Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Palabras de papel por Annie_Powers

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

–¿A dónde vas?

–A pasear, ¿por qué?

–Ah, por nada –me encojo de hombros–. Por saber. Ten cuidado y no te cueles por ninguna nube.

Él resopla fastidiado antes de marcharse por la puerta y yo no puedo evitar carcajearme. Nunca había pensado que las almas se pudieran caer desde las nubes hasta que vi que Kim Hee Chul se desvanecía por una de ellas. A ver, yo siempre he tenido la típica imagen de que las almas de los muertos que descansan en paz eran felices mientras caminaban por el cielo y sobre las nubes. Sin caerse, como si caminaran por tierra firme. Y no me equivocaba. Lo que pasa es que nunca pensé que llegaría a ver semejante espectáculo como el tener al humano colgando de una nube medio diluida y gritando por su vida. El rato que estuve riéndome por eso no fue normal.

Ahora cada vez que me dice que va a salir de casa, le suelto la gracia de que no se caiga por ninguna otra nube. He descubierto que me encanta molestarle porque encima se empieza a lamer los labios cuando está nervioso o cabreado o simplemente está intentando no saltar sobre mí para hacerme quién sabe qué. Para decirme guapo estoy seguro de que no.

Hee Chul se ha adaptado bastante bien al hecho de estar muerto porque básicamente aquí puede hacer lo que le dé la gana a la hora que quiera. Hay veces en que le escucho farfullar cosas incoherentes del no sé qué de la vida anterior y no me entero de nada. Sé que a veces echa muchos de menos su casa y su familia. Por lo que he averiguado, tenía una hermana y sobrinos. Aunque supongo que también echará de menos las ventajas de estar vivo en vez de a sus familiares. Pero, ¿cómo se puede quejar teniendo a semejante compañero de casa? Es decir, yo soy un excelente compañero. Sin embargo, él cree que no.

De los trescientos años que llevamos conviviendo juntos no hay día en que no me eche de su habitación alegando que le gusta y mata por su espacio personal. Yo tan solo quiero abrazarle y darle pequeños besos por esos mofletes tan gordos que tiene. Muchas veces me he llevado un empujón y una sarta de insultos por estrujarle sus mejillas en un arrebato de locura transitoria de amor por sus mofletes. Y sí, Hee Chul lleva la cuenta del tiempo que lleva muerto desde la primera vez que llegamos aquí. Se guía más bien por las cosas que ve del mundo de los humanos y el muy masoquista ha querido ver cómo todos sus seres queridos han ido muriendo para reencontrarse con él aquí. Hermana, sobrinos, primos y una larga rama familiar.

Su Jeon, que es la familiar que abofeteó a mi humano nada más llegar al cielo, le ha ido presentando a todos los familiares que han ido encontrando por el maravilloso e infinito cielo. Lo cual significa que muchas veces he estado varios días terrenales sin saber nada él, cosa que me irrita bastante. Y para colmo, cuando vuelve lo hace más contento y distraído y, cuando estoy a su alrededor, su mal humor vuelve, que es cuando empiezo a molestarle.

¿Y si en vez de ir a dar un paseo él solo ha ido a dar un paseo con Su Jeon? ¿Acaso no se cansa de estar casi siempre con ella dando vueltas por los edificios? ¿Y ella no tiene nada mejor que hacer que estar con mi humano todo el tiempo? Debería seguir a Casey para asegurarme de que no se ha caído por ninguna nube a medio construir, sí. Con ese pensamiento en la mente, me levanto del sofá en el que estoy echado y salgo por la puerta.

Miro hacia todos lados para ver si puedo verle, pero no le encuentro durante el primer vistazo. Como ahora he dejado el mundo de los vivos, ya no conservo mis poderes sobrenaturales. Sin embargo, al ser mi alma gemela, puedo intuir por dónde ha podido ir sin ningún problema. ¿Que cómo lo hago? Simplemente pienso en mi humano y me dejo llevar. Esto lo sabemos hacer los dos, pero él aún no lo sabe porque se niega a admitir que estamos hechos el uno para el otro. Yo lo vi claro desde un primer momento en cuanto cruzamos al otro lado. A él le está costando más puesto que no pasa el tiempo suficiente conmigo.

Empiezo a caminar siguiendo mi intuición. No puede estar muy lejos. No suele andar tan rápido a menos que se haya ido corriendo porque llega tarde a algún lugar en concreto. Acelero el ritmo de mis pasos y miro a mi alrededor. No le encuentro por ninguna parte. ¿Y si se ha vuelto a caer de nuevo? No creo que el humano sea tan tonto como para cometer el mismo descuido dos veces seguidas. Sigo buscándole con la mirada y le encuentro por el parque. Sí, hay un parque en medio de un montón de nubes y en el cielo. Aquí arriba todo es posible. Y está con Su Jeon. Habrase visto. Todo el día juntos como si les hubieran solapado para toda la eternidad. Creo que es mi turno de pasar un rato con él.

Camino hacia donde están ellos dos charlando con total normalidad, como si se conocieran de toda la vida cuando en realidad solo se conocen de hace tres siglos. Bueno, yo también, pero a ella le gano por tres días, por lo tanto le conozco más tiempo que Su Jeon. Entonces no tiene el mismo derecho a estar tanto rato con él que yo.

–Buenos días –saludo apareciendo detrás de ellos, que están sentados en un banco.

–Joder, qué susto –Casey pega un bote levantándose y me mira como si fuera un bicho raro.

–Hola, Hyuk Jae –sonríe Su Jeon.

–Hola –respondo y miro a Casey que aún sigue de pie.

Mi humano vuelve a sentarse al lado de su pariente y siguen charlando como si nada. Yo estoy alucinando. ¿Cómo pueden ignorarme estando yo delante de ellos dos? Bueno, más bien estoy detrás, pero ahora mismo me acabo de poner justo delante del banco.

–¿Quieres algo, Hyuk Jae? –Casey me mira con algo de fastidio.

–Sí, quería que fuéramos a dar un paseo tú y yo, juntos, los dos solos –recalco las últimas ideas.

–¿Y tiene que ser ahora?

–¿Y cuándo entonces? Si nunca te encuentro por casa.

–¿Por casa? –pregunta algo curiosa la mujer.

–Sí –afirmo–. Casi siempre está fuera.

–No sabía que vivíais juntos –sonríe mientras nos mira a los dos.

¿Que en trescientos años no se ha enterado que Hee Chul y yo vivimos juntos?

–Nunca has preguntado –se encoge de hombros el desgraciado.

–Porque pensaba que vivirías en tu propia casa, como todo el mundo.

–Pues no, vivo con él.

Y encima ni siquiera se lo ha contado. No le ha contado que estamos viviendo juntos. ¿Debería preocuparme? Desde luego que sí. ¿Se avergüenza de mí?

–Es algo extraño, eres el primero que conozco que vive con alguien más…

–Nos asignaron así, no tengo ni idea de todo esto.

Veo que Su Jeon va a decir algo más.

–¡Bueno…! –vocifero alzando la voz y obligando a que se calle–. Vamos a dar ese paseo tú y yo –doy un tirón de su muñeca que hace que se levante de un salto–. Nos vemos, hasta luego, un placer haber hablado de nuevo contigo –sonrío antes de comenzar a andar rápidamente.

La mujer se queda algo sorprendida mientras nos alejamos y yo siento que Hee Chul va tironeando para poder soltarse. Lo siento, pero yo tengo más fuerza que él, así que le arrastro fuera del parque en un momento. Le sigo cogiendo de la mano para que no se le ocurra la brillante idea de escapar de mí. Básicamente porque no puede hacerlo, le voy a encontrar siempre. Y parezco un psicópata ahora mismo.

En un momento dado siento un tirón de mi brazo y me doy la vuelta para ver si se ha caído de nuevo por una nube. Veo que está con cara seria y que ha conseguido soltarse.

–¿A ti no te han enseñado educación o qué? ¿Por qué coño me has arrastrado de su lado? ¿No ves que estaba charlando con ella?

–Ya has charlado bastante con ella, ahora hagamos algo los dos juntos –sonrío restándole importancia.

–¿Y no puedes esperarte hasta dentro de un rato cuando haya dejado de hablar con ella? –alza las cejas con incredulidad.

–La última vez que dijiste eso, te fuiste dos días hasta volver a casa.

–Por Dios, ni que tuviera que comunicarte cada cosa que hago. No eres mi madre.

–Pues claro que no lo soy –me cruzo de brazos.

–Y estoy con una antepasada mía. ¿Por qué no dejas que hable con ella, eh? Si tan solo estoy muy poco tiempo con Su Jeon.

Poco tiempo dice, el cabronazo este. Poco tiempo. Tendrá cara el imbécil. ¿Una semana entera sin saber nada de él es poco tiempo? ¿Poco tiempo? Alzo las cejas mientras le miro. ¿Pero qué se ha creído? ¿Que nací ayer o qué?

–¿Poco tiempo, humano? Poco tiempo es el que pasas conmigo.

–¿Cómo que poco tiempo? ¡Pero si prácticamente estás a mi lado las veinticuatro horas…!

–Pero si eres tú quien siempre te marchas de casa. Nunca hacemos nada juntos, prefieres irte con Su Jeon que conmigo.

–¿Y para qué quieres que hagamos cosas juntos? Si bastante tengo yo con aguantarte cuando estamos dentro de casa como para tenerte encima enganchado a mí cuando salgo a pasear. Quita, hombre.

–Yo también quiero pasar el rato contigo…

–¿Y por qué no te vas a conocer a gente nueva para salir y pasar el rato? Así me dejarías a mí un rato en paz.

–Porque no quiero conocer a gente nueva. Contigo me es suficiente.

–¿Pero por qué? –se le ve exasperado ante mi tozudez.

–¿Por qué, qué?

–Que por qué quieres estar todo el rato conmigo. Eres exasperante.

–¿Que por qué…?

–Sí, por qué.

A Hee Chul no le da tiempo de ver mi sonrisa cargada de malicia antes de estampar mis labios contra los suyos. Sé que ahora mismo está abriendo mucho los ojos por la sorpresa, por eso aprovecho su estado de inmovilismo para poder acercarle más a mí y así profundizar el beso. Me separo de él antes de que consiga reaccionar del todo y me pegue. Lamentablemente me acabo de acordar de que tengo que hacer una cosa, que sino se iba a enterar este humano de lo que es quedarse sin palabras estando muerto.

