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Palabras de papel por Annie_Powers

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–¿Aún sigues pensando en él? –preguntó mientras miraba a su ausente amigo.

–¿Eh…? –contestó al cabo de unos segundos, cuando dirigió la mirada a su interlocutor.

–Que si aún sigues pensando en él.

No respondió y tomó un largo trago de su bebida, dando a entender de que sí, que sus pensamientos volaban hacia aquel chico.

–Tienes que olvidarle… –suspiró con tono cansado Ryeo Wook.

–No puedo.

–¿Y por qué no puedes, eh? Si fue tu culpa.

–Ya sé que fue mi culpa –dirigió la mirada hacia la puerta del local, como si fuera a encontrarse algo interesante allí.

–¿Entonces? Tienes que dejarle ir. Fue tu error, no el suyo. Deja que viva en paz su nueva vida.

Hee Chul arrugó la nariz en una señal de desaprobación ante la nueva vida que había mencionado su amigo. Detestaba aquella nueva vida, pero no podía hacer nada porque no estaba en sus manos. Y todo por su culpa.

–¿Ves por qué a veces odio ser quienes somos? –habló Ryeo Wook mientras bebía y miraba al chico de su lado–. Porque no quiero terminar como tú, amargado de por vida.

–No soy un amargado –protestó mientras le miraba de malas maneras.

–Claro. Por eso no te puedes quitar de la cabeza ese asunto, ¿no? Pese a que se supone que eres feliz, internamente no lo eres. Tú conciencia no te deja. ¿Y sabes qué te digo? Que todo es por tu culpa, Kim Hee Chul, por tu maldita sangre caliente.

Hee Chul gruñó a modo de respuesta. El pequeñajo de su amigo no paraba de recordarle el gran error que había cometido en el pasado y se estaba ganando unos buenos golpes cuando regresaran a casa. Ryeo Wook siguió reprobando su actitud y esperaba a ver si su compañero reaccionaba o algo, insultándole o intentando pegarle. Sin embargo, se mantenía callado y mirando el vaso de cerveza que tenía delante. Era señal de que el orgulloso Hee Chul se tragaba las palabras porque contaban nada más que la verdad.

Ryeo Wook paró en seco su retahíla de reproches hacia el moreno cuando le vio tensarse y girar la cabeza cautelosamente hacia la puerta, donde un grupo de chicos jóvenes habían entrado en el local. Colocó una mano en su hombro e hizo algo de presión para intentar calmarle. Sabía a qué se debía aquella tensión y hostilidad que tenía.

–Tranquilo, no montes un escándalo…

–No lo haré –gruñó–. No están aquí.

Con aquellas tres palabras Ryeo Wook pudo relajarse y dejar de preocuparse por la situación. No corrían peligro de provocar una pelea entre enemigos. Para el castaño su presencia no suponía demasiada cosa, pero para el moreno sí. Cada vez que les veía gruñía de odio hacia ellos.

Como vio que Hee Chul estaba algo nervioso, decidió que por aquella noche ya habían bebido suficiente y se lo llevó a rastras de aquel bar de copas. Tuvo que soportar la sarta de improperios que su compañero profirió contra aquel grupo y contra los de su calaña. Supuso que necesitaría desahogar la tensión y rabia acumuladas así que le sugirió de ir al día siguiente de caza.

–Tú nunca me dices de ir a cazar. ¿Pasa algo?

–Sí, que estoy harto de oír tus quejas constantes de ellos. Déjales en paz, hombre, que a ti no te han hecho nada.

–Claro que me lo han hecho –masculló entre dientes mientras apretaba con fuerza los puños.

–No, eso fuiste tú, ¿recuerdas? Aquella experiencia tan salvaje y después tus remordimientos. Culpa tuya, no la de ellos.

Hee Chul le revolvió el pelo y el otro protestó. Odiaba que le hiciera aquello porque era una burla en la que se apreciaba bastante la diferencia de estaturas. Y sí, como siempre, Kim Ryeo Wook odiaba que se metieran con su altura.

–Está bien, Wookie, iré contigo mañana a cazar.

El castaño sonrió y cada uno se desvió hacia su casa.

Corrían libre como el viento, rápidos y con precisión. Se miraban durante unos instantes antes de concentrarse en la carrera y gritaban llenos de júbilo. Alaridos llenos de juventud. Vieron a las que serían sus próximas presas y saltaron tras ella mientras sentían su sangre hervir como nunca. Una sensación para nada rara. Lograron cazarlas en pocos segundos y poco tardaron en darse un buen festín, saciando su hambre y sed de diversión.

«¿Qué pasa?»

No obtuvo respuesta. Antes de que pudiera reaccionar, se había quedado en la soledad del bosque. Decidió seguirle y utilizó todo su olfato y rapidez para poder darle alcance. Corría a toda velocidad intentando no perder su rastro cuando de repente encontró otro que hizo que sus alarmas se dispararan al momento. Se detuvo en seco y empezó a olisquear el aire. Aquel olor lo reconocía perfectamente y provenía justo del último rastro que él seguía.

