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Oblígame por MugiKore

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Notas del capitulo:

GRACIAS POR EL APOYO

Espero que os guste(:

Durante todo el día siguiente, estuvieron acompañados por el pequeño Luxyo tal y como este había planeado; Empezaron atravesando el bosque mientras fingían ser exploradores en busca de nuevos territorios que descubrir. Sanji subió a sus hombros al menor mientras lanzaba palos y otros objetos que encontraba por el suelo al espadachín. –Un horrible animal salvaje, ¡AH! –Gritaba sin parar de reír.

-Tsk. No pienso tener piedad con un mocoso y un estúpido con cejas de caracol. –Dijo entrando en la pelea. Antes de que los otros pudiesen responder, el peliverde corrió hacia ellos provocando los gritos del niño. El rubio corrió para huir sin que la risa cesara.

Apenas eran las doce de la mañana cuando los tres decidieron que era hora de ir al lago a darse un baño y pescar algo. Zoro aprovechó para echarse la siesta viendo cómo el niño y el cocinero jugaban a salpicarse y hacían figuras en el agua mientras las carcajadas llenaban el lugar de nuevo.

-Marimo idiota, eres un aburrido. –Gritó el ojiazul mientras sacaba la lengua al mencionado.

Sin intención de moverse, la única respuesta que se molestó en dar fue un gruñido. Se dio la vuelta y apenas unos segundos después, comenzó a roncar.

A la hora de la comida, Beca los invitó a casa. Ella también quería despedirse de aquellos muchachos tan especiales así que con ayuda de Sanji (quien no permitió un no como respuesta al ofrecer sus servicios) cocinó los peces que los jóvenes habían pescado horas atrás. Mientras cocinaba, el cocinero dedicó una mirada curiosa a su nakama. Se sorprendió al ver al marimo sonriendo ante las palabras de Luxyo. No tardó en verlo levantar al niño mientras este intentaba trepar por su cuerpo y lanzarlo al sofá controlando su fuerza. Las risas del más pequeño no tardaron en llegar al mismo tiempo que repetía su intento de trepar al mayor.

 

Tras horas de charlas, risas y alguna que otra anécdota, los mugiwara se despidieron por fin de aquella familia que tanto les habían ayudado durante su estancia en la isla de Reville. El rubio intentó no llorar delante de Beca y Luxyo, pero fue inútil. Zoro, por su parte, se quedó inmóvil, pensativo. Realmente estaba agradecido con esas personas, pero las palabras no eran lo suyo. Se mantuvo al lado de su compañero mientras éste hablaba por los dos para decir adiós. Apenas unos minutos después, estaban solos otra vez.

-No queda mucho para que Robin-chan llame. Creo que deberíamos ir a un lugar donde nadie nos moleste.

-¿Y si volvemos a la habitación?

-Oí alga… -Intentó sonar tranquilo, pero no lo consiguió.

-¿Qué pasa? –Preguntó preocupado.

-No quiero que te molestes, pero…

-Prefieres que no esté delante cuando hables con Robin ¿Verdad? –Conocía demasiado bien a su nakama. A pesar de que se había sincerado con él sobre su familia, entendía cuánto le costaba hacer frente al mero hecho de saber de ellos. Además, en cierto modo, no estaba seguro de poder mantener el tipo escuchando los detalles sobre aquella gente a la que tanto odiaba en esos momentos.

-Yo…

-No pudo terminar. –No hay problema cejillas.  Sólo búscame en cuanto termines. No quiero tener que volver a por ti porque has perdido la noción del tiempo. –Sonó algo duro, pero así era él. Y realmente estaba preocupado.

-Tsk… Si tuvieras que venir por mí, lo más posible es que te perdieras, marimo. Tu sentido de la orientación es PÉ-SI-MO. –Dijo la última palabra elevando la voz sin dejar de mirarle.

La vena de su frente comenzó a palpitar. –¡Yo no me pierdo, idiota con cejas de caracol! Todo este lugar se mueve sólo. –Escupió algo molesto.

-¿A quién mierdas llamas cejas de caracol, alga parlante? –Respondió el cocinero entrando al trapo y preparándose para lanzar una patada.

El espadachín por su parte también se preparó para desenvainar sus armas en cualquier momento. Observó a su adversario durante unos segundos y por inercia dio unos pasos hacia delante hasta quedar a escasos centímetros. Ambos hombres mantenían aquella pose amenazante, sin embargo, el peliverde tragó saliva disimuladamente. Estaba tan cerca… Joder, apenas podía pensar con claridad. –“Maldito… ¿Qué me has hecho?” –Pensó mientras una pequeña sonrisa se dibujaba en su cara.

