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El Dragón del Este por Cat_Game

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—Hijo de puta —susurré con enojo; mi voz no había perturbado el sonido de mis pasos. Mi teléfono estaba cerca de mi oreja y percibía el sonido de marcado, pero no había respuesta—. Cabrón —volví a decir.


Detuve mis pasos en la entrada de la enfermería que existía en la base, presioné un botón en el controlador y la puerta se abrió. Una vez que me adentré a la sala, encontré a Jenny sentada en un banco junto a la cama de hospital, Charles al pie del a misma y Prim acostada con algunos vendajes visibles.


—Jefe —Jenny habló al ponerse de pie—, la doctora dice que Prim necesita descanso absoluto y que en dos días podrá hacer actividades simples.


—Retírate, Jenny —ordené con seriedad al guardar el celular en mi chaqueta—, necesito hablar en privado con Prim y Charles.


Jenny no se movió; su mirada mostraba seriedad y su rostro, con una gasa en el mentón izquierdo, había arrojado una mueca de disgusto. Asintió con la cabeza y aceptó la orden; pasó junto a mí y toqué su hombro para hacerle saber que todo estaría bien. Jenny prosiguió y salió de la enfermería.


Me acerqué a la cama y contemplé a Prim. La adolescente tenía el brazo derecho vendado, varias gasas pequeñas en su rostro, y ya había sido vestida con una bata de paciente de hospital. Sus ojos verdes me contemplaron y no pude reconocer su sensación.


—¿Te encuentras mejor? —pregunté con calma.


Prim asintió con suavidad.


—Así que te enfrentaste a otro humano como tú —inicié la conversación—, eso quiere decir que Cal envió otros “regalos” a otros líderes del narco.


—El Doctor Cal y la Doctora Rochaix eran responsables de los modelos: 01, 02, 03, y 04. No he enfrentado a ninguno de ellos. Otros doctores tenían bajo su cuidado al resto.


—¿Cuántos modelos crearon esos cabrones? —dudé con incredulidad y cierto miedo. ¿Qué había aceptado en realidad con la llegada de Prim?


—Prim —Charles compuso con rapidez—, ¿lo mataste? ¿Qué número era?


—Sí, lo maté —aseguró la chica con una sonrisa tímida—, porque esa es mi razón primaria de existir. Era “Roku”, o cero-seis.


—Tu razón de existir…¿es matar a otros como tú?


—Desgraciado —opiné con enojo—, ¿cómo puede ser tan inhumano y programar a un par de críos para que se maten entre ellos? ¡Hijo de puta!


—Heath —Charles se acercó a mí y tocó mi hombro con suavidad—, hemos aceptado a Prim.


—Lo sé —repuse con inseguridad—, pero no es justo.


Sin previo aviso, Prim se movió de lugar; usaba sus rodillas para sostenerse y sus manos tocaban mis brazos. Dirigí la mirada hacia ella y encontré una sonrisa genuina. Sentí que mi sangre se helaba, que mi cuerpo era contenido por una fuerza superior y que mi corazón palpitaba con dolor. Tal vez Prim había sido creada en un laboratorio, pero era una persona, un individuo pensante, con sentimientos y con la capacidad de tomar decisiones.


—No voy a engañarte, Heath. He hablado con Jenny de muchas cosas y le he contado sobre mi vida en el laboratorio. ¿Sabes qué hizo? —Prim expresó con su voz jovial—, lloró.


No pude evitar mostrar impacto.


—Jenny lloró y me abrazó. Lloraba tanto cuando le conté sobre los entrenamientos, el modo de vida, lo que aprendí sobre la sociedad humana…también le dije que el Doctor Cal me había enseñado cosas fuera del protocolo, sobre que existen placeres de la vida muy pequeños como dormir, comer; sobre las formas de socializar y sobre el amor. Jenny no paraba de llorar y de tocar mi cabeza como alguna vez la Doctora Rochaix y el Doctor Cal me demostraron su cariño. Sé que ellos me querían. Jenny me lo hizo saber. Pero… —agachó la mirada—, no voy a traicionarte.


—No es la traición lo que nos preocupa, Prim —Charles dijo como si hubiera notado mi incapacidad para hablar en esos instantes—, son las acciones que puedas llegar a cometer por esa razón que tienes.