Camino a paso rápido entre la multitud de gente que hay. Cada vez hay más personas. ¿No podrían algunos irse al infierno un ratito? Así no habría tantas aglomeraciones. Y mira que el cielo es grande. Creo que he tardado otra eternidad más en llegar a mi destino. La Gran Biblioteca Celestial. Sí, un nombre espantoso.

–Espero no morirme en el intento… –murmuro mientras camino hacia dentro.

Entro en la biblioteca con ese nombre tan cutre y veo que está totalmente desierta. Normal, ¿quién necesita una biblioteca cuando uno está muerto? Pues está claro que en el cielo. Claro que sí. ¿Y aquí qué tipo de libros me voy a encontrar? No tengo ni idea porque es la primera vez que entro. Voy mirando las estanterías y veo miles de libros. Intento encontrar el fondo del lugar, pero es imposible. El pasillo es infinito. Y lo gracioso es que cuando he entrado a la biblioteca se veía un espacio limitado y ahora que estoy dentro esto es eterno. Las ventajas de estar en el cielo, que no hay límites aquí. El límite solo lo impone uno mismo o Dios. O eso creo. ¿Cómo voy a encontrar lo que estoy buscando?

Me acerco hasta la que parece ser la recepcionista, que está leyendo un libro muy interesante a su juicio puesto que ni siquiera me presta la más mínima atención cuando le llamo. Lo intento de nuevo y nada. Respiro profundamente e intento no perder la calma. Es una pena que no tenga ya mis poderes para poder mandarle a tomar viento literalmente. Carraspeo para que me escuche y es entonces cuando me doy cuenta de que está tarareando algo. ¿Qué está haciendo?

–Disculpe.

Y nada, que la tía esta sigue tarareando mientras lee. ¿Cómo escucha la música? Porque yo no oigo nada y no veo que lleve algo en las orejas como lo hacía mi mayordomo. ¿Entonces se le ha ido la cabeza? Palmeo el recibidor con suavidad para que no se asuste, pero ni siquiera se entera. Ya me estoy empezando a cansar de la situación.

–¡Disculpe…! –medio grito mientras doy una fuerte palmada en el mueble.

La chica se asusta y se le cae el libro al suelo, rompiendo el silencio que había en la biblioteca. Me mira con algo de hastío y yo le dedico una de mis mejores sonrisas falsas.

–¿Qué quiere?

–Busco un libro.

–¿Cuál?

–Pues no lo sé.

Ella me lanza una mirada bastante reprobatoria. ¿Qué? Si es verdad.

–¿Al menos se sabe el autor?

–No –contesto unos segundos después de pensármelo.

–¿Y de lo que trata? –levanta una ceja al mirarme.

–Pues… Creo que no.

–¿Entonces para qué ha venido a la biblioteca?

–Pues a buscar un libro –respondo con bastante obviedad.

–Mire, señor, no me haga perder mi valioso tiempo con tonterías. Si no sabe qué libro quiere, entonces mejor márchese y vuelva cuando sepa con exactitud los datos del mismo, ¿vale?

–¿Y si quiero buscar una información sobre algo en concreto entonces qué hago? Tenía entendido que las bibliotecas también servían para poder buscar datos sobre un tema –sonrío.

Me mira con fastidio antes de agacharse para recoger el libro y dejarlo con algo de brusquedad sobre la mesa.

–Pues podía haberlo dicho antes.

–No me lo ha preguntado –veo sus ganas de mandarme a paseo en su mirada.

–Vaya al fondo del todo y gire a mano derecha, allí encontrará una pequeña cruz.

–¿Y entonces qué hago?

–Diga el tema sobre lo que quiere buscar y la biblioteca le dará los libros relacionados con lo demandado.

Y sin añadir nada más, clava de nuevo la vista y la concentración en el libro. Creo que lo de la supuesta música de antes ha sido una estrategia para no tener que hacerme caso. Dejo que se recree con su libro y voy al final del todo. ¿Y dónde está el “fondo del todo”? Esto no tiene fin, ¿cómo quiere que encuentre la pequeña cruz? ¿Dónde está? ¿Arriba? ¿Abajo? ¿En una pared? ¿En el suelo? No sé para qué demonios tienen a la bibliotecaria ahí si no hace nada.

Camino intentando encontrar esa cruz. Aunque mentalmente estoy en otra parte. ¿Qué tipos de libros son estos? ¿Están aquí todos los libros del mundo terrenal? ¿O han hecho una selección especial? ¿Estarán los libros que se quemaron en el mundo de los humanos? Como si los libros murieran y ascendieran al cielo. ¿Ascienden al cielo después de ser quemados y por eso van a parar a esta biblioteca? Tendría que haber quemado algún libro en mi vida.

Cuando creo que me voy a morir por segunda vez intentando encontrar la puñetera cruz, la encuentro en un rincón. Joder, ¿no podrían haberla hecho un poco más pequeña? Me acerco al objeto sagrado y miro hacia los lados. La mujer ha dicho que diga lo que quiero y que la biblioteca me dará los libros. ¿Cómo me los va a dar? Mejor que deje de hacerme tantas preguntas y que hable directamente. Carraspeo.

–Almas gemelas –digo alto y claro, para que no haya equivocaciones.

Espero a que suceda algo y nada. A lo mejor la biblioteca no me ha escuchado del todo bien, así que vuelvo a repetir. Sigue sin suceder algo. A ver si es que este lugar sufre de sordera. Intento esperar para ver si sucede algo hasta que escucho como una especie de sacudida. ¿Qué ha sido eso? ¿Desde cuándo hay terremotos en el cielo?

–¿Qué…?

Antes de que pueda maldecir, algo se estrella contra mi cabeza, haciendo que me desplace un poco de mi posición inicial. Al mirar el objeto que me ha golpeado veo que es un libro. Levanto la vista para ver si corro peligro de que me caiga otro libro mal puesto de alguna estantería y veo que todos están bien alineados. Lo recojo del suelo mientras le echo un vistazo a la portada. “De amor y otras cosas”. Enarco las cejas al ver que este libro puede tener información de lo que estoy buscando. ¿Cómo me ha caído justamente en la cabeza esto? Vuelvo a mirar por la parte alta y no veo nada peligroso. Me rasco la cabeza sin entender demasiado lo que ha pasado.

De pronto siento como si toda la tierra cayera sobre mí y me veo aplastado contra el suelo de la biblioteca. Me levanto como puedo y cuál es mi sorpresa al verme rodeado de un montón de libros. Todos caídos de las estanterías. Miro a mi alrededor para ver si me va a caer alguno más, pero no veo que haya más peligro. Me agacho para coger uno aleatoriamente y cuando lo miro siento cómo el bordillo de otro libro se clava en mi cabeza. ¿En serio? Esta maldita biblioteca se está burlando de mí.

Observo mejor los escritos y me doy cuenta de que hay demasiados. ¿Todo esto tiene algo que ver con las almas gemelas? Si es así, voy a tardar mucho en poder ojearlos todos. Bueno, si algo de lo que más dispongo es de tiempo, así que voy apilando los libros en pequeños torreones en una de las mesas de la biblioteca y me dispongo a pasar un tiempo indefinido ahí, entre papeles.

Muchos de los libros que voy mirando tratan sobre libros dedicados más a los mitos del amor y de las fantasías amorosas. Lo más curioso que he encontrado una obra bastante peculiar sobre el amor. No habla de las almas gemelas, pero sí que hace alusión a Dios y a la Virgen María. “Libro de buen amor”, de un tal Juan Ruiz, Arcipreste de Hita. Más bien destaca el amor hacia Dios en lugar del amor carnal. Como no habla de lo que estoy buscando, lo aparto y lo dejo en otro lugar de la gran mesa antes de seguir mirando los otros.

No sé cuánto tiempo me paso ahí, repasando los libros, pero ya empiezo a cansarme de encontrarme tantas novelas románticas que contienen las palabas “almas gemelas”. Y presupongo que las tres pilas de libros que tengo por delante son novelas también. Suspiro frotándome los ojos. ¿Debería de haber buscado algo no tan genérico? Está claro que sí. Así no voy a terminar nunca. Decido terminar la pila que tengo delante, que le quedan muy pocos libros y después me iré a casa a tumbarme un rato en el sofá.

Cojo el último libro que voy a ojear por ahora y voy leyendo un poco por encima. Bien, por el momento no es ninguna historia de amor trágica ni nada por el estilo. Ojeo un poco más y hay algo que me llama la atención al momento: está hablando de manera coherente sobre el concepto de las almas gemelas. Por fin, Dios mío. Voy mirando un poco más por encima y decido que este es el libro que tengo que estudiar con profundidad. Miro la portada y el título. No veo el autor por ningún lado hasta que leo que es de la Orden de los Ángeles. ¿Esto es un libro celestial? No sabía que los ángeles escribieran. Memorizo el título y me levanto de la silla para mirar todo el desorden que he hecho. ¿Y ahora cómo voy a poner de nuevo todo esto en su sitio?

–Disculpe –llego de nuevo hasta el mostrador–. ¿Cómo puedo volver a poner todo esto bien?

La misma chica de antes me mira con cara de cansancio, mira el montón de libros que hay en la mesa y se toma su tiempo para resoplar. No tengo todo el tiempo del mundo para ver cómo se amarga la existencia entera.

–¿Y bien? –alzo las cejas para ver si consigue responderme.

–Solo tiene que decir “búsqueda finalizada” y todos los libros volverán automáticamente a su sitio –la desgana con la que lo dice hace que quiera hacerle reaccionar de alguna forma. Qué poca sangre tiene.

–Vale, ¿pero sirve si lo digo en la mesa o en cualquier lugar? ¿O tengo que ir hasta la cruz de nuevo?

–Donde usted prefiera.

Asiento y me voy de nuevo a la mesa. Repito mentalmente otra vez el título del libro para que no se me olvide y pronuncio las dos palabras mágicas. Unos segundos después observo que todos los libros empiezan a levitar y a moverse hacia sus respectivas estanterías. Varias veces me tengo que agachar para que no me golpeen. Dejando atrás ese tráfico de libros voladores, salgo de la biblioteca. Sigue habiendo gente por la calle tal y como vi antes de meterme en el sitio. Camino despacio mientras disfruto de poder estar fuera de esas cuatro paredes. ¿Cuánto tiempo he estado ahí metido? Ni siquiera he mirado si había algún reloj por ahí, aunque tampoco es que lo necesite. No tengo a nadie que me espere en casa porque el que me espera allí seguramente estará con Su Jeon.

