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¿Es el fin del amor? por Kitana

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Notas del capitulo:

Hola de nuevo, disculpen el retraso, aqui dejo el nuevo capitulo, excelente lunes >.<

Afrodita había perdido la calma después de encontrarse con su ex. Saga, por su parte, consideraba que las cosas habían salido mejor de lo que había pensado. No le sorprendía la reticencia que Afrodita había mostrado. Definitivamente el reencuentro había resultado mejor de lo que Saga había imaginado cuando llegó a la ciudad.  Al menos no había habido gritos. Le pareció que Afrodita parecía más sorprendido que disgustado de verlo. Eso tenía que ser bueno. Le daba algo de esperanza de que las cosas entre ellos se resolvieran más rápido.


 


En su mente Saga tenía las cosas bien claras. Afrodita sólo se había casado con ese desconocido por despecho, porque estaba terriblemente celoso de que él tuviera algo con Shaka. Esa era la única explicación que se le ocurría para un matrimonio tan apresurado y para el hecho de que Afrodita estuviera esperando un hijo de ese tipo.  Saga tenía la impresión de que, con certeza, Afrodita no estaba pensando con claridad cuando tomó esa decisión tan estúpida.  Estaba seguro, también, de que el de Afrodita era un matrimonio que no iba bien. Afrodita ni siquiera olía a un alpha, como se suponía que debía ser tratándose de un omega embarazado.


 


Encontrarse con Afrodita lo tranquilizó. Todo lo que tenía que hacer era esperar un poco, ser gentil, permanecer en el radar de su ex, hacerse presente en el momento exacto. Quería recuperar a Afrodita.  Quería que todo volviera a ser como antes. Porque echaba de menos esos días. Afrodita y él juntos era perfecto. Esperaba que Afrodita fuera capaz de olvidar el pasado y que las cosas entre ellos pudieran ser como solían ser antes de que se involucrara con Shaka. Iba a ser difícil sentarse y esperar, pero era lo necesario para recuperar a Afrodita y lo que tenían. Afrodita simplemente necesitaba algo de mimos, que lo tratara como lo había hecho cuando lo cortejó la primera vez. Después de todo, él era un omega, y eso era algo que simplemente no podía ni debía pasar por alto de nuevo.


 


Si bien tenía claro que no iba a ser fácil, también era optimista sobre reanudar su relación con Afrodita. Necesitaría conquistarlo de nuevo, empeñarse aún más que la primera vez. Tenía que dejarle claro que él era su mejor opción. En cuanto lograra deshacerse del nuevo esposo, volvería a cortejarlo abiertamente, volverían a casarse y regresarían a Salónica, a esa casita blanca en la costa llena de flores que Afrodita había decorado de arriba abajo para que fuera su nido de amor. Quizá podrían tener un hijo, eso ayudaría a Afrodita a aceptar separarse del hijo de ese tipo. Toleraría lo que fuera necesario para recuperar a Afrodita. No tenía que ser fácil, pero valdría la pena cuando él estuviera de nuevo a su lado y recuperaran su vida juntos.


 


Para esos momentos, Saga tenía claro que lo suyo con Shaka había sido un error.  Un grave y terrible error que le había costado más de lo que se hubiera podido imaginar un par de años atrás cuando comenzó todo.  Cuando se enfrascó en esa aventura con Shaka, no tenía intención alguna de que fuera algo duradero y mucho menos que tuviera que terminar su matrimonio por esa causa. Pero Shaka había sido muy hábil explotando la inseguridad que siempre le había causado la estrecha amistad entre Afrodita y Gaetano.  Shaka había jugado muy bien sus cartas y él había sido muy torpe, se había llenado de celos e inseguridad.


 


Pero, sin duda, en cuanto todo se resolviera, él y Afrodita dejarían atrás ese episodio. Las cosas volverían a tomar su curso. Aunque jamás lo admitiría abiertamente Saga se arrepentía profundamente de haberse divorciado de Afrodita. No había tardado en darse cuenta de que Shaka no era ni remotamente lo que deseaba en un omega. Ni siquiera estaba cerca de ser un buen compañero.  Siempre celoso, siempre encima suyo, asfixiándolo, sofocándolo a cada instante.  Había sido difícil deshacerse de él. Mucho más difícil que llevárselo a la cama la primera vez.


