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La Familia Dumá por Cat_Game

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Capítulo cinco


El negociante


 


—¿Gunther, qué mierda haces? —Raúl cuestionó al bajar su arma y levantar las manos en señal de rendición—, ¿qué te hace pensar que soy tu enemigo?


—Te desapareciste —dije con sequedad—, justo cuando fui traído hasta aquí.


—¡Por dios! Tú te estabas besando con él —Raúl señaló al pelirrojo—, y supuse que deseabas un tiempo a solas. Además, ésta es la primera vez que entro a un sitio así; todo eso de dos hombres o dos mujeres besándose y acariciándose no va conmigo. Logré escuchar los balazos de entre la música porque estaba cerca de la puerta y por eso corrí a tu auxilio. Iba a buscar al loco de Tommy, pero me quedé afuera al notar que habías entrado con ese tipo aquí. No te iba a dejar solo.


—Si tú no eres el informante del Saltamontes, entonces…


Bajé el arma y aguardé. Pensé con rapidez. Era probable que Tommy había planeado esto, de tal modo que yo sospechara de Raúl y así él regresara con su gente una vez la misión terminara.


—Probablemente Tommy esté esperando a estos sujetos, y también hay una posibilidad alta de que hayan informado a su líder sobre la organización y reunión de pasado mañana —dije con interés al soltar el arma encima de los cuerpos—, pero…


—¿Crees que Rhys sea tan estúpido como para entrar al territorio de tu padre y enfrentar a tres Señores de la Droga?


—No. Y de hecho es mejor que se entere. Que vea que descubrimos su plan y que comprenda el mensaje: “sí, lo sabemos, y te recordamos que nos vamos a reunir, y no hay nada que puedas hacer para impedirlo”.


Raúl sonrió y lanzó un sonido de sorpresa al tomar su arma de vuelta.


—Eres igual a tu padre. Con el mismo estilo descarado y tan despreocupado que es más que obvio que son familia —la opinión de Raúl sonó honesta—. Por cierto, ¿vamos a dejar ir a Tommy?


—No. Dame tu pistola —ordené.


—Eh…¿vas a matarlo aquí?


—No. Vamos a matarlo…voy a matarlo cuando sea necesario. Dame tu arma, Raúl.


Sin titubeos, Raúl me entregó la pistola oscura que portaba. Caminé hacia el exterior del sitio e ignoré los comentarios de Raúl respecto a los cadáveres; guardé la pistola debajo de mi sudadera y pantalón. La policía de Biannko mentiría sobre el incidente y ellos se encargarían de deshacerse de los cuerpos, ya que la policía trabajaba para mi padre. Llegamos a la planta baja y salimos del bar.


En la calle encontré a Tommy recargado en el auto estacionado al frente del bar, cruzando la calle; él miraba algo en su teléfono celular. Al vernos, reaccionó justo como lo había esperado, con un rostro de duda y movimientos torpes.


—¿Joven Dumá?, ¿tan pronto desea regresar a casa? —Tommy preguntó con una voz áspera.


Saqué la pistola que había guardado y apunté a su pecho. Retiré el seguro y sonreí con satisfacción.


—¡Wow! ¿Joven Dumá? ¿Qué ocurre?


—Entra al auto —dije como un comando—, Raúl, las llaves y su arma.


Raúl obedeció y retiró las llaves del bolsillo de Tommy y su pistola. El seguro del coche fue desactivado y Tommy ingresó al interior. Raúl se acercó al extremo del piloto y entró; yo, por mi parte, subí en los asientos de atrás y volví a señalar a Tommy, aunque ahora a la cabeza.


—Raúl, conduce hasta el extremo este, cerca de la frontera. Vamos al almacén abandonado, donde Rhys atacó hace un mes.


—A la orden —respondió Raúl.


—Chicos, si me explican qué está pasando, estoy seguro de que podremos entendernos —sonó la voz de Tommy.


No dijimos nada. Yo saqué el teléfono móvil y marqué el número de mi padre; era una suerte que nuestra red estuviera protegida y encriptada para agilizar la comunicación. Mi padre no contestó la primera vez, pero para la segunda cogió el teléfono. Raúl ya había llegado hasta el almacén abandonado y me había ayudado a amenazar a Tommy.


—¿Gunther? Estoy en junta —se escuchó la voz de mi padre por la bocina del teléfono.


—Baja del auto, Tommy —dije con fuerza. El hombre obedeció y yo también bajé; luego presioné el botón del altavoz y agregué—: di para quién trabajas.


—P-Por favor, Joven Dumá, está confundido —insistió Tommy como si se hiciera el inocente.


—Tomás, responde —mi padre pronunció por la bocina del celular, pero reconocí su tono de voz molesto.


—S-Señor Dumá, esto es u-un mal e-entendido —tartamudeó Tommy.


—Responde.


—R-Rhys Connor.


Retiré el seguro de la pistola y apunté a la cabeza de Tommy.


—¿Eres el espía?


—Supongo que mataron a mis camaradas —Tommy habló de una forma distinta, como si fuera otra persona y estuviera tranquilo y resignado—, pero, me extraña, Gunther, como el maricón que eres, pensé que habrías disfrutado de un par de vergas en tu culo.


—Tomás Clidford, ¿le has informado a tus patrones sobre la llegada de mis asociados? —preguntó mi padre.


