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MÁSCARAS EN RED por agnetasteam

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Jonouchi y su madre se encontraban en el Instituto Técnico de Ciudad Dominó, a unas cuadras de la Plaza Central de la ciudad. Faltaban un par de horas para el cierre de la jornada electoral, y todo indicaba que sería el par de horas más largo que tendría en años.


Por ser ambos de distintas generaciones, las series de sus documentos eran diferentes, por lo que, aunque votaban en el mismo edificio, les tocaba en mesas distintas.


Para Jonouchi había sido una suerte, porque su circuito era tan ágil que apenas llegaron ingresó a votar y salió de inmediato.


Se acercó hacia su madre y le dijo que la esperaría, sin prestarle atención a la cantidad de personas que tenía delante, lo que había sido un gran error. Cuando la vio, Fujin estaba recostada contra la pared, a un par de personas de una puerta que pensó que pertenecía a un cuarto de votación.


Si hubiera prestado atención a la expresión del rostro de su madre hubiera tomado mejores decisiones.


Resultó que esa habitación no era un cuarto secreto. La cola que su madre estaba integrando  se componía de alrededor de ochenta personas; gran parte de ellas estaban desde la mañana aguardando a que la urna de ese circuito llegara. Aún no había novedades de lo que había ocurrido con la misma, por lo que la votación de parte de la población estaba interrumpida temporalmente.


Era una situación lamentable. Por un lado, porque el local no tenía la infraestructura para albergar a tantas personas juntas. Y por el otro, porque si bien Fujin era considerablemente joven, en ese circuito votaban muchas personas de edad avanzada. Y para pero, unas cuantas que habían asistido solas.


Jonouchi sabía que alguien se iba a descomponer en cualquier momento. 


Estaba muy fastidiado; no solo porque ir a votar y la política en general eran una pérdida de tiempo, sino que además la organización del sistema electoral de Ciudad Dominó era propia de un país tercermundista. Estaban en un instituto de enseñanza y a nadie se le había ocurrido utilizar los asientos para que los ancianos que llevaban toda la tarde aguardando pudieran descansar las piernas.


Su madre le había comentado que muchos se habían retirado, optando por abonar la multa. Por eso la cola era de ochenta personas y no de trescientas.


—¿Por qué no la pagas tú y dejamos de perder el tiempo?


Su madre lo observó como si acabara de escuchar la mayor ofensa del mundo.


— No pienso pagar la multa —contestó, pronunciando cada palabra de forma lenta pero firme.


  —Yo la pagaré — insistió Jonouchi.


Su madre negó con la cabeza.


—No se trata de dinero —le aclaró pacientemente —. Yo quiero votar. He esperado toda mi vida por este momento. Todo apunta  a que el PD ganará otra vez y yo quiero ser parte de esa victoria. Las elecciones anteriores no estuve en el país, me perdí de un acontecimiento histórico que esperaba vivir desde los catorce años, cuando comencé a militar…


Jonouchi puso los ojos en blanco y dio la conversación por terminada, por más que su madre siguió hablando. Tendría que haberse dado cuenta de Fujin respondería con algún sentimentalismo absurdo. Todos los políticos eran corruptos. ¿Esperar toda una vida para dale permiso a otros de que te roben?


“Ridículo” pensó.


Ni ganas tenía de mirar la hora, sabía que era un día perdido. Su hermana era afortunada de no tener edad para participar obligatoriamente de esta farsa. Si no empezaban a votar de una vez, se excusaría con su madre y se largaría de ese infierno. Ya había inventado que iría a los festejos con Mai, por lo que ya contaba con un buen pretexto.


Pasaron unos minutos en los que nada diferente aconteció, por lo que Jonouchi dejó de darle la espalda a su madre para despedirse. Pero se encontró con la mujer sujetándose la cabeza con ambas manos.


—¿Qué ocurre? —preguntó alarmado.


  —Nada, solo un pequeño mareo.


Jonouchi no le creyó. Era obvio que su madre minimizaría cualquier inconveniente con tal de quedarse a votar. Así de terca era.


Consideró que tal vez era una consecuencia de no haber bebido o comido nada por horas.


