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Quédate Conmigo por Nova22

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Notas del capitulo:

>3< Actualización >3<

Capítulo 8


Bañado por el brillante resplandor lunar, el cuerpo de Kei le pareció una figura delicada y etérea. Un sueño inalcanzable revestido en un blanco puro, la promesa de lo eterno, la encarnación de la tentación en cada forma perfecta, una invitación a la locura del pecado en la curva de esa pretenciosa sonrisa soberbia y la imagen misma de la arrogancia en esos ojos de oro y plata ardiente. Fundiéndose, quemándole el alma hasta consumirla en la furiosa pasión que despertaba...hasta que su corazón volvió a latir, vulnerable, al desesperado amor que estaba destrozándolo.


— ¿Vuelves a casa después de un tiempo y no dices nada? Tetsurō ¿Solo vas a quedarte ahí, mirándome? ¿Tuviste un buen viaje?


Un aleteo de esas espesas pestañas y la piel de Kuroo se estremecía, el aroma de Kei estaba en todas partes como un veneno adormecedor, sus sentidos sucumbían a la melodía de su suave voz, a la belleza de ese fino rostro, de esos labios tan rojos como la sangre, a la sensualidad de su silueta y lo reconocía, era su presa, era un esclavo de su deseo, de su amor y del apasionado rencor que nacía de este.


Igual que todos, igual que cada maldito hombre que caía bajo el encanto de su sonrisa de miel.


— ¿Te divertiste mientras no estaba?


— No lo sé, creo...— él bajó la cabeza, el movimiento agitó suavemente la suave ceda de su cabello, cayeron las sombras sobre un rostro indefenso y solitario, y su mirada tímida se encendió en una sonrisa delicada — Creo que hice todo lo que pude, pero te extrañé cada hora ¿Por qué no fuiste a verme de inmediato? Escuché que estas en la ciudad desde esta mañana ¿Hay algo que debería saber? ¿Dónde estuviste?


¿Así que había hecho todo lo que pudo? Kuroo emitió una suave risa nasal acompañada de una media sonrisa amarga y burlona. Apostaba a qué lo había hecho, todo lo que pudo con el hombre que había elegido para juguetear ¿Trataba de engañar a alguien aquí o solo quería burlarse de él? Kei era bueno para atormentarlo, era bueno para jugar con su mente, para parecer dulce e inocente, cuando en realidad era todo lo contrario, cuando era la imagen misma de lo corrupto y sucio en esa blanca pureza inocente. Era demasiado bueno en eso, demasiado bueno para llevarlo al límite de su cordura.


— El de hoy fue un gran evento, escuché que estuviste ocupado — se quitó lentamente la chaqueta, movimientos suaves le ayudaron a relajar los hombros y el cuello, no había tenido un solo instante de descanso en todo el día. Le dolía la cabeza, siempre llena de pensamientos, a punto de explotar. Añoraba un instante de paz que la presencia de Kei le arrebataba fácilmente — ¿No quería interrumpir? Odiaría molestarte.


Arrojó la chaqueta sobre la cama, su esquiva mirada siguió con renuencia la delgada figura del chico rubio que caminaba lentamente hacia él y reparó en la mano que se alzaba en su dirección — ¿De qué estás hablando? Estaba esperándote — comenzó a desanudarle la corbata, la delicada bata de seda que cubría el cuerpo del rubio se deslizó por su hombro y Kuroo vislumbró el deseo contenido en esa blanca piel de porcelana, rememoró cada instante de placer...y las manos de aquel hombre, esos dedos, recorriendo con lujuria aquella prohibida tierra tentadora — ¿Tetsurō?


Lo sujetó de la muñeca, Kei retrocedió al mismo tiempo que la corbata que sostenía se deslizaba entre sus dedos y se apoderaba la otra mano del calor que desprendía esa delicada cintura estrecha, igual que ese hombre ¿Iba a seguir pretendiendo que nada había pasado? ¿Quería seguir fingiendo que no lo había visto ahí? ¿Kei quería seguir pretendiendo que era dulce e inocente? ¿Tendría ese descaro? Por supuesto. Él siempre fue bueno para sonreír como si no pasara nada, siempre fue bueno para parecer frágil e indefenso, siempre fue bueno para meterse en su cabeza e invadir su alma, siempre fue bueno para mentir y fingir.


Siempre fue bueno para burlarse de él.


— ¿Así que te divertiste? — lo apretó contra él, el calor que irradiaba le encendió la piel, ese suspiro suave fue el alimento de su furiosa pasión y la tímida mano que le acarició la nuca una mecha que consumía lentamente su cordura. Lo deseaba, lo tentaba — ¿Fue divertido, Kei?


— Fue divertido — silabas dulces y temblorosas derramadas en un susurro tan suave como un suspiro de placer. El cuerpo de Kei se arqueó a la fuerza de su abrazo, esas delgadas piernas se tambalearon al peso de su cuerpo y cedió este sin remedio sobre la cama — Recibí muchas flores y llevaron regalos a mi camerino...había muchas personas en el evento, conocía a algunas.


— ¿Así que hiciste nuevos amigos?


— Eso creo, no estoy seguro — el cuerpo de Kei se agitó sobre la cama, separó las piernas, aquel movimiento despreocupado y sensual liberó descaradamente parte de la bata que lo cubría revelando desde sus blancos muslos hasta parte de su pecho, dónde uno de esos rosados y erectos pezones fue besado por la luz de la luna — Todavía era aburrido sin ti — el rubio lo toco, traviesos dedos jugaron con los botones superiores de su camisa, como si aún fuera un niño, con una mirada tan cubierta de añoranza por su calor que la sangre de Kuroo hirvió en todo ese descaro — Pero encontré algo para entretenerme.


La mandíbula de Kuroo se apretó ¿Estaba admitiéndolo? Estaba en esa maldita mirada inocente ¿Creía que no lo había notado? ¿Creía que no lo sabía? ¿Creía que no estaba llegando a su límite o que iba a permitir que esto siguiera? Estaba siendo todo lo paciente que podía, pero nada era eterno — Supongo que ese hombre no fue tan buena compañía.


— Tetsu ¿De qué estás hablando? ¿Me estás acusando de algo? No hice nada malo — el rubio ladeó la cabeza, su mirada tambaleante y un aspecto tan frágil ¿Esta era su decisión después de todo? ¿Esto era lo que quería? ¿Tenía idea de cuanto lo despreciaba...o de cuanto lo amaba? — Hablo con muchas personas todos los días — le acarició la nuca y lo invitó a acercarse lentamente en caricias suaves, tentándolo con su sonrisa, a dónde sus labios esperaron hasta el primer roce del veneno en ese dulce aliento. Entonces palpitó y se agitó el alma de Kuroo, quemó con todo el ardor de ese amor y una sonrisa dura y amarga le surcó el rostro. Ya lo sabía y él también — Pero ninguno es como tú, puedes mostrármelo ¿Verdad? ¿Vas a hacerme el amor?


Era una trampa. Ese rostro inocente lloraba, pero sus descarados ojos reían. Que bajo. Que despreciable. Que vil. Que hermoso. Más que nada, más que nadie. Lo besó, lo hizo con rencor al mismo tiempo que esa frágil bata cedía a la aspereza de sus caricias urgentes y furiosas, y lo tomó con el desenfreno de una bestia herida que comenzaba desprenderse de su racionalidad ¿Creía que no lo conocía? ¿Creía que no lo había visto antes? ¿Creía que no sabía lo que era cuando este juego enfermo se repetía una y otra vez? No podía engañarlo, ya no más, Kuroo había abierto los ojos hace mucho tiempo y aun así...aun así, aunque lo sabía, ese maldito ardor no desaparecía.


Kei era el mayor farsante que conocía, todo lo que salía de esos finos labios era una mentira disfrazada de verdad, todo de él, ese rostro enrojecido, esa mirada cubierta de lágrimas y el cuerpo que se retorcía al placer de su abrazo, era falso. La más preciosa mentira, su ruina y aun así su alma clamaba por su compañía, por el sabor de sus labios y su piel quemaba por sus caricias. Más. Más. Cada vez más, pero ¿Por qué tenía que ser de esta manera? ¿Por qué se transformó en esto cuando le había dado todo cuanto pudo? ¿Cuándo era su todo?


¿Por qué? ¿Por qué maldita sea? Si lo había intentado tanto, si estuvo esperándolo todo este tiempo, si hizo todo cuanto estuvo en sus manos para ofrecerle todo lo que deseaba ¿Por qué? ¿Por seguía alejándose de él? ¿Por qué se marchaba?


— Kuroo...Tetsu...Tetsu — sollozó, cubierto de sudor, las mejillas encendidas por el color de la pasión y el rostro contraído por el dolor del placer — Te amo...Tetsuro — las manos temblorosas de Kei le alcanzaron el rostro ¿Había desastre más hermoso en este mundo? ¿Podía existir algo más perfecto o más precioso? Se retorcía a la fiereza de sus estocadas, temblaba y se contraria a la locura de un orgasmo, derramaba lágrimas, se lamentaba, sufría y se desmoronaba lentamente entre sus brazos...aun así, embriagado y perdido, fue capaz de regalarle una preciosa sonrisa temblorosa, de encantarlo, de robar su corazón una vez más — Tú me amas ¿Verdad? ¿Me amas?


— No...yo no — sujetó una de las manos del rubio, entrelazándose sus dedos, las estocadas no se detenían, ese llanto llenó el silencio de sus pensamientos tormentosos y se transformó en apagados alaridos desesperados. Lo consumía su furia. Estaba cerca, apretó su agarre. Kei también, muy fuerte en calientes contracciones húmedas. Quería hacerlo destrozarlo. Más fuerte, más. Maldita sea, maldita sea, estaba tan cerca. No era suficiente, quería hacerlo pedazos. Gruñó, lo atrapó una despiadada sensación de asfixia, se estremeció en una ráfaga de locura y vino la calma, cantó el silencio. Entonces, rugió su alma y se derramó su lujuria, tan salvaje, tan arrasador, tan suyo, solo suyo...suyo — Kei...Kei...Kei...— jadeó, sus labios buscaron desesperadamente aquellos delicados que clamaban por un respiro, le robó el aliento, tomó cada gramo de oxígeno y consumió su ser entero hasta estar saciado, despertando nuevamente su hambre por más — Te desprecio...no tienes idea de cuánto, no lo sabes...no.


Unió sus frentes, sus alientos fueron uno por un instante que la eternidad se robó. Latidos acompasados vibraron en sus oídos, era todo caos y ruido, sin embargo el calor de la mano que le acarició el rostro lo devolvió a este mundo y a las emociones de las que trataba desesperadamente de escapar— Mentiroso, me amas...me amas ¿Verdad? — repitió y el pecho de Kuroo ardió.


