Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La Familia Dumá por Cat_Game

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Hola! Espero que se encuentren bien...

Tardé mucho en actualizar ésta historia (y en general el resto) debido a un episodio compicado que tuve en estos días pasados.

Anyway...

¡De verdad espero que disfruten de este capítulo!

¡Nos leemos en otra ocasión!

Capítulo ocho


Las caras de la muerte


 


—Explícame, ¿por qué no atacarla a ella desde antes? —mi voz sonó con fuerza en la oficina.


Ya estábamos mi padre y yo solos, puesto que Michael había ido a buscar a Cero-tres, conocido también como Trey; yo caminaba en sin rumbo en la habitación  y detuve mis pasos frente al escritorio para escuchar las explicaciones de mi padre.


—Lo hemos intentado, pero sin intenciones de matarla…hasta ahora —mi padre dijo al preparar un puro—; pero ya es suficiente. Había esperado a que algo así de grave pasara para usar su vida como una forma de protección contra la ASC y los altos mandos.


—Eso quiere decir que sabes dónde se encuentra.


—Correcto. Conocemos el paradero de Eveline, por lo que tu grupo no tendrá tantos problemas para encontrarla. Sin embargo, necesitarás mucha destreza y extremo cuidado, ya que viajarás al territorio de Rhys. Descuida, nosotros aquí haremos una provocación para dejar el camino libre, y con la noticia de que Michael te llevará a Nogami causaremos la sorpresa que buscamos. Además, en la frontera siguen los enfrentamientos.


—¿A caso esto de no matarla tiene que ver con cuidar a los enemigos?


—Sí y no —mi padre respondió una vez comenzó a fumar—, sí: porque es la madre de Rhys, y no: porque es sólo una pieza más en el tablero. Ella no conocía el mundo mafioso, y si analizas con calma, te darás cuenta de que la mayoría de los Señores de la Droga ven la partida como: buenos, malos y neutrales. Nosotros no, Gunther. En este mundo no hay buenos ni malos, ni neutrales; hay piezas que pueden ser usadas, movidas, cambiadas de bando, piezas que son más poderosas que nosotros y más débiles que nosotros. Incluso controlar la muerte de una pieza puede ser crucial para ganar la partida.


—Si somos más poderosos que los Saltamontes Dorados, ¿por qué hemos permitido que causen tanto alboroto? —dudé más para mí que para seguir la conversación. Después me acerqué hasta el librero y contemplé una figura ornamental que mi padre adoraba: una pieza de peón de ajedrez. Volví a hablar al aire—-: ellos no son el objetivo, son un medio.


—Exacto —afirmó mi padre con un tono complacido—. Gunther, nosotros no somos como esos grupos de drogas que buscan ser los mejores, los que tienen el control de un territorio, o los que están mejor coludidos con el gobierno. Gunther, alguna vez nosotros fuimos quienes controlaban casi todo el país junto a tres familias más, tuvimos una posición superior a cualquier otro narco. Pero fuimos excluidos, porque estuvimos en desacuerdo con los otros tres, y nuestro “compañero” nos traicionó.


—Padre —regresé frente al escritorio—, no quiero que mueras, no aún.


—Con la muerte de Eveline, la ASC creerá que tenemos a Rhys bajo la mira y nos dejarán por un poco de tiempo antes de encontrar a otro líder.


—Debo salir hoy mismo hacia Woods. Antes de que ataquen la mansión.


—Tu equipo viene en camino, Gunther. Recuerda las conexiones que tenemos, eso podría salvarte la vida. Ustedes viajarán en avión privado, y llevarás contigo toda la información que tenemos respecto a Eveline. Te acompañará Marcela Harrington como comandante del escuadrón, ya que Alice, Kile, Louis y Michael tienen las manos ocupadas.


De forma imprevista, la puerta de la oficina se abrió y Michael entró junto a un muchacho peculiar. Trey, Cero-tres, era alto, unos cinco centímetros más que yo, delgado, casi como de la misma complexión que Stephan, de ojos grises y de tez en exceso pálida, como si careciera de color. Su rostro era jovial y demasiado serio; tenía el cabello largo y sujetado por una coleta, y era de un color blanco antinatural, aunque crecía de ese color debido a su genética modificada. Vestía con un uniforme militarizado de un tono gris oxido, y portaba en su espalda una especie de mango de arma tecnológica que estaba sujetada por una funda.


—Trey está listo, Señor —informó Michael—, ya le he explicado que su misión, por ahora, es en Woods.


—Perfecto —aceptó mi padre.


Casi de inmediato, la señora Harrington entró junto a tres jóvenes más: Stephan, Raúl y Lizbeth.