—Iré a buscarte algo de beber —le dijo sin obtener ninguna respuesta.


Apenas se alejó un par de pasos, escuchó un fuerte ruido de algo impactando contra el piso. Observó en esa dirección, como todos los presentes, y se encontró con el cuerpo de su madre desplomado, con un hilo de sangre cayendo por su nariz.


Sabía que alguien iba a descomponerse en ese lugar, en esas condiciones, pero no esperaba que fuera ella.


Fue así como se encontró en la sala de espera del centro de salud en el que su madre se atendía. Ella seguía inconsciente, mientras era atendida por médicos que le pidieron que aguardara afuera.


Su madre ya había tenido problemas de presión antes. Ella estaba medicada y tenía una dieta recetada que rara vez seguía. Y así terminaba siempre todo, haciéndolo perder el tiempo en los hospitales.


Agotado por la espera, se puso a navegar en su celular. Tenía un mensaje de Essel invitándolo a los festejos. Su amigo era otro iluso que creía que la política era importante, y que los ciudadanos comunes realmente tenían poder de decisión.


Por enésima vez le respondió que no pensaba ir a ningún lado. Aún si cambiara de parecer, en las circunstancias que se encontraba no podía salir.


Le escribió un mensaje de texto a su hermana preguntándole cómo estaba todo por el local. Aunque con su novio allí seguramente estaría bastante distraída. Quizás debía llamarla y asegurarse de que estuviera trabajando seriamente.


Jonouchi sabía que cuando él o su madre estaban presentes, Atem se comportaba bastante decente. Pero dejarlos solos no le inspiraba ninguna confianza.


Cuando entró al chat móvil a falta de opciones, notó que tenía un par de mensajes sin leer. Para su sorpresa, ambos eran del mismo usuario: Setockr. Jonouchi los leyó intrigado.


Setockr: Hola, ¿cómo estás?


Setockr: Hola, ayer no te respondí porque estaba adelantando mis tareas de hoy para tener el día libre.


El primer mensaje había sido enviado por la mañana y el siguiente una hora atrás. Jonouchi consideró desconectarse y no responderle, tal como Seto había hecho el día anterior. Pero se decidió por contestar.


dominó.sxc.boi: Hola, está bien. ¿Cómo estás?


Todas las salas de espera tenían un televisor encendido, con la transmisión abierta de las elecciones. No habían tenido la consideración de contratar una señal de cable para no saturar con la dichosa votación. El día iba a pasar y el país seguiría igual, con la mayoría de la población esclavizada para que un puñado viviera como reyes.


En la política no había buenos ni malos, sino ladrones que se turnaban para meter la mano en los fondos del Estado. Pero la mayoría prefería ignorar ese enorme detalle y  fanatizarse por unas personas que se acordaban de ellos un par de veces cada tantos años, solo para asegurarse el voto.


Setockr: Bien, estoy en Dominó. Vine a votar, jaja. Pensé que podríamos vernos.


Jonouchi quedó boca abierta al leer el mensaje. Sin dudas, su vida era un guión producto de un escritor en un plano superior que se reía a sus expensas. 


¿Acaso todo conspiraba en su contra? Justo tenía que ser su madre la que se descompusiera, de todas las personas que habían reunidas en ese maldito circuito.


Cuando quiso escribir la respuesta, su mano le temblaba de furia.


dominó.sxc.boi: Ahora estoy ocupado con algo importante. Tal vez otro día.


Jonouchi tenía muchas diferencias con su madre, pero obviamente no iba a abandonarla en la sala de un hospital bajo ninguna circunstancia. Mucho menos por alguien que apenas conocía.


Setockr: ¿No?


Jonouchi no estaba seguro de cómo interpretar ese mensaje. ¿Estaría Seto enojado? ¿Decepcionado? ¿Sería alguien tan egocéntrico que no podía concebir que alguien se negara a salir con él?


Le daba curiosidad, pero sería un asunto para otro día. No es como si tuviera otra opción… ¿O sí?


Iba a responder el mensaje, cuando oyó al doctor salir de la habitación en que Fujin era atendida.


—Señor Katsuya.


Jonouchi se puso de pie, guardando el celular en el bolsillo de su campera. 


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