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Querido diario por Cat_Game

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Día 2, fecha: 12 de Febrero

 

Ayer no quise escribir en el diario. No tuve ánimos de nada de eso. Por eso hoy redacto lo que pasó entre ayer y hoy.

 

Cuando llegué a Zaragoza, tomé un taxi y di la dirección de la casa de mi tío. El taxista condujo hasta la calle San Blas, y por fin arribamos.

 

No había esperado una especie de negocio, como un mercado local que vendía algunas frutas y otros alimentos. Revisé la dirección en mi teléfono improvisado que había comprado al llegar a Zaragoza con mis ahorros, ya que había dejado mi smartphone en casa de mis padres para que no me siguieran ni localizaran; pero…según esto era correcta. Entré y saludé a un hombre que vestía como un overol de trabajo color blanco y un gorro con rayas rojas. Él tenía el cabello castaño y la tez morena.

 

—Hola —le dije—, estoy buscando a Louis Ramirez.

 

—Hola —dijo él—, sí, el Señor Ramirez está ocupado. Yo te puedo ayudar, jovencito. Dime, ¿qué sucede?

 

—Es que Louis Ramirez es mi tío.

 

Y con esas palabras el hombre puso una mueca de duda notoria. Luego afirmó con la cabeza, pasó detrás del contador y arribó a una puerta blanca. Creo que no me creía; bueno, ¿y quién lo haría? Mi tío había cortado comunicación desde casi diez años atrás, así que era obvia esa reacción.

 

Otra vez el hombre salió, pero ahora acompañado de un hombre más joven que él, casi de treinta años. Supuse que él era mi tío. Tenía sus ojos verdes claros, la tez morena clara y el cabello oscuro, además, sus facciones eran como las de mi madre: un poco filosas. Él era el hermano menor de mi mamá, así que el parecido era indiscutible.

 

Sonreí y me acerqué a mi tío.

 

—Hola —dije con una voz suave, pero no supe que más agregar.

 

—¿David? —mi tío hablo. Su voz era varonil, como si hiciera juego con su imagen atlética y musculosa—. Mira nada más cómo has crecido. ¿Qué haces aquí?, ¿dónde está Mariana, tu mamá?

 

—Huí de casa.

 

Lancé la verdad como una bola de beisbol…porque, ¿qué otra excusa iba a dar?

 

—¿Cómo?, ¿por qué huiste de casa? —Mi tío se acercó a mí, tomó la maleta de mis manos y dejó que lo acompañara hasta la habitación del fondo. Entramos juntos y encontré una oficina modesta, con un escritorio blanco, tres sillas, con cuadros en la pared de alguna clase de ciudad con rascacielos brillantes en un panorama nocturno. Él se sentó y ofreció un lugar para mí, y agregó—: eso quiere decir que tus padres no saben que estás acá, ¿verdad?

 

Asentí con la cabeza.

 

—David, ¿puedo preguntar qué pasó?

 

Le dije la verdad. Le dije todo. Desde que había descubierto sobre mi sexualidad y les había escrito una carta a mis padres a los nueve años, desde que les había expresado lo mucho que me gustaba jugar con mi apariencia y vestirme como una chica, también le conté sobre las veces que me llevaron con un psicólogo, creyendo que algo andaba mal conmigo, más todas las discusiones que tuvimos. También le hice ver que ellos ignoraban el tema y que repetían una y otra vez que yo era un error. Le conté de aquella vez que en las escuelas me golpearon o me agredieron con comentarios homofóbicos y mis padres lo único que hicieron fue decirme que eran consecuencias de la vida que yo había elegido. Me desplomé frente a mi tío, lloré tanto como pude y también le confesé que había intentado suicidarme dos años atrás.

 

No sé cuánto tiempo duré así, pero él escuchó, me dejó hablar y por primera vez me sentí ligero y tranquilo.

 

—Calma, calma, David. Puedes quedarte conmigo por ahora —él dijo—, pero todavía eres un menor y tu madre puede sospechar muchas cosas si vives conmigo.

 

—No quiero volver —hablé con rapidez y miedo.

 

—Comprendo —mi tío suspiró—, veré la forma de solucionar con ellos esto, pero debes comprender tú también que no puedes vivir aquí para siempre.

 

—P-Por lo menos un par de semanas, por favor.

 

—De acuerdo.

 

No necesité más. Con unas dos semanas, podría encontrar la forma de salir del país y nunca volver con esas personas que me habían dejado a la deriva.

 

Hoy aprendí algo: siempre estamos solos. Siempre.


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