—Sí. Y en estos momentos están escuchándote, Dumá.


—Entonces —mi padre pausó unos segundos para por fin decir—: les mandaré saludos por ahora. Descuiden, Saltamontes, pondré unas flores bellas en las tumbas de todos sus espías que lleguen a mi organización.


Las frases de mi padre indicaron que había llegado el final del espía, por lo que disparé tres veces en la frente de Tomás Clidford y vi a su cuerpo caer con lentitud sobre sus rodillas y así llegar al suelo. Quité el altavoz y llevé el teléfono hasta mi oreja.


—Hiciste un buen trabajo, Gunther —mi padre pronunció con su clásica voz pacífica—, de verdad lamento que tu noche se arruinara así. Vuelve a casa, por favor. Mañana tendremos muchas cosas que hacer, ya que nos visitarán personas importantes.


—Sí, padre —acepté.


—Gunther —antes de que pudiera colgar, escuché a mi padre.


—¿Sí, qué sucede, padre?


—¿Te hicieron daño?


—N-No, no pasó nada. Raúl los mató a tiempo.


—Bien. Te espero aquí.


—Sí. Nos vemos en unos minutos.


Colgué el teléfono y me acerqué a Raúl. Entregué la pistola y caminé hacia el auto. Raúl no hizo ningún comentario y subió al choche. Yo ocupé el asiento del copiloto y Raúl manejó. El trayecto fue silencioso, pero noté que una parte de la sangre de mi cabeza había manchado la sudadera. Hasta ese momento recordé que tenía una herida, y aunque no era profunda, la sangre había salido de forma dramática.


—Eh, ¿Gunther? —la voz de Raúl me tomó por sorpresa—, entonces…¿te gustan los chicos?


Contemplé de reojo a Raúl; era un alivio que Raúl no había sido el traidor, porque me simpatizaba como amigo. Regresé la vista al frente y relajé mi cuerpo. Olvidé que me había hecho una pregunta, así que cerré los ojos.


—¿Gunther?


—Sí —repliqué con calma.


—Y… ¿Qué hay entre tú y Stephan?


—Nada.


—¿Nada? Pues no parece —Raúl aclaró la garganta un poco—, porque, ya sabes…siempre está mucho al pendiente de ti y es un poco extremista cuando se trata de ti. Después de que te fuiste a tu habitación y de que él regresara de no sé dónde, me dijo que te cuidara y que me asegurara de que ninguna persona te besara y te acosara, y cosas así. ¿Estás seguro de que no hay nada entre ustedes dos?


—Sí.


—Pero, creo que le gustas.


Abrí los ojos y analicé el comentario de Raúl. No lo creía por varias razones, en especial porque… Pero la última interacción había sido extraña. Stephan había dicho que yo actuaba como si diera por sentado que su respuesta era negativa. Pero lo era; o eso parecía.


—Él no es gay —dije con desilusión.


—Ni heterosexual, tenlo por seguro. Stephan es muy raro. Digo, tiene a muchas chicas detrás de él y a ninguna le hace caso. Y hace un año, cuando nos emborrachamos a más no poder, cuando tú visitaste con tu padre el puerto de Nogami, esa noche invitamos a unas amigas de mi hermana. Y ya sabes, todos alcoholizados, estúpidos y calientes; él se acostó con una chica, pero la tipa me dijo que Stephan había dicho el nombre de otra persona y que por eso lo dejó solo y le dio una cachetada. No sé si sea gay como tú, pero nunca lo he visto interesado en nadie como lo está en ti.


Las palabras de Raúl eran como estruendos que aturdían a mi mente. ¿De verdad Stephan sentía algo por mí?, ¿deseaba entablar una relación más profunda?, ¿pensaba en mí como yo en él?, ¿por qué no me lo decía?, ¿por qué complicaba todo? ¿Si sentía algo por mí, entonces, qué lo detenía a expresarse con claridad?


Una vez llegamos a casa, agradecí a Raúl por lo de esa noche y me dirigí de inmediato a la habitación. No había esperado encontrar a mi padre, por lo que mostré un rostro de sorpresa al verlo frente a la puerta del balcón.


—¿Padre? —dudé con calma.


Mi padre giró y me miró. Caminó hacia el escritorio y descubrí que había un botiquín de primeros auxilios. Cerré la puerta y me acerqué hasta la silla del escritorio.


—Siéntate —mi padre dijo con un tono cálido. Luego abrió el botiquín y preparó gasas, algodón, alcohol y desinfectante para heridas—, ¿sólo te hicieron daño en la frente?


Asentí con la cabeza al tomar asiento. De pronto, un ardor invadió la herida, pero no hice ningún movimiento ni expresión; mi padre limpiaba la contusión y la sangre de mi rostro. Sus manos grandes y templadas casaban una sensación de vulnerabilidad en mí; mi cuerpo temblaba y deseaba llorar, pero no podía explicar la razón. No era por el dolor físico, puesto que estaba acostumbrado a no expresar reacciones ante ese tipo de sensaciones. Era algo distinto. Había una acumulación de emociones, desde la revelación de mi sexualidad a mi padre, la discusión con Stephan y el intento de un asalto a mi cuerpo por parte del enemigo.