—Retírate, Michael —ordenó mi padre. Michael obedeció y mi padre prosiguió—: su misión es simple, pero en exceso riesgosa. Matarán a Eveline Franco, la madre del Saltamontes Dorado. Su comandante es Marcela Harrington, pero todos ustedes responderán a las órdenes de Gunther.


—¿Está seguro de ello, Señor? —inquirió la señora Harrington—. Es una misión riesgosa, ¿de verdad es lo mejor que Gunther nos acompañe?


—Sí. Porque con ustedes estará más seguro que aquí o en Nogami. Vayan por sus armas y equipos de comunicación. Marcela, tú y Gunther ya tienen toda la información en sus cuentas; usen las Tablet codificadas para acceder a ella. La misión no puede tomar más de ocho horas, así que prepárense para lo peor si es necesario.


—Padre —hablé con un tono calmado para simular el miedo que sentía al separarme así de él—, te informaré una vez muera Eveline. Pero…¿irás a Bow?


—Sí. La confusión no es algo que podamos permitir, mucho menos en la alianza que tenemos. Cuídate, Gunther, y no olvides mis sugerencias de usar tus conexiones.


Sin otra palabra más, me retiré junto al grupo que viajaría conmigo. Sin importar que Stephan estuviera presente, no podía pensar en otra cosa que no fuera mi padre. Yo todavía estaba muy lejos de ser como él, de considerar tantos detalles, a pesar de que había visualizado todas las posibilidades en ese encuentro; me sentía lejos de alcanzar los objetivos, de pensar como él. Si me comparaba a él parecía que yo todavía no estaba listo; pero mi padre tomaba en cuenta mi opiniones…¿por qué? ¿Podría ser porque él también las consideraba antes de que yo las dijera abiertamente?


—Joven Dumá —la voz de la señora Harrington se hizo presente junto a mí—, descuide, no dejaré que nada le pase en la misión.


No repliqué con palabras, sólo asentí. Y luego me pregunté si ella también había negado la relación entre su hijo y yo. Quizá en esa misión lo descubriría.


Pasada casi una hora que tomamos en la logística y traslado a la pista de aterrizaje privada cercana al bosque del territorio, revisamos el plan al abordar el avión privado de diseño “V”. El primer lugar donde creíamos que encontraríamos a Eveline era en la mansión Connor, en el sureste de la ciudad Woods, así que nos dividimos en dos. Un grupo de infiltración y otro de defensa; así mismo, usaríamos vehículos rentados al aterrizar en una de las viejas pistas del antiguo aeropuerto del norte de la ciudad. El riesgo de muerte era inminente, y nuestro piloto, un muchacho llamado Richard, nos esperaría en la zona de abordaje una vez recibiera nuestra señal.


En una hora y cuarenta minutos arribamos a la zona antigua de aterrizaje de la ciudad Woods, y nos preparamos para movilizarnos. Por sugerencia de la señora Harrington, ella, Trey y yo iríamos en una de las camionetas, mientras que Stephan, Raúl y Lizbeth condujeron el otro vehículo. Nosotros éramos el equipo de asalto, y nos infiltraríamos a la mansión.


La ciudad Woods era tétrica, con construcciones góticas y colores oscuros, además estaba repleta de zonas boscosas y esto acrecentaba la frescura en el aire. La señora Harrington manejaba con rapidez y seguía el mapa que la camioneta mostraba en la pantalla de navegación; yo iba en el asiento del copiloto y Trey en los asientos traseros. No había conversación, sólo un silencio pesado.


Por fortuna, no tuvimos problemas al ingresar a la zona del sur, antes de la parte boscosa más privada de la ciudad. Por supuesto, no podíamos conducir en los carros hacia el interior de la propiedad privada de Rhys Connor, así que nos estacionamos en un aparcamiento de un restaurante de comida rápida que parecía nunca cerrar y que estaba bastante solitario. Nos reunimos en la parte de atrás, cerca del bosque cerrado por un muro de reja metálica.


—El grupo de defensa será la distracción —expuso la señora Harrington con un tono serio. Parecía como un soldado bien entrenado por su vestimenta negra que usábamos todos como uniforme, y su rostro no tenía ninguna marca de maquillaje—; así que Stephan, estás a cargo del grupo de defensa.


—De acuerdo —replicó Stephan.


—Para entrar a la mansión deberemos pasar una escolta de patrullaje y desactivar el sistema de seguridad.


—Yo puedo hacerlo si uno de ustedes conecta la Tablet —repuso Lizbeth—, es mi especialidad.


—Perfecto, Lizbeth, te daré acceso una vez estemos en la mansión. Cuando hayamos entrado, el grupo de defensa tendrá que quedarse en las cercanías para verificar si hay movimientos extras que pudiera interferir con la búsqueda.


—Estaremos en contacto continúo, comandante —Raúl pronunció con seguridad.


