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La Familia Dumá por Cat_Game

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Capítulo cuatro


Contradicción y deslealtad


 


—El Doctor Harriet especificó que éstos son modelos únicos y que ya no va a tolerar nuestra insolencia si volvemos a pedir estos equipos. Dijo que el modelo que está con el Dragón del Este fue un regalo de hace casi diecisiete años que él no envió —Michael explicaba con rapidez; estaba sentado en una de las sillas extras frente al escritorio. El hombre traía su chaleco usual y mostraba todos los tatuajes de su brazo, además tenía una herida nueva en su barbilla, ya que era notoria la costra que apenas se había formado en la piel—. No me confirmó que existieran más modelos como los nuestros, pero yo creo que sí, Señor.


Mi padre contemplaba las hojas frente a él y leía; sus ojos estaban enfocados en los documentos. Por mi parte, yo revisada de vez en cuando el manual que el Doctor Harriet había enviado de manera digital. De acuerdo con la información, el modelo era una especie de arma que requería de las dos piezas extras que contenía el paquete para “optimizar” los resultados; era todo lo que decía. Sin embargo, nosotros ya habíamos investigado por nuestra cuenta y sabíamos que esas armas eran únicas y que mi padre había aprendido sobre su existencia gracias al Dragón del Este. Del mismo modo, mi padre había ordenado que serían inspeccionados en los laboratorios subterráneos por nuestro propio equipo científico y médico.


—¿Estuvo presente únicamente el Doctor Harriet? —mi padre cuestionó al dirigir la mirada hacia Michael.


—No. Estaba otro doctor con él. Un sujeto pelirrojo con aspecto de esos científicos locos pero que lo encubren con una imagen de gente normal.


—Cal.


Levanté la cara y miré a mi padre. También sabía del Doctor Cal, la mente maestra que trabajaba para el Doctor Harriet y un conocido de mi padre. Era un sujeto famoso por el tipo de trabajo que hacía, así como por mantener secretos respecto a los experimentos que había realizado antes de trabajar para el Doctor Harriet. De acuerdo a mi padre, ese hombre, un poco antes de que yo naciera, había creado humanos en matrices artificiales, y, se decía, que sus propios hijos habían nacido de manera artificial, pero con la herencia de su ADN y la de otra persona.


—¿El Doctor Harriet estaba molesto? —volvió a preguntar mi padre.


—No, ¿por qué? —replicó Michael.


—Más adelante vamos a invitarlo para que visite nuestra ciudad. Y también le diré a su mejor doctor, al Doctor Cal y su familia. Gunther, el hijo del Doctor Cal es quien mencioné.


Sin previo aviso, sentí el rubor en las mejillas. Mi padre había expresado algo privado y referente a mi sexualidad en frente de Michael. Mi padre me miró y sonrió.


—Es el chico pansexual, así que es una buena oportunidad para que lo conozcas y te hagas su amigo.


—P-Padre —tartamudeé un poco—, yo…bueno…¿podríamos hablar sobre eso cuando estemos solos?


Mi padre rió un poco, como si amenizara el momento. Noté que Michael me contemplaba con una seriedad que parecía acompañada de disgusto.


—También puedo proponerle al Dragón del Este una visita. De hecho —mi padre fumó con descaro del puro que estaba en el cenicero—, quizá organicemos un evento grande por cualquier motivo creíble. Sería una excelente oportunidad. Eh, Michael, puedes retirarte. Por ahora deja el paquete en las bodegas del subterráneo; más tarde iré para abrirlos.


—Como ordene, Señor. Con permiso —repuso Michael con una voz calmada.


Michael se incorporó, hizo una ovación de respeto y dejó la oficina.


—Anda, Gunther, démonos prisa, el asesino no tarda en llegar.


Asentí con la cabeza.


Los dos salimos de la oficina y anduvimos hacia el pasillo, hacia el sur, luego tomamos una puerta que conducía hasta otro corredor doble. Caminar junto a mi padre era agradable y me recordaba a los días de mi infancia; alguna vez había gustado mucho de seguir los pasos de mi padre por toda la mansión. Ahora seguía su camino de una forma distinta. Ahora aprendía la forma de su liderazgo, veía la manera en que negociaba, su modo de resolver problemas y los análisis y conclusiones que sacaba de cada situación. Era algo que disfrutaba, porque así me sentía más cercano a él.


