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Quédate Conmigo por Nova22

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Notas del capitulo:

>3< Actualización >3<

 Capítulo 3


El estruendoso sonido de la puerta ser violentamente cerrada resonó por todo el espacio. Bañado por la oscuridad, solo unos cuantos destellos de luz se reflejaban sobre algunos detalles de aquel amplió departamento. Crujidos, pasos pesados y apresurados, y tensión, una estremecedora presión que destrozaba el silencio como fino cristal y caía sobre la atmósfera con todo el peso de la rabia que lo consumía.


Apretó. La delgada mano que sostenía tembló bajo su implacable furia mientras que el joven que era arrastrado detrás gimió. Lo molestó. Kuroo apretó la mandíbula, no estaba calmándose, era cada vez peor. Como si estuviera consumiéndolo, como si no tuviera escapatoria, cada maldito segundo. Uno a uno. Su ira creciendo hasta desbordarse, hasta romper su razón, hasta transformarse en una locura incontrolable.


Se detuvo, sin embargo sus movimientos no lo hicieron y giró abruptamente en el centro de la sala de estar, con él, con Kei aún bajo su poder y lo forzó a encararlo. Silencio roto por sus pesadas respiraciones cayó sobre ellos, esa desafiante mirada dorada se enfrentó a la suya con el mismo orgullo que los caracterizaban, con una arrogancia tal que le hirvió la sangre como ácido ardiente.


— Te dije que me estás haciendo daño...suéltame — exigió él, su voz no tembló, ni una sola pizca de temor empapó su expresión y tiró de su brazo recibiendo un presión más intensas, cómo una respuesta silenciosa de su parte. Entrecerró los ojos, pequeña y respingada, esa altanera nariz se alzó en toda su magnificencia — Suéltame — susurró, su voz tan suave y delicada con una caricia fatal.


Apretó más su agarre, Kei apretó la mandíbula, sin embargo no sé inmutó. Nada cambió, nunca lo hacía y Kuroo ya estaba harto de todo esto. De todo, maldita sea y como si el tacto del rubio le quemara, como si fuera ácido penetrando su carne, se deshizo de su agarre abruptamente. Él se tambaleó hacia atrás, una mano sobre su muñeca, la mirada aún sobre la suya, con la misma soberbia ferocidad que encendía su ira.


— ¿Te estabas divirtiendo?


— Era una fiesta, Kuroo, se supone que tienes que divertirte — él sonrió, burla y arrogancia en una mezcla perfectamente desagradable y cautivadora — Pero supongo que es demasiado pedir para alguien como tú.


Kuroo entrecerró los ojos, Kei no se inmutó. Nunca lo hacía, jamás. Apretó los puños, tan fuerte que sus uñas le cortaron la piel e hirieron profundo su carne, que aquel ínfimo dolor le atravesó el pecho y alimentó una ira que no podía contener ¿Cómo se atrevía a jugar así con él? ¿Siquiera tenía idea de todo lo furioso que estaba? ¿Le importaba? No. En realidad parecía divertirle, todo este tiempo no había hecho más que transformarse en la burla de este niño arrogante y malcriado.


Cada día desde que tuvo la desgracia de conocerlo, en cada maldito instante.


— ¿Qué? Si tienes algo que decir solo hazlo — se cruzó de brazos y suspiró con cansancio, lo miraba con hastío — Ya me arrastrarse hasta aquí de todos modos.


— ¿Tienes idea de lo que estabas haciendo?


El rubio rodó los ojos, una desagradable sonrisa socarrona le surcó el rostro — ¿Tu no? — rió suavemente, como si encontrara divertida toda esta situación, como si tratara de burlarse de él y se aproximó en su dirección con pasos gráciles y tranquilos, hasta que estuvieron frente a frente y Kuroo pudo percibir el aroma del perfume de Kei, la esencia de su piel corrompida por la de aquel hombre — Creo que eres lo suficientemente listo para entenderlo, no te estoy subestimando ¿Verdad? — le acarició el rostro con el dorso de los dedos, su labios se rozaron tentadoramente — Tetsurō...lo viste ¿No? Y también lo entiendes...no necesitas detalles o ¿Si?


Maldito descarado. Lo apartó bruscamente, sus dedos enterrándose sobre los antebrazos de Kei, con un ansia de destrucción que tumbaba lentamente los muros de su racionalidad ¿Cómo se atrevía a menospreciarlo? ¿Cómo podía tener el descaro de sonreírle de esa manera? Estaba harto ¿Por qué tenía que seguir soportándolo? ¿Por qué tenía que seguir viendo su rostro? Esa mirada soberbia, esa sonrisa arrogante, la belleza de ese dulce rostro inocente. Quería destrozarlo de una vez por todas, quería hacerlo pedazos y terminar con esto de una maldita vez.


Estaba perdiendo la cabeza, enloquecía. Si pudiera, si tan solo pudiera simplemente hacerlo pedazos...si pudiera desaparecerlo, entonces, entonces, entonces...


— Vamos, mi amor, adelante...— Kuroo apretó la mano que repentinamente se había alzado al aire, lo hizo con tal fuerza que se le estremeció el cuerpo, que gruñó de rabia y frustración — Dame ese placer.


El rubio sonrió, una burlona sonrisa ladina acompañada de una mirada revestida de desafío. De un profundo dorado, tan ardiente que le quemó el alma, tan distante y lejano ¿Cómo se atrevía a humillado de esta manera? Todo lo que Kei hacía era hacer una burla de él y regodearse descaradamente de ello, en los brazos de cada hombre cuya cama decidía visitar, de todas las palabras de amor que alguna vez le dedicó, en ese destrozado mundo inútil.


Kuroo estaba llegando a su límite, Kei lo había arrastrado hasta este punto, hacia un camino sin retorno del que ya no podía escapar. Lo había transformado en esto. Era su culpa.  No podía detenerse, no quería hacerlo. Su mente gritaba un único deseo, lo consumía, lo hundía, estaba destrozándolo y el moreno no estaba deteniéndose...no pudo hacerlo una vez probó el sabor de esos dulces labios arrogantes, una vez que la esencia de los suspiros de Kei lo embriagó y el calor de su cuerpo consumió su razón.