Yo guardé mis opiniones. De alguna manera creía que la misión sería relativamente fácil, pero no debía descuidarme.


Atravesamos la malla protectora con facilidad al romper el metal con unas pinzas e ingresamos a la zona boscosa privada. Los árboles estaban verdosos en su mayoría, algunos eran de hojas amarillas y otros de un verde oscuro; el camino estaba repleto de hojas marchitas caídas y sin posibilidad de marcas de senderos. La señora Harrington nos guió hacia el norte, y al cruzar un riachuelo nos dividimos. El grupo de defensa tomó hacia el este y nosotros al noreste. Caminamos por casi unos veinte minutos y contemplé con detalle el terreno; era fácil perderse en ese sitio sin una guía o un mapa.


—Mierda —la señora Harrington expresó con cierto estrés—, revisen sus sistemas en la tableta.


Obedecí y descubrí que el sistema del aparato tenía fallas constantes. No era una interferencia de hacking; no, eso era algo más sencillo. Cuando un aparato electrónico es expuesto a un cierto nivel de electromagnetismo inusual, fallará. Y nuestras tabletas se apagaron. Incluso el radio local no funcionaba muy bien, pues había una estática constante. Había investigado con anterioridad que la ciudad de Woods era en exceso misteriosa, y que entre más se adentrara a los bosques de la frontera, más cosas bizarras ocurrían. Sin embargo, no había creído que la familia de Rhys había optado por vivir en una zona que impedía a las señales viajar sin interferencias.


—Los radios todavía funcionan —volvió a hablar la señora Harrington—, pero nos localizarán por la señal de tipo local. Debemos darnos prisa.


Una vez terminó sus palabras la señora Harrington, avanzamos con más rapidez, pero nos escondimos detrás de unos árboles al escuchar pisadas. A unos veinte metros había una cabaña, y los hombres uniformados de negro, con trajes de sacos y pantalones de telas elegantes, patrullaban. Si matábamos tan temprano, la infiltración sería muy riesgosa.


—Trey —la señora Harrington susurró—, no los mates.


Trey asintió con la cabeza y vi que salió del escondite. El joven bajó la metralleta que portaba y golpeó con precisión puntos en los cuellos y nucas de los dos hombres enemigos. Ambos sujetos cayeron al suelo inconscientes. Nos movilizamos de inmediato e ignoramos la cabaña. Había una colina que nos permitió una mejor visualización del terreno. La mansión lucía a casi un kilómetro de nuestra posición al noreste, así que debíamos movernos con rapidez, además, había una zona pavimentada en la lejanía que era transitada por unas cuatrimotos y carruajes tirados por caballos. Supuse que usaban los carruajes por las posibles fallas en los autos y objetos electrónicos.


—Andando —ordenó la señora Harrington.


Tardamos casi una media hora más, y al fin estuvimos cerca de la mansión. Era increíble; protegida por una especie de canal lleno de agua, con un puente único visible en el frente, y con una fachada de castillo remodelado. Conté tres torres hacia nuestra posición, y tal vez tres pisos en general; debía existir un jardín interno porque había ventanales grandes que solían ser usados para apreciar el paisaje.


—No podremos burlar el sistema de seguridad —opinó la señora Harrington.


—No hay problema, comandante —dije con seguridad—, al no poder usar un sistema de satélite o Wi-Fi, la seguridad debe ser remota, por algún tipo de cable local que funciona ante el movimiento o sonido. Las cámaras deben estar conectadas a un sólo módulo de electricidad baja, debido a la interferencia natural. Yo puedo desactivar los dos sistemas; sólo necesitamos encontrar los controles más cercanos.


—Bien; primero busquemos una forma de cruzar. Stephan —la señora Harrington habló por el radio local—, necesitamos una distracción.


La estática hacía difícil la comunicación, pero hubo una respuesta positiva por parte del otro grupo. Aguardamos unos minutos y notamos movimiento por parte de los guardias cercanos.


—Tampoco es buena idea nadar, nos tomará mucho tiempo.


Me percaté de que Trey movió la cabeza hacia arriba y contempló el follaje de los árboles.


—Por la altura, alcanzaremos una de las terrazas con las cuerdas de alpinismo, y tendríamos que escalar por el edificio —la voz de Trey sonó seca y varonil—, o bien, usar las ramas bajas para alcanzar el otro lado del canal. También, por las ramas bajas, podríamos usar las cuerdas de tracción y llegar a una de las torres.


—Las torres —dijimos al mismo tiempo la señora Harrington y yo.


A toda prisa, escalamos por los árboles y usamos las pistolas con cuerdas de tracción para cruzar. Primero fue Trey, luego yo y al final la señora Harrington. Escalamos con facilidad y nos adentramos a la torre del noroeste. El interior del edificio era elegante, con antorchas de electricidad de generadores simple, con las paredes oscurecidas y los muebles de madera.


