Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Palabras de papel por Annie_Powers

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Un insistente pitido hace que me desvele. ¿Qué demonios es eso? Entreabro los ojos y busco el molesto ruido que me ha despertado de buena mañana. Uno nunca se acostumbra a estar de nuevo vivo y que encima tengan esas cosas horribles llamadas despertadores. Menudo pitido más molesto. Lo cojo y lo vuelvo a estrellar contra la pared como cada mañana. Casey seguro que me gritará otra vez por otro despertador destrozado, pero me da igual. Si no quiere que se los vaya destrozando uno por uno, que no me ponga una cosa tan endiablada como esa en mis aposentos.

Me desperezo y me levanto abriendo las cortinas de la habitación. Hace un día muy bueno y me estiro mientras bostezo. Aunque hace ya una semana que vivo con él, hay cosas a las que no me puedo acostumbrar aún y otras que echaba de menos. Como por ejemplo una cama blanda y un lugar al que considerar mi hogar. Bueno, la mansión era mi casa, pero ya no era lo mismo desde que me convertí en un fantasma. La sensación cálida de pertenecer a algún lugar había desaparecido hasta ahora.

Aunque Hee Chul se esté quejando todo el rato de lo molesta que resulta ser mi presencia, sé que en el fondo se preocupa por mí. Siempre está pendiente de que no me pase nada. Bueno, también está claro que quiere proteger su casa de mis torpes manos. Aún no me acostumbro al funcionamiento de estas cosas llamadas electrónicas. Más de una vez me han dado un calambrazo. Yo fui alguien importante y no estoy demasiado familiarizado con la cocina y todas estas cosas nuevas.

–Venga, despierta holgazán. Como me hayas destrozado el despertador, te juro que… –abre la puerta de sopetón.

Al momento me giro y él grita tapándose la cara mientras se gira.

–¡¿Qué te he dicho sobre ir desnudo por mi casa?! –refunfuña mientras se dirige a la cama sin ni siquiera mirarme.

Ni que fuera la primera que ve a un hombre desnudo. Se queja de que duerma desnudo cuando él lo hace ligero de ropa. Ya no tengo mi camisón favorito y ese pijama que me da no me gusta nada su textura. Prefiero la ropa de seda con la que me vestía antes, pero el remilgado este no quiere comprarme nada con algo de seda.

–Eh… No lo sé sinceramente ni me importa, humano –me acerco hasta él y empiezo a ayudarle a hacer la cama.

–No me llames humano, idiota. ¡Y ponte algo, por Dios…!

–Lo haré después, humano –enfatizo el apelativo mientras sonrío con diversión.

Me encanta molestarle con ese nombre. Es muy gracioso cuando se molesta o se enfada y empieza a soltar soeces por esos labios. Esos labios son bastante iguales a los de Hee Min, sin embargo, él no tenía esa manía que tiene el sujeto que tengo delante de mí. Cuando se pone nervioso, enfadado o molesto, inconscientemente empieza a lamerse los labios como para hidratarlos. En realidad le enrabio para poder ver ese tic que tiene, simplemente me parece hipnótico ese gesto.

Gruñe de nuevo y sale de la habitación dando un portazo después de terminar con la cama. Sonrío satisfecho y miro entre la ropa que me ha ido comprando durante esta semana. La verdad es que fue bastante fácil convencerle para quedarme a vivir con él. Agradezco que mis poderes aún sigan intactos porque así pude hacer que viera que no se libraría de mí tan fácilmente, así que tuvo que resignarse. Eso sí, los dos besos que le di no fueron buena idea porque desde entonces huye de mí como si fuera la peste. A ver, sé que este en realidad no es mi cuerpo anterior, pero tampoco creo estar tan mal como para que se vaya de esa manera. Lo sorprendente es que me ve con mi aspecto de antes, pero yo cuando me miro al espejo veo a un tipo totalmente diferente a mí.

Tengo el pelo de otro color aunque el de los ojos, por suerte, no son de otro color sino oscuros. Hee Chul dice que el tipo se había teñido. Yo al principio no sabía a qué demonios se refería. Luego descubrí que utilizaban una especie de pintura para el pelo que con el tiempo se iba. No todos. Y encima puedes ponerte cualquier color. No soy tan flaco y esbelto como antaño, pero tampoco tengo mal cuerpo. Estoy bastante bien considerando que escogí este cuerpo a la primera oportunidad que me surgió para poseer un recipiente de mi alma.

Termino de vestirme y voy hasta la cocina, donde veo a un atareado Casey corretear de un lugar a otro mientras hace el desayuno. Utiliza esa cosa llamada tostadora y cafetera. Le abrazo por detrás y él pega un bote por el susto.

–¿Qué haces? –medio chilla–. ¡Aléjate…!

Logra empujarme lejos de él y yo me río, ya le he vuelto a enrabiar. Me encanta.

–¿Acaso no sabes lo que significa el término “espacio personal”? –escupe mirándome mal.

–Claro que no, en nuestra época las personas eran más cariñosas que ahora… –sonrío.

–Que hubieran personas que se daban pequeños besos en los labios no significa que tú puedas tomarte las mismas libertades conmigo –refunfuña mientras saca el pan de la tostadora–. Así que ni se te ocurra volver a hacer eso. No somos pareja ni nada.

Eso es lo que cree él porque estoy decidido a que pase algo más entre nosotros dos. Por algo he cogido un cuerpo humano y me he quedado a vivir en su casa. No digo nada más y desayunamos. Siento su mirada en mí y le miro directamente a los ojos, viendo que se ruboriza levemente.

–¿Piensas ir así? –tartamudea un poco al principio.

–Sí –me miro–. ¿No son adecuadas mis ropas?

–Pues no.

–¿Y cómo debería vestirme entonces?

–Un poco más formal.

–No me has dicho nada antes.

–Pues ahora te lo digo. Ve a cambiarte cuando acabes.

–¿Y qué me pongo? No sé lo que es ahora formal para vosotros, humano.

–Pues más o menos lo que yo llevo puesto –se señala.

Le recorro con la mirada y no veo mucha formalidad que digamos en su traje. Pero bueno, son más remilgados que ahora por lo que veo. Subo hasta la habitación y recorro todo el armario. Al final cojo algo parecido a lo que lleva él y me lo pongo mirándome al espejo. No parece que me quede mal. Incluso ha acertado con mis medidas. Bajo hasta donde está él, cogiendo las cosas para el trabajo.

–Oye, ¿cómo has conseguido dar con mis medidas? Que yo sepa no las has tomado.

–Es ropa mía, de hace ya tiempo –contesta como si nada.

Me sorprendo al ver que es su ropa. Mi cuerpo de ahora es un poco más flaco que el suyo. No es que esté gordo, a ver, el tipo está muy bien, pero es más ancho de hombros y más ancho en todo básicamente. Lo que pasa es que él tiene más culo que yo porque noto como algo de aire entre el pantalón y mi carne y se ven como arrugados. Suspiro un poco, antes tenía más culo. Bueno, me tengo que resignar. Le sigo cuando veo que empieza a salir por la puerta y sigo sus pasos cuando echa a andar.

Se supone que hoy me va a llevar a mi primer día de trabajo. Dice que no puedo vivir sin hacer nada en la nueva vida que voy a tener y que tengo que ganar también dinero. Si voy a vivir con él, tengo que contribuir a la manutención del lugar. Esa última idea me entusiasma, parece como si estuviéramos viviendo en pareja aunque Casey se empeñe en negarlo. ¿Y entonces por qué me deja que viva con él si no es porque siente algo? Siendo sincero, vi la cara de atontamiento que se le quedó cuando le besé las dos veces. Seguramente estará confundido, pero yo sé que me ha dejado por algo. Aunque según él es porque tiene miedo a que utilice mis poderes sobre él o sobre la casa en señal de venganza por el rechazo. Tonterías. No soy un fantasma vengativo ni agresivo. Para nada.

¿Y de qué voy a trabajar? Por lo que me ha contado Hee Chul, voy a ser el chico de los recados. Me parece que voy a estar moviéndome todo el rato. Según él, es lo único fácil que me ha podido encontrar y que no conlleve peligro. Peligro para mí, eso está claro, porque me acerco a una cosa de esas raras y seguramente terminará explotando. Lo raro es que Hee Chul no tiene coche. Dice que tiene permiso para conducir, pero no lo utiliza. ¿Entonces para qué demonios se lo ha sacado si no conduce? Tiempo y dinero perdido. Este chico como inversor se lo comerían en muy poco tiempo.

