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La Familia Dumá por Cat_Game

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Capítulo seis


La herencia del Poder


 


Después de la reunión privada con el señor Connor y el señor Alipsis, decidí vagar un poco en el salón de eventos; me dirigí a uno de los balcones y me quedé recargado en la baranda. No podía evitar sentir desesperación e inseguridad, pues había escuchado de primera mano el plan a futuro y las consecuencias de enfrentar a los enemigos. Estaba sorprendido por la capacidad de mi padre al afrontar una situación de un riesgo tan alto, y aquello me hizo dudar de mí mismo, de mis propias capacidades. ¿Podría ocupar el puesto del líder y actuar así, con calma ante una guerra sin igual?


Suspiré para tranquilizar mis pensamientos. No conseguiría nada con las auto-críticas que solía hacer hacia mi persona, así que desistí de mis pensamientos. Regresé al salón y caminé con serenidad. Era mejor enfocarme en la petición de mi padre, aunque fuera para conocer un poco a la generación que correspondía a mi edad. Me detuve cerca de la mesa del señor Alipsis, pero mi mirada se enfocó en Stephan. Él caminaba hacia una de las entradas; sabía que estaba de guardia junto a su padre.


—Gunther —la voz del señor Alipsis capturó mi atención—, ¿quieres sentarte con nosotros?


Miré hacia el señor Alipsis; se había puesto de pie y se había acercado a mí.


—No —repliqué sin pensar en una excusa—, en realidad… —luego contemplé al adolescente de nombre Drake.


El señor Alipsis sonrió. Esto causo que yo apartara la mirada de su hijo.


—¿Quieres hablar con Drake? —insistió el señor Alipsis—. Es un buen chico, y no muerde…muy fuerte.


—¡Papá, no jodas! —replicó el rubio al ponerse de pie y dar unos pasos hacia su padre—. No digas estupideces sobre mí, ¿quieres?


La voz de Drake era poco varonil y compaginaba con su imagen afeminada y su estatura mediana.


—Lamento interrumpir —dije con calma—, sólo quería saber si estaban bien.


—Drake, no lo vayas a asustar —repuso el señor Alipsis al tomar asiento y beber de un trago la copa de vino frente a él—, Gunther no es un pervertido como tú. Ademas, es el hijo de los Dumá, así que no te vendría mal ser su amigo.


Drake giró un poco y mostró una seña obscena con la mano hacia su padre; acto seguido, tomó mi mano y me condujo junto a él hacia una de las terrazas. No había esperado esa clase de actitud por parte del adolescente, ni mucho menos que sería tan fácil poder hablar con él en privado. Drake se aceró a mí y sonrió de una forma que su rostro arrojó una mueca dulce y sexy. ¿Cómo era posible que un chico luciera así?, ¿o era yo quien lo percibía de ese modo?


—Cuando mi papá me dijo que vendríamos a Cadenas, dijo que conoceríamos al hijo de su socio, pero —Drake tocó mi pecho con suavidad al hablar como si trazara círculos en mi piel—, no pensé que el hijo del Señor Dumá fuera tan…lindo.


¿Lindo? Por favor, él era el lindo.


—Y pues también me dijo que era una buena idea ser tu…amigo —repuso con una sonrisa más sensual—. Al ser el primogénito, dijo que era imperativo que nos conociéramos. Supongo que tu padre también te hizo un comentario así, ¿no? ¿Por qué otra razón querrías hablar conmigo?


—Algo así —acepté. Y guardé mi sorpresa.


—¿Te gustan los chicos?


Sin previo aviso, Drake acortó más la distancia, tocó mi mano y la colocó en su cintura. Era delgado, demasiado para un varón, pero no para su estructura. Su actitud era provocativa, podía notarlo con facilidad; además, podía asegurar que tenía un parecido con su padre, ya que hablaba con mucha seguridad.


—Dime, Drake —me expresé con calma y sujeté con fuerza su cintura para acercar nuestros cuerpos—, ¿estás interesado en el negocio de tu padre?


—Sí —Drake movió su cabeza hacia mí y rozó sus labios con los míos de manera rápida y tersa—, pero a diferencia de ti, yo no tengo un lugar privilegiado. Mi hermano menor también desea el poder, y ambos juramos destruirnos para obtener el puesto.