Ardió en deseos de gritarle, ardió en deseo de contradecirlo y volcar toda su ira contenida de una maldita vez. Ardió en un deseo arrasador y delirante por hacerlo pedazos, en maldecir su existencia y todo lo que esta representaba. Ardía en deseos de dar rienda suelta a su ansia de destrucción...ardía en deseos de besarlo, de hacerlo suyo una vez más, profanarlo, corromperlo, ensuciarlo y consumirlo hasta que solo fuera capaz de verlo a él.


Porque tal vez Kei no estaba equivocado, porque su corazón no podía negarlo. Lo amaba con ardor, lo amaba con cada latido del corazón que sufría y se desgarraba con cada golpe, lo amaba con todo lo que tenía. Lo amaba a él y a sus mentiras, amaba su cinismo, amaba su soberbia, su egoísmo, su altanería, su fragilidad, su falsedad, lo vacío que estaba. Lo amaba tanto que no podía ser más patético. Lo amaba tanto que estaría dispuesto a entregar su alma al mismo diablo por él. Lo amaba tanto que no le importaría condenarse para toda la eternidad.


Lo amaba tanto que cada día dolía un poco más, que era su más precioso dolor, tanto que ese sentimiento rayaba en la locura.


Tanto que estaba destrozándolo, que se estaba cayendo a pedazos...porque Kei, su Kei, no lo amaba.


*****


Esos dedos estaban masajeando lentamente, en un movimiento cadencioso, se agitaban, presionaban y se deslizaban sobre la piel del hombro y el cuello de Kei al mismo tiempo que esparcían el fragante contenido de una crema cuyo aroma delicado comenzaba a esparcirse a toda la habitación y a alcanzar a Kuroo. Como un susurro sensual, un hechizo ¿Qué era esto? ¿Qué estaba haciendo? No podía pensar claramente, era como si estuviera hipnotizado, como si se encontrara pedido y aborto...sin embargo sentía.


Con tal intensidad que el cuerpo de Kuroo se estremeció.


Parpadeó. No, esto no estaba bien. Se pasó saliva por la reseca garganta y se humedeció los labios tratando de no pensar. No podía, no, sin embrago sus ojos siguieron cada movimiento con ardor y contuvo el aliento. La blanca bata de algodón se deslizó hasta el antebrazo del rubio, pendía una parte de esta revelando esa tentadora y blanca espalda. Retrocedió. Mentira, lo que su cuerpo hizo fue avanzar un paso, presa del hechizo que adormecía sus sentidos, de las emociones que no podía contener y que lo llevaron a romper la barrera que se había jurado a sí mismo a no cruzar. Él tarareaba, sus dedos bajaban y tomaban una porción de crema, se deslizaron esta vez sobre el hombro izquierdo, en movimientos más pausados y dificultosos. Volvió a deslizarse la bata. Él emitió un suspiro, pero no sé detuvo, Kuroo tampoco aunque sabía que no debería estar ahí, aunque se suponía que alcanzarlo no era su objetivo y le sujetó los hombros.


No prestó atención al cuerpo que se tensó a la sorpresa de su toque. No estaba deteniéndose a pensar en la insensatez de sus acciones, no sintió que quisiera ser racional, no podía, era más fuerte que él, su deseo, el recuerdo de ese placer y a Kei se le escapó un leve jadeo cuando su nariz rozó lentamente la curva de su cuello y Kuroo fue capaz de ahogar un suspiró al deleite de la esencia de esa piel. Era tan dulce y tan suave al mismo tiempo, aun así, podía apoderarse de sus sentidos como nada lo había hecho. Volvió a rozar. Una suave bocanada de aire erizó aquella sensible piel. Sonrió. Se mordió el labio inferior y ansió saborearlo, comenzó a consumirlo ese deseo.


Apretó su agarre ¿Qué estaba haciendo? La respuesta estaba en la temperatura de su piel, en el calor que lo invadía y dolorosamente Kuroo tuvo que admitir que estaba aturdido, que estaba agitado su corazón y que fue tentada su razón a la imagen indefensa de Kei. Que débil. Se depreció. Cerró los ojos y un sentimiento amargo se derramó entre el ardor que le quemaba el pecho ¿Por qué había terminado de esta manera? ¿Dónde estaba la fría craza que había decidido vestir?


— ¿Kuroo? — lo llamó el rubio, entonces abrió los ojos a esa voz temblorosa y advirtió la mirada confusa y dorada de Kei. Esos ojos tan claros estaban mirándolo y Kuroo lo miraba a él, lo miraba y sentía, pensaba, percibía el tacto fino y suavidad de la piel sus hombros, y se perdía lentamente en la forma perfecta de sus labios. En el recuerdo de su dulzura — Kuroo...— pasó saliva por su garganta reseca. Lo liberó, lo hizo, pero seguía en su mirada, seguía en los recuerdos que no podía borrar y en el pasado del que no podía escapar.


Estaba ahí junto con todo el rencor que no podía olvidar, con el dolor que no desaparecía...y todo lo demás. Todo.


— Estaba...— se tocó el rostro. Kei giró y apretó tímidamente los bordes de la bata contra su pecho tratando de proteger la desnudez que Kuroo ya conocía, se escudó detrás de esas espesas pestañas, sin embargo le sostuvo la mirada. Esos delicados labios apretándose y abriéndose suavemente — Estaba...— repitió, no estaba cayendo, no cedía.


Estaba aquí por un motivo, tenía una maldita razón, no podía perderse en él, no estaba haciéndolo, pero era más consiente de la resequedad de sus propios labios, de la sed que lo invadió, de la cercanía de sus rostros y de la voz que lo llamaba tímidamente, como una melodía gentil. Lo tentaba, lo hechizaba y absorbía en ese dorado ardiente. Maldita sea. Quería tocarlo, no quería admitirlo, sin embargo era la verdad y estaba cerca del borde, en el límite del abismo al que no estaba dispuesto a caer nuevamente. Se lo prometió a sí mismo, era un juramento y odiaba la idea de que el rubio aun tuviera el poder de hacer tambalear así su convicción, lo odiaba tanto como alguna vez lo amó.


Con todo, absolutamente todo. 


— Estaba tratando de llamarte — se apartó del rubio y este emitió un suave jadeo, como si de pronto hubiera despertado — Se está haciendo tarde y aun no te has vestido ¿Dime que al menos elegiste que ponerte? Hice que trajeran ropa de las tiendas que normalmente frecuentas, Kenma eligió todo así que debería ser de tu agrado.


— No...— agitó la cabeza, boqueó ¿Estaba agitado? En realidad, la expresión del rostro de Kei fue confusa para Kuroo, sin embargo tampoco podía estar seguro. Solo quería salir de ahí, quería evitar su presencia, al menos por ahora, hasta que pudiera calmarse y era perfectamente consciente de que no podría hacerlo estando el rubio en un estado tan vulnerable — Si, yo...estaba haciendo algunas cosas para Mitsuki y me retrase un poco, pero debería estar listo en unos minutos...pero, antes, me gustaría...


Le dio la espalda, ni siquiera Se estuvo para dar una última mirada al rubio, no permitió que terminara de hablar y comenzó a avanzar. Estaba bien, ya tenía lo que quería — Entiendo, unos minutos — murmuró en un suspiro. Hoy había sido una mañana muy larga, parecía que esto ya no era una idea tan buena al final de cuenta, sin embargo nada iba a cambiar si no comenzaban a moverse. Su única motivación estaba ahí, pero también había algo más, algo que quería comprobar por sí mismo — Voy a hacer algunas llamadas mientras tanto, sal cuando estés listos...entonces podremos irnos de una vez.


Kuroo abandonó la habitación, Tsukishima ni siquiera tuvo tiempo de llamarlo o disculparse por demorar más de lo que debería y estuvo decepcionado, sin embargo también estaba aliviado y confuso con sus propias emociones.


Devolvió cuidadosamente la bata a su sitio, su presencia y todo lo demás lo había tomado por sorpresa. Ni siquiera lo había escuchado llegar, no podía creer que lo hubiera recibido estando casi desnudo. Se apretó el pecho, estaban casados y tenían un hijo. Claramente “eso” había sucedido, pero no podía evitar volverse alguien más tímido frente a Kuroo o que esto se sintiera como algo demasiado íntimo y lo que había sucedido antes...


— ¿Un beso? — ¿Podría hacer sucedido? Se tocó los labios con las yemas de los dedos, era la primera vez que estaban tan cerca del otro. La sensación de sofoco cuando contuvo el aliento aún estaba ahí, el calor concentrándose en su estómago, esa sensación de hormigueo y de que el suelo bajo sus pies estaba desmoronándose. Aun temblaba, pero no estaba asustado ¿Verdad? sonrió en un jadeo, un paso y sus rodillas estuvieron a punto de ceder — Tonto — murmuró a su reflejo sobre el tocador ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué estaba tan sonrojado y feliz? — Que tonto — se dejó caer sobre la mullida silla frente a este.


Estaba actuando como un niño tonto y apretó los labios, una emoción poco conocida volvió a agitarse en su pecho ¿Cómo debería nombrarla? ¿Anticipación? Contrajo los dedos de los pies. Jadeó. No se sentía mal. Su corazón estaba haciendo mucho ruido ¿Por qué no podía controlarse a sí mismo? Eso de antes no había sido absolutamente nada, pero podría haber sido ¿No? Tenía la impresión de que conocía la mirada del moreno o de que sabía cómo interpretarla ¿Cómo sería? ¿Cómo se sentiría? Ya sabía que no estaban en tan buenos términos, pero esto significaba que no le era indiferente a Kuroo ¿Verdad? Porque Kuroo no le era indiferente a Tsukishima.


Era frío todo el tiempo, muy difícil de tratar y parecía siempre querer dejar en claro con o sin palabras que su presencia no le gustaba, pero no podía negar lo que sentía cuando estaba con él.


Antes hablaron mucho sobre Mitsuki y fueron a visitarlo juntos por la tarde, Kuroo fue amable con él y a pesar de que aun sentía que había una brecha entre ellos, quería creer que no era imposible, pero antes de empezar a soñar, quería acercarse un poco más a él. Aun debía haber mucho que tenían que solucionar, podía entender esto. Tsukishima quería ser racional. Los dos eran adultos y una pareja casada, no sabía que tan malo era todo lo que tenían hasta ahora, pero si tenían diferencias entonces deberían tratar de encontrar un camino juntos ¿No? Hablar.


Este problema era de los dos después de todo.


No tenían muchas oportunidades para relacionarse a menudo, sin embargo esta bien podría ser un buen momento para hacerlo. Sonrió. Estaban yendo a una especie de exposición por lo que imaginaba que la velada debía ser lo suficientemente tranquila como para sostener una conversación.


Tsukishima aún estaba sorprendido de que Kuroo hubiera sugerido algo como esto, de que lo hubiera invitado a acompañarlo, pero debía ser una buena señal ¿No? Y era una oportunidad que tenía ganas de tomar no solo por el bien de su relación sino también por sí mismo...y creía que podría ser bueno, que tal vez en el futuro podrían recibir a Mitsuki como una familia real.


Era una bonita imagen mental, un sueño que Tsukishima quería hacer realidad.