Cuando llegamos hasta el comedor, los sirvientes ya habían dejado todo en orden. Había un mantel blanco y elegante sobre la mesa grande, unos platos plateados y cubiertos colocados de manera correcta; también habían dejado dos charolas: la dorada que contenía una hermosa tetera de vidrio con una infusión rosada y la segunda con una tarta de fresas. Reconocí el té, ya que era mi favorito: el té rosa con leche.


—No quiero a nadie cerca de aquí, así que retírense —mi padre pidió a los meseros—. Siéntate a mi izquierda, Gunther. Voy a servir el té.


—Yo puedo hacerlo —dije con rapidez. Era una de mis actividades preferidas, porque así podía asegurar que mi bebida quedara como me gustaba más.


Mi padre no reprochó y tomó asiento en la silla del final, la que tenía brazos y un respaldo más ostentoso. Serví el té con sumo cuidado para mantener la consistencia. Luego partí el pastel y coloqué tres rebanadas en los platos.


Sin previo aviso, el sonido de la puerta lejana me sorprendió. Una de las escoltas, donde venía el señor Harrington, entró junto a un sujeto demasiado peculiar. El individuo usaba una máscara teatral blanca con sublimados en tonos rojos, vestía una gabardina negra militarizada así como unas botas rudas y traía un pantalón de mezclilla negro. Era un tanto alto, tal vez unos diez centímetros más que yo, y era muy delgado en comparación a nuestra escolta de cuerpos hinchados por los músculos. No podía detectar el color de su tez o cabello, puesto que incluso sus manos estaban cubiertas por guantes oscuros, así como el resto de su cabeza envuelta por una tela opaca.


La escolta se retiró y el asesino caminó hasta nosotros. Me percaté de que su máscara tenía los orificios de los ojos protegidos por una especie de malla blanca que impedía ver su mirada. El hombre saludó con una voz distorsionada por algún tipo de micrófono interno instalado en la máscara, por lo que fue imposible crear una apariencia incluso por su voz. ¿Era muy joven?, ¿viejo?, ¿mujer?, ¿hombre? No tenía idea.


—Tú debes ser el tal Carmesí, por favor, toma asiento —mi padre habló con calma notoria.


El asesino aceptó y se sentó en una silla cercana al final de la mesa, en el lado derecho; yo ofrecí la taza de té, pero supuse que no bebería.


—Gracias —agradeció el gesto el asesino al dejar la tasa frente a él.


—Siéntate, Gunther, y come. Sé que no has desayunado —ordenó mi padre al mirarme de reojo. Luego aclaró la garganta y regresó el interés al enmascarado. Prosiguió—: Bien, Carmesí, pasemos a los negocios. Ya conoces a Aram Vega, ¿cierto?


—Sí. Un narco popular de Gold, y un enemigo de tu familia, Dumá.


—Correcto. Ayer te mencioné que serán más objetivos.


—El precio es por cabeza unitaria.


—No es el problema. Puedo pagarte lo que pidas. Te daré la mitad hoy y el resto cuando hayas acabado el trabajo.


—No —negó el enmascarado.


—Si será todo al inicio, me veo con el derecho de cambiar el objetivo, ya que estamos hablando de más de diez millones de Galds.


Mi padre bebió del té y yo hice lo mismo. Diez millones en la moneda nacional, Galds, equivalía más o menos a unos ocho millones en dólares, la moneda más poderosa del mundo, originaria del país Thermos y que se usaba como referencia cuantitativa. Era un precio módico para nosotros.


—Quiero que destruyas la mercancía Luna, misma que Vega robó.


—No —insistió el asesino—, ese trabajo no me corresponde.


—Sí, lo harás. Y no lo harás sólo por el trabajo por recibir un pago. Vega está asociado a Douglas Valdés, a la familia Martínez, a los Hassan, a la puta de Elena Brave y hasta el cabrón de Hiro Goromaru; todos coludidos y protegidos por la red de pedofilia más grande de Gold.


Hice un análisis a toda prisa. Era verdad, la capital, el Distrito de Gold, tenía una de las redes más grandes de todo el mundo; era una organización corrupta que se usaba para crear pornografía infantil, vender esclavos sexuales y niños y niñas para cualquier tipo de trabajo. Además, muchos de esos nombres pertenecían al gobierno y a la esfera que había traicionado a nuestra familia en años pasados.


—Seguirás un orden, mismo que será impuesto por Vega —mi padre siguió con su explicación—, porque le haremos creer que ellos mismos han roto sus pactos y tratados. Pero, enviarás un par de documentos exclusivos a la policía local de Gold y a la ASC también. Será nuestro mensaje de: “un cordial saludo”.


