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Cage of Love por AniBecker

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Capítulo III

El desayuno era muy silencioso, sólo se oía el traqueteo de los cubiertos cuando eran dejados sobre el plato.

—Y bien, ¿en dónde se encuentra tu esposa? —cuestionó Kushina, soltando la taza de café sobre la mesa—. ¿Es que tampoco se va a dignar de desayunar con nosotros?

—Seguirá cansado del viaje —respondió con simpleza—. Y no le llames esposa, dudo mucho que le guste la idea.

—Es doncel, a fin de cuentas viene siendo así, ¿no? —intervino un joven rubio, sentado a la izquierda de su madre. Pero como dice mamá, qué soberbia se gasta, yo ni si quiera he tenido el honor de que se presente conmigo.

—Debes hacerle ver que no puede hacer lo que le dé la gana. Es una falta de respeto no sólo hacia ti, que eres su marido, sino hacia nosotros.

—Ya, madre, no empieces.

—Por cierto, ¿qué hacías en una habitación que no era la tuya?

—¿Es que acaso no durmieron juntos? —se asombró la pelirroja—. Lo que me faltaba por ver, que ni si quiera cumpla con sus obligaciones de esposa.

—Vale que fue una sorpresa enterarnos a tu regreso que te habías casado, pero ¿tan poco se quieren para ni si quiera consumar su noche de bodas?

—Naruto, madre, dejad de fastidiar de una vez. Me retiro, tengo cosas qué hacer —molesto, abandonó el comedor.

Y así pasaron tres días, en los que Itachi no quiso salir absolutamente para nada de la habitación, siendo únicamente Sasori el único al que permitía entrar.

Deidara al principio no le dio mucha importancia, pensó que era normal que se encontrase desorientado y también cohibido por encontrarse en un lugar nuevo, teniendo que adaptarse a su nuevo hogar, pero ya estaba empezando a molestarse, y más aún con los continuos comentarios de su madre.

Por otra parte, Itachi apenas había descansado en los días que llevaba ahí. Entre que extrañaba a su hermano y que temía que Deidara volviera a aparecer por esa puerta para hacerlo cumplir con sus derechos de esposa.

El sonido de unos golpecitos en la robusta madera de la puerta lo estremeció, poniéndolo en alerta.

—¿Joven Itachi? —la voz de Sasori al otro lado de la puerta lo tranquilizó, y le indicó que pasara—. Le traigo el desayuno —sonrió, soltando una bandeja con dicho desayuno sobre la mesita de café que había en la habitación.

—Gracias Sasori, pero no tengo hambre —respondió lo mismo, como días atrás.

—Pero debe comer, lleva así varios días en que apenas prueba bocado. Podría enfermarse —se preocupó.

—No te preocupes, cuando tenga hambre, te aviso. ¿Dónde… dónde se encuentra mi esposo? —preguntó, ya que llevaba días que no lo veía y ni se había asomado por esa puerta, aunque cosa que agradecía.

—No lo sé, lo único que vi es que salió temprano junto con Yahi… con su empleado de confianza, como cada mañana —rectificó al casi nombrar al de cabellos naranjas por su nombre.

—¿Qué te traes con ese empleado? Ya lo conocías, ¿verdad?

—No, yo… sólo es un viejo conocido, nada más.

—No me lo creo, estoy seguro de que hay algo más —se levantó de la cama y se asomó por uno de los ventanales que daban a un balcón—, ¿por él es por el que más una vez te he visto llorar? —el doncel se sorprendió de que hubiera sido descubierto—. Porque sí, aunque tú no lo supieras, yo sí te he visto en más de una ocasión. Es por él, ¿cierto?

—Quisiera no comentar sobre ello —dijo cohibido.

—Está bien tranquilo, no voy a decirte nada más —le sonrió levemente, girándose hacia él—, si alguna vez ves oportuno contármelo, escucharé —Sasori también sonrió de vuelta, agradeciendo que no le preguntara más por ello—. Por cierto… la familia de mi esposo, ¿se encuentra en la casa?

—Estaban en el comedor terminando de desayunar. ¿Quiere ir a saludarles?

—No, no. Aún… no estoy preparado para enfrentarlos, al menos no solo. Deben pensar lo peor de mí después de no aparecerme estos días. Además, se nota que a mi suegra no le agrado. Quisiera aprovechar que Deidara no se encuentra para poder salir a pasear.

