Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La Madre de los Príncipes de la Calamidad. por Keiko Midori 0018

[Reviews - 89]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Había pasado exactamente un mes desde el nacimiento del primer Príncipe de la Calamidad, Inuyasha solo podía pensar que ese mundo en el que había parado era en verdad muy extraño. El pequeño príncipe que tanto cuidó, ya no era un bebé y menos un niño. Inuyasha había sentido que Inu no Taisho literalmente había crecido en un parpadeo. Inu no Taisho ya era todo un hombre, Inuyasha podría decir que se veían de la misma edad y era raro. Inuyasha al ver al joven de aparentemente diecisiete años, no pudo encontrar ni un rastro de ese bebé que reía dulcemente al jalar su cabello. Pero quedarse viéndolo fijamente no traería al pequeño, aunque seguía siendo uno con tan solo un mes de vida. Realmente ese mundo era extraño.

―Madre, ¿ocurre algo?. 

Claramente, Inuyasha odiaba ser llamado de esa forma. Aunque en cuanto el príncipe había aprendido a hablar, había empezado a llamarlo de ese modo y por más que se quejó, no fue escuchado. Pero empezaba a acostumbrarse.

―No es nada, solo pensaba. ―Respondió Inuyasha apartando la mirada. Esa acción hizo que el príncipe volviera a su posición para seguir peleando con el guardia que se le había designado.

Estaban en el campo de entrenamiento, Inu no Taisho debía volverse fuerte para ir a luchar al campo de batalla. Mientras Inuyasha miraba al príncipe entrenar, sentía que el tiempo que lo tuvo en sus brazos se sentía lejano. Pero volvió a recriminarse por pensar de ese modo. Al verlo moverse como si fuera uno con la espada, Inuyasha se preguntaba muchas cosas. Pero, también sentía que con cada golpe que el príncipe acertaba, era un paso más hacia la batalla. Inuyasha estaba más que consciente de que tanto Inu no Taisho como sus futuros hermanos, partirían a la guerra y matarían a todo el que osara enfrentarlos. Pero también sabía que no eran más que niños con cuerpos de adultos, que podrían resultar lastimados o que quizás no volverían. Con tan solo recordar el estado del Rey Demonio tras enfrentarse con un mago de tercer nivel, no quería imaginar que podría llegar a pasar con esos niños. Inuyasha estaba tan preocupado por Inu no Taisho, que había olvidado que la cuenta regresiva había empezado nuevamente. En un mes, tendría que volver a engendrar otro niño para que secundara a Inu no Taisho.

Durante ese mes, nada había cambiado entre Inuyasha y el señor de los demonios. Inuyasha aún lo podía ver ausente, encerrado en sus propios muros y tampoco había hecho nada para derribarlos. Inuyasha seguía empeñado en no forjar lazos con nadie para que las despedidas no fueran dolorosas, pero había esa pequeña incomodidad todavía. Inuyasha había dejado de pensar en su mundo, en como iba todo en relación a sus estudios y su empleo o si era que alguien lo estuviera buscando. Pero la realidad era que nadie lo esperaba en ese lugar, nadie lloraría o lo buscaría. Aún así, Inuyasha se repitió hasta el cansancio que era su hogar y lo único que conocía. Antes de que siguiera atormentándose en su mar de pensamientos, Inuyasha escuchó un golpe, aunque lo conocía. Una vez más Inu no Taisho había hecho uso de su fuerza abismal y había estrellado a otro guardia contra el muro, de nuevo tendrían que repararlo. Y como siempre pasaba, Inuyasha solo vio al príncipe gruñir por lo bajo y continuar con su pesado entrenamiento.

Algo que Inuyasha notó que otros no, era que Inu no Taisho estaba frustrado. Todos los días del alba al crepúsculo, Inu no Taisho entrenaba con esfuerzo y dedicación. Algo que Inuyasha había notado y que le recordaba a sí mismo, pero la frustración irradiada por el primer príncipe pasaba desapercibida para todos, menos para él. Inuyasha no se creía alguien observador, pero podía ver que algo molestaba al príncipe. El comportamiento de Inu no Taisho no era entendido por nadie, nadie notaba su frustración e Inuyasha era el único que veía al príncipe salir por las noches del castillo. No sabía a donde se dirigía o porque lo hacía, no preguntó por sentir que eso solo lo haría una madre preocupada. Inuyasha no era una madre y no se comportaría como tal. Seguiría estando como un espectador más y aunque muy en el fondo le preocupara, se quedaría así por su propio bien.