Salimos por la puerta de la derecha, encontramos un sistema de seguridad remoto, y con facilidad desactivé el aparato colocado en la pared. Justo como lo había predicho, usaban un sistema de conexión local, y tal vez estaba dividido en áreas seccionadas del castillo-mansión. Nos escondimos de dos guardias, luego seguimos por el pasillo ancho lleno de ventanales; había un jardín central muy grande, con arbustos estilizados y puentes elevados para crear un laberinto. Noté a una persona, una niña rubia de vestido blanco que iba acompañada de una escolta de tres personas trajeadas.


Al llegar a otra intersección, Trey neutralizó a un enemigo y proseguimos. Aunque no teníamos el mapa, recordaba la mayoría del camino que teníamos en nuestros récords que debíamos tomar hacia la habitación que creíamos que sería el escondite de Eveline. Sin embargo, la suerte no estaba de nuestro lado. Algo activó un sistema de trampas. Por supuesto, ¿cómo no lo vimos antes? Esa era una construcción reacondicionada de las viejas propiedades de los primeros pobladores; así que existía una posibilidad de que los pasillos tuvieran algunas trampas todavía activas. Caímos por una especie de túnel recto y llegamos a otra habitación de la segunda planta; era como un cuarto simple, de habitaciones generales con camas.


Sin perder un segundo, usamos las camas para protegernos del fuego. Los guardias disparaban metralletas de asalto, y nosotros respondimos. Con ayuda de Trey, matamos a cuatro, y yo maté a tres. La señora Harrington le disparó a tres, pero dejó a uno moribundo. Usamos al guardia para buscar un sistema de contacto y encontramos unos aparatos extraños con forma de rectángulo que mostraban un holograma plano de la construcción, los sistemas de seguridad y los cuartos de protección. Pensé que esos aparatos eran de una tecnología capaz de anteponerse al electromagnetismo que el bosque irradiaba.


—Con esto será más fácil —la señora Harrington opinó, y luego mató al guardia que había servido para accionar el aparato con un procedimiento de reconocimiento ocular y de voz.


Regresamos hacia otro pasillo, y proseguimos con cautela; creí que encontraríamos a Eveline pronto en algún cuarto de seguridad. Y así fue, pero no de la manera que había esperado. Nos embistieron con ráfagas de balas. Nos cubrimos detrás de los muebles y los pilares de contención entre los pasillos. Eran más de diez hombres y usaban escopetas, rifles, metralletas, así como cuchillos cortos. Eveline era una mujer morena, delgada, de cabello rubio claro y portaba un vestido de gala color negro con un abrigo de piel. Ella sólo estaba parada en medio de sus hombres, frente a una puerta color caoba, y sin hacer nada .


Los enemigos acortaron la distancia y nosotros quedamos sin forma de retroceso. La señora Harrington usó una granada de luz y nos dio una ventaja pasajera. Matamos a unas cuantos, pero nos doblegaron y despojaron de nuestras armas; excepto a Trey. Trey se enganchó en combate directo con cuatro hombres y los derrotó como si todo su cuerpo fuera un arma letal; empero, dispararon unos dardos con algún sedante hacia los tres. Arrastraron nuestros cuerpos casi inmóviles y nos colocaron frente a Eveline. La mujer caminó con sus tacones altos y quedó frente a mí.


—¿Pero, qué tenemos aquí? —pronunció la mujer con un tono mórbido y una voz como si sedujera a un amante—, es el pequeño Gunther Dumá.


De forma pronta, Trey embistió a su captor, y aunque tuviera sedante en la sangre, podía moverse.


—Si haces algo estúpido, perrito —sonó la vos de Eveline acompañada del seguro de una pistola al ser retirado. Apuntaba a mi cabeza con un arma plateada de nueve milímetros y de un diseño ostentoso—, voy a matar a tu próximo líder.


Trey no se movió y dejó que lo esposaran. Luego, Eveline bajó la pistola y tocó mi cara para palpar mi piel; su rostro lucía sonriente, y para ser una mujer de cincuenta años, se venía conservada y sobre-maquillada como esas actrices de la televisión.


—Voy a jugar mucho contigo, jovencito, voy a torturarte y te haré rogarme que te mate. Grabaré todo, así como ustedes lo hicieron con nuestro pobre perrito Aram Vega y sus amigos; y le enviaré una copia a tu papi. Sabemos que no existe otro Dumá, así que contigo acabará la dinastía de ratas apestosas que se interponen en nuestros planes.


