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El alfa del presidente por Aly White

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Juan observó con fastidio al ministro de defensa. Si no fuera por la insistencia de él, estaría con Dario. Su hermoso Alfa, tocando esos rizos color cobre y viendo esos ojos tan azules. 

  --Señor, es algo serio. Esos sucios omegas rebeldes están entrenados para no sucumbir a nada.   

La camisa blanca de Juan se ceñía sobre su cuerpo, le gustaba dar la imagen de un alfa dominante para que la gente le tuviera respeto. Ahora, su compañero lo esperaba, el único que le importaba en esta vida.   

--No es necesario quebrarlos.  

El rostro del ministro paso de blanco a rubicundo en unos segundos.   

--Quieren generar pánico en el pais, la población creen en ellos más que en usted.   

--Yo nunca di la orden de secuestrar omegas campesinos para la élite de las grandes ciudades. Los rebeldes solo quieren recuperar a su gente.   

Nervioso, el ministro caminó alrededor de la cámara ministerial   

--Esto es más grande que tú, Juan. Quizás el omega caprichoso de tú pasado quiere hacerte la vida imposible.   

Pasó una de sus manos en la mesa larga, donde cada mes los ministros se reunían a saldar cuentas a la cabeza de la nación. No existía robos ni corrupción, trabajaron duro para quitar esa plaga. Las personas tenían una calidad de vida excelente y no existían quejas, además de los secuestros de omegas para la satisfacción de los alfas de altos circulo social. Juan luchó contra esa idea tan absurda, pero las personas dejaron muy en claro que querían omegas intactos.  Juan pasó en cama 3 días, sintiéndose enfermo y de lo más sucio por no haber podido luchado más, como le era correspondiente.   

--Ya pasó el tiempo pactado, tienen que dejarlos ir.   

--Son muy obstinados. Dicen que los van a matar si no ceden.   

--Hay muchos hombres y mujeres de su mismo nivel.--dijo con tranquilidad--Los campesinos deben volver, sino habrá una guerra civil.   

La expresión divertida en la cara del ministro fue cómica.   

--Por favor, la última vez que ocurrió eso.-- alzó ambas manos-- Sabes que un grupo de personas, no pueden paralizar un país.   

--Fui victima de la gran paralización, donde obtuve la cicatriz por la que soy tan famoso. No fue muy bonito que digamos, y no quiero que niños pasen por la misma experiencia por la que yo pasé.   

--Después de esos días oscuros, las autoridades prometieron que nunca volvería a suceder.   

Juan vio en el fondo, la bandera del país y la cinta que usaba en ocasiones especiales.   

--Diles que para mañana quiero a esos chicos de regreso a casa, mi gobierno es pacífico y si es como tu dices: el omega que hace esto, tendré una amistosa charla con él.   

A solas, un estremecimiento le hizo revolverse en su lugar. Sabía bien quien era esa persona, y era igual de campesino que Dario o al menos lo fue en su tiempo. El tiempo que tuvo con él fue más pasional que romántico, ambos sabían que no estaban emparejados pero eso no impidió la constante molestia en la que se convirtió su relación. De amantes a enemigos. 

Ahora solo dos cosas le importaban. Su alfa y el bienestar de su nación.   

--Señor. El joven Dario ya regresó de su visita a los rebeldes.   

Hizo una mueca rayando en la diversión.   

--Gracias por informarme.   

Caminó lo más rápido que pudo. El agente de seguridad nacional le seguía el paso, una mujer de aparente aspecto inofensivo, de altura promedio y mirada penetrante. Las personas casi no la tomaban en cuenta, pero era su as bajo la manga.   

--Señor, debo decir que el joven Dario...  

Su compostura cambió por completo, la idea de que otra persona comentara acerca de su alfa le causaba nauseas.   

--Calla. ¿Dario te ha visto? Digo, también eres una alfa.   

--Una alfa que le gustan los omegas-- se tocó el cuello con una sonrisa fácil.--Quería arrancarme la garganta. Ese muchacho es muy celoso.   

La risa de Juan retumbó en todo el lugar, los guardias dispuestos a lo largo del pasillo siguieron indiferentes a todo lo demás. Fue más llevadero, estar con su amiga: la pequeña Emilia.


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