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When the times come por Dra-chan

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Notas del capitulo:

Segunda parte de tres que no está terminada, juejuejue

6


Richie nació y vivió parte de su infancia en Derry. Sus padres eran de ahí y parecían creer que ahí morirían. Un día, sin embargo, a su padre le ofrecieron la oportunidad de un mejor trabajo en California y los planes de mudanza fueron inevitables.


No es que a Richie le importara, tenía cuatro años y no muchos amigos. Era inquieto y revoltoso, nunca se callaba y generalmente decía todo lo que pasaba por su cabeza. A sus compañeros y maestros eso no les hacía demasiada gracia, por lo cual pasaba gran parte de su tiempo escolar solo.


Su madre lo llevaba al parque de vez en cuando para “quemar energía” y Richie amaba eso. Correr, brincar y saltar por todos los juegos era de sus actividades favoritas.


Hasta que un día lo vio. Era un niño pequeño, balanceándose sobre los columpios de forma triste. Richie lo había visto un par de veces jugar en la caja de arena pero nunca se había acercado. Últimamente sólo lo veía mirar melancólicamente a los juegos sin hacer nada más que estar sentado en los columpios. A veces pasaban muchísimos días sin verle.


Así que aprovechó la oportunidad para acercarse, pero entre más cerca estaba, mejor podía verle y Richie nunca había visto un niño tan bonito como ese. Su cabello pulcramente peinado, la piel pálida que hacia juego con su cabello castaño. Una camisa tipo polo y unos shorts que dejaban ver las delgadas y perfectas piernas, sin herida alguna. Richie estaba lleno de moretones y costras, pero este niño parecía una delicada muñeca de porcelana, como las que colecciona su mamá, pero sin los ojos aterradores. De hecho, cuando el niño levantó la mirada y le vio con sus bonitos ojos café, Richie no se pudo detener de abrir la boca. No es como si en algún momento, aunque quisiera, se hubiera podido detener.


—Eres muy, muy bonito —fue lo primero que pudo decir y se deleitó con el sonrojo que cubrió las mejillas del niño pequeño, quien parecía a punto de decir algo.


Sin embargo, ese algo nunca fue dicho, sólo un agudo grito salió de sus labios mientras se agarraba el brazo con fuerza. Richie no sabía qué hacer, no sabía si tocarlo era una buena idea. No pudo pensar en nada qué hacer cuando una mole gigante, presumiblemente una mujer, corrió hasta los dos vociferando cosas que Richie no alcanzaba a entender, más concentrado en el pequeño niño que seguía gritando y llorando de dolor.


Sintió sus propias lágrimas escurrir por sus mejillas al tiempo que su madre se acercaba y le tomaba del brazo.


—¡Espere! —gritó su madre una vez, pero el niño y la enorme señora habían desaparecido.


Años después Richie entendió que ese chico era su alma gemela. Pero él ya estaba en California.


7


No lo entendió rápido, ni siquiera pensó en ese sucedo a detalle durante los siguientes años. Ni siquiera su madre, quien sospechaba la situación, traía el tema a colación.


Richie sabía lo básico sobre las almas gemelas y el tatuaje que aparece como primeras palabras que se dicen, pero no es algo que ligue a un incidente de cuando tenía cuatro años. No al menos hasta que ve a una pareja encontrarse por primera vez y contemplar la escena. Son un par de chicas en una heladería cerca de su casa. Richie tiene catorce años y puede ver y escuchar claramente como una dice:


—Un vaso muy grande sabor chicle, por favor —hay una bonita sonrisa en sus labios, quizás por la ilusión del helado, pero Richie lo duda porque la otra chica le está dirigiendo una sonrisa igual de soñadora.


Antes de poder formular alguna palabra, la chica del mostrador suelta un agudo grito y se toma el brazo con fuerza. Richie de verdad sabe la teoría de todo el asunto, pero nunca había visto frente a frente la escena. O al menos nunca cree haberlo visto. Pero ese momento le trae a la mente el recuerdo del pequeño niño bien peinado y de rodillas perfectas. Recuerda su grito y el cómo llevó su mano derecha hasta el brazo izquierdo, como si algo ahí le estuviera lastimando. Diez años después Richie lo recuerda con una claridad tan abrumadora que no puede evitar las lágrimas.


—¿Lo supiste en ese momento? —le pregunta Richie a su madre esa noche, después de contarle lo escena de la tarde.


