Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

¿Es el fin del amor? por Kitana

[Reviews - 12]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Disculpen el retraso, aqui está el nuevo capitulo

 

Dos semanas después de su boda, Aiolia y Shura volvieron de su luna de miel. Lo primero que Shura hizo al volver, tras instalarse junto a Aiolia en su nuevo hogar, fue buscar a Camus. su mejor amigo se deshizo en excusas para no verlo. A Shura le quedó claro que Camus escondía algo, era más claro que el agua que lo estaba evitando. No sólo cortaba las llamadas lo más rápido posible, también había rechazado verlo para su desayuno semanal. Eso era algo que Camus no solía hacer.  Solo actuaba así cuando pretendía esconderle algo. Esa actitud significaba que había sucedido algo en su ausencia.  Algo que Camus no estaba listo para que él lo supiera. Obviamente Shura quería saber que pasaba con su mejor amigo, pero entendía que Camus no iba a decírselo así nada más.

 

Quizá Camus no era el mejor guardando secretos, sin embargo, acostumbraba poner todo su empeño en conservarlos para sí el mayor tiempo posible. Tarde o temprano él terminaría diciéndole todo. Conociéndolo como lo conocía, Shura supo que Camus hablaría más tarde que temprano, eso era claro. Lo único que tenía que hacer era esperar. Sólo eso, y darle espacio.

 

Camus se había puesto más que inquieto ante la insistencia de Shura. efectivamente había estado evitando a Shura. No quería encontrarse con él. Si estaban frente a frente, no iba a resistirse y le contaría con lujo de detalles lo que estaba sucediendo entre él y Milo, sus dudas, sus temores y que Hyoga estaba en medio de todo. Shura era su mejor amigo. Pero también era el esposo de Aiolia, y Aiolia era el mejor amigo de Milo. Sí Shura se enteraba, irremediablemente se lo diría a su esposo y no estaba listo para que esa bomba explotara. A Milo tal vez eso lo tenía sin cuidado, pero no a él.

 

Lo cierto era que, por encima de todo, Camus tenía miedo. Estaba asustado por lo que podría suceder. Tenía miedo de que Hyoga se enterara, pero al mismo tiempo no se atrevía a decirle la verdad. Tenía miedo de la reacción de Shura, pero no se atrevía a pedir su consejo. No quería que Shura dejara de ser su amigo. No quería perderlo todo de nuevo, no quería que se repitiera lo de aquella vez cuando él y Milo rompieron. Tenía miedo de las consecuencias de lo que hacía con Milo, pero no se atrevía a darlo por terminado. Tenía tanto miedo de perderlo todo que se había paralizado y simplemente se dejaba llevar por la corriente de los acontecimientos.

 

Shura había sido lo único que le quedara después de que todos le dieran la espalda. Evidentemente no quería perder a su querido amigo. No a él. Era su mejor amigo, su único amigo de verdad en todo ese tiempo. Camus no quería admitir que todo lo que sentía era miedo. Miedo y deseo, un deseo imposible de evadir por Milo. Lo deseaba, profunda y dolorosamente. Ya no estaba seguro de que eso que sentía por él fuera amor. De cualquier forma, lo que sentía era demasiado intenso como para resistirse. No quería sentir lo que sentía, sin embargo, así eran las cosas, y, a sus ojos, no había modo de evitarlo.

 

A diferencia de Camus, Milo no sentía nada similar al miedo. Se sentía bien, se sentía pleno, libre.  Se sentía tan bien como no se había sentido en mucho tiempo. Estaba tranquilo sobre lo suyo con Camus. demasiado tranquilo tal vez. No le importaba que Afrodita se enterara de su amorío. Tampoco le importaba el escándalo que vendría si llegaba a saberse. Pero respetaba el que Camus quisiera mantenerlo en secreto. Por eso había accedido a todas las peticiones de su amante.