—Tranquilo —mi padre susurró con suavidad—, sé que duele. Dime, ¿te tocaron?, ¿te hicieron algo más? Tomás implicó que el objetivo era violarte.


Era verdad. Los hombres uniformados con trajes habían intentado abusar de mí, pero no lo habían logrado. Y, a pesar de que estaba a salvo, de que no había ocurrido nada, deseaba llorar. Tenía la necesidad de sollozar, de sentir que era protegido. Entonces, detuve las manos de mi padre y alcé el rostro, para después abrazarlo. Sumergí mi cara llena de lágrimas en su gabardina y un olor a colonia fresca hizo que recordara un acontecimiento del pasado. El aroma de mi padre alguna vez había provocado la sensación de protección durante mi niñez temprana.


—Tranquilo, Gunther —mi padre replicó el abrazo y colocó sus manos sobre mi cabeza y hombros—, estás a salvo. Perdóname, hijo; fue un error exponerte a ese peligro. No voy a dejar que las cosas se queden así, ya que que enviaré una sorpresa para vengarme de Rhys.


Negué con la cabeza y alejé mi rostro del cuerpo de mi padre.


—¿No? —dudó mi padre.


—No.


—¿Por qué?


—Arruinaríamos el plan con el asesino. Deja que el plan siga su curso, padre, para acabar con los hombres de Rhys. Después podremos vengarnos de esto.


—Gunther, nunca voy a dejar que ese cabrón se salga con la suya.


—Por favor, padre —dije al limpiar las lágrimas—, por ahora estoy bien. No me hicieron nada, y Raúl los mató.


—¿También a Tomás?


—No, yo le disparé a él.


—Eres un buen líder, Gunther. Y estoy seguro de que serás mejor que yo.


—Gracias.


Sonreí y mi padre continuó con la curación. Retiró un par de vidrios de mi piel y colocó dos gasas al desinfectar la herida. Con un paño, limpió mi rostro y después hizo algo que me impactó. Mi padre besó mi frente y me abrazó otra vez.


—Ve a dormir. Tómate estas pastillas para el dolor y descansa. Mañana revisaremos los detalles de la reunión del fin de semana.


Asentí con la cabeza y ayudé a mi padre a guardar las cosas en el botiquín. Mi padre caminó hacia la salida, pero hablé antes de que se fuera.


—¿Padre?


—¿Sí? —él volteó la cabeza para mirarme.


—Si…si Stephan me dijera que también siente algo por mí y yo decidiera entablar una relación formal con él…¿sería malo para ti y para la organización?


—No. No sería la primera vez que la mano derecha de un Dumá se quedara como parte de la familia directa. De hecho, los Harrington fueron seleccionados por tu bisabuelo después de que él se casara con la hija del familia que tenía ese puesto en la antigüedad. El cambio ocurrirá en tu generación, cuando hayas quedado como líder y que tengas que dejar el puesto a tu descendiente; hasta ese momento tendrás que seleccionar a otra persona para ocupar el lugar de la mano derecha.


—C-Comprendo…gracias.


—Duerme bien, Gunther.


Cuando la habitación quedó vacía me dirigí a la cama, retiré los tenis y la ropa para acostarme debajo de las sábanas y cobertores. Si las palabras de Raúl eran verdad, y si el problema con Stephan radicaba en nuestras posiciones, entonces tenía la oportunidad de entablar una relación con él si le explicaba las cosas. Me acomodé de costado y cerré los ojos. Todavía no podía asegurar nada.


Casi para la una de la madrugada me quedé dormido. Sé que soñé algo relacionado con el último incidente, pero las escenas fueron muy variadas y confusas, así que al despertar ignoré el sueño. Me puse de pie y me dirigí al baño al sonar el despertador. Me duché a toda prisa, me vestí como de costumbre y salí de la habitación.


Antes de llegar a la oficina de mi padre, encontré a Raúl en uno de los pasillos; su rostro se iluminó al contemplarme y me saludó con emotividad.


—Joven Dumá, buenos días. Su padre lo está esperando en el comedor para desayunar juntos. Dijo que le gustaría revisar la herida —divulgó Raúl.


Toqué con cautela la cicatriz recién formada en mi frente; había olvidado colocar una gasa nueva después de lavar la herida, pero no había prestado interés en el dolor.


—L-Lamento haber llegado tarde.


Las palabras de Raúl resonaron con honestidad. Negué con rapidez y ofrecí una mueca de tranquilidad.


—Salvaste mi vida, muchas gracias —repliqué.


—Eh… —Raúl sonrió y rió con suavidad—, fue un placer. Siempre estaré para servir a su familia, Joven Dumá.


Acepté las palabras de Raúl y me despedí de él. Proseguí con el camino hacia el comedor y por fin arribé. Mi padre estaba sentado en la silla del final, con un montón de papeles frente a él. El señor Harrington estaba sentado a la derecha y Alice a la izquierda. Michael ocupaban el lugar seguido al de Alice, mientras que el líder Kile no se encontraba presente debido a los viajes que hacía a la frontera del este, y había una mujer y un hombre parados frente a mi padre que eran los líderes del cuerpo de meseros.


—Gunther, ven a desayunar, hijo —mi padre dijo al verme.


