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Draco's Plan por JennVilla

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Draco odiaba a Moody.

Recordó su intenso rencor hacia ese mequetrefe cuando Pansy, bromeando, le había llamado Huroncito esa mañana.

Todo había empezado por una estúpida pelea con Potter y Weasley, a inicios de ese año. Él ni siquiera había dicho nada, sólo andaba por ahí cerca -como siempre que se trataba del Cuatro Ojos- y luego se vio convertido en hurón por ese estúpido ex-auror.

Gracias a la Urraca de McGonagall, pudo regresar a su forma normal y levantándose dignamente, como un buen Malfoy, dirigió una mirada de odio puro directamente al ojo mágico de ese loco y se encargó de dejarle en claro que su padre se iba a enterar de eso.

Luego, había esperado pacientemente a Avery en su Sala común y cuando este entró, riéndose con los demás, Draco le lanzó un Venereum que lo dejó aullando toda la tarde, ganándose las sinceras felicitaciones de Theo.

A fin de cuentas, todo había sido culpa de Avery-maldito-sea. Por lo que Draco había alcanzado a escuchar, Avery había insultado a la madre de Weasley, y Potter, inteligentemente, le había devuelto el insulto hacia la madre del Slytherin. Así que Avery, siendo Avery, quiso lanzarle un hechizo a traición a Potter mientras este se alejaba, pero Moody dándoselas de héroe, quiso darle una lección, convirtiendo accidentalmente a Draco en hurón.

Draco había estado furioso, muy pero muy furioso, pues todos se habían burlado de él. Bueno, a excepción de Blaise, Theo y el mismo Potter; cosa que no pudo más que alegrarle un poco la vida pues al parecer, Potter no era tan tonto como para ver algo gracioso en que Draco recibiera lo que era para Avery.

Así que haciendo un buen uso de la posición de Heredero de la familia Malfoy, mandó a su lechuza Orión con una breve nota a su padre esa misma tarde.

Al día siguiente, su padrino había irrumpido en la habitación, llevándose a Draco para la oficina de Dumbledore. Draco se dejó llevar como un corderito inocente, y como la injustificada víctima que era.

Cuando llegaron a su destino, vieron a McGonagall, Dumbledore, Moody, Avery y a un Lucius Malfoy mucho más furioso de lo que podría verse el propio Draco alguna vez.

El rubio menor, aún con su pijama, levantó el mentón orgullosamente y miró a Moody con una clara mueca de arrogancia tipo: te has metido con el hijo de Lucius Malfoy, atente a las consecuencias.

Mientras tanto, su querido padre empezaba a amenazar a todo el mundo y a decir que quería a Alastor Moody fuera de Hogwarts, y que si no era mucho pedir, en Azkaban.

Dumbledore, viejo loco, trataba de tranquilizarlo junto con la Urraca.
Moody estaba en una esquina muy quieto, pero su ojo mágico observaba todo en la habitación. Severus, se veía que trataba de contenerse pero luego de un comentario del anciano, exclamó que en todo caso, Potter había empezado y que merecía al menos uno de los viejos castigos de Filch.

La Urraca le recriminó la falta de seriedad y Avery tembló imperceptiblemente mientras se rascaba los huevos producto de lo que Draco le había hecho el día anterior. Ese imbécil, inteligentemente, había decidido no delatarlo y sólo por eso, fue que Draco no dirigió todo su enojo hacia él. A fin de cuentas, fue Moody él que lo convirtió en hurón.

Todo se solucionó con detención para Avery con Severus y la Urraca, y puntos de menos para Gryffindor y Slytherin. También una disculpa forzada de Moody para Draco, y por qué no, para el propio Lucius, y una alegre invitación de Dumbledore a comer unos tontos caramelos que hicieron pensar a los dos Malfoy que definitivamente ese viejo había perdido la cabeza.

Ya en las habitaciones privadas de su padrino, y con las tripas rugiéndole del hambre, Lucius lo miró atentamente para luego decir:

—Espero, Draco, que seas lo suficientemente inteligente para ver que Moody se ha convertido en alguien muy sospechoso y peligroso.

—Es sólo un tipo loco, padre.

—Draco —intervino Severus—, tu padre tiene razón. Por muy loco que sea, Moody siempre ha hecho las cosas bien... aunque sus métodos no sean los mejores. En todo caso, eso de que haya elegido hechizarte a ti, en vez de al señor Avery da mucho que pensar.

— ¡Pues que ese estúpido Ojo Mágico no le sirve! ¡Eso es! —explotó Draco.

—Compórtate. —dijo su padre con voz suave y peligrosa. Draco le obedeció de inmediato.

—Draco, hay algo que se me escapa de ese hombre pero aún no logro verlo —continuó Severus—. Moody es peligroso y al parecer no nos tiene en buena estima, a tu padre y a mí. Déjame averiguar más y mantente alejado de él. Haz el mayor esfuerzo por pasar bien sus clases, pero no te metas con él.

—Creen que-

—No te adelantes, hijo. Pero tampoco confíes en nadie —contestó Lucius—. Y vigílalo con disimulo. Cuéntale todo lo raro que veas a tu padrino e infórmame a mí también. Si hay algo que informar a la Orden, podremos aprovechar nuestra oportunidad.

