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Sugardaddy.com por Verde Lima

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Ethan estaba realmente sorprendido, ¿Samuel era hermano de David?

Agradeció que Samuel se fuera y le dejara a solas con su amigo, la tensión que ya sentía de por sí con el mayor no ayudaba a nada.

Aunque la última mirada que ambos se dedicaron pesaba a Ethan.

—¿Por qué no me lo habías dicho antes?—le preguntó a su amigo.

—Bueno… me lo dijo cuando volvimos de Edimburgo, y las cosas eran complicadas por aquel entonces, ¿no crees?

—¿Y ahora no lo son?

—Han pasado cinco meses—le dijo David tirándose sobre su propia cama en la habitación que ambos seguían ocupando.—¿No crees que es hora de que volváis a hablar?

—No entiendo qué tiene eso que ver con que me dijeras que tienes un hermano secreto.

—Bueno, realmente no mucho, pero yo también sé esquivar preguntas, amigo.

Ambos se miraban, quizás esos meses no habían sido los más comunicativos de su vida. Tampoco era alguien dado a hablar demasiado.

La situación con Samuel había dejado de ser. Como David bien decía, habían pasado cinco meses en los que no habían vuelto a verse, ¿y lo hacían en un aula para ver a David? Obviamente, este lo había provocado.

—¿Cómo te sientes al tener un hermano?—Tenía que dejar de pensar en él y en Samuel, y preocuparse por su amigo.

—Pues no lo sé, nunca he tenido uno, así que no sé lo que se siente en realidad.

—Pero, ¿os estáis viendo? ¿Hacéis cosas juntos?

Le costaba tanto imaginar a Samuel como un hermano mayor, si pudiera colocarlo en algún lugar, sería en el lugar del hermano pequeño consentido, pero teniendo a David en esa posición, debía ser divertido verlos juntos.

—Siempre pensé que quería usarme para llegar a ti—confesó David, eso ya tenía más sentido. Era algo que parecía muy de Samuel, usar a cualquiera para obtener lo que quería.

Se sintió algo mal con aquel pensamiento, le había pedido que le dejara en paz, y este lo había hecho. Quizás no estaba siendo del todo justo.

—Empieza por el principio, ¿cómo supo que erais hermanos?

—Bueno, en realidad somos hermanastros, tenemos el mismo padre.—David comenzó a contarle todo aquello de los análisis, incluso el tema de su herencia, y Ethan tan solo escuchaba en silencio.

Pasado un buen rato en el que ambos permanecieron en silencio, Ethan habló.

—¿Y por qué no quieres tu parte?—se cuestionó.

—Puedo valerme por mí mismo—los ojos de David esquivaron su mirada.

—El David que yo conozco no diría que no, es tuyo, y te vendría muy bien para no tener que andar siempre en la cuerda floja. Hay más, ¿no?

David bufó, sabía que había dado en el clavo.

—Hay muchas más cosas, primero, es Hereford, tu hermano lo odia, y por si no te has dado cuenta yo estoy saliendo con tu hermano, no quiero que de nuevo se vuelva loco con el “tema Hereford”, en serio, lo lleva mal.

—Qué le den a mi hermano, tendrá que aceptarlo.

—Ethan, te miro y no te reconozco—le dijo sonriéndole pícaramente. Quizás había cambiado un poco.

—David.

—Bueno, quizás solo quiero que sea mi hermano, sin dinero de por medio, ¿tan raro es?

Ethan se quedó pensativo, no, no era tan raro. ¿No hubiera querido Ethan que Samuel se fijara en él sin tener deudas de por medio? ¿Sin aquel acuerdo que los había unido por tan corto tiempo?

Al parecer Samuel despertaba un sentimiento muy similar en ambos, ambos lo querían sin intereses de por medio.

Esperaba que en el caso de David fuera posible, creía que podían estar a tiempo.

—Te entiendo, te sugiero que se lo digas a mi hermano pronto, mientras más tiempo peor le sentará.