 

Sabía que su esposo tenía sospechas, lo sabía y no comprendía por qué no lo había confrontado. Afrodita ni siquiera había insinuado nada al respecto. Aunque sus preguntas, la forma en que lo olfateaba sin demasiado disimulo cuando llegaba a casa, no le dejaban duda alguna sobre las sospechas que su esposo albergaba. De cualquier forma, a Milo ya no le importaba demasiado que Afrodita pudiera reprocharle algo. En realidad, esperaba que Afrodita lo confrontara sólo para decirle todo lo que se había estado callando durante tanto tiempo.

 

Por aquellos días la única preocupación real de Milo era la salud de su hermano. Kardia seguía delicado y los médicos no daban ninguna esperanza de que mejoraría. Ambos sabían que el final estaba más cerca de lo que querían aceptar. Pero saberlo no significaba aceptarlo. Milo comprendía que las cosas iban a cambiar de manera irreversible para él cuando Kardia muriera. Su hermano estaba agonizando y era algo que no podía evitar. Kardia moriría, era un hecho irrefutable e inevitable. Él había sido más que un hermano, él había sido lo más cercano a un padre para Milo. Le avergonzaba admitirlo, pero no era capaz de recordar a ninguno de sus padres. Cuando murieron Milo era demasiado pequeño, casi un bebé, Kardia se hizo cargo de él y de todo lo demás. Su hermano había puesto a un lado su vida, todo, por cuidar de él. Le debía mucho a su hermano, más de lo que podría pagarle jamás. Lo amaba muchísimo y no concebía perderlo. Pero esa enfermedad estaba arrebatándoselo. Esa enfermedad estaba apagando a Kardia lentamente si que nada ni nadie pudiera evitarlo. Todos los médicos habían dicho lo mismo, el corazón de Kardia no resistiría mucho. No era sencillo aceptar algo como eso.

 

Para esos momentos, Kardia había empeorado. El médico había recomendado llevar a Kardia al hospital, pero él se había negado a ello. Dijo que prefería quedarse en casa y esperar ahí lo inevitable. Kardia le había dicho que prefería morir en casa, junto a su familia, no quería terminar sus días en un hospital. Milo tenía pensado cumplir la última voluntad de su hermano. Se lo debía, era lo menos que podía hacer por quién había dado todo por él.

 

Se prometió que no se preocuparía por nada más que por Kardia. Lo demás no tenía importancia, ni siquiera Afrodita. Su hijo era otra historia, pero se encargaría de él cuando llegara el momento. Respecto a Afrodita, se había propuesto firmemente respetar el trato que su esposo le había propuesto. Continuarían casados hasta que naciera el bebé. En cuanto Afrodita saliera del hospital tras dar a luz, lo estarían esperando en casa los papeles del divorcio. No tenía interés alguno en seguir casado con Afrodita. Pretendía un divorcio sencillo y rápido resolvería todo entre ellos. Quería que las cosas fueran lo más simples posibles, le daría una buena pensión a Afrodita y haría lo mejor que pudiera por su hijo.

 

Milo tenia muy claro que no deseaba estar junto a Afrodita por más tiempo. Era evidente que no podían estar juntos. Era cada día más intolerable para él la convivencia con Afrodita. Todas sus esperanzas de que su matrimonio funcionara se habían ido al caño hacía mucho tiempo.  Solo que le había costado mucho aceptar que lo mejor para todos era terminarlo. No había sido sencillo, pero se había decidido y no tenían más dudas. Lo mejor para todos era separarse. Su matrimonio había sido un infierno.

 

Afrodita no tenía idea de que su esposo se estaba tomando en serio el asunto del divorcio ni de los planes que estaba trazando para el futuro. El omega estaba demasiado ocupado en tratar de entender como había sido que su historia con Saga se repitiera con Milo. No estaba lidiando bien con el hecho de que Milo estaba siendo infiel. Tan infiel como lo había sido Saga.  ¿Cómo había pasado eso?

