---Cinco años después---
Las cosas en el santuario, a simple vista parecía que no cambiaran, las mismas reglas, las mismas escenas, los mismos templos, pero… Los caballeros dorados de ese siglo, cambiaron un poco sus personalidades y comportamientos.
Si me lo preguntan, es normal… La vida familiar te puede hacer revelar tu verdadero yo y eso en muchas ocasiones puede ser algo bueno y malo.
Las mañanas eran siempre hermosas, pero las tardes, eran encantadoras.
Caminar por ese sendero, después de sus entrenamientos, ahora amucho mas exhaustivos, le traía ciertos recuerdos, de sus deseos y seños de infante.
Pero aquello ya había cumplido, hace años, que podría ser feliz y más desde entonces, ya no era un niño, era un adolescente, había crecido, más alto, sus cabellos rojizos, se había dejado crecer unos mechones bajos del mismo, algo así como una representación viva de su maestro y madre.
Sus ropas del mismo estilo Tibetano que, pero con colores diferentes.
Por extraño que pareciera estaba algo frustrado, pensativo y buscando a alguien. Aunque sabía exactamente donde estaba, por lo tanto no estaba perdido.
-Sabía que te encontraría aquí- Dijo aquello, recargándose en un árbol, mirando su objetivo.
La pequeña persona que encontró, solo asintió con su cabeza.
-No entiendo, por qué te gusta meditar aquí, si puedes hacerlo en Aries o Virgo- Cuestiono, sin más, levantando una de sus manos para enfatizar su discurso.
-Es que… Me gusta esta roca, es bastante cómoda y… Se siente un cosmos muy familiar- La pequeña niña, contesto, dejando en claro su parecer.
Aquello hizo sonreír al mayor, negando con la cabeza.
Si bien se acordaba, era el mismo lugar donde se hizo aquellas cuestiones, también donde su padre le consoló cuando sentía celos y varias coas habían pasado, ahora parecía un lugar para que su pequeña hermana pudiera hacer aquella acción tan propia de su constelación.
-No deberías estar nervioso, por ganar la armadura de mamá- Dijo la pequeña sin dejar su pose de loto.
-No lo estoy…- Desvió su mirada, se ponía incomodo al hablar de ese tema.
La niña abrió sus ojos, dejando ver sus orbes esmeraldas y dedicándole una sonrisa tenue –Lo harás bien, después de todo eres el mejor aprendiz del mundo-
Aquel cumplido le hizo sonreír, de una manera satisfactorio, necesitaba escuchar aquello, aunque no lo sabía, aun temía decepcionar a todos, no lo dejaría ver.
-Ya es hora de cenar- Sonrió, acercándose a ella –Nuestros padres, nos deben estar esperando-
-Me gustaría quedarme a meditar un poco más- Sin duda era digna hija de Shaka.
-Anshin, has caso a tu hermano mayor- El adolescente, uso voz autoritaria.
-Pero hermano Kiki, quiero…- No pudo terminar decir su refutación, cuando ese chico se la llevo cargando, pero de lado, como si fuera un saco de papas.
-Vamos pequeña Buda- Ese sobrenombre que casi todos en el santuario la llaman.
Suspiro resignada, sabía que Kiki, tenía mayor fuerza y al final el ganaría, ante cualquier pretexto que pudiera sacar, siempre la cargaba de esa forma.
-No me gusta que me llamen así- Hizo un ligero puchero, inflando sus mejillas.
Aquella bebe, fruto del amor de Aries y Shaka, había crecido, una bella niña, sus cabellos dorados como el sol, sus ojos verdes preciosos, como las jemas de su madre, su ascendencia Lemuriana se notaba, en las dos tikas rojas, contrastaban tan bien con su piel blanca, una complexión delgada, por ser aun una pequeña de solo cinco años. Se sentía mucho más cómoda, con las ropas Hindú de su padre, esas túnicas hechas a su medida por Mu.
