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De apuestas con los zafiros por JennVilla

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Notas del fanfic:

¡Hola a todos! Regreso con un nuevo mini-fanfic :3

Su categoría es Real Persn Slash, en este caso Tom Felton x Daniel Radcliffe.

Amo el Feltcliffe con mi vida, así que decidí escribir algo corto sobre ellos :) ¡Espero les guste!

—Estoy aquí para pagar la apuesta, nada más. —se decía Tom Felton mientras seguía muy de cerca a su amigo Dan, quien se abría paso entre la multitud, para llegar a la barra de la reconocida discoteca gay.

—Eres un estúpido y un idiota y un cabrón y... y te odio. Te voy a despellejar vivo y luego te arranco los huevos y sólo entonces, me los comeré mañana al desayuno con salchichas.

A pesar de la asquerosa y espeluznante imagen mental, Tom no pudo evitar sonreír un poco al escuchar las amenazas de Rupert, quien iba detrás suyo visiblemente enojado mientras le ofrecía sutiles zancadillas para nada bien intencionadas.

Recordó cómo había empezado todo.

La semana anterior, se habían reunido varios de los compañeros de reparto de las películas de Harry Potter para celebrar el cumpleaños de Evanna; la reunión había sido una grata sorpresa para la rubia, quien agradeció el bonito detalle de sus viejos amigos.

Tom había disfrutado mucho de la fiesta, ya que había podido compartir con todos sus amigos y además de eso, lucirse con su amada guitarra al cantar una canción para Evanna. Claro que lo que más le había gustado era que, más tarde, cuando los demás estaban refrescándose en la piscina, Dan le había pedido que le compusiera unos cuantos versos.

Tom había sonreído y buscando algo sobre qué cantar, se topó con la mirada azul de Dan y sin pensarlo, una canción completa, dedicada a los zafiros de Dan, había salido de su boca y de las cuerdas de su guitarra.

Pero no era por eso por lo que ahora se encontraba apretujado entre cuerpos sudorosos y miradas lascivas mientras esperaba junto con un asqueado Rupert a que Dan pidiera las bebidas.

Esa misma noche en la celebración del cumpleaños, el ambiente se tornó más animado y atrevido, cosa que había hecho huir a Jo, quien se negaba a formar parte de -según ella- esos juegos juveniles. Matthew había querido irse también, alegando que él tenía esposa, pero Emma y Bonnie se le habían pegado como lapas, impidiéndole la huida.

Las cervezas pasaban de mano en mano mientras todos jugaban a verdad o reto, siendo los hermanos Phelps los que proponían los retos más graciosos y las preguntas más atrevidas. Un beso francés entre Evanna y Oliver, un baile por parte de Emma para Rupert -que pretendía ser sensual-, la confesión de la virginidad que Matthew había conservado hasta su matrimonio y la otra vergonzosa confesión que Dan hizo de su encaprichamiento por Gary Oldman durante las películas.

El siguiente reto, había sido el detonante de todo. El turno era nuevamente de Matthew y a James le correspondía la pregunta o reto. Matthew, no queriendo hacer más confesiones, había elegido reto y los Phelps habían reído como maníacos asustando a los demás.

—Te reto a que -claro está, con el permiso de la señorita-, le quites la blusa a Bonnie y le beses por encima del sujetador.

Emma había gritado que no permitiría que eso pasara, y Dan y Rupert habían sacado sus móviles dispuestos a grabar. Evanna aconsejó que ya era hora de terminar la fiesta, pero Bonnie, con la mirada brillante, había dicho que aceptaba y que quería probar la valentía de Matthew. Sobra decir que el chico estaba aterrorizado y negaba fervientemente con la cabeza pidiendo otro reto.

—Si no cumples con este reto, entonces tendrás que... hacerle una paja a Rupert.

Al pelirrojo se le había caído el móvil mientras que su boca se abría de manera alarmante. Tom había reído como loco mientras trataba de no caerse a la piscina por su ebriedad.

—Y si no quieres con Rupert, intenta con Dan. Es mucho más guapo y dispuesto.

Dan ni de lejos se ofendió y se limitó a guiñar un ojo; Tom había dejado de reír abruptamente y Rupert había suspirado aliviado para luego quejarse sobre que él no pareciese más atractivo que Dan.

Dan se había acercado a Tom y con una peligrosa mirada, le había dicho:

—Apuesto a que Matthew acepta lo de Bonnie.

Tom miró a Matthew y recordó la hermosa mujer que tenía por esposa.

Ahora, con una cerveza negra en la mano, y sentado incómodamente en una butaca alta, se reprendió mentalmente por la estúpida apuesta que había hecho. Todo por culpa de su borrachera.

—Apuesto a que Matthew acepta lo tuyo o lo de Rupert.

— ¿Qué pides si ganas?