Como un veneno que intoxicaba cada fibra de su ser, como la droga más letal y adictiva, este deseo no podía ser calmado. Bullía y gritaba apagando su razón, se diluía en las caricias de Kei, en el sonido de su voz, en la pasión de sus besos y la luz de esos ardientes ojos dorados. Tan suyo. Cegado, perdido, hechizado, Kuroo se perdía a sí mismo y a la razón que lo sostenía. Quería tenerlo, quería sentirlo. Lo deseaba más que nada, con todo lo que tenía, con cada fibra de su ser. Consumía su alma, la tomaba para sí, igual que su corazón. Se transformaba en su todo. Su delirio, su perdición, la más preciosa condena. Con toda la furia que estaba destrozándolo, con cada gramo de ira, hasta que pudiera transformar esa sonrisa altanera en una de placer, hasta que no fuera capaz de pronunciar el nombre de otro hombre...hasta que fuera solo suyo.


Con cada vez más fuerza, cada vez más desbocado y enloquecido, hasta que se perdió a sí mismo y volvió a encontrarse en sus besos.


— Tetsu...te amo...


Mentiroso, todo lo que salía de esos preciosos labios de miel era una mentira. Lo aborrecía con toda el alma, lo despreciaba como jamás imaginó podría...pero también lo amaba con la misma fuerza de ese rencor.


Todo lo que sentía por Kei continuaba yendo más allá de su sentido común.


*****


— Kuroo...creo que vas un poco rápido, Kei está inquietándose un poco.


Kuroo apretó las manos sobre el volante. Notó al rubio menor sonreír nerviosamente a través del espejo, su mirada tímida encontrándose fugazmente con la suya. Su hermano le sostenía del brazo, hablaba con él entre murmullos suaves que el moreno decidió, tanto como la presencia de ambas personas en el auto, quería ignorar y suspiró casi imperceptiblemente al mismo tiempo que buscaba liberar algo de tensión y centrarse a sí mismo en el camino. Deberían estar ahí en uno o dos minutos más...y no estaba entusiasmado.


Había pasado una noche terrible y aún no se había repuesto del todo, estaba comenzando a dolerle la cabeza y esta situación no estaba haciéndolo mucho mejor. Pensaba que estaba acostumbrado a lidiar con esto, pero era más agotador de lo que Kuroo habría querido admitir.


— ¿Todo está listo para el regreso de Kei? Su condición es mejor ahora, pero me gustaría que estuviera lo más cómodo posible y que el espacio por el que vaya a moverse fuera seguro.


— Todo está en orden, va a estar cómodo — respondió el moreno, notó a Akiteru hacer una ligera mueca con los labios, sin embargo se volvió para mirar a Kei y sonreírle. Estaba siendo muy atento con él. No le extrañaba en absoluto, lo adoraba y lo mimaba todo el tiempo, en cada pequeña capricho.


No había hablado mucho con él antes, estaba evitándolo tanto a él como a su familia tanto como podía, sin embargo sabía que esperaba que fuera más atento con Kei. Le parecía una ridiculez cuando debía ser completamente consiente todo lo que su pequeño hermano era en realidad o todo lo que había hecho. No tenía idea sobre si esto se trataba de amor fraternal o hipocresía, pero Kuroo no tenía la energía o la motivación necesaria para sentarse frente a él y fingir que no había pasado nada.


No era tan amable o tan estúpido como antes.


La verdad era que no lo quería al rededor, había tomado demasiado de sí mismo tener que verse obligado a visitarlo constantemente. Su humor solo empeoraba cada vez que tenía que abandonar esa habitación y tener que verlo cada día se sentía como una tortura a la que estaba siendo forzado a padecer. Necesitaba solucionar esta situación pronto, sin embargo Kei no recordaba nada o al menos eso era lo que parecía. Era más complicado avanzar de esa manera.


Aun así, fuera lo que fuera y aunque fuera en contra de sus propios principios, Kuroo sentía que no quería darle tiempo suficiente como para que volviera a ser quien alguna vez fue o para que comenzara a familiarizarse con el terreno. Odiaba admitirlo, pero él sabía cómo controlarlo, lo había tenido en sus manos por mucho tiempo. Esto ya era difícil, pero sabía muy bien que Kei podría hacer que lo fuera aún más muy fácilmente, tenía esa molesta habilidad, había sido muy bien instruido por su madre. Era ese tipo de persona y lo conocía bien.


Kuroo era lo suficientemente estúpido como para no querer usar esta situación en su favor, sin embargo aún esperaba encontrar la manera de hacer que Kei firmara el divorcio y le cediera la custodia completa de su hijo lo más pronto posible. Tenía que actuar con más frialdad y ser más contundente.


— Estamos aquí.


Kuroo abrió la puerta del departamento y reveló un amplio y elegante espacio que habría dejado sin aliento a cualquiera. Akiteru ayudó a Kei a entrar lentamente, lo acompañaba como al guardián que era, sin embargo lo animó a avanzar con una sonrisa tranquila. El rubio menor dudó, se encogió suavemente como si el espacio de pronto estuviera reduciéndose vertiginosamente sobre él. No sabía qué hacer, estaba asustado y no quería soltar su mano, no podía.


— Tal vez recuerdes algunas cosas, viviste aquí mucho tiempo.


Kei sonrió con duda. También estaría quedándose aquí a partir de ahora ¿Verdad? Avanzó un paso, sentía la mirada de Kuroo atravesarle la espalda. Siempre le pareció curioso cómo podía saber que estaba ahí incluso si no podía verlo, como podía ser capaz de percibir su presencia. En este lugar también, pero no demasiado y experimentó un extraño sentimiento de ausencia en el pecho. Pensaba que sería un poco diferente, este era su hogar ¿No? Ciertamente le era algo familiar, era muy imponente y enorme, sin embargo no estaba tan impresionado como creyó que debería. Era posible que estuviera acostumbrado a este tipo de cosas, era lo que pensaba.


Los sofás eran muy suaves al tacto de un agradable beige que combinaba con las paredes blancas y doradas, podía apreciar algunos detalles en rojo tanto en los cojines como en los demás ornamentos del lugar. La vista era impresionante, grandes ventanales ocupaban la esquina que pertenecía a la sala de estar y la luz del exterior se derramaba como una brillante cascada. Incluso había una pequeña zona de lectura en un espacio que se le antojó agradable. El comedor estaba del otro lado, la mesa era muy larga, las sillas parecían suaves y cómodas, y una preciosa araña colgaba sobre esta, entonces descubrió una serie de bonitos grabados circulares sobre el techo. Parecía una obra de arte. Le pareció impresionante y algo hipnotizante.