*****


El lugar era realmente alto y amplio, estaba perfectamente bien iluminado a pesar de la ausencia de ventanas y todas las pinturas y figuras que podía ver estaban muy bien ordenadas, no se sentía sofocado o atrapado y una curiosa sensación de libertad lo invadió a medida que se internaban por aquel pasillo hacia lo que debía ser el salón principal. Había muchas personas ahí. La luz rebotaba por las paredes marfil sin ser molesta, la música armonizaba con el murmullo de las conversaciones que se esparcían al rededor y se mezclaban con una atmósfera que parecía ser tranquila y agradable.


Miró al rededor con curiosidad y la palabra cóctel vino a su memoria, acompañado de una ligera presión sobre sus sienes; tenía ese ambiente, relajado y casual, a pesar de la elegancia del lugar. Tsukishima estaba un poco cohibido, había muchos rostros alrededor, rostros cuyos ojos estaban mirándolo, fugazmente, con indiferencia, con sorpresa, con recelo y otros con una atención tal que lo hizo encogerse.


Fue incomodo e interesante al mismo tiempo, que no se sintiera así asustado, que se sintiera capaz de soportarlo también lo fue.


— ¿Estás bien? ¿Te duele la cabeza otra vez? — Estaba apretando el brazo de Kuroo, volvió a ser consciente de la poca distancia que los separaba y del color de sus ojos, también del aroma de su colonia  y del hecho de que moría por ser abrazado por él — ¿Kei?


— Estoy bien, pero...— volvió a mirar al rededor, a barrer el lugar fugazmente. No sé sentía intimidado, pero era pesado y tal vez podría llamarlo también abrumador. Esa molestia en su cabeza no estaba desapareciendo, no recordaba un lugar como este, sin embargo el ambiente tal vez podría ser familiar — ¿Conocemos a estas personas?


Se apartó un paso, sin embargo su mano aún sujetaba la de Kuroo, encajaban muy bien y era tibia, tenía una sensación agradable. Este lo guió a un sitio discreto a través del salón. Meseros caminaban al rededor, servían copas y aperitivos, y personas se movían tranquilamente de un lado a otro apreciando algunas de las pinturas contra la pared.


— A algunas personas, sí...creo que podríamos ver unos cuantos rostros conocidos si caminamos por ahí — dijo — No es el tipo de evento que algunas de las familias que se relacionan con nosotros frecuentan muy a menudo, tu prefieres las reuniones a gran escala, pero estabas interesado en el arte antes del accidente y Yaku pensó que podría ser de ayuda para ti.


— Yaku es...— miró hacia atrás, era la persona que estaba con Kuroo en su oficina, no podía verlo por ningún lado, pero estaba seguro. Akiteru había dicho algo parecido a él antes, habría querido que estuviera aquí, sin embargo él no tenía una invitación, además ya tomaba demasiado de su tiempo. Tsukishima sentía que tenía que empezar a hacer algunas cosas solo, comenzar poco a poco — Bajito.


— No lo menciones frente a él o podría enloquecer.


— ¡Oh! ¿De verdad? Parece tranquilo.


Kuroo sonrió — Lo parece, sí...y es más agradable cuando permanece así — el rubio ladeó la cabeza ¿Se trataba de una advertencia? No sé sentía así, la sonrisa del moreno era una diferente, más agradable y lo entusiasmó — Crecimos juntos y él estaba convencido de que iba a ser tan alto como su madre cuando éramos pequeños...parecía un cachorro furioso cuando le dije que era más bajo que los niños de su edad, esa tarde tuve que correr mucho, no dejaba de perseguirme y...


Kuroo calló repentinamente y Tsukishima parpadeó esperando por él. Esta era la primera vez que hablaba sobre sí mismo, la primera vez que hablaba de algo como esto. El rubio estaba expectante y emocionado, pero ya no estaba diciéndole nada más ¿Por qué? Debía haber más historias ¿Verdad? Quería preguntar, pero también creía que su acercamiento debía ser algo lento dados los supuestos problemas que tenían entre manos. También quería tener una conversación sobre ese asunto, no quería vivir siendo indiferente o ignorante a lo que sea que había pasado.


No necesitaba ese tipo de consideración a pesar de todo lo que Kuroo o Akiteru debían pensar. No era como que no entendiera sus razones, sus emociones eran muy inestables, pero no quería sentir que estaban siendo cuidadosos con él todo el tiempo, era muy frustrante, lo era porque la distancia que lo separaba del moreno a veces parecía crecer más y más.


— ¿Podrías hablarme más sobre eso? No ahora sí no quieres, pero tal vez más tarde o cuando tengas la oportunidad — sugirió. Kuroo no tenía por qué evadirlo así, no quería, pero no sabía cómo avanzar o cuál era la forma correcta — Me gustaría escucharlo.


— Si...ya veremos, no es nada demasiado importante o algo que valga la pena mencionar.


— Para mí lo es, me gustaría saber un poco más de...


— Ya veremos, Kei.


El rubio se forzó a sonreír, ahí estaba otra vez, esa fría barrera que le impedía alcanzarlo. Por un momento, Tsukishima podía sentir que estaban un poco más cerca uno del otro, sin embargo también había instantes en los que parecía que Kuroo no estaba ahí. A veces parecía tan ausente que le asustaba la idea de que desapareciera; él se perdía en sus pensamientos a menudo, iba a la deriva, a un mundo en el que tal vez no encajaba, a un mundo del que no formaba parte.


A veces también sentía que no estaba mirándolo, que sus ojos estaban buscando algo más...algo que no se encontraba en el hogar que compartían.


— Yo...eh...tengo algo que quería darte antes, si está bien para ti — buscó un estuche pequeño en el interior de su chaqueta, lo había encontrado antes mientras buscaba dentro de una de las cajas sobre su tocador. Había muchas de ellas, pero el color de esta había llamado su atención — Creo que podría ir bien contigo — lo abrió y tomó entre sus dedos lo que parecía ser un sencillo broche de rubí, estaba cortado en forma de triángulo y lo rodeaban pequeñas piedras brillantes que reconoció como diamantes.


Estaban perfectamente cortados y pulidos, era una pieza sencilla y bonita, y tenía la impresión de que podría verse bien en Kuroo, de que podría ir bien con el color de sus ojos y su actual atuendo.


— El rojo es tu color favorito — habló Kuroo y el rubio miró la pequeña joya entre sus manos, pensaba que podría ser cierto — Te quedaría mejor a ti que a mí.


— Eso no es verdad, déjame intentarlo — replicó el rubio, no sabía que Kuroo pudiera ser tan modesto. Probablemente no lo creería hasta que lo viera por sí mismo y se aventuró a colocarlo sobre la solapa de su chaqueta, sin embargo su mano fue detenida antes de que pudiera llegar a su objetivo y él le apretó la muñeca — ¿Kuroo?


— No me gustan las joyas, Kei — lo liberó — No creo que vaya a funcionar.


¿Por qué lo rechazaba? ¿Estaba siendo molesto? Tsukishima apretó el frío broche entre sus manos, tal vez estaba siendo muy insistente, no quería que Kuroo creyera que estaba tratando de imponerse a él o que estaba tratando de controlarlo. Quizá necesitaba pensar más en esto, no quería apresurarse demasiado, ya habían hecho un avance muy pequeño antes y no quería perderlo — Lo siento, no quería molestarte — sonrió, esto había sido una mala idea, lo sabía, debió haberse quedado callado.


¿Por qué era tan tonto? Este silencio era tan pesado que apenas era capaz de escuchar el murmullo de las personas a su alrededor. Le dolía el corazón.


— No, no importa...no es nada — suspiró Kuroo, su tono de voz ya no era tan áspero como de costumbre, sin embargo tampoco parecía tan cómodo, aun así le sonrió tan suavemente como pudo — Si quieres intentarlo, entonces adelante.


— ¿Puedo? — alzó suavemente el broche y Kuroo asintió, sin embargo Tsukishima no estaba convencido. No parecía que él lo quisiera...que lo quisiera cerca — Si no te gusta, entonces no tienes que hacerlo.


— Está bien — insistió el moreno. Tsukishima también tenía ganas de insistir, si Kuroo no se sentía cómodo con esto, entonces no tenía que hacerlo, pero tampoco quería que creyera que estaba siendo orgulloso. No sabía que podía ser tan complicado — Adelante, no voy a morderte — lo animó y el rubio miró el broche con una sonrisa pequeña, no podía detenerse aquí.


Alzó las manos lentamente y rozó los dedos de una sobre la solapa de la chaqueta de Kuroo, trataba de encontrar el mejor lugar, de calcular la altura y la posición correcta y de escapar de la mirada avellana de Kuroo. De lo contrario sus dedos no iban a dejar de temblar. Lo colocó. No sé trataba de una joya vistosa, creía que era buena para el ambiente casual de la reunión en la que se encontraban. Brillaba de una forma muy agradable y su color era tan profundo y espeso como los ojos de quién actualmente estaba vistiéndola, lo hacían destacar.


Se mordió el labio inferior y sus dedos la acariciaron y acomodaron distraídamente al mismo tiempo que Kuroo le apoyaba las manos sobre los hombros. No estaba apartándolo, no lo hizo, sin embargo este fue el límite. Encontró sus ojos, eran de un color tan profundo como la miel espesa y estaban cubiertos de pequeñas motas doradas, brillantes y claras que adquirían algunos delicados e hipnotizantes matices rojizos. Apoyó las palmas contra el pecho del moreno y las deslizó en una caricia tímida. Era tibio, su colonia olía bien y lo hacía sentir diferente. Tímido, nervioso y feliz.


— Te queda bien — le sonrió suavemente, antes también estuvieron así de cerca. Comenzaba a tener emociones confusas y vergonzosas, quería apoyar la cabeza contra el pecho de Kuroo, que lo estrechara, que lo tocara más ¿Cuánto tiempo llevaba añorando su abrazo? ¿Cuánto estuvo soñando con su calor? — Te ves bien.


Se mordió el labio inferior. Si tan solo pudiera hacer algo más que dudar. Si pudiera acercarse más a él, si pudiera alcanzarlo, si pudiera impedir que siguiera alejándose. Si tan solo pudiera transformarse en la única persona que Kuroo mirara, si pudiera tener toda su atención, transformarse en cada uno de sus pensamientos, en cada instante, si pudiera tenerlo absolutamente todo de esta persona.


Si pudiera transformarse en su todo...así como sentía que Kuroo ya lo era para él.


Se sentía como si cada vez que lo mirara, como si cada vez que encontraba sus ojos o se descubría a si mismo perdido en su presencia, su pecho ardiera. Era tan antinatural, tan abrumador que lo estremecía, pero era tan bueno como también se transformaba en una dolorosa y amarga emoción.