—¿Quiere que le avise cuando se retiren del comedor?

—Te lo agradecería, Sasori.

—Pero al menos, desayune, por favor —pidió. No quería que su patrón se sintiera mal por no comer apropiadamente.

—Está bien, sólo porque insistes.

El pelirrojo agradeció con su mirada y se retiró dejándolo solo. Al cabo de una media hora, volvió para informarle que sus familiares se habían retirado, por lo que no había nadie tal y como él quería, así que salió de la habitación.

Confesaba que la hacienda era bonita, tenía una gran extensión de terreno, era bastante grande, tenía unos jardines hermosos y hasta una piscina.

Siguió paseando por los alrededores, pero decidió ir hasta los potreros, le encantaban los animales y más aún los caballos, así que quiso pasarse por allí. En ese lugar se encontró a varios trabajadores entrenando a los caballos, y un joven que le calculaba menos edad que él, desde su posición sentado en una silla de ruedas, les daba instrucciones a los empleados.

—¡Maldición! ¿Es que eres inútil? Ese es uno de los caballos más mansos que tenemos y no eres capaz de entrenarlo —gritó colérico al trabajador que se acababa de caer del caballo—. ¿Y tú quién eres? —cuestionó el joven rubio cuando se dio cuenta de su presencia—. Aquí sólo pueden estar trabajadores o residentes de la casa.

—Bueno, yo… vivo aquí. Soy Itachi, el… el esposo del señor.

—Así que tú eres el esposo de mi hermano. Soy Naruto —giró sobre su misma su silla—. Por fin te dignas a salir de tu habitación, pensé que te ibas a quedar ahí eternamente.

—Lo siento… me sentía cansado del viaje —se disculpó.

—Pues si no llegas a aparecer ahora, ni si quiera te llego a conocer —comentó—. ¿Qué haces tan lejos de la casa?

—Bueno, quise salir a pasear un poco y… me fascinaron los jardines.

—A mi madre le gusta que estén cuidados. ¿Mi hermano sabe que saliste de la casa?

—Eh… no. Ya no se encontraba cuando salí de la habitación. No sé a donde fue.

—Pues a trabajar, ¿a qué más? La hacienda no se lleva sola —respondió de mala gana—. Mejor regrésate, puedes meterte en problemas con él, este no es lugar para un…

—¿Para un qué? —lo interrumpió, molesto—. ¿Para un doncel? ¿Es eso?

—Quería decir para una persona que no entiende de campo —rectificó—. Disculpa, sólo estoy desquitándome contigo el enfado que traigo.

—Pues yo no tengo culpa, ni me tienes que faltar al respeto de esa forma. También soy una persona de campo, mi familia tiene un rancho y, aunque no tiene caballos, tiene cultivos.

—Está bien, lo siento. Me disculpo por haber sido tan grosero —se quitó su sombrero a modo de disculpa.

—Señor —los interrumpió un trabajador—, Plateado se encuentra enfermo. Parece ser que alguien le cambió su alimentación…

—¿Quién demonios le cambió la alimentación? ¡Panda de incompetentes! ¡Llamen al veterinario! A ver si puede venir con urgencia.

—Puedo ayudar si quieres —se ofreció el de cabellos largos—. Soy veterinario.

—¿Tú? ¿En serio? —desconfió—. ¿Has ejercicio alguna vez?

—No he tenido oportunidad, terminé mis estudios pero mi madre nunca me permitió que ejerciera. Pero puedo ayudar —el rubio dudó por unos instantes, pero accedió.  Itachi quiso ayudarlo a empujar su silla, pero el Namikaze se quejó, alegando que él podía hacerlo por sí solo.

Una vez en la cuadra donde el animal se encontraba tumbado, Itachi se arrodilló para comprobar su estado, ante la mirada de sorpresa de los peones.

—Necesitaría instrumental para poder reconocerlo, ¿creen que me pueden facilitar? Gracias —uno de los peones asintió y tardó poco en traerle lo necesario—. La nueva alimentación le ha caído mal, será una alimentación de mala calidad o se le cambió de forma brusca. Un poco de reposo con este medicamento y volviéndolo a su alimentación acostumbrada, y se recuperará como nuevo.

—Muchas gracias, Itachi, no sabes de la que nos salvas. Este caballo es de los mejores que tenemos. Tampoco quisiera que enfermara ningún caballo.

—De nada, me alegra haber servido de ayuda —sonrió, acariciando al animal.