No opiné. Creía innecesario ese tipo de competiciones ahora que había visto la forma de negociar de mi padre. ¿Por qué pelear por el mismo puesto? Si era posible obtener más poder unidos, ¿para qué competir?


—¿Cuántos años tienes? —dudé al soltar a Drake.


—Dieciséis, ¿por qué? Tú eres un año mayor que yo, ¿no?


—Ya no eres un niño como para competir con tu hermano. Pero, yo no soy nadie para juzgar tus planes.


Intenté alejarme de Drake, pero él se puso de puntas, pues había una diferencia de ocho o diez centímetros entre nosotros, y me besó. Había esperado no sentir más allá que el deseo carnal común, pero mi cuerpo reaccionó. Había sido un espasmo en la espalda, un impulso proveniente por la excitación de conocer más a ese muchacho y el tipo de vida que llevaba como hijo del Dragón del Este. Por esta razón, repliqué el beso y volví a tomar la cintura de Drake.


Al distanciarnos, respiré con profundidad y di un paso hacia atrás.


—¿Qué pasa? ¡¿Ah?! —Drake expuso al volver a sonreír; abrió su gabardina y mostró una blusa negra que hacía juego con su atuendo afeminado y vi que su torso era delgado—, ¿no crees que soy un hombre? No siempre me visto así, ¿sabes?, sólo lo hago para joderle la existencia a mis padres. Más a John, porque es como un neandertal que repudia toda esa parte de la cultura Drag Queen de la comunidad gay. Pero eso no significa que quiera cambiar de sexo como él piensa, no soy transexual.


—No es eso —repuse con elocuencia.


—¿Entonces, no quieres que nos conozcamos más?


—Sí, pero no de esta forma —hablé con honestidad.


Noté que el rostro de Drake se iluminó con una sonrisa distinta, ahora lucía en exceso bonito, pero de una forma natural. Cerró la gabardina y se acercó a la baranda; y yo me coloqué junto a él.


—Tu país es muy frío —Drake opinó—, y para ser una ciudad con playa, me parece un desperdicio por el clima.


—Es diferente a otras playas, pero esa es la razón por la que creo que es más especial.


—Me parece melancólico —Drake tembló un poco y me pareció que realmente tenía frío—, el frío siempre me ha parecido triste, y el calor alegre.


Contemplé la imagen de Drake; me di cuenta de que lo había juzgado, pues había creído que era bastante superficial.


—Oye, Gunther, ¿tu papá también te ha hablado del tipo ese, Rhys Connor?


—Sí —dije con seriedad.


—Entonces ustedes también son sus enemigos… Mi papá es un poquito dramático con ese tipo cuando se trata de nosotros. Cuando tenía trece años los hombres de ese sujeto me raptaron y querían utilizar la excusa de que iban a matarme si mi padre no detenía un ataque en el Distrito de Xilofón. Lo bueno es que mi papá John llegó a tiempo para salvarme.


—También mi padre ha tenido algunos problemas de esos.


Drake volteó y movió su cuerpo un poco más hacia mí, luego sujetó mi brazo y recargó su cabeza en mi hombro.


—Ojalá pronto lo maten.


—Estoy seguro de que así será —opiné con honestidad. Pero no terminé mis palabras.


Aunque nuestros padres consiguieran matar a Rhys Connor, tenía por seguro que existía una posibilidad muy alta de que alguien más tomaría su lugar, como un descendiente, por ejemplo. Por esa razón mi padre, quizás, no buscaba provocar una guerra sanguinaria, sino una competición. La mejor manera de competir contra los traidores no era en un enfrentamiento directo, era de otra forma: robar el poder, el control y la influencia. Al entender esto, las decisiones de mi padre parecían tan racionales e inteligentes que pude tranquilizar esa ansiedad que me había envuelto al salir de la reunión con el padre de Drake.


Otra vez sentí el cuerpo de Drake más cercano al mío, pero no con las mismas intenciones iniciales. Era muy obvio que tenía frío y supuse que era porque no estaba acostumbrado a ese tipo de clima, y por la ropa que portaba.


—Si tienes mucho frío, podemos regresar adentro —dije con amabilidad.


—Sí, por favor.