Decidió acercarse sigilosamente desde un peñasco cubierto por hierba y musgo y pudo vislumbrarle. Ahí estaba Hee Chul en su forma humana, desnudo y con la boca manchada de sangre. Miraba hacia un punto concreto y siguió la dirección. No vio nada hasta que segundos después se percató de la misma presencia a la que había detectado momentos antes. Lee Hyuk Jae.

–Sigues siendo igual de veloz que antes… –siseó el chico mientras caminaba hasta donde estaba el otro.

Andaba con paso elegante y seguro, con su piel tersa y blanquecina que le caracterizaba y una sonrisa llena de picardía. Hyuk Jae no tuvo reparos en contemplar la desnudez del moreno y después mirarle directamente a los ojos.

–Habla, no tengo mucho tiempo –seguía teniendo aquella sonrisa pese a que el tono fue bastante cortante.

–¿Por qué? ¿Es que está aquí? –Hee Chul utilizó su característico deje de burla en sus palabras.

–Para tu suerte no, no está aquí –se acercó un poco más.

Hee Chul no pudo reprimir una mueca de asco.

–Sé que detestas mi olor ahora mismo…

–Hueles a muerto.

–Y tú a animal muerto y a sangre. Veo que te estabas alimentando bien –ensanchó su sonrisa pícara–. Bueno, ¿por qué querías verme? –alzó las cejas–. No será para decirme toda esa parafernalia de siempre, ¿verdad?

El chico iba a hablar, pero el otro le interrumpió con un sonoro suspiro.

–Olvídame, ¿quieres? Ya hace un año de eso. Supéralo.

–Sí y no hay día que no me arrepienta de lo que hice.

–No sigas por ahí –resopló–. Bien que sigues a su lado. Bonita forma de arrepentirte.

–Ya conoces mis circunstancias –Hee Chul puso cara de incredulidad ante las palabras del chico de pelo claro.

–Sí, sí, las conozco. Todo eso de la imprimación de los lobos. Lo sé de sobras, por desgracia.

–¿Entonces por qué tienes esa actitud hacia mí? Yo… Puede que tú me hayas olvidado, pero yo no. Yo aún sigo pensando en ti… –en sus ojos empezaban a relucir la pena.

–No sigas, Hee Chul. Ni se te ocurra seguir por ese camino –apretó con fuerza la mandíbula–. Me costó mucho aceptar y perdonar lo que me hiciste por vuestra imprimación, así que si no quieres que estalle para arrancarte la cabeza de una vez, cállate. No hagas que reaviva mi odio hacia ti.

–Sé que nuestro destino es estar juntos tarde o temprano. Me aferraré a esa posibilidad.

–Quizás en otra vida, pero no en esta… –susurró mostrando durante unos segundos un momento de debilidad.

Hee Chul pudo ver ese resquicio antes de toparse con sus fríos ojos negros. Le perdió de vista dejando tras de sí una ráfaga de aire, impregnando durante unos segundos el ambiente con su olor a muerte. Se giró alzando la cabeza y pudo ver entre unos matorrales a Ryeo Wook transformado en lobo, que había estado observando todo lo acontecido. Suspiró y volvió a transformarse en el enorme licántropo que era.

Por eso Ryeo Wook odiaba su condición de hombre lobo. Lo más cruel que tenía su naturaleza era la imprimación. Cuando un lobo se imprimaba de alguien, este formaba un vínculo muy especial con el que el lobo le protegería y rendiría pleitesía hasta el final de sus días. Como una relación entre amo y mascota, con el perro fiel. Por supuesto que él agradecía las ventajas que tenían por ser como eran, pero su naturaleza animal a veces les jugaba malas pasadas, tal y como le ocurrió a su admirado amigo Kim Hee Chul.

Su instinto animal quiso que tuviera la imprimación no en su pareja de aquel momento, Lee Hyuk Jae, de quien estaba perdidamente enamorado de él, sino del alfa Leeteuk, el jefe de su clan. Un lobo nunca podía ignorar su imprimación por mucho empeño que pusiera a sabiendas que era la persona equivocada y Hee Chul no fue una excepción. Terriblemente atraído por su jefe, cometió el error que le llevó a perder a Hyuk Jae para siempre. También tuvo que asumir que él tuviera de nuevo el corazón ocupado por un vampiro conocido como Lee Dong Hae. De ahí que tuviera tanta manía los de su especie.

Ryeo Wook tan solo pudo ser un mero observador de cómo su amigo se rompía por dentro. Cumplía su naturaleza animal sí, pero la parte humana era la que había sido afectada del todo. El castaño sabía que su amigo nunca olvidaría a aquel chico de sonrisa picaresca, por mucho que fuera el compañero sentimental del macho alfa. Ryeo Wook no quería llegar a sufrir de aquella manera, por eso se juró a sí mismo que nunca se permitiría imprimarse de alguien, para no sufrir la desdicha que el destino le podía imponer.