Cada rincón. Cristal, mármol y demás.


El rubio paseó la mirada por todos lados, avanzando a pasos lentos, admirando cada cuadro y detalle, sorprendiéndose de estos hasta detenerse sobre uno. Un rostro; el suyo. Perfectamente colocado sobre lo que parecía ser un grueso pilar de mármol entre el comedor y la sala de estar, se trataba de una pintura ¿Verdad? Podía apreciar alguna pinceladas discretas en pequeñas zonas. Le parecieron bonitas.


Se tocó el rostro inconscientemente. Parecía melancólico, algo solitario o distante, sin embargo sus ojos brillaban como si tuvieran vida propia; cada detalle era increíble, tan preciso que le estremeció la piel y no pudo evitar jadear, y sentir algo que no debería estar ahí. Resultaba un poco intimidante o quizá inquietante.


No sabía si le gustaba, pero no podía dejar de mirarla.


— ¿No es...un poco pretencioso?


— Supongo.


El rubio pegó un respingo, la voz de Kuroo lo había tomado por sorpresa. Fue muy suave, como el susurro del viento. Lo miró, quería hablarle, sin embargo el moreno pasó junto a él sin detenerse siquiera para mirarlo y esa ancha espalda se perdió por el pasillo al mismo tiempo que llevaba consigo una pequeña maleta con algunas de las pertenencias que su hermano había llevado al hospital.


Se le apretó el estómago, entonces bajó la cabeza y unió las manos en un suave puño. Le temblaron los labios. Comenzaba a dolerle el pecho, a veces había momentos en los que era mucho más consciente de lo poco grata que su presencia podría resultar para el moreno.


— ¿Todo bien? ¿Pudiste recordar algo?


Akiteru le apoyó una mano sobre el hombro, su voz siempre era suave y gentil, mitigaba un poco la aflicción de su pecho. Siempre se sentía como si no estuviera solo en el mundo cuando estaba ahí. La idea de que fuera su hermano le gustaba mucho — No lo sé...— se frotó el brazo con una mano, aun dolía un poco, escuchó antes que se había roto en dos partes. Aún era difícil moverlo, pero estaba bien — Creo que conozco este lugar, pero...no estoy seguro, me duele un poco la cabeza.


— ¿Quieres sentarte un momento? Podemos seguir con el recorrido después de que descanses...el medico dijo que debías tomarlo con calma.


— ¿Dijo que podía recuperarla alguna vez?


Ese hombre le había explicado algo antes. Palabras que no pudo entender del todo, algo acerca de un daño en uno de sus lóbulos, también sobre une hemorragia, no estaba seguro. La única certeza que tenía era que había sufrido un accidente terrible, que su estado era realmente malo. Muchos de sus huesos resultaron rotos, de una forma desastrosa y había muerto, solo por unos cuantos segundos, sin embargo su vida se apagó. Cada vez que pensaba en eso sentía escalofríos, hasta ahora todo lo que venía a su mente era un destello y trazos de una angustia tan profunda que se enterraba en su alma, nada más. Tenía miedo ¿Podría recordar alguna vez? Tal vez si, quizá no.


Sus posibilidades eran tan buenas como malas y no podía ser más desesperante y aterrador para Kei...no podía ser más solitario.


— Necesitas tener paciencia, Kei...— su hermano le acunó el rostro, a veces sentía que le hablaba como si se tratara de un niño; lo molestaba...lo hacía sentir tan frágil — Todo va a volver poco a poco, entiendo que puede ser frustrante para ti, pero estoy contigo.


— ¿Siempre?


— Siempre — le sonrió. No quería ser una molestia, no quería tener que depender de él; sabía que su hermano tenía una familia y un trabajo del cual ocuparse. Pero era lo único que lo devolvía a su centro o tal vez...quizá no y miró hacia el pasillo donde Kuroo había desaparecido momentos atrás. Él también, de una manera que le resultaba inquietante, de una forma que era cada vez más y más caótico...que le asustaba y que a su vez se sentía bien — Vamos a sentarnos ¿Si? Un poco del té que te gusta podría ayudarte a refrescar la memoria y a calmarte un poco.


— Aun no, estoy...estoy bien — volvió a avanzar. La pierna también le dolía un poco, cojeaba, pero al igual que su brazo, era más fácil moverla gracias a la rehabilitación. Fueron semanas muy duras también, sin embargo tenía la impresión de que nada había terminado todavía.


Había solo un par de fotografías sobre la mesa de centro, él mismo en lo que parecía ser un viaje que claramente no podía recordar y ¿Su boda? Los dos estaban ahí con trajes ceremoniales. Parecía tan joven ¿Qué edad tenia? ¿Akiteru lo había dicho antes? Kuroo parecía mucho mayor que él. No le habían explicado demasiado. Su hermano temía alterarlo y era más discreto de lo que podía soportar, pero después de ver esto no podía albergar demasiadas dudas y el corazón se le apretó, y sin conocer exactamente el motivo, sintió que quería llorar.


Por esa solitaria mirada...por quien parecía ser solo un niño.


— Solo tenías dieciséis años — habló Akiteru al mismo tiempo que se permitía tomar la foto aun entre las manos del rubio menor, parecía triste, le temblaron los labios y nuevamente Kei sintió pesar — Debí haber estado ahí, siempre pensé...siempre sentí...siempre, pero...— se mordió el labio inferior, apretó los párpados y volvió a mirar aquel retrato esta vez con dolor — Ha esas alturas...ya no...y tú...no era tan fácil.


Llegó tarde. Cuando la noticia llegó a sus oídos ya todo estaba en marcha, no había un retorno y no pudo hacer más que resignarse y bajar la cabeza. Estaba tan frustrado consigo mismo por haberlo dejado solo tanto tiempo, por no haber podido protegerlo mejor. A sus ojos Kei solo era un niño y debió haber estado muy confundido, todo sucedió tan rápido y tuvo que enfrentarse a más de lo que habría estado preparado, a más de lo que alguien tan joven debería.


— ¿Aki? — le sonrió con tristeza, ni siquiera sabía cómo comenzar a explicárselo todo. No había encontrado la manera correcta en todo este tiempo, pero sabía que era inevitable, que había información que iba a llegar a Kei lo quisiera o no — ¿Hay algo que quieras decirme?


— Aun no — su hermano devolvió el retrato a su sitio y Kei lo siguió con la mirada.


