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Inicios de vida y amistad por JennVilla

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Lily había insistido en un paseo por el Londres Muggle para celebrar el cumpleaños de Draco. Narcissa y Lucius habían protestado que no querían ir a ese sitio tan "peligroso", pero la pelirroja se encargó de hacerles ver que no tenían de nada por lo cual preocuparse.

—Ya verás que la pasaremos súper bien, Draco —dijo Harry atándose los cordones de sus zapatos—. Mamá ha dicho que podemos ir a la montaña rusa y al ciclón.

—Lo más que harán ustedes dos, será ir en un carrusel —dijo Lucius desde su lugar mientras echaba un vistazo al folleto del parque de atracciones—. Según esto, el carrusel de las tacitas de té, es el más seguro y más tranquilo.

—Oh claro, Lucius. Los niños sólo estarán en el carrusel —le tranquilizó Lily mientras intentaba peinar a Harry—. Cissa y yo hemos hablado ya con Molly, y las tres estamos de acuerdo en que los niños no subirán a las otras atracciones.

—Me parece muy bien. —dijo Lucius cerrando el folleto y mirando a Draco maliciosamente.

— ¡Es mi cumpleaños! —gritó Draco mientras Narcissa le acomodaba un abrigo azul— ¡Yo escogeré las atracciones a las que subiremos!

— ¿Y quién te crees que eres, mocoso? ¿Quieres ponerte en riesgo a ti y a tus amigos por un capricho? ¿Y luego meterme en un aprieto con el Centro de Protección a los niños Magos?

— ¡Pues no me importa! Mamá, dile a papá que subiré a la montaña rusa o me iré a vivir con los Potter. Te cambiaré a ti por la señora Potter, y a papá por el señor Potter.

— ¡Oye! —Harry golpeó ligeramente a Draco— No te puedes robar a mis papás.

—No los robaré, Harry. Tú y yo seremos hermanos, y luego seremos novios y después esposos.

La habitación se sumió en el silencio. Los tres adultos compartieron una mirada que los niños no entendieron.

—Así que... —empezó Lily.

—Mira, Draco Lucius Malfoy —Lucius levantó la voz—. Si te quieres ir de casa, no me importa. Un Malfoy insoportable menos.

— ¡Lucius! —Narcissa exclamó.

—Estoy bromeando, cariño. Y tú escúchame bien, mocoso-

— ¡No le digas mocoso a mi hijo!

— ¡Más mocoso eres tú! —Draco se cruzó de brazos con enfado y Harry compartió una sonrisa con su madre.

—No subirás a ninguna otra atracción —continuó Lucius—. Según lo que leí, en esas cosas monstruosas sólo pueden subir personas que cumplan con una estatura y edad específica. Y tú eres un enano.

— ¡No me digas enano! ¡Tú eres más bajo que el señor Lupin!

—Bueno, no me importa. Remus por lo menos es alguien tolerable.

Narcissa suspiró con fastidio.

—Draco, tu padre tiene razón. Puedo prometerte que cuando crezcas, podrás subir a cualquier cosa que quieras.

— ¿Lo prometes?

—Así es. Ahora deja de moverte para yo poder vestirte.

—Aún te viste tu mamá. —se burló Harry en un susurro que sólo escuchó Draco.

— ¿Y qué más esperabas? ¡Tengo seis años!


Remus venía hacia ellos con largas zancadas.

— ¿Dónde está el señor Potter? —preguntó Draco mientras saboreaba un helado de chocolate.

— ¿Y qué si viene o no? —dijo Lucius desinteresadamente.

—Que con él será más guay todo. —Draco bufó.

—No tan guay como conmigo, ¿eh? —Lucius se inclinó y empezó a hacer cosquillas a su hijo. Draco no paraba de reír y su helado cayó en el regazo de Harry.

— ¡Oye! ¡Mira cómo has ensuciado mi pantalón! ¡Mamá me va a regañar a mí!

Lucius dejó en paz a su hijo y movió suavemente su mano sobre Harry. El niño quedó totalmente limpio y abrió la boca con sorpresa. Draco le imitó.

— ¡Nuestro héroe! —murmuraron los dos niños, con adoración en los ojos. Lucius no podía lucir más complacido consigo mismo.

La risa profunda de Remus se dejó escuchar. El castaño estaba junto a ellos, sonriendo dulcemente a los niños.