Maggie, su madre, podría hacerse la desentendida, preguntarle de qué está hablando. Pero sabe que su hijo no es ningún idiota y aún puede ver brillar las lágrimas en sus ojos.


—Sí —responde su madre en un suspiro apenado—. Ya casi nos íbamos a mudar, pero intenté hablar con la madre del niño sobre ese asunto, aunque eran demasiado jóvenes para poner esa presión sobre ustedes… pero esa… esa mujer —escupe casi con odio, poco propio de ella—. Me dijo que no nos acercáramos nunca. Lo siento Richie, de verdad lo intenté.


Por supuesto que Richie no pone nada de culpa sobre su madre, sabe que algunas cosas son inevitables. También cree que si tienes un alma gemela es por algo, no importa lo difícil que lo pongas las personas, están destinados y se encontraran cuando el momento correcto llegue. Lo sabe, en su corazón lo sabe, pero no evita la desazón que le embarga.


Los años siguen pasando, sin embargo. Richie conoce gente a lo largo de los años, incluso tiene un mejor amigo llamado Stan que con el tiempo comienza a trabajar en la cafetería que su madre abrió cerca de la universidad donde terminará estudiando. Sale con algunas personas durante eso tiempo, pero nada demasiado serio. Richie no recuerda exactamente el rostro del pequeño niño que es su alma gemela, pero tiene una parte importante en su corazón y no puede esperar el día de volver a encontrarle. Incluso a planeado viajar a Derry para buscarlo debajo de las piedras si es necesario.


Son puros planes, por supuesto, porque la edad adulta comienza a consumirlo, el tiempo de la universidad y el trabajo de medio tiempo en una radio local no le dejan pensar demasiado. Su madre y Stan le reprochan que ya no pasa tiempo con ellos en la cafetería, pero a Richie le gustaría que entendieran que no tiene ni tiempo para él mismo como para intentar hacer tiempo para otras personas. Ve a sus padres de vez en cuando en casa y sus días libres trata de pasarlos con Stan o algunos otros amigos, pero nunca pensó que todo eso sería agobiante.


—Ha entrado un chico nuevo a trabajar —comenta Stan distraídamente poco más de medio año de haber comenzado con los estudios universitarios.


—Tiene casi seis meses trabajando ahí, no acaba de entrar —corrige Richie, ya que su madre siempre lo mantiene al tanto de los nuevos trabajadores.


—Sí bueno —se encoge de hombros su amigo, restándole importancia—. El tiempo es relativo.


Richie no agrega más que un rodeo de ojos y continua con su tarea. Stan se encarga de que no se distraiga demasiado mientras está en ello y no tocan el tema de nuevo. Ambos estudian carreras diferentes y conocen a mucha gente diferente, incluida la gente en la cafetería o en el trabajo de Richie. Ambos han pensado en mudarse juntos a un departamento, pero también saben que es muy cómodo seguir viviendo con sus padres a pesar de las miles de reglas que incluye esa comodidad.


No vuelven a tocar el tema durante un largo rato. Richie ve distraídamente una foto del chico en cuestión en la cuenta de Facebook de Stan, pero está algo borrosa. Hay un brillo familiar al que no le presta la suficiente atención porque se acercan los exámenes finales y hay otras prioridades.


A finales del primer año universitario, Richie y Stan rentan un pequeño apartamento juntos. Stan tuvo una pelea realmente fuerte con su padre y considera que es el mejor momento para independizarse. Richie no tiene ninguna necesidad, pero es su mejor amigo y no puede dejarlo solo.


—No necesito que vivas conmigo —refunfuña Stan cuando Richie anuncia que vivirá con él, sin preguntarle su opinión.


—Claro que lo necesitas —es la respuesta que obtiene y Stan sabiamente decide no argumentar nada más.


Todo iba bien. Hasta que Bill apareció.


8


Richie está presente en la cafetería cuando sucede. Es una de las raras tardes donde tiene oportunidad de ir. Generalmente sólo tiene tiempo de pasar por las mañanas, muy deprisa, tomar un café y salir corriendo a clases. Stan siempre tiene los turnos de la tarde porque estudia en las mañanas y es la razón por la que se veían poco antes de vivir juntos. Es la razón por la que Richie sólo conoce al personal matutino. Esperaba poder conocer al chico que le está quitando el puesto de mejor amigo de Stan, pero resultó ser su día libre. No evita que esté ahí gorroneando un poco de café y panecillos gratis.


