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De apuestas con los zafiros por JennVilla

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Un zumbido junto a su oído le despertó. Tom abrió un ojo y vio cómo su móvil vibraba contra la cama.

¿Quién llamaba a esa hora?

Un peso en su abdomen interrumpió su diatriba mental. Tom inclinó lentamente la cabeza hacia abajo para ver cómo un brazo estaba posado posesivamente sobre su cuerpo. Un brazo que él conocía muy bien.

— ¡Daniel! —gritó.

Dan ni se inmutó; siguió durmiendo plácidamente. Tenía la boca ligeramente entreabierta y sus piernas estaban extendidas casi por todo su lado de la cama, y Tom no se había dado cuenta que una de sus piernas estaba enredada con una de las de Dan.

— ¡Daniel, despierta ahora mismo!

El móvil volvió a zumbar y Dan siguió durmiendo.

Tom suspiró y él mismo se encargó de apartar a su amigo con cuidado de no despertarlo para que cuando despertara, no los descubriera a ambos en tan... comprometida posición.

— ¿Sí? —Tom por fin contestó el móvil mientras se revisaba por si de pronto estaba desnudo. Con Dan nunca se sabía.

No, no lo estaba. Pero una erección matutina le hizo subir los colores a la cara.

—Hola Tom, ¿estás vivo?

—Sí, estoy vivo Rupert.

—Genial. ¿Y Dan?

Tom giró la cabeza.

Dan seguía en la misma posición, conservando el mismo aspecto atractivo de siempre. Tom aprovechó su oportunidad y levantó un poco la sábana del cuerpo del castaño. Estaba en la misma condición que Tom; sólo bóxer y una prominente erección.

A Tom se le hizo agua la boca.

Él jamás podría negarse a sí mismo que Dan le gustaba; de hecho, le gustaba desde mucho tiempo atrás. Dan fue el primer hombre que había logrado despertar interés en Tom, y eso justamente había pasado cuando él y Jade estaban en una relación. Tom aún sentía un leve sentimiento de culpa por estar con una chica y por pensar y fantasear con un chico… Exactamente con su compañero de reparto y amigo.

Lo habían hablado, sí. Jade fue muy comprensiva y le dio tiempo a Tom para que aclarara su mente, y claro que la aclaró. Dan seguía siendo una constante en su vida, y no sólo él, luego pasó a ser otro chico, luego otro y así. Pero Jade seguía siendo una mujer sumamente atractiva y apetecible, así que Tom confirmó que no era gay.

Y confirmó también que era tonto al confesarlo a Dan, Rupert, Louis y Matthew. Ninguno escatimaba esfuerzos en molestarle, pero claro que Dan le molestaba de otra manera. Y gracias al cielo que a Tom no se le había ocurrido decirle que él era uno de los mejores detonantes para sus mejores orgasmos.

—Tom, ¿te has muerto? ¿Por qué no hablas?

Tom quitó una sugerente imagen de Dan que en ese momento cruzaba su mente y contestó:

— ¿Qué quieres Rupert?

—Pues sólo quise ser buen amigo, y averiguar si estaban vivos. ¿Sabes algo de Dan? ¿Ya se fue a Nueva York? No contesta su móvil.

—Él en este momento está conmigo. Así que no te preocupes; por lo que puedo ver, está vivo.

— ¿Está... contigo?

— ¿Si?

—Ustedes dos han... ¿follado?

El casi chillido de Tom fue acompañado por una estruendosa carcajada detrás suyo. Tom giró la cabeza. Dan había estado muy despierto.

— ¿Tú qué haces escuchando lo que hablo? —siseó Tom, y luego habló por el móvil— ¡Y tú deja de ser idiota! No hemos hecho nada. Ahora, adiós.

Tom no dio tiempo a alguna réplica y finalizó la llamada para luego girarse hacia Dan, quien le sonreía maliciosamente.

—Te hice una pregunta. —demandó Tom con los brazos cruzados.

—Buenos días, Tom. ¿Amanecimos bien?

La mirada de Dan se dirigía la entrepierna de Tom haciendo que este inmediatamente la cubriera.

—No empieces con tus bromas, Daniel. Primero, ¿qué haces en mi cama, si te dejé en el sofá? Y segundo, ¿qué haces escuchando conversaciones ajenas?

