Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Querido diario por Cat_Game

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Día 5, fecha: 19 de Febrero


Todo estaba bien hasta hoy. Después del torneo me divertí mucho con el grupo del “Rincón”, luego regresé a las actividades en la tienda y hasta busqué en Internet escuelas de la localidad. Pero no todo es color rosa en esta vida, y lo compruebo otra vez hoy.


Mi tío llamó a mi madre y le dijo que estoy con él, y ahora mis padres vienen camino para acá. Creo que llegarán entre mañana o pasado mañana; no estaba seguro. Pero no quiero verlos, ni tampoco hablar con ellos. ¿Para qué?, ¿para escuchar su mierda? Porque eso eso, todo lo que dicen es mierda tras mierda. Me culpan de las circunstancias que vivo en la escuela o en la calle en general.


Ojalá tuviera una familia distinta, de esas que cuentan algunos actores y artistas populares del Internet, de esos que dicen que cuando “salieron del clóset” sus padres los abrazaron y les dijeron que todo estaba bien, que los amaban incondicionalmente. De esos que al mostrar sus ademanes, sus gustos, fueron protegidos por sus padres y hasta apoyados en las marchas de protestas o activismo. De verdad, ¿por qué es tan difícil para mis padres aceptarlo?


Bueno, y si no lo aceptarán, ¿por qué no me dejan en paz?


Así que tuve una idea en la cabeza. Tengo que irme, pero necesito irme ya. No me queda mucho dinero, así que tengo pocas opciones.


Investigué en la Red y busqué por algún método barato y rápido, pero todo excedió mi presupuesto.


Además, no sé si hablar con mi tío sobre esto.


Otra vez tengo mucho miedo y quiero llorar.


Lo hice, por un rato largo me quedé tumbado en el colchón de la cama, sollocé en silencio y observé el techo. Tuve fantasías una y otra vez, pero no de las que uno intuye con la palabra “fantasías”, porque no fueron de carácter sexual. Creé ilusiones donde yo vivía en otra realidad, donde la sociedad ya había abandonado ideas tan ridículas como “leyes divinas” y había adoptado la razón científica como leyes universales, donde la gente ya no imponía sus creencias sobre los demás y respetaban, donde el mundo condenaba a los abusadores sexuales como los pederastas y violadores, donde incluso la tecnología parecía sacada de otro mundo. Rayos…creo que me fui muy lejos en esas fantasías, pero, ¿qué más podía hacer?


Por una parte comprendía que mi tío tenía el derecho a hablar con mis padres, ya que yo había llegado como una especie de imposición. Nadie tenía por qué cargar conmigo, y eso estaba claro.


Cuando ya no pude más con mis pensamientos, abandoné la casa y caminé por las calles concurridas, luego pasé un parque y decidí sentarme frente a una zona de jardín.


La brisa era agradable, un poco calurosa y húmeda, pero nada que no pudiera soportar, pues había viajado a lugares de verdad muy calientes. Duré bastante tiempo ahí, hasta que una persona se acercó a mí.


No lo conocía, ya que era la primera vez que nos veíamos. El hombre era blanco, de ojos claros y cabello castaño claro; era guapo y se veía como de edad media. Vestía ropa casual y que acrecentaba su figura trabajada por el gimnasio.


—¿Te molesta si me siento aquí? —él preguntó.


Negué con la cabeza, y él se sentó.


—Es un día agradable, ¿verdad? —él insistió.


No hice casi a sus palabras, ya que creí muy bizarro su comportamiento. Pero él volvió a hablar y… Bueno, cuando te sientes desolado, ¿qué más puedes hacer?


—¿Vives por aquí? —él cuestionó.


—No —dije con calma.


—¿No?... Y… ¿cómo te llamas?


—David.


—David… ¿Cuántos años tienes?


—¿Y para qué quiere saber? —pregunté con sospecha.


—Te vez muy joven, quizá quince años a lo mucho. Y eres muy…peculiar. La gente andrógina es poco común de encontrar. Dijiste que no vives aquí, pero…¿qué estás haciendo aquí? No, no, disculpa, no debería preguntarte esas cosas. Mi nombre es Juan Sánchez y vivo cerca de aquí. No te había visto antes por estos rumbos.


Ni siquiera llevé la mirada hacia el hombre, pero comencé a formular teorías llenas de paranoia; tal vez ese hombre era de los trabajadores de algunas redes de pederastas, o de los que venden menores para la explotación sexual en otros países. Creo que las ideas de la mañana no me ayudaron mucho. Así que decidí no juzgar y hablar con ese tal Juan.


—¿Y tú, Juan, qué haces aquí? —le pregunté.


—Estoy un poco cansado del trabajo, y tengo una nueva oferta, pero… Si acepto la oferta, tendré que mudarme a Majorca y dejar a mi prometida aquí. Ella no quiere dejar su trabajo, porque ha perseguido su carrera profesional y su sueño. Creo que debo pensarlo bien.


—Qué envidia. Y yo que no puedo ni salir de aquí. Ya no quiero ver a mis padres y pensé que mi tío me apoyaría. A diferencia de ti, estoy sólo.


—¿Pensaste que te apoyaría? Y…¿qué hay de la escuela? Eres un alumno de bachillerato, ¿no?


—La escuela apesta. Todos los días tenía que soportarme a unos tipos que se burlaban de mí y a veces me agredían físicamente. Mis padres lo único que dicen: “tú te lo buscaste”.


—Oh, suena mal. ¿Y…es por eso que estás ahora con tu tío?


—Bueno, es que a ellos no les dijeron que ser padres significa cuidar de los hijos —agregué con un tono más relajado—. A ellos les importa el qué dirán y cómo su hijo mayor, varón, es gay y se identifica entre el espectro del género no-binario, creo que es más importante guardar las apariencias.


Había arrojado algo muy privado a un desconocido, así que esperaba algún tipo de comentario “moralista” o “del por qué era erróneo decir eso”. Pero no fue así.


—Creo que tus padres están un poco en el siglo pasado…o más. ¿Qué son, cavernícolas? El mundo necesita dejar prejuicios de la moral correcta ya, eso queda más que claro. Pero —dijo Juan al contemplarle—, el mundo todavía es peligroso. En especial para niños como tú. Muchos jóvenes de tu edad, al ser rechazados, suelen irse por el camino de las drogas.


Son reí con libertad y asentí con la cabeza. Lo sabía, pero no era algo que deseaba para mí.


—Descuida —dije con rapidez—, no quiero probar nada de eso. Todavía pienso que hay una oportunidad en todo este mundo podrido.


—Comprendo. David, se hace tarde, y sé que no quieres ver a tus padres, pero todavía eres un menor. Ten mucho cuidado, porque a veces las personas que dicen ayudarnos no son lo que parecen. Cuídate mucho, ¿vale?


—G-Gracias —compuse con sospecha.


¿Hablaba de mi tío?


Al término de la extraña charla con el tal Juan Sánchez, regresé a casa y fui directo a la habitación. Todavía no estaba listo para cuestionar a mi tío y escuchar que yo era una carga.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).