—¿Por qué aceptaría seguir tus peticiones? Tú también eres un corrupto de mierda, Dumá, justo como ellos.


—Sólo traficamos drogas y armas —interpuse—, nunca hemos trabajado para vender esclavos sexuales o personas en general. De hecho, en el siglo XVIII, uno de nuestros antecesores participó a favor de la abolición de la esclavitud, y estuvo en contra de aquellos políticos que buscaron continuar con el abuso hacia las personas más vulnerables. Tú eres un vengador, y te estamos ofreciendo una oportunidad más allá que un simple trabajo. Toda la rede de Vega, de su jefe, de esos que controlan a los niños y niñas inocentes, es la red que tú estarías dispuesto a destruir porque son gente que encaja en el perfil que buscas como objetivos; nosotros te entregaremos la información para conseguirlo. Te pagaremos por ello, y sólo tendrás que seguir el orden que mi padre plantea para que tú no te veas involucrado en nuestra propia venganza. Sabemos que haces públicas las muertes, y en esa parte no tenemos inconveniente. ¿Qué más necesitas? ¿Una renovación del pasaporte? ¿Más dinero? Podemos ofrecerlo, ¿verdad, padre?


—Gunther —repuso mi padre—, dirígete al joven con más respeto.


—Está bien —dijo el asesino—, aceptaré el trabajo. Harán lo del pasaporte. Dos pasaportes; mi asociada y yo necesitaremos salir de Cadenas pronto. Le haré creer a Vega que él me contrató y mataré a todos los objetivos de manera pública. Pero el precio se triplicará.


—No veo el problema. Sin embargo, padre —continué con libertad; dirigí mi atención a la derecha para ver a mi padre—, ¿no crees que el jefe de Vega y el Saltamontes actuarán contra él?


—Sí, pero de eso me encargaré yo. Tengo el contacto de alguien y él tiene al hombre perfecto para hacer el trabajo más sencillo y mantener al joven asesino fuera de la vista de nuestros enemigos reales —de repente, mi padre sacó de las carpetas que estaban en la mesa una hoja y la colocó frente al asesino—, Matthew Harper. Él será el enviado del gobierno; pero estoy seguro de que no tendrás problemas para jugar un poco al malo y el bueno.


—No quiero involucrar inocentes —repuso el enmascarado.


—Estoy seguro de que encontrarás el método para evitar el conflicto con él, pero si no hago esto, el Saltamontes creerá que tiene una ventaja por su asociación con la ASC y te vincularán a nosotros, por lo que estarías en un riesgo mayor si creen que trabajas con los Dumá.


Durante unos minutos no hubo respuesta; y creo que el asesino había tomado un tiempo corto para analizar y después hablar.


—Bien, acepto el reto. Lamento no poder quedarme a beber el té con ustedes, pero sé que nos volveremos a ver pronto.


—Hoy te enviaré toda la información por la tarde, y el dinero estará en la cuenta que nos proporcionaste antes de las tres. Estaremos en contacto, Carmesí.


—Me retiro.


El asesino se puso de pie y caminó hacia la puerta distante. Aunque no había podido ver su rostro, ni nada de él, había captado que era una persona joven, y que debía existir un motivo muy personal para hacer lo que hacía.


—Vámonos ya, Gunther. Alice nos está esperando en el restaurante.


Comí varias mordidas presurosas del pastel y me incorporé junto a mi padre. Nos dirigimos hacia la entrada principal y fuimos escoltados por el grupo del señor Harrington. En la puerta, en el exterior, había una camioneta negra y lujosa que aguardaba; nos subimos y me quedé junto a la venta, en los asientos de atrás.


—Señor dumá —el señor Harrington habló desde el lugar del conductor—, tenemos un incremento en ataques en la frontera sur, con Woods, ¿cree que es recomendable provocar a Vega? Además, todavía no encontramos al espía del Saltamontes que mantiene contacto con él desde nuestros cuarteles generales.


—Louis, hoy por la noche te necesito en una reunión con Michael; no vamos a tratar esos temas aquí —replicó mi padre desde el asiento del copiloto.


Durante unos veinte minutos no hubo más conversación hasta llegar al restaurante costero de nombre “The Hill”. Al bajar, noté una zona cercana con muchos bares y discotecas, y entre esos establecimientos visualicé un bar con una bandera de colores en la puerta; era un sitio para conocer gente de la comunidad gay. Tal vez sería una buena opción para interactuar con más personas y olvidar a Stephan.