Durante todo el trayecto no me dirige ni una sola palabra, él solo sigue andando como si fuera solo. ¿Acaso no tiene miedo de que me extravíe por alguna de estas modernas calles? Porque cuando yo vivía no había tanta gente. Ni tantos edificios. Ni tan altos. ¿No tienen miedo de que alguna vez se caigan? Yo, por si acaso, voy mirando hacia arriba de vez en cuando para asegurarme de que no me va a caer nada sobre la cabeza. Soy demasiado joven para morir, otra vez.

Estoy tan sumido en mis pensamientos que no me doy cuenta de que me paso de largo del lugar donde se ha parado el moreno. Ya podría avisarme de que es aquí. Retrocedo y me engancho a él para no perderme de nuevo. Es un edificio bastante grande y alto. Subo a la caja metálica llamada ascensor con él y con más personas y siento que me aplastan contra la pared. Demasiados humanos. Aún no me acostumbro a ver tanta gente junta.

Por fin puedo respirar cuando se airea un poco el minúsculo lugar y sigo al chico cuando sale disparado hacia fuera. Empiezo a ver a un montón de personas trabajando en espacios de trabajo limitados y con un montón de papeleo. Si esto parece un laberinto. Hee Chul va sorteando las mesas con agilidad y saludando a los demás de manera mecánica. Veo que se dirige hacia un despacho en concreto. Supongo que será el de su jefe. Entra sin llamar ni nada y yo obviamente voy detrás de él. Estoy en su territorio ahora.

Cuando entramos vemos a un tipo joven mirando por la ventana. Castaño y algo delgado, de la misma altura que Casey, más o menos. Nota nuestra presencia, se gira y sonríe con un hoyuelo en su mejilla izquierda al ver al moreno. No me gusta esa sonrisa en su cara. Y ni mucho menos cuando el otro también le corresponde con una sonrisa bastante bonita. Me recuerda mucho a él, solo que no tenía esos labios tan grandes.

–Dennis, ¿dónde está el jefe?

–Ha salido un momento y me ha dejado aquí al cargo para que ordene unos papeles suyos. ¿Cómo tú por aquí? ¿Quieres dejarle algún mensaje?

–No –sigue sonriendo–. He venido porque quería presentarle al nuevo chico –hace un gesto con su cabeza para señalarme.

El tal Dennis se da cuenta entonces de que estoy aquí y me escanea de arriba a abajo. Luego suelta una suave risa y mira con picardía a mi compañero de hogar.

–¿Con estas pintas no crees que el jefe le echará a patadas? –el muy imbécil se cree que no entiendo coreano.

–Yo sí que te voy a echar a patadas, pero en vez de salir por la puerta, saldrás volando por esa ventana que tienes detrás –intervengo.

El tipo se sorprende mucho y oigo a mi lado una risa mal sofocada. ¿Pero qué se ha creído este fanfarrón? Que naciera tres siglos antes que él no significa que pueda tomarme el pelo. Y que hable también coreano no es un punto a su favor para no retener mi impulso de hacerle salir volando hacia cualquier parte. Hee Chul se gira hacia mí, riendo e intentando no hacerlo. En ese momento es como si se me parara el corazón. En vez de verle a él, veo a Hee Min cuando intentaba aquel gesto. Me paralizo y trago saliva. Retrocedo confundido y salgo de allí. No quiero verle. No ahora.

No sé por dónde camino ni a dónde voy, pero de pronto tropiezo con alguien y termino sentado encima de esa persona. Tiene la cara algo alargada para mi gusto, pero no puedo negar que es demasiado atractivo. ¿Casey se rodea de hombres guapos siempre en su trabajo o qué?

–¿Está bien…? –se preocupa el que está debajo de mí.

–¿Eh? Sí, sí, perdone –me levanto rápidamente–. No miraba por dónde iba –hago una leve sonrisa.

–¡Spencer…! –el moreno viene hacia mí.

–¿Trabaja aquí? –miro al hombre que tengo delante.

–¿Eh? –me mira–. Sí, sí. ¿Quién es?

–Soy el nuevo chico de los recados y… –intento recordar el nombre del hoyuelo–. Y Dennis y Casey me han dicho que me ibas a enseñar un poco la ruta de por aquí.

–¿Eso han dicho? –se sorprende–. Pues justo me acabo de enterar –sonríe. Parece un caballero.

–¡Spencer…! –el pesado llega hasta mí–. ¿Estás bien? ¿Te has hecho daño? ¿Y tú Andrew?

Bien, ya me sé el nombre de este misterioso hombre. Andrew.

–No, no, qué va, por suerte para mí, es bastante liviano –me sonríe–. Ahora le hago el tour.

–¿Qué? –Casey le mira sin entender nada. Es la hora de largarse de aquí.

–Bueno, Casey, no tenemos tiempo, así que, ¿qué tal si me dejas con Andrew para que me enseñe todo lo que me tiene que enseñar y tú vuelves al trabajo? –sonrío de manera falsa–. Gracias y hasta luego –voy empujando al tipo alto.

Hee Chul se queda alucinando mientras yo me alejo con este armario macizo. No quiero verle ni en pintura. Este humano hace que vuelva a recordarle pese a ser muy diferentes en cuanto a personalidad y no quiero volver a tenerle en mi mente. Mejor centrarse en el nuevo chico. Andrew es bastante amable y me va diciendo lo que tengo que ir haciendo. Hay muchas cosas que no entiendo y yo, ni corto ni perezoso, le pregunto sin pudor alguno.

–¿No sabes lo que es? –me mira como si fuera un extraterrestre.

–Bueno, si pregunto es por algo –me encojo de hombros. Reprimo el impulso de llamarle “humano”.

–Eres bastante peculiar, ¿lo sabías, Spencer?

–Me lo dicen bastante –sonrío.

Miro con atención cuando me explica cómo preparar café con ese aparato del demonio. Parece fácil, pero cuando lo pongo en práctica, me cuesta un poco recordar qué es lo que viene a continuación. ¿Por qué demonios hay tantos botones?

–No, mira, es así –me retira la mano y empieza a señalarme de nuevo los pasos.

Aún siento la caricia que me ha dado en la mano para apartarla. ¿Hacía falta tanta gentileza por su parte? ¿Y por qué siento como si alguien me estuviera atravesando el alma? Siento como picor en la nuca y es algo raro.

–¿Flirteando con cualquier cosa viviente, Andrew…?

Los dos nos giramos y vemos a Casey apoyado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados y un aura que le rodea que demuestra poderío. Lo más raro es que casi me quiere asesinar con la mirada. No gracias, ya he muerto una vez y no es bonito. Él más que nadie ha vivido en sus propias carnes lo que sufrí antes de perder la vida.

–¿Celoso, Kim…? –suelta con chulería.

–Pues claro que sí –tiene un no sé qué en la mirada que hace que parezca intimidatorio aunque sea más menudo que el otro–. Me has robado a mi aprendiz básicamente.

–¿Es tu aprendiz?

–Sí. Fui yo quien le conseguí el trabajo.

¿Está celoso? ¿Kim Hee Chul está celoso? Esto es algo digno de ver y sin embargo, no puedo evitar emocionarme y desconfiar a la vez. Antes de que pueda pensar en algo más, su mano tira de mí y salimos de la habitación. Me arrastra a una mesa de trabajo en concreto y me da unos cuantos folios.

–Quita las grapas cuando estés en la fotocopiadora, ¿de acuerdo? –yo asiento sin decir nada–. Quiero diez copias como esta –y me mira–. ¿A qué esperas? ¡Vamos…!

Casi me echa de su sitio antes de que pueda preguntarle qué demonios es una grapa. ¿Y qué es una fotocopiadora? ¿Cómo se supone que voy a encontrarla? Para no quedarme quieto como un tonto, empiezo a vagar sin rumbo, como un alma en pena. Algo irónico porque eso es exactamente lo que era una semana antes.

–¡Lee…! –me giro y veo que es el tipo de antes–. ¿Qué estás buscando?

–La fotocopiadora.

–Te la he enseñado antes. ¿Ya no te acuerdas dónde está? –sonríe mientras me encojo de hombros.