—¡Itachi! —la grave voz de Deidara resonó por todas las cuadras. Los trabajadores se apartaron al oír a su patrón—. ¿Qué demonios haces aquí?

—Salí a pasear un poco, conocí a tu hermano, y un caballo se puso enfermo y yo me ofrecí a ayudarlo —los orbes zafiro miraban como el de cabellos oscuros estaba en el suelo, lleno de tierra y algo despeinado.

—Levántate. Por favor, mírate —le tomó del brazo para que se parara—. ¿Crees que estas son pintas de estar de esa forma rodeado de peones?

—Suéltame —lo encaró—. Tú también estás todo sudado y con tu ropa arruinada, ¿qué tiene de malo? El caballo se encontraba mal.

—No es lo mismo. Además, ¿qué demonios tienes que hacer aquí con los peones?

—Soy veterinario, y un caballo se puso enfermo, sólo ayudé —repitió.

—Yo le pedí que lo hiciera —intervino Naruto—, estaba desesperado, Plateado se encontraba bastante mal, y si no llega a ser por él, no sé si se recuperaría.

—¿Cómo permites que mi esposo esté rodeado de tanto peón? Por favor. Vamos a la casa.

No le dio tiempo a protestar o negarse, ya que Deidara lo tomó del brazo y salieron del lugar, dirección a la casa.

—Déjame —se soltó por fin del agarre de su marido—. No estaba haciendo nada malo, sólo me ofrecí a ayudar con ese caballo.

—¿Y tú qué sabes de caballos?

—Soy veterinario —repitió—, y me gustaría ayudar con los animales de ahora en adelante, por lo menos tendría algo qué hacer en este lugar.

—¿Y así se supone que debe comportarse el esposo del señor de la casa; rodeado de peones y animales todo el día?

—Eso es lo mismo que haces tú, ¿no? ¿No que tratas a los sirvientes como si fueran uno más de tu familia? ¿Qué problema tienes con que yo conviva también con ellos? —protestó con un deje de molestia.

—No es lo mismo. Tú entretente con el jardín, por ejemplo, le ayudas a mi madre, o cualquier cosa que a los donceles le hayan enseñado a hacer. Pero volver a las caballerizas. Y es mi última palabra —sin más, se marchó para seguir con su trabajo en la hacienda.

—¿Ya empezaste a darle problemas a mi hijo? —se acercó Kushina, cruzándose de brazos. Sentía tanta molestia, que ni se disculpó con la mujer, se alejó dirección a su habitación.

.

.

Izumi había salido a dar un paseo con el caballo, pero se había metido tanto en sus pensamientos, que no se percató que había cruzado los límites de la hacienda, cerca de un pequeño lago con una cascada.

—¡Hey, Izumi! —gritó una voz femenina que llegaba también en caballo—. Tierra llamando a Izumi, ¿se puede saber qué te pasa?

—¿Ah? Hola Kurotsuchi. Perdón, no me había dado cuenta de que venías.

—No, si ya veo, porque hasta saliste de los límites de la hacienda Namikaze metiéndote en los de la mía. ¿Me vas a decir qué es lo que te pasa?

—Se trata de la llegada de Deidara cerca de una semana —suspiró. 

—¿Regresó? ¡Pero si eso es una estupenda noticia! ¿Por qué no te alegra? Debería ir a visitarlo, no sabía que regresó.

—Pues ahórrate visitarlo, porque no regresó solo. Todo hubiera sido fantástico si no hubiera llegado con su nuevo esposito —dijo con retintín. La otra mujer, paró en seco a su caballo, asombrada por lo dicho por su amiga.

—¿Perdona? ¿Has dicho casado? ¿Cómo que casado? ¿Con quién? ¡Demonios, no sabía nada!

—Ni tú, ni nadie lo sabía. Se lo consiguió en el pueblo, por lo visto. Es un doncel de la familia Uchiha, el mayor creo yo.

—¿La familia Uchiha? ¿Pero aún existen? Quiero decir, por el pueblo se rumoreó que esa familia tuvo varios problemas y se separaron, y desde que Fugaku Uchiha falleció, ese rancho ha ido a la quiebra por la mala gestión de la esposa.

—Pues no me extrañaría que hasta casara a su hijo por el dinero de Deidara —soltó con cierto resquemor en su tono de voz.