Nos acercamos a la puerta del balcón, pero no ingresamos al salón; Drake se puso de puntas y besó mi mejilla. No pude evitar sentir el rubor en mi rostro, ya que era la primera vez que recibía un gesto así de tierno y cálido.


—¿Puedo pedirte tu número para hablar por mensajes? —Drake preguntó.


Saqué mi teléfono y dejé que Drake anotara su contacto, luego él presionó el botón de marcado y sacó su celular de uno de los bolsillos de la gabardina que usaba.


—Gracias, Gunther —dijo el rubio al devolverme el teléfono.


Entramos de vuelta al salón y Drake regresó a la mesa con su familia. Yo me quedé un tiempo observando. Primero noté que Drake conversaba con el señor Alipsis y su rostro expresaba muchas emociones libremente junto a su padre; después moví la mirada hacia una de las entradas y encontré a Stephan. Él me miraba, pero su rostro mostraba seriedad. ¿Estaba molesto?


Guardé una sonrisa y proseguí hacia la izquierda; empero, al no prestar atención en el camino me topé con Paul, el hijo del señor Connor.


—Lo siento, iba distraído —dije con un tono amable.


El rostro de Paul era en exceso serio, así que no podía asegurar si estaba enojado, ofendido, o simplemente sin interés de interactuar. Paul se movió hacia un lado y dio un paso para quedar junto a mí de perfil.


—Tal vez mi padre sea amigo de tu padre, Dumá, pero una vez nosotros continuemos con sus trabajos, muchas cosas van a cambiar —sonó la voz de Paul un tanto madura para su edad—, yo, a diferencia de ese travesti con quien hablaste, no he venido a jugar a los amigos. No tengo interés en los planes de nuestros viejos… Accedí a venir para conocer los rostros de mis futuros enemigos y posibles aliados.


A pesar de sus palabras, pensé que su actitud era ridícula. Sin embargo, tampoco iba a subestimarlo; la seriedad que demostraba no parecía una pantalla. Tal vez decía la verdad, aunque en esos instantes no pude asegurar nada.


Paul prosiguió con su camino y yo contemplé de reojo su imagen. Seguramente crear lazos y contactos en esa reunión podría traer consecuencias positivas…o negativas. De cualquier manera decidí buscar al hijo del Doctor Cal, pues mi padre tenía razón en algo; a través de algunos de ellos podríamos acceder al gremio de la élite más alta.


Al continuar con el paso, me percaté de que el hijo del Doctor Cal estaba lejos de su mesa y caminaba junto a su hermana cerca de la mesa de postres. Me acerqué hasta los hermanos y saludé con cortesía.


—Hola, Gunther —Elizabeth dijo con una sonrisa en su rostro—, ¿sabes? Creo que para ti y tu familia es muy difícil ponerse a dieta. ¡Mira todos estos postres! No puedo decidirme por uno, así que llené dos platos. ¿Cómo le haces para resistir ante la tentación?


Sonreí, y antes de replicar vi a Daniel besar la frente de su hermana y hablar hacia mí.


—Lizzy no conoce la prudencia —Daniel sonrió con un semblante inocente—, y tampoco sabe cuándo callarse. No le hagas caso. ¿Puedo llamarte por tu nombre?


—Sí —dije con calma—, ¿igual yo?


—Claro.


—Hermano, voy a llevar estos postres, pero agrega los demás pasteles que no pude poner en mis platos, ¿vale? Voy por el plato de papá —Elizabeth mostró una sonrisa radiante al ordenar a su hermano y alejarse con cuidado para no tirar la comida.


Me coloqué junto a Daniel y los dos quedamos frente a la mesa de postres.


—¿Ya probaron las trufas? —inicié la conversación—, son la especialidad de nuestros chefs.


—¿Tienen chefs? —Daniel dudó con un tono un poco sorprendido.


Me intrigó. Todavía existían adolescentes en nuestra generación con la capacidad de expresarse con una transparencia y ternura de alguien realmente inocente.


—Sí —repuse con calma.


—Bueno, supongo que es obvio… Vives en una mansión, así que parece lo más normal.


Otro detalle peculiar. Daniel y Elizabeth eran hijos del Doctor Cal, el científico más cotizado de la empresa del Doctor Harriet. Había creído que esos dos chicos serían como los clásicos niños ricos, criados con la creencia de que podían conseguir todo con facilidad. También sabía que el Doctor Cal venía de la segunda familia más rica del mundo, por eso no esperaba es tipo de comentarios por parte de sus hijos.


