipo común que solía encontrarse. Sin embargo, David cuadraba perfectamente en el perfil.


Chico joven, guapo y engatusador que sacaba dinero a cambio de favores y vivía con ello sin pena.


Sintió escalofríos al pensar que él podría haber sido uno de sus daddys. Gracias a Dios, sus caminos no se habían cruzado en esas líneas, y el más joven sonreía sabiendo lo que estaba pensando en esos momentos. Tuvo incluso la desfachatez de lamerse los labios de un modo pícaro.


—La oferta está sobre la mesa, tú decides si la coges o no, a mí me da igual—dijo levantándose y sintiéndose realmente incómodo se marchó.


La ausencia de noticias de David, de Ethan, incluso de Richard que estaba viviendo una luna de miel con su querido aristócrata comprometido con la hermana de su ex, le estaban volviendo loco.


Había vuelto a insistir, y la respuesta siempre era la misma.


—Cúrrate estar con Ethan por otros medios.—Eso era lo que más le molestaba, que ya no había medios para estar con Ethan porque este le había dejado claro que Samuel no era bueno para él. ¿Acaso era falso?


Visto desde el punto de vista del más joven, Samuel era alguien conocido, que nunca había tenido una pareja ni tan joven ni homosexual de cara al público.


Él siempre le había exigido y Ethan había dado. A su mente volvía el incidente de Edimburgo, y volvía a retraerse sobre sus intenciones.


Quizás Ethan tuviera razón, siempre parecía tenerla, ¿no?


Estaba un poco harto de ser rechazado por esos tres, Ethan, John y David. Se iba a levantar, pero David le interrumpió.


—El viernes en la Universidad vamos a representar un juicio, yo llevo la defensa—¿Ese sinvergüenza estaba sonrojándose?—Por si quieres venir y verme.


Samuel se acababa de dar cuenta de algo, en ningún momento le había dicho que se alegraba por haberle encontrado, por tener un hermano, por saber de él. Había llegado como siempre hacía con contratos y papeles por delante, poniendo dinero sobre la mesa.


Ahora entendía porque aquel chico testarudo y pícaro había rechazado su oferta, no quería dinero, quería un hermano.


¿Él podría desempeñar ese papel?


—Allí estaré.—Iba a ser verdad que a veces era un completo ciego.


 


 


 


 


 


Ethan pasaba casi todas sus horas estudiando, no se diferenciaba mucho de su vida anterior, siempre había estudiado mucho. Para él los libros, aprender, perfeccionarse eran una válvula de escape para todo lo que escapaba de su control.


Delante de sus libros era dueño de sí mismo, de su tiempo y de su mente.


Desde que había vuelto de Edimburgo todo lo que había hecho había sido estudiar, los exámenes que había perdido ya no tenían solución, tendría que aprovechar la siguiente convocatoria y añadirlos a los demás que tendría.


Pero ya no importaba, mientras más tuviera, menos tiempo para pensar en otras cosas.


Samuel; John y David; el dinero que su hermano había pedido prestado.


Lo habían hablado y John le había pedido que por favor confiara en él, casi tuvo que morderse la lengua para decirle que no podría ofrecer lo que a él no le había dado. Pero no quería pelear más con su hermano. Las cosas se habían vuelto muy locas con Samuel, y solo quería que el tema comenzara a ser olvidado.


David volvió de Edimburgo con sonrisa de enamorado; era curioso como funcionaban aquellos dos.


Se alegraba, desde luego que se alegraba, no quiso preguntarle cómo había perdonado toda las cosas horribles que le había dicho John. Ni a su hermano le había cuestionado nada, que estuvieran bien, si era juntos, para Ethan estaba bien.


Suspiró algo cansado, llevaba horas entre tubos de ensayos y matraces. Miró la hora, le había prometido ir a su presentación a David, apagó los fuegos y dejó su bata colgada del perchero.


Cuando apagó las luces del laboratorio, se chocó sin querer contra alguien.


—Lo siento, profesor—Se sintió estúpido al ver que había chocado contra el profesor Brown, Jules Brown.


—No pasa nada, Ethan—le sonrió subiéndose las gafas, era de los profesores más jóvenes y entusiastas que tenían, un loco científico como solía presentarse ante sus alumnos.


Pero solía ser su sonrisa encantadora la que hacía temblar las piernas de demasiados alumnos, entre los que Ethan hacía su mejor esfuerzo para no encontrarse. Máxime cuando decía su nombre, le resultaba increíble que lo recordara.


—¿Dónde ibas con tanta prisa?—Le costó traducir lo que le estaba preguntando entre el bochorno de haberlo casi derribado y que se estuviera interesando por él.