— ¿Ya hiciste tu buena obra del día, Lucius? —preguntó mientras tomaba asiento frente a ellos.

—Así es, Remus. Si quieres, puedo hacer algo bueno por ti también. —el rubio guiñó un ojo y Remus puso los ojos en blanco.

—No molestes, Lucius. ¡Niños! ¿No me van a saludar?

— ¡Hola, señor Lupin! —dijo Draco— ¿Me ha traído un regalo?

—Te daré tu regalo cuando terminemos nuestro paseo.

— ¿Dónde está papá, Remus? —preguntó Harry después de abrazarle.

—Él y tu padrino no han podido venir. Surgió algo en el trabajo.

— ¿Hay magos malos?

—Así es, Draco. Así que los Aurores tienen mucho trabajo que hacer. ¿Dónde están Lily y Narcissa, Lucius?

—Se han ido a hablar con el que dirige ese parque de atracciones. ¿Ves lo de allá? —Lucius señaló con su mentón hacia adelante, donde se podía avistar parte de la montaña rusa— Pues ellas apenas vieron eso, casi se caen de espaldas y dijeron que tenían que hablar con el encargado, para asegurarse de que el carrusel fuera seguro. No entiendo qué relación tienen esas cosas como para preocuparse.

—No podremos subir a ninguna otra cosa, Remus —la voz de Harry estaba teñida de tristeza—. Y Ron ha hecho algo malo con los floreros de la señora Weasley, así que no pudo venir.

—Señor Lupin, ¿puede convencer a papá de que nos deje subir al ciclón? ¡O también podríamos subir al martillo! Harry, ¿cómo se llama esa cosa amarilla que vimos hace un rato?

—Son coches. Chocan entre sí.

—Exacto. Así que usted puede hablar con papá y mamá. Y también con la señora Potter, ¿cierto?


Draco y Harry no habían conseguido su objetivo.

Ahora estaban tristemente esperando en la fila, para poder ingresar al carrusel de ponis. Lily y Narcissa estaban mirándoles desde lejos con aprensión y Lucius estaba cerca de allí, intentando acertar con un dardo a la diana. Remus estaba comprando manzanas con caramelo.

— ¡Recuerden utilizar los cinturones de seguridad! —gritó Lily por encima del bullicio— Yo misma me encargaré de ponerlos con ma-

— ¡Tengan cuidado! —interrumpió Narcissa empujando levemente a Lily para que no siguiera hablando.

—Es muy injusto —dijo Draco con un mohín—. Yo quería ir a los coches chocones.

—También podremos divertirnos aquí —Harry palmeó la espalda de su amigo—. Podemos decirle a mamá que hechice el carrusel para que vaya más rápido.

— ¡Tienes razón! ¡Será más divertido así!

Por fin llegó el turno de los dos niños, y Lily, desde su sitio, se apresuró a sacar su cámara.

El carrusel contaba con veinticuatro ponis de cerámica, formados en círculo y situados por pares. Draco y Harry escogieron los dos que parecían ser de chicos y se subieron sin ayuda del encargado de la atracción.

—Mi pony es más guay que el tuyo —dijo Draco, palmeando su pony negro—. Escogiste uno muy feo.

—Eres tonto. Si tú escogías ese, yo tendría que escoger este para que pudiéramos quedar juntos. Además, a mí me gusta mi pony.

Los dos sintieron un leve cosquilleo y vieron con sorpresa cómo dos cinturones negros se aferraban a sus cuerpos. Draco gimió de disgusto. Lily guardó disimuladamente su varita y volvió a apuntarles con la cámara. Narcissa le decía a qué tomar fotos.

La música se dejó escuchar y los ponis empezaron a moverse suavemente en círculo y Harry se apresuró a sostenerse de la vara.

— ¿Tienes miedo? —Draco preguntó preocupado, estirando su brazo para alcanzar el de Harry— No tienes nada a qué temer. Yo estoy contigo, además, vamos muy despacio.

—No tengo miedo. Es que mi estómago está moviéndose mucho.

— ¿Y qué comiste? Ahora no quisiste helado. ¡Y estaba delicioso! —Draco dijo con expresión soñadora.

—He comido unos panqueques y un vaso con leche y cereal. Creo que la leche hace daño, si te vas a mover así.