Caminé hacia una silla cercana al señor Harrington y me senté. De inmediato descubrí que los papeles estaban llenos de detalles sobre la logística del evento; había olvidado que mi padre era muy meticuloso con ese tipo de caprichos, porque cuidaba aquella imagen que era característica de los Dumá.


Leí con rapidez y comprendí que mi padre había invitado a más personas. La lista de invitados era grande, de ciento veinte personas; casi excedía la capacidad del salón de eventos que la mansión tenía. Entre los nombres encontré a los asociados de nuestra organización; el Dragón del Este: Heath Alipsis, más tres personas extras contempladas como parte de su familia. Intuí que la familia de apellido Rossi, que estaban seguido de Heath Alipsis, eran personas que trabajaban para el Dragón. En la otra mano, estaba el nombre del Alquimista de Agua: Oswin Connor, más dos lugares extras para su familia; justo como el caso del Dragón del Este, el Alquimista venía acompañado por una familia de apellido Brown, también, supuse, gente que trabajaba para él. Una de las cosas que todavía no eran muy claras, refería a los apellidos de la familia del Alquimista y el Saltamontes. ¿Eran hermanos, primos, familiares lejanos? Aún no lo descubría, pero sabía que Rhys Connor había llegado tiempo atrás por el conflicto con los dos asociados de mi padre y una pelea con otro narcotraficante de su país.


Unos meseros ingresaron al comedor y sirvieron el desayuno. Mi padre y otros iniciaron la conversación sobre los sistemas de seguridad y otras cosas relacionadas al evento. Yo, por mi cuenta, leí otros papeles y detalles del evento; mi padre prefería lo formal y elegante, así que había agregado a un grupo de música instrumental en vivo.


Por unos minutos, divagué en los invitados. Según mi padre sería algo sencillo; pero no lo creía así. Primero me pregunté sobre el Dragón del Este; sabía que era un sujeto inteligente y respetado por mi padre. De acuerdo a la información, el tipo era uno de los líderes más importantes de su país, sólo debajo de un sujeto apodado como el Dragón Negro. El líder del Este, Heath Alipsis, era reconocido por las drogas de alta calidad que vendía, así como de su implacable forma de controlar su imperio. Incluso era temido por otros líderes del extranjero, pero era odiado por los Saltamontes de Rhys Connor. En la otra mano, estaba el Alquimista de Agua, conocido principalmente por las drogas experimentales que producía su propio grupo. Quizá no era tan poderoso como el otro asociado, pero había un montón de rumores a su alrededor, asesinatos despiadados y venganzas crueles, así como destrucción total de quién osara copiar sus productos. Todavía no tenía información respecto al pacto que mi padre había ofrecido inicialmente a ellos dos, ni cómo les había convencido sin perder mucho. Así mismo, mi padre había creado esos tratados después de la traición de mi madre, cuando el grupo había estado más vulnerable.


En realidad, gracias a la asociación con el Dragón y el Alquimista, la familia Dumá no había sido borrada del mapa. En los últimos años, durante el último sigo, la familia había perdido casi todos los convenios con el gobierno y habíamos sido excluidos de las esferas más elitistas y poderosas del país. De acuerdo a ellos, la familia Dumá era impredecible y demasiado difícil de controlar. Por supuesto que sabía que no era así. Mi bisabuelo, abuelo y padre habían dejado de seguir los ideales de los que ahora controlaban al gobierno y a las masas, por eso mismo habían sido traicionados y excluidos. La industria pesquera había sido despojada del setenta por ciento de su capital por razones de reorganización política, aunque, en verdad, había sido un golpe contra la familia Dumá. También habían cancelado las negociaciones para la compra de materia prima y la producción de drogas, así que mi padre había perdido todos los laboratorios del sur y oeste del país; el gobierno había llegado un día con soldados y la ASC, con reporteros para “sacrificar” el negocio menos proliferante y decir que el gobierno había acabado con el grupo de narcotraficantes más peligroso del país. Claro que no; ese había sido el golpe de gracia para paralizar todos los ingresos de nuestra organización.


Sin embargo, mi padre, tras el fracaso de mi abuelo por recuperar los viejos territorios, había decidido contactar con gente del extranjero, del país vecino del este, y había optado únicamente por la venta, dejando la producción. Del mismo modo, había reactivado uno de los viejos comercios con la compra de armas y esto lo había acercado al Doctor Harriet y sus allegados. Tal vez la familia Dumá había perdido una batalla, pero no la guerra. Y mi padre lo demostraba.


Sonreí para mí y me sentí orgulloso de mi herencia familiar; ser un Dumá significaba ser un guerrero que no dejaría que otros tomaran lo que era suyo.


Cuando terminó el desayuno, pasé casi toda la tarde y noche en la oficina de mi padre; trabajamos en la logística del evento y pidió mi opinión respecto a detalles y la próxima reunión con los asociados. Durante la fiesta nos reuniríamos con el Alquimista y el Dragón una vez los dos estuvieran presentes; y se trataría el tema respecto al Saltamontes y su primer peón caído: Aram Vega. Luego, mi padre me pidió que no dejara pasar la oportunidad para conocer al hijo mayor del Dragón y al hijo del Doctor Cal. Por una parte, era una buena sugerencia, ya que podría conocer al heredero del imperio del Dragón del Este, y también al contacto directo con el Doctor Cal. Empero, en la otra mano, no veía una utilidad en crear amistad con esos dos jóvenes.