El azar quiso que el castaño quisiera hablarle a la luna llena en una noche cálida de verano. Se sentó en el punto alto más cercano que encontró y aulló a la redonda luna hasta contarle todos sus pensamientos. Le gustaba mirarla y contemplarla por horas. Aulló y aulló hasta que su alma animal estuvo lo suficientemente tranquila y en paz como para tumbarse a relajarse un rato, estando todo el rato pendiente de su alrededor. Eran tiempos algo turbulentos por aquella zona y nadie podía relajarse del todo. Nada más cerrar los ojos notó que alguien más estaba ahí con él, que no estaba solo. Puso todos sus sentidos en alerta y supo que no era de los suyos. El olor a muerte que llegó hasta su hocico le dio la pista definitiva para saber quién más había allí. Algún vampiro.

El castaño lobo se tensó, preparándose para atacar en cualquier momento si la situación lo requería. Pudo notar pasos detrás de él y dirigió las orejas hacia esa dirección. Se habían quedado de pie y no respiraban. Normal, estaba sin vida. Como no escuchó ningún movimiento más, decidió mirar hacia atrás. Nunca era bueno darle la espalda al posible enemigo. Vio de pie a un chico joven. Bueno, todos los vampiros eran más o menos jóvenes, nunca envejecían salvo si habían sido convertidos en su madurez. Piel pálida y pelo castaño claro. Unos labios un poco finos y mofletes regordetes. Le pareció curioso que aquellos labios se le asemejaran a la forma de un pequeño corazón. Los ojos oscuros no dejaban de mirarle.

–Es la primera vez que veo a un lobo… –comentó con un deje de fascinación.

Ryeo Wook se sorprendió al escuchar semejantes palabras. Seguramente le estaba tomando el pelo. Era imposible que un vampiro como él nunca hubiera visto a un licántropo. Tal vez se refería a uno normal y corriente. O puede que se refiriera a un hombre lobo. Tampoco podía preguntárselo estando en aquel estado y tampoco tenía que olvidar que era el enemigo. Siempre le habían enseñado que licántropos y vampiros nunca tenían que relacionarse.

–¿Qué haces tú solo? ¿Aullabas a la luna? ¿Te sientes triste y por eso le hablabas a tu amiga?

El animal escudriñó de arriba abajo al visitante. ¿Por qué le hablaba de aquella forma? Destilaba inseguridad por doquier. Algo muy curioso porque normalmente los chupasangre eran seres que poseían muchísima seguridad. Aquel joven era como un recién nacido dando sus primeros pasos solo y sin ayuda de sus padres. Le picó la curiosidad a Ryeo Wook. ¿De verdad no le había reconocido como uno de sus enemigos o solo fingía? ¿O era cierto que pensaba que era un vulgar lobo? Vale, sí, él no tenía pinta de ser un lobo peligroso al igual que sus hermanos lobos. Era el más pequeño de todo el clan y podía pasar perfectamente por un lobo que habitaba por aquellos parajes.

–Yo también estoy solo… –logró escuchar y vio que se estaba acercando hasta su posición–. No temas, pequeño… No pienso hacerte daño… –alzó las manos en señal de paz cuando el lobo gruñó como primer impulso–. ¿Sabes? Estoy asustado, esto es todo nuevo para mí…

El pelo del animal se le erizó por la zona del lomo al percatarse de que el vampiro se había sentado a su lado en un segundo. Empezó a enseñarle amenazadoramente los colmillos para advertirle de que no se acercara más.

–¿Te he asustado? Lo siento, aún no me acostumbro a moverme tan rápido… –se disculpó con algo de pena en su voz–. Intentaré no hacerlo más, ¿vale?

Ryeo Wook hizo caso omiso a sus palabras. Como si ellos dos volvieran a verse de nuevo. Algo bastante estúpido porque él pensaba largarse de allí cuanto antes y no volver a ver más a aquel vampiro tan extraño. Parecía como si estuviera algo trastocado, probablemente aún no se habría acostumbrado a su nueva condición, nada más. Después aprendería a cómo ser un buen vampiro y a odiar con toda su existencia a los licántropos. Mientras, dejaría que aquel muchacho hablara solo, como lo había estado haciendo hasta entonces.

–Es increíble lo rápido que cambian las cosas, ¿verdad, lobito?

Tuvo ganas de morderle por aquella insensatez. ¿Lobito? Le hizo notar que no le gustaba aquel apelativo gruñendo más.

–¿No te gusta que te llame así? Entonces, ¿cómo debo llamarte? ¿Lupus? La palabra lobo viene del latín lupus. ¿Te llamo así? Sí, te llamaré Lupus –sonrió mientras miraba al animal que tenía al lado.

El cánido seguía mirando hacia la luna, sin prestarle demasiada atención. Ni siquiera se molestó en manifestarle que el nombre no le gustaba. Ese nombre también era el de una enfermedad bastante corrosiva. Y él no era tan letal y mucho menos por su tamaño.

–¿Sabes, Lupus? Puede que no lo sepas, pero yo ahora soy alguien especial. Puede que ya lo hayas notado por mi olor o porque no escuchas mi corazón –se llevó una mano a su pecho izquierdo–. Yo ya no estoy vivo… Bueno, sigo hablando y todo eso, pero ya no respiro ni necesito comer… Tampoco envejeceré ni moriré nunca…

A menos que le mataran, cosa algo difícil de hacer si no lo hacía uno de su misma especie. Pero con arrancarle la cabeza bastaba como para acabar con su vida. Aunque dadas las circunstancias, Ryeo Wook supuso que aquel joven no lo sabía. El chico siguió hablando de banalidades en opinión del lobo y no paró hasta que los dos escucharon que pronto no iban a estar ellos dos solos.