El movimiento ondulante de los ponis, era sumamente fastidioso. Harry se estaba sintiendo muy mal.

— ¿Quieres vomitar? —preguntó Draco con una mueca.

—No lo sé.

De repente, la velocidad cambió, y pasó a ser alarmantemente rápida. Algunos niños empezaron a gritar por la emoción, y otros por miedo. Draco levantó los brazos, olvidándose de Harry, y gritó con júbilo.

Harry se aferró más a la vara y en medio de las vueltas vertiginosas del carrusel, pudo ver a su madre y a Narcissa gritando enfurecidas a Lucius. El rubio no hacía caso y continuaba moviendo disimuladamente su varita en círculos.

— ¡Paren, por favor! —gritó Harry con el desayuno en su garganta— ¡Quiero vomitar!

— ¡No seas asqueroso, Harry! —gritó Draco.

Pero al parecer, los ruegos de Harry habían sido escuchados, pues el carrusel disminuyó su velocidad y todo volvió a la normalidad. Harry se restableció enseguida y pudo suspirar tranquilo. No así Draco, quien al parecer el cambio de velocidad le jugó una mala pasada, y le hizo devolver todo su desayuno y el helado sobre el regazo de Harry.

Harry gritó llenó de asco y empezó a manotear desesperadamente mientras Draco casi vaciaba el alma en su cuerpo. Narcissa gritaba, mientras Lily golpeaba con su cartera a Lucius en la cabeza y Remus hablaba apresuradamente con el encargado para que pararan el carrusel.


Harry oyó nuevamente el gemido de angustia de Draco y se decidió a entrar en la habitación. Draco estaba en la cama. Su cara estaba pálida y tenía puesta su pijama.

—Harry —Draco se quejó—, me estoy muriendo. Me duele mucho la panza.

Harry se subió a la cama de Draco y le contempló con pesar.

—Lo siento mucho, Draco. Espero que te mejores para que podamos jugar por la noche.

—No creo que pueda hacerlo. ¡Moriré!

—No digas eso, Draco. Estarás bien, ya verás. No puedes morirte y dejarme solo.

— ¿Me extrañarías? —los ojos de Draco estaban vidriosos.

—Claro que sí. Te quiero mucho, me harías mucha falta.

—Yo también te quiero, Harry.

Un ligero carraspeo resonó en la habitación del rubio. Lily estaba en la puerta con gesto preocupado.

—Draco, cariño, ¿cómo sigues?

—Voy a morir, señora Potter. Pero antes de que lo haga, ¿puede decirle a mis papás que los quiero? Yo ya le he dicho a Harry que lo quiero. Dígale también a Severus y al señor Lupin. También dígales a la tía Bella y a la tía Andy. Y si quiere, al señor Potter y al señor Black.

Lily sonrió y se adentró en la habitación. Se acercó a la cama de Draco y le acarició los rubios cabellos

—No vas a morir. Ya verás que la poción hará efecto y te pondrás bien. ¡Así podrás decirles tú mismo a los demás, que los quieres!

— ¿Ah, sí? Bueno, está bien. ¿Dónde están papá y mamá?

—Están teniendo una pequeña charla, Draco. Harry, mi niño, despídete y vámonos a casa. Mañana volveremos para ver cómo sigue Draco, ¿sí?

—Yo quería jugar con él.

—Mañana pueden jugar lo que quieran. Anda, despídete.

Harry asintió resignado y se giró hacia Draco.

—Nos vemos mañana, Draco. Traeré mi escoba.

—Está bien. —Draco parecía muy triste.

—No te preocupes, mañana no te dolerá nada. —Harry sonrió y apretó levemente el hombro de Draco.

—Espera —Draco empezó a ruborizarse—. ¿Puedes darme un beso?

Lily ahogó una exclamación y Harry se sonrojó.

—Está bien. —Harry se inclinó y besó la mejilla de Draco. El rubio sonrió y levantó su cabeza para devolver el gesto.

—Podemos seguir despidiéndonos así. Porque nos queremos mucho, ¿qué dices?

— ¡Dale! —Harry sonrió ampliamente como si estuvieran planeando un siguiente juego o aventura.

Lily tuvo que cubrirse la boca con sus manos y morderse un poco, para evitar asustar a los niños con su emoción.


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