 


El estado actual de Afrodita le disgustaba. Quizá lo más difícil de aceptar había sido el tema del embarazo de su ex. Le había herido más de lo que esperaba que sin que siquiera transcurriera un año Afrodita estuviera casado y esperando un hijo. Afrodita jamás había sido del tipo maternal. La noticia de su embarazo había sido demasiado para su ego. De cualquier forma, Saga estaba convencido de que, fuera quién fuera ese alpha, no podía ser mejor que él. Ese tipo no era más que un mal sustituto de él en la vida de Afrodita, y él debía darse cuenta. Ya se encargaría de mostrárselo. Afrodita volvería junto a él porque ese era su lugar. Ese era el orden natural de las cosas.  Había dado el primer paso. Continuaría así. No desistiría de su propósito hasta conseguirlo.


 


Saga no era el único con un propósito en mente. Camus también tenía uno. Esa tarde estaba más que nervioso. Las cosas se estaban complicando para él más y más a cada instante. Se había enredado en tantas mentiras que no podía moverse sin lanzar una nueva. A esas alturas no tenía idea de cómo conducirse. Las cosas con Hyoga no estaban en su mejor momento. Notaba la desconfianza y las mil preguntas en los ojos de su novio. Era cuestión de tiempo para que él lo confrontara. No sabía que hacer con él. No tenía respuesta para las preguntas de Hyoga, o al menos, no una que pudiera darle abiertamente.


 


Hyoga tenía bien claro que algo estaba pasando con Camus y se deshacía en conjeturas y sospechas, quería respetar la privacidad de su novio pero también quería saber. Sólo saber, para apoyarlo, para ayudarle. Camus le escondía algo y no parecía tener intenciones de decírselo. Se lo había preguntado abiertamente y Camus le había dado evasivas nada más.


 


Camus se había mantenido en un silencio estoico y culpable. Ni las mejores razones de Hyoga lo convencieron, estaba convencido de que lo mejor que podía hacer era terminar con su novio. Pero tenía miedo de las preguntas que él haría si tenían esa conversación. No quería tener que admitir que llevaba meses viendo a Milo y acostándose con él aun cuando se suponía que estaban juntos. Por esos días el nerviosismo de Camus estaba en su nivel más alto. Estaba lleno de estrés. Sólo anhelaba los encuentros con Milo, sólo entonces se sentía mejor. Con Milo no necesitaba dar explicaciones ni sentía que debiera pedirlas. Las cosas con Milo eran abiertas, y simples. Milo no solía hacer preguntas, aunque era claro para Camus que podía hablar casi cualquier cosa. Milo hablaba de todo con él, como en los viejos. De todo, excepto de su esposo y de Hyoga. Ambos pensaban que si hablaban de sus respectivas parejas se rompería la ilusión que vivían.


 


Camus tenía claro que nada de lo que hiciera cambiaría el hecho de que Milo y él no podían tener un futuro juntos. El matrimonio de Milo no era el único obstáculo entre ellos. Camus no quería restarle importancia a la influencia que Aiolia podía ejercer sobre Milo. Él era su mejor amigo. La influencia que Aiolia siempre tendría en Milo era algo que no podía despreciarse. No quería pensar qué podría hacer Aiolia sí se enteraba de que habían vuelto a estar juntos. No exageraba cuando decía que Aiolia lo odiaba. Esta vez haría más que hacer que sus amigos le volvieran la espalda. No. En definitiva, no iba a terminar bien sí se empeñaban en continuar juntos. Pero, en realidad, no le importaba demasiado lo que pudiera llegar a pasar. Tenía bien claro que podían suceder mil cosas, desafortunadas todas, lo tenía claro, pero ¿qué importaba?  Destruirse en el proceso no le parecía tan malo con tal de seguir junto a Milo. Se sentía feliz a su lado, aunque el resto del tiempo se sintiera miserable.


 


Aquella tarde, mientras esperaba en el destartalado café en el que solía verse con Milo, pensó que ya era tiempo de enfrentar las cosas. Debía enfrentar sus temores y terminar de una vez su relación con Hyoga. Él no se merecía lo que le estaba haciendo. Sin importar lo que pasara con Milo, ya no podía seguir su relación con Hyoga. Engañarlo era horrible, Hyoga lo amaba y no era capaz de continuar haciéndole daño. No conocía la magnitud del amor de Hyoga por él, sin embargo, si comprendía perfectamente era que se había cansado de mentir.  Estaba harto de mentirle a Hyoga, a Shura, a sí mismo.