Cuando soltó mi rostro, nos movieron hacia otra habitación; recorrimos un pasillo extenso con escaleras hacia el subterráneo. En el camino noté algunos sistemas de alarma local, unos monitores que bloqueaban el acceso a unas habitaciones y también había unos cuadros de paisajes boscosos y de personas; así fue como reconocí el rostro de la chica que había visto en los jardines. ¿Quién era ella? Una vez arribamos a una especie de sala circular, nos encadenaron sentados con unas esposas sujetadas en la pared, pero que nos daban cierta libertad, y con una palanca de polea hicieron que camas de tortura y mesas aparecieran del piso central al abrirse por debajo y tirar de unas cadenas hacia arriba. Junto a nosotros había quedado una especie de librero viejo lleno de tomos de colores variados y en la puerta había otro mueble. Pero el diseño era peculiar, porque era una cámara de tortura.


—Boris, manda una escolta al exterior, deben haber más perros sueltos con la correa de los Dumá —pronunció Eveline.


—Sí, Patrona —dijo uno de los hombres trajeados de cabellera rubia.


Nos habían despojado de nuestras armas y equipo de contacto; empero, no era tan estúpido como para creer que una situación así no ocurriría. Cuando eres un Dumá, y el próximo líder, y tienes un padre como Edme Dumá, no puedes cometer un error tan fatal como no considerar todos los escenarios posibles. Si no lo hubiera hecho, ¿dónde habría quedado mi honor como el próximo líder de la familia?


Sin embargo, aguardé a que Eveline y dos hombres de su guardia quedaran en la habitación. La mujer contemplaba los instrumentos de tortura de las mesas y balbuceaba todo lo que haría con mi cuerpo; estaba distraída y confiada. El problema eran los dos hombres en la puerta de la izquierda, así que debía pasar desapercibido con mis siguientes movimientos.


Antes de abandonar la mansión, había aceptado un regalo de mi padre: un químico que contrarrestaba los sedantes comunes. Era una nueva adquisición que el Doctor Harriet había ofrecido como un gesto generoso durante la fiesta pasada. Y ese químico, que estaba representado en una cápsula color blanco, había pasado desapercibido en la inspección por los hombres de Rhys, porque estaba en uno de los bolsillos interiores de mi chaqueta, en una zona bien escondida.


Moví con cuidado mi mano y la metí debajo de mi chaqueta, cerca de la ingle derecha; el bolsillo cedió y saqué la droga. Tosí y levanté las manos para simular que me cubría, pero ingerí una de las pastillas.


—¿Qué pasa, Gunther, no vas a rogar por tu vida? —Eveline preguntó con una sonrisa en el rostro—. Pónganlo sobre la mesa.


Los dos guardias abandonaron su lugar y se acercaron a nosotros. Simulé que forcejeaba, así que toque las manos de la señora Harrington y las de Trey. Ambos recibieron las pastillas extras, y mantuvieron sus rostros tranquilos. Yo fui liberado y llevado hasta la mesa. Mi cuerpo ya no estaba entumecido, y mis sentidos se habían reavivado. Esa era mi oportunidad.


Empujé al hombre de la derecha y rodé con él para dejar caer su cuerpo sobre el mío. Eveline y su guardia reaccionaron de manera automática y dispararon, pero mataron a su camarada; saqué la pistola del hombre y disparé sin abandonar la posición. Mientras que con una mano disparaba, con la otra buscaba las llaves de las amarras. Eveline se movió hacia detrás de una mesa y se cubrió de las balas; en la otra mano, el guardia se acercó a mí y retiró el cuerpo de su camarada. Yo pateé su cara para desestabilizarlo, luego corrí hacia mis aliados y tumbé el librero cercano para crear una barricada.


—¡Hijo de puta! —Eveline gritó—, ¿crees que podrás salir de aquí con vida?


Liberé a mis equipo con rapidez, pero nos cubrimos de las balas. Cuando escuché al guardia cargar su arma, levanté medio cuerpo y disparé en la cabeza del hombre; empero, un disparo de Eveline friccionó en mi hombro derecho, dejando una herida semi-superficial.


—Joven Dumá —la señora Harrington me jaló hacia el suelo para cubrir mi cuerpo; era obvio que ambos habían tomado la pastilla para contrarrestar el sedante—. No se arriesgue más.


Las balas se detuvieron y creí que Eveline cargaba su pistola.


Sin previo aviso, Eveline apareció por el lado izquierdo; se había quitado los zapatos para no revelar su posición, y disparó cinco veces hacia mí. Pero no hubo dolor en mi cuerpo; en lugar de esto sucedió algo inesperado. El cuerpo de la señora Harrington cayó sobre mí y por unos segundos perdí noción de la situación. La sangre salía del cuerpo de ella como una hemorragia sin control; su abdomen y pecho se mojaban y se manchaban del líquido rojo. Escuché como un sonido ahogado que hubo por un grito y una pelea, pero me quedé junto a la señora Harrington.