— Te ves cansado — Tsukishima apretó una mano al mismo tiempo que se rompía el contacto con Kuroo, tenía ganas de tocarle el rostro, de peinar un poco su cabello con los dedos, pero no sabía cómo él podría reaccionar. Tenía miedo de recibir su rechazo, miedo de sentir que lo odiaba, de que esas pequeñas ilusiones fueran rotas — ¿Estás seguro de que venir fue buena idea? Podrías haberte quedado en casa para descansar.


— No es un problema, esta es una reunión tranquila.


— Pero tampoco has estado durmiendo bien ¿Verdad? Si es un problema de insomnio, entonces creo que deberías atenderlo o tal vez relajarte un poco más...podría tratarse de estrés.


Kuroo negó, no necesitaba que Kei se preocupara por él. Cosas como estas nunca le importaron, que de pronto comenzara a actuar como si fuera así lo descolocaba tanto que era irritante. No le gustaba su insistencia, tampoco la preocupación en su mirada. Ya sabía cómo era esto, cómo podía fingir tan fácilmente, sin embargo esos ojos todavía era capaces de desestabilizarlo...tanto que a veces tenía miedo de volver a caer.


Y que necesitaba recordarse una y otra vez su rencor, que lo hacía a cada instante y aun así Kei tenía el atrevimiento de hacerlo dudar, de meterse en su cabeza y debajo de su piel.


— Es una sorpresa tenerlos aquí, creí que no vendrían ¿Están disfrutando de la exposición?


Tsukishima volteó y Kuroo miró en dirección al castaño chico que se había acercado a ellos a saludar. Vestía un conjunto de un agradable color crema que armonizaba con el color de su cabello. Igual que Kuroo, no estaba usando una corbata, parecía relajado y casual. La expresión de su rostro le pareció agradable cuando les sonrió, el tono de su voz un sonido tranquilo, tanto que no podía imaginarlo perdiendo la cabeza como el moreno sugirió antes.


Aun así ahogó una risa ante el recuerdo de ese comentario y la imagen que su mente había formado. Entonces sus ojos buscaron fugazmente el rostro de Kuroo y tuvo la agradable impresión de que habían pensado algo similar. Sonrió.


— ¿Pasa algo?


Tsukishima carraspeó — No, todo está bien...— volvió a mirar a Kuroo, ese broche de verdad se veía bien en él — Gracias por invitarnos...acabamos de llegar, pero parece una reunión agradable.


— ¡Oh! — el castaño pareció descolocado por un instante ¿Había dicho algo que no debía? Solo estaba tratando de ser cortés con él, así era como las conversaciones iniciaban ¿No? También quería agradecerle por preocuparse por él ¿Lo estaba haciendo mal? Akiteru le había dicho como hacerlo — Si, Kuroo...le dije a Kuroo que podría ser una buena oportunidad para ti, es una exposición pequeña, la mayoría son trabajos hechos por nuevos artistas que mi madre creyó que valía la pena conocer — comenzó a hablar — Si la respuesta es buena, creo que podríamos hacer un evento a mayor escala en el futuro con los mejores trabajos de los artistas que más se destaquen esta noche...puedes moverte con libertad por todo el museo y echar un vistazo a todas las pinturas, podrías encontrar algo que llame tu atención.


— Gracias — asintió, Yaku le parecía una persona amable y distante al mismo tiempo. Quería mirarlo un poco más, le parecía alguien muy familiar, sin embargo pensaba que sería raro y grosero, además también tenía un sentimiento que lo inquietaba con respecto a él — Entonces supongo que voy a echar un vistazo por ahí, Kuroo...— vaciló, tal vez ellos querían hablar en privado.


— Tengo algo que hablar con Yaku, ahora.


— Entiendo, lo imaginaba...podemos reunirnos cuando termines ¿Verdad?


El moreno asintió y Tsukishima le sonrió suavemente. Estaba nervioso, muy confuso y quizá podría sentirse perdido de vez en cuando en un lugar tan amplio, pero tenía la impresión de que esta podría ser una buena noche. Podría ser solamente que sus expectativas fueran demasiado altas, que solo estuviera soñando o siendo más optimista de lo que debería, pero él y Kuroo estaban juntos ahora y eso quería decir que tenían más oportunidades que antes para hablar y relacionarse.


Podrían ver los cuadros y todas las obras juntos, y hablar sobre ello, comer algunos aperitivos y caminar por los pasillos y esa amplia sala. Imaginaba una noche tranquila y agradable en la que podrían sentirse cómodos uno con el otro, una noche en la que podrían verse más, en la que podrían escucharse y también sentirse en ese gran espacio.


Sonaba tonto y también podría ser ingenuo, pero ellos tenían algo que su corazón no podía ignorar. Cuando estaban juntos, cuando se miraban, cuando se sentía tan nervioso que su corazón se agitaba y estaba esperándolo con ansias, a esa frágil ilusión.


*****


— Él está increíble está noche...es tan deslumbrante como lo recuerdo — soltó Yaku repentinamente una vez Kei estuvo lo suficientemente lejos de ellos. El rubio tenía el mismo encanto de siempre, era muy difícil no mirarlo caminar, no seguir su elegante andar o ignorar el discreto agitar de sus caderas. No quería decirlo en voz alta, pero su belleza no había sido opacada, destacaba en la fragilidad de su mirada y debía ser muy difícil para Kuroo — Parece que está recuperándose bien...y que están llevándose bien.


Kuroo sonrió con burla y amargura, parecía que había encontrado gracioso ese comentario, sin embargo tampoco parecía que estaba riéndose — Tan bien como pudiste ver.


— ¿Quieres que te diga que es lo que estaba viendo hace un momento? No estoy seguro de que vaya a gustarte pero...— se cruzó de brazos y encogió de hombros — Te aseguro que no fui el único.


¿Así que no lo fue? No estaban haciendo nada especial, no estaba sucediendo nada especial. Era solo Kei tratando de tener todo lo que quería y el mismo idiota cediendo a su mirada. Esto solo reforzaba su idea de que había algunas cosas que difícilmente cambiaban y fue la verdad más amarga que jamás pudo aceptar — Kei es más difícil de manejar que antes.


— A mí me parece más tranquilo, hasta ahora nunca había sido tan cordial con alguien; solía tener un poco de mal genio también.


— Tú no estás obligado a compartir el mismo techo que él.


— No lo hagas parecer como si fuera tan terrible.


— ¿Crees que no lo es? — rió Kuroo, pensaba que al menos podrían estar de acuerdo con esto. Yaku no había cedido al aspecto de Kei ¿Verdad? Al menos él no había olvidado como fue la vida que compartieron, no estaba tratando de negar que el rubio estaba desestabilizándolo de vez en cuando, por tampoco lo hacía con que no olvidaba nada — Mitsuki lo adora, está teniendo una buena relación con él, pero no sé por cuanto tiempo...tú lo conoces tan bien como yo; es el tipo de persona del que es mejor no esperar nada.


— No puedo estar seguro de eso — el castaño llamó a uno de los meseros que caminaban por el salón y tomó una copa, Kuroo rechazó la que este le ofreció y el hombre se marchó. Se moría de ganas de un trago, pero no era un buen momento — No creo que estés en un error, también lo he visto...pero él siempre parecía vacío ¿No lo crees?


¿Vacío? Kei siempre parecía tan lleno de sí mismo que era ridículo, nunca conoció a nadie más arrogante y traicionero, y Kuroo se había cansado de soñar con su amor hace mucho tiempo. El rubio siempre dijo que era patético y lo admitía, lo era, lo fue.


— ¿Ahora qué?


— El divorcio — había tenido mucho para pensar y mucho para considerar en estos últimos días, pero ¿No era esa la respuesta más lógica? — No malinterpretes la presencia de Kei aquí, no estoy tratando de ser amable con él...solo estoy cansado de esta situación, no me gusta la idea de que esto siga así por más tiempo...y me preocupa el impacto que pueda tener en mi hijo.


— Lo entiendo, tus preocupaciones son válidas, pero no estaba refiriéndome a eso, Kuroo — dijo — Me refería a que es lo que piensas de él ahora, no quiero seguir insistiendo en esto, pero me di cuenta de cómo estabas mirándolo hace rato ¿Estás seguro de que nada ha cambiado?


Miró en dirección al rubio, caminaba cerca de la pared con la mirada atenta sobre la fila de pinturas multicolor, él había optado por una vestimenta sencilla donde el negro era el predominante. Destacaba su figura por supuesto, el blanco inmaculado de su piel, el dorado de su cabello y el brillo de sus ojos. Su andar era tranquilo y fino, no estaba cojeando como cuando abandonó el hospital, pero sus movimientos aun eran lentos y pausados de vez en cuando. Se recuperaba favorablemente y era tan hermoso como lo recordaba ¿Tenía que decirlo? ¿Qué clase de hombre no podría darse cuenta de eso?


Odiaba la idea, pero Kuroo no era de piedra, tampoco estaba ciego y podía verlo. Veía a este Kei como la criatura extraña y confusa que era.


— Yaku, hasta donde tú y yo sabemos, la persona que estamos viendo ahora es una que podría desaparecer en cualquier momento...y yo no me atrevería a apostar por nada, no por él — su expresión se suavizó, delató su cansancio y su hastío, y volvió a saborear ese viejo sentimiento de derrota — Nosotros nos autodestruimos hace mucho tiempo, sería demasiado insensato e ingenuo querer seguir jugando a esto.


— ¿Así que dices que ya no vas a molestarte en tener una opinión?


— Trato de decir que ya no tiene sentido, es verdad.


Yaku estaba haciendo demasiadas preguntas esta noche, no habían acordado no hablar de Kei, sin embargo regularmente su nombre no era mencionado en ninguna de sus conversaciones. Creía que al castaño no le agradaba después de todo lo que había pasado hace algunos años, estaba convencido de que ese hombre nunca lo había amado en primer lugar, pero lo había traicionado al final de cuentas. Sabía que había elegido dejarlo atrás, a él y a todo el asunto, sin embargo también había decidido creer en sus últimas palabras; que nunca habían llegado tan lejos como todos creían. Para Kuroo no era más que una tontería, no obstante no estaba en posición de juzgarlo cuando había hecho lo mismo.


Creer en las dulces mentiras de Kei una y otra vez.


— Me gustaría que te vieras un poco más a ti mismo — susurró Yaku, no le gustaba entrometerse en los asuntos de otras personas, a veces la buena voluntad podría tener el efecto contrario. Kuroo ya había tenido que soportar suficiente, quería que pudiera vivir una vida lejos del desastre que alguna vez tuvo y que el pequeño pudiera tener un lugar propio, pero a veces era frustrante y complicado — Solo un poco.


— ¿Qué podría ser eso?


— ¿Puedo preguntarte algo antes de responder eso? — Kuroo alzó la ceja ¿Seguían las preguntas? ¿Qué pasaba con Yaku esta noche? Estaba mucho más hablador de lo normal, pensaría que el alcohol se le había subido a la cabeza si no fuera un mejor bebedor que él. Asintió — ¿Puedes recordar cuando todo empezó a ir mal? ¿Puedes decirme que los llevó a terminar así?