 


Era preferible asumir, de nuevo, el estigma, a la incertidumbre que estaba viviendo.  Asumiría el riesgo de amar a un alpha siendo él un beta. Necesitaba ser fuerte y salir de esa situación por sí mismo. Además, todavía ni siquiera tenía claras las cosas con Milo. No tenía idea de qué significaba él para Milo, o sí él podía corresponder a sus sentimientos. No se había preguntado lo que significaba en esos momentos para su ex novio el que se estuvieran viendo a espaldas de todos. En ese instante se percató de que quería saberlo, de que necesitaba saberlo. Necesitaba saber para poder continuar. Necesitaba saber para tomar una decisión.


 


Cuando Milo llegó y se sentó frente a él, toda su determinación se esfumó. No quería separase de él. La sola idea de que volvieran a separarse lo aterraba.


—Hola, ¿esperaste mucho? —dijo él con una sonrisa.


—No, no, hace sólo unos minutos que llegué.


—Perfecto, ¿ya ordenaste? —Camus negó con la cabeza —. Me muero de hambre, la junta de esta mañana se prolongó demasiado y no pude almorzar.


—Vaya… — murmuró Camus con una sonrisa forzada.


— ¿Quieres ir a otro lugar? — preguntó el alpha mientras ponía a un lado la carta, había sentido la mirada de Camus fija sobre él desde su llegada.


—Milo, no quiero tener sexo ahora —el alpha sonrió.


—Solo quiero charlar, y me queda claro con tu actitud que tú tienes algo que decir y que no es algo que pueda llegar a los oídos de cualquiera.


—Sí… pero no estoy seguro de que te guste lo que tengo que decirte…


— ¿Sí? ¿De qué quieres hablar?


—De tu esposo, de Hyoga. De qué somos — la expresión en el rostro de Milo se endureció ligeramente.


—No sé si ese es un tema del que quiero hablar justo ahora, ¿sabes? —respondió sin mirarlo.


—¿Por qué?


—Supuse que estabas bien con las cosas como son ahora. Que no querías más.


—Milo… las cosas se están volviendo…


— ¿Complicadas?


—Sí, por llamarlo de alguna manera.


—Bien, ¿quieres que hablemos sobre Afrodita? Entonces hablemos de Afrodita, aunque suene poco creíble, él y yo sólo estaremos casados hasta que nazca el bebé. Ese es el trato.


— ¿A qué te refieres con el trato?


—Justo a eso, cuando nos casamos, era un trato. Afrodita jamás quiso casarse conmigo. Nos casamos sólo porque él quedó embarazado, esa es toda la verdad detrás de nuestro matrimonio.


— ¿Aiolia sabe esto? — Milo negó con la cabeza.


—Es verdad, aunque no lo creas. Mi idea cuando me casé con Afrodita era hacer que el matrimonio funcionara. Pensé que podría lograr que él se quedara conmigo porque así lo deseaba, que criáramos juntos a nuestro hijo.  Pero desde que nos casamos, él cambió. Dejó de ser el de siempre, el que solía ser. Todo se volvió terrible… pero seguí intentando. Quería que las cosas funcionaran y no lo logré. Es todo. Nadie sabe lo horrible que ha sido, pero es la verdad. Cuando el bebé nazca, nos divorciaremos, respetaré el acuerdo que hicimos. Le daré una casa para que viva con el bebé, le daré una pensión, dejaremos de vivir juntos y en cuanto sea posible, firmaremos el divorcio. Esa fue la única condición que Afrodita puso al casarse conmigo cuando logré convencerlo por las buenas para que fuera mi esposo —Camus se quedó callado, eso era algo que no esperaba escuchar. No esperaba que Milo le hiciera una revelación semejante.


—No tenía idea…


—Como te dije, nadie sabe esto. No he querido hablar de esto con nadie porque… bueno, es humillante. El único al que podría decirse es a Aiolia, pero él tiene suficientes líos como para que yo le de más. No podía decírselo a Kardia. Él esta muy enfermo. Está de más pedírtelo, pero, no se lo digas a nadie, en especial a Shura, él terminaría contándoselo a Aiolia y no sé qué podría decirle al respecto.