La madrugada llegó y regresé a mi habitación para descansar. En todo el día no había encontrado la oportunidad para hablar con Stephan y el día siguiente fue igual. Toda la mañana estuve con mi padre, revisando las especificaciones y el itinerario. En la tarde ayudé un poco con la decoración junto a mi padre y una hora antes del evento tomé una ducha y me alisté.


Para el evento decidí utilizar ropa casual, a excepción de la sudadera, la cual cambié por una chaqueta negra con capucha.


Los invitados comenzaron a llegar y mi padre y yo recibimos a algunos de ellos. El primero de los asociados en llegar fue el Alquimista y su hijo; había esperado a otra persona con él, pero sólo eran ellos dos. El Alquimista, Oswin Connor, era un hombre blanco, muy atractivo, de cabello rubio oscuro y corto; su rostro era muy cautivador, con unos ojos azules claros. Él vestía un pantalón de mezclilla y un saco blanco, pero tenía un porte como de una persona de alta sociedad. El joven que lo acompañaba era un adolescente quizá un par de años menor que yo, con un estilo muy parecido al del Alquimista; supuse que era su único hijo. El parentesco era notorio, el joven tenía ojos azules claros; era rubio, de cabello un poco largo y de tez bronceada clara. Era alto y delgado; pude notar que tenía una complexión atlética pero no tan trabajada como la mía.


—Connor, cuánto tiempo sin vernos —mi padre saludó al Alquimista y ambos tomaron sus manos en un gesto ceremonial—, por ahora pasa y disfruta. Más tarde nos reuniremos para hablar de tu hermano. Harrington te mostrará el lugar para nuestra reunión en unos minutos más.


—¿Dónde está Alipsis? —preguntó el señor Connor.


—No ha llegado, como de costumbre. Ya sabes que para él es una tradición llegar tarde.


—El muy cabrón no ha cambiado en nada.


—¿Es tu hijo?


—Sí, es Paul.


—Un gusto, jovencito. Él es mi hijo, Gunther —mi padre me miró y yo entendí de inmediato.


Di un paso al frente y ofrecí un saludo al señor Connor.


—¿Gunther?, un gusto. Paul, saluda, cabrón, no estés con tus berrinches de niño malcriado —repuso el señor Connor.


Por las palabras del hombre, intuí que su hijo era muy apático, y tal vez muy inmaduro para comprender qué ocurría en esa presentación casi hipócrita. Paul contempló a mi padre y luego a mí, y dijo dos frases simples: “hola” y “un gusto”.


—Discúlpalo, Dumá, todavía es un idiota. Veo que tu hijo ha seguido tus pasos —opinó el señor Connor—, estoy seguro de que debes estar muy orgulloso de él.


—Sí. Y, descuida, tu niño madurará con el tiempo; es probable que sea la edad. ¿Cuántos años tiene Paul?


—En una semana cumplirá quince.


—Es tan sólo un niño, no lo regañes.


¿Quince? ¿Y todavía era incapaz de comprender los negocios de su padre? No, probablemente sí comprendía, ya que actuaba con mucha seriedad. Quizás, el chico no tenía una buena relación con su padre.


El señor Connor y su hijo Paul entraron al salón de eventos, y mi padre y yo recibimos a otros invitados. Unos cinco minutos después, llegaron cuatro personas como una familia. Uno de ellos era un hombre pelirrojo, de ojos color azul claro, de tez muy pálida y con un atractivo peculiar. Tomaba de la mano a otro hombre, un sujeto alto, delgado, de cabello castaño y largo; los dos vestían con una gabardina oscura y formal que hacía juego.


—Doctor Cal, un placer tenerlos aquí. ¿Joel, verdad? —mi padre ofreció un saludo cordial a los dos hombres.


—Muchas gracias por invitarnos, Señor Dumá —el señor llamado como Joel respondió. Entendí que él era el esposo del Doctor Cal—, ¿es su hijo Gunther?


—Sí.


—Ha crecido mucho desde la última vez que lo vimos.


No tenía recolección de esas memorias. Era probable que había sucedido durante mi infancia temprana. Sonreí y saludé con respeto.


—Doctor Cal, hacía tiempo que no veía a sus hijos. Gunther no conoce a sus niños, pero está encantado de tenerlos hoy con nosotros.


—Muchas gracias —dijo el Doctor Cal con una voz demasiado neutral.


Los hijos del Doctor Cal vestían con ropas formales. El mayor era un varón, alto, de complexión atlética y marcada por el ejercicio, de cabello rojo oscuro, de ojos color café claro, su tez era pálida en exceso y su rostro muy agraciado. Su semblante, de alguna forma extraña, era tierno. La menor era una niña delgada, de cabello castaño claro y muy largo, de ojos azules y tez blanca rosada; era demasiado bonita y lucía igual de tierna que su hermano. Ambos adolescentes irradiaban una inocencia particular y eso provocaba que ambos llamaran la atención con facilidad.


—Gunther Dumá, un gusto en conocerlos —dije con ánimos cordiales.


—Soy Daniel Cal, un placer, joven Dumá —la voz de Daniel sonó armónica y agradable.