— ¿Qué? Eso...— se apresuró a responder con el ceño fruncido, sin embargo calló tan rápido como unas cuantas silabas escaparon de sus labios ¿Cuándo todo comenzó a ir mal? Se refería a su relación ¿No? Si tenía que elegir un instante, entonces diría que fue el día en el que había accedido a reunirse con Kei por primera vez, pero tenía la impresión de que Yaku estaba buscando una respuesta diferente, una respuesta que no podía alcanzar — Supongo que desde el principio, nosotros nunca fuimos compatibles y si hubiera sido lo suficientemente sensato esa noche...


— ¿Estas tratando de evadir la pregunta? — lo atacó Yaku — O ¿Podría ser...podría ser que ya no lo recuerdas?


Kuroo vaciló, se atrevió hacerlo a pesar de que estaba tratando de evitar por todos los medios que Yaku vera lo que no quería ¿Estaba siendo infantil? ¿Era obstinado? ¿Importaba siquiera que llegara a una respuesta cuando ya nada tenía sentido? Si no lo conociera diría que solo estaba tratando de atormentarlo, sin embargo lo conocía lo suficiente para saber que no era alguien que solo lanzaba palabras al azar — Tal vez no quiero pensar en eso, no veo como eso podría cambiar algo ¿Buscas que desprecie a Kei más de lo que ya lo hago? No creo que sea posible.


— No puedes recordarlo, es lo que pasa ¿Verdad? — Afirmó el castaño, Kuroo no quiso molestarse en seguir tratando de persuadirlo, porque podría no estar equivocado — Supongo que él no es el único con amnesia aquí, no pensaba que tu rencor fuera tan grande...no estoy tratando de decir que no tengas razones, pero...solo pensaba que era curioso y que...— dudó ¿Esta conversación estaba teniendo algún sentido? — Que podrías ser capaz de ver algo que antes no.


— ¿Qué podría ser eso? Me gustaría saber a dónde quieres llegar, no me gustan los rodeos.


Yaku negó con la cabeza, miró hacia atrás, parecía listo para marcharse y continuar con su ronda por el salón, pero volvió a mirar a Kuroo ¿Quién lo había hecho mal? ¿De quién era la culpa? ¿Cómo comenzó? ¿Quién lo había hecho realmente? ¿Quién había hecho qué? La respuesta no la conocía nadie más que ellos — No me corresponde, si puedes recordarlo tal vez puedas verlo...pero si no quieres hacerlo tampoco tienes que, eso es todo.


Se estaba yendo ¿En serio iba a dejarlo así? ¿De qué se trató esta conversación sin sentido? No sabía cuándo su fallida relación se había transformado en un tema tan interesante, nunca hablaron tanto sobre ello ¿Qué clase de preguntas fueron esas? ¿Recordaba? Apretó la mandíbula y los puños ¿Cuándo sucedió? ¿Se había sumido tanto en ese rencor que ya ni siquiera podía recordarlo? Era una tontería, todo lo que iba a ganar era más frustración y rencor, sin embargo estaba inquietándolo.


¿Qué exactamente los había llevado hasta esta inevitable ruptura? No había pasado más de media hora y ya sentía que necesitaba de un respiro.


*****


Tsukishima no estaba seguro sobre a donde debía ir, estuvo mirando algunas pinturas, sin embargo sus pasos y el sentido de estos aún era inciertos para él. Kuroo dijo que estaba interesado en el arte, pero no había algo que hubiera llamado su atención o algo con lo que sintiera alguna clase de conexión además del ambiente del que estaba rodeado o esas miradas. La mayoría de los invitados permanecían en grupos, andaban de un lado a otro tal y como él hace unos minutos, mirándolo de reojo y a veces susurrando.


Que no tuviera una opinión demasiado profunda al respecto debía ser una señal de que se trataba de una sensación conocida ¿No? Era lo que Tsukishima pensaba, que no debería importarle, que no necesitaba prestar atención ¿Estaba bien con esto o no lo hacía? Tenía emociones conflictivas y confusas, no sabía qué hacer, no reconocía ningún rostro, pero algunos de estos si podían reconocerlo a él ¿Verdad? Tal vez porque fue modelo antes del accidente.


Resultaba inquietante, aun así una parte de él le decía que no tenía por qué bajar la cabeza o buscar minimizar su presencia frente a esas personas. No quería y descubrió su obstinación...así como también lo hizo con un rostro que le pareció conocido.


— ¿Yamaguchi?


Akiteru le habló de él, estaba en una de sus fotografías de la infancia y la escuela. Era un amigo suyo, solían ser muy cercanos, estuvo ahí durante su matrimonio, sin embargo su rostro no se encontraba entre las personas que lo visitaron en el hospital. Estaba sedado y confuso, pero lo recordaría. Tenía entendido que estaba por casarse, eso debía tenerlo ocupado, debía consumir mucho de su tiempo.


Sonrió. Tal vez debería ir a saludarlo, era una buena oportunidad para entablar una conversación con alguien aquí. Le gustaba la idea de un rostro conocido, de que podría tener un amigo, sin embargo aquel pecoso chico esquivó su mirada una vez esta hizo contacto con la suya y el estómago de Tsukishima se apretó ¿Por qué? Él lo había visto, estaba seguro de ello, pero la expresión de su rostro, sus ojos. Se trató de un instante fugaz, aun así lo había notado, entendió que no era bienvenido y descubrió un vacío sentimiento conocido en el pecho.


Dentro de este lugar repleto de persona, en medio de esas miradas intensas y curiosas; Tsukishima estaba solo.


— Kuroo — lo buscó, hace un momento se encontraba cerca de la entrada — ¿Dónde? — hizo amago de avanzar, pensaba que iba a unirse a él después de conversar con Yaku, pero no podía verlo ¿Había pasado algo? Podría estar atendiendo una llamada, últimamente solo estaba colgado al teléfono o perdido en sus pensamientos.


Pero quería verlo ¿Por qué siempre tenía que estar tan ocupado? Él todo el tiempo...siempre, pero no...


Hizo una mueca ¿Qué era lo que estaba pensando hace un momento? Había algo que se suponía que debía ser importante, pero podría estar equivocado. Se llevó una mano a la cabeza y sus ojos volvieron a buscar la figura de Kuroo, sin encontrarla, podría matar un poco de tiempo observando algunas obras mientras lo esperaba. No tenía muchas ganas de quedarse ahí parado, todos lo miraban, nadie estaba acercándose, sin embargo estaba ese algo que comenzó a inquietarlo.


Cómo si lo atravesara.


Le dio la espalda al salón y se enfocó en las pinturas, había algunas que eran muy coloridas y confusas ¿Era eso lo que llamaban abstracto? Todo lo que podía ver en ella era que algunos colores combinaban entre ellos en una bonita armonía y otros no, la mezcla de algunos resultaba en matices interesantes, pero no estaba seguro de que pudiera apreciar algo más allá. No estaba tratando de decir que no fueran bonitas o que fuera aburrido, algunas estaban cubiertas de formas, mostraban atardeceres, animales fantásticos, bosques profundos, cielos confusos, monocromáticos, tan multicolor que todo parecía vibrar, algunos descomponiéndose en matices, otros construyéndose lentamente.


Si alguien preguntara entonces diría que era entretenido. Llamaban su atención, algunas podrían ir bien con la elegante decoración del departamento, comenzaba a aburrirse después de ver un panorama tan habitual todo el tiempo, podría funcionar, sin embargo no estaba tan encantado como pensó y no estaba pasando por alto la presencia de todas las personas que se encontraban al rededor.


Caminó, la cabeza siempre en alto, como una prueba de esa obstinación suya. Recordaba las palabras de su madre, cada frase resonando como cada paso sobre ese amplió pasillo ¿Qué clase de persona era? — ¿Quién soy?


Se lo preguntaba todos los días; sus emociones vivían en un conflicto tan constante que no podía llegar a una respuesta concreta. No podía permitirse bajar la cabeza, tenía a su orgullo, era mejor que cualquiera, lo tenía todo, el mundo estaba en sus manos, podían amarlo, podían odiarlo, alabarlo, criticarlo o despreciarlo, pero eso no cambiaba nada porque tenía el control, porque lo era todo y ellos no tenían nada. Nada, entonces ¿Por qué a veces se sentía tan pequeño? ¿Por qué a veces parecía que estaba oculto dentro de un frío caparazón? Se suponía que era una persona difícil de tratar, podía imaginarlo, pero al mismo tiempo era muy difícil y confuso, sin embargo ese sentimiento hueco de soledad no estaba desapareciendo.


Deseaba que Akiteru estuviera aquí, deseaba no tener que estar solo en un lugar tan lleno de personas extrañas. Quería ver a Kuroo, quería que estuviera aquí, las personas que llenaban el lugar no importaban, el mundo no le importaba en absoluto siempre y cuando él lo mirara, siempre y cuando lo sostuviera, siempre y cuándo pudiera tener su atención y todo de él. Ese ese deseo era tan profundo como cada latido de su corazón, tan grande que a veces creía que podría consumirlo, tan desesperado, tan doloroso, tan agridulce que a veces temía a este...que podría transformarse en algo insano.


Volteó repentinamente al mismo tiempo que una sensación que podría llamar inquietante y familiar le atravesaba la espalda ¿Había alguien? Fue lo primer qué pensó. Hizo contacto visual con algunas cuantas personas en su recorrido por el salón, las mismas que antes lo habían cubierto con miradas de recelo y que murmuraban suavemente, le devolvieron sonrisas corteses y amables, como si nada hubiera sucedido. Sonrió era lo suficientemente desagradable como para que surgiera en su pecho un extraño deseo de reír, sin embargo su expresión se congeló a la mirada de un hombre.


¿Quién era? Retrocedió un paso, tan intensa que lo aturdió, esa mirada verde olivo lo hizo sentir tan vulnerable y expuesto que estuvo a punto de experimentar una terrible sensación de asfixia. Apretó los labios, derramó todo su recelo sobre este, negándose a parecer débil y vulnerable, a qué conociera su confusión y sonrió, ese hombre sonrió de una forma que su mirada se encendió en un oscuro esmeralda que le estremeció la piel, que fue capaz de conseguir que el espacio que lo rodeaba se suspendiera por un segundo. Sintió asfixia. Había algo ¿Qué era? ¿Qué era lo que estaba sintiendo? ¿Qué era? Lo abrumó, tembló.


Retrocedió un paso nuevamente y liberó una bocanada de aire tras escapar de esa impactante presencia. Reconoció la agitación de su pecho en el golpeteo de su corazón, tenía la garganta reseca y sus pensamientos eran un zumbido tan confuso y molesto que ese repentino dolor de cabeza ya no lo sorprendió. Jadeó. Estaba mareado. Quería vomitar. Lo atravesó de nuevo ese repentino dolor, lo abrumaba, aun así se atrevió a voltear nuevamente y a buscar la figura de ese alto e imponente hombre, pero este ya no estaba ahí ¿Dónde? ¿Por qué?