—Quién sabe, porque si nadie sabía de que ni si quiera Deidara-nii estuviera frecuentando a ese doncel. Pero me va a oír, soy su mejor amiga y ni si quiera se digna a invitarme a la boda ni decirme nada.

—Ni su propia familia fue invitada. La señora Kushina también se puso iracunda cuando se enteró por sorpresa, y no es para menos. Incluso se nota que no le agrada su nuevo yernito. Ella siempre pensó que tú serías quién te casarías con Deidara.

Kurotsuchi hizo un gesto de molestia por lo dicho por Izumi, y siguió caminando con su caballo, hasta que un ruido hizo que se pusieran en alerta.

—¿Oíste eso?

—Sí. Sonó como un quejido, ¿no? Viene de detrás de esos juncos, los que dan a la laguna.

—¡Ay! ¿Y si se trata de una pobre alma en pena que se ahogó en la laguna?

—No digas tonterías, Izumi, y vayamos a ver de qué se trata —la chica no tuvo más remedio que seguir a su amiga, aunque no dejaba de sentirse intranquila.

Se bajaron de los caballos y los ataron a unas ramas para evitar que se alejaran, y ellas fueron adentrándose entre los juncos, hasta llegar a la laguna.

—¿Ves eso?

Se trataba de un joven, de espaldas a ellas. Se encontraba sin camiseta, metido con medio cuerpo en el agua, mientras trataba de curarse un brazo. Las chicas hicieron algo de ruido alertando al joven, que se volvió hacia ellas.

—¿Hola? —saludó risueña la de cabellos cortos ante la oscura mirada del muchacho.

—Ho…hola —salió del agua para tomar sus cosas, haciendo que Izumi se girara sonrojada y Kurotsuchi levantara sus cejas sin dejar de sonreír, señalándole que estaba en ropa interior delante de dos señoritas—. ¡Lo siento, lo siento! —se tapó como pudo con su mano sana.

—Estás herido —se percató de la herida que tenía en su brazo izquierdo. Se acercó hasta él aun cuando el otro trató de evitarlo.

—No te preocupes, sólo es una herida superficial, no es nada, estaba lavándome la herida para curarla.

—No me supone nada, déjame echarle un vistazo. Es una herida de bala, ¿cómo te hiciste esto?

—Me asaltaron en el camino, pero por suerte la bala sólo me rozó.

—Nunca te habíamos visto por aquí, ¿quién eres?

—Eh… estoy buscando trabajo por los hacendados —explicó con brevedad—. Soy ingeniero agrícola, me llamo Kagami.

—¡Eso es fantástico! En mi hacienda estamos buscando un capataz, mi padre prefiere dedicarse a la parte financiera, y mi abuelo está mayor ya para esas cosas. No sólo nos dedicamos a los caballos, también a los cultivos, así que podrías pasarte por mi hacienda para presentarte por el puesto —exclamó con alegría—. Me llamo Kurotsuchi Kamizuru, de la hacienda Kamizuru, mi abuelo es el dueño. Y ella es Izumi, trabaja para la hacienda Namikaze.

En ese momento, la atención de Shisui fue completamente para lo último dicho por la joven. Justamente andaba buscando esa hacienda, porque ahí, es dónde podía encontrar a Itachi.

Por suerte, la bala de uno de los trabajadores de Mikoto, no le llegó a dar completamente, sólo le rozó el brazo izquierdo. También, su tía no se cercioró de si de verdad pudiera estar muerto o no, ya que para su suerte, así lo creyó y pudo salir de ahí en busca de Itachi.

A Sasuke no podría buscarle, ya que lo expondría no sólo a él, sino a su amado, porque así Mikoto pondría en alerta al esposo de Itachi. O directamente, volvería a dispararle, cerciorándose en esa ocasión de acabar con su vida.

Se felicitó enormemente a sí mismo por haberse presentado con el nombre de su padre, aunque sin su apellido, ya que tal vez esa trabajadora pudiera reconocerle por su verdadero nombre.

—Me alegra escuchar eso, me gustaría poder postularme para el puesto que ofertan en su hacienda, ya estaba buscando trabajo, pero ahora más aún porque me asaltaron y me robaron las pocas cosas que traía conmigo —mintió. Aunque no fuera la misma hacienda donde estaba su adorado Itachi, al menos estaría más cerca de lo que creía.

—Entonces acompáñame para presentarte con mi abuelo y hablar con él. Izumi, nos vemos en otra ocasión.