 

Era una situación para la que no estaba preparado y que definitivamente no esperaba que le volviera a ocurrir. La historia se repetía, y de nuevo, no sabía que hacer. De nuevo se sentía atrapado, traicionado. en realidad, no culpaba a Milo, a decir verdad, lo había empujado a hacer lo que estaba haciendo. No era como si le hubiera dado el mejor de los tratos. Milo se había esforzado, más allá de lo razonable, en que su matrimonio funcionara. Estúpidamente había creído que su esposo seguiría ahí, que siempre estaría ahí. Él había insistido tanto…

 

De cualquier forma, no estaba dispuesto a perder a otro esposo. Al menos por orgullo, aunque amor no era precisamente lo que creía sentir por Milo. Lo que necesitaba era un plan. En ese momento necesitaba ayuda para retener a Milo. Sólo podía contar con Gaetano, Albafica no lo ayudaría, no en un plan tan descabellado como el que estaba por trazar. Necesitaba a Gaetano, lo necesitaba desesperadamente.

 

Esa mañana, cuando se reunió con Gaetano para almorzar, su amigo notó de inmediato que algo no andaba bien. Era evidente que Afrodita estaba nervioso y que habái pasado mala noche.

— ¿Vas a decirme que te pasa o tendré que adivinarlo? no te ves nada bien, ¿sabes? — le dijo Gaetano mientras revisaban la carta.

—Milo tiene un amante — murmuró Afrodita evadiendo los penetrantes ojos negros de su amigo.

— ¿Estás completamente seguro? —preguntó Gaetano verdaderamente sorprendido.

—No te lo estaría diciendo si tuviera dudas, no sé cómo pasó y tampoco sé desde cuándo, sólo sé que lo sé.

—Es decir que no tienes pruebas reales. Sólo tus sospechas—dijo Gaetano con calma.

—Es decir que aún no lo atrapo, pero apesta a otro cada noche.

—Eso es descaro, ¿sabes?

—Lo sé y me molesta.

—Querido, queridito, lo primero que tienes que hacer es calmarte y recordar que él no es Saga, ¿estamos?

—No me hables ahora de Saga, ¿sí? No es buen momento para pensar en él siquiera.

— ¿Qué quieres hacer? Es decir, nunca quisiste que tu matrimonio durara, pero tenías planes, planes que se están yendo al demonio, ¿no es verdad? Estás molesto, aunque no logro definir sí estás molesto porque todo esto te recuerda a lo que pasó con Saga o por que él te importa de verdad.

—Tano, no sé. No tengo idea.

—Pues tendrías que comenzar a clarificarte. Sí vas a intentar seguir casado que sea por las razones correctas, no sólo por tu ego o por necedad. Ustedes dos ya se han jodido la vida bastante, ¿no crees?

—Sé que mi matrimonio apesta. Lo sé, no tienes que decírmelo cada vez que hablamos del tema.

—Apestaría menos sí te esforzaras un poco por, al menos, llevarte bien con él, ¿no crees?

—Me parece que es algo tarde para seguir ese consejo.

—Como sea tu hijo va a nacer en cualquier momento, y entonces vendrá el divorcio, puede ser fácil o puede ser difícil, tú lo sabes. Ya has pasado por esto.

—Y no tienes que recordármelo. No sé qué voy a hacer.

—Decídete pronto.

—Sólo quiero que lo deje. Al menos mientras nace el bebé.

—-Díselo.

—No me atrevo.

—Te dije que no debías tratarlo como basura. No me agrada ni nada, pero nadie merece lo que le hiciste todos estos meses.

—No me regañes. Por favor.

—No estoy regañándote. Es mi forma sutil de decir que te lo dije, y también de preguntarte, ¿qué estás planeando?

—Quiero hablar con su amante. Seguro no sabe que estoy esperando un hijo de él, sí es como la mayoría de la gente seguro tendrá la decencia suficiente como para apartarse de mi marido hasta que yo de a luz.

—Yo no contaría con eso. Alguien que se mete con un casado…

—¿Y si no sabe que está casado?

—No contaría con eso.

—Es una posibilidad.

—Una posibilidad muy lejana y muy tonta si me lo preguntas. No seas ingenuo, ¿quieres? Actúa como un niño grande y enfrenta las cosas con ese alpha cabeza hueca. Dile claramente lo molesto que estás porque adorna tu regia cabeza con una cornamenta y dile que quieres que sea discreto, al menos hasta que nazca su hijo.