-“¿Qué estás haciendo? ¿Por qué estás tan cerca?” –Sanji también mantenía una pequeña charla consigo mismo. Dirigió su mirada a los labios del contrario viendo como sonreía y un escalofrío le recorrió la espalda. ¿Así serían ahora sus peleas? Joder, ese idiota con cabeza de césped le estaba volviendo loco.

-Haz lo que tengas que hacer. –Dijo finalmente el espadachín alejándose.

Soltó un suspiro agradeciendo que Zoro fuese tan comprensivo. Realmente nunca imaginó poder tener ese tipo de relación tan… No tenía ni idea de cómo describir su relación con el peliverde, pero se sentía feliz con él y eso era lo que importaba.

 

Apenas había andado veinte minutos, cuando el den den mushi comenzó a sonar. Lo cogió al instante. -¿Hola? ¿Robin? ¿Qué tal ha ido todo? –Se sorprendió al escuchar una voz conocida.

-¡¿Es que no pensabas contarme nada Sanji-kun?! ¿Creías que no me daría cuenta al ver esas cejas? –La voz de la navegante le hizo tensarse.

-Lo siento, cocinero-san. Fue imposible engañar a Nami. Ella…

 

*Flashback*

 

La tripulación de los mugiwara se encontraba ahora mismo en el reino de Germa. Habían pasado la primera noche ahí mientras su capitán era atendido de urgencia por el equipo de médicos que residían en el lugar. Todos seguían preocupados por la situación del moreno, pero al mismo tiempo permanecían tranquilos ya que Reiju (así se había presentado la mujer que les había ayudado y llevado hasta allí) les había contado acerca de los médicos del reino. “Contamos con las mejores tecnologías para ayudarle”. Aquello hizo que todos pudiesen respirar tranquilos otra vez. Sin embargo, Robin, que conocía muy bien la identidad de su anfitriona, seguía pensando cómo acercarse a ella para decirla todo lo que la rondaba por la cabeza en aquellos momentos. Su prioridad ahora mismo, era que Sanji no fuese descubierto e intentar evitar una posible guerra.

Paseó la mirada por todos los rincones de ese extraño reino. Por un lado, Chopper, entraba y salía de la habitación donde descansaba Luffy intentando prestar su ayuda al equipo de doctores. Franky, Usopp y Brook, permanecían casi todo el rato sentados y quietos, lo cual entristecía un poco a la morena ya que aquellos tres, nunca solían estar tan parados, pero no tardaron en emocionarse cuando uno de los trabajadores de la familia Vinsmoke, les ofreció enseñarles la armería. Sus ojos se volvieron estrellas y comenzaron a gritar imaginando todo lo que estaban a punto de ver.

-Robin, ¿Podemos hablar? –La voz de Nami la sacó de sus pensamientos.

Le dedicó una sonrisa. –Sí claro, navegante-san, dime…

-Aquí no. –Comentó mirando a su alrededor. Preferiría que fuese a solas. –Se levantó mirando hacia la joven peli rosa que justo acababa de llegar tras haberse ausentado un tiempo. –Reiju-chan, ¿Podrías venir tú también? –Sonrió inocentemente.

Robin se tensó un poco ante esta petición de su nakama. Conocía lo suficiente a la peli naranja como para saber que sospechaba algo y no tardó en confirmarlo.

Entraron en una habitación y tras cerrar la puerta, no se hizo esperar. -¿Qué tienes que ver tú con Sanji? –Preguntó de forma amenazante a la peli rosa. –Y tú… –Dijo dirigiéndose a Robin –¿Qué sabes? Escupidlo las dos. No tengo todo el día.

-¿S-Sanji? Y-yo… -No pudo terminar ya que fue interrumpida por la arqueóloga.

-Reiju es la hermana biológica de Sanji, navegante-san. Este lugar, es donde se crio el cocinero. –Comenzó con calma.

Ambas mujeres la miraron sorprendidas. -¡¿QUÉ?! –Nami dirigió la mirada a aquella extraña. –Es cierto que esas cejas… Sabía que había algo que se me escapaba. Por eso Sanji estaba tan reacio con venir aquí… -De pronto algo hizo clic en su cabeza. –Espera, ¿Por qué nunca nos contó nada de esto?

-Sanji sufrió mucho durante los años que vivió aquí. –La joven Vinsmoke tenía lágrimas en los ojos al recordar esos tiempos. –Yo… Lo siento tanto… -Dijo mientras comenzaba a llorar.