— ¿Por orgullo?


—En parte sí. Pero no es solo por mí. Me preocupa que mi hijo sepa esto cuando sea mayor. No quiero que sepa que su nacimiento fue algo tan… enredado.


—Entiendo.


—Afrodita no es una mala persona, de verdad no lo es. Es solo que las cosas se pudieron difíciles entre nosotros cuando se embarazó. Quizá si hubiéramos tenido más tiempo… las cosas hubieran sido diferentes.  Quizá las cosas habrían resultado mejor.  Él es… no solo es bello, es lindo, ¿sabes? en realidad es una buena persona si lo conoces un poco.  Es… simplemente maravilloso. He pensado que esto pasó porque yo no soy adecuado para alguien como él, y justo ahora sólo sé que no es bueno para nosotros seguir juntos. Lo mejor que podemos hacer es separarnos y seguir cada uno su camino.


— ¿Sientes algo por él? —preguntó Camus temeroso.


—No lo sé, esa es la verdad. Han pasado muchas cosas entre nosotros. Al principio, cuando comenzamos a… tener algo, él era maravilloso, simplemente maravillo y parecía feliz de estar conmigo. Pero todo cambió y sin importar lo que yo hiciera o dijera… dejó de funcionar. Solo así. Me cansé de intentar hacer que funcionara, que él me amara… es todo, para mí … se acabó.


—Pero entonces, tú, ¿lo amas?


—Justo ahora, no lo sé.


— ¿Sientes algo por mí?


—Siento algo por ti, aunque no sé qué exactamente. No es como antes. No es el mismo sentimiento. No es como cuando éramos novios. Pero sé que siento cosas por ti. Sé que eres un oasis para mí en medio de toda esta basura que me rodea.


—Milo, no sé qué debería decirte, no esperaba esto, de verdad no. No después de lo que pasó entre nosotros.


—Fue muy duro para ambos, no sólo para mí. A la distancia, creo que no sólo yo la pasé mal. Fue duro para ti. Todos te dieron la espalda, aunque no fue tu culpa lo que pasó después de que rompimos. No debí dejar que nuestros amigos te trataran como lo han hecho desde entonces. No debí permitir que te culparan de las malas decisiones que tomé después de terminar contigo. Lo lamento Camus, lamento de verdad que hayas tenido que pasar por todo eso cuando terminamos.


—Milo, de verdad no sé qué decirte sobre todo esto…


—No digas nada. En realidad, no espero que me perdones por lo que hice. Sólo quería decírtelo, que sepas que lamento todo lo que pasó y que si pudiera regresar el tiempo no dejaría que las cosas sucedieran como sucedieron. Solo necesitaba decírtelo.


—Tú no provocaste que ellos me rechazaran.


—De alguna forma lo hice. Pude decirles que no se metieran. Pude decirles que no estaba bien que te trataran de esa forma. Ahora que mi hermano está muriendo veo las cosas de manera diferente. Me ha dado otra perspectiva de la vida el saber que voy a perderlo en cualquier momento. Kardia agoniza.  Los médicos no le dan más que unos meses y no hay tratamiento alguno que lo salve. La idea de perder la única familia que me queda, me ha hecho pensar en muchas cosas, reconsiderar muchas de mis decisiones. Me ha hecho admitir que mi matrimonio ha estado mal desde el comienzo. Él no quería casarse y no debí imponerle mi presencia en su vida. Pudimos hacer otro tipo de arreglo, no sé. Casarse conmigo era inevitable, sólo que no tenía que imponerle mi presencia, obligarlo a vivir conmigo. Me empeñé en que resultara a pesar de que él jamás quiso estar conmigo de esa manera.


—Tú simplemente quisiste hacer lo que era mejor para tu hijo.


—Sí, bien, antes del embarazo nos llevábamos bien, se podía decir que teníamos algo, que íbamos en el mismo rumbo. Era agradable conmigo, lindo, ¿sabes? pero desde el primer momento en el que supo que tenía que casarse conmigo, se volvió otro al que no reconocía.


—Al menos lo intentaste, ¿no es así?


—Ojalá hubiera tenido más suerte.


—Disculpa si no estoy de acuerdo.


—Tienes razón, si hubiera tenido éxito, no estaríamos aquí ahora, ¿cierto?