Una vez entramos al restaurante, pasamos hasta la terraza privada que mi padre tenía reservada para usar cada que necesitaba hacer reuniones casuales. Alice nos esperaba; vestía con un traje elegante de pantalón y saco y un rostro poco maquillado. Nos saludó y nos sentamos en la mesa junto a ella. Los empleados trajeron entradas y tomaron las órdenes para regresar con la comida.


—Señor Dumá, el contacto del Dragón del Este corroboró casi toda nuestra data referente a Vega, excepto un detalle —divulgó Alice.


—¿Cuál? —pidió mi padre.


—El detalle de Vega y la conexión que mantiene con Rhys Connor impuesta por alguien más; aunque Rhys Connor atacó en la frontera, no hay manera de que podamos asegurar de que Vega fue quién recibió la mercancía por él.


—Ellos no pueden asegurarlo, pero nosotros sí. Recuerda que Vega trabajó un tiempo con nosotros y aceptó el cargo de funcionario público por nuestra petición. Ha usado su poder para controlar la frontera del sur desde su traición, y su asociación con el Saltamontes es inminente.


—Lo que eso quiere decir —me atreví a opinar—, es que el contacto del Dragón tiene más conocimiento sobre nuestros enemigos de lo que creíamos.


—Sí, mucho más. Los archivos que entregó están aquí —repuso Alice al colocar una memoria USB pequeña totalmente metálica en la mesa—, y hay algunos nombres de gente de las esferas más altas.


—No me sorprende —mi padre rió un poco y comenzó a comer cuando sirvieron los platillos—, pues el Dragón fue inteligente al casarse con un ex-agente de la agencia secreta del gobierno de su país.


Si mi padre se expresaba con esa calma, entonces no había motivo de alarma. En ese momento tuve curiosidad por conocer más sobre el Dragón del Este, incluso la idea de una reunión parecía algo tentadora.


—Si es así, Señor Dumá, podemos proseguir —dijo Alice.


—Sí. Envíale los documentos al asesino. Yo le haré llegar las instrucciones y lo que debe mandar directo a la ASC.


—Como usted diga, Señor.


Entre las dos y las dos y media terminamos la reunión con Alice. En el trayecto, hice una petición a mi padre de dejarme salir por la noche, aunque respondió que sí, impuso dos condiciones. Primero: aceptaría una escolta, y segundo: saldría después del entrenamiento.


El resto de la tarde se pasó con rapidez. El entrenamiento fue divertido a pesar de que evité hacer pareja con Stephan y hablar más allá de simples palabras del momento. Luego pasé unas dos horas en el estudio y trabajé en la investigación de la familia Dumá. Para las ocho y cuarto, regresé a mi habitación, pero me encontré con Stephan y Raúl. Fue una fortuna que Raúl acompañara a Stephan.


—¡Hey, Joven Dumá! —Raúl me saludó en el pasillo principal que dirigía al recibidor—, ¿es cierto que hoy saldrá? Me seleccionaron como su escolta hoy junto al loco de Tommy.


—¿Saldrás hoy? —Stephan dudó con rapidez.


—Su padre me dijo que irá a un bar de la costa, cerca del malecón. ¿Cómo se llama? ¡Ah! ¡Sí! Black Cat.


—¿Black Cat, el bar gay?


—¿Qué? —Raúl miró con incredulidad a Stephan—, ¿es un bar gay? Espera, debo estar confundido.


—No lo estás, Raúl —aseguré con un tono seco.


Di unos pasos hacia las escaleras, pero Stephan bloqueó el paso. En la otra mano, Raúl usaba su teléfono celular para revisar la misión de protección.


—¿Por qué irás a ese lugar? —Stephan indagó.


No repliqué. Contemplé el rostro de Stephan con cautela; buscaba por alguna respuesta coherente para comprender su duda.


—¿Qué, es verdad? —sonó la voz de Raúl. Se acercó a mí y se colocó junto a Stephan—, Joven Dumá, usted…¿irá a ese sitio? Pero…no es mayor de edad.


—Admiten a adolescentes  a partir de los diecisiete años, puedes leerlo en sus políticas. Mi padre hizo una reservación para la zona VIP, así que no habrá problema —revelé con tranquilidad.


—Okay…pero…


Pude notar la incertidumbre en el tono y rostro de Raúl.