— ¿Aun...? — ¿Por qué? ¿Por qué siempre se sentía como si su hermano estuviera midiendo sus pasos con él? ¿No se daba cuenta de lo frustrante que era? Si tenía que decir algo solo tenía que hacerlo, sin embargo, comenzaba a sentir que ya no estaba tan seguro sobre si quería escucharlo...que era posible que no fuera bueno para él — Está bien...


Suspiró. La verdad era que se sentía un poco extraño desde que había llegado a ese departamento. Era increíble, pero resultaba en una sensación distinta para Kei, algo curioso que lo hacía sentir un poco afligido, confuso, inquieto y algo ansioso. No sabía exactamente qué era lo que estaba pasando con él, no era un sentimiento nuevo, pero si había algo distinto y a veces tenía la impresión de que alguien más podría aparecer en cualquier momento o de que estaba esperando a que lo hiciera.


No tenía ningún sentido para el rubio, pero no podía deshacerse de esa inquietud y mientras examinaba el elegante mueble de cristal negro que sostenía al televisor, descubrió un pequeño retrato en la zona del fondo. Entonces, de pronto, se sintió como si la tierra bajo sus pies se partiera a la mitad y la sensación de caída libre le abrió un hueco en el estómago.


— ¿Quién...?


Estiró la mano y lo tomó con temor, los dedos le temblaban de la misma forma que lo hacían sus rodillas. Su corazón no había latido tan fuerte desde hace un tiempo, no podía respirar y su aliento le había hecho un nudo en la garganta ¿Quién? ¿Kuroo? Eran tan parecidos que no habría tenido una sola duda, que su rostro había cruzado por su mente como una imagen fugaz, pero no ¿Verdad? Y al mismo tiempo que esa idea se transformaba en una certeza, una punzada le atravesó el corazón.


Lo que sus ojos estaban viendo era a un niño, pequeño y sonriente. Debía tener unos cinco o seis años, sostenía un camión de bomberos con una mano, extendida en la dirección de quién tomaba la fotografía. Ese ligeramente ondulado cabello oscuro bailaba al viento, el beso del sol caía sobre esas rosadas mejillas redondeadas, sobre la luz de su rostro. Era tan dulce. Le brillaban los ojos, como preciosas gemas doradas, como las más destellantes y perfectas que jamás hubiera visto.


Tan similares a los de la pintura que había visto antes, a aquellos que había visto frente al espejo una y otra vez. El mismo color, la misma forma.


— ¿Mitsuki? — susurró.


Se le llenaron los ojos de lágrimas. No podía respirar ¿Qué estaba pasando aquí? Le fallaron las piernas y calló de rodillas al suelo, ignorando la punzada de dolor que eso le provocó. Le dolía el pecho. Gritaban sus ideas como un enjambre furioso. Hiperventilaba. Le dolía la cabeza y comenzaba a sentirse mareado. Su visión y sus sentidos transformándose en una mezcla confusa. Tenía que haber una explicación para esto, algo, cualquiera y su cuerpo se estremeció impulsado por la frenética necesidad de encontrarla, de entender esto.


— Lo llamaste por su nombre ¿Lo recuerdas? Lo recordaste ¿Verdad? ¿Sabes quién es? — Akiteru estaba frente a él ¿Desde cuándo? Le sostenía los hombros, pero no podía sentirlo y aun así, otra vez...la misma forma de esos ojos y un color similar, justo frente a él ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? — ¿Recuerdas a Mitsuki?


— ¿Qué...? — ¿Había dicho algo? ¿Qué era lo que su hermano había dicho? ¿Por qué solo quería llorar? — ¿Quién...? — no recordaba haber hecho algo como eso ¿Qué estaba pasando? Estaba asustado y se apretó la garganta con una mano buscando desesperadamente deshacer el nudo que se había formado en esta, clamando por el cada vez más escaso oxígeno y se aferró a esa fotografía sin conocer la razón, deseando desesperadamente comprender las emociones que eran un caos.


Sollozó. Quería algo de silencio, necesitaba calmarse un momento. Era todo frenesí. Como si estuviera en caída libre, como si no tuviera nada más que esa fotografía a qué aferrarse incluso cuando su hermano estaba frente a él y lo llamaba desesperadamente ¿Por qué? ¿Por qué su no estaba llegando a él? ¿Por qué no podía respirar? ¿Qué estaba pasando? ¿Quién era ese niño? ¿Por qué lo había hecho sentir así?


¿Por qué? ¿Por qué, en un recóndito lugar en su pecho, más allá del miedo y la ansiedad, podía sentirlo como suyo?


*****


Kuroo estaba tratando de guardar la distancia del rubio, pero había sucedido algo que no esperaba. No estaba tan seguro de los detalles, cuando salió nuevamente a la sala de estar Kei estaba llorando y apunto de una crisis nerviosa. Creyó que se había asegurado de guardar todas las fotografías de su hijo, no tenía idea de que hubiera pasado por alto la que él había descubierto. Debió haber sido más meticuloso.


Había acordado con su hermano que iban a hablarle poco a poco sobre esto. Kei no lo había tomado muy bien durante el embarazo y parecía que ahora tampoco había sido el caso. No le extrañaba en absoluto, pero no le gustaba que aún estuviera aferrándose a ese retrato.


— Llámeme si algo vuelve a suceder.


— Claro...gracias por venir tan rápido.


Kuroo despidió al médico que Akiteru había llamado y suspiró después de cerrar la puerta. Lo miró. Estaba recostado sobre el sofá, su hermano arrodillado frente a él, dormía, parecía que se había golpeado la rodilla antes. En otro momento no sería motivo de preocupación, pero en su condición actual, debió haber sido muy doloroso. Notó algunas lágrimas aún humedeciéndole las pestañas cuando se acercó por la parte de atrás. El rubio mayor le acariciaba el cabello con ternura.


— Lo recordó, recordó a su hijo...lo llamó por su nombre — sonrió el rubio mayor, el entusiasmo en su mirada era claro, acarició el rostro durmiente de su hermano — Es una buena señal...él ha estado preocupado por no poder recordar, pero esto...creo que podría...


— El médico dijo que iba a ser difícil — lo interrumpió el moreno. Hasta donde sabía esto solo podría haberse tratado de una confusión, a Kei nunca le importó demasiado su hijo...no más allá de los beneficioso que podrían traerte tenerlo de su lado. Ese fue otro error para Kuroo, uno que no quería volver a cometer — Tu también estabas ahí — y hasta donde sabían, podría recordarlo todo tanto como no podría hacerlo jamás.