—Claro —respondió la chica observando fijamente al hombre, le había parecido muy atractivo—. Un segundito, ¿sí? —se acercó a su amiga antes de que se subiera al caballo—. ¿Por qué lo vas a llevar a tu hacienda?

—Te ha gustado, ¿eh? Sólo hay que ver con los ojitos con los que lo miras —le murmuró sonriendo—. Tranquila, no me interesa, si es lo que piensas. Pero sí es cierto que mi hacienda busca un capataz. No te preocupes, lo tendrás cerquita —le guiña un ojo—. Kagami, ¿me acompañas?

—Claro, señorita. Muchas gracias —con su sombrero, se despidió de Izumi, que también se subió a su caballo para regresar a la hacienda.

.

.

Aunque se encerró nuevamente en su habitación por estar molesto por lo que ocurrió, ya se encontraba bastante aburrido y agobiado de estar siempre encerrado, por lo que prefirió salir nuevamente, aunque en esta ocasión, salió al porche trasero de la casa, dónde no se encontrase con su suegra ni tampoco con Deidara.

—Aquí le traigo un té, joven Itachi —dijo Sasori siempre a su lado atendiéndolo, colocando una tacita sobre la mesa de madera rústica.

—Gracias, Sasori, tú siempre tan atento conmigo —le sonrió. En ese momento, Naruto llegó junto a él.

—Siento haberte ocasionado problemas con mi hermano —se disculpó.

—No te preocupes, no tuviste culpa alguna. Nunca imaginé que tu hermano se pusiera así sólo porque ayudé con un caballo.

—Sasori, ¿no? —se dirigió al pelirrojo, que asintió—. ¿Podrías traerme un café, por favor?

—Por supuesto que sí, joven, ahora mismo. Permiso.

—Mira… —apoyó ambos codos sobre la mesa—. Dei-nii no es así. No es una persona violenta, ni controlador o celoso, ni tampoco mala persona. Sólo… no sé por qué actuó así. Pero no creo que vuelva a tratarte de esa forma.

—Me da igual lo que diga —habló, con decisión en su voz—, porque estoy harto y aburrido de estar en esta hacienda en contra de mi voluntad sólo por estar casado con él. He encontrado algo qué hacer en esta hacienda, me gustan los caballos, y quisiera poder ejercer mi profesión.

Naruto se sorprendió. Aunque el noviazgo secreto y el posterior fugaz matrimonio fue una sorpresa para todos, nunca pensó que fuera un matrimonio sin amor. Nadie sabía de la existencia de Itachi antes de que llegara a esa casa como el esposo de su hermano, pero por sus pensamientos nunca pasó que no se quisiesen.

Si así fuese, ¿por qué Deidara se casaría con alguien a quién no quisiese? ¿O sólo era unilateral?

—Seguro fue la sorpresa del momento, nunca pensó encontrarte ahí, pero ya verás que si lo hablan, comprenderá que no tiene nada de malo que tú quieras colaborar en la hacienda con los caballos —le sonrió—. Si quieres puedo apelar por ti.

—No te preocupes, no quisiera que tuvieras problemas con tu hermano, yo mismo hablaré con él —agradeció, le agradaba su nuevo cuñado—. ¿Sabes? Tengo un hermano más o menos que rondará la misma edad que tú.

—¿Ah, sí? Podrías invitarlo un día de estos a la hacienda, así lo conozco. Y seguro te sentará bien que te visite.

—Tenía pensado —le sonrió—, aunque quizá en un par de semanas más.

—Naruto —los interrumpió Izumi, que ya había regresado de su salida—, la cena está a punto de servirse.

—Está bien, gracias. En seguida vamos.

—¿El señor nos va a acompañar? —cuestionó, con algo de molestia.

—Sí, ¿no? —lo animó el rubio, a lo que Itachi asintió. Ya era hora de que se empezara a integrar en su nueva familia. No podía estar evitando por siempre las reuniones con su esposo y suegra, ni tampoco comer eternamente en su habitación.

No sólo fueron Deidara y Kushina los sorprendidos, sino más bien el propio Itachi, de ver como Izumi se sentaba a la mesa con ellos.

¿Qué no era una empleada, qué hacía sentado junto a ellos? Desde que llegó, esa muchachita no le cayó para nada bien.