La verdad es que no he estado prestando atención cuando hablaba. Amablemente me enseña dónde está y los dos sonreímos antes de que él se retire. Miro con atención aquella cosa. Es enorme y también, cómo no, tiene muchos botones. A ver, dice que tengo que fotocopiarlos y después graparlo. ¿Qué demonios significa eso? Fotocopiarlos. ¿Se está refiriendo a que haga copias de esto que me ha dado? Ojeo los folios y veo que son cosas de periodistas que no entiendo. Intento separarlas, pero no puedo. ¿Esta cosa metálica es la grapa? Necesito algo punzante para poder quitarlo.

Busco con la mirada algo con lo que poder quitar la grapa y no veo nada que me sirva. Salgo de la habitación y voy buscando más. Estoy a punto de coger unas tijeras cuando me topo de nuevo con el señor sonrisas.

–¿Qué haces con esas tijeras? –las mira y luego posa su mirada en mí.

–Intentando quitar la grapa.

–¿No has encontrado el quitagrapas?

Mi primer impulso es preguntarle que si existe algo como eso, pero me contengo. Niego con la cabeza y le sigo cuando empieza a caminar de donde he salido. Busca por ahí algo y saca una especie de pinza acabado en punta curvada. ¿Eso es un quitagrapas? Lo coge y con esos dientes afilados consigue sacar el trozo metálico. Me tiende los folios separados con una radiante sonrisa. Está a punto de salir por la puerta cuando le llamo.

–Me… ¿Me puedes ayudar con este trasto…?

–¿No sabes cómo va? –se sorprende. Pues no, no sé.

–Nunca se me han dado bien estas cosas.

Suelta una suave carcajada y se presta a enseñarme cómo va la fotocopiadora. También descubro que después de escribir algo en otro aparatejo llamado ordenador portátil u ordenador a secas se puede imprimir en folios. Pues sí que me he perdido cosas durante estos tres siglos.

–¿Cómo un chico como tú está tan desactualizado tecnológicamente?

Me mira mientras las diez copias se van haciendo. Me encojo de hombros mirándole. Ni siquiera sé lo que significa tecnológicamente. ¿Y cómo que un chico como yo? Soy un hombre, no un chico. Tengo más años que él y he vivido más. Claro que también es porque morí hace tres siglos.

–Nací en otro siglo –me vuelvo a encoger de hombros y él se carcajea. Lo gracioso es que estoy diciendo la verdad.

–Eres muy gracioso.

–Gracias –sonrío sin saber qué hacer o decir.

Las copas terminan de ser escupidas por ese armatoste y me marcho con Casey después de darle las gracias a Andrew. Camino hasta donde está él y le doy las hojas. Él despega la mirada del ordenador y me mira después de hacerlo con las copias.

–¿Por qué has tardado tanto?

–Bueno, no sabía cómo se hacía.

–Creía que Andrew te había enseñado.

–Me ha enseñado lo básico, no a hacer estas cosas tan raras y fascinantes.

–¿Te parece fascinante esto? –alza las cejas mirándome–. ¿Por eso has tardado tanto? ¿Por quedarte embobado con eso?

–No, el señor sonrisas me ayudó.

–¿Quién? –frunce el ceño confundido.

–El tal Andrew.

Puede que esté alucinando, pero veo que en su cara se está librando una batalla. Y en su mente también. Resopla y se gira de nuevo hacia su trabajo. ¿Y ahora qué hago?

–No te quedes ahí parado y ayuda a los demás a lo que te pidan.

Qué mañana llevo, Dios mío. No he parado de dar vueltas por todo el lugar y siento que aún tengo que aprender muchas cosas. Y tanto que tengo que aprender. Lo primero de todo es quitarme la manía de llamar humano a todo ser vivo de dos patas que se mueva. Bueno, a Casey le llamo mentalmente mi humano, pero él no lo sabe. Tan solo sabe que le llamo humano y eso le irrita bastante. Porque claro, él es mío, desde el momento en el que me metí dentro de él. Dentro de su cuerpo, claro está. Para enseñarle mis recuerdos obviamente. Solo que él aún no lo sabe.

–Anda, vamos a comer…

Aún no me acostumbro demasiado a la sensación de volver a comer y tener las funciones vitales de antes. Tres siglos sin esas necesidades pues han hecho que sea bastante vago en esas cuestiones, pero el apetito no lo he perdido. Antes comía demasiado y ahora sigo haciéndolo. La comida de esta época es algo distinta que la mía. Ahora muchas personas son capaces de comer manjares por muy poco y eso antes no se podía. Me asombra la evolución del pueblo.

Me llevo una sorpresa cuando vamos a un restaurante coreano. Hace ya tanto tiempo que no como nada de nuestro país que no sé si seré capaz de disfrutarlo. Entramos y me hace gracia que el camarero sepa hablar nuestro idioma. Casey pide por mí y yo me limito a observar el ambiente. Es como si hubiera viajado hasta mi querida Corea. ¿Cómo estarán las cosas allí? Tengo delante de mí a un periodista, así que supongo que estará al tanto de lo que ha pasado en tres cientos años.

–¿Y qué ha sido de nuestra tierra natal, humano? –me mira mal antes de tomar un poco de agua.

–La Corea que tú conociste ya no existe.

–¿Cómo que ya no existe? –me alarmo.

–Corea está partida en dos países ahora mismo.

–¿Cómo que en dos países?

–Sí, Corea del Norte y Corea del Sur.

–Eso es una banalidad muy grande, humano. Si intentas gastarme una broma, es una de muy mal gusto. Con nuestra tierra no se juega.

–No estoy jugando. Hubo una guerra civil en nuestro país antes de que se dividieran en dos países. Ahora técnicamente están en paz.

Me cuesta procesar la información. ¿Cómo es posible que haya tardado tanto en saberlo? Mi mayordomo no me dijo nada. Aunque a lo mejor él tampoco se enteró, cosa que es bastante improbable porque él vivía más en la civilización que yo, que estuve encerrado en mi mansión desde que fallecí. Tal vez no me lo quiso decir por no alterarme o algo, pero vaya, aún sigo sorprendido. Casey empieza a relatarme un poco cómo y por qué sucedió eso y yo sigo más confundido que antes. ¿Y ahora tengo que identificarme como norcoreano o surcoreano? Menuda tontería.

Antes de que siga divagando, nos traen la comida y tiene muy buena pinta. Al principio me cuesta un poco volver a pillarle la técnica de utilizar palillos. Hace ya tanto que no los he cogido que he perdido práctica, pero claro, si no quiero parecer un tonto que no ha cogido unos en su vida, me afano a coger de nuevo la práctica y devoro la comida. Qué buena está.

–¿Y cómo es que hemos venido aquí? –pregunto para romper el silencio que se ha establecido.

–Siempre vengo aquí durante el trabajo.

–¿Siempre?

–Sí, me gusta comer aquí. Me recuerda a nuestro país.

–¿Has estado alguna vez allí?

–No he tenido la oportunidad de ir.

–¿Te gustaría?

–Pues claro… El problema es que mi familia ha emigrado del norte…

–¿Eres del norte? ¿De qué norte?

–Antes de que Corea se partiera en dos, mi familia vivía en lo que ahora se conoce como Corea del Norte…

–O sea que ahora eres norcoreano, ¿no?

–Sí… –suspira–. ¿Y tú de qué parte venías?

–De la costa.

–¿Qué costa?

–Vivía en una isla.

–¿En cuál?

–La isla de Jeju. No sé si te suena.

–Jeju… –frunce un poco el ceño mientras piensa–. Ah, sí, ya sé dónde está. Entonces tú eres surcoreano actualmente.

–¿Surcoreano? ¿Eso pertenece a Corea del Sur?

–Sí.

–Vaya, qué pareja tan bonita, ¿verdad? –sonrío–. Un norcoreano y un surcoreano.

–No somos pareja –frunce el ceño molesto–. Ni siquiera me gustas.

–Pues no protestaste cuando te besé –sonrío triunfante cuando no sabe qué decir.

–Idiota… –gruñe mirando hacia otro lado y yo me limito a reír.

–¡Humano…!

