Pegasus cerró la puerta de su oficina con fuerza, dejándoles claro a sus empleados que tanta incompetencia era intolerable y que les convenía no molestarlo de nuevo a menos que fuera un asunto de máxima urgencia.
Se recostó en una de los sillones que adornaba un rincón, agotado.
Necesitaba asesoramiento de recursos humanos. Varios de los trabajadores habían obtenido el empleo como consecuencia de algún favor. Y para Pegasus no estaba mal. El problema surgía cuando luego de tanto tiempo esos empleados se iban acumulando y terminabas rodeado de personas realmente incapacitadas para tareas necesarias.
Aún le restaba una hora para el final de su jornada laboral. Podía retirarse antes si se le antojaba; pero su sentido de responsabilidad no se lo permitía. Él predicaba con el ejemplo.
Además, sentía cierto placer por la incomodidad que le provocaba al resto, sabiendo que él estaba allí molesto con ellos y que trabajarían con esa presión.
Todo ese trabajo de ese día estaba liquidado. Noventa minutos libres pero sin nada para hacer.
Quizás debiera reconsiderar irse antes. Conocía a varios jóvenes osados que vivían solos. ¿A cuál de ellos podía sorprender temprano?
Sacó su móvil del bolsillo de su pantalón con el propósito de de recordar los últimos intercambios que había tenido con cada uno, pero el celular estaba con la pantalla activada y el chat se había abierto debido al contacto con otras cosas en su bolsillo. Era un móvil de pantalla táctil.
Pegasus vio que tenía un mensaje sin leer. Hacía varios días que no entraba al chat. Lo abrió.
Setockr: Porque tú lo estás viendo desde esa perspectiva...
Pegasus tardó unos segundos en recordar quién era este Setockr y de qué estaban hablando. Cuando por fin lo hizo, rió por lo bajo. Al parecer Seto seguía insistiendo con su supuesta ingenuidad en cuanto a la connotación homosexual de sus actos.
Pegasus meditó sobre qué responderle, en caso de hacerlo. ¿Qué sentido tenía continuar discutiendo con alguien en el otro extremo del planeta? Mientras pensaba al respecto, deslizaba la pantalla del móvil hacia arriba y hacia abajo acompasadamente. En eso entró en el perfil de Setockr sin intención. Iba a retroceder a la página anterior cuando se percató de que tenía publicada una foto de perfil.
Pegasus aumentó el zoom de la imagen y la analizó.
Seto era japonés, o porque había nacido allí o porque uno de sus padres era un nipón en el extranjero que en algún momento de la infancia de Seto había retornado a su país de origen, de forma tal que este se sintiera oriental.
Pero algunas de sus características físicas delataban que uno de sus progenitores era europeo o de ascendencia caucásica. No por sus ojos azules, porque podía tratarse de lentes de contacto. Sino por la forma en que sus ojos presentaban pliegue epicántico. No porque su rostro fuera alargado; Pegasus sabía que a diferencia de los chinos o coreanos, el rostro de los japoneses no era necesariamente redondo. Sino por la forma en que sus pómulos no se extendían hacia afuera.
Esa combinación lo hacía atractivo. Atractivo pero a miles de kilómetros.
Reflexiones28: Sexy.
Ese comentario dejó Pegasus en su foto de perfil. Y cerró el chat no sin antes notar que ahora Seto tenía tres amigos, y que el tercero también era un hombre, aunque más joven.
Guardó su celular en el bolsillo y se retiró a su apartamento, dejando a sus empleados terminar la jornada laboral mucho más tranquilos.