Inconscientemente veo que me dirijo hacia el parque donde vi por última vez a mi humano y paseo por ahí. Hay un montón de almas que se pasan el día paseando por ahí, con sus parejas o familias. Normalmente son parejas y familias quienes están por aquí, no como yo, que estoy solo y mirando a todos los demás. Hay veces en los que me dan algo de envidia. Tienen a alguien al lado con quien poder pasear y disfrutar del descanso eterno. Yo no. Tengo a Casey, pero es como si no existiera. Prefiere pasar el tiempo con su antepasada que conmigo. A veces me pregunto que qué hubiera pasado si en vez de Casey fuera Hee Min el que estuviera a mi lado. Seguramente ahora mismo estaríamos dando una vuelta o peleando como hacíamos cuando estábamos vivos. Quizás otra cosa más, pero no creo que en este lugar esté permitido hacerlo y más siendo quienes somos. Después de todo, esta es la casa de Dios.

Hace ya tres cientos años que no me he permitido pensar tanto en Hee Min hasta ahora. Alguna que otra vez le he mencionado, pero ha sido durante mis enfrentamientos con Hee Chul, solo para hacerle rabiar porque me molesta que prefiera ir con esa mujer que a estar conmigo. Camino hasta la fuente que hay en el parque y me siento en el bordillo para observarme en el reflejo del agua. ¿Cómo estará Lucero? Sé que ahora mismo estará en el infierno, pero no sé si estará sufriendo demasiado por lo que hizo. Si él hubiera estado conmigo, aquí, en el cielo, ¿también podría ver la conexión de almas gemelas en nosotros dos tal y como pasa con Casey? Seguramente sí. Después de todo, le amé incluso segundos antes de morirme.

¿Cómo puedo hacer para que Casey vea nuestra conexión? Me pierdo en mi reflejo y en mis pensamientos. ¿Cómo es posible que también haya un lazo con él? ¿Tal vez influye el hecho de que es descendiente de Hee Chul? Pero eso sería bastante extraño y muy raro. A lo mejor nuestro destino es quedar juntos. Si no se puede con uno, se podrá con otro, ¿no? Qué cosa más estúpida, es como si estuviera reemplazando a Hee Min por su copia más nueva llamada Hee Chul. Bastante rastrero y ruin. No soy de esas personas. Mi humano me gusta por ser quien es, no porque se parezca a Lucero. Ellos dos son muy distintos, no tienen nada que ver el uno con el otro. ¿Entonces por qué siento como si estuviera traicionando el recuerdo de él? Respiro profundamente. Estos pensamientos no están nada bien, tengo que dejar de torturarme con lo que pienso.

Me levanto de la fuente y empiezo a caminar de nuevo. Tengo una idea en mente y me hurgue más que ir a casa a tumbarme sobre el sofá. Voy sorteando a todas las personas más variopintas que me he ido encontrando, sin detenerme cuando tropiezo contra alguien. Llego hasta el lugar donde podemos ver las cosas que pasan en el mundo terrenal. Eso de que Dios está en todas partes es gracias a esta especie de cuenco con agua bendita. Lo único que tengo que hacer para poder ver lo que quiero es tocar el agua y pensar en mi objetivo. Cierro los ojos mientras me concentro en lo que quiero. Normalmente siento cómo el agua se mueve, pero esta vez no sucede nada. Abro los ojos y miro el líquido. ¿Ni siquiera puede Dios acceder hasta ese lugar?

Suelto una pequeña carcajada de incredulidad. Ni siquiera el más poderoso puede traspasar las barreras del infierno. No puedo ver cómo está Hee Chul ni qué le está sucediendo. Ninguno de los dos reinos puede ver lo que pasa en el otro. Lo intento una vez más aunque sé que no va a funcionar, pero lo intento. Y otra vez me da una negativa de mostrarle. Respiro profundamente y me alejo de ese lugar. Para una vez que lo utilizo y no me sirve de nada.

Voy hasta casa sin pensar en casi nada. Por eso nunca me permito el lujo de pensar en él porque me pierdo en mis pensamientos y en mis recuerdos. Cuando quiero darme cuenta, ya estoy delante de la casa que comparto con el descendiente de Lucero. Subo las escaleras y entro dentro. Camino para tirarme sobre mi cama, pero por el rabillo del ojo veo que hay alguien sentado en el sofá del salón. Ni siquiera me detengo a mirar quién demonios es y sigo dirección hacia las escaleras para que me lleven al segundo piso. Escucho unos pasos acelerados y de pronto alguien que me llama casi a gritos.

–¿Qué? –me giro para encarar a Casey.

–¿Dónde demonios has estado? –me mira con cara agria.

–Pues por ahí. ¿Sabes que no se puede maldecir aquí?

–Me da igual si se puede o si no se puede. Exijo saber dónde has estado todo el tiempo. ¿Sabes cuánto has estado sin pasar por casa?

Ni lo sé ni me importa ahora mismo.

–Ni idea. Tampoco es que me preocupe demasiado.

–Un día entero –espeta con fuerza–. He estado un día entero sin saber dónde estabas. ¡Pensaba que te había ocurrido algo…!

–¿Cómo me va a ocurrir algo si ya estoy muerto? –frunzo levemente el ceño. Tiene cada cosa el humano este que me deja alucinando.

–¡Yo qué sé…! ¡Me tenías muy preocupado…!

–Al único que le puede suceder algo es a ti, que capaz eres de colarte por alguna nube en obra de nuevo y caerte hasta el mundo de los humanos.

–¿Qué has estado haciendo? –pone las manos en su cadera.

Dios mío, ahora parece mi madre cuando me regañaba por alguna trastada. Solo le hace falta tener el camisón que ella utilizaba para tener cierto parecido. Claro que a ella no se le marcaba semejante nuez en el cuello.

–Respóndeme, Lee Hyuk Jae.

–En la biblioteca.

–¿En la biblioteca? ¿Desde cuándo hay una biblioteca aquí? –arruga el entrecejo.

–Ha habido una desde siempre, lo que pasa es que tú no te enteras de nada por estar dentro de tu burbuja mágica con Su Jeon.

–¿Y qué hacías en la biblioteca?

–¿Tú qué crees que se hacen en las bibliotecas, eh, genio? Para haber sido periodista preguntas unas cosas que de verdad…

Veo que respira profundamente mientras cierra los ojos. ¿Y ahora qué le pasa? Encima que le respondo cuando no estoy de humor para hablar con él y se pone chulo. La próxima vez le mando a la mierda y punto, tal y como hace él casi siempre. Con pasos decididos, sube el tramo de escaleras que yo he recorrido y se planta delante de mí con el semblante muy serio. Antes de que pueda decir algo, me gira la cara de un bofetón con la mano abierta. Luego empieza a bajar mientras va farfullando.

–Yo aquí todo preocupado y resulta que se ha ido a la biblioteca el muy imbécil. Maldito hijo de perra… –y sigue soltando una sarta de insultos hacia mí que no consigo entender.

Acaricio la mejilla que me ha abofeteado sin entender nada. Parpadeo un par de veces mientras proceso la información y subo a mi cuarto. ¿Me ha pegado porque he estado fuera un día terrenal y porque no sabía nada de mí? ¿Y también dice que estaba preocupado de que me hubiera pasado algo? Definitivamente se ha golpeado la cabeza para pensar así. Me acuesto en la cama y sigo pensando. Cuando ya he comprendido todo lo que acaba de suceder hace un momento, no puedo evitar sonreír como un tonto. O sea que en el fondo le importo a Casey. Hombre, si me ha soltado ese guantazo por haber estado tan preocupado por mí, eso quiere decir que soy algo para él. ¿El qué? Aún no lo sé, pero sé que me tiene algo de estima. Si es que Hee Chul en el fondo me quiere. Con ese pensamiento rondando en mi cabeza, cierro los ojos con las fuerzas renovadas para seguir con mi investigación.

–¿A dónde vas?

–¿Eh? –miro a Hee Chul–. ¿Y a dónde vas tú?

–A pasear.

–Ah, muy bien.

–¿Y tú?

–A la biblioteca.

–¿Por qué vas allí?

–Porque voy allí, simple y fácil –sonrío antes de salir por la puerta.

A los pocos segundos noto que Casey también sale de la casa y me sigue.

–¿Y qué hay de interesante allí?

–Mira –me giro para verle y él se detiene–. Tú eras periodista y sabes que allí hay recursos para buscar información, ¿no? –él asiente–. Pues eso es a lo que voy.

–¿Y qué estás buscando?

–Cosas.

–Ya sé que son cosas –entorna los ojos–. Quiero decir qué clases de cosas. Si quieres, te puedo ayudar.

–Gracias, pero no necesito tu ayuda, humano –sonrío mirándole–. Sé que estás preocupado de que me quede demasiado tiempo del necesario ahí encerrado, pero estaré bien, no puede pasarme nada más.

–No estoy preocupado –contesta rápidamente–. Es solo que normalmente sueles estar por ahí y pensaba que te había sucedido algo, nada más.

–Claro, eso dicen siempre –mantengo mi sonrisa–. Ahora vete con Su Jeon antes de que te monte una escena de celos por pasar tiempo de nuevo con ella.

–No tienes derecho a ponerte celoso porque no somos nada.

–Los besos que nos damos dicen todo lo contrario.

–Yo no te beso, eres tú quien lo hace sin mi consentimiento –pone énfasis en su tono de voz–. Yo jamás querría besarte.

–Sí, sí, eso mismo dijiste de vivir conmigo y míranos. Juntos en el mismo lugar.

–Ah, a propósito de eso. Quería preguntarte cómo es que nos asignaron la misma casa.

–¿Por qué preguntas eso? –frunzo levemente el ceño–. ¿Es que quieres cambiarte de lugar? Porque no se puede. Una vez que se asignan los hogares, ya no hay posibilidad de mudarse.

–No, no es por eso. Es que a Su Jeon le sigue pareciendo extraño que solo nosotros dos vivamos juntos siendo hombres y no estando casados, aunque bueno, eso aquí no sería válido y tal. El caso es que ella no conoce a nadie que viva junto a alguien excepto si está casado o con familia. ¿Cómo te comunicaron que íbamos a ser compañeros de piso?