—No —susurré con dolor—, no, no… Señora Harrington…por favor…no…


La señora Harrington tocó mi rostro al acomodarla sobre mi regazo; su sonrisa apareció y recordé que era la madre de Stephan, porque reconocí esa mueca que arrojaba cada que estaba junto a su hijo. Era una sonrisa maternal cargada de cariño.


—G-Gunther —dijo con una voz débil la señora Harrington—, p-por favor…protege…a Stephan. Él te ama de…verdad… Y…yo…estoy muy f-feliz de que… —tosió un poco—, de que tú…también…lo ames.


Lágrimas salieron de mis ojos y recargué con sumo cuidado a la señora Harrington sobre la pared. Hice cálculos mentales y sabía que tomarías más tiempo para salir del territorio de la casa del Saltamontes ahora que habíamos sido descubiertos, más el tiempo para llegar al aeropuerto sin ningún retraso y regresar a Biannko…para eso entonces ella ya habría muerto.


—Lo siento tanto —fue lo único que pude decir con dolor honesto.


—P-Prométeme…por favor…prométeme q-que lo…protegerás…y q-que saldrán con vida…de aquí.


Asentí con la cabeza y lo prometí. Me incorporé, limpié mi rostro, volteé hacia la derecha y encontré a Trey junto a Eveline. Trey había subyugado a la mujer y había actuado de inmediato cuando Eveline había disparado a la señora Harrington. Caminé hacia la mujer e ignoré el dolor en mi hombro e interior; Trey elevó el rostro de Eveline al sujetar su cabello largo.


—¿Qué pasa, pequeño Dumá? —Eveline hablaba como si no hubiera peligro en esa situación—, ¿no te gustó que matara a esa perra? ¡Ay! Pobrecito niño, sin poder disfrutar de la muerte de una simple subordinada.


Levanté la pistola y no repliqué. No tenía intenciones de jugar con una mujer que ya estaba muerta para nosotros, así que disparé tres veces en la cabeza sin titubear. La voz de Eveline se apagó al primer disparo y su expresión quedó pasmada como un cuadro de horror. Trey liberó el cuerpo y lo dejó llegar al piso.


Regresé junto a la señora Harrington y descubrí que ya había fallecido. Me incliné y cerré sus ojos; me sentí culpable y lleno de rabia. Por mis descuidos habían matado a la madre de Stephan, y ahora yo tendría que darle la noticia. Todavía tenía una promesa que cumplir, así que agradecí en silencio por sus palabras y guardé un minuto de respeto.


—Joven Dumá —la voz de Trey me devolvió a la realidad—, es mejor que salgamos de aquí.


—Busquemos al grupo de distracción —ordené.


—Como pida.


Antes de proseguir hacia el exterior, nos abastecimos con las armas de los guardias caídos y en el camino robamos más pistolas cada que matábamos a los hombres del Saltamontes. Pasamos varios enfrentamientos hasta conseguir llegar a la puerta principal. Era una ventaja tener a Trey en el equipo, porque sus capacidades eran incomparables; él podía matar rápidamente y con una precisión inhumana. Yo podía defenderme y por la ira que sentía, era capaz de abrirme camino.


En el exterior, optamos por cabalgar unos caballos, ya que las cuatrimotos no funcionaron. En una zona del bosque se escuchaban ráfagas de disparos, así que nos dirigimos hasta el conflicto. Era cerca de la cabaña que habíamos pasado; había siete hombres que disparaban hacia el interior del edificio antiguo. Trey y yo nos cubrimos detrás de los árboles y dejamos ir a los caballos como distracción; disparamos para matar, ya que teníamos la ventaja por la posición. Sólo unos cuantos enemigos consiguieron contrarrestar el fuego, pero murieron por las balas provenientes del interior de la cabaña.


Cuando quedamos a salvo, nos encontramos con el equipo de Stephan. Raúl había sido herido en la pierna por dos balazos, y por ello habían optado por cubrirse dentro de la cabaña.


—¿Y mi madre? —Stephan preguntó al notar que sólo estábamos Trey y yo—, ¿dónde está?


Suspiré y negué con la cabeza.


—¿Murió?


—Eveline la mató cuando intentó matarme a mí. Me cubrió. Lo siento tanto, Stephan, pero no pudimos hacer nada.


—¿Y Eveline? —interrogó con enojo aparente Stephan.


—La maté. Pero debemos salir de aquí cuanto antes. Sólo nos quedan tres horas y treinta minutos.


No hubo respuesta. Stephan se acercó a Raúl y Trey; ayudó a Trey a llevar a Raúl. Lizbeth se acercó a mí y aguardó a mi lado.