Se podría decir, que tenía un carácter dulce y gentil como el pelilila, pero podría llegar a ser muy orgullosa y arrogante, cuando tenía la razón. Había heredado lo mejor de cada quien.
Siempre, tan atenta a su entrenamiento por ambas partes, el meditar, para concentrar su cosmos, de igual forma, observaba las sesiones que tenían su madre y hermano, para reparar armaduras le aprecia interesante, después de todo lo lleva en la sangre.
Obediente en las reglas, aunque si algo le aprecia injusto defendía su punto de vista. Pequeña pero con una personalidad de una adulto, Virgo después de todo.
Se preguntaran, ¿Qué ha pasado con Milo y Camus?
Bueno, su bebe nació como un lindo varón, sin embargo no pudo ser Capricornio, pues el parto se había adelantado, naciendo sietemesino, fue bastante pequeño al nacer y con un peso bajo.
Pero con el amor y cuidados que sus padres le dedicaron, se volvió un niño bastante fuerte, pero una personalidad algo tímida, y se podría decir que algo miedosa, pero hacia su mejor esfuerzo para defender lo justo. Su estrella protectora siendo Escorpio, le infundía la engería necearía, como al de su padre.
Seguían siendo una pareja de polos opuestos, pero cada día se aman más, Acuario había logrado superar sus inseguridades, por su Milo y su pequeño Bichito. Incluso al año de haber nacido su bebe, celebraron una boda Griega, pero muy íntima, solo Atena para bendecirlos, junto a su bebe y ellos, así lo quiso Camus y pues a darle esto.
Para el nombre no se partieron la cabeza lo llamaron Camil, querían que sonara como una combinación de ambos y era así.
Unos cabellos alborotados como los de Milo, pero el tono aguamarina de Camus, uno par de ojos azul verdosos, sus cejas eran exactamente iguales a las de su madre, una tez clara.
Ahora… paseemos a Afrodita y DM.
Sin duda, estos fueron los únicos que hicieron las cosas más acorde a lo tradicional, no diré que no hubo encuentros premaritales, pero no hubo embarazó, hasta después de esa boda que celebraron, fue la mejor experiencia de ambos, aunque Cáncer hiciera ridiculeces y sobre todo, cuando sus compañeros por fin pudieron cobrarle una en ese día. Una muy buena broma.
Dieron vida a un bebe también varón, tenía los cabellos exactamente iguales a los de Afrodita, la misma tonalidad, la tez de color damasco como este, con el singular lunar en su mejilla izquierda. Sus ojos guales a los de Death Mack, tono azul y desafiantes.
El dolor de cabeza sin duda de ambos, poseía una personalidad tan revoltosa, que sin duda el padre estaba pagando todas las que hizo en su infancia, adolescencia, juventud… Bueno toda su vida. Además que gozaba de hacer bromas a los demás, Aunque con Anshin y Sander no se metía mucho. Teniendo cuatro años, nacido bajo Cáncer, le tenía un miedo muy grande a las máscaras, tal vez algo que cierto cangrejo provoco en él y por lo cual el último guardián le dio un fuerte golpe esa vez.
Su nombre, fue escogido por Afrodita, pues este decía que la genética le había jugado mal, su hijo era más similar a Death Mack que a él, así que debía el ser quien le diera el nombre. Su nombre Egil, de origen Sueco, Sin embargo el niño posea un corazón muy noble, solo con los animales, con las personas es bastante cruel.
La pareja conformada por Aioria y Marin, se unieron por bendición divina y su fruto fue una leoncita muy salvaje desde el nacimiento, peli rojiza como su mamá, y una mirada astuta como la del padre color azul, una tez bronceada. Súper activa siempre, sin embargo obediente.
¿Cómo era esto? Fácil.
Si sus padres le decían, que no subiera corriendo las escaleras, no lo hacía, pero se subía a los árboles, si le decían que no hiciera ello, entonces brincaba de roca en roca en el lago.