—La nueva guitarra Gibson. La original, Daniel. No quiero copias. ¿Qué pides tú?

Dan había sonreído.

—Que vayas conmigo a una discoteca el próximo domingo. Tienes que convencer a Rupert de que vaya también.

Tom había aceptado con una sonrisa tonta y borracha, y Dan había aplaudido.

—Lo siento mucho, Bonnie —había dicho un titubeante Matthew mientras se acercaba a la pelirroja—. Pero no puedo aceptar lo otro... así que si me permites...

Y así fue cómo Tom Felton había perdido, una vez más, otra de las ingeniosas apuestas de Daniel Radcliffe.

—Hijo de puta —siseó Rupert a su lado—. Me hiciste creer que saldríamos con chicas. Me las vas a pagar, estúpido, cabrón...

—Rupert. Me está dando jaqueca con tu perorata —interrumpió Dan fastidiado—. ¡Relájate y disfruta, amigo! Es una noche de chicos.

—Exacto. Se supone que los chicos van a ligar chicas... ¡No a otros chicos! —terminó Rupert gesticulando con los brazos.

—No es nuestro caso, Rup.

—No es tu caso, Daniel. ¡Yo no soy gay! —Rupert volvió a mirar a Tom—Y tampoco es el caso de Thomas.

—Yo no soy gay, Rupert —exclamó Tom abochornado—, soy... bueno. Además, ya te dije que perdí una apuesta con Dan.

Dan lo confirmó asintiendo con la cabeza.

—Así es. Y tú eres un tonto que caíste en su mentira, Rupert. Y te aclaro de una vez que yo soy bisexual. Es algo muy diferente. Tom también lo es.

Rupert alzó las cejas interrogativamente. Tom puso los ojos en blanco.

— ¿Es en serio Rupert? Dan quiere decir...

—Que también me gustan las vaginas —dijo Dan simplemente—. Me gustan tanto como los penes. —dijo mirando intensamente a la entrepierna de Tom.

Esta no dio un pequeño brinco... para nada.

—Dan, conmigo ni lo intentes. —advirtió Tom nerviosamente.

—Pues yo me largo —dijo Rupert con una mueca—. Suficiente tuve con entrar a este antro. No me quedaré a ver cómo follan ustedes, conmigo en medio.

—Tú no te vas —dijo Dan deteniéndole—. Te quedarás aquí, muy juicioso con nosotros dos, hasta que termine la noche.

— ¡No!

—Recuerda nuestro trato. —intervino Tom.

Rupert quiso protestar pero se lo pensó mejor, y les dio la espalda para ignorarlos olímpicamente.

—Muy bien —dijo Dan sonriendo—. Ya es hora de bailar. ¿Vamos Tom?

—No. Ya he hecho suficiente con venir aquí, déjame en paz, Daniel.

Dan se encogió de hombros y dejó su cerveza en la barra.

—Tú te lo pierdes. ¿Vienes tú, Rupert?

—Vete a la mierda.

Dan se rio y ondeando la mano, se fue en dirección a la pista de baile.

—Tom, es nuestra oportunidad, ¡vámonos! —urgió Rupert, mirando nerviosamente a la espalda de Dan.

—No.

—Entonces déjame ir a mí.

—Es tu decisión Rupert. Si quieres que le diga a Emma que-

— ¡No! Ni te atrevas, Tom.

—Pues te aguantas y te quedas.

Rupert escondió la cara entre sus manos. Un hombre bajito se acercó a ellos y les sonrió.

—Nunca los había visto por aquí.

Tom le ignoró y buscó con la mirada a Dan. Estaba casi en la mitad de la pista bailando con otros hombres mientras bebía de una botella.

¿Acaso Dan no había dejado su bebida allí?

— ¿Es su primera vez? —insistió el hombre.

Rupert descubrió su cara y miró al desconocido con desconfianza.

— ¿Y a ti qué te importa?

El hombre sonrió y alzó las manos.

—No es nada, amigo. No sabía que ustedes eran novios. No quiero problemas... Claro que si quieren compañía, estaré en la pista.

Se fue, guiñando un ojo, y dejando a Rupert perplejo.

— ¿Ha dicho que tú y yo estamos juntos?

Tom sonrió.

— ¿Y por qué no lo has negado? —preguntó el pelirrojo.

— ¿Por qué no lo has hecho tú? —contraatacó Tom con la mirada fija en Dan.

— ¡Pues porque estaba nervioso! Sinceramente, no sé qué hago aquí. ¡Me voy! ¿Oíste? Y me importa una mierda si le cuentas a Emma sobre aquello. Ella lo entenderá.

—No creo que entienda lo que tú hacías con sus fotos.

—Pues yo era un adolescente con las hormonas disparadas. Tú hiciste lo mismo. Adiós, dile lo que quieras y dale mis saludos a Daniel.