El chico que entre es alto, muy alto y de cabello castaño casi rubio. Tiene la piel clara y unos impresionantes ojos azules. Richie definitivamente no le está repasando el trasero. No hay pruebas de ello.


—Café con poca azúcar y mucha leche, gracias —es la orden rápida y concisa que da el chico, con una sonrisa cegadora en los labios que hacen ruborizar a Stan como quinceañera, Richie es testigo y lo usará en su contra en un futuro.


—¿Lo quieres grande o chico? —agrega Stan rápidamente, intentando cubrir su bochorno y lanzándole una mirada fugaz a Richie, como si pudiera leerle el pensamiento.


Richie definitivamente iba a agregar algo a esa pregunta antes de que Stan y el otro chico comenzaran a gritar sujetando ambos su brazo izquierdo con fuerza.


Stan se derrumba sobre la barra, varias lágrimas saltando por sus ojos mientras su mano derecha aprieta con fuerza el antebrazo izquierdo. El chico alto y medio rubio está acuclillado en el suelo, intentando sofocar el grito apretando los labios con fuerza. Es un momento rápido, que, así como llega, termina.


—Santa mierda —es Richie el primero en agregar algo a la situación. Escucha claramente a su madre salir de la cocina y a los demás clientes acercarse al par de chicos que se miran con algo de horror.


Lo siguiente que sabe Richie es que Bill, como se ha presentado de forma apresurada, es un torbellino de preguntas sobre Stan.


—¿Cuál es tu nombre?


—Stan… Yo…


—Yo soy Bill, ¿qué edad tienes? —interrumpe el chico.


—Diecinueve, pero… —intenta de nuevo Stan.


—Oh rayos, eres muy lindo. Eddie me ha hablado un montón de ti —continua Bill sin tregua, los ojos le brillan de entusiasmo.


—¿Eddie? ¿Pero qué…?


—Chicos —es Maggie, la madre de Richie, quien interrumpe esta vez—. ¿Por qué no toman asiento y charlan un poco? Les llevaré algo de café y así no estorban a la gente.


Sólo hasta ese momento ambos chicos se dan cuenta de la pequeña fila de personas que está detrás de Bill, aunque ninguno de ellos parece especialmente molesto. Cuando dos almas gemelas se encuentran es casi fascinante ver cómo se desarrollan los eventos.


Ambos lucen algo apenados y Stan guía a Bill hasta una de las mesas, lo suficientemente alejada de Richie para que éste no husmee en sus asuntos.


—Richie, ayúdame por favor —dice su madre con una sonrisa que no da opción a negarse al pedido.


Por mucho que a Richie le gustaría husmear más en lo que esos dos hablarán, no puede dejar sola a su madre y aunque poco o nada ha ayudado en la cafetería en el último año, durante la preparatoria fue uno de los mejores baristas, así que desempolva su talento y se pone manos a la obra.


9


Stan llega a la hora acostumbrada esa noche. Retomó su turno una vez que Bill salió de la cafetería con una sonrisa boba en los labios y Richie pudo ser libre de las garras de su madre. No quiso tocar el tema y le dijo que hablarían cuando llegara a casa. Pero todo lo que hace Stan al entrar a casa es tirar sus cosas al sofá, cosa que nunca hace siento tan prolijo, y sacar rápidamente su celular.


—Eddie —dice en un tono tan calmado que, si Richie no leyera el ataque de pánico en su rostro en ese momento, se lo creería.


No pone mucha atención a la llamada, pero se siente muy ofendido al ver que su supuesto mejor amigo pasa totalmente de él y habla con alguien más sobre el encuentro de su alma gemela. Luego recuerda que Bill es amigo de Eddie y aunque sigue sintiéndose ligeramente celoso al respecto, le deja terminar su llamada.


—¿Y bien? —dice una vez Stan termina la llamada, logrando captar que verá al chico en cuestión el día de mañana en su lugar de trabajo.


—Quiero morir —masculla Stan, enterrando su rostro entre sus manos.


—Amigo, es tu alma gemela, ¿qué puede salir mal?


—¡Todo puede salir mal! ¿Qué no lo viste? —cuestiona Stan un poco alterado—. Es tan… tan… —hace un movimiento errático con las manos, como si eso significara algo para Richie.


—¿Guapo, caliente, follable? —ignora la mala mirada que le dirige Stan—. No soy ciego, tienes suerte, no sé por qué entras en pánico.