— También estaba aquí — Akiteru lo miró — Y sé que fue lo que escuché, Kei recuerda a su hijo, lo recuerda.


Kuroo apretó los labios y los puños, entonces dirigió la mirada al aún durmiente rubio. Parecía tan sereno y tranquilo, alguien tan frágil e indefenso que el estómago se le apretó al mismo tiempo que un nudo se le formaba en el estómago ¿Ahora qué? ¿Qué? No estaba seguro de que quisiera sentir nada por Kei, no quería hacerlo, pero habían sido muchos años.


— Bueno, si lo hizo o no...supongo que vamos a descubrirlo más tarde.


— No pareces muy entusiasmado con la idea ¿No crees que sea bueno para ustedes?


Kuroo se encogió de hombros, Akiteru debía saber tan bien como él, que ya no existía un "nosotros" entre ellos. Sus planes no habían cambiado, esto solo era un desagradable retraso, nada más — Estoy tratando de ser realista.


Y nadie conocía mejor que él la realidad de lo que su relación alguna vez fue.


— No se parece mucho al Kei que conocíamos ¿Verdad? — dirigió la mirada hacia el rubio y se permitió limpiar una pequeña lágrima con el dorso de dos de sus dedos, entonces volvió a acariciarle el cabello. La mirada que siempre le había dedicado no había cambiado, ni antes o ahora — Es como antes...un poco tímido y dulce, parece como si hubiera vuelto a ser un niño...es un poco duro ¿No crees?


El moreno forzó a una de las comisuras de sus labios a arquearse ligeramente, no estaba pensando mucho en eso en realidad. Durante todo el tiempo que pasó visitándolo en el hospital, todo lo que Kuroo veía en los ojos de Kei era la misma persona que lo había traicionado. Lo que sentía por él no había cambiado...desgraciadamente no lo había hecho en más de un sentido.


— No lo sé, supongo que solo está tratando de adaptarse...dale tiempo — entonces iba a volver a ser lo mismo que antes. Las personas no cambiaban tan fácilmente y aunque Kei había perdido sus recuerdos, su esencia estaba ahí — Solo dale tiempo.


— Tal vez, si hubiéramos permitido que Mitsuki lo visitara...


— Un hospital no es un sitio para un niño — Kuroo suspiró, se sintió como si su voz hubiera parecido un poco brusca — Habíamos decidido que lo mejor era no alterarlo, ya lo viste...Kei no está tan bien emocionalmente y podría haber tenido otra crisis.


Akiteru lo miró en silencio por unos segundos y Kuroo hizo lo mismo sin titubear o dudar. Conocía al rubio mayor desde hace mucho tiempo, su relación no era especialmente buena y debía saber muy bien todo lo que había pasado, como se sentía con respecto a toda esta desagradable situación y lo que esperaba de esta. No necesitaba fingir que le importaba.


— ¿Todavía no has cambiado de opinión?


— Nada ha cambiado.


No quería tener que fingir que nada estaba sucediendo. Kei era su pareja y lo quisiera o no, estaba obligado a cuidarlo, sin embargo no lo estaba a tener que soportar esta situación eternamente. Esto solo había retrasado sus planes, nada más.


— ¿Crees que lo conoces? — mustió el rubio, tenía el ceño fruncido y la mirada cubierta de acusación — Hay cosas que no sabes y cosas que no puedes entender...puedes creer que lo sabes todo, pero la verdad es que tú nunca lo viste de verdad.


Kuroo ahogó una carcajada ¿Era esto alguna clase de broma? No era graciosa — He visto suficiente de él, créeme — a estas alturas no podía ser engañado tan fácilmente — Estás perdiendo el tiempo, deberías saberlo tan bien como yo — sin embargo Akiteru podría tener razón en algo; no conoció a Kei, al verdadero Kei, hasta que ya fue muy tarde y de verdad deseaba lamentarlo.


— No es así, Kei siempre...


— ¿Aki? — el moreno se tensó y el rubio mayor parpadeó y su mirada fue en búsqueda de la aletargada de Kei de inmediato — Me duele la cabeza — el menor apretó los párpados e hizo una mueca de dolor, trataba de moverse suavemente, sin embargo detuvo sus movimientos en cuando reparó en la fotografía entre sus brazos.


La miró. La hizo por largos segundos en los que no sabía que pensar, en los que sus emociones iniciaron una revolución de sensaciones que aún no era capaz de comprender del todo y nuevamente, lo invadió el deseo de llorar. Percibió dolor, uno que iba más allá de algo físico y un pesar tan grande que le apretó el corazón.


— ¿Él está bien? — miró a su hermano, luego a Kuroo y bajó nuevamente hacía aquella fotografía, esa pequeña radiante sonrisa tenía algo que lo hacía sentir extraño. Sentía cosas que lo asustaban, pero que a su vez despertaban una parte dormida en él. Este niño era suyo ¿Verdad? No estaba dudándolo — ¿Está bien?


Se le llenaron los ojos de lágrimas. Por favor ¿Por qué no estaba ahí? ¿Por qué no había ido a verlo una sola vez? Sollozó ¿Ese pequeño niño estaba a bien? Lo estaba ¿Verdad? Entonces ¿Por qué nadie estaba diciéndole nada? ¿Por qué le dolía tanto el corazón? ¿Por qué sentía que estaba rompiéndose? Por favor. Por favor. Por favor.


— Esta bien, Kei...no te preocupes, tu hijo es el niño más dulce que jamás he visto — Akiteru le acunó el rostro con una mano, permitiéndose limpiar sus lágrimas con el dedo pulgar y apretarle la otra suavemente — No llores ¿Si? Todo está bien con él...tiene seis años ahora y le encanta dibujar, es un gran artista.


— ¿Mi hijo...? — jadeó. Si ¿Verdad? Sonrió con incredulidad, entonces se llevó los dedos a los labios, tratando de descubrir de que se trataba ese dulce sabor — ¿Tengo...? — ¿No se trataba de alguna especie de extraño sueño? Era demasiado irreal para él, demasiado confuso. Todo en él era un continuo de emociones. No estaba llegando a un acuerdo consigo mismo, pero sabía que estaba llorando, le dolía el corazón, se estaba cayendo a pedazos. No entendía nada, sin embargo no estaba dudándolo...ese dulce niño era suyo y Kei moría de ganas de verlo al menos un segundo — ¿Dónde...dónde está? ¿Fue a la escuela o...?


