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MÁSCARAS EN RED por agnetasteam

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Ameruda tomó entre sus manos el último manojo de cubiertos, los enjuagó con el agua helada de manera fugaz y los arrojó en el escurridor. 

Dirigió una mirada triunfal hacia su madre, que se había quedado de pie junto a la mesada observándolo, con la sola intención de recordarle que tenía más poder que él y podía obligarlo a hacer de sirviente. Pero eso cambiaría cuando dejara de ser menor de edad. 

Sin embargo, su madre no se doblegó.

— Aún no has terminado— le advirtió.

— Ya lo sé. Solo voy a calentar un poco de agua, no pienso lavar los pisos con hielo.

— Aún no has terminado de lavar la vajilla —le aclaró su madre de brazos cruzados.

Ameruda observó por encima del hombro de la mujer hacia la mesa del comedor y comprobó que no quedaba nada arriba.

—¿De qué  hablas? Ya terminé todo.

—Esos cubiertos están llenos de jabón y restos de comida. No te pedí que los enjabones, sino que los laves. 

Ameruda no lo podía creer. Si ese mismo coraje su madre lo empleara en pedirle a su padrastro que ayudara con los quehaceres las cosas serían muy diferentes. Pero ella prefería esclavizarse. 

Y él no pensaba callarse.

—Así quedan cuando tú los lavas —le dijo con calma, sabiendo que eso la molestaría más. 

— ¡Claro que no! Y no estamos hablando de cómo lavo yo…

—Siempre dejas comida entre los dientes de los tenedores, jabón en las cucharas, grasa en los vasos…

—¡Basta! —le gritó su madre —No me interesa cómo los lavo yo. Tú los vas a lavar de forma impecable o no tendrás más celular ni computadora.

Ameruda tenía la respuesta en la punta de la lengua, cuando ingresó su padrastro de repente interrumpiendo a todos y metiéndose en lo que no le incumbía.

—Ya déjalo —dijo, para sorpresa del adolescente—. Necesito que venga conmigo a la casa de mi hermano.

Claro que no se podía poner del lado de Ameruda sin segundas intenciones. Pero no iba a moverse de allí, así tuviera que tragarse su orgullo y lavar todos los platos tres veces más.

—¿Para qué? Él está castigado por robarte dinero a ti —le recordó la mujer.

Aunque técnicamente Ameruda no robó nada, su padrastro se lo dio voluntariamente.

—Sí, pero voy a ayudar a mi hermano a cambiar la cerámica de su baño —explicó  mientras se preparaba un sándwich (solo para él, sin preguntar al resto si gustaban) —. Nos va a pagar, así que lo del cyber queda saldado.

—¿Cómo queda saldado? —preguntó Ameruda, temiendo que la respuesta fuera la que pensaba. 

Su padrastro lo observó como si se tratara de un bebé de dos años y explicó:

—Yo me quedo con tu paga y ya no me debes nada.

Ameruda se dio media vuelta y comenzó a lavar los cubiertos con entusiasmo. Si bien elegir ser  esclavizado por su madre o por su padrastro no era esperanzador, al menos con su madre estaba limpiando su casa y no una casa ajena.

—De noche mi cuñada va a hacer un asado, tú puedes venir cuando termines de limpiar aquí y te arregles —le oyó decirle a su madre. Claro que a él ella no le respondía de la misma forma que a su propio hijo.

Los dos le daban náuseas.

—Y tú puedes usar la computadora de mi sobrino, ya que no te gustan las reuniones familiares.

Si su padrastro creía que era muy listo y él muy manipulable, pues estaba equivocado. Sí, Ameruda dejó de lavar la vajilla y accedió a acompañarlo a "trabajar" para "saldar" su deuda.

Pero si su padrastro era tan idiota para dejarse robar dinero, él no iba a cometer el mismo error.

Trabajara o no, no iba a obtener retribución alguna, así que se las ingenió para no tener que trabajar como su padrastro esperaba. Si le pagaban o no ya no sería su problema.

