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Sugardaddy.com por Verde Lima

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David estaba tan pegado a los azulejos de la ducha que iban a quedar marcas en su cara. Pero realmente le daba igual, porque el motivo por el que estaba tan apretado contra la pared era delicioso.

John arremetía tan profundo que sentía que estaba descubriendo territorio virgen dentro de él.

El sonido húmedo de sus cuerpos, del agua que aún caía sobre ellos, era relajante. El vapor era una mezcla entre el agua y el calor que ambos generaban. Y aún a pesar de la tensión en su cuerpo, también lo notaba laso.

—No voy a salir de ti nunca—gimió John en su oído.

A David le temblaron las piernas y fue aún más apretado contra la pared, John le estaba volviendo loco, profunda y lentamente loco.

—Más...—La fluidez en su lenguaje no daba para más.—Más.

Entre la pared y él, su polla, estaba tan aprisionada como todo él y John lo sabía.

Habían llegado al hotel, cansados, sí. Pero aún más necesitados del contacto entre ellos.

John no le había dado cancha, había tomado su boca, había acariciado su cuerpo, y David no se quejaba, para nada. Quería más, todo lo que pudiera tener de John.

Porque solo entre sus brazos se dejó ir. La tensión, el miedo que realmente había pasado, le golpearon.

John le alzó la pierna derecha entrando aún más dentro de él si era posible, sin el apoyo de la pared ya hubiera caído.

—Más—volvió a pedir, y esta vez John se lo concedió, y comenzó a follarle de verdad. Rápido, muy rápido. Y ahora no solo estaba pegado contra la pared, también mordía su propio labio con fuerza.

Le iba a tomar la palabra y no iba a dejarle salir nunca de él, apretó los músculos en su interior, queriendo atraparle para siempre.

Y John gimió mordiendo su hombro, las marcas que no consiguió en su secuestro se las iba a proporcionar él, y las iba a atesorar.

Estaba tan al borde que ni siquiera necesitó tocarse para correrse contra la pared cuando John lo hizo dentro de él.

Fue liberador, fue estupendo, y fue demoledor. Porque sin la tensión del sexo, su cuerpo ya sí era de gelatina. Sin las manos, los brazos de John, hubiera caído al suelo.

Este le brindó su cuerpo de apoyo mientras dejaba que el agua le limpiara.

En sus brazos, medio dormido, y aún sintiendo la humedad en su cuerpo, John le llevó a la cama.

Sentir su cuerpo contra la espalda, abrazándolo de una manera envolvente era muy agradable, pero David era incapaz de mantenerse despierto más tiempo.

Los besos, las caricias y las promesas se sentían lejanos, pero eran cálidos. Lo último que notó fueron las gotas que debían caer del pelo de John, pero no era agua escurriendo, sino las lágrimas de alivio de su pareja.

 

 

 

 

En otra cama la humedad no venía de lágrimas, ni del agua escurriendo de sus cabellos.

La humedad venía de los labios de Richard por su cuerpo, de los dedos que invasores le dilataban para introducirse en él con una suave capa de lubricante. De otra mano acariciando su polla hinchada.

Lucas despertó con uno de sus propios gemidos de placer.

Había echado de menos despertar entre los brazos de Richard, entre las atenciones de Richard, con la polla de Richard metida hasta las entrañas como en ese mismo momento.

Las almohadas olían a él, y Lucas aspiró su aroma con su cara enterrada entre ellas.

El ritmo fue escalando hasta convertirse en un percutor que le enterraba cada vez más en la cama.

Sus gemidos ahogados, la sensación de completo dominio.

Esa era la vida que quería vivir y no otra; ese era el hombre con quien quería vivir y no otro.

Richard agarró su pelo para sacar su rostro de entre las almohadas, reclamando su boca, y Lucas se la ofreció por completo.

Todo lo que él quisiera, porque desde la primera noche que estuvieron juntos. Desde aquel baño donde le llevó a lo más alto, se supo suyo.

Richard metió uno de sus brazos por debajo de su pecho, alzándolo junto a él para dejarlo reposar contra su torso. Sin salirse de él, sin dejar de clavársela.

Su piel ardía, y el frío fuera de las mantas solo hacía que su piel se erizara más.

Con las piernas abiertas, con Richard a su espalda, de rodillas sobre la cama, sujetado por su pecho por detrás y su brazo por delante, Lucas gritó su orgasmo y Richard se vació en él.

Con la respiración áspera por el esfuerzo, con Richard aún dentro de él sin dejar de abrazarle y besarle, este volvió a colocarlos en la misma posición en la que habían estado durmiendo.

Volvió a tapar sus cuerpos, volvió a colocar la almohada bajo sus cabezas. De lado, abrazados, unidos.

Y el sueño les reclamó de nuevo, despertándolos con la misma sensación de necesidad una y otra vez.

Aquel era su lugar, y siempre lo había sido.

 

 

 

La estrecha cama de Ethan era testigo de otro encuentro.

Jules le había acompañado a su habitación.

Le costaba conectarse con las caricias de Jules, pero su cuerpo reaccionaba.

Le gustaba, le hacía sonreír, le hacía la vida fácil, se repetía Ethan.

Jules le había salvado de cometer una locura, sabía que era la emoción de aquella noche. La seguridad de los brazos de Samuel, el miedo por David, incluso aquella casa.

Jules le estaba besando, esos besos tan familiares, tan manejables.

Una de sus manos estaba dentro de su pantalón, acariciándolo, incitándolo.

Jules le sonreía tras cada beso, y otro más, abriendo su pantalón. Ethan estaba excitado, y acariciaba las mejillas de Jules.

Aquella cama pequeña crujía bajo el peso de ambos, Jules tiró de sus pantalones, se atascaron, no querían salir.

Y Ethan necesita conectarse con el momento, pero su mente no se lo permitía. Le devolvían una y otra vez a otro lugar, una mansión, unos brazos, unos dedos que no dejaban de tocarse.

Y no eran los de Jules, este había conseguido quitarle los pantalones y le lamía, su lengua era agradable, pero Ethan no se conectaba. No podía.

Jules se había quitado las gafas y le miraba mientras introducía su polla erecta en la boca. Ethan gemía, porque le gustaba, porque Jules lo hacía realmente bien, porque quería estar allí con él. Pero sus ojos marrones no eran los grises que llevaba horas mirando.

Porque su rostro, apuesto, no era el del hombre con el que había compartido esa madrugada.

Jules le estaba dilatando, sentía su entrada abierta, cálida, era placentero. Pero no conseguía conectarse.

No tardaría en prepararle, le conocía, sabía lo que le gustaba, cómo hacerlo y le sintió dentro de él. Ethan cerró los ojos, le llenaba y se agarró de sus hombros.

Sentía los besos, sentía como le embestía, era placentero, muy placentero... pero...

—Ethan, vuelve conmigo.—Él abrió los ojos, sobre él estaba Jules, le miraba, como si en todo ese tiempo no le hubiera visto, porque no lo ha hecho. Había visto a Samuel, sus manos, sus labios, su rostro.

Pero allí no estaba Samuel sino Jules, que le besaba, que le atraía hacia él con un movimiento suave, lento, caliente, haciéndole gemir.

—Jules—gimió reconociéndole, y este sonrió.

Ethan ya no pensó más en Samuel y se entregó por completo a Jules.

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Tres encuentros, y uno que se fue a la cama solo.

 

Sorry.

 

Besitos.

Sara.


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