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Sugardaddy.com por Verde Lima

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Los cuatro hombres estaban dentro de uno de los coches de Samuel, habían ido juntos al encuentro de los rusos.


Aunque parecía que todo estaba arreglado, la ansiedad que sentía John no se iba. Necesitaba ver bien a David, ahora era lo principal. Pero la condición que le había puesto Vólkov, que trabajara para él, era un peso que iba a tener que cargar toda su vida.


La patraña que Vólkov le había contado sobre cómo sus hombres habían actuado por libre era completamente inverosímil, ambos lo sabían.


Tragó con dificultad, desde el inicio supo que estaba pactando con el diablo, ahora había comenzado el pago real de su deuda.


Pero no iba a mirar más atrás, si aquello era lo que tenía que hacer, lo haría. Cualquier cosa con tal de ver a David bien.


Estaban en el lugar de encuentro, y los cuatro contuvieron la respiración cuando vieron aparecer una furgoneta y salir a cuatro hombres de ella.


Ellos mismo salieron del vehículo.


Uno era claramente David, otro Vólkov, el tipo que le había estado siguiendo por Edimburgo y un cuarto al que él no conocía que sujetaba a David.


John se adelantó para acercarse hasta ellos, no sin que antes Samuel apretara su hombro en señal de apoyo, y aunque no lo reconociera, se sintió bien con aquel gesto de confianza.


—Soy un hombre de palabra—dijo Vólkov con una sonrisa. John le maldeciría si pudiera, pero solo tenía ojos para su chico, comprobando que a pesar de todo parecía estar en buenas condiciones.—Siento las molestias.


Era claro que no las sentía, John solo asintió, abriendo los brazos para David, que corrió hacia él.


Tenerlo de nuevo con él, pegado a su cuerpo era bueno, era lo único capaz de calmar las tormentas que amenazaban con devorarlo.


Aspiró su olor, estaba en casa.


—Pronto tendrás noticias mías, Savidge.— Vólkov había perdido el tono falsamente amable. Aquello era casi una amenaza, sus días como trabajador de la mafia rusa habían comenzado.


El hombre se montó en el coche, y el tercero ruso en cuestión los miró a ambos, sonreía y miraba a David, que al parecer devolvía su mirada.


—Suerte, kotenok*.—Detrás de aquellas palabras había algo más, los miró a ambos, y David le sonrió amigablemente.


Los rusos por fin se fueron y los demás se acercaron a ellos.


John le miraba sin entender aquel gesto, pero David tan solo se encogió de hombros.


—Hay que tener amigos hasta en el infierno—contestó a la pregunta silenciosa.


John no lo dudó y besó a David.


—Siento haberte metido en este lío, perdóname—le suplicó.


—Estoy bien—aclaró David devolviéndole el beso—, estoy bien.


A David se lo arrancaron de los brazos, y vio como Samuel abrazaba a su hermanastro, los otros no lo sabían, pero aquel era el primer abrazo que ambos se daban.


 


 


 


 


Samuel por fin pudo respirar tranquilo, teniendo a David con ellos, sabiendo que estaba bien, lo arropó entre sus brazos.


Nunca había tenido un hermano, y esa noche había tenido la sensación de perderlo para siempre.


Se sentía afortunado porque nada de aquello hubiera ocurrido.


Los cinco, en un aparcamiento de un polígono industrial vieron como el amanecer despuntaba, y Samuel notó el cansancio por primera vez en esa larga noche.


—Será mejor que vayamos a descansar un poco—propuso cuando todos habían abrazado a David contentos de tenerlo de vuelta.


John lo había recuperado y le abrazaba celosamente, lo entendía, la verdad es que lo entendía y no pudo evitar mirar a Ethan que le devolvió la mirada.


—Yo pediré un taxi—dijo Richard, aunque se le veía aliviado por la vuelta de David, intuía el peso que cargaba desde ese momento en sus hombros. Intentaría encontrar la forma de ayudar a su amigo cuando su padre le reclamara, esperaba que altas cantidades de dinero fueran suficiente para Fitzgerald.