—Si lo que te preguntas es el porqué un bar gay, Raúl, es porque quiero conocer a chicos. Si eso no responde tu duda, entonces pregunta de manera directa.


—¿A eso irás? —contrapuso Stephan.


—Tengo que ir a mi habitación. Quiero tomar una ducha y arreglar un poco mi cabello.


—Gunther, habla claro.


—Con permiso —dije con enojo. Proseguí con el paso, subí las escaleras principales e ignoré a los otros dos muchachos.


Abrí la puerta que conducía al pasillo en forma de una “L” invertida, luego tomé la última puerta y anduve por el corredor que conectaba con mi habitación. Entré al cuarto y me acerqué a la puerta de cristal del balcón. Suspiré con fuerza y tranquilicé a mi corazón; estaba molesto por las actitudes de Stephan, pues no era de su incumbencia lo que yo hiciera en mi vida.


Entré al baño y comencé a retirar la ropa, dejé la sudadera en el piso junto al pantalón, abrí la regadera y luego me quité la ropa interior. En unos minutos salí de la ducha y regresé a la habitación. Me puse unos bóxers negros limpios y escuché que la puerta fue abierta; miré hacia la derecha y encontré a Stephan. Él cerró la puerta y me contemplo con un rostro de sorpresa que era demasiado obvio. Stephan dio una media vuelta, y comprendí que ya no quedaba nada de nuestra vieja amistad. Yo también era culpable de ello, así que ignoré sus actos.


—¿Qué quieres? —pregunté.


—Saber la verdad —dijo de espaldas Stephan.


Me vestí con calma. Elegí un pantalón claro, una playera justa y una sudadera azulada; pero no me convencía, así que sólo me puse el pantalón. No tenía idea del tipo de código de vestimenta que se usaba en un bar gay, ni mucho menos si debía seguir ese código.


—Gunther —Stephan me encaró y se acercó a mí—, dime, ¿por qué vas a ir a ese lugar?


—No tengo por qué darte explicaciones. Eres mi subordinado, porque dejaste en claro que no somos ni amigos.


—¿Disculpa?


Me percaté de que Stephan acortó la distancia y yo di dos pasos hacia atrás.


—Tú fuiste quien dijo eso —prosiguió Stephan—, tú dijiste que ya no puedes ser mi amigo, pero todo lo has atribuido a tu propia decisión. No me has dejado hablar, ni mucho menos replicar.


—¿No lo hiciste? Me quedó claro. Saliste de la habitación cuando te besé.


—Me tomaste por sorpresa.


Sentí una sofocación en mi estómago, seguido de una furia y decepción. Cerré los puños y di un respiro profundo.


—¿Y qué mierda significa eso? —pregunté con enojo.


—Eres mi mejor amigo, Gunther, no había esperado ese tipo de acción de tu parte.


—¿Y la segunda vez? Te dije que soy gay, y lo único que hiciste fue decir que era una confusión, y luego te quedaste callado.


—Pensé que estabas confundido. Eres dos años menor que yo, y a tu edad ese tipo de inquietudes pueden…relucir.


—No seas ridículo. He sabido de mi sexualidad desde antes, desde que era un niño; claro…no la había aceptado hasta ahora. Pero no es una confusión.


—Nunca lo mostraste.


—¿Qué? —renegué al borde de la ira, aunque mi voz salía con cierta tranquilidad—, ¿debía portar la bandera, o ir por ahí y decir que cada hombre que veía era atractivo? No seas irracional.


—No es… ¡Ah! ¡Maldita sea! Gunther, ¿tienes idea de lo que esto ha sido para mí?


Di otros dos pasos hacia atrás y topé con el librero grande que colindaba con el clóset. No había considerado que mis frases y acciones tuvieran alguna repercusión mayor en Stephan.


—No ha sido fácil asimilar tus palabras, y tampoco puedo asegurar que yo… —Stephan tocó mi brazo y continuó—: que yo esté totalmente seguro de lo que siento por ti.


Todo mi cuerpo quedó petrificado. Stephan estaba frente a mí, sin ningún tipo de resistencia. Con su mano sobre mi piel. Agaché el rostro y repetí en mi mente que debía tranquilizar a mis impulsos.


—¿Gunther?, ¿de verdad irás a ese bar para conocer hombres?


Levanté la cara y contemplé a Stephan con seriedad.


—Escucha bien y responde con honestidad —dije con calma—, para que te des cuenta de lo que sucede aquí. A ti no te atraen los hombres, ¿cierto?