—Sí, justo eso pensé.


—Entiendo que esta situación no es la mejor para ti, mucho menos la más justa. No mereces lo que está pasando. Tú mereces a alguien que se quede contigo siempre, que sea libre para estar contigo donde sea, como sea, y siendo sinceros, ese no soy yo.


—Milo, yo te amo, a pesar de todo, a pesar del tiempo, sigo enamorado de ti. Quiero estar contigo, pero no voy a mentir, estar contigo no es fácil. Escuchar todo lo que me has dicho sólo hace que duela más. Porque, aunque no me lo digas, aunque no te lo digas ni a ti mismo, tú amas a tu esposo. Quizá lo amas a él más que a mí. Sólo que no quiero separarme de ti. Estoy dispuesto a esperar y a tolerar lo que sea necesario para que tú estés conmigo otra vez.


— ¿Estás seguro?


—Sí, estoy seguro, completamente seguro de que quiero estar contigo, sin importar nada más.


—Aún no estoy divorciado, y pasarán meses para que pueda separarme de Afrodita. Pasarán al menos seis meses antes de que el divorcio esté finiquitado, y aún así, no puedo garantizar que las cosas serán fáciles entonces. Tampoco puedo garantizar que va a funcionar. Ninguno de los dos está seguro de que vaya a resultar.


—Sí no resulta, al menos nos quedará la tranquilidad de que lo intentamos, ¿no crees?


—A estas alturas no sé si eso sea suficiente para ninguno de los dos. Creo que deberías meditar al respecto. Aunque Afrodita y yo nos divorciemos, él seguirá en mi vida. Tendremos un hijo en común. Eso es algo a lo que tendrás que acostumbrarte. Muchas cosas que tienen que ver conmigo no son justas para ti, y entenderé sí quieres separarte de mi justo ahora, no tendría nada que reprocharte si crees que es lo mejor para ti.


—Quiero estar contigo, Milo. De verdad quiero estar contigo.


—De cualquier forma, preferiría que te tomarás un tiempo para pensar en ello. Debes pensarlo con clama. No te aferres a la idea de lo que fuimos, de lo que pudimos ser, de eso que ya no somos. No soy el muchacho que dejaste atrás hace cinco años, Camus. Cambié, más de lo que te imaginas.


—Tampoco soy el de hace cinco años.


—Lo eres, más de lo que te imaginas o puedes aceptar. Me sentiría mejor sí lo piensas, al menos por un tiempo.


—Quiero estar contigo, por eso es que decidí terminar con Hyoga. Es lo mejor para todos. Voy totalmente en serio contigo, Milo —el alpha sonrió.


— ¿Entiendes que antes de ir completamente en serio contigo e intentar algo más tengo que resolver lo mío con Afrodita? ¿Qué sin importar como terminen las cosas con él, debo cuidar de mi hijo?


—Ninguna de esas dos cosas es un obstáculo para mí, te amo, Milo.


—Bien, entonces no tendrás problemas con pensarlo un poco y esperar un tiempo. Hazlo como un favor para mí.


—No necesito pensarlo. Te amo, eso no va a cambiar así lo piense mil años. Te amo y es lo único que importa.


—Si algo aprendí de nuestro rompimiento es que el amor no siempre es suficiente. Si nos quedamos juntos, quiero que sea por las razones correctas, no por nostalgia o culpa, ni por una idea equivocada y romántica de la realidad.


— ¿Tú dudas de lo que siento por ti?


—No pongas palabras en mi boca, ¿quieres? Sólo digo que debemos pensar con calma sobre la situación en la que estamos. Ambos debemos tener muy claro que los dos estamos en esto porque así lo deseamos. También quiero que entiendas desde ahora que sí vamos a tener una relación no será tan fácil como la primera vez. Habrá mucha gente que no esté de acuerdo y no se limite ni un poco al manifestarlo. Por eso quiero que ambos nos detengamos a pensar un poco si es que vale la pena seguir adelante o si es mejor parar ahora, ¿de acuerdo?


— No necesito pensarlo demasiado, Milo.


—Quiero que lo pienses con cuidado, tú más que nadie tienes que pensar con cuidado y considerar si vale la pena estar juntos.


—Voy a sonar redundante, pero te amo y para mí vale la pena.