–Bueno, tengo que irme. Me están buscando –después de mirar hacia el interior del bosque, dirigió su mirada a su acompañante–. Vengo todas las noches a este sitio. ¿Te veré mañana por la noche aquí, Lupus?

Ryeo Wook miró al chico. No habría luna llena así que era obvio que no iba a estar perdiendo sus horas de sueño para que un vampiro inexperto parloteara sin parar. Cuando quiso darse cuenta, el muchacho ya se había perdido entre la maleza y por fin pudo respirar con algo de tranquilidad. Estuvo unos momentos más antes de marcharse a casa por aquella noche.

–Oye, Kim, ¿has visto últimamente algún vampiro por nuestro territorio?

Ryeo Wook alzó la vista para toparse con el líder del clan vecino. El pequeñajo pertenecía a otro clan, pero aquello no significaba que no se llevara bien con los lobos que encabezaba Leeteuk. Se quedó durante unos segundos mirando al cabeza de grupo, sin pensar nada. Después reaccionó.

–¿Por qué lo preguntas? –miró al chico mientras se sentaba a su lado.

–Últimamente estamos notando que han estado merodeando por nuestro territorio. ¿No has olido nada inusual?

–No –contestó después de unos momentos mientras pensaba–. Además, si hubiéramos detectado algo, hubiéramos ido a por él. Y más Hee Chul.

–Tienes razón… –se quedó pensativo.

Leeteuk tenía constancia del odio que profesaba su pareja a los muertos vivientes. Tampoco podía culparle, sabía perfectamente lo que había pasado entre ellos y nunca había dicho nada. ¿Por qué? Sabía que era mejor no meterse en sus asuntos personales. O eso siempre se decía a sí mismo e intentaba creérselo.

–Anoche te escuché aullar. ¿Pasaba algo? –miró al joven lobo.

–¿Qué? Ah, no, es que me gusta hablarle de vez en cuando a la luna –sonrió algo inseguro.

¿Leeteuk se había dado cuenta de que la noche anterior no estuvo completamente solo?

–No eres el único –esbozó también una sonrisa–. Pero ya sabes, si quieres a alguien con quien hablar, aquí estoy –le dio una palmada amistosa a su hombro antes de levantarse y marcharse.

Ryeo Wook le vio marcharse y suspiró con algo más de tranquilidad. ¿Por qué había mentido sobre aquel asunto? Estaba claro que había visto. Aunque no sabía por qué lo había hecho. Simplemente sus labios pronunciaron aquello sin que su mente tuviera tiempo a pensar y enviar la respuesta correcta a su cuerpo. ¿Por qué le había protegido? Ni siquiera le importaba aquel vampiro confundido, pero tenía que reconocer que le había picado la curiosidad por su actitud. No todos los días uno podía encontrar a alguien tan inocente como él. Recordó que le había dicho que esa misma noche también estaría. Sopesó la posibilidad de acudir de nuevo, pero, ¿qué iba a hacer él allí? ¿Escuchar cómo hablaba horas y horas? Pues claro que no.

–Has venido… –su voz delató que le hizo ilusión ver al lobo allí.

El animal giró su cabeza hacia atrás y después de unos segundos, volvió a reposarla en sus patas delanteras para poder centrar su vista en la luna que comenzaba a menguar. El vampiro se sentó a su lado sin acercarse demasiado para poder dejarle su espacio personal. Sabía perfectamente que probablemente al lobo no le gustara su olor a muerte, pero tampoco podía hacer demasiada cosa. Estaba condenado a vivir toda la eternidad con aquel olor corporal.

–Pareces joven… –observó el de piel pálida–. ¿Cuántos años tendrás…? Muchos no debes de tener.

Ryeo Wook no le prestó ni la menor atención. Él no tenía necesidad de saber cuál era su edad cuando pensaba que era un simple lobo normal y corriente. Observó mejor al nuevo vampiro. Era de estatura normal, ni muy alto ni muy bajo. Lo mismo pasaba con su aspecto. No parecía que le sobraran algunos quilos de más, pero tampoco que estuviera en los huesos. Alguien totalmente normal. Tenía la cara más bien aniñada y parecía tener la piel suave aunque seguramente sería fría como la porcelana. Si su teoría era cierta, aquel joven vampiro recién convertido tendría muchísima más fuerza que él y una velocidad igual o superior a los de sus camaradas. Aquel sería un duro contrincante si se llegaran a enfrentar los dos solos. Tenía que ir con mucho cuidado.