¿Quién era? ¿Por qué lo miraba tan intensamente? Sus confusos recuerdos no podían encontrar una respuesta, pero estaba ese dolor, estaba esa sensación sobre su piel y una certeza innegable de que no debería acercarse a él. No porque estuviera asustado, no porque tratara de huir, sino por esa distante emoción pasajera, por ese vacío ausente de emoción.


— Esto es...necesito...— se frotó el antebrazo y volvió a avanzar internándose un poco más a aquel pasillo, el paulatino silencio fue un regalo al ruido de sus pensamientos, volvió a respirar tranquilamente.


También había pinturas en esta zona, las acompañaban algunas figuras sobre pedestales. La luz era tan agradable como un día soleado. Un par de personas estaban volviendo al salón, devolvió su saludo con un tranquilo movimiento de cabeza y ellos siguieron su camino tanto como Tsukishima el suyo hasta detenerse lentamente.


— ¿Girasoles? — susurró ¿Una fotografía tan grande? No. Eso era una pintura.


Tsukishima parpadeó, era increíble ¿De verdad se trataba de una pintura? Ahogó un jadeo de asombro con una mano. Ese campo de girasoles estaba cubierto por la luz del atardecer, se agitaban gentilmente en una brisa que casi podía jurar que podría ser capaz de sentir. Los detalles eran tan delicados en cada pétalo, parecían tan reales que podía apreciar perfectamente su textura sedosa y suave, que podía ver cada detalle y el realismo abrumador en esta ¿No era una broma? Sonrió con el corazón vuelto loco. No y esos colores, la luz que se reflejaban en el cielo, matices azules, naranja, rojos como una llamarada ardiente, como el último rugido del sol mezclándose y descomponiéndose en una explosión de colores en el tenue azul oscuro de la cercana noche...de un día que moría una vez más.


Era tan hermoso, tan lejano y tan melancólico que el corazón de Tsukishima se apretó, que un cumulo de lágrimas formó un nudo en su garganta. Su pecho dolía ¿Por qué parecía tan triste y solitario a pesar de ser tan hermoso y estar tan lleno de colores? ¿Por qué era el fin? No existían dos atardeceres iguales, no podía devolverse el pasado, lo que alguna vez fue no podría volver nunca más. Cómo una verdad dolorosa y agónica, esa pena se encontraba en sus desesperados matices, en cada pincelada. En esa añoranza y se sintió absorbido por esta, perdido, ausente y tan lleno de emociones.


Como si fuera solo suyo, como si estuviera llamándolo y rugiera en su pecho...como si lo desgarra lentamente y estuviera destrozándolo.


¿Por qué? ¿Qué? Volvió esa sensación de sofoco a su pecho ¿Qué era esta pintura? ¿Que tenían sus colores que habían conseguido transformarlo en un desastre? Quería llorar, lo estaba agitando y temblaba, tabaleaba su mirada en cada detalle, en cada pincelada discreta y familiar. Lo buscaba, quería encontrarlo ¿Qué? Estaba esperándolo ¿A quién? Estaba llamándolo, estaba ahí, lo sabía, en un trazo delicado y curioso oculto entre la oscura sombra de ese campo.


Líneas que había visto antes.


Un nombre que conocía y que resonó en su mente como un susurro lejano que se negaba a morir, como un lamento que buscaba volver a la vida. Cada vez más, más, más más.


— Estar tan cerca de las obras podría ser peligroso, ese es un cuadro especialmente pesado.


Parpadeó y el trance en la mente de Tsukishima se liberó del fino hilo que lo sostenía — Lo...lo lamento — murmuró. Parpadeó, agitó la cabeza, lo había visto antes, esa firma ¿No era la misma que el retrato que Akiteru había tomado? ¿Podría ser o se trataba en una confusión? No podía confiar mucho en sus recuerdos — Es una obra...muy realista — se forzó a sonreír y Yaku, la persona frente a él, ladeó la cabeza, se acercó en su dirección y la miró.


— Lo es, es solo un muchacho, pero mi madre está muy interesada en él, cualquiera puede ver qué tiene algo especial — observó la pintura y sonrió — Es un artista novato, pero muy agradable...su obra no es la atracción principal, es una lástima cuando es mejor que muchas de las que ocupan el salón principal.


— ¿Por qué no está en el salón principal?


— Algunas personas tienen más influencia que otras — se encogió de hombros — Pero el talento es una cosas que a veces destaca por sí sola, ya hay algunas personas interesadas en su trabajo y en él, todo depende de cómo se mueva y de las conexiones que consiga a partir de ahora...a mi madre ya le gusta, ha estado pegada a él casi toda la noche y me envió a buscarlo, quiere presentarle a alguien — Tsukishima podía ver la razón, era una pintura muy hermosa — ¿Estás bien?


Se forzó a sonreír, sus ojos volvían a esa inquietante pintura de vez en cuando. No estaba seguro sobre qué era lo que estaba pasando con él o de que se trataba esta angustia, le presionaba la cabeza y el pecho como si tratara de destrozarlo. No entendía las emociones que antes estuvieron a punto de abrumarlo, era la primera vez que veía esta pintura, pero ¿Por qué había conseguido desestabilizarlo de esta manera? ¿Qué era esto? ¿Que representaba para él? Era insoportable, lo odiaba.


— No te ves muy bien — volvió a hablar el castaño, una de sus manos sujetó la del rubio y esta se aferró a él, estaba fría y temblaba — ¿Hay algo que necesites?


— Kuroo...antes estaba buscándolo, pero...


— Creo que antes lo vi hablando con mi madre, ella es...difícil, pero voy a decirle que estás buscándolo o tal vez quieras que te lleve con él.


Tsukishima miró a lo profundo del pasillo hacia el salón, la verdad no tenía muchas ganas de volver ahí. Alguien había dicho antes que le gustaban las reuniones sociales, que salía muy a menudo, pero no estaba seguro de que sintiera que encajaba aquí o que estuviera disfrutando demasiado de la noche. Era muy inquietante y confuso, tal vez necesitaba poner en orden sus pensamientos primero, podría ser que estuviera nervioso, esta era la primera vez que iba a un lugar como este después del accidente.


— No es necesario, creo que necesito descansar primero...aire fresco — se apartó del castaño, su aspecto no debería ser bueno si estaba mirándolo de esa manera. No quería preocupar a Kuroo — Si hay algún lugar donde yo pueda descansar...


— ¡Oh! Si, si sigues por este pasillo a la izquierda — señaló una bifurcación a cerca de dos metros de distancia de su posición — Hay un jardín que conecta a otro salón, no está abierta al público por esta noche, pero puedes descansar ahí.


— Gracias, eres muy amable — el castaño chico frente a él le sonrió de vuelta. Miró hacía el pasillo y de vuelta a él, Yaku era una persona que lo conocía, tal vez lo que estaba a punto de preguntar estaba fuera de lugar. Él debía estar ocupado, pero no quería perder esta oportunidad, necesitaba hacer todo cuanto pudiera — Antes de que te vayas ¿Crees que podrías decirme cómo era yo?


Yaku lo miró sin parpadear y en silencio. No era una pregunta tan difícil ¿Verdad? Entonces ¿Porque sentía que todos dudaban cada vez? ¿Qué estaba mal? — Eras...supongo que una persona difícil de tratar — Tsukishima sonrió amargura ¿Cuántas veces había escuchado eso ya? — La persona que eras cuando te conocí y la persona en la que te convertiste son dos versiones distintas, eras...eras frío.


— ¿Frío?


— La persona que conocí jamás tendría una mirada tan indefensa como la tuya, nunca dejaría que otros conocieran sus emociones, no bajaba la cabeza, era orgullosa, era una persona fría, era...eres muy distinto desde el accidente, de acuerdo a lo que he escuchado y a lo poco que he visto, pero nadie sabe cuánto de esto va a durar — dijo. No había ninguna clase de emoción en su mirada — Nadie sabe cuándo la persona que tengo al frente podría desaparecer.


Tsukishima bajó la cabeza ¿Podría desaparecer? Eso no tenía sentido, estaba aquí ahora, estaba aquí, pero ¿Quién era? ¿Qué era? Y ¿Por qué terminó así? — ¿Kuroo me odiaba?


— Te amaba.


¿Lo amaba? ¿Por qué no pudo ser feliz por esa respuesta? Tal vez porque no era realmente lo que quería escuchar, porque no era esa la pregunta que realmente quería hacer, porque no era lo que quería saber y porque esta no se trataba de la persona que estaba esperando...porque no era Kuroo.


— Gracias, gracias por responder a mis preguntas, sé que estas ocupado...yo...eh... necesito un poco de aire.


— Por supuesto, te veré después.


Agitó la cabeza despidiéndose de él y siguió por el camino que le había sido indicado momentos atrás.


La única persona con la que tendría que hablar sobre esto era Kuroo, era el único que podría ofrecerle las respuestas que su corazón estaba buscando. Se sentía como si una parte de sí mismo hubiera desaparecido desde el accidente, como si ese Kei hubiera muerto, lo confundía en todos los sentidos, aun así, no tenía miedo cuando estaba a su lado ¿Significaba eso que lo amaba? ¿Él todavía lo amaba?


Quería saberlo. Quería preguntárselo, había tanto que quería decirle, tanto de lo que estaba asustado desde que despertó en esa cama de hospital. No sabía nada, pero estaba aquí. Lo molestaba que una parte de sí mismo no estuviera más, temía a la idea de que podría haber cometido faltas que no podía recordar, pero tal vez podría no ser tan malo después de todo. Lo que quería decir era que tenía ganas de aprender otra vez, no le molestaba la idea de un nuevo comienzo si era con Kuroo, si él y su hijo estaban a su lado.


Quería creer que era posible, que podrían hacer algo juntos para solucionar todo lo que estaba mal, que podrían conocerse una vez más. Akiteru tenía razón, quería comenzar a pensar en que era lo que quería hacer para el futuro también, acercarse más a Kuroo, entender todo esto, todo lo que había pasado y buscar un camino. Era el sueño que su corazón estaba abrazando últimamente y el moreno el único hombre que ocupaba sus pensamientos a cada instante. Por eso lo sabía, lo sabía bien, que lo quería más de lo que esa única palabra podría abarcar.


Él era el único que podía decirle que había sucedido entre ellos, el único que podía ofrecerle la verdad...y también la única persona con la que quería seguir hacía el futuro.


La única.


No recordaba si alguna vez se había sentido tan optimista como ahora, pero también se sentía un poco tonto. Si hubiera llamado a Kuroo entonces los dos podrían tener un momento para estar solos, un momento para tener una oportunidad de hablar como había imaginado antes. Aunque eso no quería decir que hubiera perdido esta oportunidad, él podría venir a buscarlo o podría ir personalmente e invitarlo. ¿No había dicho su madre que necesitaba ser más atrevido y decidido? ¿Por qué no ahora? Si todo lo que hacía era dudar entonces nunca iba a conseguir nada.