—Hay muchas cosas que no estás considerando.


— ¿Cómo cuáles?


—Que mientras viva, no dejaré de tener contacto con Afrodita.


—Eso lo doy por sentado. Pero empiezo a creer que tú no estás muy seguro de que estemos juntos. ¿De verdad quieres que estemos juntos o esto es un intento tuyo de deshacerte de mi sin consecuencias?


—Sí quisiera deshacerme de ti, simplemente te lo diría, no tengo por qué mentirte. Es sólo que no quiero que la historia se repita.


— ¿Crees que volveré a dejarte?


—Tienes que admitir que es una posibilidad. Ya sucedió una vez, no lo entendí entonces. Quizá vuelvas a pensar que no debemos estar juntos, y con las cosas como son ahora, pretextos no faltarían. ¿Quién garantiza que no va a ocurrir? No puedes culparme por querer ser cuidadoso.


—No es que te culpe… es sólo que…


—No lo entiendes, ¿cierto?


—Sí, no lo entiendo. Lo que creo es que no estás convencido de que podemos estar juntos, de que puede funcionar.


—Tengo muchas dudas, Camus, no sólo respecto de ti y de mí. No me culpes. Estoy cansado de perderlo todo cada vez que siendo algo por alguien.


—Milo…


—Aunque no lo creas, estoy preparando todo para divorciarme de Afrodita en cuanto nazca el bebé. Sí crees que podemos estar juntos, entonces termina con tu novio de una vez, esa es la señal que necesito para creer en ti y en que podemos estar juntos.


—¿Quieres que termine con Hyoga para creerme?


—Mientras sigas viéndonos a ambos a la vez, no podría creer que vas en serio.


—Podría decir lo mismo sobre tu esposo, creo que sigues enamorado de él, así que debería ser yo quién te pida que dejes a tu esposo para creer que estamos yendo en serio, ¿no crees?


—Como sea. Yo ya aclaré mi situación. Si no quieres verme hasta que resuelva mi divorcio, está bien por mí.


—No tienes que disgustarte.


—No estoy disgustado. Solo quiero que las cosas estén bien claras. Quiero que entiendas que lo mío con Afrodita es más complejo que lo tuyo con Hyoga. No puedo simplemente abandonar a Afrodita y ya, tendremos un hijo. Eso es algo que ambos debemos tener presente siempre. ¿Me entiendes?


—Creo que sí —respondió Camus, un tanto desanimado.


—Bien, entonces, tenemos un trato.


—No hables de nuestra relación como si fuera uno de tus negocios.


—Lo siento, es sólo una forma de hablar, no tienes que tomarlo tan a pecho.


—Creo que será mejor que me vaya, es tarde. Tengo que volver a la oficina.


— ¿Quieres que te lleve?


—No, iré solo. Hyoga también trabaja ahí, no estaría bien que nos vea juntos antes de que hable con él.


—OK. Al menos déjame acercarte.


—No hace falta.


—Bien. ¿Estás molesto conmigo?


—No. No sé. Sólo estoy algo…


—¿Triste?


—Sí, creo que sí.


—La vida es dura, Camus, no siempre las cosas salen como nosotros quisiéramos. Sí no estás conforme con la situación, es fácil, puedes irte. No tienes que preocuparte por mí. Decidas lo que decidas, lo respetaré.


—No estas haciendo las cosas fáciles para mí, ¿sabes?


—No se supone que las cosas deban ser fáciles, ¿entiendes? Mejor sufrir un poco ahora que mucho más adelante.


—¿Esto es una prueba?


—No. Pero sí te tranquiliza pensar eso, por mí esta bien. Tengo que irme. Debo volver a la oficina —dijo Milo de mal humor. Inmediatamente después, pagó la cuenta y se fue si decir nada más. Camus no quiso detenerlo. Estaba confundido, había creído que Milo sentía lo mismo que él, que sería fácil arreglar su situación y continuar su relación. Pero se había equivocado. No sabía qué debía esperar ni qué pensar después de escuchar todo lo que Milo le había dicho. Parecía como sí él no quisiera que siguieran juntos, como sí sólo buscara la forma de apartarlo de su lado. Necesitaba aclarar sus ideas, ordenar su mente y poder tomar una buena decisión.


 


Esta vez haría las cosas bien, y empezaría por terminar su relación con Hyoga.


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