El sol ya había comenzado a bajar, y el cielo se nublaba con prisa. No era una buena idea quedarse en ese bosque al caer la noche, así que guié al grupo por el camino correcto. Estaba seguro de que íbamos bien porque reconocía el terreno. Pasamos el riachuelo inicial y por fin arribamos hasta la salida.


Abandonamos la propiedad de los Saltamontes Dorados, pero escuchamos que unas patrullas se dirigían a nuestra posición. Con rapidez, subimos a Raúl a una de las camionetas, luego el resto abordamos y manejé con rapidez. Stephan iba de copiloto y Lizbeth y Trey acompañaban a Raúl atrás. Pasé por una calle poco traficada y esperé que nuestro piloto todavía estuviera vivo. Pero no pude ni corroborar eso, pues unas camionetas negras iniciaron la persecución y el camino hacia el viejo aeropuerto estaba repleto de policías y otros grupos armados.


—¡Gunther! ¡Nos tienen rodeados! —Stephan dijo al contestar el fuego que acababa de iniciar.


Viré el vehículo hacia la izquierda y pisé el acelerador para salir del camino pre-seleccionado. Si seguía hacia el norte, nos encontraríamos con todos los federales que cuidaban la frontera de la ciudad Woods. Pensé en otro método; pero no conocía la ciudad con exactitud. Del mismo modo, si seguíamos con esta camioneta, seríamos reconocidos.


Los balazos chocaban contra la armadura blindada, así como los vidrios protegidos.


—¡Gunther, si tomas hacia el oeste nos capturarán! —gritó Stephan al notar la ruta.


Saqué mi teléfono y marqué con rapidez sin descuidar el trayecto; no tenía otra opción si quería salvar la vida de todos. Presioné el altavoz y esperé al evitar choques masivos con vehículos de civiles y más enemigos.


—¿Sí? —la voz de Daniel sonó por la bocina del celular—, ¿Gunther?


—Daniel, sé que esto va a sonar muy raro, pero necesito de tu ayuda, por favor —pedí con rapidez.


—¿Qué pasa?


—Necesito salir de Woods, pero no podemos hacerlo con el vehículo que traemos.


No hubo respuesta inmediata.


—¿Están en la zona sureste?, ¿fueron ustedes los que atacaron la mansión de Rhys Connor?


—Sí —aseguré al apartar mis dudas respecto a la precisión de las noticias sobre  nosotros que Daniel revelaba.


—Dirígete al centro, por la calle Cangrejo, luego toma la avenida Pórtico y deja tu carro en el restaurante “Los Primos”. Nos vemos ahí entre diez y quince minutos.


—Gracias.


No tenía idea de la razón por la que Daniel había aceptado ayudarme, ni tampoco tenía un buen presentimiento. Ignoré las ideas negativas y seguí por la ruta que Daniel había indicado. Cuando pasamos por la avenida Pórtico, una calle extensa y con bastante tráfico, ya no éramos perseguidos. Aparqué la camioneta en el estacionamiento del restaurante “Los Primos”.


Había esperado un lugar concurrido, pero el sitio estaba vacío, y había dos autos estacionados. Una persona de traje, de cabello rubio y aspecto jovial, nos recibió y nos ayudó a entrar al restaurante desolado. En el interior noté que las mesas estaban desatendidas, con las sillas encima de éstas; supuse que el restaurante tenía tiempo sin ser usado.


—Gunther —la voz de Daniel se hizo presente al aparecer cerca del viejo contador—, sólo ustedes tienen la magnífica idea de aparecerse en Woods y causar un desastre así. El Doctor Harriet le informó a mi padre de que algo así estaba pasando, y mi padre me insistió en que estuviera al pendiente de cualquier contacto con la gente de tu organización.


—Eso explica por qué estabas preparado —repuse con calma.


—Entrégale las llaves a Jonathan —señaló Daniel al joven que nos había recibido—, y él se encargará de deshacerse de la camioneta.


Jonathan se acercó a nosotros y yo entregué las llaves.


—¿Estás herido? —Daniel caminó hacia el grupo y quedó frente a nosotros—. Veo que ambos están heridos, tu amigo y tú. Será mejor que regresen al Estado de Biannko, a su ciudad, si quieren vivir y contar lo que hicieron acá.


Hasta ese momento comprendí que Daniel ejercía poder por la posición de su padre, y debido a esto actuaba un poco distinto en esos instantes. No parecía el chico inocente y agradable que con el que solía hablar por mensajes y llamadas telefónicas.


—Daniel, ¿vas a pedir algo a cambio? —cuestioné con seriedad.


—No, ¿por qué haría eso? —repuso Daniel al sonreír—, somos amigos, ¿verdad? Y mi padre respeta mucho a tu familia, así como el Doctor Harriet. Por eso mismo pensé que pedirían nuestra ayuda.