Su Jeon puede irse un rato a la mierda. Resoplo con fastidio y sigo caminando dirección a la biblioteca. ¿Acaso yo le voy preguntando cosas suyas a la mujer esa? No, ¿verdad? Pues que a mí no me vaya tocando las narices. Noto que Casey me va siguiendo y le miro.

–¿Qué? ¿No estás llegando tarde a la cita? –alzo las cejas.

–¿Qué cita?

–Pues la que tienes con ella.

–No tengo ninguna cita con ella. ¿Cómo la voy a tener si es mi antepasada? De solo pensarlo me entran escalofríos.

–Pues tampoco es tan raro. Antes se casaban con miembros de la misma familia –hablo mientras continúo caminando.

–Ya, pero ahora no es así.

–Ahora, antes no.

–Contesta.

–¿A qué?

–A la pregunta que te he hecho antes.

–No sé cuál me has hecho.

–La de las asignaciones de casas.

–No me acuerdo.

–¿Cómo no te vas a acordar de eso? –noto su sorpresa e incredulidad.

–Pues eso, que no me acuerdo. Hace ya mucho de eso.

Hee Chul sabe que me estoy haciendo el loco, pero no me importa. Que piense lo que quiera. No pienso revelarle jamás esa información porque sé cómo va a reaccionar y prefiero que no me monte una escenita de las suyas. Si se llega a enterar de que le he estado mintiendo durante trescientos años estoy seguro de que me lanza al vacío sin pensárselo dos veces. En realidad Casey tiene su correspondiente casa, pero, ¿para qué necesita vivir solo cuando me tiene a mí para hacerle compañía y hacer que no se sienta solo en la inmensidad de su nuevo hogar celestial? Para nada. Es mejor que él se quede a mi lado para vivir juntos para siempre.

–Pienso descubrir qué es lo que estás escondiendo, ser inmundo –me señala con el dedo mientras me lanza una mirada letal.

–Entonces buena suerte, ser humano –copio su misma pose a modo de gracia y él resopla antes de desaparecer de mi vista.

Suelto una suave carcajada y sigo caminando hacia la biblioteca. En pocos minutos me posiciono delante de su entrada y en menos de un parpadeo ya estoy cruzando su puerta. Me dirijo rápidamente por el largo pasillo para poder encontrar cuando antes la cruz y así poder empezar a leerme el libro que descubrí ayer. A lo mejor si tardo mucho me encuentre con un Hee Chul súper preocupadísimo por mí. Quizás me gano otro sopapo por su parte, pero tampoco me importa. Esa es su forma amorosa de decirme que le importo. Pronto lo demostrará de otras formas más suaves y bonitas. Estoy seguro de ello.

Voy directo a la primera silla que encuentro y me concentro en leerme las primeras páginas. Es interesante porque cuenta todo lo relacionado con el mundo celestial. Sigo leyendo más páginas y van contando el origen del mundo y sobre Dios. Nada que no hayamos tenido que aprender de pequeños. Luego, van explicando más los entresijos y normas de la vida de las almas una vez que llegan al descanso eterno en la casa del creador. Voy leyendo y me quedo por la mitad del libro cuando decido irme a casa. Con lo que he leído he podido saber más cosas que desconocía y que me han parecido bastante curiosas.

Todavía no he llegado a la parte donde hablan de la forma de reencarnarse en otra vida, pero lo he visto en el índice y he estado muy tentado en ir directamente a la página donde empezaba a tratarlas. Hasta ahora nunca me he replanteado eso de querer reencarnarme. ¿Hee Min también tiene derecho a volver a la vida como otra persona? ¿Y cómo funciona todo eso de las reencarnaciones? ¿Escogen a la alma así porque sí o hay un protocolo? ¿Y cómo se reencarna?

Demasiadas preguntas que no he podido contestar porque aún no he llegado ahí. Prefiero leerme el libro entero que hacerlo en trozos y mal hecho. Con la cabeza en otra parte, llego hasta casa y me dirijo hasta las escaleras para poder seguir pensando en todo lo que he leído mientras estoy tumbado en la cama, pero algo me retiene y hace que dé una vuelta de ciento ochenta grados para quedarme cara a cara con mi compañero de hogar.

–¿Qué haces? –parpadeo al darme cuenta de su identidad–. ¿Quieres algo?

–¿Has estado en la biblioteca?

–Sí, ¿por qué?

–¿No te has dado cuenta? –alza las cejas mientras me mira.

–¿Darme cuenta de qué?

–¿En serio no lo has visto? –enarca aún más sus cejas.

–No, pero si me lo dices, entonces estaré encantado de darme cuenta gracias a tu ayuda –le sonrío encantadoramente.

–Es Navidad.

–¿Cómo?

–Que es Navidad.

–¿Ya es veinticinco de diciembre? –frunzo el ceño–. No lo entiendo. Si estábamos a noviembre ayer y he salido de casa estando en ese mes.

–Has pasado un día entero en la estúpida biblioteca –resopla–. ¿Al volver a casa no te has dado de las decoraciones que han ido poniendo por las calles?

–¿Están decorando las calles?

Ahora mismo parezco tonto y Casey se encarga de transmitírmelo a través de su mirada.

–¿En qué has estado pensando mientras venías hacia aquí? Hay un montón de decoración por las calles como para no darte cuenta.

–Entonces, ¿qué día es hoy?

–Es uno de diciembre. Estuviste todo el día del treinta de noviembre ahí encerrado en la biblioteca. ¿Es que no tienes hora ahí o qué?

–No, ahí no hay.

En realidad ni siquiera me he fijado.

–Además, ¿por qué te pones así solo porque es Navidad? Pues vale, muy bien, ya estamos en diciembre, ¿y qué?

–¿Cómo que “y qué”? –se muestra sorprendido–. ¿No te hace ilusión?

–Humano, has pasado las últimas trescientas Navidades a mi lado, ¿y ahora te das cuenta de que no me hace ilusión ni gracia esta festividad?

–Pues no. No sé, pensaba que te gustaba…

–Además, la Navidad que tú conoces con las decoraciones y Santa Claus y todo eso es más bien profano que cristiano. La verdadera Navidad es durante el nacimiento del niño Jesús, es decir, el veinticinco de diciembre.

–¿Que yo conozco…?

–En mi época no solíamos celebrarlo tanto –me encojo de hombros.

–¿Entonces nunca lo has celebrado como ahora?

–¿Me ves a mí con cara de querer hacer todas esas pamplinas que vosotros hacéis?

–¿Y por qué no?

–Ya tengo bastante con la víspera de Navidad y que al día siguiente sea veinticinco de diciembre. Además de todos esos odiosos villancicos –bufo–. De tan solo pensarlo ya me canso.

–Eres un flojo –resopla él.

–Tal vez.

–Bueno, pues este año va a ser diferente –sonríe mientras me palmea el hombro–. Yo te enseñaré a celebrar como se deben unas buenas Navidades.

–¿Tú? –le señalo mientras le miro incrédulo. ¿Qué mierda está diciendo?

–Sí, yo, y todos las demás almas que vamos a animar el ambiente para este mes.

–Si yo lo que estoy deseando es que llegue la víspera de la Epifanía y el día siguiente para poder ir descansando de todos esos festejos –entorno los ojos–. Pero claro, no puedo hacerlo porque muchos aún continúan con las fiestas durante un buen rato.

–Tampoco hace falta que te burles así de los demás.

–Pero si yo no me he burlado de nada.

–Lo has hecho. Lo has dicho con un tono despectivo.

–Pero si mi tono siempre ha sido este.

–Pues claro que no, yo sé cuándo usas tu tono normal y puedo asegurarte que este no es el normal.

–¿Acaso has estado estudiando cómo hablo normalmente?

–No es que lo haya estudiado, es que no te callas nunca y más cuando rondas por mi alrededor –entorna los ojos.

–Bueno, pues lo que tú digas –sonrío. A los tontos hay que darles la razón siempre.

–Por supuesto. Siempre lo que yo diga, por eso vendrás conmigo a celebrar la Navidad, como se debe hacer.

–¿Y qué haremos? –bufo con fastidio.

–Ayudar a decorar las calles, ensayar con todos los demás los villancicos y preparar las fiestas –sonríe entusiasmado.

Me fijo en la sonrisa que se le ha instalado en el rostro cuando me está hablando sobre todo lo que tiene planeado, o mejor dicho, tenemos planeado para estas Navidades. Incluso podría decir que tiene un brillo distinto en los ojos. Directamente he desconectado de escuchar lo que está relatando solo para dedicarme a observar esa sonrisa tan mona y bonita. Inconscientemente sonrío cuando él lo hace. Bueno, no me importaría que me arrastrara por todas esas actividades tontas para poder verle ilusionado y, por qué no, para poder pasar más tiempo con él. Aunque seguramente Su Jeon también esté por ahí y haya millones de almas a nuestro alrededor, pero no me importa.

–Muy bien, muy bien, no hables más, no vaya a ser que se te desgaste la saliva.

–¿Cómo va a suceder eso si estamos muertos? –frunce el ceño.

–¿Y cómo una persona muerta se va a caer del cielo, eh? Pues tengo aquí delante a la prueba andante –señalo todo su cuerpo.

Boquea para intentar rebatir mi argumento, pero decide callarse porque sabe que llevo razón. Veo que se pone rojo, por la ira seguramente. Me río antes de acariciar su cabeza. Él protesta y yo me alejo escaleras arriba para que no me pegue.

–¿Puedes caminar un poco más rápido? Eres más lento que una tortuga.

–¿Y tú de quejarte todo el rato? –resoplo–. Llevas desde que salimos de casa farfullando. Y el que tendría que estar enfadado tendría que ser yo porque me has arrastrado hasta aquí.

–¿Enfadado tú? –se gira para encararme, sin dejar de caminar a toda prisa–. ¿Y por qué tendrías que estar enfadado si accediste a ayudarnos?

–Porque en vez de dejarme ir a la biblioteca, me has obligado a venir hasta aquí.

–¿Y qué tenías que hacer tú ahí, eh? ¿No has tenido suficiente con los últimos días en los que has estado ahí encerrado?

–Pues no.

–¿Y qué hay de interesante ahí dentro, eh?

–Libros.

Hee Chul refunfuña mientras mira hacia el frente y sonrío satisfecho. Ya le he molestado.

–¿Y piensas leerte todos los libros de la biblioteca acaso?

–No, sería una muerte eso.