—Ustedes viven en Woods, ¿cierto? —cambié el tema de interés.


—Sí. En un edificio departamental común, en el número quince.


—¿No viven en un penthouse?


—No, ¡por dios! Creo que ya es suficiente con la fama de mi padre, imagínate que también viviéramos en ese tipo de casas…


Daniel tomó una trufa y dio una mordida con elegancia. Comprendí que tal vez para Daniel era difícil tolerar algunas cosas por su herencia familiar y el trabajo de su padre.


—¡Wow! ¡Tienes razón, Gunther! Sabe exquisita —Daniel dijo con ánimo. Luego movió un poco su cabeza para contemplarme—. ¿Y vas a una escuela normal?


—Sí, voy al Oak High School, una escuela privada de la ciudad.


—¿De chicos así ricos y que usan uniformes super formales y atractivos?


—Podría decirse que sí.


—Lizzy y yo vamos al 13th Central Public High School of Woods; mi papá no quería que estudiáramos en esa escuela pública, pero hice un trato con ellos.


—¿Un trato? —inquirí con interés.


—Sí. Mi padre quiere que no deje el equipo nacional de Artes Mixtas del Combate, así que le dije que si me dejaba estudiar en el 13th Central P.H.H.W., entonces no dejaría el equipo ni el entrenamiento. Lizzy hizo lo mismo; para que la dejaran estudiar en las mismas escuelas que yo, decidió continuar con las clases de piano y chelo.


Mi mirada y la de Daniel se quedaron fijas. Escondí mi sorpresa, puesto que no comprendí su razonamiento ni interés por estudiar en una escuela pública; para mí no había diferencia especial por elegir un colegio o una escuela pública.


—¿Qué pasa? —me preguntó al dar otra mordida a la trufa.


—Si tus padres tienen tanto dinero, ¿por qué elegir la escuela pública?


—Porque… —Daniel tomó otro postre, un chocolate con forma de flor y agregó—: me cansé de ser el niño perfecto de mi padre. No voy a hacer lo que él quiera, ni tampoco voy a estudiar lo que él diga. No soy una extensión de él, y tampoco mi hermana. Sí, sé que es un científico renombrado, y papá tiene cierta fama en el  mundo del arte, pero eso no les da el derecho a elegir mi vida.


—Fue una acto rebelde —dije sin cuidado.


—Quizás —aceptó Daniel al comer el chocolate—, pero sólo así les hice ver que yo tengo mis propios planes y objetivos. Dime, ¿de verdad quieres tomar el puesto de tu padre?


—Sí.


—Pero, ¿lo has decidido por ti mismo, o te lo impusieron?


En realidad había sido impuesto al inicio, pero después yo así lo había deseado. Daniel y yo teníamos visiones muy distintas, y debido a sus frases y expresiones él era muy intrigante.


—Fue una elección que hice al conocer más sobre la historia de mi familia.


—Una elección por conocimiento —repitió Daniel—, supongo que es un poco igual para mí.


—¿De verdad?


—Mi padre seleccionó mi deporte…artes marciales mixtas y todo lo relacionado al combate; por eso mismo he practicado muchas modalidades de pelea desde que tengo memoria. Pero al practicarlo, competir y ganar, me di cuenta de que es muy satisfactorio para mí. Por eso lo acepté.


—¿Y qué piensas de la carrera de tu padre?, ¿realmente no te interesa?


—No. La ciencia no es lo mío. A Lizzy le encanta eso, y quiere estudiar lo mismo que mi padre. Yo todavía no tengo idea de lo que el futuro me depara.


—¡Hermano! —Elizabeth llegó hasta nuestro lugar y tocó el brazo de su hermano.


La interacción de ellos dos me recordó a mis amigos Raúl y Lizbeth; ese tipo de vínculo de hermanos era muy agradable de ver. Empero, mi cerebro se enfocó en las palabras del señor Connor; él era hermano del Saltamontes Dorado, y ambos buscaban matarse.


—Espero que disfruten la comida, chicos —dije con calma.


—Gracias —repuso Daniel con una sonrisa.