Los demás subieron al coche de Samuel, John le indicó la dirección donde él se estaba alojando y cuando llegaron, un poco de tensión volvió a ellos.


Todo el camino lo habían pasado en silencio, Ethan a su lado de copiloto, parecía muy cansado.


En la parte posterior, John y David no habían roto en ningún momento el contacto. Llevado por una necesidad apremiante, Samuel acarició la mano de Ethan, que reposaba tranquila en su pierna.


No dijeron más, solo dejaron que las manos se acariciaran suavemente.


—Ven con nosotros, Ethan—le propuso John, cuando Samuel estacionó delante del hotel en el que se hospedaba.


Samuel quería algo de tiempo con él, pero si algo había aprendido en ese tiempo, es que los deseos de Ethan iban a ir por delante de los suyos a partir de ese momento.


—Prefiero volver a la residencia, tuve suficiente de vosotros dos juntos en Edimburgo.


El comentario arrancó una carcajada de Samuel y de David, sin embargo los Savidge se veían mortificados.


—Yo te llevaré.—Samuel miró por el retrovisor a John que no quitaba los ojos de él, quizás no le gustara pero sin duda no dijo nada.


No dejaba de ser curiosa la situación, ambos estaban enamorados del hermano del contrario, aquello al menos debería contar en algún cómputo cósmico dejándolos en tablas una vez más.


Cuando John se bajó seguido de David, el primero se asomó a la ventanilla haciendo que Samuel tuviera que bajarla.


—Gracias.—Ya esperaba una amenaza de muerte, pero no, al parecer toda aquella situación los había acercado a un punto indefinido.


—Cuida de él.—Fue lo que Samuel contestó, superando su hombro, John miró a su hermano y sonrió levemente.


—Cuida de él tú también.


Sin duda John Savidge acababa de darle su bendición con Ethan, él no la necesitaba, pero la sonrisa en los labios del joven le hacían entender que él sí la había estado necesitando.


Nervioso por saberse a solas después de tanto tiempo con Ethan, el silencio en el coche se volvió a suceder.


Llegó demasiado pronto a la residencia, y ambos parecían mucho más tímidos de lo que Samuel sería jamás en su vida.


Pero no sabía bien cómo hacer eso.


Fue Ethan el que cortó el momento.


—¿Quieres tomar un café conmigo?—Samuel asintió, quería tomar un café y mil más junto a él por el resto de su vida.


Salieron del coche y caminaron por aquel lugar conocido, Samuel rozó de nuevo la mano de Ethan que le devolvió la caricia.


—¡Ethan!—escucharon a su izquierda, los dedos de Ethan desaparecieron.


—Jules.—Samuel se quedó mirando el hombre joven que se acercaba hacia ellos, se le veía aliviado por ver a Ethan.


—He estado llamándote toda la noche.—Aquel tono molestó a Samuel, pero intentaba mantenerse tranquilo, no parecía mucho mayor que Ethan, quizás fueran compañeros de clase.


Cuando este acarició el rostro de Ethan, Samuel lo entendió, aquel gesto, las miradas y las ganas de besar a Ethan, tanto como él mismo las tenía, en el rostro de ese joven le dejó claro que no solo eran compañeros.


Ethan le miró, y encontró en él algo que no quería ver, ojalá se hubiera apartado de ese tal Jules y se hubiera acercado a él, pero no lo hizo.


—Me voy, ha sido una noche muy larga.—Y era la verdad, una noche muy dura y una mañana que no parecía ser mucho mejor.


Ethan no supo qué contestar, y Samuel se marchó. Dentro de su coche vio que eran las seis de la mañana, hacía frío y lo sintió aún más cuando por el espejo retrovisor del coche vio como el recién llegado había pasado de acariciar el rostro de Ethan a besarle.


Se había equivocado, había sido tarde, demasiado tarde para aquel encuentro, se lamentó conduciendo deprisa intentando dejar de ver aquella última imagen.


No lo consiguió.


 


 


 


 


 


 


Richard llegó a su casa, cuando él llegaba otros salían dispuestos a una nueva jornada laboral.


Se sentía tan cansado, mucho más que si hubiera corrido un maratón, porque sabía que su padre le estaba esperando.