–¿Sabes? En realidad no me acuerdo de cómo terminé siendo un vampiro. Recuerdo que una noche iba andando solo y perdí el conocimiento al momento. No sé qué fue lo que me pasó, pero cuando me desperté ya no era el mismo. Desperté con muchísima sed y vi a unas personas que no conocía de nada. Intenté irme, pero me retuvieron. Tenía mucho miedo porque no sabía qué estaba pasando ni qué me pasaba a mí porque momentos antes había lanzado a uno volando por los aires. Me contaron que un vampiro sediento me había atacado cuando iba paseando y que consiguieron pararle a tiempo, pero que había perdido mucha sangre y por lo tanto no tuvieron más remedio que convertirme en uno de ellos. Tuve que abandonar mi antigua vida porque sería peor para mí. Ya no volveré a ver a mi familia… Ellos irán muriendo y yo seguiré atrapado en este aspecto durante toda mi existencia…

Pobre desgraciado. El licántropo resopló internamente. Qué historia más trágica. Como si aquella hubiera sido la primera que le había contado antes del trágico futuro de los chupasangre. Estaba bastante hastiado de aquellos vampiros porque no paraban de lamentarse y quejarse de su mala suerte. Y aquel chico iba por aquel camino. Si seguía compadeciéndose de él mismo, le gruñiría y ya nunca más le volvería a ver. Más que nada porque no debía de establecer contacto con ellos, pero por alguna extraña razón aún seguía escuchando la palabrería del vampiro. Su voz era algo fina para lo que estaba acostumbrado y era como hipnótica. Bueno, tampoco tenía nada más que hacer aparte de dormir y descansar.

«¿Wookie…?»

Ryeo Wook se tensó al momento al escuchar la voz de Hee Chul y agudizó su oído para poder saber dónde estaba exactamente su amigo. Si estaba cerca seguramente ya había localizado el rastro del joven vampiro y le daría caza porque estaba en territorio de los lobos. Y más siendo el intruso un vampiro. Le destrozaría si lograba pillarle. En aquel momento al chico le pareció una idea espantosa. No había hecho nada aquel joven, tan solo caminar sin rumbo y hablar con él sin molestar a nadie. Tenía que distraer a su enorme compañero y cuanto antes lo hiciera, más posibilidades había para el chico de poder irse sin sufrir ningún ataque.

–¿Qué pasa…? –escuchó su voz–. ¿Ocurre algo? Te noto tenso… –acercó despacio una mano hacia el animal.

Una gran oportunidad. Se levantó de un salto y se le erizaron los pelos del lomo mientras le gruñía amenazadoramente al vampiro. Este se asustó al ver la reacción del cánido y apartó rápidamente la extremidad. Bien, había salido bien. El lobo se alejó trotando del lugar y deseó que al muchacho no se le pasara por la cabeza seguirle. Por si acaso, puso en alerta su olfato y oído para asegurarse de que no le seguía. Aceleró el ritmo y en pocos minutos localizó al enorme lobo negro olfateando el aire.

«¿Qué pasa?»

«¿Qué haces tú aquí a estas horas?»

«Daba un paseo. ¿Y tú?»

«Me ha parecido detectar el rastro del enemigo»

El de pelo negro olfateó una vez más el aire.

«Pero creo que he perdido el olor»

Ryeo Wook pudo respirar algo más aliviado.

«¿Estás seguro de que has olido algo? ¿No habrán sido tus ansias?»

«¿Cuáles? ¿Las asesinas?»

El animal de gran tamaño dirigió la mirada a su hermano lobo.

«Ya sabes a cuál me refiero…»

«Y tú ya sabes la respuesta»

«Pues entonces vámonos a dormir, Heenim. Ya es tarde…»

«Sí… Aunque me parece raro que hayas salido a dar un paseo. ¿Seguro que has ido a dar una vuelta? ¿No has ido por otra cosa?»

Ryeo Wook hizo caso omiso al interrogatorio de Hee Chul y emprendió el camino hacia las afueras del bosque. Durante todo el trayecto tuvo que soportar las constantes preguntas del otro mientras hacía gracias de sobre si había ido a cortejar a alguna loba que había encontrado por allí o a espiar a las jovencitas o jovencitos que se dieran algún chapuzón al lago. Todo un infantil pese a ser más mayor que él.

Cuando oscureció al día siguiente, el pequeño hombre lobo ya se encontraba en el lugar donde vio por primera vez al chico. No le habían dicho nada, pero tenía una pequeña esperanza de que aquella noche también apareciera por allí con alguna excusa de pedirle disculpas o algo similar. Noto unos silenciosos pasos detrás de él y giró al momento la cabeza para encararle. Vio una suave sonrisa en sus acorazonados labios y se alegró un poco. El chico desconocido había venido también. Entonces se preguntó cuándo le diría su nombre. Por el momento había estado hablando de él, pero nunca le había revelado su nombre. ¿Algún día se lo diría?

–Creía que no vendrías por cómo te fuiste anoche… –se sentó en su sitio que empezaba a ser habitual, a su derecha–. ¿Te asusté? Lo siento mucho, no pretendía que te sintieras amenazado…

Y sin más preámbulo, empezó su monólogo en el que le iba contando cosas suyas. Aquella noche tocó saber lo que había hecho durante el día, como si al muchacho le importara lo más mínimo lo que hubiera hecho. Sin embargo, le gustaba su voz. Le gustaba dejarse llevar por el ritmo y sonido de aquel vampiro. Narraba bien y sumía a Ryeo Wook en una especie de trance en el que se encontraba relajado y tranquilo. Un blanco bastante fácil si se lo proponían, por eso mantuvo sus sentidos en alerta por si acaso.

