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MÁSCARAS EN RED por agnetasteam

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Amane salió del salón de clase a gran velocidad; no quería cruzarse en el hall con la profesora de filosofía; asignatura a la que prefería asistir lo menos posible.

Cruzó por delante de la dirección y miró hacia adentro sin pensarlo previamente. Dicha profesora tenía los ojos fijos en ella. Eso no era bueno.

Aun así siguió caminando hacia la cantina para que le recargaran saldo en su celular. El dinero se lo había dado su padre para la merienda. Pero en toda la semana no se había comprado nada, por lo que había juntado una buena cantidad. Además, no consideraba las condiciones higiénicas de la cantina las apropiadas para comer lo que cocinaban.

Se sentó en una de las mesas luego de concretar la recarga y entró en el chat.

Tenía quince mensajes nuevos sin leer. De esos, diez eran solicitudes de amistad de extranjeros. Los borró todos sin ánimos de perder el tiempo con eso.

Respondió los otros cinco, que eran de sus amigos. Algunos eran respuestas de conversaciones anteriores en medio de las que se había desconectado, y otros iniciando una nueva.

Estaba aburrida y en el chat no había nada que prometiera diversión.

Quizás lo mejor si era ir a clases, más cuando la profesora sabía que estaba allí. Una vez se había atrevido a llamar a su padre, y prefería que eso no se repitiera.

Regresó al salón cuando aún restaban dos minutos de recreo. Se sentó en el fondo del aula y revisó la lista de amigos del chat. Había dos usuarios conectados; eran dos chicos muy graciosos, con algunos gustos en común con ella, pero no tenía interés en chatear con ellos. Si le enviaban mensajes se los respondía, pero no había nada que ella les quisiera enviar.

Amane estaba a punto de cerrar el celular, cuando una notificación de solicitud de amistad pendiente le apareció. Era la de ese "Setockr".

Recordó que él no tenía foto de perfil, y que no iba a aceptarlo a menos que hubiera publicado una. En ese instante la profesora ingresó al salón, y Amane colocó la cartuchera de forma tal que no se percibiera que tenía el móvil sobre el pupitre. La profesora saludó la clase con su voz ronca, de volumen exagerado, y a Amane le dio inmediatamente ganas de retirarse.

Se concentró en su celular para ignorar su antipatía con la docente. Entró en el perfil de Seto para corroborar si había cumplido con su condición o no. Para su sorpresa, ¡había foto de perfil!

Amane aumentó el zoom de la imagen, con escepticismo. Su hermano, entre otras cosas, era fotógrafo y por eso ella estaba muy familiarizada con las características que una fotografía profesional presentaba. Esta de Seto era una. Y parecía una reproducción de un catálogo de modelo, de un chico por demás apuesto. Ese no era él.

Amane se miró a las dos chicas que se sentaban a su derecha. Se pasaban toda la clase hablando de famosos norteamericanos y moda. No le agradaban, pero podían ayudarla en este momento.

—Chicas, ¿conocen a este famoso? —les preguntó con la voz baja y paso el celular por debajo de la mesa.

Una de ellas lo tomó y se quedó observando lo foto por un largo rato. La otra se inclinó para verlo y al instante le arrebató el celular de la mano. Entusiasmada exclamó, sin importarle que toda la clase se volteara a verla:

—¡Encontraste al amor de mi vida! Soñé con él una vez y desde entonces...

—Cállate —la interrumpió su mejor amiga dándole a la vez una palmada en el hombro. Luego, ante la cara de sorpresa de la agredida, declaró—. ¿No ves que Amane sale con un famoso que no quiere revelarle su identidad?

Amane le sacó el celular, totalmente irritada por los comentarios que toda la clase había escuchado. Y el colmo era que la profesora también, y se encaminaba hacia su asiento.

¡Qué tonta e imprudente que había sido! Esas dos boconas no podían ayudar en nada...

—Amane, dame tu celular. Te lo devolveré cuando finalice la clase —le dijo (gritó) la profesora seriamente.

Amane no creía que se lo devolvería sin ninguna repercusión. En un instante se imaginó que la profesora tomaba el móvil y exponía a toda la clase el sitio que estaba visitando. Eso era una pesadilla que prefería evitar. Entonces se dio cuenta de la suerte que tenía de que sus dos compañeras de clase no se hubieran percatado de ese detalle.

—Lo guardaré en mi mochila —sugirió ante la insistente mirada de la profesora.

Ésta se dio media vuelta y regresó al frente, aunque por el resto de la clase la estuvo observando con mayor atención.

El timbre sonó y todos los alumnos salieron disparados del salón, seguidos de la docente.

Amane tomó nuevamente su celular y le envió a Seto un mensaje, aún sin aceptar la solicitud.

Amane17: Hola Seto. Vi que subiste una foto como pactamos. ¿En verdad eres tú?

En ese momento Seto estaba desconectado, por lo que no recibiría su respuesta inmediata. Cuando se puso la mochila para retirarse, una de las chicas que vieron la foto le dijo:

—¿Me puedes pasar la foto por bluetooth? Quizás si la muestro a otras amigas lo reconozcan...

Amane sentía que hacerlo no era lo correcto, pero tampoco lo era que Seto utilizara fotos ajenas como propias, así que accedió.

Muy probablemente él jamás se enteraría.

 


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