Pensaba que a su edad, había podido escapar de aquel hombre, pero no, no solo había vuelto, él le había abierto la puerta.


Pero ya no podía lamentarse más, todo estaba hecho, necesitaba dormir y al día siguiente intentaría trazar algún plan.


Y por una vez, después de muchos años, pensó si ese no siempre había sido su destino. Si ese momento no habría estado siempre trazado para él.


Sin familia, sin lazos reales con el mundo más que Samuel, Fitzgerald acabaría reclamándole y él volvería a casa, aunque nunca lo hubiera sido para él.


Cuando el ascensor se abrió al llegar a su planta, no estaba solo. Suspiró agotado, solo quería meterse en la cama.


No quería una nueva discusión.


Sentado en el suelo, con su largo cabello rubio, en una pose que nada pegaba con él, estaba Lucas.


Y Richard tan solo se dejó caer a su lado, qué mal lugar para un reencuentro, qué mal momento.


—No deberías estar aquí—le dijo Richard agotado.


Lucas era condenadamente atractivo, solo habían pasado tres días, quizás cuatro a esas horas, qué más daba.


Pero Lucas parecía igualmente cansado.


Uno al lado del otro, hombro contra hombro. Richard hizo algo que no había hecho en muchísimos años.


Llorar.


Las lágrimas corrían por su rostro, de rabia, de desánimo. Lucas le abrazó sorprendido.


—La he dejado, Richard, la he dejado.—Aquello no le calmó en lo absoluto, pero siendo egoísta se agarró a Lucas como si fuera una tabla de salvación.


Cuando por fin pudo recobrar la compostura, ambos se levantaron y entraron.


—Siéntate, tengo que contarte algo—le dijo con seriedad Richard, su precioso rubio, de nuevo allí con él, había dejado a Beth y muy posiblemente le dejara a él también después de contarle la situación actual.


Durante todo el relato de su infancia, la muerte de su padrastro, la pérdida de su madre y el descubrimiento de su verdadero padre. De cómo este volvía a su vida, del rapto de David, se quedó completamente seco, como drenado.


Lucas tenía el rostro serio, realmente lo sentía, porque antes de esa noche ellos hubieran podido tener una oportunidad, ahora... prefería ni pensarlo.


—¿Entonces?—dijo Lucas, Richard no entendía qué más necesitaba comprender.


—Esa es la situación, Fitzgerald vendrá y reclamará, querrá que asuma su puesto, lleva años queriéndolo.


—Eso es un problema que se dará o no, ¿qué tiene que ver eso con nosotros?


Richard se rió, no porque fuera gracioso, ciertamente.


—Si ya te costaba trabajo aceptar una relación conmigo, sabiendo mi lazos familiares no creo que te apetezca emparejarte conmigo, ¿no?


—He dejado a Beth porque era una mentira, jamás sería feliz con ella—dijo Lucas de nuevo—, pero contigo sí lo he sido, y mucho. Jamás he sentido algo como esto, y si voy a dejarlo todo, me da igual quién diablos sea tu padre. De hecho, ya puestos a decepcionar al mío, tiene hasta gracia. Un hombre y futuro mafioso, le va a dar un ataque.


La sonrisa pícara en su rostro le calentó demasiado por dentro, y por una vez no fue la entrepierna.


Le estaba diciendo que le daba igual, y Richard no podía ser más feliz.


Le miraba sorprendido, solo habían sido tres días, pero parecía que habían recorrido mucho más tiempo y distancia.


Se abalanzó sobre él en el sofá, besándole y abrazándole.


—Gracias—dijo contra su mejilla.


Lucas agarró su cara, mirándolo de hito a hito, y dijo dos palabras que hicieron de esa noche oscura una soleada mañana.


—Te quiero.


 


 


 


 


*Kotenok en ruso, gatito.


 


 


 


 


 


 

Notas finales:

Algunos han llegado demasiado tarde, no matéis a Jules, él no tiene la culpa.


 


Espero que os esté gustando, al final eso solo lo puedo saber por vuestros votos y comentarios.


 


Nos vemos en el próximo capítulo.


Un beso, Sara.


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