—Yo me llamo Elizabeth, encantada de conocerte, Gunther… Tu nombre es un poco agresivo, ¿no crees? Te vez muy agradable, pero sé que tu nombre significa “Guerra” en la antigua lengua del país —la jovencita Elizabeth habló con una voz suave y femenina.


Sonreí y respondí con cautela.


—Sí, significa “Guerra”. Pero también “Guerrero”, y ambas palabras son asociadas con mi familia.


—Oh, eso es muy interesante. ¿Me podrías contar más de tu familia?


—Lizzy —el señor Joel repuso—, más tarde podrás hablar con Gunther, por ahora entremos, corazón.


—Adelante —dijo mi padre.


—Gracias —respondió el Doctor Cal.


La familia Cal se adentró y noté un detalle interesante.


—¿El Doctor Cal es siempre así de serio? —dudé con calma.


—Es un sujeto muy enigmático, más de lo que parece, pero también es muy peligroso —explicó mi padre—; Harriet lo adora por dos razones. Uno: es el hombre más inteligente de toda su cuadrilla de científicos, y dos: es un hombre sin límites. Es el único capaz de llevar a cabo los experimentos de Harriet sin cuestionar la moral, ética o profesionalismo banal; y por eso es tan valuado por su jefe. Pero —tocó mi hombro y agregó—: tu interés debe ser Daniel, ¿de acuerdo?


Suspiré. Si no hubiera escuchado a Raúl dar su opinión respecto a Stephan, habría respondido sin compromisos.


—Haré lo posible por conocerlo hoy un poco.


No hubo respuesta por parte de mi padre, puesto que otro grupo de personas arribó. El hombre de cabello negro, tez pálida y ojos de un tono verde cristalino parecía una especie de rockero por su atuendo. A él sí podía reconocerlo; él era el Dragón del Este. Junto al Dragón se encontraban dos adolescentes y otro hombre. El otro sujeto tenía el cabello rubio-cenizo y claro, era pálido y vestía con una gabardina elegante que compaginaba con su imagen tétrica. Los adolescentes…uno de ellos era alto, atlético, fornido, de cabello negro, de ojos azules claros y tez pálida; vestía con una chaqueta oscura y tenía un rostro serio pero varonil y guapo. El otro…no estaba seguro si era una chica, puesto que de acuerdo a la información que teníamos, el Dragón del Este tenía dos hijos varones. El otro adolescente tenía el cabello muy largo, de un rubio blanquecino, también era de tez pálida y sus ojos eran de un verde muy claro como el Dragón; vestía con una gabardina corta y femenina, con una minifalda oscura y de holanes. De verdad parecía una chica.


—Llegas tarde, Alipsis, como de costumbre —mi padre saludó al señor Alipsis con un tono tranquilo—, y veo que hoy John decidió venir. ¿Tus hijos, supongo?


—Hola Dumá, ¿cómo estás?, ¿bien? Excelente, nosotros también. Bueno no, odio el frío —respondió el señor Alipsis con un tono jovial—. Sí, son Drake y Alexander.


Drake era el rubio y Alexander el de cabello negro; así lo entendí por el orden en que el señor Alipsis había señalado a los adolescentes.


—Un gusto, chicos. Tú ya conoces a Gunther, Alipsis, pero él no conoce a tus hijos.


—Espero que puedan hablar un poco en la fiesta, pero ambos sabemos porqué estamos aquí —el señor Alipsis replicó al sacar un cigarrillo de su chaqueta y comenzar a fumar—, ¿Connor ya llegó?


—Sí y también un viejo amigo tuyo.


—¿A sí? ¿Quién?


—Cal.


El rostro del señor Alipsis perdió la expresividad que había mostrado al inicio y dio unos pasos hacia mi padre para acortar la distancia.


—¿Y qué mierda hace ese hijo de puta aquí, Dumá?


No había esperado esa reacción por parte del señor Alipsis; además de que nunca había escuchado a alguien hablarle a mi padre de esa forma.


—Cerré un tratado con él hace poco, y pensé que sería descortés no invitarlo. Son buenos amigos, ¿o me equivoco? —me pareció que mi padre había dicho eso para provocar al señor Alipsis.


—Eres un cabrón. Si veo a ese maldito le voy a meter un tiro en el culo.


—Por supuesto, puedes hacerlo fuera de aquí. Considera también —mi padre sonrió con descaro—, que su jefe Harriet vino, así que Cal no estará solo.


—Bien, bien —el señor Alipsis exhaló humo de su cigarro y compuso—: sólo por hoy no lo voy a perseguir.


—Sabía que lo comprenderías.


—¿Ya nos veremos con Connor, o vamos a pretender que todo esto es una fiesta para ricachones corruptos?


—De inmediato. Síguenos, por favor. John, lamento robarlo por unos minutos, pero no tardaremos —mi padre se dirigió al hombre nombrado como John.


—Te esperaremos en la mesa, Heath —dijo John.


—Sí, sí. Niños háganle caso a su papá, nada de escenas, Drake; y tú, Alex, no molestes a tu hermano.


—Connor ya fue llamado. Está en la sala esperando —mi padre expuso al quedar sólo nosotros tres.


—¿El niño irá?


—Sí. Gunther participará en todas nuestras reuniones a partir de hoy. Si yo muero antes de lo estimado, con él tendrás que seguir el negocio.