–¿Qué ocurre? ¿Por qué me miras así? –vio la insistente mirada del animal–. ¿Te pasa algo, Lupus…?

El ser vivo de cuatro patas seguía insistiéndole con la mirada, como si con aquello pretendiera decirle algo que se le había pasado por alto. ¿Pero qué era? Intentó averiguar la razón para tal acción. Lupus no le había mirado así hasta en aquel momento. ¿Qué le pasaba a Lupus por la cabeza? Entonces se dio cuenta de que ni siquiera se había presentado a su nuevo amigo. Si es que aquel lobo se podía considerar su amigo, claro. Ni siquiera sabía si al lobo le caía bien o le aguantaba simplemente porque no tenía nada más que hacer. O tal vez no le hacía caso. ¿De verdad quería saber su nombre?

–¿Me miras así porque no te he dicho mi nombre…? –tanteó por si acaso.

Le pareció ver que el lobo asentía, pero seguramente había visto mal. Como no perdía nada en decírselo al can, pues lo hizo.

–Mi nombre es Lee Sung Min.

A Ryeo Wook pareció darle un vuelco al corazón cuando escuchó su nombre pronunciado por aquella voz. Se sorprendió a sí mismo cuando notó que movía la cola, señal de que estaba feliz. Sung Min también lo notó y sonrió entusiasmado.

–Parece que te alegras de que te haya dicho mi nombre –mostró los dientes en la sonrisa–. No sabes lo contento que me pone saber eso. Adiós, Lupus… –pronunció con voz algo acaramelada su nombre alternativo antes de perderse por el bosque.

Con el tiempo entre ellos dos surgió una especie de pacto silencioso en el que los dos se encontraban cada noche en aquella colina. Sung Min hablaba con su amigo lobo mientras que Ryeo Wook disfrutaba en silencio de su melodiosa voz. Ninguno de los dos dormía. El vampiro básicamente no lo necesitaba, sin embargo, el hombre lobo sí que se encontraba cansado al día siguiente al dormir muy poco, pero no parecía importarle porque cada noche acudía a su cita sin faltar a una, llegando siempre temprano.

Varias veces tuvo que ahuyentar a su nuevo compañero de noches para que las variables patrullas de lobos no descubrieran al vampiro merodeando por territorio enemigo. No quería que nada le pasara puesto no había hecho nada malo. Ni siquiera salía a cazar tal y como le había contado. Siempre eran sus compañeros quienes le traían el sustento alimenticio. Sung Min aún tenía reticencia a matar a otro ser vivo y beber su sangre. No se creía capaz de poder hacerlo. A veces Ryeo Wook tenía ganas de poder comunicarse con él para decirle que era normal, que era el ciclo de la vida, que no pasaba nada malo, pero tenía que mantener su tapadera de can normal. No quería que el vampiro se asustara y tuvieran que convertirse en contrincantes. Aquella situación le gustaba y estaba a gusto con Sung Min.

Al joven vampiro le daba pena que dos especies diferentes estuvieran enfrentadas por el dominio del territorio. No entendía por qué licántropos y vampiros debían de pelear por un pedazo de tierra. Él había establecido una bonita amistad con un lobo y no sucedía nada. Claro que el inocente no sabía que en realidad era un mutante. Por eso no podía creérselo cuando vio que el lobo de tamaño normal se transformaba en un joven flaco. Siempre había tenido la curiosidad de saber dónde vivía su amigo y una noche decidió esconderse y seguirle hasta su guarida. La sorpresa que se llevó fue monumental. Lupus le había mentido. No, Lupus no. Estaba claro que aquel chico no se llamaba Lupus como le había puesto.

Estuvo a punto de delatar su posición, pero pudo escapar antes de que nada sucediera. Corría veloz por el bosque mientras dejaba que sus pensamientos fluyeran. ¿Cómo podía haber estado tan ciego como para no darse cuenta de que aquel lobo era en realidad un humano? Un licántropo. Un hombre lobo. Los enemigos de los vampiros. Sus enemigos. La cabeza le iba a estallar. ¿Por qué le había hecho aquello? Había confiado en él. Y él le había hecho creer que era un animal corriente e inofensivo a sus ojos. Sintió la rabia acumularse en su pecho y del puñetazo que dio en uno de los árboles, dejó un agujero de unos cuantos centímetros de profundidad. Respiró profundamente mientras se sentaba en el pie del árbol golpeado.

–Respira, Sung Min… Tiene que haber una explicación para todo esto… Si hubiera querido atacarte, lo hubiera hecho en un primer momento… Tenía ventaja en aquel momento… Entonces, ¿por qué?

Se quedó mirando al frente, pensando y muy quieto. ¿Qué debía de hacer entonces? Se sentía traicionado y muy dolido. Le había mentido durante mucho tiempo. ¿Debía dejar de verle cortando por lo sano? ¿O por el contrario tenía que pedirle explicaciones del porqué de su actitud? Sí, eso mismo haría. Aquella misma noche le abordaría y le exigiría respuestas.