Ahora recordaba bien los consejos de su padre y siempre que veía a Mooody, buscaba pasar desapercibido al mismo tiempo que buscaba algo anormal en él… aparte de su horrible cara.


Ese miércoles, por culpa de una apuesta con Theo y Blaise, tuvo que ir a la Biblioteca en su hora libre y sacar los libros necesarios para las tareas que necesitaban hacer.

Cuando ya iba a salir -con tremenda torre de libros en sus brazos, todo parte de la apuesta perdida-, vio cómo Potter estaba en una mesa alejada, fingiendo leer.

Claro que estaba fingiendo, Draco lo conocía bien. Además de que alguien no lee un libro mientras sólo mira por la ventana.

Se acercó a su mesa y con gesto teatral dejó caer los inmensos libros provocándole un susto de muerte al pobre Potter.

—Bueno, ¿qué tenemos aquí? ¿Acaso ya ni Granger quiere estar a tu lado, Potty?

—Vete Malfoy.

—Venga, cuéntale al tío Draco tus problemas. ¿No tienes amigos ahora?

—Tengo más de los que tú puedas llegar a tener en tu vida, Malfoy.

Uff, golpe bajo. Pero la afirmación del Gryffindor no era del todo cierta.

Draco sabía que por lo menos con Blaise, Pansy, Vincent, Greg y hasta el mismo Theo, podía contar para cualquier cosa. Clara prueba era que ellos habían decidido hablar con sus padres para estar en el bando de Dumbledore, sólo porque Draco se los sugirió.

— ¡Ay Potter, eres cruel conmigo! Y yo que te creía un santo.

—Pues ya ves que no... Y ahora mismo me pregunto, ¿por qué Malfoy querría sentar su aristocrático trasero al lado del trasero del Cabeza Rajada?

Definitivamente, Potter le encantaba. Draco siempre disfrutaba sus peleas con él.

—Mira, hablando de traseros-

Ugh Malfoy, cállate. Era una pregunta atórica. Ahora ¡shuu! vete, estoy leyendo.

Draco antes que una sonrisa tonta se le escapara, dijo:

—Primero Potter, tú a mí no me espantas como mosca o algo así. Segundo, se dice retórica. ¿Qué diablos es atórica? ¡Oh! Ya veo… Granger ya no está para enseñarte el significado de las palabras. —rio.

—Mira Malfoy-

—Y tercero, esa no era una pregunta retórica, y si lo fuera, yo contesto y hago lo que se me dé la gana.

Potter lo observó por un momento y luego cerró su libro, centrando ahora sí, toda su verde mirada en Draco. Sobra decir que Draco se estremeció de emoción.

— ¿No tienes tarea qué hacer? ¿O a otra persona a la cual molestar?

—No.

Potter alzó sus brazos dramáticamente diciendo:

—Pues ten piedad de mí y vete. No quiero verte.

—Pero si soy una vista preciosa, Potty. —dijo Draco haciendo un puchero.

La mirada de Potter se dirigió un momento a sus labios y luego un suave sonrojo coloreó sus mejillas. Se recompuso y Draco se sintió el chico más afortunado.

—Bueno, me voy yo entonces. —dijo levantándose.

Antes de que Potter lograra alejarse, Draco sujetó su brazo sintiendo enseguida un ligero cosquilleo en sus dedos.

¡Sí que estaba jodido! pensó con desconsuelo.

—Malfoy suéltame o te-

—Sólo quiero decirte que aún hay varias personas que sabemos que tú no quisiste estar en el Torneo, Potter —dijo mirándolo a los ojos—. Yo soy uno de ellos. —agregó orgullosamente.

Potter, con los ojos muy abiertos, empezó a balbucear:

—Pe-pero tú y yo no nos caemos bien, t-tú-

Draco repentinamente, con sus ánimos por los suelos, decidió soltarlo y levantarse para recoger sus libros e irse. Potter seguía ahí parado como un pelmazo y con la boca semi-abierta.

— ¿No crees que ya es tiempo de dejar esas estúpidas peleas entre nosotros? —dijo de manera indiferente sin mirar al Gryffindor.

Y con esto se encaminó a la salida de la biblioteca.

Mientras iba por los pasillos, se reprendía mentalmente. ¡Por Merlín! Sólo había sido un comentario de Potter... y Draco, estúpidamente, ya estaba convencido de que el chico de sus sueños -qué cursi sonaba eso, ¡por Salazar!- sólo le odiaba.

Cuando llegó a la Sala Slytherin, dejó los libros en el elegante escritorio frente a los otros y se dirigió a su habitación.

— ¿Has tenido que imprimir los libros, Draco? —se burló Theo.

— ¿Imprimir? —preguntó Pansy.

—Es una especie de dicho muggle, niña. Se lo he dicho por que se ha demorado.

—No me digas niña.

Draco ya no los escuchaba. Blaise lo alcanzó en las escaleras y lo retuvo por el hombro.

— ¿Qué pasa Draco? ¿Acaso un Dementor te ha chupado el alma?

—No quiero hablar, Blaise.

—Pero-

—Luego te cuento. Aún no le digas nada a Pansy. —dijo zafándose del agarre de su amigo y retomando su camino.

Draco sabía que eso que sentía era una pequeña y estúpida recaída anímica. Esperaba que fuera temporal.

Esperaba que mañana fuera diferente.


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