Tom le ignoró; no podía dejar de mirar a Dan.

Su amigo claramente era asiduo a ese tipo de discotecas, ya que se movía desinhibidamente entre los demás, de manera muy... sensual.

Un tipo alto y fornido -seguramente un modelo- se le acercó por detrás y empezó a contonear las caderas al ritmo de la música a medida que se iba acercando a Dan. Tom estaba viendo rojo cuando sintió una mano en su hombro.

—Sólo he regresado para advertirte que no te metas en problemas… —dijo Rupert con la vista fija en Dan y en el otro hombre— Ese tipo es muy grande para ti.

— ¿Crees que me voy a ir a los golpes con él por bailar con Dan?

—Contigo nunca se sabe, amigo.

Rupert le dio una última palmada en la espalda y salió apresuradamente entre la marea de cuerpos.

El frota-traseros seguía pegado a Dan. Ahora estaba rodeándole con los brazos y Dan se movía contra él, muy quitado de la pena.

Tom no se dio cuenta cuando estuvo de pie, ni mucho menos cuando estuvo caminando hacia ellos, empujando a cualquiera que se le atravesara. Las luces multicolores del lugar, le hicieron parpadear y fijarse en que ya estaba detrás de la entretenida parejita.

—Dan —Tom alzó la voz para que se escuchara por encima del volumen de la música—. Nos vamos.

Dan se fijó en él y sonrió.

—La noche es joven, Tom. Ven y baila conmigo.

—No quiero. Quiero irme.

—Acuérdate de la apuesta —Dan estiró los brazos hacia él, invitándole a bailar—. ¡No seas aguafiestas!

El ahora toca-paquetes sonrió felinamente hacia Tom, creído de que tendría a dos chicos en su cama esa noche.

—Ni aunque te ganaras la lotería, idiota —siseó Tom en su dirección, sujetando a Dan por un brazo—. ¡Ve a frotarte con otro y deja a mi amigo en paz!

— ¿No quieres compartirlo? —dijo el muy cabrón tratando de juntarse nuevamente con Dan.

El agarre en el brazo de Dan se intensificó y Tom entrecerró los ojos.

—Pues cómo te parece que hoy no me apetece. Y si así fuera, tú estarías fuera del menú. ¡Largo!

El muy imbécil de Dan reía entretenido sin dejar de bailar, muy contrario al recién-rechazado quien hizo una mueca y se fue a buscar nuevas presas.

—Ahora si nos vamos, Daniel.

Dan, obviamente no se lo permitió. Le echó los brazos al cuello y empezó a frotarse contra Tom.

—Me has dejado caliente, Thomas. Iba a tener un lindo encuentro con aquel encantador tipo y tú me has quitado la diversión. ¿Crees que es justo?

Tom tragó saliva y se quedó rígido cuando sintió cómo el bulto de la entrepierna de Dan se frotaba contra la suya.

—Dan, estás muy ebrio... Además, nos está mirando mucha gente. Mañana la farándula arremeterá contra nosotros como buitres.

Dan escogió ese momento para frotarse con mayor fuerza y pegar los labios a su oreja.

—En esta discoteca a nadie le importa quién eres o con quién te vas a la cama, Tom. Todos nos ven porque exudamos sensualidad, simplemente tienen envidia y quieren follarte a ti.

Tom sintió su cara arder y trató de apartarse de Dan.

—Podemos cambiar la apuesta por cualquier cosa, Dan —imploró Tom temblorosamente cuando Dan se aferró más a él. Ahora estaba pasando las manos por su espalda en lentas caricias—. Vámonos, estás muy ebrio.

—Sí, ellos quieren follarte a ti, pero yo no se los permitiré —continuó Dan, levantando su cabeza y mirándole profundamente. Sus ojos azules relucían con las luces de la discoteca—. Pero primero tengo que preguntarte algo... ¿yo te gusto, Tom?

La pregunta vino acompañada de un intencional roce entre sus entrepiernas. Tom se mordió la mejilla internamente y no dijo nada.

—Yo veo que sí —dijo Dan inocentemente convencido—. Tu cuerpo me lo dice. Te gusta el frotter, ¿eh?

Claro, era totalmente lógico que el miembro de Tom estuviera endureciéndose. ¡Dan se están frotando como un animal!

—Dan... No...

—Tú a mí también me gustas, Tom —Dan no hacía caso de sus súplicas—. Creo que desde 2005, en la de la Orden del Fénix.

—En 2005 grabamos el Cáliz de Fuego, Dan.

Dan se mordió el labio para luego sonreír y separarse de Tom.

No hubo una sensación de frío, después de eso, Tom se convenció de ello.

— ¡Exacto! Cáliz de Fuego. ¿Y tú desde cuándo?

—Dan estás muy ebrio, debemos irnos ahora.