A pesar de tener tres años, no era fácil de cuidar, fortuna que ambos, tengan la resistencia para cualquier cosa, incluso una pequeña muy activa, Pyrena. Además que era una mordedora de manos, pobre Aioria cada que le daba de comer eso pasaba. Pero solo a él.
Se lleva bastante bien con sus dos primos mayores, los cuales la cuidaban, aunque Argus se la vivía jugando con Egil, y al final Sander asumía la responsabilidad.
Y al final, tenemos a Aldebarán con su linda esposa Adonia. Una pareja bastante tierna y adorable, concibieron a una pequeña, apenas tenía recién cumplidos el año. Wenda era el nombre escogido, tenía origen del mismo lugar que el Taurino, su apariencia de cabellos castaños lacios, y unos ojos grandes de color negros, una piel morena clara. Sin embargo tenía un rostro muy definido como los rasgos de su madre.
No hay mucho que decir de la pequeña bebe, solo que come mucho y duerme igual, es juguetona y tanto Anshin como Camil, van a verla muy seguido a Tauro, les parece lo más lindo del mundo.
Shura, el sigue con su eterna soltería, ver a sus compañeros batallar con niños, le parece lo más fastidioso del mundo, pero esta cabra no puede negar que cuando los pequeños van a verlo, le alegran algo la vida, es el típico tío solterón, pero que disfruta jugar con ellos y lo mejor cuando hacen berrinche los devuelve a sus padres.
Por último, pero no por ello menos importante, veremos cómo ha sido la vida de Kanon.
-Y recuerden niños, ¿Si alguien pregunta dónde estábamos?-
-Fuimos por helado- Un pequeño castaño un poco más claro, contesto sonriendo.
-Correcto- Se sentía orgulloso, que comenzar a instruir a sus sobrinos en el arte de las mentiras.
-No te preocupes tío, no le diremos a nadie que fuimos donde el señor Poseidón a ver a su novio- El mismo niño contesto, tenía una sonrisa y una actitud igualita a la de su padre Aioros.
Se golpeó la cara, decepcionado –Sí que eres hijo de tu padre-
-Ho, buenas tardes señor Kanon- Giro su vista para los menores –Hola, pequeños-
-Hola- Ambos contestaron, el menor muy feliz, pero el mayor serio.
-Buenas Kiki- Se fijó en como llevaba a la niña –Hola, pequeña Buda-
-Buenas tardes- No podía zafarse del agarre de su hermano, así que iba resignada.
Después de ese breve saludo, el mayor comenzó a caminar para seguir a donde iban hacia Géminis.
Aunque los pequeños se quedaron unos momentos con los otros dos.
-Tome- Le extiende una flor roja al Lemuriano mayor.
-Hooo- Acepta aquello, sonriéndole –Muchas gracias Argus-
El pequeño se sonrojo un poco, pues admiraba en cierta forma al joven aprendiz de Aries, y al crecer se convirtió en alguien importante y se lo demostraba.
Sin más este se fue a seguir a su tío, pero el mayor de ambos, aun se quedó junto a los Lemurianos.
-Ten- Ahora él era quien extendía una flor amarilla, pero no hacia el mayor de los hermanos, si no a la pequeña que llevaban cargando.
Este solo la miro, y tomo con sus manitas de infante, se le quedo mirando un poco, girándose para verlo -¿Por qué me la das?-
-Por qué es linda, como tú- Desvió su mirada, tenía un ceño fruncido casi todo el tiempo, pero se adornó con un sonrojo, pues se fue de inmediato para alcanzar a su familia.
Dejando a la niña, algo confundida.
Pero a Kiki, sí que en esos momentos le estaba hirviendo la sangre. Pensaba ¿Cómo se atrevía ese pequeño mocoso de Sander? Sin duda representaba a un hermano mayor celoso.