-A esas alturas no merecía la pena seguir fingiendo, así que Robin habló ignorando la presencia de su compañera. –Ahora no hay tiempo para explicaciones. –Miró a su nakama que sólo asintió entendiendo que le contaría los detalles más tarde. Volvió a dirigir la mirada a la otra mujer. –Reiju-san, quería hablar contigo para pedirte ayuda. Sé que nunca quisiste que Sanji sufriera tanto y…

 

*Fin del flashback*

 

Sanji tomó aire mientras escuchaba. –Siento mucho no haberos confiado mi pasado, Nami-swan. No quería que… No quería recordar nada de lo que viví allí. –Dijo finalmente.

-No estoy enfadada. –Respondió sin más. –Me alegra saber que pudiste escapar. Siento mucho no haberlo sabido antes… -Sonaba realmente arrepentida. –Pero me pagarás un berry por cada día que has estado ocultándome el secreto. –Sanji pudo imaginar a su amiga en esos instantes y le entró un escalofrío. –Es broma. O tal vez no… Lo decidiré en cuanto nos encontremos y vea que estás bien. -Terminó carcajeándose y devolviendo el aparato a la morena.

- ¿Está todo bien, cocinero-san?

-No te preocupes, querida, antes o después tendrían que saberlo… ¿Está… Reiju contigo?

-Ella se fue después de nuestra conversación. Quedó en ayudarnos para que nadie te mencione, al menos hasta que llegues. ¿Estás seguro de que quieres venir? –Aquella pregunta le tomó por sorpresa.

-Es mi deber asegurarme de que Luffy está bien. Con suerte llegaré a tiempo para que cuando se despierte se entere de todo por mí. Tal vez así, podamos evitar una masacre. –Aunque sus manos temblaban, sentía que se había quitado un gran peso de encima. Primero con Robín, después de mucho tiempo con Zoro y ahora con su querida Nami.

Pasaron unos segundos en los que la arqueóloga parecía hablar con alguien en la habitación. “Seguramente sea Nami” –Pensó. Poco después, el sonido de una puerta cerrarse y de nuevo el silencio.

-Sanji. ¿Estás ahí? –Que Robin le llamase por su nombre sin añadir nada después, le dio un mal presentimiento.

-Sí. ¿Qué pasa?

-Nami acaba de marcharse, así que puedo hablarte con claridad. Hoy, poco después de la conversación con tu hermana, mientras paseaba por el lugar, escuché sin querer voces hablando en una de las salas. Al acercarme vi a Reiju hablando con un hombre que supuse sería uno de tus hermanos.

-La mera mención de sus hermanos le provocó una punzada en el pecho. –No me interesa. –Cortó el rubio. –De verdad que sea lo que sea…

-Tu padre se muere, Sanji. –Soltó de pronto.

 

Abrió los ojos perezosamente paseando la vista por toda la habitación. ¿Cuándo se había quedado dormido?, ¿Cuánto había dormido? Buscó con rapidez a su compañero, aunque sabía que estaba solo. Suspiró. ¿Debería salir a buscarle? Por un lado, quería dar al cocinero todo el tiempo que necesitase, porque, al fin y al cabo, tenía claro que ahora mismo tenía mucho que procesar. Pero, por otro, tenía miedo de las noticias que pudiese haber recibido y sobre todo de cómo lo enfrentaría. ¿Y si había vuelto a tener uno de sus ataques o volvía a estar en shock? Estaba sólo por ahí y… Mierda, -Se golpeó la cabeza para calmarse. -Sabía que Sanji era muy capaz de cuidarse por sí mismo, pero la preocupación cayó sobre él, como si de un cubo de agua fría se tratase, al ver la hora. Debían empezar a preparar todo para poder salir sin ningún problema durante la madrugada. ¿Dónde demonios estaba ese cejas de caracol? Se dirigió rápidamente a la puerta del lugar con intención de ir a buscar a su nakama y asegurarse de que estaba bien, pero al abrirla, se encontró de frente con unos ojos azules que se sorprendieron al verle con tanta prisa. De forma inconsciente, soltó el aire que parecía tener contenido y se relajó al instante.

- ¿Marimo? ¿Qué demonios… -No pudo terminar de formular esa pregunta ya que los brazos del contrario le envolvieron con fuerza dejándole sin palabras.

- ¿Estás bien? –Quiso saber Zoro buscando de nuevo aquellos ojos que tanto le hacían perder la noción del tiempo.