—De acuerdo.


En lugar de entrar a la sala de fiestas, caminamos hacia el pasillo y tomamos la primera puerta a la derecha. La sala que usaríamos para la reunión era una especie de habitación privada, con una chimenea eléctrica, unos sofás rojos que iban con el alfombrado y las paredes llenas de cuadros y armas ornamentales. El señor Connor ya estaba en la sala en compañía del señor Harrington; pues sabía que el señor Harrington lo había llamado una vez arribara al otro asociado, ya que había sido parte de la logística que habíamos acordado.


—Connor, ¿cómo te va? —el señor Alipsis dijo al sentarse en uno de los sofás y mirar al señor Connor.


—Mientras no tenga que ver tu cara tan seguido, estaré bien —replicó el señor Connor de una forma nociva y obvia.


Yo me quedé parado junto al sofá que mi padre ocupó, del lado izquierdo, mientras que el señor Harrington se quedó en el lado derecho de mi padre.


—Caballeros, vamos a hablar del problema que Rhys Connor representa —con un tono tranquilo mi padre pronunció—, y no quiero escenas ridículas de su parte, ¿es claro?


Tuve la impresión de que la relación de ellos tres tenía una historia sumamente interesante y llena de conflictos y dramas.


—¿Qué significan las muertes que están ocurriendo en Gold? —inquirió el señor Connor—, sé que son asociados de la rede de Vega, por lo tanto de Rhys también, ¿cierto?


—Correcto.


—¿Entonces, crees que eso va a afectar a mi hermano?


—Así es.


—¿Y matar a sus asociados en qué nos ayudará exactamente? —contrapuso el señor Alipsis.


—Lo creas o no, Alipsis, será muy benéfico.


—¿Por qué no meterle un tiro por el culo y ya?


—No seas ridículo, Alipsis —contrarrestó el señor Connor—, sabes bien que no podemos ni acercarnos a su territorio. El muy cabrón tiene más poder ahora y tendríamos que armar una masacre en Woods y Gold. Y, te recuerdo, no somos ni de este país.


—¿Y de quién crees que es la culpa de que haya obtenido tanto poder?


—¿Me estás inculpando por un error tuyo?


—Toma la responsabilidad, cabrón, por tu culpa ese hijo de puta ha llegado hasta este puesto que ahora tiene.


—Si mal no recuerdo, fuiste tú quién descartó la oportunidad pasada.


—No descarté nada, cabrón.


—¿Y qué fue lo que hiciste? ¡Responde!


—Tenía al canalla de Jamie en la puerta de mi base, ¿querías que lo dejara pasar y permitirle que me matara? Claro, así cínicamente como… ¡Hola cabrón, pásale, estás en tu casa, puedes matarnos a todos y volarnos los sesos!


—¡Caballeros, por favor! —la voz de mi padre sonó con fuerza y un poco de desesperación que percibí—, no fue culpa de nadie. Tampoco nos demos tanto crédito. Rhys es hábil, y tiene facilidad para hacer aliados por su madre. Ha probado ser el enemigo más inteligente que hemos enfrentado. Connor, deja de culpar a Alipsis; comprende que él estuvo en guerra directa con Don B por años, ¿o me equivoco?


—Claro —confirmó el señor Alipsis—, y, por si no lo recuerdas, Connor, yo maté a ese desgraciado. Sé que a raíz de esto, Jamie y yo hemos peleado y derramado demasiada sangre por todo el Distrito de Xilofón, y por eso mis manos han estado atadas, más de lo que desearía. Pero no creas que voy a permitir que Rhys se salga con la suya.


—Dumá —el señor Connor habló al contemplar a mi padre—, Alipsis no está siendo afectado por los enfrentamientos en la frontera de manera directa. Si él no va a cooperar, entonces, hagamos un pacto tú y yo.


—¡Hijo de puta! ¿De verdad crees que yo no quiero matar a tu hermanito? ¡Ese maldito es peor que Gary! Debe morir.


—En ese caso —interpuso mi padre con rapidez—, tengo un trato interesante para ustedes. Aram Vega morirá en un par de días más, y con ello toda la mercancía de Luna será quemada.


—¿Qué dijiste, cabrón? —el señor Connor rebatió—, ¿toda la mercancía robada? ¿Tienes una puta idea de cuánto dinero hay allí?


—Y ello causará un desequilibrio en el mercado —mi padre prosiguió con tranquilidad—, que ocasionará una inflación en la economía ilegal, y luego en la legal. La élite que consume Luna querrá algo más, Connor, algo totalmente nuevo, o bien se apoderará de la demanda por completo. Sé que tú acabas de lanzar al mercado una droga llamada Meteoro, ¿o me equivoco? Sería una jugada maestra para tu grupo y tus ganancias si usamos ambas drogas.


Hubo un silencio pesado en todo el lugar. El señor Connor respiró de manera honda y recargó su cuerpo en el sofá; su mirada se enfocó en la imagen de la chimenea.


—El costo de producción es altísimo, y todavía está en fase de prueba…además…el componente químico no es lo suficientemente fuerte para causar el efecto que tengo en mente —reveló el señor Connor con un tono más tranquilo.


—Pero es una gran oportunidad para aumentar tus ganancias de una manera segura.


—No lo entiendes, Dumá. Quiero superar el néctar que usa la élite más depravada del mundo.