— ¿Desde cuándo Tom? —insistió el castaño.

No respondería a eso. A Tom no le gustaba Dan, era obvio. Sólo le parecía atractivo.

Eso ni él se lo creía. Tom casi sonrió con tristeza.

—Nos vamos. —dijo con voz firme y haló del brazo a Dan mientras lo arrastraba hacia la barra. Se obligó a sí mismo a pensar en algo desagradable para que su media erección se aplacara.

Cuando llegaron allí, Dan se zafó del agarre y le miró furioso.

—Olvídate de la estúpida apuesta y lárgate. Déjame solo.

—No. Te vienes conmigo.

—No me iré con un hombre que no gusta de mí.

—Eres un tonto, Daniel —Tom rio y pidió un vaso con agua al ahora semidesnudo barman—. Soy tu amigo y no voy a dejarte aquí, en el estado en que estás.

—Entonces me voy yo solo. No quiero verte.

Tom volvió a reír al tiempo que detenía a Dan por el hombro.

—Nos iremos juntos, es tarde y no tengo en qué irme y además, no dejaré que conduzcas. Ahora toma un poco de agua.

Dan recibió el vaso que Tom le tendió y lo vació de un solo trago para dar la vuelta y alejarse sin mirar atrás. Tom le siguió tratando de no perderle de vista.

Cuando estuvieron afuera, el aire frío de la madrugada les recibió. Tom temió un resfriado; iba a hablar pero Dan se le adelantó.

—Sólo para tu información, Thomas, no estoy ebrio. Y todo lo que he hecho o dicho, ha sido conscientemente.

Tom desvió la mirada, de repente muy nervioso, aunque Dan estuviera obviamente ebrio, las palabras y su significado lo descolocaban.

—Pero tú no te preocupes —continuó Dan tambaleándose un poco—, aunque no estuviera ebrio, seguramente estaba muy loco al pretender que alguien como yo, pudiera ser de tu agrado.

—Dan-

—Me has gustado casi desde siempre, Tom. Pensé que tú también podrías sentir algo así por mí —la voz de Dan había titubeado un poco—. Me enfurecía verte con Jade, pero me aguanté y traté de verte como un amigo. Se acabó nuestro trabajo y no volví a saber de ti, hasta que dijeron que ustedes habían cortado. ¿Sabes, Tom? Me ilusioné como un tonto, y esperaba con anhelo cualquier evento para verte. No sabes las ansias tan terribles que me dieron cuando organizaron la fiesta de Evanna. ¡Ibas a estar ahí! Y... y yo...

—Déjame hablar, Dan.

Dan le miró y suspiró, negando lentamente con la cabeza.

—No tienes que excusarte con nada, Tom, en serio —dijo en voz más baja y tranquila—. Me he portado muy tontamente, y te he incomodado con todo. Pero quise decirte la verdad...

—Daniel-

—Olvida todo eso y vámonos, te llevaré a tu apartamento.

— ¿Y a dónde crees que vas tú? —dijo Tom impacientemente.

—Iré a un hotel. Mañana regresaré a Nueva York.

Tom se pasó una mano por la cara y contó hasta cinco, buscando paciencia y fuerzas a la vez. Iría con cuidado, aunque Dan no estuviera en sus cinco sentidos, no podría arriesgarse a que recordara algo el día siguiente.

— ¿Me dejarás hablar ahora? —no esperó respuesta y siguió— Respecto a lo que dijiste antes... Sólo puedo decirte que estoy confundido.

Dan abrió la boca y Tom alzó un dedo pidiendo silencio.

—No me eres indiferente, Dan. Pero no discutiré eso contigo a esta hora y en este sitio. Así que nos vamos a mi apartamento, pasarás la noche ahí y mañana podrás volver a declararme tu amor.

— ¿Qué? —la cara de confusión de Dan, era realmente graciosa.

—Así que nos vamos ahora mismo y no quiero más quejas.

— ¿Quieres hablar sobre eso?

Los preciosos ojos de Dan se abrieron mucho y Tom recordó la canción que había cantado sobre ellos. Recordó muchas cosas, en realidad y mandó todo al carajo.

Se acercó a Dan y le dio un pequeño beso en la mejilla.

—No fui el único enamorado en esos tiempos, Dan.

Enamorado. —repitió Dan con una sonrisa tonta. Tom rio y pasó un brazo por los hombros de Dan.

—Me haces decir tonterías. Vamos a buscar tu carro y nos vamos. Me voy a enfermar.

—Me besaste en la mejilla. —dijo Dan con voz acusadora, mientras acoplaba su paso con el de Tom.

— ¿Y?

— ¡Pues que para eso yo también tengo boca! Los besos se dan en la boca, Thomas.

La carcajada de Tom resonó por la solitaria y fría calle.


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