-Y-yo… -Estaba sorprendido al ver la reacción del espadachín. Realmente le importaba ¿Verdad? –Estoy bien. –Susurró sonriendo. –Sólo… Mi hermana está ayudando a Robin y Nami para mantener la situación bajo control. Al menos, hasta que lleguemos.

-Estas palabras sorprendieron al peliverde haciéndole abrir los ojos de golpe. - ¿Has hablado con tu hermana? Espera, ¿Nami? No me digas que esa bru… -Al ver cómo la mirada de Sanji se endurecía, se corrigió con rapidez. –Esa mujer… ¿Cómo se ha enterado? –Gruñó.

-Supongo que no es nada fácil engañar a mis damas. –Los ojos del cocinero volvían a emanar corazones y aunque su nariz no sangraba, no tardaría mucho si seguía hablando sobre cómo las mujeres de la tripulación se preocupaban por él.

-Ya basta, pervertido. –Dijo tan rudo como solía ser, pero mostrando una pequeña sonrisa al ver que sus palabras hacían gruñir a su nakama, como siempre. Se alegraba de que, a pesar de todo, el rubio siguiese siendo él. –Esas dos… Tsk. Veo que no se les escapa una. –Le agarró el brazo con bastante delicadeza para lo que solía acostumbrar, provocando que, con este gesto, Sanji le mirase. - ¿Estás bien de verdad? Ya sabes… Poco a poco tu pasado está saliendo a la luz y… Bueno, supongo que no es fácil enfrentarte a la fuerza a algo que quieres olvidar.

-Cogió aire, tomándose unos segundos para pensar. Zoro notaba como la mano del rubio temblaba ligeramente. Finalmente, habló. –Creo que la única forma de olvidarlo o al menos intentarlo, es enfrentándolo. –Decidió guardarse para él, la información sobre el estado de su padre. No sabía aún como sentirse al respecto.

-La mano del mayor se movió soltando su agarre y dirigiéndose a la mejilla del otro. Acariciaba con suavidad mientras veía como los ojos azules que le contemplaban se cerraban para disfrutar de esa caricia.

-Mierda, marimo, ¿Cuándo te has vuelto tan seductor? –Apenas podía contenerse las ganas de lanzarse a besar al otro, mientras sentía aquella mano moviéndose lentamente.

Una carcajada llenó la habitación. –Me alegra que Robin y Nami hayan conseguido su propósito. Tenías razón confiando en ellas. –El rubio dibujó una gran sonrisa en su cara que le derritió el corazón.

-Oi… El otro día, cuando hablamos… Estaba tan nervioso por lo que te quería decir que apenas pude reaccionar a todo lo que me dijiste. –Una sonrisa pícara apareció en su rostro. –Así que dime… ¿Desde cuando estás loco por mí si se puede saber?

-No. No se puede. –Soltó sin más.

-Venga cáctus parlante… No seas malo… -Se acercó a su oído mientras hablaba para acabar con una especie de ronroneo.

Zoro tragó en seco. –“¿Este es el famoso cocinero del amor?” –Pensó notando cómo un escalofrío le recorría todo el cuerpo. –Te he dicho que no. –Intentó sonar seguro, pero no estaba convencido de haberlo conseguido.

- ¿Acaso vas a decirme algo tan cliché como “Desde el primer día que te vi”? –Preguntó imitando su voz y provocando que una venita se marcara en la frente del peliverde.

-Segundos después, otra carcajada por parte del mayor. - ¿Y qué si así es? ¿Qué pasa si te digo que comencé a quererte nada más verte? –Esta vez fue Zoro quien acortó la distancia con su compañero haciendo que quedasen a escasos centímetros.

-Tsk. –Gruñó. –Maldición. –Notaba como su cuerpo se volvía tímido y no respondía como esperaba. La necesidad de saber más, impedía que se moviese. –No seas bastardo…

-Los brazos del espadachín le sujetaron apretando aún más sus cuerpos. –Si quieres que te sea totalmente sincero… Al principio te detestaba.

–Sanji no se sorprendió. Ese sentimiento inicial fue mutuo. Fue muy difícil aprender a convivir teniendo en cuenta sus caracteres fuertes y de mecha corta. No es que ahora no fuese difícil, pero al menos ya estaban acostumbrados.

Zoro pensó en el pasado. –Pensaba que eras un egocéntrico, pervertido, narcisista con complejo de héroe…

-YA LO HE ENTENDIDO, GILIPOLLAS. ¿Piensas seguir insultándome? Porque si es así no dudes que te partiré esa cara de musgo que tienes. –Se defendió el otro molesto.