–¿Entonces?

–¿Entonces qué? –sonrío más.

–Que qué haces ahí todo el día si no vas a leerte todos los libros de ese sitio.

–Una investigación.

–¿Una investigación? –se sorprende–. ¿Y qué estás buscando? Tal vez puedo ayudarte.

–¿Ayudarme tú?

–Sí. Fui periodista, por si no te acuerdas.

–Me acuerdo, pero no, no necesito tu ayuda. Gracias igualmente.

Casey se encoge de hombros y sigue caminando. Siento como si esta conversación ya la hubiéramos recreado antes. Hoy tendremos que decorar no sé qué de la plaza con un montón de tonterías del siglo en el que estemos ahora mismo, que no me acuerdo ni me interesa. Cuando llegamos a nuestro destino, veo a demasiadas personas juntas en un mismo lugar. No me gustan las aglomeraciones. Tantos años estando yo solo y bien a gusto en mi mansión y ahora en medio de un tumulto de almas en descanso eterno. Morirme para encontrarme con todo esto. Menuda paz.

Vemos al encargado de la tarea del día en medio de la plaza. El ángel está elevado por batir sus grandes alas blancas y empieza a hablar. No me estoy enterando de lo que dice, más que nada porque no me interesa y no estoy prestando atención. Escaneo con la mirada a la multitud para ver si reconozco a alguien. Mi mirada se detiene en cuanto localizo a Su Jeon. Para mi desgracia, ella también nos ha visto y está viniendo hacia nosotros.

–¡Hola! No te he visto hasta ahora y creía que ya no vendrías. ¡Spencer…! Pensaba que no ibas a venir.

–Sí… –sonrío–. Yo también creía que no iba a venir…

Ella ríe coquetamente. ¿Qué está haciendo? ¿Por qué ríe de esa forma?

–Bueno, hoy nos espera un día bastante duro, así que espero que vengáis con fuerza suficiente –sonríe con entusiasmo.

Eso es precisamente con lo que no he venido hoy. Suspiro internamente. Creo que me voy a morir por segunda vez, pero del aburrimiento. Cuando me quiero dar cuenta, ya están vociferando por ahí las tareas asignadas. A nosotros nos toca hacer los confetis. ¿En serio? ¿Tenemos que hacer miles de confetis? ¿Recortar esas mierdas de papeles en trozos pequeños para que después sean esparcidos por el suelo? Y luego me dirá que también seré yo el encargado de recogerlo una vez terminadas todas las fiestas, ¿no? Creo que terminarán en un lugar en concreto donde nunca ha dado el sol.

Por lo menos no tengo que estar de pie. Estamos sentados ahora mismo en una gran mesa con otras miles de almas que ríen y charlan alegremente mientras recortan el papel interminable. Voy recortando sin ganas los trozos mientras escucho el murmullo que crean Casey y Su Jeon al hablar de sus cosas. Les miro durante un buen rato y no parece importarles que les esté taladrando con la mirada. Observo cada detalle de esos dos.

Hee Chul está hablando tranquilamente, con esa preciosa sonrisa en los labios y con la alegría saliendo por sus poros de la piel. Se nota que le gusta hacer estas cosas banales. Y después miro a su antepasada. Sonriente, alegre y muy parlanchina. También noto algo bastante raro en ella. No sé lo que es, pero es algo que me mosquea bastante. No me gusta cómo está hoy. Bueno, tampoco es que le vea todos los días, pero hay algo hoy que hace que se vea diferente a las otras veces. ¿El qué exactamente?

De lo que sí me doy cuenta es que Su Jeon se ríe demasiado. ¿Siempre ha sido tan alegre hasta el punto de reírle cada gracia a mi humano? Y este también sonríe con mucha frecuencia. A mí no me sonríe casi. Frunzo el ceño. ¿Por qué sonríe tanto? O mejor dicho, ¿por qué le sonríe tanto a Su Jeon? Gruño suavemente sin que nadie me escuche. No me siento cómodo ahora mismo y más teniendo a esta pareja, hablando y riendo tranquilamente, sin importarle que yo esté aquí, callado y con ganas de irme de aquí. Estoy tentado a levantarme e irme a casa o a la biblioteca. Pues es un buen plan.

¿Lo hago o no lo hago? También podría levantarme y decir que tengo algo urgente que hacer, pero no creo que me crean, pero tampoco es que me importe demasiado. Esto es voluntario y no obligatorio. Y, por supuesto, me voy de allí sin mediar palabra con nadie. Una salida triunfante, como las de hace seis siglos. Obviamente, lo primero que hago es encerrarme en la biblioteca para seguir leyendo el libro escrito por los ángeles.

–Vámonos.

Al momento noto cómo Hee Chul tira de la manga de mi camisón. Trastabillo para poder levantarme del sofá y seguirle el paso al ser arrastrado por él.

–¿Qué haces? ¿Y a dónde vamos? –camino mientras él sigue sin soltarme de la manga.

–A preparar la fiesta.

–¿Qué fiesta? –me detengo bruscamente y me deshago de su agarre.

–La fiesta de Navidad –alza las cejas cuando se gira a mirarme.

–¿Me vas a obligar a ir ahí? –imito su movimiento.

–Sí. Puesto que te fuiste el otro día sin decir nada, hoy también vendrás conmigo y todo los días hasta el veinticinco.

–Bromeas, ¿no?

–No –coge mi mano con decisión y vuelve a arrastrarme con él–. Voy muy enserio.

–Pero no puedo estar perdiendo mi tiempo en esas banalidades que a mí ni siquiera me importan –protesto mientras dejo que me guíe.

Oigo que empieza de nuevo con su discurso del otro día. En realidad no le estoy escuchando porque solo me estoy fijando en la manera en la que me coge de la mano y en lo perfecto que encuentro ese gesto. Encajan demasiado bien. Ahora que me fijo mejor, tenía unas manos muy bonitas. Hago una leve presión en su mano y no veo que se haya percatado de que estoy más centrado en nuestras manos que en su palabrería. No me importaría que me arrastrara de esta manera a donde él quiera. También acepto sobornos con sus carnosos labios.

Casey deja de hablar en cuanto le pego el tirón para poder darle la vuelta y hacer que se quede pegado a mi cuerpo. Me da tiempo de ver su cara de confusión antes de cerrar los ojos y atrapar sus labios con los míos. Para que no pueda escaparse, coloco la mano en su nuca mientras me atrevo a colar la lengua entre sus labios. Rozo muy poco su lengua antes de separarme y encontrarme a un impactado Hee Chul. Veo que boquea y bajo la mano que tenía sujetando su nuca, no sin aprovechar para poder acariciar su piel. Noto un leve estremecimiento.

–Antes de que puedas hacer algo o empezar a gritarme, solo quiero decirte algo.

–¿Qué…? –veo que aún sigue conmocionado.

–Me gusta besarte para hacerte callar.

Y antes de que pueda reaccionar más, cojo su mano y tiro de él para poder ir a lugar donde se va a planear la fiesta de Navidad. Durante toda la jornada, no me dirige la palabra y está todo el rato con su pariente. Creo que se ha enfadado conmigo. He de admitir que no es que me haya hecho gracia, pero tampoco puedo hacer nada para evitar que se vaya con ella todo el rato. En cuanto nos comunican que hemos terminado por el momento, me escapo hacia la biblioteca para poder continuar con la lectura antes de que venga Casey y me obligue de nuevo a ayudar.

El veinticuatro de diciembre llega más deprisa de lo esperado y pronto estoy recibiendo muchas felicitaciones por el día siguiente además de ver a todo el mundo ultimando los detalles de la fiesta que se celebrará esta noche. Resoplo internamente por todos los pesados a los que voy saludando por la calle de camino a la biblioteca. Sí, parece que viva allí, pero Hee Chul me deja muy poco tiempo para poder leer el libro. Hoy milagrosamente me ha dejado libre hasta la noche y voy a aprovecharlo al máximo. Tengo que adelantar lo máximo posible porque me ha dicho que irá a buscarme cuando sea la hora.

Me paso todo el día leyendo y sin levantar la vista del libro ni un segundo. Cuando mi humano viene a buscarme me queda poco para poder terminar de leerlo. Siempre aparece en un momento oportuno, justo estaba en una parte bastante interesante a mi parecer. Con algo de desgana le sigo hasta el recinto de la fiesta. Veo a miles de almas por ahí esparcidas, una cosa muy exagerada. ¿Y se supone que tengo que estar ahí metido para celebrar algo que ni me interesa? Intento escaparme, pero Casey me retiene antes de que tenga oportunidad de hacerlo. Y sí, otra vez me coge de la mano.

Me quedo mirando un buen rato nuestras manos antes de elevar mi vista para poder ver la expresión de alegría e ilusión que tiene mi humano durante estas celebraciones tontas. Como hay almas de todos los países, podemos escoger entre las miles de actividades que podemos ver para este día. Y como mi humano es muy curioso, me obliga a ir a cada uno de estos festejos. Menos mal que no hay bailes porque si no entonces sí que me hubiera marchado. Lo malo es que los bailes son mañana. Y aquí la gente estará hasta el día siguiente. Claro, como no nos cansamos y no tenemos que comer ni dormir ni nada pues entonces pueden disfrutar de las fiestas hasta cuando ellos quieran.

Me paso la mayor parte de la noche sentado en una silla mientras veo cómo los demás se divierten jugando a juegos y cantando los repetitivos villancicos de cada año. Hay un grupo de personas que está pendiente de la hora en el mundo terrenal para saber cuándo es exactamente veinticinco de diciembre para poder gritar “feliz Navidad” a todo el mundo. Creo que me quedaré sordo cuando llegue el momento.

Hay veces en las que observo cómo Hee Chul se va divirtiendo con Su Jeon mientras bailan o están juntos como pareja de algún juego tonto. Mi malestar empieza a hacer efecto cuando veo que se lo pasa demasiado bien con ella y cuando parece que yo ya no existo para él, porque ni siquiera se preocupa en mirar a ver dónde estoy en todo el rato que he estado aquí sentado. ¿Tendré que animarme a jugar algo para que al menos me haga caso? O también puedo hacer otra cosa: ir a la biblioteca. ¿Y por qué no cojo prestado el libro mejor? Debería de haber hecho eso, pero entonces no hubiera visto la cara de irritación del humano.