—¿Y me has visto a mí? —señala todo su cuerpo con sus manos, como si eso fuera respuesta suficiente al asunto.


—Claro que sí Stan, y también te he visto desnudo varias veces…


—En contra de mi voluntad —agrega su amigo, muy indignado.


—Y puedo decirte —continua Richie, como si la interrupción no existiera—. Que aun con ropa, ese tal Bill también dio una buena ojeada al material y le gustó lo que vio.


—No soy ningún objeto, Richie.


—No, por eso mismo lo digo. Eres su alma gemela, eso debe significar algo. Ve y conócelo para que sepas por qué.


Stan sabe muy bien que Richie siempre ha sido de la creencia de que las almas gemelas son almas gemelas por algo, no por simple casualidad. Que siempre hay un significado más profundo detrás de todo ello. También sabe que conoce los miedos e inseguridades de Stan, el miedo de que una persona esté con él sólo porque el destino así lo trazó y odia con el alma esa idea.


—Sí, sí, mañana…


—Mañana será un gran día —intenta animar nuevamente Richie, aunque no está muy seguro de conseguirlo.


10


Richie tiene que pasar dos horas viendo ir y venir a Stan por el apartamento buscando qué ponerse. Generalmente el chico siempre intenta verse bien e ir pulcramente vestido pero el día de hoy es como si ni siquiera se sintiera a gusto en su propia piel. Se ha cambiado de ropa aproximadamente cinco veces y Richie cree que si lo hace una vez más se volverá loco.


—Cualquier cosa servirá, te lo aseguro —intenta tranquilizar de nuevo Richie, pero Stan está demasiado metido en su propio pánico como para ponerle atención.


—No puede ser cualquier cosa, ¿qué pensará de mí?


—Pensará que eres su alma gemela y que es un chico muy afortunado.


—No sé si es una buena idea —continua Stan, quedándose quieto frente a su armario.


—¿Conoces la historia de mi alma gemela? —pregunta Richie después de unos minutos en los que ninguno de los dos dice o hace algo.


—La conozco —asiente su amigo, dándose la vuelta para poder mirar a Richie, quien está tirado en la cama de Stan con la mirada ausente en el techo.


—¿Y realmente quieres dejar ir la oportunidad sin saber qué pudo haber pasado con los dos?


—No, claro que no —niega Stan fervientemente, girándose de nuevo en el armario y rebuscando en él.


Sin embargo, tiene que pasar otra media hora para que Stan no se odie lo suficiente a sí mismo para decidir salir al fin del departamento.


—Sino nos vamos ahora llegarás tarde, ¿quieres dejarlo esperando? —señala Richie mirando el reloj. Viven relativamente cerca de la cafetería, pero si tiene que ir tirando de Stan todo el camino, puede ser un largo camino.


—¡Claro que no! Pero…


—¡Entonces vámonos! —Interrumpe Richie, tomando sus cosas y jalando a Stan del brazo.


—¿Por qué vienes tú también? —cuestiona Stan sin poder demasiada resistencia, aunque tampoco luciendo demasiado feliz.


—Soy el encargado de que no salgas corriendo. A parte, ¿creías que me perdería este momento? Claro que no amigo.


—Sólo quieres ver cómo me avergüenzo a mí mismo frente a todos y fracaso miserablemente con Bill —agrega Stan de forma agría.


Richie detiene sus pasos y voltea a ver a su mejor amigo.


—Claro que no, quiero ver cómo triunfas en esto, como todo en la vida, y sales adelante con un chico súper guapo a tu lado. Dijiste que tu amigo Eddie te ha hablado maravillas de él, que parece ser que no tiene un maldito desperfecto y si fuera humanamente posible el tipo cagaría bombones. Así que quiero ver que las cosas te vayan de maravilla y al fin folles como tanto te hace falta.


—¡No tienes que ser tan vulgar!


—No, pero la idea no te molesta.


No, no le molesta.


11


Richie y Stan se asoman por una de las esquinas que da a la cafetería. Los dos pueden ver cómo Bill ya está frente a la puerta, luciendo nervioso y adorable a pesar de su tamaño. Richie puede ver de cerca el rubor naciente en las mejillas de Stan y no puede evitar rodar los ojos con fuerza.


—Por favor —masculla antes de tomar el brazo de Stan y jalarlo hasta el otro chico, quien los ve acercarse un poco desubicado.