Si hablaba del “néctar”, entonces debía referirse al adrenocromo, una de las drogas más exclusivas de la élite más alta.


—¿Y quién chingados te va a comprar esa mierda, Connor? —el señor Alipsis cuestionó con fuerza.


—Alipsis tiene razón, Connor —hasta mi padre opinó con rapidez—, nuestro objetivo principal es el gremio común. No podemos vender una droga a un precio tan alto a un mercado popular. Pensé que Meteoro tenía la finalidad de estar a la venta al público común.


—Exacto —reiteró el señor Connor con un semblante sombrío que era demasiado obvio—, ese gremio común conocerá la clase de sensación que la élite experimenta. Será una droga comercial capaz de causar el mismo efecto que el néctar pero sin el proceso cruel que toma crearla ni el precio excesivo.


Mi padre suspiró y movió un poco su cuerpo para revelar su disgusto; de eso estaba seguro. El plan que habíamos discutido parecía ya fuera de la mesa. ¿Cómo resolvería el problema?


—Connor —el señor Alipsis dijo—, entiendo que quieras superarte, y me parece buenísima la idea; pero en estos momentos se ha perdido Luna. Tú y Dumá van a tener que enfrentar a un mercado enfurecido y que abrirá la puerta a muchos imitadores. Si no actúas rápido y no detenemos a Rhys, esa droga nueva nunca verá la luz. Aplaza el proyecto por ahora, y enfócate en Luna y en lo que propone Dumá. Ya tienes Estrella, otra droga que te ha beneficiado mucho, pero la favorita es Luna. Si van a requerir movilización en la frontera, yo puedo ayudar. Sin embargo, no veo cómo nos beneficiaremos con la muerte del tal Vega, Dumá.


—Sin un vendedor y achichincle que haga el trabajo sucio —mi padre expresó—, Rhys tendrá que movilizar a su propia gente. Además, con la muerte de Vega el gobierno nos dejará por unos meses para reajustar cuentas. Será la oportunidad para controlar el mercado de Luna y… —suspiró con fuerza al mirar al señor Connor—, y de comenzar la venta de Luna en el Continente del Norte. Con el último incidente en dos de mis barcos, he podido trazar la ruta menos protegida por los gobiernos para el traslado de Luna, aunque requeriremos de navegadores experimentados debido a que es peligrosa por causas naturales. Connor, Alipsis tiene razón; si no trabajamos en este problema, ninguna droga nueva podrá ser incursionada en el mercado.


—Eso no responde cómo vamos a matar a Rhys.


—Por desgracia, caballeros, Rhys Connor está protegido por la ASC y por uno de los cabecillas más poderosos de todo Cadenas. Matarlo no será tan fácil; ni siquiera el chico al que contraté podrá hacerlo.


—Mierda. Y si se alía a Jamie…¡joder! Tendremos que actuar rápido. Jamie está ahora como el Señor de la Droga que controla la mitad del nuevo gobierno, y si hace la alianza con Rhys…Dumá, ni tú podrás evitar la caída de nuestros negocios.


—Por eso mismo, caballeros, si expandimos el mercado, si controlamos nuestro producto de forma inteligente, habremos creado un respaldo contra las acciones de Rhys. Por favor, requiero de ustedes dos. Connor, a ti te necesito en producción y transportación de Luna, y debemos trabajar en conjunto para cruzar la mercancía sin que caiga en las manos de la ASC. Alipsis, tú serás el comerciante directo que tratará con la gente del Continente del Norte, ya que dominas la isla del norte de tu país, y usarás mi ruta para llevar Luna; haremos esto para que no quede todo el poder centralizado de estas transacciones. Por ahora, debemos unificarnos más y trabajar de manera honesta; sólo así…sólo así evitaremos caer ante la posible unificación de Rhys y Jamie. Si los líderes más influyentes de Cadenas y País Bow se unen…nosotros seremos los primeros en caer.


Ambos asociados contemplaron a mi padre. Y yo lo único que sentí fue un escalofrío recorrerme. Nunca había imaginado que la situación fuera así de peligrosa y grave, puesto que mi padre siempre había mostrado una tranquilidad ante toda adversidad. Estaba anonadado por la habilidad de mi padre, y por la confianza que existía entre esos tres líderes; algo que jamás había creído posible entre grupos como los nuestros.


—Bien —dijo el señor Connor—, tendrás el doble de mercancía de Luna en dos semanas. Quema toda la que fue robada por el hijo de puta de Rhys; no dejes que usen nada de nuestra droga.


—Entonces, acepto ser el negociante con los del Norte —agregó el señor Alipsis—, yo transportaré Luna por tu ruta, pero también llevaré de mi mercancía. 


—Por supuesto —vi que mi padre sonrió con satisfacción al replicar—, ya tengo un contacto que busca tu calidad, Alipsis. Caballeros, ésta será la operación más riesgosa, pero será el inicio de nuestro imperio a nivel mundial. Con esto, incluso la élite más poderosa a la que pertenecen nuestros enemigos no podrán destruirnos tan fácilmente. Rhys y sus jefes habrán deseado nunca haber robado nuestra mercancía, y jamás habernos provocado. Pero, también, tendremos que abastecernos con armas y estar listos para la guerra.


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