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Draco's Plan por JennVilla

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Hogwarts

Delacour y Krum habían sido descalificados de la competencia mucho tiempo atrás. No se sabía nada sobre los otros campeones y Draco tenía los nervios de punta. Al parecer, no era el único, pues todos los espectadores cuchicheaban y no perdían de vista cualquier detalle que saliera del laberinto.

Pansy, Blaise y los demás se habían ido rato antes, alegando aburrimiento. Draco quedó solo y se obligó a sí mismo a calmarse. En realidad, no estaba tan solo; su padre estaba a un lado suyo y el animago no dejaba de gimotear, moviendo la cola nerviosamente. Severus estaba al otro lado de Draco con gesto imperturbable.

—Severus, ¿qué pasa? ¿Por qué demoran tanto? —preguntó Draco ansiosamente.

—Seguramente se han perdido en el laberinto y deben estar inconscientes como para no lanzar las chispas rojas —respondió el profesor—. Me sorprende por parte del señor Diggory, pero de Potter se puede esperar cualquier cosa.

Draco enterró la cara entre sus manos poniéndose mucho más nervioso.

—Creo innecesario decirte esto, Draco, pero espero que sepas comportarte con cualquier cosa que suceda al final de esto. Prepárate para lo que sea. —dijo Lucius, intentando acallar los gimoteos del perro, al acariciarlo torpemente con una mano enguantada.

— ¿Me preparo entonces para que Harry muera y que Voldemort regrese y nos haga una pequeña visita a la Mansión, padre? —dijo Draco venenosamente.

—Mucho cuidado con cómo me hablas, Draco.

Draco no respondió y siguió con la mirada fija en la salida del laberinto. La tensión seguía en el aire, y los magos de primeros años se estaban yendo con las caras veladas por el susto; hasta ellos podían intuir que algo malo pasaba. Pasado un rato, un ajetreo a su lado le llamó la atención.

Black, en su forma de perro, estaba cada vez más ansioso. Todos los que estaban alrededor, le dirigían miradas curiosas o molestas. El perro seguía gimiendo y Lucius se desesperó.

— ¿Qué quieres, Chucho? —susurró el rubio hacia el perro.

El animago haló un poco de la correa y señaló con la cabeza hacia donde estaba Dumbledore con algunos prefectos y profesores.

Lucius suspiró fastidiado y se puso de pie.

—Quédate aquí y no hagas ninguna tontería, Draco. Iré a averiguar qué pasa. Severus, acompáñame, por favor. De seguro que el viejo no querrá soltar perla a un Malfoy tan fácilmente —Lucius intentó bajar el escalón, pero algo le retuvo—. Draco, mi túnica se ha atascado ahí, ayúdame con eso.

Mientras Draco se inclinaba para desenredar la punta de la túnica, un silbido estremecedor llenó el ambiente al mismo tiempo que una mano en su hombro le aferraba como si fuera una garra.

Draco, asustado, levantó la cabeza para ver cómo su padre caía sentado en el escalón con la cara pálida y contorsionada por el dolor.

— ¡Padre! ¿Qué te pasa?

—La... La Marca. —Lucius cerró los ojos y trató de serenarse expulsando suavemente el aire por la boca.

—Severus, ¿qué pasa? —Draco preguntó aterrado a su padrino. Girándose hacia él, vio que estaba casi en las mismas condiciones que Lucius— ¡Severus!

—Está llamando a sus mortífagos. —contestó Severus entre dientes, reteneindo una mueca de dolor.

Draco comprendió todo de golpe; y a pesar de que podía ver cómo su padre sufría por el dolor, sólo pudo pensar en Harry. Estaba terriblemente preocupado y ansioso y no sabía qué hacer.

El silbido seguía y todos los estudiantes empezaron a hablar en voz muy alta mientras se cubrían los oídos. Unos salían corriendo y otros no podían moverse por el terror. El animago gimió mucho más fuerte, mientras se alzaba sobre sus patas traseras y ponía las delanteras en el regazo de Lucius, mirándole con temor. Draco miró de nuevo a su padre, notando que estaba mucho más pálido que de costumbre.

—Padre, ¿qué puedo hacer? ¡Dime algo! ¿Cómo puedo ayudarte?

Draco trató de acariciar el antebrazo de su padre, pero una sensación muy caliente se lo impidió, misma que hizo sisear a Lucius aparentemente por el dolor.

—Nunca ha... dolido así —jadeó Lucius—. Es peor que un crucio.

Draco estaba muy asustado. Posó suavemente una mano en el hombro de su padre, dándole trémulas caricias. Volvió a girarse hacia Severus quien se veía un poco más controlado que su padre.

—Padrino, dime qué poción debo traer —insistió Draco—. Yo mismo iré a tu laboratorio.

—No hay nada para esto —Severus tomó aire profundamente—. Es magia... negra. Al parecer el Señor Tenebroso ha convocado a los mortífagos. Pero esta vez algo muy grande debe estar ocurriendo. Tu padre tiene razón; duele peor que las otras veces.

— ¡Entonces Harry está en peligro! —exclamó Draco.

Black no aguantó más y se convirtió en su forma humana, y aún con la correa en el cuello, bajó corriendo los escalones en dirección a Dumbledore. Al menos vestía un pantalón.

—Perro insensato. —escupió Severus, poniéndose de pie lentamente.

El silbido dejó de escucharse abruptamente, y el cielo se tornó de gris, aparentando una futura tormenta.

—Ya no duele —susurró Lucius, abriendo sus ojos y estirando un poco los brazos—. Ha dejado de doler repentinamente. ¿Severus?