Me escabullo sin que nadie se dé cuenta y camino a toda prisa a la biblioteca. En vez de esta ahí mirando a todo el mundo, puedo ponerme a leer con el ruido de fondo. Llego al edificio y entro. No me extraño cuando veo que la bibliotecaria no está. Normal, le he visto unos veinte minutos antes disfrutando del baile como si no hubiera mañana. Hago el mismo procedimiento que siempre hago y obtengo el libro, que aterriza sobre mi cabeza como la primera vez. Parece ser que la biblioteca esta es muy graciosa conmigo. Salgo directamente de la biblioteca y sé que puedo devolverlo cuando quiera. Básicamente porque no me puedo fugar del cielo y quedarme el libro como para que me vayan buscando como si fuera un ladrón. Tan solo lo cogeré prestado un par de horas.

Vuelvo al lugar donde estaba antes y veo que Hee Chul ni siquiera se ha dado cuenta de que me he marchado durante un par de minutos. Bueno, ahora mismo no me importa demasiado porque quiero terminar de leer la obra. Abro el escrito por la página por la que me quedé y me sumerjo en la lectura. Voy encontrando cosas muy interesantes y termino de leer cuando todos gritan el comienzo del veinticinco de diciembre. Ya que hay tanto jaleo, aprovecho para huir de nuevo y dejar el libro en su sitio. Aunque hay un lugar que me ha dejado intrigado y necesito ir a verlo.

Me desvío del camino y la única ventaja que encuentro que estemos en estas fechas es que no haya casi nadie vigilando por dónde me meto. Más que nada porque me estoy metiendo en un sitio bastante restringido de las demás almas, pero como ahora están con el jolgorio de la Navidad, pues se han relajado bastante o directamente se han ido a celebrar las fiestas. Intento no hacer demasiado ruido al caminar y voy atento por si se me cruza alguna persona no deseada que me obligue a huir de aquí. ¿Dónde puede estar? Hago memoria de dónde está la localización exacta, pero el problema es que en el libro no lo decía con todo lujo de detalles.

Retrocedo rápidamente al darme cuenta de que estaba a punto de pasar por delante. Creo que es uno de los pocos sitios que tiene vigilancia hasta en Navidad. Me asomo para inspeccionar la sala intentando que no me descubra nadie. Es bastante sencilla y en el medio hay lo que estaba buscando. Desde donde estoy no lo puedo ver tan bien como quería, pero me sirve por ahora. Decido que ya me he arriesgado demasiado y me marcho tan silencioso como he entrado.

Regreso a la fiesta tan ruidosa y veo algo que no me gusta nada. Esto es lo que provoca que mi paciencia llegue hasta un límite. Su Jeon abrazando a mi humano. Y este correspondiendo con una gran sonrisa. Que le ha elevado durante el abrazo y encima están dando vueltas como dos enamorados. Respiro profundamente para no empezar a soltar todo el mal carácter que en realidad tengo. Voy sorteando a las personas que se me van interponiendo por mi camino y llega un momento en el que ya no me importa nada y empiezo a dar algunos empujones para apartarles. Oye, que siguen sin soltarse esos dos y encima se ríen aún más. Tranquilo Spencer, no te precipites.

Ahora veo que se le ha acercado a la oreja para susurrarle algo. Ahora le ha besado la oreja. A la mierda el autocontrol, yo lanzo a esa mujer hacia el mundo terrenal de nuevo.

–¡Kim Hee Chul…! –grito mientras continúo yendo hacia ellos.

Pero con la música tan alta ni siquiera se enteran. Llego hasta ellos y, de un brusco tirón, separo a Casey de Su Jeon para poder llevármelo lejos de ella. Mi humano protesta mientras escucho también los alzamientos de voz que hace ella. Como no se callen, pasará algo muy malo hoy.

–¡Suéltame, idiota! ¡¿Qué crees que estás haciendo, imbécil?! –me da golpes en el brazo para que le suelte.

–Pues alejarte de ella, ¿no lo ves?

–¡Idiota, malnacido, capullo…!

–No se pueden decir blasfemias en la casa de Dios –suelto antes de atraerle bruscamente hacia mí y cargarle como si fuera un saco de patatas.

–¡Suéltame, déjame en paz! –empieza a patalear.

–¡Ni lo sueñes…! –él ahoga un grito cuando nota el azote que le he dado en el culo.

Sé que ahora mismo estamos montando un jaleo con todos estos gritos y que la gente no para de mirarnos como si fuéramos unos delincuentes. Que en realidad parezco un maleante, pero ahora mismo no me importa en lo más mínimo. Miro por unos momentos hacia atrás para ver si Su Jeon aún se le pasa por la cabeza el seguirnos y veo que ha desistido en la idea. Mejor, así no tendré que enfadarme con ella más de lo que ya estoy.

Casey se mueve tanto que al final tengo que dejarle en el suelo. Lo primero que hace es clavarme una bofetada mientras sigue mascullando improperios poco adecuados para el sitio en el que estamos. Luego, empieza a cagarse en mis muertos y a no sé qué más porque habla tan rápido que ni le entiendo. Entorno los ojos porque sus maldiciones ya empiezan a durar demasiado para mi gusto, así que decido callarle de la mejor forma que sé. Y sí, le callo besándole.

–¿Por qué me odias…? –pregunta con pena cuando nos separamos

–¿Cómo? Yo no te odio –me sorprendo ante sus palabras.

–Me odias, por eso siempre intentas hacerme rabiar y amargarme lo que me queda de existencia…

Pues para eso sería más factible irse al infierno.

–Pues claro que no quiero hacerte eso, ni mucho menos… –acaricio sus mejillas–. No sé de dónde has sacado esa idea.

–En que siempre me enfadas. Siempre intentas arruinar todo lo que me gusta, como ahora con las fiestas navideñas. ¿Tanto te cuesta que sea feliz haciendo lo que me gusta?

–Lo que me cuesta es aceptar que estés tan feliz con otra persona que no sea yo –le miro con algo de seriedad–. Y más teniendo a Su Jeon cerca de ti. ¿No has visto cómo ha aprovechado para besarte la oreja al acercarse a ti?

–Pues claro que lo he notado.

–Entonces no me digas que te ha gustado encima.

–Tampoco me ha desagradado hasta que tú has venido y me has arrastrado fuera de la fiesta. ¿Qué derecho tienes tú a decidir qué hacer o no? –frunce el ceño mientras empieza a enfadarse–. Es mi vida y yo decido con quién divertirme y con quién no.

–Oh, vamos, ¿con ella? ¿Precisamente con ella? ¿Con tu familiar?

–Como bien me dijiste tú un día, antes se liaban con miembros de su familia. ¿Por qué no iba a poder yo? –se aparta con brusquedad de mi toque.

–¿Y por qué ella?

–¿Y por qué no? –su tono es algo agresivo.

–Pues porque ella no, es tu antepasada. Comparte la misma sangre que tú.

–Perdona, pero estamos muertos, Hyuk Jae, muertos. Ahora mismo no compartimos nada de nada. Me parece increíble que seas tú el que haya estado seiscientos años muerto.

–¿Y qué?

–¿Cómo que “y qué”? Me gustaría ser yo quien pudiera elegir qué hacer y con quién estar, gracias. ¿Y por qué te pones de esta manera solo porque esté un rato divertido con ella, eh? ¿Acaso tienes celos de ella?

–Pues mira, sí, tengo celos de esa mujer.

–Eso es una completa tontería. ¿Por qué demonios ibas a estar tú celosa de ella, eh?

–Pues no sé, ¿tal vez porque pasas más tiempo con ella que conmigo? ¿Porque quizás quiero que también me prestes la misma atención que se la das a ella? ¿Que quiero estar a tu lado y tú no quieres? No sé, ¿se te ha pasado por la cabeza que tal vez quiero algo contigo más allá de una amistad?

–¿Algo conmigo? Eso es imposible –frunce el ceño–. Tú lo que quieres es estar conmigo porque te recuerdo a Hee Min, porque soy como él y nada más. No me quieres por quien soy, sino por quien me parezco, es decir, a mi antepasado. Y yo no pienso ser el segundo plato de nadie.

Vale, sabía que me iba a sacar ese tema.

–En primer lugar, tú y él no os parecéis en nada, tan solo en el físico, eso te lo puedo asegurar. En segundo lugar, desde que cruzamos la luz hace seis siglos, supe en ese momento que tú y yo estábamos destinados a estar juntos para siempre, ¿y sabes por qué? Porque tú y yo somos almas gemelas aunque ahora mismo no te lo creas. Somos almas gemelas que tarde o temprano estábamos destinadas a reencontrarnos. En el cielo, en el infierno o en la vida. Y en tercer lugar, no, no me gustas solo porque el destino haya querido ligar nuestro futuro juntos, no. Es porque siendo tú mismo me has ganado cada día más. Tu personalidad tan distinta y extrovertida, tu sentido del humor y la poca importancia que le das a decir blasfemias en el cielo –sonrío sin poder evitarlo–. La manera en la que te lames los labios cuando estás molesto o nervioso o tu manera de demostrarme que te preocupas por mí. Todo eso es lo que ha hecho que mi corazón vuelva a latir de nuevo tras lo ocurrido con Lucero.

Hee Chul se queda en silencio y yo aprovecho para acunar con cuidado sus redondas mejillas. Supongo que estará procesando toda la palabrería que le acabo de soltar, pero no me importa. Esperaré todo lo que haga falta para que vea que lo que siento por él es de verdad y no una mera sustitución de Hee Min.

–¿Y entonces por qué yo no noto que nosotros debemos de estar juntos?

–Porque aún no te has dado cuenta –sonrío mientras acaricio su suave piel con la yema del pulgar.

Él me mira con algo de escepticismo. Sé que aún sigue sin creerme. Es normal, yo tampoco me creería a mí mismo si no fuera porque lo siento en el alma. Decido besarle un poco más, para intentar transmitirle todo lo que siento. Casey se queda quieto, pero cuando profundizo un poco más, él se atreve a corresponder tímidamente. Mi corazón salta de alegría por su respuesta. Sin embargo, mi instinto me dice que pare y hago caso, justo a tiempo para poder ver a unos ángeles con rostros serios que se acercan a nosotros.

–¿Qué pasa…? –murmura Casey mientras me mira.

–No lo sé… –contesto serio mientras alejo las manos de mi humano.

–¿Señor Lee…? –pregunta uno de ellos.

–El mismo. ¿Qué desean?

–Por favor, acompáñenos.