Se detuvo, la iluminación era tenue de este lado del museo. Podía apreciar el cielo, la brisa era fresca, parecía agradable y tranquila, a Kuroo también podría gustarle y se dispuso a volver. Su estado actual era más estable, quería decirle lo que había pasado antes con la pintura también y aclarar algunas de las dudas que habían venido a él tras su corta conversación con Yaku, sin embargo, antes de que pudiera hacer demasiado, una mano lo sujetó repentinamente del brazo y lo empujó hacia ese pequeño jardín, internándolo la oscuridad, privándolo de su libertad.


— Esta noche estás precioso...


— ¿Qué? ¿Quién...? — jadeó ¿Por qué? No pudo terminar de halar y antes de que pudiera hacer algo más o terminar de entender la locura de esta situación la boca de ese hombre selló los labios temblorosos de Tsukishima.


Estuvo tan aturdido, tan confuso y perdido que no fue capaz de responder ¿Quién era? ¿Qué le había dado el derecho? ¿Cómo se atrevía a forzar su voluntad? Le golpeó el hombro con su única mano libre, percibió dolor en su violento abrazo, ardor en ese extraño beso posesivo y demandante, horror, confusión, miedo. Se tambalearon. El rubio se agitó con violencia, no quería esto, pero este hombre se negaba a dejarlo ir ¿Por qué? ¿Quién era? Su ansiedad lo golpeó tan fuertemente como el impacto de esta situación. No podía respirar, no podía entenderlo, era una locura quería que parara. Dolía. Tenía miedo. Estaba confundido y esa emoción desembocó en una histeria desesperada por su libertad.


Se le llenaron los ojos de lágrimas.


Respiraciones agitadas y pesadas se mezclaban.


Tsukishima lo empujó y forcejeó con desesperación, rechazó con todo lo que tenía la mano que se movía sobre su cadera, cada beso demandante que se negaba a detenerse y se entregó a su frustración. No podía pararlo, no podía hacer nada, era inútil, sin embargo, de repente ese hombre ya no estaba ahí y antes de que fuera consciente de la realidad, su cuerpo ya estaba en el suelo y no podía moverse.


No lo entendía. Todo lo que pudo percibir después de eso fueron unos cuantos movimientos confusos, había otra persona ahí, su cabello, el color de sus ojos, de un brillante y oscuro dorado ¿Lo había visto antes? Deseaba poder tener tiempo para pensar en eso, pero ese otro hombre, a él si lo reconocía, era el mismo del salón. El que estaba mirándolo antes. Su rostro estaba contraído en una expresión de furia ¿Cómo se atrevía después de lo que le había hecho? ¿Quién era? ¿Por qué pensar en él provocaba que le doliera la cabeza? ¿Por qué la presencia de este otro individuo, que tratara de ser su escudo, lo había desestabilizado tanto?


Quería llorar, lo deseó desde el fondo de su corazón confuso.


— ¿Este otro de tus amantes? — esos ojos verdes se clavaron sobre él, el tono de su voz fue áspero, fue tan frío que lo estremeció — Responde.


Las pupilas de Tsukishima se agitaron, se sujetaba la cabeza con una mano ¿Se estaba dirigiendo a él? ¿Qué acababa de preguntar? Zumbaron sus oídos. Apretó, esto no estaba bien, no estaba para nada bien. Temblaba. No podía respirar. Se sofocaba. Necesitaba encontrar un momento para estabilizar sus pensamientos, pero era insoportable, palpitaba, presionaba. No podía soportarlo. No entendía esto, no podía. Estaba intentándolo, pero todo lo que había sucedido hasta ahora, todo lo que estaba sucediendo era una locura.


— Kei — ese hombre lo llamó, uso su nombre y Tsukishima estuvo impactado ¿Lo conocía? Una parte de él debía saberlo, antes también, pero no podía ser verdad, tenía que ser un error — Estoy haciéndote una pregunta, quiero que la respondas.


— Estabas atacándolo ¿Cómo te atreves a...? 


— No — susurró, comenzó a levantarse lentamente, el hombre de cabello bicolor que aún se interponía entre su reciente atacante lo miró con agitación, se apresuró hacia él. Todavía estaba ese dolor sobre su cadera, sin embargo esa persona lo ayudó a sostenerse, lo sostuvo cuidadosamente. El contacto de sus manos fue una sensación extraña, un cosquilleo que lo había llevado a un instante de silencio y calma, que fue destrozada por esa mirada dorada — Yo...— parpadeó, necesitaba apartarse de él, sin embargo Tsukishima no lo hizo de inmediato.


— ¿Estas bien? ¿Te lastimaste en algún lado? ¿Te duele algo?


Tsukishima bajó la cabeza, perturbado. El sonido de esa voz tan suave, ese rostro, esos ojos, se tacto tan gentil. Era tan cuidadoso, estaba tan preocupado ¿Lo había visto antes? ¿Lo conocía? Era la persona del parque, de cuando Mitsuki cayó del árbol. Lo miró, comenzó a sentirse absorto en algún punto y se agitó un eco que devolvió la confusión de sus ideas, a su dolor ¿Quién era este hombre? ¿Por qué estaba en este lugar? — Tengo...creo que tengo un asunto...con él — miró hacia la otra dirección, parecía que la irritación de ese hombre solo había aumentado en estos últimos segundos.


— No puedo dejarte solo con ese tipo. 


— Estoy bien...yo...— le pareció extraño, hace un momento parecía que su mente estaba a punto de colapsar, estaba tan lleno de miedo y de ansiedad, perdía el control de sí mismo. No podía decir que estuviera en mejores condiciones ahora, el dolor no estaba desapareciendo, palpitaba profundamente su cabeza, pero aún estaba aquí y no estaba derrumbándose — Tengo que hablar con él...— se mordió el interior de la mejilla, aún permanecía el tacto de sus labios. Necesitaba entender que era esto, este hombre dijo algo que lo había perturbado antes...además, no iba a dejarlo ir ¿Verdad? y temía que todo se volviera peor si este chico permanecía más tiempo aquí. No podían montar un escándalo — ¿Podrías...?


— Kei ¿Qué clase de broma es esta? — ese hombre volvió a hablar, el bicolor entrecerró los ojos como una amenaza en su dirección y el estómago de Tsukishima se apretó — ¿Por qué no me has buscado?


¿Por qué? ¿Por qué estaba diciéndole cosas sin sentido? — No sé quién...— negó con la cabeza, no sabía quién era esta persona, pero este lo miraba como si tuviera alguna clase de derecho sobre él. Se acercó. Lo hizo ignorando la advertencia silenciosa del bicolor y volvió a tomarlo del antebrazo, lo halo hacia él, el otro chico trató de encararlo, sin embargo Tsukishima negó con la cabeza y se dejó arrastrar por él, tratando de ignorar la sombra que cubrió aquellos ojos ocre. Necesitaba entender esto, necesitaba saber que estaba pasando aquí, estaría bien...sintió que sería así — No te conozco — le dijó — No sé quién eres, suéltame.


Tiró de su brazo, él no lo liberó y entrecerró los ojos con recelo, taladrándolo con la mirada — ¿Esta es la forma en la que elegiste jugar conmigo? He estado esperando todo este tiempo para verte...siempre fuste descarado, pero pensé...


— No sé quién eres — insistió Tsukishima. Hizo una mueca, le dolía el brazo. Este hombre...no quería creerlo, no quería atreverse a imaginarlo, pero ¿De verdad tenía algo que ver con él? ¿Era posible que hubiera tenido una relación más íntima con este hombre? No podía ser verdad, tenía que ser mentira o alguna clase de confusión y una oleada de náuseas le contrajo las entrañas, a penas y podía lidiar con esa sobrecarga de información — Creo que estas en un error, no sé de qué me estás hablando...quiero que me dejes tranquilo, nosotros no tenemos nada de qué hablar, suéltame — insistió con toda la frialdad que podía ser capaz de mostrar.


Sombras oscuras, matices claros. Ira, confusión, destellos de emociones se reflejaron como un caleidoscopio en constante cambio en los ojos de este hombre ¿Qué iba a pasar ahora? — Escuché que perdiste la memoria en ese accidente...es un ridículo demasiado conveniente para ti ¿No lo crees? — su agarre se tensó y una sonrisa confusa se formó en los labios de ese hombre — Lo falso que siempre fuiste era lo que más me gustaba de ti...siempre fuiste un oportunista, siempre fuiste un manipulador — se acercó un paso hacia él, acorralándolo contra la pared del pasillo, el calor de su cuerpo, su peso lo asfixió. Quería empujarlo, él trató de besarlo y Tsukishima apartó cabeza, estaba temblando, de ira, de vergüenza, de frustración, pero él no se detuvo y le sujetó la barbilla forzando un contacto que el rubio no pudo detener — Y yo te amaba...puedes reírte de mí si quieres cuando tengas la oportunidad o puedes volver a mí...siempre me gustaron tus mentiras.


Volvió a besarlo. Tsukishima no comprendió la dirección de su mirada, sin embargo estuvo aliviado de que al fin lo hubiera liberado, de que ese hombre hubiera decidido marcharse, de que al fin lo dejara tranquilo, sin embargo esa calma duro tan poco como fue consiente de la presencia de Kuroo en el pasillo y el suelo bajo sus pies se tambaleó.


— Yaku me dijo que no te sentías bien — el rubio boqueó, su corazón latió tan rápido que estuvo mareado ¿Qué era esa máscara tan fría y carente de emociones? ¿Kuroo había visto lo que sucedió? ¿Por qué no decía nada? ¿Por qué parecía como si ni siquiera estuviera mirándolo? — Debes estar cansado, deberíamos volver.


Tsukishima volteó inconscientemente hacía el jardín. Miró a Kuroo, ni siquiera había esperado por él, se alejaba y el agitado rubio casi tuvo que correr para alcanzarlo. Necesitaba explicarle lo que había pasado, tenía que decirle, pero no sabía por dónde empezar. Ese dolor no estaba deteniéndose, se mezclaba con su ansiedad, con su miedo. Las palabras de ese hombre todavía resonaban en su cabeza, todo lo que dijo, todo lo que se atrevió a hacerle estaba ahí.


No podía ser posible, deseaba que fuera una mentira, sin embargo después de cómo lo trató, Tsukishima no podía negarlo. Era demasiado para ser una broma, demasiado para ser un error y tendría que aceptarlo aunque aún quería negarlo con todo lo que tenía. Ese hombre estaba diciendo la verdad, pero ¿Por qué Kuroo no estaba diciendo nada? ¿Por qué guardaba silencio? Su camino de vuelta fue el infierno más terrible al que Tsukishima jamás podría haberse enfrentado, tan pesado, tan tenso y tan inquietantemente tranquilo que estaba destrozando su psique.


Fue una tortura, pero alguien tenía que hacer algo, alguien tenía que decir algo. Necesitaba explicarle que era lo que había sucedido en ese lugar, que no era lo que creía. No podía dejar las cosas así, era un malentendido, Tsukishima no sabía nada y él tenía que saberlo.