David asintió, pero no tenía cara de que aquello fuera a ser una conversación sencilla.

—Has querido juntarnos en la misma sala, ¿verdad?—No debería ahondar por ese lado, lo sabía.

—¿Qué has sentido al verlo de nuevo?

Esa era la pregunta, ¿cierto? Volver a verlo había sido demoledor, como si en esos meses todo lo que había tratado de levantar a su alrededor hubiera caído con una simple mirada.

¿Eso significaba que quisiera volver a estar con él? Seguía pensando lo mismo, su relación no era de igual a igual, no quería ser el muñeco de Samuel ni ser arrojado a la calle cuando este se cansara de él.

Sí, removía su mundo, pero prefería moverse en tierras más calmas. Ese seguía siendo su pensamiento, pero maldita sea, se había deshecho bajo su mirada cuando este se había ido.

—Es complicado.

—Me gustaría que le dieras una oportunidad, y no es por él, es por ti. ¿Cuándo has sentido algo así?

Nunca.

Pero ese mismo día se había sentido receptivo ante una sonrisa mucho más tranquila que la de Samuel. Eso no se lo iba a decir a su amigo, porque no era algo que pudiera barrer a Samuel, pero quizás pudiera ser el inicio para superarlo.

—Hay que pasar página, y quiero hacerlo, Samuel no era para mí.

David iba a rebatir, pero Ethan le cayó, y su amigo no dijo nada más.

 

 

 

 

 

Samuel volvía a casa después de una reunión demasiado larga y tediosa; a veces odiaba ser el director de una compañía que necesitaba a su jefe para cada estúpida reunión. Luego recordaba que había sido él, un maníaco del control el que había hecho que todo funcionara así, y se odiaba aún más.

Steve cruzaba Londres de camino a su casa a las afueras, hacía semanas que había vuelto a ver a Ethan. Que lo hubiera confundido como amante de David y su evidente furia le había animado; hasta que entendió que esta no se debía a él, sino a que su querido hermanastro tenía una relación con el odioso John Savidge.

¿En serio? Ese tipo tenía a los dos chicos para él. Sabía que el pensamiento era infantil y en cierto modo equivocado. Pero por un lado quiso arrebatarle a David, si él no podía tener a Ethan, David no sería suyo.

Pero la idea hacía aguas por todos lados, aunque había sentido satisfacción cuando David reconoció que era su hermano, más de la que hubiera imaginado, seguía siendo casi un desconocido para el chico.

Lo bueno de todo aquello, era que ambos habían comenzado a verse. Había entendido lo que realmente quería David, y Samuel se estaba esforzando.

Siempre había estado solo, salvando a Richard, no había contado con más familia. David le hacía bien, aunque a veces podía ser una auténtica locura y vulgar como nadie, le hacía reír. Le hacía sentirse menos solo.

En un desayuno tardío, ese chico amaba los desayunos tardíos, Samuel abordó el tema que había comenzado a preocuparle.

—Sé que no quieres mi dinero, aunque es tuyo cuando lo quieras—aclaró—¿pero cómo vas a sacar este semestre haciendo tantas visitas a Edimburgo?

Había comenzado a saber leer a su hermanastro, y ahora leía algo de vergüenza.

—No descuides tus estudios por amor, el amor se va y tu profesión es lo que queda.

—Suenas como un jodido viejo amargado—le espetó David—. No están descuidados, voy al día, lo sé; pero no voy a renunciar a lo que tengo con John, no ahora.

—Él podría venir a visitarte, siempre vas tú.

—Estás demasiado pendiente de mi vida, si no fuerais tan imbéciles John y tú incluso os llevaríais bien. Tenéis un concepto del control filial muy anticuado.

—Dudo que eso vaya a ocurrir, y te recuerdo que yo no empecé—replicó molesto, siempre parecía él el causante de toda aquella situación, y el tarado, bajo su punto de vista era John—¿Le has contado lo nuestro?

—Dicho así jamás os vais a llevar bien, quizás solo consigas que te saque los ojos.