Encontrar a Sung Min tan temprano en el lugar de los encuentros fue algo que le sorprendió gratamente a Ryeo Wook. Por norma general él era siempre quien llegaba temprano. Se tumbó a su lado y le miró directamente. Notó algo raro en su expresión. Su suave rostro estaba algo contraído, como si estuviera en tensión. Tenía el semblante serio. ¿Le había sucedido algo a lo largo del día? ¿Se lo contaría? ¿O se lo guardaría para él mismo? Esperó a que el chico dirigiera la mirada hacia su persona y pudo entrever en sus ojos que algo iba mal. ¿El qué?

–¿Por qué?

Ladeó la cabeza sin llegar a entender la pregunta del vampiro. Esperó a ver si Sung Min le aclaraba lo que le quería decir. Él solo se limitaba a mirarle con el mismo gesto serio, sin decir nada. Sí, estaba más que claro que algo pasaba. Y por su rostro, algo muy grave.

–¿Por qué, Lupus? No, no debo llamarte así porque ese no es tu nombre de verdad, ¿me equivoco…?

Fue entonces cuando Ryeo Wook se dio cuenta de que estaba en graves problemas. Fue tensando despacio los músculos de todo su cuerpo para poder saltar para poder huir de aquel lugar. No quería pelear con él, no quería hacerle daño por mucho que le atacara.

–Dime, ¿cuál es tu nombre de verdad, eh? El humano, no el animal. Sí, ayer pude ver cómo te convertías en un maldito ser humano. Sé que eres un hombre lobo, ¿por qué no me enseñas tu verdadera forma, mentiroso? –su suave voz se había tornado dura mientras que su mirada destilaba un odio infinito–. ¿Por qué me has hecho esto, eh? ¿Qué te he hecho yo? ¡Somos enemigos…!

Como vio que no tenía intención de transformarse para poder hablar, decidió atacarle para ver si reaccionaba o algo. Le lanzó una pequeña piedra contra la cabeza con toda la fuerza que pudo. Si hubiera sido un lobo normal, se la hubiera incrustado en el cráneo, pero como no era un simple lobo, su cabeza era bastante más dura que de costumbre. Ryeo Wook siguió quedándose donde estaba. Entendía el enfado del chico, pero por alguna razón, no se transformaba en su aspecto humano. Se levantó y se alejó unos cuantos pasos del vampiro, que le observaba con ojo crítico todo el rato. Quería que dejara de desconfiar de él, no le iba a hacer daño, no tenía esa intención.

Terminada su metamorfosis, se puso de pie sin ningún pudor en mostrar su desnudez ante el chico de tez pálida. Lo que no previó fue que Sung Min se le abalanzaría contra él, tumbándole para después colocarse encima de él con una velocidad asombrosa e inmovilizándole para que no tuviera oportunidad de forcejear. Ryeo Wook miró directamente a los ojos de Sung Min y ocurrió todo muy deprisa.

Detrás de aquellos ojos color miel, pudo verse a sí mismo sonriendo mientras Sung Min estaba a su lado, los dos tranquilos. Después de aquello pudo ver una retahíla de ráfagas de imágenes de los dos juntos. Se les podía ver felices. Todo aquello duró menos de un segundo, pero lo suficiente como para trastocar a Ryeo Wook. No. Había sucedido. Su peor temor había sucedido. Se había imprimado de la persona equivocada. Había ligado su destino con un vampiro. Sung Min pudo ver la cara de pánico y consternación del chico y dudó durante unos segundos, los suficientes como para que Ryeo Wook pudiera empujarle a un lado y ponerse en guardia mientras su mente trabajaba muy rápido.

–Dime por qué –demandó el vampiro estando muy serio.

–¿Qué…? –el hombre se mostró confundido y con la cabeza en otra parte. Miró al chico que tenía enfrente y su corazón se revolvió–. Tengo… Tengo que alejarme…

–¿Qué dices? ¡Pues claro que no vas a huir de mí…! ¡Exijo que me respondas, tengo derecho a saber por qué me has mentido! –gritó sin importarle nada.

–¡No te he mentido…! –logró vocalizar dentro del ataque de nervios que estaba teniendo. No le podía estar pasando.

–¡Mientes! ¡Dejaste que creyera que eras un simple lobo cuando en realidad eres mucho más que eso!

–¡Porque temía esta reacción!

–¿La temías? ¿Y ahora no la temes? –siguió alzando la voz.

–¡Cállate, por favor, te van a descubrir…!

–¿Que me van a descubrir…? ¡Me da igual ya si me descubren! ¡Dime por qué lo hiciste!

–¡Silencio…! He escuchado a uno de mis compañeros… –le imploró con la mirada que dejara de vociferar de aquella manera.

Sung Min porque sintió la desesperación del chico y se sintió confundido. ¿Por qué hacía todo aquello si eran enemigos? ¿A qué esperaba para atacarle? Podía haberlo hecho y sin embargo se había mostrado en su estado más vulnerable. ¿Qué estaba pasando? A él le había dicho que si un licántropo le veía, lo primero que haría sería atacarle sin piedad. Ese no había sido el caso.

–¿Por qué me proteges? –le miró con desconfianza.

–No tengo nada en contra de ti ni tampoco quiero que te pasa nada… –logró serenarse lo suficiente como para poder hablar.

–¿Por qué?

