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Red Moon - Mystic Messenger por Ayseme

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Faltaba apenas un mes para que cumpliera la mayoría de edad y los padres de aquel joven pelirrojo estaban planeando todo sobre su boda con uno de los hijos de una familia de muy buena posición económica, ni siquiera conocía al Alfa con el que iban a desposarlo, quizás para su buena o mala suerte, habían planeado que su primer encuentro fueran días después de que Mikoto cumpliera los 18 años. Era bastante frustrante el tener que casarse a tan temprana edad, siendo que él deseaba seguir estudiando, viajar e incluso enamorarse de alguien antes de poder decidir sobre un paso tan grande como era aquella unión que sus padres estaban planeando para él. ¿Por qué todavía debían decidir ellos por su futuro? ¿No era suficiente todo lo que había hecho en su vida para poder dejarlos tranquilos? Él sabía que la vida no era nada sencilla y que tarde o temprano cometería algunos errores, pero nada cambiaba la idea de aquellos dos padres, amaban a su hijo pero era una decisión que jamás irían a cambiar, lo único que le concedieron fue un poco más de libertad para que se anduviera moviendo hasta que llegara el día de la boda tan esperada.

Por eso aquella tarde había decidido salir con sus amigos a una cafetería y luego al cine para ver una película de terror que se estaba por estrenar aquella noche y que llevaban esperando durante mucho tiempo. Al salir de la escuela Mikoto emprendió una larga caminata desde su institución hasta el centro de la ciudad, sabía que sus amigos siempre se demoraban en llegar, así que una caminata bajo aquel hermoso sol no le haría mal a nadie, menos cuando dudaba sobre el tiempo que podría pasear luego de que su compromiso se realizara.

Llevó al menos una hora el que llegara hasta la cafetería, pero sus amigos aún no había llegado, así que decidió esperar afuera del local mientras revisaba su celular tranquilamente, respondía sus mensajes, revisaba algunas de sus redes sociales, no faltaba demasiado para que aquellos chicos llegaran. Pero algo lo distrajo de sus pensamientos y de aquel aparato que tenía en sus manos, se trataba de una figura que no conocía y que se había acercado a él sin aviso previo, a lo que reaccionó con un sobresalto, alejándose un poco de éste.

— Lo siento, ¿Te asusté? No era mi intención, soy Han Jumin, no soy de por aquí y necesito llegar a esta dirección. — Comentó aquel Alfa azabache que se encontraba justo frente a él, extendiéndole un papel con una dirección escrita.

— Oh, disculpe, no quería reacción así... sólo me tomó por sorpresa. — Tomó aquel papel para poder leer lo que decía, al reconocer el local de comidas se estiró un poco para señalarle en la dirección que debía ir.— Mire, si sigue en esta dirección dos cuadras, en la esquina donde está el gran cartel rojo luminoso, debe girar a la derecha y caminar tres cuadras y media más. Ahí vera el cartel del local que busca.

El joven pelirrojo estiró sus manos hacia aquel hombre para devolverle su tarjeta, esperando a que él pudiera guiarse, aunque no era demasiado lejos entendía el sentimiento de encontrarse perdido en un lugar nuevo.

— De verdad gracias, pero... ¿Habría alguna posibilidad de que me acompañaras? De paso podría agradecerte la ayuda con un té y un postre, escuché que los que sirven en ese lugar son los mejores.

— No, lo siento, tengo un compromiso con mis amigos y ellos ya están por llegar, mil disculpas y espero pueda encontrar el lugar sin problemas.

El más alto de ambos no se veía muy conforme con las razones que le había dado el pequeño Omega pelirrojo, y tratando de convencerlo nuevamente, le comentó que quizás éstos no llegarían y se habían olvidado. Pero ante una nueva negativa del menor, la paciencia de aquel azabache comenzaba a irse, por lo que tomó sin permiso a Mikoto del brazo para intentar hacerlo que lo acompañara, tratando de disfrazar su molestia con una sonrisa amplia y ¿Amable?.

— ¡Suélteme! ¡¿Quién le dijo que podía tocarme?! 

El Omega se había enfurecido bastante ante tal acto tan descortés de agarrarlo e intentar llevarlo por la fuerza, no era algo que admitiría que sucediera, menos sabiendo que pronto tendría que obedecer a un Alfa por capricho de sus padres. 

El extraño Alfa se disculpó y le entregó una tarjeta con su información personal, aludiendo que si necesitaba algo, que por favor se lo hiciera saber, como una forma de compensar su ayuda y las molestias que le había causado con sus actos. Luego de eso se despidió y se marchó en la dirección que el pelirrojo le había indicado.

Mikoto quedó completamente confundido por lo que había ocurrido, pero trataría de no tomarle demasiado en cuenta, ya que fue el momento en que vio a sus amigos que estaban caminando a pocos metros en su dirección, saludándolo a la distancia y riendo por su cara, ya que tenía un color rojo intenso que había sido producto de aquel Alfa que lo había intentado llevar con él. No quiso explicarles a ellos toda esa situación incómoda y extraña, caso contrario  hubieran preferido cancelar todo el maravilloso plan que tenían y no podía permitirse tan cosa. 

Tratando de disimular todo el mal momento que pasó, pero había algo que le incomodaba aún más y era la sensación de que todo el tiempo lo estaban observando, era tan extraño porque no lograba divisar a nadie extraño al rededor de las mesas, ni siquiera por la ventana de aquella cafetería, empezaba a sentirse como un paranoico luego de todo lo sucedido.

Se tardaron demasiado tiempo en la cafetería y la hora de la película estaba llegando, tanto así que al salir tuvieron que empezar a correr para poder llegar a tiempo hasta el cine, faltando apenas 10 minutos para el comienzo de ésta, Mikoto les pidió a sus amigos que se adelantaran, debía llamar a sus padres para poder avisarles que él estaría en el cine y en cuanto saliera se iría para la casa. Pero en cuanto colgó el teléfono se vio rodeado de cuatro Alfas bastante grandes, lo cual lo asustó bastante. 

Aquellos Alfas lo acorralaron y forcejearon con el joven pelirrojo un poco, obteniendo como resultado una marca en su brazo y una descarga del electroshock que llevaba consigo uno, dejando al pequeño conejo en inconsciente y fácil de trasladar hasta una vehículo negro que se encontraba estacionado unas cuadras más abajo. 

Uno de los secuestradores tocó la ventanilla para que abrieran un poco y en cuanto ésto sucedió, se logró ver el rostro de aquel Alfa que se había acercado en la tarde para pedirle las indicaciones, el cual dio la orden de que lo metieran en la cajuela y así poder retirarse con el primer Omega que debían secuestrar para Red Moon.

 


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