—Jenny dijo lo mismo —reveló la adolescente—, dijo que en esta vez estaba bien, pero me cuestionó. Me preguntó qué voy a hacer cuando encuentre al resto de los que son como yo y que no sean parte de un grupo enemigo.


—Por desgracia —continuó Charles—, no podemos dejarte trabajar con nosotros si buscarás asesinar a esa gente sin un motivo. Sí, Prim, lo sé, suena ridículo. Pero analiza bien, corazón, nosotros matamos a los enemigos que invaden nuestro territorio, pero no vamos por ahí matando a todos los narcos sólo porque son narcos como nosotros. Antes de tu llegada, mantuvimos unas alianzas con un chico llamado Connor; él también es un narco, pero no un enemigo.


Prim alzó la vista y me contempló con esa misma sonrisa, pero ahora podía jurar que había tristeza en su mirar.


—Hasta este momento comprendo a lo que te referías con buscar otro motivo —dijo Prim—, entonces…¿qué debo hacer? Toda mi existencia perdería razón y me quedaría sin poder contestar por qué estoy aquí.


—Nuestros motivos cambian constantemente, Prim —aseguré—, porque dependen de las circunstancias que nos rodean. Yo, alguna vez, usé la motivante de la venganza para seguir adelante. Pero en el camino encontré muchas otras razones. Por ejemplo, mis camaradas, mis ambiciones por el poder; vaya, hasta desear probar algo nuevo como la comida o el vino tinto.


—Podrían parecer cosas simples, corazón —Charles opinó—, pero no lo son. Cada uno de nosotros tiene distintos motores, ideales que impulsan a nuestra vida.


—Entonces…¿si quiero pelear junto a Jenny, sería una excusa suficiente?, ¿o qué hay de querer estar a su lado y seguir en el grupo para vivir algo tan emocionante como la guerra entre los cárteles?, ¿está bien? —cuestionó Prim.


—Sí, son motivos válidos —confirmé—, mucho más válidos que esa razón que te dieron en el laboratorio. Nuestras razones deben ser propias, Prim, nunca impuestas por alguien más.


—Comprendo.


—Tomará un tiempo, corazón, lo sé —Charles usó una voz paternal al dirigirse a Prim; era obvio que en esa niña veía reflejada la imagen de sus hijos—, pero es parte de la vida; aceptar que nada tiene sentido, que no hay una razón que una deidad nos tiene preparada…para después descubrir que somos libres de elegir nuestros motivos y luchar por nuestros ideales. A veces tendremos la suerte de encontrar a alguien que compartirá esos objetivos y que estarán dispuestos a seguirnos en ese camino como iguales. Mi esposa Diane y yo fuimos afortunados de encontrarnos y ahora caminamos juntos en esta vida. Quizás tú también puedas compartir tu camino, Prim.


—Hiciste un buen trabajo, pero no olvides que Jenny está de tu lado —dije con satisfacción—, y que puedes confiar en nosotros, así como nosotros en ti.


—De acuerdo —Prim sonrió como si fuera una chica común y sin aquella tristeza anterior.


Acepté la reacción de Prim y me sentí como un idiota. Por supuesto, todavía estaba cabreado por la mierda que Cal había hecho con esos niños, pero había ignorado la profundidad de la relación que Jenny desarrollaba con esa chica y que, además, Prim había descubierto una fascinación por esa mujer.


—Por ahora descansa. Jenny te llevará a casa. Sé que te recuperarás más rápido que alguien ordinario, pero no debes descuidar tu salud —al decir esto, toqué la cabeza de Prim como un mimo dirigido a una hermana menor. También sonreía con honestidad y ofrecía calidez genuina a mi subordinada—. Nosotros nos encargaremos de investigar quiénes eran los atacantes, ¿vale?


—Está bien —respondió Prim con su rostro sonriente.


Una vez salimos de la enfermería, Jenny se puso en nuestro camino y todavía mostraba un rostro de molestia.


—No puedes evitar demostrar que sientes algo por ella —opiné con una sonrisa en el rostro—, y es una suerte que ella esté tan interesada en ti. Te voy a ser honesto, Jenny, pensé que tu relación con ella traería problemas, pero tú ya no eres una niña y debo aceptar que Prim tampoco es como una adolescente común. No estoy molesto, ni tampoco voy a decirte que te alejes de ella; no soy quién para hacer eso. Ya le he dicho que deben trabajar en equipo, aunque se encuentren con otros como ella. Jenny —saqué un cigarrillo y lo encendí—, te va a necesitar, así que llévala a casa y deja que descanse.