—Acá, todo tuyo —dice Richie empujando a Stan a los brazos de Bill, quien rápidamente lo atrapa para evitar que caiga, aunque Richie no usó demasiada fuerza—. Amigo —continua mientras se dirige a la entrada de la cafetería y abre la puerta—, es sólo una cita, no tu boda. Tuve que arrastrarlo todo el camino hasta acá. No creerás lo que… —intenta seguir con su parloteo, pero se interrumpe cuando sus ojos se encuentran con el chico detrás del mostrador.


Han pasado muchos años, muchísimos en realidad, y Richie en general tiene muy mala memoria para las caras y los nombres de las personas que no frecuenta regularmente. Pero hay algo en ese cabello castaño bien peinado que le llama la atención. La piel pálida y de apariencia suave. Los ojos grandes y color miel que le observan con duda y algo de molestia. Recuerda vagamente las fotos de Stan, pero ahora que está frente a frente puede recordarlo como si hubiera pasado ayer. Las lágrimas calientes aun queman en sus mejillas después de ver a esa voluptuosa mujer llevarse al niño al que tantas ganas tenía de hablarle. También las lágrimas calientes cuando entendió lo que era ese niño para él y el cual estaba ahora muy lejos de él.


En fotos quizás no pero ahora está seguro, podría reconocer a ese pequeño niño donde fuera una vez lo tuviera frente a él.


—¡Oh! —masculla Richie, caminando rápidamente hasta el mostrador. Ignora la voz de Stan pidiéndole que se detenga, porque Stan ya no importa en este momento. Sólo importan ese par de ojos que no se alejan de él ni un solo instante—. Oh dios —continua Richie todo lo cerca que el mostrador le permite—, sigues siendo muy, muy bonito —dice porque es lo primero que viene a su mente y porque necesita que el chico entienda, que algo en él comprenda quién es Richie.


Ve a Eddie, porque ahora sabe su nombre y puede saborearlo cuanto quiera, llevar instintivamente su mano derecha a su antebrazo izquierdo y Richie se deleita con el movimiento porque Eddie, lo sabe, sabe quién es él y sus ojos se vuelven imposiblemente grandes por el asombro.


—¡Compórtate, Richie! —exclama Stan jalándole del brazo, pero no logra que Richie se aleje demasiado, no podrá lograrlo ahora que al fin Richie ha encontrado lo que tanto había buscado.


Escucha como Bill se acerca un poco a ellos murmurando el nombre de Eddie con un tono de preocupación, pero ninguno de los dos les pone la suficiente atención a sus amigos, están centrados sólo en ellos, es su momento y Richie cree fervientemente que nada ni nadie podría arruinar ese momento.


Entonces, al fin, parece que Eddie despierta de un sueño.


—Tú también sigues siendo muy bonito —escapa en un murmullo de entre los labios de Eddie. Su voz es suave y calmada, casi tímida. Sus ojos brillan emocionados y Richie está a punto de saltar sobre sus labios antes de que un lacerante dolor le atraviese el brazo izquierdo.


No puede creer lo doloroso que es sentir cómo las palabras se forman en su brazo, como si miles de agujas calientes se enterraran ahí para formar las palabras. Le aterra pensar que Eddie tuvo que soportar eso a la edad de cuatro años y entiende un poco su reacción de aquel tiempo.


Termina de rodillas en el suelo, sujetándose el brazo con fuerza deseando desesperadamente que el dolor termine de una vez, pero al mismo tiempo feliz de al fin poder experimentarlo.


No puede negar la envidia que sintió al ver a Stan y Bill tener su momento. Hubo ocasiones donde perdió la esperanza de volver a ver a Eddie, de siquiera saber su nombre, resignado a una vida en solitario. Pero ahora necesitaba que el dolor pasara y poder concentrarse en lo importante: Eddie.


Puede escuchar a Stan acercarse a él porque nunca dejará de ser su mejor amigo y preocuparse por él.


—Oh, hombre —masculla a través de la bruma del dolor, sintiendo que va menguando de a poco. Siente más que ver a Eddie acercarse a él y no puede evitar tomar su brazo y tirar de él hasta quedar frente a frente, disfrutando del sonrojo en sus mejillas y el brillo en su mirada—. Siempre lo supe —dice antes de estúpidamente lanzarse a los labios de Eddie como tanto había soñado, aunque nunca pudo darle una forma exacta a la persona en sus sueños.


Su madre, como siempre, decide que es oportuno interrumpir al fin.

Notas finales:

De verdad lo terminaré... eventualmente :v


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