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Physical por jotaceh

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Notas del capitulo:

Holaaaaa

Les traigo un nuevo capítulo de Physical. Espero les esté gustando la historia!!

En realidad, sé que puede ser chocante la personalidad de Enrique, especialmente por cómo se refiere a Tomás, pero la idea es demostrar lo diferente que puede ser alguien. Y que no todas las personas son buenas...

Espero puedan comprender....

 

Nos leemos pronto!! Espero que todos sus sueños se estén cumpliendo!! 

Enrique II

 

Lo importante es tener sexo. Eso es lo que siempre me repito cada vez que cojo con una fea. Y es que al final uno es hombre y tiene sus necesidades, por eso, si la chica se pone fácil, da igual si no es muy bella, lo importante es que tienes dónde hacerlo. Soy un convencido de eso, aunque ahora estoy en una situación muy difícil, porque no solo se trata de alguien muy poco agraciado, sino que también de un hombre.

Todo comenzó porque llegó a Physical el hijo de Patricia, la diosa a quien tanto amo. Pensé que sería una buena idea ayudar al muchacho a adelgazar, para así hacerme su amigo y ganarme la simpatía de su mamá. Era una buena idea, transformar al adefesio en un papacito, ayudarlo a conseguir mujeres, transformarlo en todo un hombre, en un galán casanovas, lo mismo que hice con mi hermano menor. ¿Qué podría salir mal? Claro, justo ahora tenía que salirme un rarito, porque no se queda mirando las tetas de sus compañeras de clases. No, el muy maricón se queda mirándome el paquete.

-Tienes que colocar tus manos acá y con los pies...-buscaba enseñarle a levantar pesas en la máquina, tan solo que levantó el trasero y lo puso rozando mi entrepierna.

Sentí de pronto su olor a transpiración de trol y me dieron ganas de vomitar.

-Oh sí, papi... dame duro...-escuché que dijo el muy pervertido. ¿Cómo se le ocurre hacer eso? Solo quise pegarle a ese desviado.

-¿Dijiste algo, Tomasito? –tuve que contenerme y encararlo con amabilidad. No podía herirlo, porque es el hijo de la mujer a quien amo.

-Oh sí, padre nuestro... dame el don... el don de la perseverancia... Es que soy muy católico ¿sabías? – se hizo el tonto el muy descarado.

Después de eso me di cuenta que no sería buena idea intentar hacerme su amigo. Y es que me daba asco acercarme a él, y no solo por su rostro asqueroso, ni por su olor a trasero, sino que también por lo interesado que estaba el muy cabrón en mi pene. Es que no me mira la cara, solo me mira ahí, como si fuera un viejo verde acosando a una muchachita.

-¿Cómo van las clases con mi hijo? –Me preguntó Patricia el otro día que fui a su oficina.

Iba a decirle la verdad, que Tomás en un degenerado, pero ella se me adelantó.

-Lo he visto muy entusiasmado con las clases, si sigue así puede que adelgace rápido, pero... para lograr eso creo que necesita un buen incentivo –

-¿Un incentivo? ¿A qué te refieres? –en ese momento la mujer me observó directamente a los ojos, lo que me generó un fuerte escalofríos que me invadió por completo. Sabía que nada bueno podía salir de ahí.

Patricia se levantó de su asiento y se acercó a mí con ese paso tan elegante que tanto le caracteriza. Respiró profundo antes de acariciarme el cabello como si fuera un niño, y comenzó a hablarme muy cerca del oído, como si no quisiera que nadie más pudiera escuchar, aunque estuviéramos los dos solos en la habitación.

-Ya te habrás dado cuenta que a mi hijo le gustan los hombres, lo que no está para nada mal, a mí no me molesta y es que es normal. De hecho, podemos utilizar sus gustos a nuestro favor, porque... créeme que lo he visto muy entusiasmado contigo. Estoy segura que si tú... sutilmente le coqueteas un poco, podemos lograr que se esfuerce más –

En ese momento vi todo oscuro. ¿Cómo se le ocurre ofrecerme eso? ¿Acaso quiere que enamore a su hijo? ¿Está loca? La amo con todo mi corazón, es verdad, pero no puedo creer que me pida aquello. ¡Es descabellado!

-¿Y por qué no le pides ese favor a Marcelo? A él le veo más cara de maricón –

-¡No vuelvas a decir esa palabra en mi presencia! Aquí siempre hemos respetado a todas las personas, sean como sean ¿entiendes? Y si te lo pido a ti es porque sé que eres capaz de hacer lo que te pido. Marcelo es muy educado y no creo que acepte –

-Ah claro, y yo soy un puto loco que puede hacer eso ¿verdad? –me enfadé.

-Tengo confianza en ti, sé que vas a cuidar a mi hijo. Te lo pido encarecidamente, necesito que cambie, no puedo presentarlo en sociedad tal como se ve ahora, sería una vergüenza y la ruina para mi negocio... ¿puedo contar contigo? –me acarició la mejilla con sus manos delicadas y con eso, logró que me derritiera y aceptara todas sus boberías.

¿Qué cosa no hacemos los hombres por la mujer que nos gusta?

Por eso me he estado mentalizando en enamorar a Tomás, en intentar no vomitar cada vez que le tengo cerca e imaginar que tendré que penetrar ese trasero gordo y peludo, porque claro, Patricia fue sutil al decirme que le "coqueteara", pero sé perfectamente que tendré que hacer mucho más que eso para convencerle a que tome en serio el ejercicio.

-Maldita sea...-iba enfadado por el pasillo del gimnasio en dirección a la clase de la mañana, en esa donde mi alumno era ese chico.

-¡Hola Enrique! –escuché su voz a mi espalda. Estaba recién llegando.

-Hola Tomasito, ¿cómo dormiste? ¿Acaso soñaste conmigo? –respiré profundo y di inicio al plan. Si con esto conseguía el amor de Patricia, debía hacerlo bien. Un sacrificio para un bien superior.

El chico se quedó paralizado, y es que al parecer nunca antes le habían coqueteado. Se sonrojó tanto que parecía un tomate. Más por lo hinchado que por el color.

-¿Te hiciste algo? Te ves más guapo de lo normal –lo bueno de coquetear con un feo es que son débiles a los halagos. Como nunca nadie les dice algo bonito, a la primera muestra de interés, creen que se está enamorado de él.

-Bueno... yo... me reventé las espinillas de la frente... -y era verdad, caía materia por su frente como si fueran volcanes en erupción.

-Ah, sí... ya veo... te... sienta bien –es que no puede ser más asqueroso.

-Entremos a clases, estoy ansioso por enseñarte... todo...-le abracé para susurrarle al oído.

Tomás se creyó todo y es que no paraba de sonreír en toda la clase. No, si enamorar al tipo ése es fácil, lo difícil será contener las enormes ganas que tengo de vomitarle encima. ¡Que no soy maricón! No me pueden gustar los hombres, y mucho menos los horripilantes como éste. 

 


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