Suspiro, su hermanita era muy inocente para entender aquello, así que solo sonrió levemente y se dirigí al primer templo, donde toda la familia se reunía.
Al llegar, se dirigieron primero a donde se encontraba Mu, el cual estaba preparando la cena.
Anshin, fue de inmediato a darle un abrazo, sumamente cariñosa con su familia.
Kiki, hizo una reverencia ante el mayor, le demostraba su respeto y aprendió que esa era una manera, pero eso no dejaba que fuera su madre y también abrazaba con fuerza.
Él tenía la felicidad completa, una hermosa familia, con sus padres, su amado esposo sus dos pequeños, que sin duda no le causaban tantos problemas.
-Mamá- Llamo la rubia niña.
-Dime, mi pequeña- Se inclinó al nivel de la menor, sonriéndole con esa gentileza de siempre.
-Mi hermano, esta preocupado, por decepcionarte…- Tenia una expresión de angustia en su rostro infantil –Dile, que eso no pasara y que lograra ganar la armadura de Aries- Apretaba sus manos en puños, con sus mejillas algo infladas, se veía tan adorable.
-¡¡¡ANSHIN!!!- Grito Kiki, algo molesto por que su hermana, digiera lo que sintió y muy rojo por lo mismo.
El pelilila y aun portador de la primera armadura, observo la expresiones del mayor, lo conocía muy bien, aunque ahora de adolecente quería ser más independiente, aun tenia inseguridades de legar a decepcionar a los que ama, le dedico una sonrisa y pidió a la niña, que fuera a esperarlos en el comedor.
Ella, solo asintió, y se dirigió a donde se le había indicado.
-No le haga caso…- Estaba tartamudeando –Yo… Solo estoy un poco ansioso, por la prueba… Es todo- Bajo la mirada, apenado.
Le acaricio la cabeza con cuidado, aunque ahora lo hacía casi a su mismo nivel, aquel chiquillo creció casi a su misma altura a esa edad y aun le faltaba desarrollarse un poco más, sin dudas ese famoso estirón que de repente dan los niños.
-Jamás, lograrías hacer que siente decepción por ti- Sonrió, trasmitiéndole la felicidad que sentía.
Abrió sus ojos por esas palabras, tenía razón ella, eso era lo que más temía, que si no lograra demostrar que es digno de heredar su armadura, lo decepcionará, y no solo a Mu, si no a Shaka, a sus abuelos… Sentía con mucha carga en sus hombros.
Aun con el tiempo no había cambiado su forma de ser de guardarse las cosas, aunque ahora tenía a alguien con quien hablaba un poco… Las cosas que le deba penar platicar con sus padres. Aun siendo pequeña, siempre lo escuchaba.
Tenía la presión contenida, la dejo salir en unas lágrimas, era lo que necesitaba escuchar, que jamás seria la decepción e la familia, pase lo que pase… Estarían con él.
-Mi pequeño, no llores… Todo estará bien- Lo abrazo sin más –Lo vas a lograr-
Este solo asintió, aferrándose al hombre que siempre lo había querido desde ser un bebe.
-¿Está todo bien?- La voz de un rubio, llamo la atención de ambos Lemurianos.
Kiki, se limpió las lágrimas con su antebrazo, sin romper el abrazo con su madre –Si, todo bien-
Virgo, se acercó a los tres. Dándole unas palmadas en la espalda al joven, era una forma que había adoptado últimamente, para demostrar confort. Sin duda no ha cambiado mucho, pero si habría logrado abrir su corazón, al menos con su familia.
-Siempre demuestra lo que ya eres- Una leve sonrisa y unos ojos alentadores, así le decía que confiaba en él y que su apoyo igual le acompañaba.
Asiente con la cabeza –Si, papá-
Después de esa conmovedora escena, para darle apoyo a su hijo mayor, los tres regresaron ya con la comida preparada, colocándola en la mesa, en donde sentados frente a ella. Estaba el patriarca y el viejo maestro, los cuales jugaban con la niña. Le encantaba estar con ambos, eran unos abuelos muy divertidos.