Severus asintió a su vez y Draco suspiró. Pero definitivamente no estaba del todo tranquilo; Harry aún no aparecía y eso era una muy mala señal. Abajo, frente a la entrada del laberinto, Black estaba discutiendo con Dumbledore y Bagman.

— ¡Es el asesino! ¡Es Sirius Black! —gritaron unos estudiantes cerca de allí.

Black los ignoró y siguió gritando a los dos hombres, pero un sonoro plop los detuvo y silenció todo el lugar.

En la entrada del laberinto aparecieron unos maltrechos Harry y Diggory junto a la Copa. Draco no demoró en bajar los escalones, corriendo hacia los recién llegados. No fue el único; todos se habían levantado de sus asientos y trataban de llegar ahí, empujándose unos a otros.

Harry estaba inconsciente, y Diggory arrastraba un brazo, al tiempo que un hombre bajito, al parecer su padre, corría hacia él para abrazarlo. Draco se arrodilló junto a Harry y acarició su cara; sintió sus ojos escocer por las lágrimas mientras delineaba el sucio y apuesto rostro de Harry.

— ¡Apártense! ¡Denme espacio!

Pomfrey se abrió paso entre la multitud con su varita en alto y detrás de ella venía Black, quien enseguida se abalanzó sobre Harry.

— ¡Cachorro! —gritó— ¡Harry, por Merlín! ¡Ayuda! —Black estaba temblando y ponía mucho más nervioso a Draco.

—Por favor —susurró Diggory con voz ronca desde su sitio, con los ojos cerrados como si sintiera un gran dolor—. Harry... una luz... de él…

— ¿Qué dices, muchacho? —preguntó Pomfrey con desesperación. Los prefectos se acercaron al lugar entre empujones, y empezaron a apartar a los estudiantes mientras Dumbledore y Severus gritaban órdenes— ¡Apártesen! —se sumó la medibruja a los gritos— Señor Diggory, por favor tranquilícese y déjeme ayudarle. ¡Levicorpus!

Al parecer, Diggory se había desmayado, y sin perder tiempo, la medibruja levitó su peso inerte para luego conjurar una camilla. Pero el cuerpo del Hufflepuff cayó pesadamente cuando la medibruja fue alcanzada por un maleficio.

Una repentina oscuridad llenó el ambiente, trayendo cnsigo más gritos y desesperación. Órdenes y hechizos a ciegas se hicieron oír por encima de la algarabía reinante.

Draco intentó proteger el cuerpo de Harry con el suyo propio, pero alguien lo sujetó del cuello tirándole hacia atrás; Draco intentó levantarse, pero una bofetada lo lanzó al suelo de nuevo.

— ¡Black! —gritó Draco al ver que Harry quedaba desprotegido— ¡No te apartes de-!

— ¡Crucio! —rugió una voz a su izquierda. Draco oyó el grito desgarrador de Black, y su pecho se oprimió dolorosamente. Al parecer, el animago había quedado fuera de combate.

Un hechizo le pasó cerca y Draco se agachó a tiempo para esquivarlo. Jadeando, en busca de aire y raciocinio, procedió a arrastrarse por el suelo en busca del cuerpo de Harry, antes de que un fuerte pisotón en su mano le hiciera ahogar un quejido.

— ¡Apártate, basura! —dijo la inconfundible voz de Moody en la oscuridad.

Draco se llenó de pánico mientras trataba de sacar las manos de debajo del pie del ex-auror. La asquerosa risa de Moody se escuchó seguida de un plop. Las manos adoloridas de Draco estaban libres, y él siguió tanteando el suelo. Harry ya no estaba. Moody se lo había llevado.

— ¡Black! ¿Dónde estás? —gritó, antes de caer en cuenta que posiblemente Black no le respondería. Draco, sin querer desesperarse, buscó en su bolsillo y sacó su varita. Intentó con un Lumos pero la oscuridad se tragó la tenue luz.

—Black... —susurró, con voz rota— por favor... se han llevado a Harry.

Draco creyó tener la entereza para enfrentar esta situación, pero ahora, viéndose solo y sin ayuda, comprendió que era muy poco lo que podía hacer. Muy pocas veces había llorado en su vida, y esta era otra de esas. Lloró, recordando la pálida y enfermiza cara de Harry, y la inconfundible maldad en la voz de Moody al secuestrarlo.

— ¡Draco! —su nombre era pronunciado a los gritos. Gritos de Lucius Malfoy— ¡Draco, hijo!

—Papá —jadeó Draco inaudiblemente, con el alivio llenándole rápidamente un espacio en su pecho—. ¡Papá! —intentó gritar.

—Mi Dragón —la voz de su padre sonaba llena de alivio. Draco sintió cómo Lucius se arrodillaba a su lado, y le sostenía firmemente por los hombros—. Rápido, tenemos que irnos de aquí —urgió, al tiempo que levantaba a Draco del suelo—. Hay varios mortífagos por aquí. Tendremos que arrastrarnos más lejos y Aparecernos en casa.

— ¡No! —Draco se zafó del agarre— ¡Moody se ha llevado a Harry, papá! ¡Tenemos que buscarlo!

Un hechizo les pasó cerca e iluminó brevemente el rostro de Lucius.

— ¡No podemos arriesgarnos, Draco! —insistió el mayor, tirando de Draco para alejarlo de allí.

— ¡Por favor, papá! —Draco sintió cómo las lágrimas bajaban nuevamente por sus mejillas y se metían en su boca abierta y temblorosa— ¡Es Harry! ¡No puede pasarle nada malo! ¡No si yo puedo impedirlo!

Lucius suspiró audiblemente, y momentos después, abrazó apretadamente a Draco.

—Vamos, entonces. Buscaremos en el colegio.

Draco sintió un tirón en su estómago y se Apareció con su padre.


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