Dan se estiró como un gato y se giró quedando acostado sobre su abdomen.

—Después de las confesiones de anoche, creí que merecía dormir contigo en la cama.

— ¿Qué? —ahora Tom si chilló.

—Y pues el segundo punto, tienes el volumen de llamada muy alto y me has despertado cuando me has quitado la sábana de encima. Claro que me hice el dormido, ¿cómo iba a echar a perder un escaneo como el tuyo?

Tom ya tenía las manos en su cara negando fervientemente.

— ¿De verdad creíste que yo estaba ebrio anoche Tom? —la voz socarrona de Dan le hizo estremecer.

—No me hables.

—Oh... —Dan se silenció y luego cambió el tono de su voz— oh...

Tom descubrió su cara y envió dagas con su mirada.

—Lo que sea que vayas a hacer, piénsatelo muy bien, Daniel. O te arrepientes.

Dan se incorporó y se acercó gateando hacia él con una sonrisa depredadora.

— ¿Por qué dices eso? Yo recuerdo muy bien que anoche dijiste que yo te gustaba.

—Yo no dije eso.

—Exacto, dijiste algo mejor... dijiste que estabas enamorado de mí.

Los recuerdos golpearon a Tom como un mazo y casi se deja caer contra el cuerpo de Dan.

Él había dicho todo eso, claro. Y ahora resultaba que Dan había estado sobrio todo el tiempo, el muy cabrón, y... y Dan estaba detrás de él acariciando... su espalda y oh...

—Tom...

—No, Dan. El que estaba ebrio era yo. ¿Cómo iba a decirte eso?

—Pues yo no lo sé, pero lo dijiste. Y deja las estupideces y acéptalo.

—Somos amigos Dan, desde muy pequeños... No podemos-

—Claro que podemos. Es mucho mejor con un amigo que con un desconocido, ¿no crees?

—No tienes vergüenza, Dan.

—No, no la tengo. —el castaño se encogió de hombros.

Las caricias seguían y ahora se hacían camino hacia la parte baja de la espalda de Tom.

—Déjalo ser, Tom. ¿Qué te asusta tanto?

—No tengo miedo.

— ¿Y?

Tom sonrió, muy a su pesar.

— ¿No recuerdas lo que pasó esa vez?

—No. —Dan frunció el ceño.

—No te hagas el tonto. Esa vez que nos besamos, en la furgoneta de Michael. Fue por otra de tus absurdas apuestas, y todo acabó mal.

— ¿Y cómo acabó mal algo así?

—Daniel, ¿no lo recuerdas? Fue algo muy incómodo y dejamos de hablarnos por días.

Dan pareció reflexionarlo un poco, antes de decir:

—El caso es que ya no somos unos niños.

—Teníamos diecisiete en aquel entonces. —dijo Tom alzando una ceja.

Dan suspiró y se levantó de la cama.

—Creo que ya me ha quedado claro.

— ¿A dónde vas? —Tom se alarmó.

—A casa. Antes iré por algo para desayunar y luego partiré a Nueva York; supongo que aún hay vuelos. Dejaré mi carro en tu parqueadero, si no te molesta. Brian vendrá luego por él.

— ¿Qué? Dan, no-

—Tom, no quiero que te atormentes con eso, ¿vale? No es necesario.

—Dan no quise-

—Ese es el problema Tom, no quieres —Dan se detuvo y encaró a Tom—. Relájate y olvida todo eso.

—Daniel escúchame, no estás entendiendo-

—Tom basta, en serio. Sólo quise proponerte algo, se supone que nos tenemos confianza y que somos amigos y que nos conocemos hace mucho y muchas cosas más. Se supone que te gusto y que me gustas, pero estás haciendo ver todo esto como algo diabólico.

—No he dicho eso. Daniel, estamos hablando de una relación... o algo parecido.

— ¿Y? También dijiste que te habías enamorado de mí en esos años.

—Daniel-

Dan alzó una mano y negó suavemente con la cabeza.

—Nos vemos otro día. Trata de no pensar tanto... Mejor dicho, piensa bien en todo, y verás que no es tan malo. Me gustas, Tom. ¿Por qué no darnos una oportunidad?

Diciendo esto, Dan salió de la habitación. Tom no tuvo la energía para seguirle.


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