—¿Podemos tomar todos los postres que queramos? —Elizabeth preguntó.


—Por supuesto —afirmé de manera honesta—. Me disculpo, tengo que retirarme por ahora.


—Nos hablamos después, Gunther —Daniel dijo al ofrecer su mano.


Acepté el gesto y me despedí. Caminé hacia la mesa donde se encontraba mi padre y me senté junto a él; aguardé unos minutos antes de iniciar una conversación. Mi padre bebía y fumaba con calma; su rostro mostraba tranquilidad y satisfacción notoria.


—Padre —por fin me atreví a hablar—, si voy a participar en las reuniones con el señor Connor y el señor Alipsis, por lo menos podrías explicarme la raíz de todo el conflicto.


—¿La raíz? —mi padre habló con su tono usual—, eso es muy simple, Gunther. El poder es la raíz de todos los conflictos más crueles que existen en este mundo.


—¿De verdad es sólo eso? El señor Connor dijo que Rhys es su hermano.


—Medio hermano, en realidad —reveló mi padre al dejar el puro en el cenicero—. Son hijos del mismo padre, pero de madres distintas. Ambos iniciaron sus conflictos por el poder hace mucho tiempo. Connor desea una parte del poder que su padre dejó al morir y Rhys también. Hace diecisiete años, cuando tú eras un bebé de unas semanas de nacido, conocí a Connor. Él era un adolescente como tú, entre dieciocho o diecinueve años, y descubrí que el chico era el enemigo más importante de Rhys, que, en aquél entonces, tenía quince o dieciséis años. Un conflicto tan ridículo entre hermanos se había expandido a nuestro país, pero ese problema arrastraba a otra persona: Heath Alipsis.


—¿Por qué confías en ellos?


—Porque ellos confiaron en mí cuando no tuvieron motivos para ello; y porque fueron los únicos que no intentaron tomar ventaja de la situación de nuestra familia. Claro, esas son las razones que suelo dar. Pero la verdadera razón por la que confío en ellos es porque su enemigo se transformó en mi enemigo.


—Pero has tenido peleas con ellos, y estuviste a punto de romper conexiones con ellos hace dos años.


—Por un malentendido. Pero no dudo de ellos. Sin embargo, el día en que Rhys Connor salga del mapa, nuestra confianza se terminará.


No pude evitar moverme para contemplar a mi padre de frente. ¿Era esa la justificación por la que no optaba por una guerra directa contra el Saltamontes Dorado?


—No me veas así, Gunther. Sabes muy bien que a causa de todas las traiciones que hemos vivido ya no podemos creer en nadie fuera de nuestro círculo más cercano. El día que Rhys Connor muera, nuestros grupos entrarán en guerra, y si lo analizas bien, nosotros todavía tenemos la desventaja. Si es necesario proteger al enemigo para ganar la guerra, entonces lo haremos, Gunther, porque el medio no importa, sino el objetivo. Es una fortuna que lo aprendas a tan corta edad, para que así puedas deducir a quién de estos chicos será necesario protegerle, así sea tu enemigo, para obtener las ventajas en las próximas batallas.


—Padre…yo… —busqué por una respuesta coherente.


—No tienes que decirme nada ahora, Gunther. Además, todavía estoy pensando en el método para evitar ese conflicto en tu generación, pero deberás estar preparado para ello. Por ahora tienes tres tareas importantes. Primero: analizarás quién de los tres tiene la mayor ventaja una vez muera Rhys Connor. Segundo: analizarás quién de esta nueva generación se convertirán en tu aliado y enemigo más valiosos. Y, tercero: decidirás cuál de todos ellos te dará la unión más prolifera para la organización.


—Dijiste que eso podía elegirlo con libertad.


—Y eso estoy diciendo. Un análisis te ayudará en tu decisión y en tu elección —mi padre acalló y bebió de un trago el vino tinto—, porque si Stephan no accede a tu petición de entablar una relación romántica, tendrás que elegir de entre los chavales que están aquí presentes.