— Kuroo — lo llamó con timidez, el silencio y la penumbra del departamento engulleron sus palabras como un ente vivo y hambriento. Lo amortiguaba el latido de su corazón y su temor — Sobre lo que pasó...si pudieras escucharme — él no estaba deteniéndose, lo sujetó y ese agarre frágil tensó los hombros del moreno, tanto que pareció increíblemente rígido, que no soportaba su tacto y vaciló, se le apretó el corazón — Creo...creo que estas en un error, yo...con ese hombre, no...


— Supongo que crees que puedes seguir tratándome como un estúpido — Kuroo volteó y a Tsukishima se le hizo un nudo en la garganta. Esa sonrisa era tan cruel y amarga que destacó la frialdad de unos ojos que lo miraban con desprecio — No necesitas explicarme algo que ya sé — le sujetó de la muñeca y liberó ese tambaleante agarre de un brusco tirón, como si no soportara tocarlo y su mirada se cubrió de sombras, perdió todo color...desapareció su alma — Ahorrémonos esto, comenzó a volverse aburrido hace mucho tiempo.


Tsukishima negó con la cabeza, lágrimas de desesperación comenzaron a llenarle los ojos — No, tu no...no entiendes, no hice nada...nada pasó, no conozco...no sé...él solo llegó y...— ahogó un sollozo, estaba volviendo ese dolor. Ahora no, por favor, necesitaba aclarar ese malentendido, porque lo era, lo era — Por favor...si me permites explicarte lo que pasó...


Avanzó hacía Kuroo a pesar de que sabía que su mirada era una advertencia...a pesar de que tenía miedo — Ahórrate esas palabras para alguien a quien le importe, Kei ¿Crees que no he visto esto antes? ¿Crees que no sé lo que eres? Te conozco mejor que nadie, se lo falso que eres, sé que no quieres a nadie más que a ti mismo...he escuchado tus mentiras tantas veces que ya estoy cansado de esto, que ya no me importa.


— No, no, no...— negó una y otra vez el rubio, pánico comenzaba a embargarlo, se revestía de ansiedad y se apoderaba de él un profundo dolor. Temblaba, esto no podía seguir así, no había hecho nada malo, no lo hizo, no sabía nada, a penas y podía entenderlo. Por favor, por favor, por favor, Kuroo tenía que entender, tenía que decirle que no era lo que parecía, que no sabía nada — Es un error, creo que sé que es lo que puedes estar imaginando, pero...pero no es así...yo no...— sollozó — No hice nada, tienes que creerme, por favor...por favor, no sé cómo esa persona llegó ahí, Kuroo, por favor...por favor, créeme.


Kuroo apretó la mandíbula ¿Creía que llorando iba a conseguir algo? ¿Creía que esas súplicas iban a ablandarlo? ¿Creía que iba a caer por su desesperación? Tendría que ser el hombre más estúpido de la tierra, el más ingenuo, el más patético si se dejaba controlar por esas lágrimas falsas — Dejaste de ser algo para mí hace mucho tiempo — Kei negó, sus ojos se llenaron de lágrimas de angustia, percibía su desesperación, veía la súplica en su mirada frágil e indefensa, y él no pudo más que sentir desprecio, que repudiarlo y maldecir, a él...y a si mismo por permitir que esto estuviera destrozándolo — Así que puedes dejar de intentarlo...solo estás haciendo el ridículo.


— No hice nada...— los labios del rubio temblaron tanto como sus frágiles palabras. Insistía ¿Por qué no se detenía de una maldita vez? No iba a conseguir nada con esto, no tenía sentido, jamás lo tuvo — Kuroo, por favor...por favor solo escúchame — se acercó, se atrevió a sujetarlo del brazo y el moreno lo apartó, su tacto quemaba, no podía soportarlo ¿Por qué no se detenía, maldita sea? Se contenía, lo hacía con todo lo que tenía...pero se rompía.


¿Kei había decidido seguir con esto hasta el final? Habría deseado que se burlara de él como en el pasado, que fuera el mismo soberbio bastardo que siempre fue. No esto, no sus lágrimas, no ese dolor, no esa fragilidad. No necesitaba más de esto, no más maldita sea. Ya no. No podía seguir más tiempo en este lugar. Lo consumía su rabia.


— Por favor...


Kuroo negó, había terminado con esto, lo hizo con todo — Las personas nunca cambian y tú sigues siendo lo mismo...la misma clase de basura.


— No...


¿Podía detenerse su corazón? ¿Podría bastar un solo segundo para sentir que moría de pena? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Tsukishima sentía como si estuviera cayéndose a pedazos, que la mano con la que se cubría la boca no era suficiente para callar el lamento profundo y desgarrador de su alma, sintió que su corazón se estaba rompiendo, que se deshacía, que se desmoronaba...y que el dolor reflejado en esos ojos, en esa última fría mirada, en esa expresión sin alma era suyo también.


— No hice nada...— susurró en un lamento bajo y las piernas que trataron de correr detrás del hombre que cruzó la puerta cedieron al peso de su angustia, a su impotencia, a su confusión. No había hecho nada malo, no sabía que estaba pasando ¿Por qué no lo escuchaba? ¿Por qué era tan cruel con él? ¿Por qué era tan frío? No había hecho nada, no había hecho nada. No — No hice nada....no te vayas, por favor, Kuroo...Kuroo, por favor escúchame...Kuroo.


Sollozó. Tembló, el mundo estaba cayéndose a pedazos. Dolía tanto que no podía soportarlo, estaba tan confundido, tan asustado que no sabía que hacer ¿Quién era? ¿Qué estaba haciendo? ¿Que había hecho? Todo lo que ellos dijeron no podía ser verdad, no quería, no podía. Él no podía ser esa persona, no lo quería, no quería serlo, tenía que ser mentira, deseaba que lo fuera con lo poco que le quedaba para sostener su racionalidad. Por favor. Por favor. Por favor. Por favor.


Era mentira, una mentira. Quería despertar de esa pesadilla, porque esto no podía ser verdad, porque no podía estar pasando...pero dolía tanto.


Estaba desgarrándolo ¿Por qué no se detenía? ¿Por qué? ¿De verdad era la persona horrible que creía que era? ¿Era bajo? ¿Era mentiroso? ¿Era tan traicionero y corrupto como imaginaba? ¿Por qué si lo amaba tanto? ¿Por qué si su corazón sucumbía a su dolor? ¿Por qué lo sentía en el alma? ¿Que había hecho? ¿Quién era? ¿Quién era en realidad?


Si pudiera entenderlo, si tan solo pudiera encontrar una razón, si pudiera detener ese dolor, si pudiera pararlo...si tan solo pudiera desaparecer de este mundo.


*****


No podía perderse algo que nunca se tuvo en realidad ¿Verdad? Kuroo entendía eso mejor que nadie, lo descubrió de la manera más dura, de la forma más dolorosa que esta vida pudo regalarle. Vino a él como el amor más ardiente, como el sentimiento más dulce que alguna vez fue capaz de conocer y se transformó en la más dolorosa tortura. Aun así siempre pensó que podría alcanzarlo, era obstinado, tenía ese tipo de instinto, pero ¿Qué era lo que le había dejado al final de cuentas?


Dolor, un sentimiento amargo y la sensación de que su alma misma se había perdido para siempre.


— Siempre fuiste así — lo miraba como si fuera su todo, lo llamaba con esa voz tan dulce, lo estrechaba con esos brazos temblorosos y frágiles, y lo enviaba en el infierno de su desprecio, al tomento de su traición. Y volvía, una y otra vez como si no hubiera tenido suficiente, como si se tratara de una obsesión enfermiza — Todo el tiempo — porque quería creer que todavía podría ganar su corazón...un corazón que no era de nadie — Mi amor.


Kuroo apretó el broche entre sus manos, una sonrisa de autocompasión en sus labios ¿Por qué se sentía como si hubiera estado esperando algo diferente todo este tiempo? ¿Por qué comenzaba a creerlo ahora? Esto no era diferente de lo que alguna vez fue, había perdido la fe, la esperanza y había tenido que pagar con su corazón para aceptarlo. Pensaba que lo entendía, pero la verdad ya no lo sabía...sin embargo sentía después de mucho tiempo.


No irá, no se trataba de frustración, de un orgullo herido o de la furia con la que trataba de enmascarar sus emociones, era solo dolor. El más pudo dolor. Nada nuevo, nada que no conociera, nada que no hubiera esperado, sin embargo lo había golpeado de la misma forma que la primera vez.


Con un ansía asesina que estuvo a punto de cobrar su alma.


— No puedes decepcionarte si no esperas nada — murmuró. Eso también era lo que creía, pero mientras conducía su auto, Kuroo solo pensaba que quería destrozarlo todo...a sí mismo y a ese recuerdo.


Sin embargo las emociones que antes fueron un tormento, permanecían tan suspendidas como sus pensamientos. Cómo si no existieran, como si hubieran desaparecido, como si estuvieran esperando por estallar al mismo tiempo que su mirada se perdía, mientras veía sin mirar, la lejana vista de un edificio que se alzaba hacía el cielo nocturno. Añorándolo y perdiéndose sus pensamientos en aquello que no podía tener, y su corazón en la frustración de tener que resistirlo.


— ¿Kuroo? ¿Eres tú? — Kuroo liberó una gran bocanada de aire y volteó. Recortada por la luz de la luna, bailando sus matices por la suave seda de ese cabello oscuro, derramándose como una cascada, la figura de Akaashi se aproximaba lentamente hacia él — ¿Qué estás haciendo aquí afuera? — esos ojos cubiertos de confusión brillaban tanto como la luna de plata, latían con la luz más hermosa e inalcanzable y calmaban su corazón herido — ¿Te das cuenta de la hora que es?


Si, se daba cuenta de todo lo que estuvo muriendo por verlo en estos últimos días, de que su ausencia había dejado un vacío terrible en su corazón, de que cada uno de sus suspiros acompañaban el recuerdo de su nombre y del susurro de su voz, de que cada día sin él era un instante vacío, que lo necesitaba más que a su próximo respiro, que era el aliento que había perdido. Lo notó, lo había hecho con cada latido de su corazón y soportó la pena de saberlo prohibido.


— Kuroo ¿Qué pasa? ¿Por qué no me dices nada? — volvió a hablar el moreno, su voz era la melodía más bonita que jamás podría haber escuchado antes. Se acercó a él, sin temor, sin embargo con duda, con confusión y encontró sus ojos, lo hizo para devolverle la luz  y Kuroo lo estrechó, se aferró a él con la poca fuerza que restaba a su cuerpo...porque ya no podía soportarlo más — ¿Kuroo?


— Te amo.


Porque era la única luz que brillaba dentro de ese mundo oscuro, su luz...porque era lo único bueno que le quedaba, lo único que tenía.


Porque era su corazón.

Notas finales:

>3< Gracias por leer >3<


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