— Está quedándose con mis padres — respondió el moreno — Los dos llevamos una vida muy agitada y no podíamos cuidarlo apropiadamente — la vida marital que ellos llevaban tampoco era demasiado apta para un niño tan pequeño y había situaciones que jamás se habría perdonado hacerle presenciar. Dolía, pero esto era lo mejor para él...la influencia de Kei no era buena.


— Pero si ya estoy aquí, creo que podría ocuparme...


— No lo creo — respondió secamente, Kei jamás lo hizo — Mitsuki es un niño algo enfermizo y tú no estás en condiciones de cuidarlo, dejarlo contigo es lo mismo que dejarlo solo...concéntrate en descansar.


El rubio bajó la cabeza. Quería verlo, pero Kuroo debía tener razón ¿No? Estuvo hospitalizado por varios meses, su condición era terrible, aún no era del todo buena aunque podía moverse. No estaba seguro de cómo debía tratar con él o si podría atenderlo como debería, tal vez estaba precipitándose, ni siquiera lo recordaba. No quería herirlo diciéndole algo como eso, no quería que se pusiera triste, sin embargo él debía extrañarlo ¿Verdad?


Lo había dejado solo por tanto tiempo y Kei sentía que se moría de ganas de verlo, que estaba bien si podía hacerlo al menos un segundo...incluso si solo podía hacerlo de lejos estaría bien para él.


— Si puedo verlo al menos una vez, puedo moverme y si me dices dónde...


— No estás en condiciones para algo como eso, Kei — insistió, Kuroo. Ya había dicho que no y haría bien si dejara de tratar de convencerlo con sus lágrimas, su hijo estaba bien dónde estaba — Necesitas ser más consiente de la situación en la que estás, no puedes...


— Puedo traerlo — interrumpió el rubio mayor, este lanzó una corta mirada fugaz al moreno antes de volverse en dirección a su hermano — ¿Eso te gustaría? — le apretó la mano, Kei estaba temblando un poco. Odiaba verlo así de frágil y desesperado — Él también te ha extrañado, pregunta todos los días por ti y siempre lleva con él el conejo de felpa que le regalaste...es su tesoro, lo cuida demasiado.


— ¿De verdad?


— Por supuesto, te juro que vas a enamorarte de él cuando lo veas — Kei jadeó, una pequeña sonrisa en su rostro. Le gustaba lo entusiasmado que parecía, sin embargo también parecía algo triste, sus ojos, no brillaban tanto como antes...como si también sufriera. Se dirigió a Kuroo — No creo que tengas objeción ¿Verdad? Voy a estar aquí todo el tiempo.


Kuroo se cruzó de brazos y Kei notó al moreno apretar suavemente los dedos sobre sus antebrazos, lo tensó que parecía — No, voy a hablar con mi madre más tarde para hacérselo saber...el fin de semana debería estar bien ¿Estás de acuerdo? Si Mitsuki se siente cómodo podría quedarse a dormir como antes.


— Si — Kei sonrió un poco más ampliamente, apretaba el retrato contra su pecho — Es...solo un par de días más ¿Verdad?


— ¿Estás emocionado? — preguntó su hermano, le ofrecía un pañuelo para limpiar sus lágrimas.


— Creo...creo que sí...— el corazón estaba latiéndole muy rápido. Estaba asustado, no estaba seguro de que pudiera saber que hacer llegado el momento ¿Qué debería decirle? ¿Cómo debería hacerlo? ¿Si lo odiaba? Tal vez era cierto que no era el momento indicado, le dolía el corazón cuando pensaba en él, aún estaba en shock y muy confundido con sus propias emociones. No sabía que pensar, pero quería verlo tanto...y ese sentimiento también estaba en su pecho.


Sentía que lo quería con tal desesperación que resultaba doloroso.


— Supongo que ustedes tienen mucho de qué hablar todavía — Kuroo se pasó los dedos entre el cabello, comenzaba a sentirse cansado. Esto estaba destinado a no tener sentido, al final de cuentas Kei siempre tenía lo que quería — En un par de horas la persona encargada de cuidar del departamento debería estar aquí para presentarse contigo, puedes pedirle lo que sea que necesites...todavía hay algunas habitaciones que creo que querrás visitar, el médico que vino a verte hace rato dijo que debías tomar las cosas con calma — tomó su móvil del interior de su chaqueta y comprobó la pantalla — Ve el televisor, toma una siesta o lo que sea que te mantenga ocupado mientras descansas...


— Suena como si estuvieras a punto de marcharte.


— Si — Kuroo devolvió su teléfono móvil al interior de su chaqueta, volvió a suspirar — Recibí una llamada hace rato, hay algunas cosas que necesito solucionar...no creo que yo sea necesario aquí por ahora, tu hermano va a quedarse contigo hasta la noche, puedes hablar todo lo que quieras con él...debes tener varias preguntas sobre Mitsuki.


— Es verdad, pero...— no se sentía como si Kuroo estuviera escuchándolo o como si quisiera permanecer en el departamento. A penas habían hablado y a penas lo había mirado durante todo el camino. Era una persona ocupada, manejaba una gran e importante compañía, esto debía ser normal y necesitaba ser más comprensivo, pero no quería sentir que estaba siendo evitado — ¿Cuándo vas a volver? También quisiera que pudiéramos hablar...y estaba pensando que tal vez podríamos en la cena...solos.


— No lo sé, estamos trabajando en algo muy importante...y comenzamos a entrar a una etapa complicada — dijo. Devolvía a su sitio uno de los botones de su chaqueta — Por ahora deberías centrarte en descansar y recuperarte...tendremos tiempo suficiente para hablar cuando sea el momento, no tienes que preocuparte por eso.


Kei forzó una sonrisa, pero no suprimió la decepción en su mirada — ¡Oh! Entiendo...estas muy ocupado — el moreno no respondió, ni siquiera había dejado de moverse en todo este tiempo. Estaba caminando hacia la puerta, ya ni siquiera estaba seguro de que él estuviera escuchándolo, precia apresurado por marcharse. Lo que debía hacer era muy importante ¿Verdad? una emergencia tal vez — Que te vaya...bien y...nos vemos — susurró a una elegante puerta que pareció detener a sus palabras y a un silencio ausente y hueco.