Por una parte comprendí que mi padre no había mentido en la reunión con el Alquimista y el Dragón, respecto a no poder matar a Rhys Connor, ya que era, en verdad, una tarea riesgosa y complicada. Pero ahora sabía que no había propuesto su eliminación total porque nuestra familia todavía no tenía el control absoluto sobre los otros dos grupos. Con rapidez analicé sus palabras y la escena entre él y los dos asociados extranjeros; el señor Connor tenía un mercado exclusivo con sus drogas experimentales, pero el señor Alipsis ejercía mayor poder y control por su influencia con el gobierno de su país. Era una respuesta difícil de acertar sobre quién de ellos tenía el control mayoritario. Empero, mi padre había dicho que Rhys Connor era el motivo de su conflicto… Suspiré. Había descubierto a quién de los asociados mi padre mantenía bajo su control, y a quién de los dos usaba para ello.


Era una fortuna de que la fiesta de esa noche tuviera música en vivo, porque así las conversaciones no eran capaces de entrelazarse y de escucharse más allá de las mesas. Volví a respirar con más fuerza, saqué mi teléfono de la chaqueta y contemplé el nombre de Drake en la lista de contactos. Si ese niño heredaba el puesto de su padre, entonces sería de mucha utilidad una vez nuestro turno llegara para comandar a nuestros imperios.


No proseguí con la charla; preferí cenar y disfrutar de la velada junto a mi padre y a los invitados. De hecho, la noche concluyó un par de horas después, y ayudé a mi padre a despedir a las personas.


Cuando el reloj marcó las tres y media de la madrugada, los meseros iniciaron la limpieza del salón y por fin pude ir a mi habitación para descansar. Aunque no dormí de inmediato, ya que tomé mi teléfono celular para escribir un mensaje simple para Drake. Puse algo así como que había sido muy agradable conocerlo y que deseaba verlo pronto. Drake respondió algo parecido y nos deseamos buenas noches para no continuar con una conversación a esa hora.


Me acomodé con las sábanas y cobertores, cerré los ojos y dejé a mi mente descansar. Esa noche soñé con muchas escenas delirantes de la fiesta, y digo delirantes porque veía dinosaurios en tamaños a escala media, marranos con alas vestidos con trajes y ropajes femeninos y hasta mariposas gigantes en lugar de gente ordinaria como invitados; los únicos que habían apreciado como gente normal habían sido: Stephan, Daniel y su hermana, Drake y su hermano, Paul y mi padre.


Al despertar, como las diez de la mañana, hice caso omiso del sueño, me duché y seguí mi rutina ordinaria. Estuve en una junta matutina con mi padre y los líderes, luego desayuné; estudié un poco la información de la familia Dumá y de los asociados de mi padre, y asistí al entrenamiento. Para la noche, decidí ir al cuarto de observación del tercer piso de la mansión y contemplar las estrellas.


Esa noche no estaba nublada, porque el verano se aproximaba y por fin podría realizar uno de mis pasatiempos favoritos. Sin embargo, no había contemplado que Stephan me buscaría, ni mucho menos la discusión que estábamos por tener.


En la habitación había un telescopio grande que daba hacia la ventana que tenía el lugar; había dejado mi celular y un cuaderno de anotaciones en el escritorio cercano al librero extenso. Había llevado un libro extra de astronomía para aprender más sobre las estrellas, así que me había colocado con el libro abierto junto al telescopio para encontrar algunas constelaciones.


Cuando escuché la puerta abrirse y cerrarse, miré hacia la entrada y encontré a Stephan con un rostro serio. Él se acercó al escritorio y tocó la libreta sin mucho afán; yo me distancié del telescopio y caminé hacia él.


—¿Otra vez me estás evadiendo? —Stephan inició la conversación.


De pronto, recordé las palabras de Raúl, las acciones de Stephan durante la última interacción y su rostro dirigido a mí en la fiesta.


—Responde, Gunther —insistió Stephan al cruzar los brazos.


Coloqué el libro de astronomía sobre la mesa y suspiré.


—No te estoy evadiendo —dije con calma.


—Y… Claro… Raúl me contó lo que pasó esa noche en el bar. Te besaste con un enemigo, descubriste al espía del Saltamontes, le volaste los sesos y luego durante la fiesta te… —Stephan respiró con profundidad y agachó el rostro—, te besaste con uno de los invitados. ¿Cuál es tu problema?


—Mi problema —repetí sin comprender el cuestionamiento del todo. Analicé con rapidez, ¿a caso Stephan estaba celoso?