–Porque no has hecho nada malo a nadie… Vale, sí, estás en nuestro territorio, pero eso no lo sabías. Vete, aléjate antes de que te descubran…

–¿Por qué debería de hacerte caso? –le miró mordazmente.

–Porque yo seré el único hombre lobo que te dirá estas palabras. Mis compañeros simplemente irán a por ti, a destriparte… Por favor, vete… –suplicó Ryeo Wook.

–¿Cómo te llamas…? –preguntó tras unos minutos que al chico en cueros se le hicieron eternos.

–Kim Ryeo Wook. Por favor, márchate…

Después de mirarle durante unos segundos, Sung Min desapareció de su vista. Ryeo Wook pudo respirar algo más aliviado antes de convertirse en lobo y poner rumbo hacia sus camaradas. Y juró por la luna llena que nunca más volvería a ver a aquel chico. Simplemente no podía porque se había imprimido de él. De un vampiro. Algo imposible. El destino le había jugado una mala pasada y odió con toda su alma humana su lado animal.

–Te noto muy triste últimamente… –Ryeo Wook sintió que Hee Chul se sentaba a su lado.

–¿Tú crees…? –dijo sin ganas.

–Sí… Ya no te veo alegre… –Hee Chul le puso una mano en el hombro como queriendo darle ánimos.

El joven sabía la causa de su tristeza. Habían pasado ya varios meses desde la última vez que había visto a Sung Min. Desde entonces había tenido que reprimir sus impulsos de transformarse y salir en su búsqueda. Necesitaba saber que estaba bien, pero siempre se podía controlar. Aquel sentimiento era cada vez más fuerte y sumía al chico en una tristeza infinita. Intentó averiguar más a través de los demás lobos, pero no pudieron facilitarle ninguna información que le sirviera. Cada noche de luna llena Hee Chul y los demás podían escuchar el canto de su hermano lobo. Era una melodía muy triste que hacían temblar hasta sus propios corazones. A través de los aullidos Ryeo Wook era capaz de expresar lo que siempre estaba reprimiendo y ocultando. No podía seguir así mucho tiempo antes de que se dejara llevar por la más extrema locura.

–Puede ser…

–¿Qué te sucede? –Hee Chul miró a través de sus ojos cuando le obligó a mirarle–. Conozco esa mirada…

–¿Tú crees…?

–Sí… La conozco perfectamente…

–¿Y cuál es…? –su voz era muy tenue, casi sin fuerzas.

–Te has imprimado…

–De alguien imposible… –su mirada se perdió en un infinito que Hee Chul no podía alcanzar a ver.

Hee Chul se apiadó de su amigo. Conocía perfectamente aquella sensación que devoraba al pequeño por dentro de su alma. Y lo peor era que no podía hacer nada. Una voz le salvó de volver a caer en sus propios recuerdos. Los dos giraron la cabeza y pudieron ver al alfa Leeteuk con semblante más serio de lo costumbre.

–¿Qué pasa…? –se preocupó al momento Hee Chul.

–Algo muy grave…

–¿El qué…? –siguió preguntando el mayor.

–Young Woon…

–¿Qué pasa con él…?

–Le han asesinado.

A los dos amigos se les heló la sangre al escuchar las palabras de la muerte del otro líder. No podía haber muerto, estaba muy bien la última vez que le vieron.

–¿Qué…? ¿Cómo que le han asesinado…? –preguntó Ryeo Wook.

–Vampiros.

Se sorprendieron aún más y a Hee Chul le hirvió la sangre. Unos malditos chupasangre habían matado a su buen amigo. El otro simplemente se quedó estático. No supo qué decir o hacer.

–¿Quién le ha matado? –preguntó serio Hee Chul.

–A juzgar por la marca, alguien inexperto.

–¿Cuándo…? –Ryeo Wook miró al líder.

–Le acabamos de descubrir…

La pareja de lobos empezaron a hablar y el otro miembro simplemente se aisló sumido en sus pensamientos. Y tuvo un “no sé qué” que hizo que le diera un vuelco al corazón y que saliera corriendo sin atender a la llamada de los mayores. Se adentró en el bosque, dejó que su espíritu animal tomara el control y corrió lo más deprisa que pudo, llevado por el viento que en ese momento se levantó, como queriéndole ayudar en aquella carrera. No tardó en llegar al lugar donde su mente y cuerpo le habían llevado. Sin pronunciar palabra alguna, se acercó sigilosamente y le vio.

–Wookie… –tartamudeó cuando le vio y se miró las manos ensangrentadas–. Yo no quería… –siguió sin pronunciar bien.

Ryeo Wook le observó mejor. Los colmillos le sobresalían más de la cuenta y tenía las comisuras de los labios manchadas de sangre, haciendo juego con los manchurrones que decoraban su ropa. Tenía la cara desencajada y no dejaba de gimotear. Si hubiera podido llorar, hubiera tenido toda la cara mojada por las lágrimas. Respiró un poco y ahí estaba. Su olor mezclado con el de su amigo asesinado.

–Tienes que creerme… Yo no quería, pero… Pero… Le he matado… –se tapó la cara mientras se rompía aún más.

Y mientras miraba a Sung Min, supo en ese preciso momento que la guerra había estallado.


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