—¿De verdad no estás enojado? —cuestionó Jenny con un tono sorpresivo; incluso su rostro ya no lucía con disgusto.


—No. Prim es ahora miembro de nuestro equipo, y ella está aprendiendo a socializar como una chica común. Me molesta un poco que no podamos ofrecerle una vida distinta, pero le va bien nuestro modo de hacer las cosas, así que lo mejor que podemos hacer es tratarla como lo que es: una de los nuestros.


—Oh, Heath, pensé que te enojarías al descubrir sobre esa idea de locura que le metieron desde que nació, y peor —Jenny cruzó los brazos y sus mejillas se sonrojaron un poco—, que yo tuve el descuido de enamorarme. Y es que la chica es muy mona, pero es una maestra del combate, y goza de conversaciones sobre técnicas, armas, y de lo que yo suelo hablar.


—Sólo recuerda que es menor que tú, Jennifer —Charles interpuso con un tono serio—, y aunque su ficha técnica y sus papeles como ciudadana que hemos creado para ella digan que tiene dieciocho años, es una niña comparada a ti. No quiero que te aventajes de una situación y de su total inexperiencia en las relaciones humanas.


—Charles —el rostro de Jenny se enrojeció por completo, hasta sus orejas descubiertas por el tipo de peinado que usaba estaban coloradas—, por favor, ¿quién me crees? ¡Por todos los cielos! No voy a hacer algo que le incomode; ni mucho menos he pensado en tocarla sólo por ventaja. ¿Por quién me tomas?


Reí con libertad y sonreí al sacar el humo de la boca al fumar.


—Es su instinto paternal —repuse con calma—, ya sabes, no puede dejar de preocuparse por los más jóvenes de nuestro grupo.


—Es cierto —aceptó Jenny con una sonrisa—. Yo la llevaré a casa y me encargaré de que se recupere. Aunque, no sé si lo notaron, pero no luce tan mal ahora y tan sólo han pasado unas horas. De cualquier forma yo los mantendré informados.


—Gracias.


Jenny ingresó de vuelta a la enfermería y la sala previa quedó sólo con Charles y mi presencia. No debía desviar la atención del problema real. Si Jamie había entrado a mi territorio, debía haber una explicación; empero, si había sido otro grupo…¿qué habían buscado? Eran ya demasiadas coincidencias.


—Charles, cita a Roy mañana en mi oficina. Necesitamos encontrar a Connor.


—¿Connor? —Charles reaccionó y se movió para quedar frente a mí—, ah, el segundo Connor. ¿Por qué? Es probable que el muchacho esté buscando matar a su hermano mayor.


—No, no lo creo así —refuté con seriedad—, los sobrevivientes del grupo de Gary están con él y su madre estuvo el día en que matamos a Gary. Tengo la ligera sospecha de que ellos han estado moviendo algunos hilos en todo esto. Primero Don B nos ataca sin motivo aparente, sin saber que nosotros habíamos vendido nuevos productos a los cárteles de las Islas Brook. Después la muerte de Pedro —acallé de repente. Ese incidente era el que más me hacía dudar. Quizá alguien había empleado al primo de Hanz y le había entregado una forma de venganza. Pero…la muerte de Pedro parecía tan irreal. Pedro había sido una persona con experiencia en la guerra contra otros grupos, y había sido un ex-militar, así como Roy. ¿Cómo había muerto tan fácilmente en manos de novatos? Proseguí—: Charles —hablé con un tono titubeante—, ¿crees que algún día Jenny y Roy me traicionen?


—¿Qué?, ¿a qué viene esto?


La muerte de Pedro había ocurrido un poco después de que las negociaciones del sur pasaran, pero él había estado informado de todo el movimiento junto con Princesa. Además, desde mi entrada como líder, ni Jamie ni Don B habían intentado  usar a alguien de mi familia para amenazarme. ¡Maldita sea! Recordé a toda prisa las palabras de Alipsis, los payasos habían ido a buscarlo hasta su casa. Contemplé a Charles con miedo. Las únicas personas que conocían con profundidad mi vida eran: Charles, Roy, Jenny y Pedro. Ellos cuatro habían conocido mi caso cuando habían trabajado para Gary Connor, y sólo ellos tenían la dirección de mi viejo domicilio. Tal vez no conocían a mi padre personalmente, pero sí la ubicación. Sólo ellos cuatro tenían esa información sobre mí.