Ameruda desde un principio fingió no entender algunas indicaciones y ser extremadamente lento con las tareas, lo que fastidió de sobremanera a su padrastro y el sobrino de este. En cambio, el padre del otro adolescente parecía atribuir su torpeza a su falta de experiencia y ejercicio. Al inicio tuvo que soportar burlas de su padrastro y el sobrino; burlas que en otras circunstancias le hubieran molestado; pero en esa ocasión significaban que su estrategia estaba funcionando.

Para acelerar las cosas, cuando le solicitaron que trajera una pila de baldosas, inocentemente las arrojó sobre el pie izquierdo de su padrastro. Se deshizo en mil disculpas mientras por dentro se reía del sufrimiento del desgraciado. 

El dueño de la casa lo desterró del baño por considerarlo un peligro para los miembros inferiores de su hijo y los suyos propios.

 Y así fue cómo Ameruda terminó usando un computador de última generación por horas mientras un médico de radio atendía a su pesadilla diaria en la sala.

Descargó decenas de canciones y las subió en sus sitios del chat móvil, que en la PC se podían apreciar mejor y tenía más opciones de personalización.

Luego miró unos videos, jugó unos juegos… Pero Ameruda, a diferencia de lo que su madre creía, no tenía una adicción con los ordenadores. Había un punto en que se aburría o no encontraba lo que quería.

Para colmo mayor, en su lista de amigos del chat no había conectado  ninguno de los usuarios de chat con los que habitualmente se escribía. Comenzó a entrar en el perfil de cada uno de ellos para pasar el rato viendo si tenían cosas nuevas en sus sitios o nuevas fotos de perfil. 

Había escuchado llegar a su madre, por lo que ni se le asomaba la idea de bajar de esa habitación para verle la cara. Ella lo conocía perfectamente; no solo iba a notar que lo había hecho a propósito sino que además lo estaba gozando como nunca.

Cuando ingresó al perfil de su amigo agregado más recientemente, Setockr, notó que no tenía sitios publicados. Quizás era un usuario que solo buscaba chatear o no estaba al tanto  de todas las aplicaciones que el sitio tenía.

Ameruda tendría que contárselo.  En la foto de perfil se veía que tenía un buen ordenador en el que descargar y subir archivos. Jamás se debe subestimar la amistad online con personas con computadoras de última generación.

Ameruda se sobresaltó al abrirse la puerta a su espalda. Era su "primo", Satake, el sobrino de su padrastro. Si bien jamás le había hecho nada malo, le daba mala espina, por lo que trataba de no pasar mucho tiempo con él. Tenía la típica apariencia del bully de secundaria, aunque ya había abandonado los estudios hacía tiempo por falta de capacidad.

—Tu madre me pidió que te llamara —le dijo inexpresivo.

—Ahora bajo —le dijo el pelirrojo esperando que el otro regresara a la sala. 

Pero Satake no se fue, tenía la mirada fija en un punto detrás de sus hombros. Ameruda observó el monitor temiendo por su vida, pues en el chat a menudo se abría anuncios de sitios para adultos sin censura. Pero ese no era el caso. ¿Entonces…?

—Ese es Seto Kaiba — dijo Satake, que ya estaba a su lado inclinándose sobre el escritorio. 

¿Kaiba? ¿De Gozaburo Kaiba? Satake debía de estar mal de la cabeza. 

—No, es otro Seto —dijo Ameruda tratando de cerrar el sitio, pero el otro agarró el ratón primero y abrió la foto de perfil en pantalla completa.

—Claro que es él. Jamás olvidaré su rostro de marica.

Ameruda comprobó que el chico le daba mala espina porque al parecer la estupidez era hereditaria. 

—¿Me vas a decir que tú lo conocías? — dijo burlándose. 

—Por supuesto. Era la princesa de mi secundario, todos lo conocen —se rió.

—¿Y bien?  —preguntó Ameruda esperando que continuara con la historia. Sabía que este Seto había vivido en Domino, pero…¿un Kaiba? ¿Un Kaiba, la familia más multimillonaria de Japón, en un secundario de la periferia de la remota Ciudad Dominó? 

—¿Y bien qué? —preguntó su "primo" de mala gana. 

—Que me cuentes por qué era "la princesa de tu secundario."

N/A: Satake es uno de los personajes que estaba con Keith en el Reino de los duelistas. 


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