—No me interesa mucho eso de las atracciones, Gunther. Nunca he prestado mucha atención en esas cosas.


—Esa no es la respuesta que debes dar.


—¿Y quién eres tú para decidir mi respuesta? Siempre me ha gustado estar a tu lado, eso tenlo por seguro. Nunca me he sentido más tranquilo…me había sentido más tranquilo cuando estaba junto a ti.


—Stephan, por favor, tú no deseas besarme, o siquiera tener alguna interacción sexual conmigo.


De pronto, el rostro de Stephan se ruborizó. Sus mejillas estaban rojas y su expresión fue de pena.


—¿Stephan? —dudé al notar su rostro.


—No…no ha sido una especie de interacción sexual. ¡Por dios! Eres menor que yo. Además, estuve viendo algunos vídeos para comprender un poco más las cosas…y… ¿De verdad quieres hacer eso?


Tragué saliva; moví el brazo para alejarme de Stephan y me acerqué hasta la cama. Quedé de espaldas. No podía dejar de crear cuestionamientos cada vez más delirantes respecto a la situación.


—Gunther… —Stephan se movió y quedó a mi lado—, bien…yo cometí un error también. No quería aceptar tus sentimientos, porque…porque…eso significa que nuestra relación debería cambiar…¿no? Y yo…Gunther, eres mi líder, el próximo Señor Dumá.


—Vete —pronuncié con un tono seco.


—¿Disculpa?


—Dije que te fueras.


—Gunther, quiero aclarar las cosas.


—¿Para qué? —reiteré al encararlo—, ¿para qué?, ¿para asegurar que tú y yo ya no podemos ser amigos?


—No, no Gunther; escúchame bien tú a mí ahora. ¿Qué vamos a obtener de esto?


—Poner excusas es igual a negarlo, Stephan, y yo no quiero tus excusas. Vete con esa chica, la tal Hannah.


—¡Gunther!, ¿por que no quieres entenderlo?


—Tú eres quien no lo comprende.


A continuación, y sin previo aviso, Stephan besó mis labios. Yo me quedé inmóvil. Luego cerré los ojos y repliqué el beso. De poco a poco la distancia desapareció, y empujé el cuerpo de Stephan hacia la cama. Regresé mis labios a los suyos y lo besé con pasión. Abrí su chaqueta y metí mi mano debajo de su playera.


—¿G-Gunther? —Stephan rompió el beso.


Yo detuve mis actos y suspiré. Estaba a punto de actuar bajo mis impulsos y no quería más confusión. Me incorporé, caminé hacia el clóset y terminé de ponerme la ropa.


—¿Gunther? —insistió Stephan.


—Yo sí te deseo, Stephan. Quiero hacer cosas que para ti tal vez…no sean excitantes —dije con dolor.


Los pasos de Stephan se dirigieron a mí y su mano tocó mi mano.


—¿Cómo estás tan seguro de querer hacer algo así, Gunther? Sé que no tienes experiencia.


—¿Y tú sí? —indagué con enojo. Alejé la mano de Stephan y me senté en la silla frente al escritorio; abrochaba mis tenis y esperaba una clase de discusión más confusa entre Stephan y yo.


—Aunque no lo creas, tampoco tengo muchas experiencias de ese tipo; las únicas dos veces fueron besos y…bueno, sólo una vez he tenido relaciones, si es lo que quieres saber.


—Con una chica —dije al aire. Alcé el rostro y me arrepentí de mis palabras.


De forma sorpresiva, el rostro de Stephan mostró desilusión y desvió la mirada.


—Lo siento, Gunther. No quise herirte así, cuando ocurrió lo del beso, no quise irme así… —Stephan habló al caminar hacia la entrada. Abrió la puerta y agregó—: lo que en verdad me molesta es que parece como si te hubieras dado por vencido respecto a tus sentimientos por mí, como si supieras lo que yo siento. ¿En qué concepto me tienes? Ahora veo que no me conoces bien.


—Stephan —intenté hablar, pero Stephan abandonó el cuarto.


Suspiré con fuerza y me sentí como un idiota. Todavía era incapaz de comprender las razones de las actitudes de Stephan y por más que lo analizara, la única respuesta lógica que obtenía era que él…¿sentía algo por mí también?