—¿Heath?, ¿por qué me preguntas eso? —Charles volvió a interrogar.


Después de la muerte de Pedro habíamos sido atacados por esos tipos trajeados, y otro de los humanos de laboratorio como Prim. ¡No! No podía creerlo. Incluso mi visita a Cal había sido antes de que Pedro muriera.


Cerré los ojos y respiré con fuerza. Abrí los ojos y contemplé a Charles con miedo.


—Olvida lo de mañana. Necesito asegurar algo primero.


—Heath —Charles tomó mi mano con fuerza—, ¿qué mierda estás pensando?


Moví la cabeza para evitar la mirada de Charles. Nunca había considerado que uno de mis cuatro allegados más fieles cometiera traición contra mí.


—Pedro no está muerto. Y ahora lo sabe todo. Sabe dónde está el laboratorio, dónde vive mi contacto, sabe del negocio del sur, sabe de mi familia, ¡y hasta sabe sobre Prim!


—¿Cómo puedes estar tan seguro? —Charles soltó mi mano y cruzó los brazos. Su mirada se movió un poco como si buscara en su interior por una respuesta.


—Charles, analiza con calma. Pedro trabaja para el segundo Connor y la segunda mujer de Gary. Ella sabía que Gary pronto moriría y debía buscar un método para vengarse.


—Maldita sea —opinó Charles—, ¿cómo no pude verlo antes? —sacó el celular y marcó con rapidez—; hay que informarle a Roy que ande con cuidado. Debemos juntar al equipo de líderes y explicar la situación. ¿Sí? —habló en la bocina del celular—, ¿Roy?, necesito que mañana te presentes en la oficina temprano, ¿queda claro? Bien, de acuerdo. Escucha bien, ten mucho cuidado. No te descuides ni un momento, ¿de acuerdo? Bien, nos vemos mañana.


—Por ahora debemos investigar con calma, Charles —opiné como un perro asustado—, pensar en el siguiente movimiento, ¿vale?


—Sí. Debemos asegurar nuestra protección y la de nuestras familias. Haré unas llamadas extras para alertar a los grupos de seguridad. También será conveniente que no regreses a casa solo.


Pensé con prontitud. Charles tenía razón. Sin conocer con exactitud la jugada de los enemigos, no podíamos arriesgar la seguridad de nadie. Sin embargo, no podía ignorar el sentimiento de que algo grande estaba por ocurrir.


—Charles, asegura el perímetro alrededor del laboratorio y manténme informado de las ubicaciones de los líderes —di un paso hacia atrás e intenté avanzar hacia las escaleras de emergencia, pero Charles me detuvo.


—¿A dónde vas? —cuestionó Charles con fuerza.


—A buscar una respuesta y una solución —respondí llanamente.


—No, Heath. Deja que los equipos de investigación se movilicen. Tú debes quedarte aquí o ir a mi casa.


Negué con la cabeza, giré y contemplé a Charles.


—No voy a quedarme de brazos cruzados, Charles. Así que comprende.


—No, tú comprende —Charles apretó su mano en mi brazo—, que si te dejo andar solo, no sé qué podría pasar y no podré asegurar tu bienestar.


—Estaré bien —alejé la mirada de Charles y suspiré con fuerza—, por favor. Tenemos que encontrarlos a ellos antes de que nos destruyan. Y tengo que estar preparado para lo peor.


Durante unos minutos, no hubo respuesta ni movimiento. Luego, Charles soltó mi brazo y dio unos pasos hacia mí. De forma sorpresiva, tomó mi rostro con suavidad y descubrí su expresión seria.


—Sólo prométeme algo —por fin dijo Charles—, prométeme que no enfrentarás solo a esos cabrones. Ya no trabajas en soledad, Heath, ya no tienes que buscar a tus enemigos por tu cuenta.


—Cualquier indicio de problemas, te contactaré. Prepara a una escolta para rondar por Blaze y que estén listos para intervenir.


—Sí —sonrió Charles al soltar mi cara—, sí. Yo arreglaré los detalles.


—Gracias.