—Milo no querrá escuchar eso.

—Debería importarte un carajo lo que él quiera escuchar. Estas embarazado, todas estas idioteces te afectan, es un asunto biológico más que de afecto, y así es como deberías planteárselo.

—Hace semanas que no dormimos juntos.

—Me lo imaginé. Te he visto muy nervioso últimamente.

—Odio que seas médico.

—A veces odio serlo. Pero esta no es una de esas veces. Si lo prefieres, hablaré con él. Se lo diré en tu nombre, como médico y como tu amigo. Necesitas estabilidad y afecto, él no está dándote nada de eso y en parte es tu culpa, lo sabes. Así que comienza a actuar como un omega decente y normal y busca lo que tu maldito instinto te dicte. Reconcíliate con ese hijo de puta, hazlo por tu hijo sí n o quieres hacerlo por ti.

—Hay pastillas para eso, ¿sabes? no lo necesito. Sólo quiero que deje de actuar como un idiota, no que me salve a mi o a nuestra cría.

—Al menos refiérete a tu hijo como mi bebé o algo, cuando hablas así me haces pensar que estoy hablando con mi abuelo.

—Sage es lindo, al menos conmigo.

—Sage es lindo con todos los alphas y omegas, para él los betas como si no existiéramos.

—El viejo te quiere, a su modo, pero te quiere.

—Basta de hablar sobre mi abuelo. Volvamos a centrarnos en lo tuyo. ¿Hablarás con él o prefieres que lo haga yo?

—Te odia. Lo sabes.

—¿Eso significa que hablarás con él?

—Eso significa que no quiero hacerlo, prefiero buscar al amante.

—Ese es u n abordaje que no apruebo, seguro que Albafica tampoco lo haría.

—Mi hermano no tiene por qué enterarse. Lo que ignora no le hace daño.

—Si tú no se lo dices, yo tampoco. En fin, OK, supongamos que accedo a ayudarte con esta locura, ¿qué tendría que hacer?

—Solo acompáñame. Yo me encargaré de todo.

—Estás loco.

—¿Cuento contigo o no?

—Sabes que sí.

—Bien, entonces, en cuanto sepa algo, iremos tras él.

—Estas loco, Dido. Verdaderamente loco.

 

Cuando los amigos se despidieron, Gaetano volvió al trabajo mientras que Afrodita decidió ir de compras para distraerse. Aunque no quería admitirlo, estaba realmente preocupado. No quería que las cosas terminaran así con Milo. Ese no era el final que deseaba. Se arrepentía de su conducta hacía él, y sólo esperaba que no fuera demasiado tarde para conservar a su esposo.

 

Pensaba en ello mientras recorría tiendas de ropa para bebé. Le faltaban sólo un par de meses para dar a luz, tenía casi todo listo para recibir a su bebé, aunque aún le faltaban algunos detalles. Realmente le hacía ilusión recibir al bebé que llevaba en el vientre. Se entretuvo frente a un escaparate, entusiasmado con un conjunto para recién nacido que le pareció encantador. Contemplaba las prendas, sin pensar más que en lo lindo que luciría su bebe con ellas, cuando alguien puso una mano en su hombro, al girar el rostro para mirar, Afrodita se llevó una gran sorpresa.

—Hola, Dido — Afrodita se quedó sin palabras al mirar el rostro de ese hombre que se apresuró a tomar su mano.

—Saga— susurró el omega sin reponerse de la sorpresa que le había causado encontrarse con su ex esposo.

—Es una verdadera sorpresa verte, me habían dicho que estabas en Atenas, pero jamás creí que nos encontraríamos tan pronto. Llegué hace solo unas semanas y jamás pensé que te encontraría tan pronto.

—Sí, bueno, yo… vivo aquí, ya lo sabías, ¿no? Me mandaste el último cheque a la casa de mi hermano…

—En realidad, fue Kanon.

—Como sea. Bien, yo… debo irme a casa.

— ¿Puedo invitarte un café? —dijo Saga sin soltar la mano de Afrodita.