–¿Y cuál es la razón?

–Nos han llegado avisos de que usted ha estado causando altercados públicos –contesta el otro.

–Por favor, acompáñenos.

Les miro durante unos largos segundos mientras sopeso la posibilidad que tengo de salir airoso de la situación que he creado. Más me vale hacerles caso, seguro que no ha sido demasiado grave lo que he hecho.

–¿Spencer…?

–Ahora vuelvo –sonrío mirándole.

No dice nada y yo me alejo sin tocarle por si acaso. Sigo a esos dos ángeles hasta el lugar más restringido de las instalaciones celestiales y veo que es como una comisaría de policía. Tampoco me extraña que me hayan llevado hasta aquí para interrogarme al respecto. Los dos hombres bien entrenados se colocan delante de mí, con los brazos cruzados y con cara de tener malos humos en este momento. Vaya, ¿les he aguado las fiestas?

–¿Qué va a pasarme? No he hecho nada malo, tan solo ha sido una escena como de niño malcriado –comienzo a hablar–. Sí que es verdad que ha habido algo de violencia, pero tampoco ha sido demasiado fuerte, tan solo una bofetada de nada.

–Silencio –al momento dejo de hablar–. No está aquí por ese pequeño altercado.

–¿Ah no? –alzo las cejas–. ¿Entonces por qué me han dicho antes que ha sido por eso?

–Ha sido también por eso, pero ese no es el asunto que vamos a tratar ahora mismo con usted, señor Lee –interviene el otro ángel de la guarda.

–¿Entonces cuál vamos a tratar? Que yo sepa no he hecho nada malo aparte de eso.

–De sus actos blasfemos.

–¿Actos blasfemos? ¿Quiere decir de cuando he insultado varias veces?

–No. Usted ya sabe a cuáles nos referimos.

Mierda, ¿entonces me han visto colándome?

–No sé a cuáles se refieren.

–¿Ah no? –se acerca uno de ellos–. ¿Entonces quiere decir que no se acuerda de sus besos pecaminosos con el señor Kim?

¿Besos pecaminosos? ¿Se refieren a los besos que le he estado dando a mi humano?

–¿Esos en los que no ha dudado hacer en un lugar público, exponiendo esos pecados a los ojos de Dios y de las almas puras de este lugar?

Ni que todos los que estuvieran aquí fueran vírgenes.

–¿Qué quieren decir con eso, caballeros? –les miro a los dos.

–¿Creía que nuestro Señor no sabía de los actos impuros que ha ido cometiendo durante su estadía aquí…? ¿Y además de los cometidos en su vida terrenal…?

–Yo no he dicho tal cosa.

–¿Acaso cree que viendo todas esas blasfemias realizadas iba a salir impune?

–No me he mencionado al respecto.

–El Señor ha sido muy tolerante con usted y, una vez más, su bondad ha podido más que su ira por su desobediencia, por lo tanto le daremos una sola oportunidad más para que le demuestre a nuestro Dios todopoderoso que ha hecho bien en fiarse. Confiamos en que le mostrara el respeto que se merece.

–¿Y cómo debo de rendirle pleitesía entonces?

–Deje de hacer esas cosas tan impuras con el señor Kim y no les pasará nada a ninguno de los dos.

–¿Y si no lo hago? –me atrevo a preguntar.

–Si no lo hace… Los dos serán desterrados de este lugar.

Tenso la mandíbula mientras les miro. El destierro del cielo es mucho peor que estar en el infierno sufriendo todos esos castigos eternos. Cuando te destierran del mundo celestial, no te vas a directo al mundo de los vivos como le sucedió a Lucifer. No, entras en una dimensión diferente a la terrenal o celestial. Tienen la opción de hacer que al menos puedas ver a los demás desterrados que hay contigo, pero mi instinto me dice que Dios no será tan benevolente si nos destierran a los dos juntos. Seguramente nos aislarán a ambos.

Cuando un alma queda desterrada de todo lo que ha conocido hasta ese momento, muchas de ellas no son capaces de superarlo y pierden toda la humanidad que les quedaba. Claro, ¿quién puede sobrellevar el estar solo durante toda la eternidad, en un sitio más bien sombrío y sin tener a nadie con quien conversar? Nadie normalmente cuerdo. Puede que haya personas que sí puedan afrontarlo con mayor facilidad o simplemente les dé exactamente igual. Aunque no creo conocer a alguien así. Casey no es una de esas personas. Ni yo tampoco. Prefiero que se quede a mi lado, para al menos asegurarme de que está bien y de que no termina por enloquecer en esa dimensión tan extraña.

Creo que estos dos hombres con dos alas de pájaros blancos incrustadas en la espalda se piensan que sé muy poco del término destierro en el mundo celestial. Tal vez crean que voy a terminar como Lucifer, en la tierra y sin alas. Aunque eso puede que fuera así si fuera un ángel, pero no lo soy. Puede que crean que pienso que voy a terminar desterrado en el infierno para que me castiguen eternamente. Eso ya sería algo más factible. Gracias a Dios, nunca mejor dicho, que me topé con ese libro hecho por sus congéneres y que terminé de leerlo antes de que me atacara esa especie de locura transitoria al ponerme celoso.

–¿Sabe lo que les pasa a las personas desterradas de la casa de Dios…?

Opto por no responder, solo por si acaso. Ellos se miran entre sí y sueltan una carcajada de autosuficiencia. Vuelven a mirarme.

–Y díganos… ¿Cuál es su respuesta ahora?

–No volveré a cometer tales acciones pecaminosas que manchen la bondad de nuestro Señor –murmuro entre dientes mientras tenso aún más la mandíbula.

–Bien… –asiente satisfecho uno de ellos–. Pero como sabemos que aún necesita tiempo para poder reflexionar sobre sus posibilidades, pasará un par de días bajo nuestra custodia, ¿sabe? Para que se le aclaren mejor las ideas…

–¿Eso es legal? –no puedo evitar preguntar mientras arqueo las cejas.

–Si eso ayuda a que los infieles vuelvan al camino de Dios, entonces sí… –sonríe con aires de superioridad.

Decido callarme y hacer lo que esos ángeles quieren. Sigo sus indicaciones y les sigo hasta el lugar donde me van a recluir por no sé cuánto tiempo. Básicamente es un calabozo. ¿En serio? ¿Ni siquiera una buena cama en la que poder tumbarme para pasar el rato libre? Me giro y veo cómo sonríen esos dos mientras cierran la puerta del calabozo.

–¿Y Casey…? –pregunto antes de que cierren por completo.

–Dejaremos que crea que ha desaparecido por un tiempo indefinido… –suelta una risotada cargada de malicia y termina de encerrarme.

Genial. Me recuesto contra la pared mientras intento acomodarme contra el duro suelo. Creo que voy a pasar un tiempo indefinido aquí dentro hasta que la gracia divina decida que ya he estado el suficiente tiempo reflexionando sobre mis supuestos pecados. Supongo que cuando me saquen de aquí también me volverán a formular la misma pregunta de si voy a seguir robándole besos a mi humano. Pues la respuesta es afirmativa. Lo que pasa es que no puedo decirla si no quiero que él acabe desterrado de todo y se vuelva loco por completo.

Clavo la vista en un punto concreto de la pared de enfrente y dejo que mis pensamientos fluyan. ¿O tal vez debería dejar mi mente en blanco para que el tiempo pase más rápido? No, eso sería peor. Tal vez debería repasar todo lo que he ido aprendiendo del libro que he leído de los ángeles. O quizás debería de invertir este precioso tiempo en pensar una solución para el problema que se me ha presentado. Mejor que haga eso.

Abren la puerta de golpe justo cuando tengo los ojos cerrados para poder descansar mi vista y me pego un susto por el ruido. Al ver que me he asustado, se ríen a mi costa y entran destilando superioridad como siempre. Y eso que había que ser humildes. Claro que siempre hay toda clase de personas. Me levanto cuando me lo piden y sé que me van a realizar la misma pregunta.

–¿Y bien, señor Lee…? ¿Ya ha reflexionado lo suficiente y sopesado todas las opciones?

–Por supuesto.

–¿Y cuál es su respuesta?

–La misma que contesté la última vez que les vi.

–Bien… Le acompañaremos fuera y esperamos no tener que volver a verle más, porque entonces significará algo muy malo…

No hace falta que lo diga dos veces porque lo sé perfectamente. Conversar con ángeles entraña problemas. Sin excepciones. Salgo de allí custodiado por esos dos y ni siquiera se dignan a despedirse de mí cuando estoy ya por fin en la calle. No encuentro ningún adorno navideño para mi sorpresa y las calles están algo tranquilas. ¿Cuánto tiempo he estado encerrado? ¿Y dónde estará Hee Chul? Quizás esté con ella o en casa. Prefiero que sea en la segunda opción. Camino rápidamente hasta nuestra casa y entro a toda prisa mientras le voy llamando.

–¿Estás aquí, Casey?

En cuanto me doy la vuelta, me topo con la mirada sorprendida del humano. Lo primero que hago es abalanzarme contra él para poder estrecharle entre mis brazos. ¿Y lo primero que hace él? Darme un guantazo con la mano bien abierta. Llegar a casa para que me reciban así no es nada prometedor.

–¿Dónde demonios has estado todo este tiempo? –lo que me asusta es que lo ha dicho en un tono calmado, pero se ve que está conteniendo su ira.

–Pues… Haciendo una visita a mis amigos, los ángeles –sonrío.

–¿Una visita? ¿Una visita? ¿Eso es una puta visita? ¿Sin avisarme y sin nada?

Qué mono, ha estado preocupado por mí, lo sé perfectamente.

–Sí… Por cierto, ¿cuánto tiempo he estado fuera…?

–¿Ni siquiera lo sabes? –alza las cejas.

–No… Es que he perdido un poco la noción del tiempo.

–¿Un poco? He estado una maldita semana sin saber de ti.

Vale, o sea que ahora mismo estoy en año nuevo, ¿no?

–Entonces hoy es… Uno de diciembre, ¿verdad?

–Sí.

–Así que he estado fuera una semana entera, ¿no?

–Sí.

–Vale, bien, gracias –asiento mientras pienso.