-Sí, eran buenos tiempos… -Dijo para sí mismo más que para el otro mientras dejaba escapar una risilla. –El caso es que, a pesar de todo eso, también te respetaba. Demostraste tu valía y tu honor el día que nos conocimos. Aunque, seguías siendo insoportable. –Tuvo que hacer un verdadero esfuerzo para contener la risa al ver que al otro comenzaba a temblarle el ojo derecho. Tras unos segundos, continuó. –Pero todo cambió la primera vez que luchamos mano a mano. –Zoro pareció perderse en los recuerdos mientras Sanji abría los ojos como si así fuese a escuchar mejor las palabras que se avecinaban.

Fue en Arlong Park. Cuando tuvieron que enfrentar a Arlong y a sus hombres. Joder, aún sentía un pequeño escalofrío tan sólo de pensar en esa batalla. Jamás imaginó que aquel rubio con el que sólo discutía y peleaba estuviese junto a él complementando cada uno de sus movimientos. A pesar de que ya sabía que su nakama era fuerte, fue a raíz de ese combate que empezó a interesarse por las habilidades del contrario. Había encontrado en su camino a muchos guerreros por los que el peliverde sentía un inmenso respeto. Por ellos, debía luchar sin rendirse y demostrar que era el más fuerte.

Un recuerdo fugaz de Mihawk le invadió unos segundos, pero pronto volvió a su pensamiento inicial.

Sanji sabía luchar, estaba claro. Pero, además, parecía compenetrarse con el peliverde hasta tal punto que Zoro perdió la concentración durante aquella batalla por estar demasiado centrado en los movimientos del otro. Aquello le costó un buen corte y una buena bronca después. Sin embargo, no le importó. A partir de ese día, algo cambió en los sentimientos del espadachín hacia el rubio.

Suspiró tras unos segundos perdido en sus recuerdos. –Después de nuestra pelea en Arlong Park… No tardé en darme cuenta de que necesitaba esas peleas más de lo que pensaba a admitir. Esto… Yo… Era la única manera de poder estar contigo de alguna forma. –Susurró.

Sanji sintió que el corazón se le saldría del pecho, pero Zoro no le dejó interrumpirle. –No importaba si tenía que ocultar lo que sentía cada vez que estaba contigo. Realmente me hacía bien estar a tu lado… No me había sentido así desde que Kuina aún vivía. –Sonrió rascándose la nuca quitando importancia a lo que acababa de decir. Tenía miedo de haber sido demasiado intenso. Nunca se le dieron bien las palabras, pero no quería que al cocinero le quedase ninguna duda de sus sentimientos. –El caso es que después de esos dos años separados… Cada vez era más difícil continuar como siempre.

-Y empezaste a portarte como un acosador. –Añadió Sanji divertido haciendo que el otro le empujara molesto.

-Empecé a sentirme confundido con tu comportamiento, cejillas. –Le dio un casto beso.

Tras unos segundos de silencio, Sanji decidió hablar. –Te quiero. –Sonrió juntando su frente a la contraria. –Joder, aunque seas un idiota, descerebrado que se pierde incluso en el Sunny, pelear contigo es una de mis cosas favoritas en el mundo. –Se sonrojó. –Mierda, te quiero, Zoro.

 

El aludido notó como su estómago se revolucionaba y se permitió cerrar los ojos mientras volvía a viajar al pasado. Esas palabras… ¿Realmente había sucedido? ¿Es posible que después de tanto tiempo sea posible…? Hacía mucho que se había enamorado de su nakama. Recordaba Thriller Bark y cómo ese estúpido cejas rizadas se ofreció antes que él para recibir todo el dolor. Recordaba el miedo que sintió ante la posibilidad de que Sanji acabase dañado. Por alguna razón, seguramente debido a alguno de sus traumas infantiles, se sentía responsable de la situación y creyó ser él el único que debía hacer ese sacrificio. Jamás había dudado de lo fuerte que era ese maldito cejas rizadas, simplemente el terror se apoderó de él y apenas fue consciente de lo que había hecho hasta que vio el cuerpo de aquel que tanto quería inconsciente en el suelo por su causa.

Para aquellas, ya tenía más que claro sus sentimientos, aunque se esforzaba día a día por ocultarlos. Sin embargo, ya desde el principio, calló todo lo que pensaba y a eso se le unieron cada vez más momentos compartidos con su nakama y más sentimientos que afloraban y que, simplemente no podía dejar salir. Al fin y al cabo, antes de empezar, ya había tirado la toalla ante la idea de ser correspondido.


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