—Perdimos a nuestro piloto —Stephan habló con rapidez al quedar junto a mí. Prosiguió—: no tenemos forma de salir del Estado de Woods.


—Sí, lo sé. En el viejo aeropuerto inició la balacera. ¿Alguno de ustedes sabe volar un avión? No es muy grande, es para seis personas, pero requiere de un piloto. Mi padre lo manda para ustedes.


—Yo puedo hacerlo —Trey reveló con seriedad.


—Bien, entonces, síganme. Iremos a casa del Doctor Harriet.


—No —dije con rapidez—, no te creo. No puedo concebir que sólo porque seamos amigos tú hagas esto.


Daniel acortó la distancia conmigo, y sentí que Stephan también cerró la distancia al topar su hombro con el mío.


—¿Siempre eres así? —preguntó Daniel—, ¿tan perspicaz?


—Ustedes no tienen nada que ver con nosotros, no suelen intervenir en nuestras peleas con otros cárteles, ¿por qué ayudarnos ahora?


Analicé a toda prisa. El joven de nombre Jonathan todavía no abandonaba el edificio, así que teníamos la posibilidad de tomar la camioneta de vuelta. Empero, si actuaba de manera sospechosa, entonces Daniel podría hacer algo en nuestra contra.


—Está bien, te diré la razón porque me simpatizas mucho, Gunther. Mi padre y el Doctor Harriet tienen interés en saber cómo va el desempeño de Cero-dos, Cero-tres y Cero-cuatro en la organización de tu padre, pero para pedir algo así necesitan ganar la confianza de tu padre, y dijeron: “¿por qué no? Ayudémosles un poco y luego pidamos acceso al grupo y así meter a uno de nuestros científicos bajo el comando de nuestra compañía para verificar cómo van”.


Contemplé a Trey con rapidez y luego regresé la mirada hacia Daniel. Trey, junto a los otros dos chicos, había llegado a la organización hace poco; habían sido mantenidos en una especie de máquina de hibernación para mantener sus cuerpos jóvenes hasta que pudieran ser dejados en libertad. Sabía que había sido creado por el Doctor Cal tiempo atrás, incluso antes de que yo y Daniel llegáramos a este mundo; además, había sido criado una parte de su vida en un laboratorio del país Bow junto a Cero-uno y el resto. De acuerdo con la información, todos esos humanos provenían de un prototipo conocido como “Cero”, mismo que había muerto después de haber sido usado como base para diez prototipos de segunda oleada.


—De acuerdo —acepté—, pero habrá una condición de por medio.


—Bien —contrapuso Daniel—, ¿qué te parece si dejamos esa condición en manos de nuestros padres? Por ahora, vayamos a la casa del Doctor Harriet para que puedan salir del Estado de Woods, y estén fuera de peligro.


—Sí, me parece buena idea.


Ante el acuerdo, nos movilizamos con ayuda de Daniel. Nos trasladamos en una camioneta distinta, una de color rojo y manejada por Jonathan; quién parecía ser una especie de escolta privada de la familia Cal. Llegamos a la propiedad del Doctor Harriet, a la zona de aterrizaje privado y salimos de Woods en una nave tipo avioneta. Trey pilotó el avión y yo contacté a mi padre de inmediato.


—Padre —dije por la bocina del teléfono—, vamos en camino, pero…el Doctor Harriet y el Doctor Cal quieren hablar contigo respeto a una situación de infiltración. Además, tuvimos una baja. La señora Harrington murió.


—Comprendo —se escuchó la voz seria de mi padre—, no te mortifiques más. Yo arreglaré la situación con Harriet y hablaré con Louis para hacer un homenaje a su esposa. Por ahora, enfócate en regresar sano y salvo. Yo viajaré en dos días para dar la noticia al Alquimista y el Dragón. La ASC ha detenido los ataques y parece que tomarán un tiempo antes de volver a meterse con nosotros. Hiciste un buen trabajo, Gunther. La muerte de Eveline Franco nos dará una gran ventaja.


Sin importar que escuchaba palabras de aprobación por parte de mi padre, no podía dejar de sentir una culpabilidad tremenda; era como si todo hubiera sido en vano, y como si el sacrificio de la madre de Stephan pareciera erróneo. ¿De qué manera afectaría su muerte a nuestra relación? ¿Sería negativo o positivo? Y yo había robado el último momento de la señora Harrington, sus últimas palabras, en lugar de que hubiera hablado con su hijo. Quizás, ella y Stephan habían discutido la noche anterior, y habían dejado asuntos pendientes como pedir perdón; era por eso que no me atrevía a entablar una conversación con Stephan en esos momentos.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).