No había mucho que pudiera hacer, se trataba de su trabajo. El rubio creía entender cuán importante era, no podía ser egoísta o caprichoso y pedirle que lo dejara. Kuroo estaba en lo cierto, su hermano estaba aquí y había muchas cosas de las que quería hablar con él; prometió enseñarle su álbum de fotos. Podría hablar con el moreno después, ya tendrían tiempo suficiente para hacerlo, no necesitaban precipitarse.


Estaba bien, lo entendía, pero ¿Quién calmaba el dolor de su pecho? ¿Qué podía hacer para calmar la aflicción de la que su corazón fue presa? ¿Qué era lo que podía hacer con esta terrible sensación de soledad? Con la ausencia de esta persona y el anhelo que despertaba en su alma ¿Qué?


*****


 Kuroo se masajeó la nuca al mismo tiempo que salía a la recepción del edificio. Tener que ver a Kei por más de media hora en el hospital ya era lo suficientemente estresante, sin embargo tendría que soportar su constante presencia en su departamento. No tenía idea de cuánto tiempo había pasado, una hora quizá, y la idea de alejarse de él se había plantado en su mente como un constante foco rojo.


Suspiró. Debería estar en la oficina en al redor de diez minutos. Lo que tenía que hacer no era tan importante o se trataba de algo urgente, cualquier otra persona podría solucionarlo. Había adelantado un poco de trabajo por lo que podía permitirse tomarse el resto del día para descansar u ocuparse de asuntos personales, sin embargo no creía que pudiera tener un instante de serenidad con Kei alrededor. No quería tener que ver su rostro al menos por ahora, ya podría encontrar una forma de adaptarse más tarde o de encontrar un ritmo lo suficientemente soportable hasta que todo esto terminara.


Afortunadamente era cierto que estaba muy ocupado, esta iba a ser una temporada frenética y muy difícil, sin embargo no podía deshacerse ese malestar estomacal. No tenía que justificarse, estaba haciendo lo que debía y lo sabía bien, pero odiaba las mentiras y aun así no se trataba solo de eso...era Kei, era su rostro, era su mirada y las malditas palabras de su hermano, atormentándolo, torturándolo y persiguiéndolo. Le hacía daño, lo hería.


Tuvo suficiente de esto, de él, de ellos, Kuroo solo quería que terminara y estaba determinado, sin embargo nada estaba desarrollándose como esperaba. Era desesperante, tanto que estaba ahogándolo, que lo asfixiaba.


Gruñó, sin embargo sus pasos, que ya eran apresurados se detuvieron abruptamente, justo en el último segundo y con ello Kuroo frenó lo que podría haber sido una desagradable colisión — Disculpe — retrocedió un paso al mismo tiempo que se apretaba las sienes con la mano, estaba perdiendo la calma otra vez, Kei era la única persona que podía conseguir algo como esto. Siempre, en una forma que no podía controlar y que a veces lo consumía...como si se tratara de veneno — No estaba viendo por donde iba.


— No, no...fue mi culpa — aquel chico sonrió nerviosamente y también retrocedió un paso — No debí haberme quedado aquí parado, lo siento.


— No, está bien.


Kuroo continuó con su camino después de despedirse de aquel chico con un movimiento de cabeza. Lo miró por el rabillo del ojo sin mucho interés una vez estuvo frente a su auto; seguía ahí parado, mirando a lo alto del edificio departamental como si fuera lo más interesante del mundo. No le importaba, pero una parte de él sintió que se trataba de un rostro familiar. Trataba con muchas personas distintas todos los días, sin embargo pocas personas tenían un color de cabello tan inusual como el suyo ¿No había sido ese quien había hecho aquel retrato de Kei? El rubio estaba encantado y tenía que admitir que tenía talento, pero en este mundo el talento tampoco era suficiente.


Lo miró una última vez, no se había movido de ese sitio, no podía entender que era tan interesante. Quizá estaba ahí para trabajar con alguien, no importaba mucho, no era su asunto y se subió al auto arrancándolo sin pensar más en una persona cuyo rostro probablemente volvería a olvidar en unas cuantas horas. El camino que estaba tomando para ir a su oficina era un poco diferente de lo usual, no estaba pensando demasiado, su mente de pronto había entrado en un agradable estado de calma y silencio carente de ideas y pensamientos.


Sonrió. No estaba prestando atención, de verdad no estaba haciéndolo. Aquella vez también fue igual, quería un paseo largo que lo ayudara a volver en sí mismo. En ese entonces ya estaba más allá de su límite, estaba cansado y roto. Sin una sola pizca de energía para nada más. Había perdido el camino y a sí mismo, sin embargo lo encontró a él; Akaashi. En un modesto restaurante ubicado cerca de un frondoso bulevar cubierto de altos árboles. El viento corría como si emulara a sus emociones aquella tarde de otoño, su auto se averió justo frente a ese lugar. Fue un problema, ya estaba lo suficientemente molesto, afortunadamente no había olvidado su teléfono móvil o lo habría hecho mucho peor.


Aun así todo era un desastre y no estaba seguro de que pudiera ser un cliente agradable, sin embargo estaba comenzando a llover y comenzaba a sentir que necesitaba un trago...sin embargo ese chico lo forzó a tomar café.


Incluso ahora recordaba todos y cada uno de sus argumentos, pensaba que ya nada podía ser peor hasta que se topó con esa persona tan desagradable. Supuso que la primera impresión que Akaashi tuvo de él tampoco fue muy buena, la segunda tampoco, tuvieron un choque inusual esa tarde, nadie le había habado así hasta ese momento. Desafortunadamente no había espacio para estar impresionado por nada, no estaba en su mejor forma, pero sin advertirlo, esa persona lo había devuelto a sus sentidos.


Lo hizo incluso si Kuroo no fue consciente de ello, incluso si no tuvo idea de cuando fue el momento exacto en el que se perdió en sus ojos...en ese precioso ópalo azul cubierto de brillantes estrellas de colores.


— Hola...— Akaashi volteó en dirección a los pocos comensales que aún se encontraban en el local y se aproximó rápidamente en su dirección —  No dijiste nada de que vendrías cuando llamaste esta mañana — Kuroo le dió una mirada de disculpa, lo lamentaba, no quería importunarlo o involucrarlo en un escándalo que pudiera dañarlo. Mantenían la distancia en público por ese motivo, pero necesitaba verlo — Vamos por aquí.