—Gunther… Dijiste que sientes algo por mí, pero lo único que parece es como si te hubieras olvidado de esa declaración. ¿Me mentiste?


—No. Realmente estoy enamorado de ti —revelé con honestidad al contemplar de frente a Stephan—, y me gustaría que fueras mi novio. Pero tú… ¿Qué sientes por mí?


De forma rápida, Stephan abandonó la postura defensiva, dio unos pasos hacia el centro de la habitación y noté un cambio en su expresión cuando quedó de frente. Aquella expresión solía mostrarla cuando existía un problema que no podía resolver. Cuando éramos niños, había dibujado esa mueca cada que no podía encontrar la solución a un problema de matemáticas o química del colegio, o cuando no era capaz de reconocer la diferencia en las balas de las pistolas, o cuando peleaba con sus padres por situaciones escolares; y ahora mostraba esa imagen ante mí, como si los sentimientos que tenía por mí fueran un problema.


Recargué mi cadera sobre la mesa y observé a Stephan. De una manera extraña, el haber interactuado con Drake y el haber sido atacado por los hombres del Saltamontes, provocaba un deseo por tocar a Stephan; en esos momentos quería besarlo y causarle placer sin importar las consecuencias.


—La verdad —sonó por fin la voz de Stephan—, me di cuenta de que siento algo especial por ti. Pero, Gunther…no estoy seguro de todo esto. Nunca he tenido una interacción con un hombre; además, tú eres mi líder.


Abandoné mi posición, di unos pasos hacia Stephan y tomé sus manos. Nuestros rostros quedaron de frente y nuestras miradas se entrelazaron. Stephan lucía demasiado atractivo con su rostro indeciso, y yo ignoré los deseos que pudiera sentir en esos momentos provocado por mis actos. Acorté la distancia y besé a Stephan con suavidad. Él cerró los ojos y yo también; nuestros labios se movían de poco a poco hasta que el beso se convirtió en algo húmedo. De pronto, ya sujetaba el rostro de Stephan y su cintura; nuestras lenguas se cruzaban y yo entraba a su boca para explorar su interior. Duramos así un par de minutos o un poco más.


Una vez rompí la caricia, abrí los ojos y el rostro ruborizado de Stephan causó un estremecimiento desde mi espalda baja hasta mi estómago e ingle. Coloqué las manos en sus hombros y retiré la chaqueta de parches que usaba; Stephan no reprochó. Proseguí al tocar su cintura y besar su cuello. La piel de Stephan era suave y dulce; así que lo mordí y dejé una marca sobre su tez bronceada. Escuché un suspiro por parte de Stephan y volví a morder y dejar otra marca cerca de su clavícula.


—G-Gunther… —Stephan habló con erotismo.


El sólo hecho de pronunciar mi hombre de esa manera fue tan excitante que dejé a mis instintos apoderarse del momento. Jalé a Stephan hacia mí, hasta quedar en el escritorio; moví su cuerpo para que quedara recargado en la mesa y desabroché su pantalón.


—¿G-Gunther, qué haces?


Arrojé una mirada seria y me incliné sobre las rodillas.


—P-Por favor…espera un poco, ¿quieres?


Suspiré con molestia y me incorporé. Stephan evitó mi mirada, por lo que me molesté. Era cansado tener que adivinar sus deseos y tener que sentir rechazo una y otra vez por sus actos confusos. Así que sujeté su rostro y busqué sus ojos.


—Stephan —pronuncié con sequedad—, ¿no te queda claro? Lo que siento por ti implica todo esto, besarte, tocarte, tener sexo contigo, estar en una relación, cuidarte, pedirte que estés a mi lado, interactuar en pareja, seguir por un camino juntos. Soy tu líder, lo sé, pero eso no es un impedimento para estar juntos.


—Yo me convertiré en tu mano derecha —repuso Stephan.


—Sí, lo sé. Pero tampoco es un obstáculo. Investigué sobre los casos en que ha ocurrido un amorío así, y en nuestra organización ha pasado más veces de lo que creí. No hay una regla que diga que esto está mal.


—Somos varones, Gunther. Dos hombres. ¿Tienes idea de cómo va a repercutir eso en la organización?