Me giro para ver a un sonriente Andrew darme su particular buenos días. Desde que se me escapó llamarle así, me ha estado llamando así desde entonces. No lo hice queriendo, pero mi subconsciente me traicionó y le llamé así una vez. Él, lejos de molestarse o enfadarse, lo encontró gracioso. Dijo que nadie le había llamado así, de esa forma tan irónica. Yo no le encuentro la gracia, él es un humano y yo un fantasma que ha cogido un cuerpo prestado, pero este pequeño detalle solo lo sabe mi humano. Sí, aún me hace gracia llamar así a Hee Chul.

En la redacción ya nadie se extraña de que él llame humano al chico de los recados porque básicamente va gritando eso cada dos por tres. Y siendo sincero, no me molesta, siempre y cuando no se lo digan a Casey porque básicamente, ese apodo se lo he puesto a él y solo yo puedo llamarle así.

–¡Deja de llamar así a mi ayudante…! –vocifera mi humano.

–¿Desde cuándo es tu ayudante? –pone cara de consternación Andrew–. Que yo sepa, Spencer fue contratado para ser el de los recados, no tu asistente personal –me sonríe y después de darme una palmada en el hombro, se marcha.

–No sé cómo tiene tanta energía matutina… –gruñe poniéndose a revisar los papeles.

Me limito a sonreír y a disfrutar del espectáculo. Desde que conocí al señor sonrisas, Casey ha estado de bastante mal humor cuando estamos en el trabajo. En casa suele comportarse de igual forma, pero no tan agresivo como lo está siendo ahora. Aún recuerdo la cara que puso cuando descubrió que yo le había llamado humano a Andrew sin querer y que este había decidido llamarme así y gritarlo a los cuatro vientos. Juro que esos rasgos tan afeminados se tornaron en los de un oso pardo en menos de un segundo. También estuvo de mal humor durante ese día y me mandó por primera vez a la mierda.

–Esa es su cara de cuando algo le ha molestado soberanamente –me susurró Andrew aquella vez–. Aunque creo que está celoso de que nos llevemos tan bien –me sonrió a su manera y luego me arrastró con él para unas cosas.

Juro que estuve a punto de saltar de alegría cuando me dijo aquello. Tenía a Casey celoso y por eso me tomaba de mejor humor las interrupciones del hombre desde entonces, porque me encanta ver el cambio radical del moreno. Y ya cuando me llamó su ayudante estuve a punto de abrazarle y darle vueltas por el aire como solía hacer con Hee Min.

–Oye, ¿te apetecería ir a un partido de fútbol esta noche? –me aborda cuando estoy utilizando la fotocopiadora.

–¿Y por qué debería aceptar? –le miro de reojo.

–Pues porque… ¡Hoy hace dos meses que te uniste a nosotros…! –sonríe graciosamente.

–¿Y eso es algo relevante como para tener que celebrarlo? –le miro.

–¡Pues claro que sí…! No te han echado durante estos dos meses –suelta como si nada, manteniendo esa sonrisa–. ¡Y eso hay que celebrarlo…!

–¿Es que pensabas que me iban a despedir? –le miro asombrado de su osadía.

–Viendo tus dificultades del primer día… Pues sí –vuelve a sonreír.

–Gracias por tu sinceridad.

–De nada. Entonces, ¿vienes?

–¿Solo iremos tú y yo? –cojo las copias después de haber sido expulsadas de la máquina.

–Si quieres puede ir tu mentor –sonríe con picardía. Él se ha dado cuenta de los cambios de humor de mi humano.

–No le gustan mucho los deportes así que supongo que dirá que no, pero por probar que no quede, ¿no? –sonrío.

La verdad es que no he ido nunca a un partido de fútbol. En estos dos meses he escuchado mucho hablar de él, pero nunca lo he visto. Cuando vivía escuché algunas historias relacionadas con ese juego. Escuché hablar de escuelas inglesas en las que ese deporte era bastante popular, pero nada más. Nunca me llegó a interesar del todo.

Andrew asiente antes de dejarme con mis cosas y ahora me queda la misión de transmitírselo al humano. Como no le interesan los deportes, pues supongo que no le importará que pase mi tiempo de ocio con mi hiperactivo compañero de trabajo. Doy las fotocopias a la mujer que me las ha pedido y me escabullo durante unos momentos hasta la mesa de Casey, la cual está vacía. Miro por todos lados y no le encuentro. Es la hora de comer y normalmente me estaría esperando para ir al restaurante coreano. Qué extraño.

Me dirijo hasta el ascensor y me monto. Tal vez esté abajo esperándome. Cuando llego a la entrada del edificio, no le encuentro. Supongo que hoy tendré que comer solo. Por suerte, llevo dinero por si acaso algún día me pierdo por la ciudad. Estoy a punto de comenzar a andar para ir al restaurante cuando una mano se cierne sobre mi espalda y hace que mis entrañas tiemblen.

–¿Y Casey? –escucho la voz cantarina del señor sonrisas–. ¿Qué haces tú aquí solo a estas horas?

–¿Y tú qué haces aquí también? ¿Acaso me sigues?

–¡Pues claro! –sonríe animado.

Sé que bromea, pero tendría que estar un poco asustado. Bueno, sigo teniendo mis poderes para mandarle a volar por los aires si quiero. Es la ventaja de haber muerto y haber estado tres siglos como alma en pena por este mundo. Le sigo la gracia y empiezo a caminar.

–¿Y a dónde vas?

–A comer. Lo que deberías de estar haciendo tú, humano.

–¿Y vas solo? Normalmente te veo con Kim.

–Pues ya ves que hoy no está aquí. No sé dónde se ha metido.

–¿Y dónde comes normalmente?

–Esto ya parece de acosador –paro de caminar y le miro–. Dime, ¿acaso eres uno de esos paparazzis o acosadores raritos?

–Claro, pero mucho más guapo.

Sonrío ante esa respuesta. No me lo esperaba, la verdad. Niego con la cabeza y continúo caminando hacia el restaurante coreano. Cuando llego, él silba y entra conmigo. Los dos nos sentamos en la misma mesa. Él delante de mí.

–Me encanta que me hayas invitado a comer.

Le miro perplejo y comienzo a pestañear rápidamente. ¿Cómo ha dicho? ¿Qué yo qué? ¿Estamos locos o qué?

–¿Perdón?

–Que me alegra muchísimo que me hayas invitado a comer –sonríe mirando la carta.

–¿Qué? Pero si yo no he dicho nada, has sido tú quien me ha seguido hasta aquí.

–Y eso es claramente una invitación a comer contigo.

¿Desde cuándo se hace eso? En mi época, cuando alguien invitaba a otra persona, lo decía con palabras y halagos, no con no decir nada y ya estabas invitado a comer. Espero que con invitar no se refiera a que le pagaré también la comida.

–Eres muy raro, humano…

–Tú también y aun así me gustas –sonríe y vuelve a dirigir la mirada a la carta.

Me quedo en silencio. ¿Qué debería responder a eso? Antes de que pueda pensar en algo más, nos piden la consumición.

–Bueno, ¿y qué me cuentas de ti? En estos dos meses no he averiguado mucho sobre ti.

–¿Me has estado investigando? –alzo una ceja al mirarle.

–Sí, por algo soy periodista –no pierde esa sonrisa en su cara.

Le miro durante unos segundos sin decir nada. Menos mal que Casey me advirtió de que debía de ir con cuidado con mi nueva identidad. Por suerte, pude modificar un poco mi nombre y mi historia personal con mis poderes. Se supone que soy hijo adoptivo de una familia coreana y que he perdido el contacto con todos los de mi familia, fin. Luego ya puedo inventarme lo que sea porque no he dejado demasiado rastro, así que no creo que Andrew haya podido averiguar mucho sobre mí.

–Pues tampoco hay que contar sobre mí –sonrío yo también.

–Así que estabas aquí…

Me giro rápidamente al escuchar la voz de mi humano y veo que nos está observando, de pie y delante de nuestra mesa. Ha puesto de nuevo esa máscara de indiferencia que lleva poniendo los dos últimos meses y que no logro descifrar por qué la pone. En cierto modo me recuerda a Hee Min cuando se enfadaba. Tengo que dejar de pensar tanto en él, sí.

–¡Hombre, Kim…! –saluda alegremente–. ¿Dónde te habías metido?

–Tenía unas cuantas cosas que hacer –responde sin quitarme ojo–. He ido a buscarte, pero no te encontraba.

–Es que se ha ofrecido amablemente a invitarme a comer –suelta risueño el otro y yo le miro con cara de sorpresa.