Para evitar más desgaste, me puse de pie, salí del cuarto y me dirigí hasta la entrada principal. La escolta de esa noche ya me esperaba en el recibidor; Raúl iba vestido con una camisa y un chaleco, y Tommy, un hombre alto, musculoso, con el estómago hinchado y de tez blanca, usaba una especie de saco de su talla.


—Joven Dumá, el carro está listo —dijo Tommy con una voz profunda y agradable—, su padre le manda un mensaje. Dice que por favor se divierta.


—Y también dijo que no bebiera mucho por los preparativos de mañana —divulgó Raúl con un tono molesto.


Con ese mensaje intuí que mi padre no había bromeado respecto a eso de conocer a los hijos de personas importantes. Si había decidido hacer una especie de fiesta, entonces eso de los preparativos era que requeriría de mi ayuda en los detalles y logística del evento; aunque había algo más que no logré comprender de esas palabras. Lo que me molestó un poco, era que no sabía de dónde sacaba esa idea de mí respecto al alcohol. No era uno de mis gustos; pero supuse que tal vez era la percepción que existía de lo “común” y “normal” en los comportamientos de un adolescente.


En esa ocasión la escolta me condujo hasta la costa en un carro negro y elegante, pude notar que la zona de bares tenía mucha vida, con gente que caminaba por las calles o que esperaba en las filas para ingresar, todos vestidos de maneras variadas; había muchos carros estacionados, y las luces de neón resplandecían. El coche fue aparcado frente al bar con letras estilizadas y moradas que decían “Black Cat”.


—Raúl lo acompañará, Joven Dumá; mientras tanto yo buscaré un lugar para estacionar el coche. Lo veré adentro —dijo Tommy.


Bajé del auto y Raúl me siguió. Caminé hacia la entrada y sin pasar por la fila quedé frente al portero. El guardia usaba un saco y una especie de gafas oscuras; en la noche parecía una tontería, pero no opiné.


—Nombre —dijo el portero con un tono poco amigable.


—Dumá —repliqué con mi voz tranquila.


—Pasa, niño.


—Él viene conmigo —señalé a Raúl.


—De acuerdo, pasen.


Al entrar al bar encontré que era como una discoteca. Había una barra extensa en la pared izquierda, estaba adornada con luces de neón, y tenía una superficie de vidrio que reflejaba más luz. En el centro estaba la pista de baile, y al fondo una plataforma con dos sujetos frente a las máquinas de sonido. La música sonaba con un estilo electrónico y la gente se aglomeraba para bailar de formas distintas. La segunda planta era como un balcón protegido por unas ventanas un poco oscurecidas, estaba casi a la par con la bola de reflectores que daba más efectos de iluminación. Anduve con rapidez hacia las escaleras, pero fui detenido por otro guardia. Di mi apellido otra vez y por fin accedí a la zona VIP.


El área exclusiva tenía su propia barra pero un poco más chica, una pista de baile, una zona con sillones cúbicos y la vista hacia la parte baja. Allí había menos gente, y la música era distinta a la de abajo. Caminé hacia la barra y tomé un asiento libre. El barman se acercó a mí y ofreció una bebida, por lo que pedí una cerveza. No tenía idea de qué hacía ahí, puesto que mi cabeza estaba enfocada en la última situación con Stephan; así que no pude sospechar de los detalle del siguiente incidente.


Primero se aproximó un joven muy atractivo hasta mí, se sentó a mi lado y pidió una cerveza. El sujeto tenía el cabello largo, rojo y despeinado; era blanco y vestía con una camisa elegante entreabierta y un pantalón a la moda. Su rostro era agraciado, con ojos claros y dos tatuajes en el cuello en forma de estrellas. En su oreja izquierda había un arete de cruz de color plata.


—¿Estás solo? —el joven me preguntó.


Miré hacia atrás, luego hacia los alrededores y no vi a Raúl por ningún lado. Creí que había ido a buscar a Tommy, así que no le di importancia a este hecho. Asentí con la cabeza para responder la pregunta.


—¿Quieres jugar un poco?


Contemplé al muchacho y encontré una sonrisa en su rostro. El desconocido tocó mi mano y acortó la distancia. Probablemente si accedía a su petición podría olvidar el drama con Stephan y distraer a mi cabeza. El tipo me besó y yo repliqué la caricia. El beso terminó con la lengua del tipo en mi mejilla, para después hablar en mi oreja.


—Sígueme.