—Deja de joder, David.

—No, no sé como sacarlo.—Aquello le molestaba, no debería, pero ser un secreto no le gustaba en lo más mínimo. Sintió un pinchazo en algún lugar de su conciencia aguijoneando con un tridente que decía “karma” pero pasó de él.

Leyó el mensaje que le había mandado hacía unos días David, “el águila ha salido del nido y vuela a Londres” una serie de guiños que Samuel no entendía, pero el mensaje era claro, Savidge iba a ver a su hermano y no al revés.

Se alegraba por él, aunque eso significara que no lo vería aquel domingo para un desayuno tardío.

Volvió a acariciar el suave cuero de sus asientos. ¿Qué estaría haciendo Ethan?

Esa pregunta se la hacía muchas veces, quizás demasiadas. Sabía que en el fondo David había orquestado aquel encuentro que no había salido del todo bien.

Había estado tentado de presentarse en la residencia, buscando a David para hacer del encuentro algo casual.

Quizás un día lo hiciera, ¿cuán cobarde se había vuelto? Tal vez, y solo tal vez, se daba cuenta de que aquel no era el modo de acercarse a Ethan. Y tal vez, eso significaba que estaba madurando.

Eso tenía que contar en algún lado, ¿cierto?

Sonsacándole un poco a David sabía que Ethan no estaba con nadie más, no quería albergar grandes esperanzas. Porque para ser la primera vez que le rechazaban de un modo tan tajante, él también se estaba recomponiendo.

Sonrió a Terence, el rostro de por sí impasible de su mayordomo mostraba una expresión que no sabía juzgar.

—Buenas noches, señor—le saludó. El hombre era incapaz de erradicar ese hábito, pero Samuel ya no pretendía cambiarle, era así, y era bueno que algunas cosas no cambiaran.

—Buenas noches a ti también, ¿me traerías un whisky a mi estudio? Hoy estoy destrozado.

—Tiene visita, les hice esperar en el salón.

Samuel no entendía cómo Terence que sabía cuanto odiaba las visitas fuera de horas y no concertadas lo hubiera permitido.

—No son horas...

—Creo que querrá atenderles, señor.

Samuel estaba molesto pero también intrigado, su mayordomo era la persona más leal y obediente que había conocido.

Entró al salón curioso por saber de quién se trataba.

Allí, en medio del lujo de su hogar, como un fantasma estaba Ethan, su querido Ethan como meses atrás.

Pero no estaba solo, a su lado con el rostro desencajado, el hombre al que la última vez que vio estaba inconsciente, su hermano, John.

Se puso tenso al momento, algo iba mal, muy mal.

—Es David—dijo Ethan como si aquello lo explicara todo.

Samuel no procesaba lo que le estaba diciendo.

¿David, qué le pasaba a David?

En ese momento, el teléfono de su casa sonó, no tenía intención de cogerlo. Pero Ethan lo miraba con aprensión.

—Cógelo, por favor.

—¿Dígame?—normalmente haría que Terence atendiera la llamada, pero la urgencia en el tono de Ethan le hizo actuar.

—¿Señor Hereford?—el marcado acento del este le puso los pelos de punta.

—El mismo, ¿quién es?

—No importa quién soy, sino lo que tengo.

No quería creerlo, no podía ser cierto.

—Qué triste sería perder a un hermano que acabas de encontrar, ¿verdad?

—Como le hagas daño te mato, cabrón.

—Un millón de libras si lo quieres entero, si regateas lo irás recibiendo a trocitos, ¿queda claro?

—Hijo de puta.

—Quizás.—El hombre se rió como si aquello fuera un chiste personal—Espera noticias mías.

La línea se cortó y Samuel miró a Ethan y a John. Cuando no tienes a nadie importante en tu vida es casi imposible que te lo arrebaten. Ahora sabía lo que se sentía.

 

 

 

 

 

Notas finales:

Mi David precioso.

Se pone la cosa de nuevo complicada.

Nos leemos.

Besos.

Sara.


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