Le tomó del brazo, fue muy discreto, sin embargo la firmeza de su agarre, su calor y el aroma del perfume de Akaashi hicieron a Kuroo sonreír. Le gustaba cuando trataba de fingir que no estaba feliz, enmascaraba perfectamente bien su expresión, sin embargo le brillaban los ojos de tal forma que incluso el cielo nocturno palidecería ante su belleza. Sonreía discretamente, trataba de ocultarlo por todos los medios posibles, sin embargo, lentamente, se le teñían las mejillas de un suave rosa.


— Hoy estás precioso — susurró Kuroo, Akaashi lo miró por el rabillo del ojo, esta vez sin poder contener su sonrisa — ¿Te enojaste conmigo?


— No, pero...— Akaashi cerró la puerta detrás de él, no era la primera vez que estaba en esa pequeña oficina, solía ayudarlo a veces con la contabilidad. Era tan acogedor como lo recordaba — No se supone que deberías estar aquí hoy.


Se aproximó a él, sus dedos le rozaron el rostro mientras que su otra mano tomó la del moreno. Le besó el dorso y se acercó tímidamente a sus labios, pidiendo su permiso para probarlos y deleitándose de cada lento segundo de ansia antes de saborear esa dulce miel — Estoy justo donde quiero estar.


Akaashi bajó la cabeza. Dudaba, siempre lo hacía; Kuroo sabía que esto no era muy cómodo para él, sabía que esta situación no le gustaba demasiado y lo entendía. Era lo mismo para él, pero no estaba mintiéndole, era aquí donde quería estar y no habría cambiado nada de lo que sucedió entre ellos hasta ahora.


— Te ves un poco cansado ¿Día difícil? — el menor le peinó gentilmente el cabello con los dedos, su otra mano le acunó el rostro mientras que Kuroo se permitió sostenerlo de la cintura. Lo besó, pequeños roces castos que lentamente encendieron un ansia intensa — Hoy no vamos a cerrar temprano, alguien reservó el lugar hasta las diez, lo siento.


— Está bien, no ha sido tan fácil, pero...siento que puedo hacerlo mejor cada vez que te veo — tiró de él, sus cuerpos se tambalearon torpemente hacia atrás. Solo por un par de pasos, hasta que Kuroo hizo girar a Akaashi, entonces una de sus manos se deslizó por la zona de los muslos y lo hizo sentarse sobre el escritorio — Tenerte así es todo lo que necesito — lo besó, esta vez la comisura de sus labios y lo estrechó entre sus brazos al tiempo que el moreno menor lo acunaba entre sus suaves muslos — ¿Cansado? ¿También fue un día difícil?


Akaashi gruñó, su cabeza se encontraba apoyada contra el hombro de Kuroo y sus manos se aferraban a su pecho — Ahora es más tranquilo, pero la mañana fue algo frenética...uno de los meseros se reportó enfermo y tuvimos que arreglarnos como pudimos.


— ¿Quieres descansar un rato?


— No puedo ¿Te dije antes que alguien reservó el local hasta las diez? — susurró, Akaashi parecía estar dormitando. Había trabajado muy duro, pero no podía imaginarse persuadiéndolo para descansar; era demasiado correcto y responsable — No es algo que hacemos, pero una pareja quiere celebrar su compromiso...aquí fue donde se conocieron, pensaba en rechazarlos, pero pensé en nosotros y...no sé...no pude.


Kuroo sonrió, esta era una coincidencia muy agradable — Hoy también estaba pensando en nosotros...y me di cuenta de que te quiero más de lo que creía.


Akaashi separó suavemente los párpados, lo miró con timidez — No deberíamos hablar de esto todavía...no quiero soñar ¿Si? Si algo pasa, al menos quiero tener...


— Te quiero — le dijo Kuroo. Le sostenía la barbilla con una mano, quería que lo mirara a los ojos, que sintiera en ellos todo lo que despertaba en él, toda la fuerza de sus sentimientos. No estaba mintiéndole, tampoco estaba tratando de engañarlo o de burlarse, jamás. Akaashi era aquello que lo hacía sentir bien incluso cuando todo parecía estar mal, la sonrisa que jamás advirtió y sus sueños para el futuro — Sé que tienes razones para dudar, nada está saliendo como yo esperaba...pero, por favor cree en mí — se inclinó para unir sus frentes — No quiero tener que hacer promesas, lo que quiero para ti no se trata de eso; Akaashi, sueño con una vida entera...y que estés en cada instante de esa...y sueño, deseo con toda el alma que podamos hacer esto juntos.


La expresión del moreno se tiñó de aflicción — Creo...que tal vez habría sido mejor que jamás nos conociéramos, pero...— él le acarició el rostro, sus ojos estaban llenos de lágrimas contenidas, le humedecían las pestañas. A Kuroo le dolió el corazón, como un sentimiento tan profundo que también le atravesó el alma, que fue la muerte para él. Odiaba verlo así, lo odiaba tanto que no podía soportarlo, que solo quería estrecharlo...llevárselo lejos, a un lugar solo para los dos — Te quiero...quiero, quería creer...o tal vez lo sé, que...— cerró los ojos, su mano se deslizó por el cuello de Kuroo en una caricia lenta y suave, buscó su corazón, percibió sus latidos y sonrió, con una triste alegría — Que podemos hacerlo juntos...y a veces...el que no tenga dudas sobre eso me asusta.


Kuroo le sonrió, el menor lo hizo de vuelta y lo estrechó entre sus brazos. A él también le asustaba, igual que Akaashi, quería mantenerse consiente de la gravedad de su relación, pero también era maravilloso ¿No? Que pudiera olvidarse del mundo entero, que pudiera sonreír y sentir con todo el corazón, que vibrara, que quisiera gritar como un loco, que fuera euforia, que se transformara en locura...era de verdad increíble.


Todo lo que quería era proteger ese pequeño mundo, como a lo más precioso que ya era para él. Por esa razón tenía que hablar con Kei lo más pronto posible y poner todas las cartas sobre la mesa. Tal vez Yaku tenga razón y esta nueva versión suya podría llegar a ser más maleable, tendría que ir con cuidado, sin embargo no estaba dispuesto a permitirse detenerse por nada.


No cuando estaba cada vez más cerca de hacer ese dulce anhelo realidad.

Notas finales:

>3< Gracias por leer >3<


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