Y, a toda prisa, bajé por la escalera de emergencia y llegué hasta el subterráneo; caminaba con rapidez hacia el carro negro deportivo y deseaba que mis suposiciones fueran erróneas.


Salí de los cuarteles generales y manejé con prontitud hacia la zona del norte, hacia el noroeste. Procuré no pasar altos, evitar calles traficadas y zonas que solía utilizar como rutas. Ignoraba el peligro al que iba, pues estaba molesto y un poco desilusionado. Todavía era perseguido por el recuerdo de Gary Connor, y creía que la venganza todavía no terminaba.


Un sonido inusual se hizo presente en el auto, había sido como un pequeño timbre que no reconocía. Aproveché un alto en un cruce escolar y busqué en el interior de mi chaqueta. El teléfono de modelo antiguo que había pertenecido a Blake tenía la pantalla encendida y marcaba, con un ícono de un sobre, que había un mensaje sin leer. Presioné el botón central del teclado y leí el mensaje. Blake preguntaba si estaba libre para charlar un poco. Utilicé las dos manos para escribir con un poco de dificultad con las teclas del aparato y le pedí una media hora para acordar un sitio.


Continué con el trayecto hasta que arribé a una carretera extensa que dividía la frontera entre el Distrito de Blaze y Gota. La policía ya no estaba en los alrededores, sólo quedaba una patrulla en las lejanías, y varias zonas tenían cintilas rojas que impedían el paso. Proseguí por la carretera, pues ese no era el lugar donde mi grupo había recibido el asalto principal. Tomé una calle hacia la derecha, luego dos a la izquierda y llegué hasta una especie de lote de autos viejos.


Al bajar del carro estacionado en la acera del frente, junto a otros carros para disimular mi llegada, me acerqué hacia la reja del lote y miré el interior. El sitio estaba lleno de chatarra de carros y parecía abandonado por más de un par de años. La reja estaba cerrada por una cadena gruesa y oxidada colocada como si alguien hubiera intentado pretender que nada hubiera pasado ahí, así que opté por saltar por el borde derecho. Trepé con facilidad y entré al lote. Di unos pasos hacia una pila de chatarra, busqué por alguna señal, pero no había nada. Usaba la lámpara de mi móvil para aluzar.


De pronto, una camioneta de carrocería pesada se estacionó en la entrada; no había tenido las luces prendidas así que sólo el ruido del motor la había delatado. Me moví hacia la izquierda, apagué la lámpara, y usé los carros viejos para esconder mi cuerpo y espiar. Un grupo de tres personas bajaron de la camioneta, retiraron la cadena y se adentraron. Noté por la poca luz que los desconocidos portaban guantes blancos tipo quirúrgicos, botas gruesas y unas caretas claras; prendieron unas linternas y se adentraron hacia el oeste. Yo caminé con cautela y evité la luz detrás de unas carrocerías apiladas.


—Por acá —sonó una voz de un hombre—, la señal de cero-seis desapareció en este lugar.


Busqué un camino por los escombros metálicos y seguí el paso de los otros intrusos. Habíamos llegado casi al borde de la pared del oeste, donde algunos carros lucían golpeados y colocados de cabeza de forma inusual. ¿Por qué habían esperado tanto tiempo para recolectar restos?, ¿quiénes eran?


—Su cuerpo está debajo de ese sedán rojo —dijo otro de los intrusos con una voz opacada por la careta que portaba—, el equipo de Cal y Rochaix debió haber recogido sólo una parte. Así que llevemos nuestra parte antes de que la policía descubra que aquí también fue parte de la pelea.


Maldito Cal, había aprovechado el incidente, y el muy cabrón no había respondido mi llamada.


—Cero-uno fue superior en combate —opinó una voz jovial, quizá el intruso de la derecha, junto al carro chatarra de color rojo—, supongo que el equipo de ellos dos debe estar satisfecho con su trabajo.


—Recuerden —dijo una voz profunda proveniente del hombre que aguardaba frente a los dos con su linterna hacia el frente—, también estamos aquí para revelar algunas pistas de los planes de Cal. Tenemos que destruirlo y averiguar su objetivo. Sólo Rochaix confía en él, pero el jefe cree que es muy irregular para dejarlo seguir.


—¿Por qué no lo matan y ya?