Estoy a punto de decirle que eso no es verdad, cuando Casey coge una silla bruscamente y se sienta en medio de los dos.

–Bueno, pues me uno también. Me invitarás también, ¿verdad? –dibuja una leve sonrisa en sus labios y siento un escalofrío recorrer mi cuerpo. No me gusta esa sonrisa.

–Claro…

Él no dice nada más y vocifera una orden al restaurante. Me asusto porque no me espero que haga eso de sopetón. Cuando ha terminado de gritar, los tres nos quedamos en un silencio un tanto incómodo a mi parecer. Andrew nos mira a los dos sin dejar de sonreír. ¿No le duelen las mejillas de tanto forzarlas?

–Ah, sí, toma –Andrew busca algo en los bolsillos de su traje y me deja una entrada–. Es para el partido de fútbol de esta noche, procura no perderla.

–¿Partido de fútbol? –Hee Chul nos mira inquisitivamente.

–Ah, sí, Spen y yo vamos a ir a un partido de fútbol esta noche para celebrar que hoy es su segundo mes en nuestra redacción.

¿Spen? ¿Eso es un diminutivo?

–Conque Spen y tú… –enfatiza el diminutivo–. Vais a ir a un partido de fútbol…

–Sí. ¿Quieres venir con nosotros? –pregunto mientras veo cómo nos mira.

–No –contesta segundos después–. Tengo cosas que hacer.

–No mientas, Kim. Los dos sabemos que es porque no te gusta el deporte.

–Bueno, también. Intenta no hacer mucho ruido cuando vuelvas a casa –me mira fijamente.

Los dos le miramos sorprendidos. Andrew porque no sabe que yo vivo con mi humano y yo porque nunca antes había hecho referencia alguna sobre que vivíamos juntos. Cuando estoy en casa siempre intenta estar lo más lejos de mí. Él bebe un poco de agua, pero me parece haber visto que intentaba disimular una sonrisa triunfante. ¿Lo ha dicho a propósito? Espera, ¿mi humano acaba de marcar territorio delante de Andrew? Ahora soy yo quien bebe para que no se note que me sale una sonrisa mal disimulada.

–Vaya, no sabía que vivíais juntos…

–Tampoco preguntaste nada… –responde Casey con total normalidad.

–Debí de haberlo supuesto cuando me di cuenta de que siempre llegabais a la vez al trabajo… Y dime, ¿ya le has visto desnudo? –sonríe con picaresca mirándome.

Por primera vez después de mucho tiempo, noto que mis mejillas se tornan coloradas.

–¡No digas tonterías…! –salta el otro–. ¡Pues claro que no…! Ya le gustaría a él tener el lujo de verme sin ropa.

No le he visto sin ropa, pero sí que he estado dentro de él. Mente sana Lee Hyuk Jae, mente sana.

–Tampoco es gran cosa –resta importancia Andrew.

Esto me ha llamado la atención. ¿Significa que ha visto a mi humano desnudo? ¿Y por qué? ¿Acaso fueron algo más que amigos antes de que llegara yo?

–¿Cómo lo sabes, humano? –hablo sin pensar detenidamente en mis palabras.

De pronto, noto que Casey me pega tal pisotón en el pie que me quedo sin aire. Aprieto con fuerza la mandíbula y los ojos para no empezar a gritarle o estrellarle contra la pared de un solo movimiento. Maldito humano.

–¿Otra vez te has mordido la lengua? Tienes que vigilar más, Spencer… –habla con tono fingido de preocupación.

Respiro profundamente y asiento varias veces seguidas para poder calmarme. No tienes que lanzar a tu humano lejos de ti ni mucho menos hacerle volar delante de todo el mundo con tus poderes sobrenaturales. Sí, cálmate y haz como si nada. Andrew no puede contestar a mi pregunta porque justo en ese momento nos traen la comida y yo guardo la entrada del partido de fútbol. Comemos no sin sentir en mí la insistente mirada de mi compañero de vivienda. Cuando quiere, Casey puede llegar a ser bastante terrorífico. Mi Lucero no era así de agresivo. Era extravagante, sí, pero era más mordaz con su afilada lengua.

Volvemos al trabajo después de pagar yo por la comida y Andrew no para de atosigarme durante toda la tarde con lo referente a la cita que según él tenemos. Me habla de los dos equipos, pero hago caso omiso porque no interesan en lo más mínimo. Cuando termina el día, tengo la cabeza que me va a explotar. Ha sido incluso peor que cuando aprendí a utilizar un ordenador y a navegar por internet.

–¡Voy a buscarte a las ocho…! –se despide alegremente–. ¡No cenes, te invito yo…!

Ni me molesto en contestar porque él ya está bastante alejado de nosotros. Casey y yo caminamos hacia casa sin decir nada, nada fuera de lo común. Él está sumido en sus pensamientos y yo tengo demasiado dolor de cabeza como para estar de humor para molestarle. Llegamos y cada uno se va a hacer sus cosas. Me dejo caer sobre la cama y agonizo en ella. Creo que esta noche terminaré muy cansado al tener al hiperactivo Andrew a mi alrededor.

Me preparo para pasar una noche bastante movida. No he visto a Hee Chul desde que hemos vuelto del trabajo y se me hace raro que esté tan calmado. Normalmente hace mucho escándalo o pone música a todo volumen porque, según él, le ayuda a relajarse y a poder concentrarse. Más raro imposible. Encima es una música escandalosa. Tal vez se ha quedado dormido por el cansancio o esté escuchando esa música con esos tapones en los oídos.

Escucho un pitido y bastante estridente. ¿Qué es eso? Me asomo curioso por la ventana porque ha venido de fuera y veo a una de esas cosas llamadas coches delante de nuestra puerta. Oigo de nuevo que el ruido sale de ahí y segundos después veo a Andrew salir de ahí. Me sorprendo y voy hacia la puerta corriendo nada más escuchar el timbre. ¿Vamos a ir en coche?

–¡Hola Spen…! –me encuentro con una gran sonrisa–. ¿Estás listo?

–¿Eso es un coche? –señalo directamente a la cosa esa.

–Sí –se ríe levemente–. Ese es mi coche e iremos en él por si te lo estás preguntando.

Pongo cara de sorpresa. Nunca me he montado en uno. No sé muy bien cómo son porque Casey no conduce y no tiene ni coche propio. Dice que prefiere caminar, que es más saludable. Yo creo que es porque le da bastante pereza coger el coche. Lo malo es que sé que es verdad.

–¡Qué emocionante…! –suelto sin pensar y él se carcajea divertido–. ¡Ahora vengo…!

Cojo la mochila que se supone que me dio Casey porque ya no la utiliza y es vieja y corro de nuevo con Andrew.

–¿No es una mochila de niña pequeña? –señala mi espalda.

–¿Lo es? –le miro.

–Sí… –mira de nuevo la mochila–. Es Anna de Frozen…

–¿Quién es Anna? ¿Y Frozen? –frunzo el ceño sin entender nada.

–¿No lo sabes? –se muestra sorprendido.

–No. Me la dio Casey y me gustó.

–Mejor subamos al coche y te lo voy explicando…

Nos montamos y empieza su monólogo. Me explica que es una película de dibujos animados y que es un cuento dirigido para los niños pequeños, más bien para el público femenino. También me dice de qué trata ese cuento. Dos hermanas. La mayor, Elsa, con poderes sobrenaturales con los que puede controlar el hielo decide aislarse en las montañas nevadas para poder tener libertad, pero en su huida no se da cuenta de que desata una tormenta que solo ella puede pararla antes de que suma a su reino en el más completo frío bajo la nieve. Su hermana pequeña, Anna, tendrá que ir en su búsqueda para poder salvar su reino acompañada de un peculiar leñador y su para nada normal reno. Un argumento algo estrambótico para mi pensamiento del siglo XVIII, pero tampoco puedo hacer mucho.

–¿Y por qué me dio esa mochila? Y si dices que es para niños pequeños, ¿por qué lo tenía él?

–No sé –se encoge de hombros–. Hay veces en las que Kim tiene un gusto algo extravagante –sonríe.