En esta mesa, no existían asientos designados por rango o algo, solo donde quieran, eran en esos momentos una familia, conformados, por tres Aries, dos Virgos y un Libra por el momento.
Una deliciosa comida del Tíbet, encantaba a todos.
-Papá- La pequeña llamo así a Shaka-
-¿Si?- La observo con atención, a su hija.
-¿Qué significa que alguien te regalo una flor?- Esas preguntas inocente, que sin duda se harían más frecuentes cada día.
Este, pensó un momento y le dio la respuesta –Significa, que esa persona te quiere mucho, y quiere verte feliz- Una explicación simple para una pequeña de cinco años, no creía que fuera necesario explicarle todo al pie de la letra.
-Haaaaa- Saco a relucir la flor que el Géminis de su edad, le había dado.
Kiki, sonrió de una manera malévola, si ella decía quien le había regalado ese detalle, sus padres sin duda le harían la vida de cuadritos al niño en cuanto pudieran.
Sonrió tenuemente, mirando aquella flor –Hoy Sander, me dio esta flor… Dijo que es linda como yo…- Miro a su familia –Eso quiere decir que me quiere mucho y desea… Que sea feliz- Sonrió ahora mostrando sus dientitos –Entonces, yo también le daré una, pues lo quiero mucho y debe ser muy feliz- Extendió sus bracitos hacia el aire, para enfatizar.
Al escuchar esas palabras, tan inocentes de la pequeña Lemuriana, todos se quedaron sin duda helados, estáticos, petrificados. Pues al ser la más pequeña de la familia, era el mayor tesoro de todos, y que existiera la posibilidad de alguien que… Quisiera alejarla de ellos… Pues es otra historia.
Shaka, era el que ya estaba con el ceño fruncido, apretando su mandíbula y puños, le estaba hirviendo la sangre. ¿Cómo alguien pudiera atreverse a poner los ojos en su pequeña?
Mu, sumamente sorprendido, sus ojos verdes y boca abierta miraban a su niña… Pero eso luego cambio al ver la flor, estaba poniéndose de verdad rojo de molestia.
Kiki, se imaginaba formas de alejar a ese mini Géminis de su hermanita, para que no se atreviera a volverle a dar otra cosa o decirle más tonterías como esas.
Shion, otro con la furia proyectada en sus ojos, nunca creyó tener algo más en común con Virgo, que fuera el amor que le tenía a su familia, pero sin duda ambos odiaban en cierta forma al pequeño Sander.
En cambio Dohko, estaba algo divertido por la escena, le traía recuerdos muy graciosos.
La niña se asustó un poco -¿He? ¿Por qué sus cosmos están ardiendo?- Estaba preocupada por ese hecho.
Suspira, con los brazos cruzados, en su pecho, dejando escapara una sonrisa –Aquí vamos de nuevo-
Con esa última línea Libra, sonrió a la reacción de todos, por el pequeño pretendiente que tenía su nieta Anshin. A él no le molestaba, al contrario le parecía tan tierno. La única forma de que se enojara, ya la conocíamos y eran muy pequeños, para hacer algo como eso.
Así es como, el tiempo ha pasado en el santuario, desde la primera vez que Kiki, tuvo sus ideas locas, confusiones, miedo, tristeza, alegría y logro que sus padres se confesaran, formando todo lo que existía ahora.
Su anhelo se había vuelto realidad, aunque ahora… Debía cuidar a su hermana, y eso era algo que haría sin importar que.
La familia sigue unida, y lo seguirá toda la vida, sin importa que.
También las otras, cada quien tenía su propio núcleo dorado, el amor unió tantas vidas, procreo más y será un ciclo que jamás se romperá.
Así lo dicta el corazón y es algo que jamás se podría destruir.