—Porque —sonó la voz del hombre que recolectaba las muestras debajo del carro—, su cerebro es muy brillante y valioso. Y porque el jefe quiere obtener algo realmente bueno de él antes de borrarlo del mapa.


—¿Brillante? Es un apático de mierda, y aunque su papi sea el dueño de varias compañías, no deja de ser un imbécil.


—Ya, déjense de idioteces y terminen con esto. Recuerden, no tomen nada del cuerpo, o la policía lo creerá muy sospechoso. Al final, nadie puede saber quién era cero-seis —repuso el de voz profunda—, y los narcos no tardarán en llegar también. Le vendimos uno de los nuestros a ese cabrón sólo porque tenían información de que Cal y Rochaix habían hecho eso y vendieron a cero-uno a un grupo de narcos de esta región. Pero al final, a nosotros no nos importan sus guerras estúpidas; esto nos arrojará data para continuar con los experimentos.


Con aquella información pude deducir que Cal no había entregado a mis enemigos primarios otro de esos super-humanos. Además, uno de los grupos de narcotraficantes había adquirido al tal cero-seis, y el único fuera de mi grupo que sabía de esa adquisición era Pedro.


—Listo —sonó la voz del intruso recolector—, vámonos de aquí ya. Analizaremos en el laboratorio lo que falló con cero-seis, ¿quieren?


—Andando —ordenó el de voz profunda.


Escuché los pasos de los intrusos alejarse del sitio y aguardé casi cinco o diez minutos, hasta que el motor de la camioneta sonó fuera de la calle. Abandoné el escondite y me acerqué al sedán chatarra y me incliné. Había una parte de un brazo, quizá un torso descuartizado y sangre fresca en el metal del auto, techo del mismo y  en la tierra. Busqué una cajita de Luna que conservaba de la primera muestra; al abrirla retiré la droga con forma de pastilla y la guardé en un bolsillo. Aunque no tenía otro método para recolectar una mejor muestra, decidí que era mejor que nada. Usé la caja metálica como una pala y tomé sangre de la tierra. Era probable que iba a necesitar esa muestra si quería reclamar algo de todo esto contra Cal.


Cuando me puse de pie, corrí de vuelta a la entrada; dejé la reja cerrada con la cadena y salí del lugar hasta llegar al carro. Subí a toda prisa y suspiré con un poco de estrés. Era consciente de que no podía encontrar a Pedro, ni al grupo restante de los Saltamontes Azules. Sentía impotencia, como si estuviera imposibilitado, como si otra vez estuviera en el pasado, frente a Gary Connor.


Negué con la cabeza y suspiré. Necesitaba calmar a mi mente y pensar con claridad. Tomé el teléfono de modelo viejo y marqué el único número en la memoria.


—¿Blake? —pronuncié al reconocer la voz de la otra persona—, ¿podemos vernos? Pero, no puedo ir a mi casa, y no es conveniente un hotel en estos momentos por una situación. ¿Podríamos vernos en tu casa?


—De acuerdo —sonó la voz de Blake—, te enviaré la dirección en un mensaje.


—Gracias.


Colgué el teléfono, y unos segundos después recibí el mensaje con la dirección. Encendí el motor del carro y manejé hacia la periferia sur de Blaze. Por fortuna, no fue difícil ubicar la casa de Blake, y, además, también vivía en un edificio departamental básico.


Al aparcar el coche, salí del carro y llegué hasta la entrada principal. Estaba bloqueada y sólo había un comunicador local para contactar con los inquilinos; presioné el número cinco, el número del apartamento de Blake, y de inmediato la puerta hizo un sonido como estridente para indicar que podía proseguir. Me adentré y subí por las escaleras con cierta rapidez hasta llegar al número cinco; toqué la puerta y fue abierta casi al segundo golpe suave. Blake portaba su cabello húmedo, una playera blanca y una pantalonera deportiva. Yo ni siquiera pude sonreír al ver su imagen, sólo pedí el paso.


Cuando estuve dentro del apartamento, noté que era un lugar pequeño, más que el mío, con una sala reducida, sin un comedor ya que era reemplazado por una barra que separaba la cocina de la sala. A la izquierda había dos puertas extras, y al frente dos ventanas.


—¿Estás bien? —Blake preguntó al cerrar la puerta y acercarse a mí—, luces bastante alterado.