Acepté su orden, me levanté y nos dirigimos hacia una entrada con una puerta ornamental; entramos y visualicé una especie de sala privada con un espejo, un lavamanos y unos sillones sin respaldo colocados en la pared. El desconocido cerró la puerta con seguro y empujó mi cuerpo hacia la pared cercana; esta vez el beso fue agresivo y el muchacho sujetó mi cintura.


Por supuesto, no me sentía del todo seguro; había algo en la atmósfera que me hacía dudar del momento. Moví los ojos hacia la derecha y encontré una sección más reservada dividida por unas pantallas de bambú que hacían juego con la puerta. De pronto, sentí un arma en mi cuello y el desconocido sujetó mi cabello para amenazarme. El arma era un cuchillo básico, pero sentí el filo sobre mi piel.


—Tranquilo, sólo quieren jugar contigo un poco —sonó la voz del joven como un susurro sensual en mi oído.


A continuación, dos hombres salieron del área separada por las pantallas de bambú. Eran como de unos cuarenta años; los dos vestían trajes negros como si fueran uniformes. Uno era moreno y el otro blanco; el moreno portaba una pistola en la mano y el blanco un cuchillo largo. Mi cuerpo fue empujado al suelo, y uno de los hombres de traje me agarró de la sudadera.


—Gunther Dumá, no es nada personal —dijo el hombre moreno que me sujetaba—, pero el Jefe y la Patrona quieren mandarle un mensaje a tu papi, y para ello hemos venido hasta acá. Nuestro espía nos informó de tu ubicación, pequeño.


—No te dolerá, niño; tómalo como una cortesía. Te gusta este tipo de depravaciones, ¿no? Así que no será tan malo —agregó el otro.


Hice un esfuerzo por escapar; empero, ambos hombres me doblegaron. Uno sujetaba mis brazos hacia atrás y el otro apuntaba con la pistola en mi cabeza. ¿Dónde rayos estaba Raúl? Sentí que el moreno desabrochaba mi pantalón y yo dejé de forcejear. Primero debía deshacerme de uno de ellos y luego robar sus armas.


—Así quieto estás más bonito, Gunther —pronunció mi nombre con morbo el moreno.


Eran hombres del Saltamontes, eso lo podía asegurar. Lancé mi cuerpo hacia atrás con las piernas y el blanco chocó contra el pilar de los lavamanos, pateé el rostro del moreno y usé el peso del cuerpo del blanco para quedar frente al espejo de los lavamanos. Los balazos salieron con rapidez y mis brazos fueron liberados; empero, el moreno hizo a un lado el cuerpo de su compañero y azotó mi rostro contra el espejo. La sangre caía por mi cara, pero no me detuve. Moví el brazo del enemigo y desestabilicé su arma; aunque el muchacho pelirrojo, que parecía también trabajar para el Saltamontes, golpeó mi estómago y desistí.


—¡Hijo de puta! ¡Maldito mocoso de mierda! —el moreno expresó al colocar su mano en mi cuello y presionar.


Intenté retirar su mano, pero su fuerza era superior a la mía. El aire comenzó a escasear y mi respiración desaparecía.


—No lo vayas a matar; recuerda que es sólo un mensaje para provocar a su padre —dijo el pelirrojo.


—Pero me hizo dispararle a George por reflejo, ¿cómo no quieres que lo mate? —renegó el moreno.


Por fortuna, o mala suerte, la puerta fue abierta con brusquedad y Raúl disparó con su arma silenciada. Mató a los dos enemigos y por fin pude respirar con libertad. Me quedé parado y miré a los cadáveres. ¿Quién era el espía del que habían hablado, el que había revelado mi ubicación? Era poco probable que fuera uno de ellos tres, porque nadie más que cinco personas sabían que iría a ese bar esa noche. Stephan, su padre, mi padre, Tommy y Raúl. Levanté la mirada y observé a Raúl. ¿Había sido él?


—¿Estás bien? —preguntó Raúl al dar unos pasos hacia mí.


No respondí. Raúl había desaparecido unos minutos atrás, y había entrado al lugar con su arma lista en el momento justo. Era demasiado sospechoso. Abroché mi pantalón e intenté convencerme de que Raúl no era el espía; me incliné un poco y tomé el arma del hombre moreno.


—Déjala; descuida, Tommy y yo te sacaremos de aquí de inmediato. Es probable que haya más. Voy a contactar al cuartel general de inmediato para explicar lo que pasó.


Me incorporé y apunté hacia Raúl.


—Dame una razón para no matarte —dije con seriedad al sostener la pistola lista para disparar.


 


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