Nos pasamos lo que queda del trayecto hablando de distintas cosas, casi la mayoría sin llegar a desarrollar demasiado. Cuando llegamos a lo que se supone que es el estadio de fútbol, quedo asombrado. Parece un anfiteatro completo y cuando entramos dentro, hay un montón de personas, como un teatro de mi época donde se reunía toda la clase alta para contemplar una aclamada obra. Me sorprende mucho que haya tantas personas reunidas en un mismo lugar y sin que se venga abajo la construcción.

–No te separes, que con lo poco que pesas, son capaces de transportarte al otro lado –bromea mientras me coge de la mano y tira de mí.

Andrew no me suelta en ningún momento hasta que llegamos a nuestros asientos correspondientes. Está un poco lejos, pero aún así puedo distinguir a los jugadores cuando comienzan a salir al césped. Hay muchísima gente que hace ruido y que come demasiado también.

–¡Voy a pedir la cena…! –habla un poco alto en mi oído para que pueda escucharle.

¿Cómo que va a pedir la cena? ¿Vamos a cenar aquí? ¿Quién en su sano juicio se pone a comer justo aquí con todo este bullicio y rodeado de miles de personas? Antes de que pueda reclamarle, ya ha desaparecido entre la multitud para ir a buscar nuestra supuesta cena. Me quedo sentado porque entre la marea de personas que hay, temo ser transportado hacia otro lado tal y como ha dicho antes Andrew.

Al cabo de un rato noto que Andrew se ha sentado a mi lado y que viene con una bandeja llena de comida. Vasos de cartón con comida de esa que llaman basura. Hee Chul me ha hablado de ella, pero nunca he probado. Reparte las bebidas y me ofrece algo de comida. La pruebo y la verdad es que no está nada mal. Continúo comiendo y empieza el partido.

Poco a poco Andrew me va contagiando la ilusión y la expectación que tiene durante el partido. No me he decantado por ningún equipo por lo tanto cuando alguno de los dos marca gol, lo celebro igualmente. Aunque claro, no sin recibir miradas llenas de odio, pero yo las contrarresto lanzándoles visiones de mi yo fantasmal y dejan de intentar asesinarme con la mirada. Cuando termina el partido parece que me he quedado afónico de tanto gritar. Y creo que Andrew también se ha quedado así.

Volvemos al coche y miro la hora. Las once menos cuarto de la noche. Según él es muy pronto así que conduce hasta Hyde Park. La verdad es que no conozco Londres y por lo tanto dejo que me lleve como si fuera un muñeco. Podría estar llevándome al culo de Londres que yo no lo sabría. Aparca y vamos caminando por el parque. Él no para de parlotear y a mí me hacen gracia todos los gestos que hace con las manos y, sobre todo, con la cara. De verdad, ese movimiento de cejas es algo sobrenatural. ¿Cómo puede alguien mover las cejas de esa manera?

No sé cuántas vueltas hemos dado ya por el parque ni cuánto tiempo hemos estado, pero para cuando voy a mirar la hora ya he perdido la noción del tiempo. De pronto noto una vibración justo en mi culo que no me deja ni cerciorarme de qué hora es. ¿Qué demonios es eso? Me palpo el pantalón hasta que saco el móvil que me ha obligado Casey a llevar a todas partes.

–¿Ese es tu móvil? –lo señala como si fuera un extraterrestre lo que acabo de sacar.

–Sí, me lo ha dado Casey… ¿Qué pasa?

–¡Pues que ese modelo es muy antiguo…! ¿Cómo ha podido Kim darte un móvil como este? –lo coge inspeccionándolo, obviando el hecho de que me están llamando–. ¿Diga?

Me acerco hasta el aparatejo también para poder escuchar quién está al otro lado.

–¿Dónde demonios te has metido? ¿Sabes qué hora es, imbécil? –oigo que gritan.

–Yo también me alegro de escucharte Kim –saluda alegremente Andrew, sin ningún signo de haberse quedado sordo por los gritos–. ¿Cómo vas? Oye, deberías de haberle dado un móvil mejor que este, ¿no crees? Este con suerte y no se cae a pedazos…

–¿Por qué tienes tú su móvil? –interrumpe mi humano–. ¿Dónde está Spencer? ¿Dónde estáis? ¿Sabes acaso la hora que es?

–No, ¿qué hora es?

–¡La una de la mañana!

No sé cómo Andrew no se queda sordo después de este grito.

–Bueno, bueno, tampoco hace falta que te pongas así –ríe amistosamente–. Solo se nos ha pasado la hora, nada más. Spen está a mi lado escuchando la conversación, tranquilo, no le ha pasado nada si eso es lo que te preocupa, Kim.

–¿Está ahí? Pásamelo –me pasa el móvil–. ¡Mueve el culo hasta casa ahora mismo y nada de peros! –me grita antes de colgar.

–No hace falta que me digas qué te ha dicho, lo he escuchado alto y claro –sonríe mientras me guardo el móvil.

–Creo que tiene demasiado aire en los pulmones…

Él se empieza a reír con ganas mientras nos dirigimos al coche. No entiendo qué le hace tanta gracia. Durante el camino seguimos hablando de cosas aleatorias hasta que llegamos a la casa de Casey. Esta vez aparca bien y no en medio de la calle aunque aparca un poco lejos. Con toda la insistencia y tranquilidad del mundo, me acompaña hasta la casa.

–Bueno, gracias por traerme y por lo de esta noche –sonrío mirándole–. No me lo pasaba tan bien desde hace tres siglos –los dos reímos–. Muchas gracias de verdad.

–No ha sido nada –sonríe también.

Miro hacia la casa y no veo ninguna luz encendida. Parece que Hee Chul ya se ha ido a dormir. Normal, son la una y media de la mañana y debe de estar cansado el pobre.

–Bueno, nos vemos mañana.

–Mañana es sábado, humano –ríe graciosamente.

–Es verdad… Ya no sé ni dónde tengo la cabeza…

–Bueno, ya sé que me vas a echar de menos durante el fin de semana, así que, ¿salimos a correr mañana?

–¿Mañana a qué hora exactamente?

–Por la mañana. ¿Qué te parece a las ocho?

–Pues…

–Perfecto, paso por tu casa.

Y antes de que pueda responde algo, sella mis palabras con sus labios. No es un beso largo ni muy corto, solo una suave presión de labios y después se va sin decir nada y sin mirar atrás. Joder, me acaba de besar. Y yo me he quedado helado como un tonto, como un adolescente. No sé cuánto tiempo he estado ahí pensando en lo que acaba de suceder. Andrew me acaba de besar como si fuera la conclusión de una cita, pero no es una cita porque solo hemos ido a cenar por ahí y a ver un partido de fútbol. Eso no es nada romántico ni bonito. Salvo por los gestos bonitos y caballerosos que ha tenido durante toda la noche. Y el beso. En qué lío me he metido. ¿No puedo simplemente no llamar la atención como siempre?

Entro en la casa con cuidado de no hacer demasiado ruido. Hay veces en las que echo de menos ser un fantasma porque ahora con este cuerpo no puedo traspasar las puertas y paredes o volar de aquí para allá sin molestar a nadie o ser visto. Ahora todo produce mucho cansancio y también sudo. Hace tres cientos años que no sudaba y aún se me hace raro e incómodo. Y mañana a correr por la mañana, un plan genial. No solo te cansas, sino que además sudas y te quedas sin respiración, ¿para qué? Para estar en forma. Subo hasta mi habitación y me meto directamente a la ducha para poder quitarme esta sensación tan pegajosa.

Enciendo el agua y me voy mojando. La verdad es que hubiera preferido darme un baño relajante, pero es muy tarde y tardaría demasiado. No quiero hacer demasiado ruido y despertar al dueño de la casa. Es muy huraño cuando se lo propone y, claro está, cuando le despiertan a la hora que no se debe. Cierro los ojos y me dejo refrescar por el agua. He tenido toda la noche los músculos en tensión por culpa del juego y ahora me siento bastante cansado.

–¡Pero qué…! –grito cuando escucho que abren la cortina de la ducha.

Antes de que pueda chillar más, me tapa la boca y me estrella contra la pared, inmovilizándome por completo. Joder con el tío, qué fuerza tiene. Y eso que parecía un flojo. Intento moverme o algo, pero este estúpido cuerpo no tiene la fuerza suficiente. Me hipnotiza con sus ojos para que no grite ni intente nada y cuando creo que me va a dejar en paz, sustituye su mano por sus labios. Abro mucho los ojos por la sorpresa y no soy capaz de responder al beso. Más que nada porque no me lo esperaba para nada. El beso es bastante fiero y duro, dominante y me quita el aire en cuestión de segundos.