Agaché la mirada y suspiré con profundidad. Sí, estaba alterado, pues el descubrimiento de la posible traición de un camarada era algo que no había esperado de las personas que habían apoyado mi venganza contra Gary Connor.


Di unos pasos hacia Blake y contemplé su rostro serio.


—¿Puedo quedarme aquí? —hablé con un tono seco y un poco tímido.


—Claro —Blake respondió. Se alejó de mí y se acercó a la barra de la cocina—, ¿quieres algo de beber? Tengo whisky, vodka, ¿vino tinto?


—No.


Me dirigí hacia la sala y me senté en el sillón grande. Retiré mi chaqueta y saqué la pastilla de Luna del bolsillo derecho; tenía una opción para tranquilizarme, pues había esperado un trato distinto por parte de Blake. Contemplé al hombre y descubrí que me miraba.


—Lamento haber llegado así —decidí explicar—, tengo unos problemas que resolver respecto a una posible traición y bueno…no puedo afirmar que sea una traición, porque en realidad nunca trabajó para mí.


—En cualquier lugar la traición es muy normal. Es un comportamiento de la naturaleza humana. No debe sorprendernos y tampoco deberíamos creer que es algo imposible de pasar con, incluso, quienes dicen amarnos.


—La traición ocurre porque una relación no es genuina —repuse con molestia. El comentario de Blake había sonado nocivo.


—Somos capaces de traicionarnos a nosotros mismo, ¿por qué no habríamos de hacerlo con el resto?


—¿Eso es lo que quieres decir?, ¿afirmas que eres capaz de traicionarme?


—Quizá tú lo has hecho —la voz de Blake sonó más seria de lo común.


Me puse de pie y caminé hacia la barra. ¿Realmente había deseado esperar consuelo de él?


—¿A eso viniste? —Blake continuó—, ¿a discutir y a llorar por una traición que podría ocurrir todos los días en tu mundo?


—No. Quería verte. Y quería pasar un tiempo en algún lugar seguro para tranquilizar a mi mente.


—Comprendo. Es sólo que creí que estabas acostumbrado a la traición, pues en tu mundo es el drama de todos los días.


—Lo sé. Pero no siempre es así. Por lo menos no para mí.


—Heath, tranquilo. No estoy provocando una pelea. Te estoy diciendo las cosas de la manera como son.


Blake rodeó la barra y caminó hacia una de las puertas, se adentró y regresó con una almohada y unas colchas.


—Puedes dormir en el sofá.


Hasta ese momento comprendí por qué estaba molesto; además de los últimos incidentes, no comprendía las acciones de Blake. Se suponía que ahora teníamos una relación, y ni siquiera podía comportarse un poco distinto, o simular, tan siquiera, que estaba gustoso de verme. Bien, tranquilicé mi mente y analicé. Yo había llegado con mi propia cabeza embolada en el problema con Pedro, el segundo hijo de Connor y los hombres que habían hablado de Cal; empero, había creído que junto a Blake podría sentirme distinto, como si mi presencia fuera deseada.


—No —hablé con seguridad—, será mejor que me vaya. Creo que ha sido muy impositivo de mi parte. Lo lamento, Blake, no quise causarte problemas.


Caminé de vuelta al sillón, tomé mi chaqueta y me dirigí hasta la entrada principal. Percibí los pasos de Blake y en unos segundos se colocó frente a mí.


—No comprendo cuál es el problema, Heath —Blake expuso con rapidez—, no te explicas con claridad. ¿Quieres hablar? Te escucho.


—No. Me voy.


—¿Qué quieres entonces?


—No sé. Quería verte —sentí que mi voz sonó desesperada—, estar contigo, pasar un rato junto a ti.


Me di cuenta de que había mentido. Pero lo había hecho de manera inconsciente; en realidad quería hablar del problema y ser escuchado.


—Siéntate, por favor, y habla. ¿Qué pasó?, ¿qué hay con todo esto de la traición? Anda —Blake acortó la distancia, pero no me tocó—, puedo escucharte.


Acepté sus palabras y regresé a la barra. Blake hizo lo mismo; pero esta vez sirvió licor en dos vasos enanos. Tomé el vaso y puse la pastilla de Luna sobre la mesa.


—En realidad no es el hecho de la traición lo que me molesta —revelé al dar un sorbo al alcohol—, en realidad, el problema es que siento que otra vez estoy peleando contra Gary Connor.


 


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