—A la presentación de un amigo, voy tarde, lo siento.


—Ve con cuidado.—Fue la respuesta sonriente acompañada de un guiño de su profesor, sentía sus mejillas arder por lo que miró con gran interés las baldosas del suelo mientras salía huyendo de los laboratorios para correr por el campus hasta llegar a la Facultad de Derecho.


Pensaba que tras Samuel no iba a poder sentir esa sensación de hormigueo por una sonrisa, entró más contento de lo que había imaginado al aula que simulaba una sala de juicios. Se deslizó a los últimos bancos viendo como todos estaban colocados en lo que debían ser sus posiciones.


David llevaba una toga negra y su pelo estaba todo echado hacia atrás, se veía realmente atractivo, y serio, cualidad que escasamente podría asociar con su amigo.


Le costaba entender la jerga que utilizaban allí, pero por lo que se veía David estaba defendiendo a un tipo que de ser cierto iba a ir a la cárcel sí o sí, pero su amigo se movía dominando a sus compañeros.


Ethan tuvo que reírse, si David usaba la mitad de su encanto para defender criminales, las cárceles de Inglaterra iban a estar demasiado vacías.


Cuando fue el turno del abogado de la acusación, Ethan echó un vistazo a la sala. No eran muchos, imaginaba que serían compañeros, profesores y quizás amigos o familiares como en su caso.


Lo que no esperó fue ver a Samuel entre los presentes.


¿Qué diablos hacía él allí?


Debería estar molesto pero un burbujeo interior de emoción se alegraba de volver a verle.


Si quisiera mentirse a sí mismo diría que no había vuelto a pensar en él a diario, tres meses eran tiempo suficiente para olvidarse de alguien al que se supone nunca llegaste a amar, ni él a ti.


Una mera relación sexual, un acuerdo económico.


Pero su cuerpo decía muchas cosas, y todas eran sobre Samuel, no, no esperaba verlo allí.


¿Qué debería hacer? ¿Salir y hacer como si no lo hubiera visto? Pero no fue capaz de hacer nada, la clase había acabado y lo que vio le costó creérselo.


Samuel estaba andando hacia David y sonriéndole, obviamente había ganado el juicio. Pero la sonrisa entre ambos hizo sentir profundamente mal a Ethan.


¿Samuel y David?


¿Cómo? Pensaba que John y él estaban en una relación comprometida, David se escapaba a Edimburgo cada vez que podía. ¿Por qué miraba así a Samuel?


Había sido un iluso al pensar que Samuel, de algún modo retorcido había ido a verle a él. Tres meses y aún sentía que ese hombre le destrozaba.


David cruzó su mirada con una sonrisa en sus labios, y los ojos de Samuel también se dirigieron hacia él.


Quizás era su propia paranoia enfermiza, esa que siempre iba de la mano de Samuel, pero incluso le dio la sensación de que se parecían, como dos macabras calaveras de una realidad paralela.


Su cara sí debía expresar lo equivocado de todo aquello, porque la de ambos cambió, y escuchó su nombre cuando aún tropezando con sus pies salió corriendo del aula.


¿David y Samuel? ¿Por qué?


—Ethan espera.—Era David aún con su toga—Tienes que perdonarme, pero no vio otro modo.


—¿Y John?—se giró completamente molesto.


—¿Qué pasa con John?—David no podía creer que no le molestaría saber que estaba engañando a su hermano.


—Pensé que una vez estuvierais juntos estas cosas no pasarían.—Dios, tenía ganas de vomitar—Me has decepcionado.


Al fondo, Samuel los miraba a ambos, ¿a no tenerle a él como sugarbaby había negociado el mismo acuerdo con David? Era asqueroso, realmente asqueroso, y dolía, joder.


—Ethan, te estás equivocando.


—Déjame en paz, eres mi amigo, pero él es mi hermano—le amenazó Ethan. David le había puesto una mano en su hombro como queriéndolo retener.


—Y Samuel es el mío.


—¿Tú qué?—Mierda, no quería escucharlo.


—Mi hermano.


 


 


 


 


 


 

Notas finales:

¿Guerra de hermanos?


 


Hola, Jules, encantada. 


 


 


¿Qué tal estáis? ¿Cómo va la cuarentena? Hoy aquí nos hemos levantado con buenas noticias, las muertes, e infectados van bajando. Aún nos quedaran bastantes semanas encerrados, pero hay que agarrarse a las buenas noticias, porque de esas siempre hay aunque no las veamos o no nos las cuenten.


Nos leemos.


Besitos.


Sara.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).