–No hagas que tenga que volver a marcar mi territorio… –sisea después de estirar con suavidad de mi labio inferior–. Eres mío, Lee Hyuk Jae… –acaricia mis labios.

Me quedo mudo y sin esperar respuesta alguna, sale de la ducha. Ahí es cuando me doy cuenta de que se ha empapado la ropa. Quiero decirle que está mojado, pero no me sale nada y sale del baño. Me quedo en silencio, con el agua de la ducha en funcionamiento como música de fondo y notando aún sus labios en los míos. Decido ponerme debajo del chorro un rato más y dejar que mis pensamientos vayan fluyendo como el líquido. Cuando me quiero dar cuenta, estoy con una sonrisa de oreja a oreja y mi cansancio se ha ido de golpe.

–Kim Hee Chul… –tarareo su nombre mientras salgo de la ducha y empiezo a secarme.

Desde luego, Hee Min y Hee Chul no se parecen mucho entre sí. Cada uno es diferente al otro. Hee Min me hubiera dejado claro sutilmente que no le agradaba que estuviera con Andrew. En cambio, Hee Chul ha optado por pasar a la acción al asaltar mis labios y hacer esa declaración. Se parecen tanto, pero son muy opuestos. Algo que me irrita de sobremanera es que creo que me siento atraído por Hee Chul porque se parece demasiado físicamente a Hee Min. Y no solo en eso, sino también en su forma de caminar y el aura que desprenden. Los dos son personas que desprenden una seguridad y una sensualidad por los poros que es imposible no fijarse en ellos. Hee Min sabía que atraía a las personas como las polillas llamadas por la luz, pero Hee Chul no se da cuenta. Él va en su mundo.

Me acuesto pensando en ellos dos, en las diferencias y similitudes que tienen. No es justo para Casey que intente algo con él solo porque se parece a mi antiguo amante. Tal vez eso lo haya pensado porque vamos, yo no he parado de pensar en eso. Bueno, antes me pregunté por la sexualidad de él, pero con lo que acaba de pasar hace un rato, tiene, aunque sea un poco, interés por los hombres. Aunque me cueste aceptarlo, siempre comparo a Casey con Lucero. Que si uno hacía eso, lo otro, aquello, que si este hace cosas muy raras, que si es más raro que Lucero, que si es más simpático Casey, etc. Tengo que dejar de compararles si quiero empezar algo nuevo en mi vida amorosa. Sin embargo, hay algo dentro de mí que me dice que no será tan fácil deshacerme o, al menos, apartar a un lado el recuerdo del gran Kim Hee Min de mi mente.

–¡Humano…! –le llamo cuando le veo pasar por mi lado.

Cuando me escucha, sale corriendo escaleras arriba. Ya hace una semana desde que me abordó en la ducha y desde entonces no he podido hablar con él. Solo unas cuantas palabras cruzadas por necesidad y ya. Está muy raro y noto su mirada en mí cuando trabajo, pero cuando le miro, aparta su mirada. Aunque también creo que estoy viendo cosas raras porque a veces me parece ver que se ha ruborizado. Algo más bien imposible porque siempre me evita o me habla con mucha frialdad.

Aparte de tener que ir detrás de Casey para que me diga cualquier otra cosa que no sea una orden, he estado quedando todos los días con Andrew. No hemos hablado sobre el beso, pero está más que claro que me está cortejando. Lo noto por la atención que pone en mí las veinticuatro horas del día o, al menos, en los ratos que tiene tiempo libre. Y más ahora que tengo WhatsApp de ese. Cada mañana tengo un “buenos días” de su parte cuando el compañero que tengo al lado no me dice nada ni para pasarme la sal.

Suspiro y subo las escaleras. Esto no puede seguir así. No puedo hablarle a través de mensajes porque es algo absurdo. Le tengo justo en la misma casa y ni siquiera me dice nada. Cuando llego a la planta, no sé dónde demonios se ha ido. Utilizo mi radar y mi instinto me dice que se encuentra en el baño. No lo dudo ni un momento y me dirijo hacia allí. Está en un sitio cerrado así que le podré cortar el paso si se le ocurre escabullirse de mí. Aún tengo mis poderes a mi favor. Tan difícil no puede ser controlar a un humano.

Abro sin ni siquiera llamar y encuentro la octava maravilla del mundo delante de mis ojos. Tengo unas bonitas vistas de su parte trasera desnuda y supongo que delante también irá ligero de ropa. Él se asusta y se tapa, mirándome con ganas de querer matarle. Y yo, por supuesto, no permito que se tape con nada. Quiero ver esa preciosa desnudez suya, así que con un movimiento de mano, mando a volar la toalla con la que se estaba tapando. Veo un extraño dibujo en la parte baja de la espalda. Son dos grandes flechas señalando hacia abajo, con las puntas tocando los dos hoyuelos que hay antes de que comience el culo.

–“Aparcamiento libre”…

Le miro y veo su cara demasiado roja como para ser normal. ¿Qué es ese dibujo que señala hacia su culo? ¿Y por qué lo lleva?

–¿Qué es esa cosa que llevas detrás?

–Un tatuaje… –intenta esconderse de mí.

¿Por qué se ha puesto tan tímido? Si hasta hace una semana cuando intentaba algo así, no paraba de gritarme hasta echarme del lugar. Escaneo todo su cuerpo pálido y, para mi mala suerte, hay un momento en el que se me asemeja a Hee Min. Cierro con fuerza los ojos antes de abrir los ojos para centrarme en él. ¿Y cuál es mi sorpresa? Que no sé cómo lo he hecho, pero sin darme cuenta le he acorralado contra la pared y él es ahora mismo la cosa más mona y frágil que he visto en toda mi vida. Está con la cara súper roja y tiene una actitud bastante tímida. Nunca le había visto así y me provoca una ternura infinita.

–Muy peculiar ese tatuaje, ¿no crees…? –no puedo apartar la vista de él y me doy cuenta de que estoy acariciando sus caderas. Las manos quietas Lee Hyuk Jae, le vas a asustar haciéndole creer que eres un violador.

–Fruto de una noche de borrachera… –tartamudea haciendo que me parezca adorable.

–Qué peligro entonces…

Y sin ser consciente de lo que hago, me acerco a su cuello y no me separo hasta que escucho un suave gemido escapar de sus labios cuando le marco. Le sonrío una última vez antes de desaparecer como él hizo una semana antes. Cuando salgo del baño, siento que el corazón se me va a salir del pecho. Qué hombre, por favor. Necesito despejar mi mente antes de que pase algo más.

–Oye, ¿me estás escuchando?

–¿Eh? –miro a Andrew–. Perdona, ¿qué has dicho?

–Estás muy despistado últimamente, ¿qué te pasa?

–Nada –sonrío–. Repite, por favor.

Y empiezo a no escuchar nada más de sus palabras. Ya ha pasado otra semana desde que le hice aquel cardenal después de chupar su desnudo cuello y es una visión que no he podido quitarme de la cabeza. Cierro los ojos y mi mente me transporta al momento en que le vi desnudo y en la sensación que tuve cuando mis labios rozaron su blanco cuello. Era tan suave su piel. Me distraigo un momento y también me aparece su cuerpo. Todos mis pensamientos han ido a parar a ese moreno que ahora mismo me evade como si fuera la peste negra. Bueno, yo también he estado esquivándole, más que nada porque cuando le veo, al momento mi mente le desnuda y no es nada bueno hablar con una persona mientras le imaginas desnuda.

–Y… Vuelves a no estar aquí –Andrew me mira con obviedad y yo salgo de mi trance–. A ver, dime, ¿qué pasa? Estás con la cabeza en otra parte. ¿Te preocupa algo? ¿Tienes algún problema?

–No, pues claro que no.

–A mí no me engañas, a ti te pasa algo. Anda, dime, ¿qué es? Puedes confiar en mí.

El problema no es ese. El problema es que no puedo decirle que me siento terriblemente atraído hacia mi compañero de piso y no puedo decírselo porque él ya me ha demostrado que está interesado en mí. O a lo mejor fue un beso de despedida y yo me he montado teorías. No, no puedo decirle eso. No soy un ser sin corazón. Antes puede que sí, ahora no.