Solté a Stephan y di un paso hacia atrás. Al conocer a los asociados de mi padre había comprendido algo; mi padre había elegido a esas personas porque eran marginados del estándar de lo correcto que las élites imponían. Había sido otra forma para enervar a los enemigos, porque mi padre no creía en la moral, ni en los principios de lo “correcto” y “normal”. También lo sabía porque no me había rechazado y había hablado del matrimonio con un hombre como algo natural en el ciclo de un líder, algo que debía acontecer en mi futuro.


—Si eso es lo que te preocupa —dije con desilusión—, entonces será mejor que no volvamos a interactuar nunca.


—¿Gunther? ¿Por qué dices eso?


—Porque yo seré el líder de esta organización, y como tu líder, estarás protegiendo a una persona que repercutirá, como lo dijiste, en la imagen del grupo. Así que cuando yo sea líder, no sólo me desharé de aquellos que desean matarme, como Michael, también de aquellos que no están dispuestos a seguirme abiertamente por los caminos que tomaré. Eso te incluye a ti, Stephan. Si tanto repudio te causa que una persona como yo ocupe el puesto del representante máximo, entonces te quitaré el derecho de ser mi segundo al mando y te exiliaré de la familia Dumá.


—¿Por qué? —Stephan dudó con dolor palpable.


—Porque yo no voy a esconderme, Stephan. Dime, ¿cuántas veces un funcionario público o un político tuvo que vivir una mentira para ocupar un puesto sin ser repudiado por su sexualidad?, ¿cuántas veces un deportista ha tenido que ocultar sus preferencias sexuales por miedo a arruinar su carrera?, ¿cuántas veces la historia ha mentido en la vida personal de un científico o inventor para que su sexualidad no repercuta a su imagen? ¿Por qué la gente que no encaja con la “normatividad” tiene que tolerar ser vista como algo depravado? Yo no voy a vivir así, ni mucho menos a sentir miedo por algo que no debería ser señalado como erróneo. Yo seré como mi padre, un líder que toma decisiones para continuar, no seré sólo una persona gay. Y si tú no estás dispuesto a proteger a alguien como yo, que no va a reprimir su sexualidad sólo por la imagen de lo “normal” y lo “correcto” que la sociedad impone, entonces no te dejaré ser mi mano derecha.


—No quise ofenderte, Gunther.


—Lo hiciste. Al decir que sólo porque me quedaré con un hombre voy a “repercutir” a la organización, y me haces pensar que debo rechazar mi libertad como ser humano. Ni siquiera mi padre me hizo sentir así.


A continuación, tomé mi celular y salí del observatorio. Caminaba a toda prisa y sentía a mi corazón palpitar con rapidez, sentía un burbujeó en mi estómago y a la sangre subir hasta mi cabeza. Nunca antes había estado tan molesto en toda mi vida. Las palabras de Stephan habían sido el rechazo más profundo y cruel que había experimentado de manera consciente hasta ese momento.


Cuando llegué a la segunda planta, cerca del recibidor y las escaleras, entré por la puerta oculta que era parte de una pintura que adornaba junto a los ventanales frente al recibidor; eran imágenes de guerreros del siglo XVI, con armaduras, caballos y espadas. Llegué a una especie de corredor externo que guiaba hasta el cementerio privado de la familia Dumá. Di unos pasos entre las lápidas y me senté frente a la de Ágata Dumá. En un mundo controlado por hombres, donde las mujeres no habían tenido ni voz ni voto, ella había comandado a la familia y había sido una de las mejores líderes de nuestra organización.


Toqué con respeto y cautela el grabado en la lápida y tragué saliva.


—-Ágata Dumá —pronuncié con un susurro—, ¿alguna vez también te sentiste así? Como si fueras rechazada por tus hombres más cercanos… ¿Alguna vez escuchaste que tu sola imagen causaría una mala impresión en la organización sólo porque eras mujer? Porque…así me siento. Como si todo yo…la persona que soy…fuera un error para tomar el liderazgo de la familia.


Pero Ágata no se dio por vencida; lo sabía porque así lo narraban los récords. Ella había continuado y aceptado a quienes la habían acompañado por su camino. Ella demostró que ni el sexo, ni la sexualidad, así como la imagen, estaban ligados a un buen comando. Y yo haría lo mismo.


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