Ocupó su lugar a la derecha de su esposo, teniendo enfrente a su suegra y a su cuñado. También a Izumi, que estaba sentada al lado de Naruto. En cambio, Yahiko estaba justo a su lado derecho.

Tan rápido terminó la cena, se disculpó para retirarse a su habitación, no sin antes desear por cortesía un buen descanso a los presentes.

—¿Viste eso? ¿Por qué esa mujer estaba sentada a la mesa? Vale que Yahiko o como se llame es también trabajador, pero es el mejor amigo de Deidara, pero, ¿ella? —empezó a protestar mientras Sasori acomodaba los cojines de la gran cama.

—No lo hizo únicamente hoy, desde que estoy aquí es que me percato que comparte mesa también en todas las ocasiones —comentó el pelirrojo, sin querer parecer indiscreto—. Pero no se moleste por su presencia, es una empleada más de la casa, joven Itachi.

—Por eso mismo me molesta, porque es una simple emplead. Voy a decirle a Deidara que de ahora en adelante, tú también ocuparás un lugar en la mesa. Si ella puede por muy amiga que sea de mi esposo, tú eres un trabajador que ha estado desde que nací en mi rancho.

—Ay, eso no joven Itachi, por favor. Mi lugar no es ese.

—¿Por qué no? —la conversación fue interrumpida con la entrada sorpresiva de Deidara.

—Sasori, puedes retirarte —le pidió, a lo que el sirviente asintió disculpándose, no sin antes desearle buen descanso a su joven Itachi.

El de cabellos largos siguió sentado en uno de los sillones de la habitación, esperando a que el rubio comenzara una conversación, pero se levantó al ver como se empezaba a desnudar delante de él, quedando únicamente en ropa interior, para después abrir el lado derecho de la cama.

—Espera, espera, ¿qué es lo que estás haciendo?

—¿Es que acaso no lo ves? Acostarme —respondió con simpleza.

—Acostarte. ¿Es que piensas dormir aquí?

—¿Y dónde quieres que lo haga? ¿En la habitación de huéspedes cuando esta es mi habitación?

—Pues entonces no tengo problema en ocupar yo la de huéspedes —fue a salir, pero la mano de Deidara lo detuvo.

—No te vas. Tu deber es quedarte en la misma habitación que yo —al notar que se estremeció por haberlo tomado del brazo, lo soltó—. Puedes quedarte tranquilo, no voy a hacerte nada, sólo voy a ocupar la habitación que debemos los dos.

Sin más, se alejó para meterse en la cama.

—¿Es que no vas a venir a la cama o qué? —ante la seria mirada del mayor, Itachi se acercó lentamente hasta la cama, para abrirla por el lado izquierdo, dudando en si hacerlo o no—. Ya te he dicho que no voy a hacerte nada. No voy a abusar de ti ni aprovecharme mientras duermes, si es lo que piensas.

—¿Por qué ahora te ha dado por querer dormir aquí?

—Como ya te he dicho, esta es mi habitación, y yo soy tu esposo, por lo que tu deber, es dormir conmigo —sin más, se giró para dormir—. Que descanses —apagó las luces, pero Itachi no iba a dormir tan fácilmente, por lo que las volvió a encender. Aún tenía una conversación pendiente con él.

—Quiero trabajar en la hacienda. Quiero poder encargarme de los caballos.

—¿Qué? ¿Otra vez con eso? Ya te dije que no me gusta que esté rodeado de tanto peón, pueden sobrepasarse contigo o faltarte al respeto. Me niego.

—No creo que intenten nada siendo quién soy para ti, no querrán ser despedidos si te enteras de que me hacen algo. Además, está tu hermano, él sabe mantenerlos a raya. Si tú vas a dormir de ahora en adelante aquí, yo quiero ejercer como veterinario con los caballos. Y es mi última palabra, que descanses —dijo tajante.

Deidara sonrió para sus adentros. Le gustaba ese carácter de Itachi, no era nada sumiso y se hacía no sólo respetar, sino también conseguir lo que quiere.

—Está bien, eres libre de hacer lo que quieras, tú también eres el señor de esta hacienda. Tienes a mi hermano a tu disposición para lo que necesites. Descansa —el ex Uchiha se sobresaltó al sentir los brazos del rubio abrazarle y, aunque intentó con disimulo que lo soltara cambiándose de postura, no lo consiguió, por lo que lo dejó pasar y dormir esa noche, con su esposo abrazándolo.

 

Notas finales:

Gracias por leer :)


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