—No, no ahora. Tengo cosas que hacer…

—Por favor. Solo quiero charlar un poco. Es todo. No hay ninguna doble intención.

—Está bien — dijo Afrodita de mala gana. ¿Qué podía perder? Saga era parte del pasado. Un pasado que ya no podía hacerle daño.

 

Se detuvieron en un pequeño local al final de la calle en la que se habían encontrado. Saga verdaderamente estaba sorprendido. El hermano mayor de Afrodita seguía siendo amigo del tío de su cuñado, por eso se había enterado de que Afrodita se había casado con un tipo al que nadie conocía. Saga ordenó un expresso y le pidió un capuchino a Afrodita, como en los viejos días, como cuando eran novios. Sin embargo, Afrodita se apresuró a corregirlo.

—No quiero café, tráigame un jugo, por favor—dijo al mesero.

— ¿Dejaste el café? — preguntó Saga, realmente sorprendido.

—No del todo, sólo bebo una taza al día, por el embarazo.

— ¿Embarazado?

—Si, casi veinticuatro semanas —respondió Afrodita. Saga no salía de su asombro. Mientras estuvieron casados, Afrodita solía decir que no estaba preparado para tener hijos, y a Saga, en realidad, nunca había sentido el llamado de la biología y no le daba importancia a la paternidad.

—Me sorprendes.

—¿De verdad? Bien, ahora sabes como me sentí cuando me di cuenta de que tú y Shaka tenían algo.

—Oh no hablemos de eso, ¿quieres? Además, eso se terminó.

—Mal por ti, ¿no?

—Me di cuenta de que Shaka y yo no éramos una buena pareja. No fue fácil admitir que me equivoqué al dejarte ir.

—Eres muy generoso contigo mismo al no admitir que eres un idiota, y no sólo por lo que pasó con Shaka. El divorcio me mostró tu verdadero rostro.

—Estaba dolido, ¿sabes? Shaka me hizo creer que tenías algo con Gaetano y que yo no me daba cuenta porque él es beta y no huele a nada, fui un tonto al creerle. Pero en mi favor debo decirte que Shaka fue muy hábil.

—Como sea, eso ya pasó, ahora estoy casado y voy a tener un hijo. Tú ya no estás en mi vida. Es todo.

—Te he echado de menos, Dido. No tienes idea de cuánto.

—Mientes muy mal, Saga, querido.

—No miento, te juro que te digo la verdad.

—En mi experiencia, tus juramentos no tienen mucho valor.

—Al menos deberías darme la oportunidad de demostrarte que estoy arrepentido, ¿no lo crees?

— ¿Qué ganaría con eso? —dijo Afrodita con un gesto de disgusto.

—Seamos amigos, al menos. Déjame resarcirte. De alguna forma, creo que te lo debo. Te hice mucho daño Dido.

—Saga, no estoy seguro de que a mi esposo le agrade esto.

—Él no tiene por qué saberlo.

—Oh, vaya, ¿estás pidiéndome que le esconda algo a mi esposo?

— ¿Por qué no? Todos los matrimonios felices son felices porque tienen secretos, pequeños secretos que les permiten sobrellevar la monotonía —Afrodita sonrió con amargura, su matrimonio era todo menos feliz.

—Lo pensaré — dijo el omega, sin mirar a Saga. Sonaba tentador tener un secreto, una pequeña venganza por la infidelidad de Milo. Sin embargo, aun sentía rencor hacia Saga y no estaba seguro de quererlo cerca. De cualquier forma, dejó que su ex tuviera esperanzas, ¿por qué no? Él también se merecía un pequeño escarmiento. Si todo ese interés era real, merecía sufrir un poco.

 

La charla fue larga, más de lo que Afrodita hubiera querido. No había sido del todo desagradable, más bien, había sido divertido. Pero también había revuelto su mente y sus emociones. Cuando Saga lo llevó a casa, Afrodita se sentía confundido y abrumado, no sabía que hacer, ni con lo que sabía sobre su esposo ni con todo lo que Saga le había dicho en ese pequeño café. 

Notas finales:

Si no suege nada extraordinario, nos vemos por aquí la próxima semana


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).