–¿Qué harías tú si quieres hacer algo, pero no puedes porque no sabes si puedes hacerlo o no?

–Simplemente hacerlo –se encoge de hombros con simpleza–. Depende de si esa cosa es muy grave o no o de si va a hacer daño o no a alguien.

Estoy tentado a decirle que sí voy a hacer daño a alguien, pero me contengo. Me quedo pensativo y Andrew decide que ya es hora de finalizar nuestra salida. Me acompaña hasta casa y nos despedimos. Entro a la vivienda y me parece que está vacía. Es viernes por la tarde y supongo que él estará dando una vuelta con sus amigos o algo. Por si acaso, paso mi radar. Para mi sorpresa, está en la habitación. Como no tengo nada mejor que hacer, voy hasta su cuarto. Toco antes de entrar y le encuentro acostado en posición fetal. Veo que tiembla ligeramente. ¿Qué le pasa? ¿Se ha resfriado o algo por trabajar demasiado? Me acerco no sin antes cerrar la puerta y veo que tiene como pequeños espasmos. ¿Está convulsionando?

–Casey… ¿Qué te pasa? –me siento al borde de la cama y toco su hombro.

Al momento se tensa ligeramente y me preocupa más. ¿Se ha asustado por mi tacto? No lo entiendo, ¿qué le pasa? ¿Me tiene miedo? Luego vuelve a temblar de nuevo y yo le obligo a que se gire para mirarme. Me llevo una sorpresa al ver que está llorando.

–¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras? –frunzo ligeramente el ceño mientras le sostengo por los hombros–. ¿Ha pasado algo?

–Sí… –dice casi en un susurro.

–¿El qué? ¿Quién te ha hecho llorar?

–Tú…

–¿Yo? –abro un poco más los ojos–. Pero, ¿qué he hecho yo? No te he hecho nada.

–Sí, tú…

Pestañeo sin entender nada. Que yo sepa ya no le molesto tanto como las primeras semanas de convivencia. Entonces, no lo entiendo. Por una vez que soy bueno con él, me acusa de que le he hecho algo.

–Por tu culpa estoy así…

–¿Por qué?

–Porque eres tú…

¿Qué? Cada vez entiendo menos.

–¿Cómo que soy yo?

–Pues que eres tú el culpable de que esté así…

–¿Pero por qué? No te he hecho nada ahora.

–Claro que lo has hecho... –se limpia las lágrimas, dándole una imagen de niño pequeño que hace que me derrita por dentro–. Es todo por tu culpa, maldito bastardo.

Y ahora me insulta, no entiendo estos cambios de humor.

–No te entiendo.

–¡Pues claro que no entiendes, imbécil…! ¡Largo de mi habitación, vete…! ¿Qué haces que no estás con Andrew, eh? –me mira con cara de querer asesinarme.

–Acabo de venir de dar un paseo con él y…

–¡Pues vete con él! –me corta enfurecido.

–¿Pero por qué me gritas ahora?

–¡Porque quiero!

–Pues muy bien, quédate aquí amargándote la vida, maldito loco.

Lo que no me espero es que él grite enfurecido y se abalance contra mí, pero no para pegarme, sino para prácticamente forzar mi boca con sus labios. Los dos caemos al suelo, pero eso no le impide seguir besándome con violencia. No se separa hasta que los dos necesitamos tomar una bocanada de aire para no ahogarnos.

–¿Aún sigues queriendo ir con Andrew…? –jadea mirándome desde arriba, sentado encima de mí.

–O sea que… Esa rabieta de niño pequeño es por él…

Gruñe antes de volver a asaltarme, pero esta vez, yo empiezo a llevar el ritmo. Logro sentarme en el suelo y cogiéndole por los muslos, le atraigo sin mucha suavidad hacia mí. Aunque bueno, él tampoco se queda atrás y no tarda demasiado en enroscar sus piernas a mi alrededor, haciendo lo mismo con sus brazos y mi cuello. Como puedo me reincorporo y seguimos besándonos una vez tocamos la cama. Yo no pienso y él ya no llora. Empiezo a sentir una sensación que no sentía desde hace tanto tiempo, a notar cómo mi pulso se dispara por momentos y a querer tocarle más.

Por primera vez, ya no comparo a Hee Min con él, solo existe Casey, su cuerpo, sus ojos, sus labios y todo él. Sin darme cuenta, nos vamos desnudando mientras que entre jadeos, vamos acariciando cada centímetro de nuestros cuerpos. Su piel es suave, tersa y pálida, con un olor a rosas impregnado en él que lejos de extrañarme, hace que me pierda más en él y me vuelva loco. Cuando le tengo totalmente desnudo ante mí, me dedico a observarle con todo detalle. Mejillas sonrosadas, labios hinchados por los besos, respiración agitada y un cuerpo temblando de antelación hacen que me llene de más ansia por devorarle y de excitación por poder estar con él.

Con un gruñido ronco, empiezo a explorar todo su cuerpo tomándome mi tiempo, con calma y haciendo que para mi propio regocijo, él se desespere cada vez más y haga que pierda la calma. Hago que su ansia crezca un poco más antes de que nos enredemos para poder comenzar nuestra batalla de amor. Establecemos un ritmo lento y desesperante mientras me dedico a llenar toda su piel de besos y caricias. Nuestros jadeos y la forma en la que nos aferramos el uno al otro hacen que el ambiente se vuelva más sensual.

No sé cuánto tiempo estoy amándole. Segundos, minutos, horas, pierdo la noción del tiempo cuando ya no soy persona y lo único que me importa es unirme con él en todas las formas posibles. Le hago tocar el cielo y más allá cuando ya casi no podemos más y con un gemido sonoro, llego a mi punto álgido antes de que los dos respiremos con dificultad, abrazados. No tardamos demasiado en que el sueño y el cansancio nos venza.

Despierto cuando ya ha oscurecido y le encuentro abrazado a mí. Está relajado y aún sigue durmiendo con una cara angelical llena de paz. Limpio con cuidado lo que queda del rastro de lágrimas secas y me levanto sin despertarle. Miro a través de la ventana de su habitación y me apoyo en la pared, pensando.

Es obvio que hay atracción por parte de los dos, pero no sé si siente algo más que eso. Yo sé perfectamente que me atrae más allá de lo físico. Me gusta mucho la verdad, pero tengo miedo de que ese enamoramiento que pueda suceder, se haga en base a que él se parezca a Hee Min aunque en un principio haya sido esa la razón. Algo irónico porque en cuanto a la personalidad no se parecen en casi nada. ¿Debería contárselo? ¿O se reirá de mí por ser una tontería? ¿Y si se siente herido porque piensa que solo estoy a su lado porque se parece a Lucero?

–No deberías de mirar por la ventana de esa manera… Y más estando desnudo… –me giro y veo que se está estirando como si fuera un gato–. A ver si me voy a poner celoso…

Sonrío mirándole. No, no me gusta porque se parezca, sino por quién es. En la vida cotidiana él es muy diferente. Sí, me enamoré perdidamente de Lucero en su día, pero creo que es hora de pasar página y dejarme llevar por lo que siento por este periodista. Creo que será muy diferente en comparación a lo que viví con Hee Min. Correspondo al casto beso que me da mientras me abraza.

–Vuelve a la cama, anda…

–¿No quieres cenar? Ya se ha oscurecido…

–Después –sonríe levemente–. Ahora quiero estar a tu lado…

–Casey, yo…

–No hables… –sella mis labios con su dedo–. Sé que tienes dudas como yo, pero creo que puede salir algo bonito de esto…

–¿No tienes miedo…?

–¿De que solo estés conmigo porque me parezco a él…? Claro que lo he pensado, pero analizándolo con frialdad, no soy ni me parezco en nada a él.

–Bueno, eso es verdad…

–Así que… –me va dando la vuelta sin soltarme–. Si tú quieres, podemos superar juntos nuestros miedos, humano…

Sonrío acariciando su mejilla.

–Claro que quiero…

–Bien… –sonríe tomando un halo de sensualidad y dominio y me va empujando hasta la cama–. Porque te puedo asegurar que… Soy muy, pero que muy diferente a él… –se pone a horcajadas sobre mí.

Creo que mañana no podré sentarme.

Notas finales:

Sgàile: Daonna agus talamh = Espectro: Humano y tierra.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).