–¿”Vale, bien, gracias”? ¿Eso es todo lo que tienes que decirme? –empiezo a notar que está perdiendo el control en su voz–. ¿En el día de Navidad me montas toda esa escenita de celos diciéndome cosas que ni a mí se me hubieran ocurrido decirle a mi pareja, haciendo que me replantee que puede que sí sientas lo que me estás diciendo y luego desapareces durante una jodida semana para luego decirme todo esto? ¿Sin ninguna explicación más? ¿En serio?

–¿Sí…? –no estoy muy seguro de qué contestar.

Veo que respira profundamente. Creo que la he fastidiado. Suspiro.

–He estado una semana fuera no porque haya querido sino porque me han obligado.

–¿Obligado? –lo dice sin creerme.

–Sí.

–¿Por quién, a ver? –se cruza de brazos.

–Pues… Los ángeles que están bajo el mando de Dios…

–¿Y por qué querrían retenerte? –frunce el ceño–. Por ese jaleo que hiciste tú no te obligan a estar una semana entera con ellos.

–Estaba preso.

–¿Y por qué? –alza las cejas.

–Según ellos, por mis actos impuros. A ver, que he cometido pecado. ¿Cuál? Quererte.

–¿Quererme?

–Y besarte varias veces durante este tiempo.

–¿Y por qué debería creerte, eh? Después de desaparecer así sin más y luego volver diciendo todas esas palabrerías hace que no me crea nada de lo que me estás diciendo.

–¿Si te lo demuestro, me creerías?

–¿Y cómo lo vas a hacer eso, listillo?

–Tú solo… Confía en mí y… No preguntes y déjate llevar…

–¿Que me deje llevar? ¿Con qué?

–Déjate llevar por… Lo que sientes…

Me explico muy mal. Veo su cara de confusión y decido no intentar explicar más cosas y pasar a la acción. Le cojo por la cintura y junto nuestros labios. Al principio noto que se ha quedado quieto por la impresión, pero no me importa porque sigo besándole con cuidado, para no asustarle demasiado. Al rato puedo notar que corresponde, pero de manera insegura. Sé que tiene miedo porque ahora mismo yo también estoy experimentando esa sensación al estar besando sus labios. Y justo después de haber recibido esa amenaza desde las autoridades de arriba. Le acerco un poco más al pasar las manos por su espalda baja y ahora sí que consigue coordinar sus labios con los míos.

Involuntariamente suelto un suspiro mientras sigo sin despegarme de su cuerpo. Me atrevo a profundizar un poco el bonito beso que estamos creando y acaricio su mejilla. Abro momentáneamente los ojos para ver cómo está y no puedo evitar sentirme un poco más alegre cuando me doy cuenta de que tiene los ojos cerrados y una expresión serena en el rostro. Vuelvo a cerrarlos para poder disfrutar mejor de la experiencia. Es la primera vez que consigo besarle sin crear más altercados que no sean gritos e improperios por su parte. Con un ágil movimiento de su parte, logra aprisionar mi cuello con sus brazos y yo aprovecho para poder acercarle un poco más hacia mí. La ventaja de estar muerto es que no necesitas interrumpir el beso para poder respirar.

–¿Qué…? –tartamudea al separarse mientras nos mira algo asustado–. ¿Qué está pasando? ¿Por qué brillamos?

En efecto, los dos estamos emitiendo ahora mismo luz muy brillante y cegadora. Me miro, luego le miro a él y no puedo evitar sonreír. Así que es de esta forma. Miro a Casey mientras sigo sonriendo.

–¿Qué nos pasa…? –me mira aún más asustado.

–No te preocupes… –le atraigo de nuevo por la cadera–. No es nada malo… Solo son nuestras almas.

–¿Nuestras almas? ¿Qué quieres decir?

–Ahora se está forjando el vínculo de las almas gemelas… –sonrío más.

–¿El vínculo? –me mira sorprendido–. Así que… ¿Lo que tú me decías todo el rato era cierto?

–¡Pues claro que es cierto…! –río por la emoción del momento–. Tú y yo somos almas gemelas y esta es la prueba que confirma mis palabras.

Él finalmente sonríe por los acontecimientos y me abraza. Sé que aún está en fase de shock por vernos brillar de esa manera, pero se le pasará. Nos miramos a los ojos después de unos momentos y vuelvo a besarle con suavidad. Esta vez responde casi al momento. Aunque me cuesta un poco separarme de él, tengo que romper el beso para poder hablar.

–Tenemos un problema.

–¿Qué problema…? –Hee Chul empieza a preocuparse de nuevo.

–No podemos quedarnos aquí.

–¿Y dónde pretendes que estemos, Spencer? Estamos muertos, no tenemos a ningún otro sitio donde ir.

–Lo sé, pero aquí no nos podemos quedar –le cojo de la mano mientras empiezo a caminar fuera de la casa.

–¿Por qué no? –me sigue sin oponer demasiada resistencia.

–Pues porque si nos quedamos y esos ángeles de los que te he hablado antes nos pillan, nos desterrarán de este lugar.

–¿Desterrarnos? ¿Cómo que desterrarnos? ¿A dónde lo harían? No hay muchos más lugares para enviarnos. Estamos muertos.

–Créeme, tienen más lugares –camino por las calles, sin detenerme demasiado–. Y sí, antes de que lo preguntes, sé el lugar y te puedo asegurar que no es nada bonito ese sitio.

–Vale, ¿y qué pretendes hacer ahora, eh? ¿A dónde vamos ahora con tanta prisa?

–Primero estamos huyendo. Estoy seguro de que ahora esos hombres estarán buscándonos para enviarnos muy lejos del mundo celestial.

–¿Y después? ¿Hacia dónde estamos yendo? –su desesperación se nota un poco en su voz.

–Hacia nuestra única salvación.

No decimos nada más y Hee Chul tan solo se deja guiar por mí. En un momento dado freno bruscamente porque veo a un par de ángeles que van patrullando las ciudades. Maldigo por dentro y busco algún sitio donde escondernos. No sé si ya estarán enterados de su nueva misión, pero, por si acaso, mejor no arriesgarse y no dejarse ver por ellos. Cuando veo que ya se han alejado lo suficiente, reemprendemos la marcha.

–¡Están ahí…!

–¡Mierda, corre…! –insto a mi humano con un empujón en la espalda.

Casey y yo empezamos a alejarnos lo más rápido que podemos. El único que sabe por dónde tenemos que tirar soy yo, por lo tanto cojo de la mano al humano y empiezo a correr mientras le guío. Tenemos que sortear a varias brigadas de ángeles que nos van cortando el paso en el momento que menos me lo espero. Al final le grito que corra hacia el lugar más sagrado del lugar, que es como el lugar donde está Dios y los siervos que están directamente bajo su mando.

–¡Por aquí…! –cojo de nuevo la mano a Casey y le guío sin detenerme.

Entramos en una de las estancias y cierro rápidamente las puertas para poder ganar tiempo. Delante hay un ángel algo más mayor que nos recibe con una sonrisa.

–¿Qué es este lugar? –pregunta mientras observa la habitación.

–El lugar donde… Las almas se reencarnan, por así decirlo…

–¿Aquí es donde se reencarnan? –se sorprende.

–Así es, jovencito –interviene el hombre mayor–. Aquí es donde las almas de las personas obtienen otra oportunidad para poder vivir en el mundo terrenal.

Veo que mira con mucha curiosidad el gran vórtice que hay en la sala.

–¿Vosotros sois los siguientes…? –nos mira.

Miro a Casey y este a mí. Decido acercarme a mi alma gemela, nos alejamos un poco para poder hablar más tranquilos, pero no puedo entretenerme demasiado. No tenemos mucho tiempo antes de que nos encuentren.

–¿Qué vamos a hacer ahora? –me mira preocupado.

–Hee Chul, no he terminado aquí, en esta sala, por casualidad…

–¿Quieres decir que sabías qué era este lugar…?

–Sí.

–¿Y por qué…?

–Escúchame atentamente, ¿vale? –veo que asiente–. Si nos logran atrapar, ten por seguro que te encerrarán en un lugar que jamás hayas visto antes y, créeme, no querrás ir allí para comprobarlo porque literalmente te volverías loco.

–Pero, ¿no nos mandarían a los dos?

–No. Se encargarían de mandarme allí, sí, pero de manera en que ni tú ni yo podamos ver a nadie más. Ni vivos ni muertos. Tan solo un vacío enorme en el que consumirte para toda la eternidad. Ni siquiera podría verte.

–¿Entonces qué sugieres, eh? No tenemos escapatoria, Hyuk Jae…

–Hay una –miro hacia el gran vórtice.

–¿Quieres que nos volvamos a reencarnar? –me mira alarmado–. Pero, ¿estás loco? ¿Cómo pretendes que volvamos a nacer de nuevo? ¿Y nosotros qué? ¿No íbamos a estar juntos ahora que nuestro lazo se había forjado?

–Sí, pero es la única solución que veo por ahora.

–Pero yo…

–Escúchame –susurro mientras acuno sus mejillas–. No sabes lo mucho que me duele tener que separarme de ti de esta manera ahora que estamos juntos, pero esta es la única forma en la que podemos disfrutar del uno del otro sin restricciones. Y para eso tenemos que cruzar esa barrera y volver a nacer.

–Hyuk Jae… –me mira mientras procesa la información aunque le cueste.

–Ahora cuando te acerques al vórtice, el hombre ese te dará de beber de una copa. Por lo que más quieras, no bebas ese contenido.

–¿Qué hay dentro?

–Agua bendita. Las almas que van a nacer de nuevo beben agua bendita para purificar todos los pensamientos, recuerdos y pecados hechos en la vida anterior para así poder nacer lleno de pureza. Si bebes de ahí, entonces te olvidarás de todo lo que has recordado hasta ahora. Te olvidarás de tu familia, amigos…

–De ti…

–Sí…

Quiero decirle algo más, pero en ese momento escucho un ruido proveniente de fuera. Los dos reconocemos que son los que nos están persiguiendo, así que nos apresuramos a ir hasta el vórtice justo cuando abren la puerta. Les miramos antes de conectar nuestras miradas.

–¡Detenedles…!

–Te amo… –susurro antes de besarle rápidamente y caer al vacío juntos.

Le miro durante unos segundos para recordarle antes de que desaparezcamos los dos tragados por el gran torbellino de luz cegadora.

Aunque tenga que recorrer Tierra, Cielo e Infierno, iré a por él. Solo tiene que esperar un poco por mí. Le encontraré esté donde esté.

Notas finales:

Sgàile: Daonna agus nèamh = Espectro: Humano y cielo.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).