En esa ocasión Inuyasha no estaba siendo atosigado por la niña demonio, ella en conjunto con Kagome, habían sido enviadas a una aldea demoníaca que había sido atacada por humanos. Solo se trataba de un asunto territorial que la guardia demoníaca ya había resuelto, pero debían asegurar a los civiles heridos y ellas habían sido elegidas junto a algunos demonios más. Inuyasha sabía que al menos estarían ausentes por unos días. Y en cuanto al Rey Demonio, ya estaba en el frente de batalla liderando sus tropas e Inuyasha no sabía cuando volvería o porque le preocupaba saberlo. Inuyasha se sentía solo, por esa razón estaba en el campo de entrenamiento mirando esas peleas dignas de vídeo juegos de su mundo.

Ya por la noche, aburrido y solo, Inuyasha decidió ver a Inu no Taisho. No era porque le intrigaba y preocupaba su comportamiento, era solo porque estar rodeado de demonios aterradores que lo llamaban Reina Humana de la Calamidad, era tedioso. O eso quiso creer. Como cada noche, Inuyasha escuchó la puerta frente a la suya siendo abierta con cuidado, aunque pudo escucharla y se preguntaba porque nadie más lo hacía. Los demonios tenían los sentidos más desarrollados que los humanos, pero aún así no eran capaces de notar que su príncipe escapaba. Inuyasha esperó unos segundos con la oreja pegada a su puerta, cuando escuchó silenciosos pasos alejándose, salió sin hacer ruido. Sus pasos lo guiaron al exterior del castillo, cuando vio a Inu no Taisho trepar el muro como si nada, supo que su persecución había finalizado. No se dio por vencido, logró encontrar una salida descuidada por los guardias y siguió en silencio al príncipe. Aunque Inuyasha no notó que también era seguido.

Luego de un rato caminando y de notar que Inu no Taisho iba tan sumido en su mente que no lo notaba, Inuyasha se dio cuenta de que se estaban alejando demasiado y cuando vio a Inu no Taisho transformarse en un colosal cánido blanco platino y alejarse con rapidez, se dio cuenta de que todo estaba acabado para él. 

Solo, en un mundo extraño, lleno de peligros y sin saber como regresar, Inuyasha estaba seguro que seguir a hurtadillas al primer Príncipe de la Calamidad no había sido una de sus mejores ideas. Al mirar a su alrededor no podía ver más que oscuridad, una aterradora y silenciosa oscuridad. Cuando Inuyasha escuchó el ruido de la hojarasca y de algo moviéndose hacia su dirección, corrió a donde fuera que su nula visión y su miedo lo guiara. No tardó mucho tiempo en distinguir a la criatura en la oscuridad. Pero el inmenso ser lo atrapó de la ropa con sus fauses y alzó el vuelo. Inuyasha empezó a manotear en el aire cuando notó que ya estaba muy lejos del suelo. Pero por más que gritara, sabía que nadie iba a ayudarle.

De un momento a otro Inuyasha estaba volando, más bien cayendo, dado que la criatura lo había lanzado hacia arriba. No importó cuanto gritó o manoteó aterrorizado, no funcionaría. Cuando empezó a bajar, Inuyasha dio por sentado que moriría. Cuando cerró los ojos y esperó lo peor, cayó en una superficie dura y al abrir un ojo mientras se aferraba a lo que sostenía, se dio cuenta de que estaba en la espalda de un gran dragón de dos cabezas. Como pudo, se aferró a la silla de montar que el dragón poseía. Tenía más miedo a las alturas que al mismo animal, convivir por unos meses con demonios de todo tipo había cambiado ligeramente su percepción. Siguió sobre el animal hasta que paró en un claro, el animal descendió e Inuyasha solo se tiró al suelo agradeciendo que finalmente estaba en él.

Cuando Inuyasha se recuperó de sus mareos, se levantó y vio como el dragón se recostaba en el suelo junto a un árbol. No sabía que era más raro, que el dragón lo haya llevado hasta ahí o que estuviera comiendo pasto. Inuyasha miró a todos lados, el brillo que brindaba la luna era suficiente para distinguir algo. Estaba en un bosque, cuando pensó que estaba acabado, escuchó árboles siendo destrozados. De nuevo estaba en problemas. Volteó a ver al dragón pero este no parecía molesto con el ruido. 

―Llévame al castillo del Rey Demonio. Te darán una recompensa si lo haces ―Inuyasha se acercó al dragón, una de las cabezas se acostó mientras que la otra vigilaba. El dragón no estaba interesado en su oferta, aunque no sabía si era capaz de entenderle. Dejó de tener miedo en el momento en que lo vio pastando, al parecer no planeaba devorarlo. ―¡Soy la Reina Humana de la Calamidad!.

Inuyasha realmente pensó que ese denigrante título funcionaría, había servido antes. Pero, el dragón seguía impasible ante su grito. Inuyasha no había notado que el escándalo se había calmado después de haber alzado la voz. Cuando una voz lo hizo crispar, supo que una vez más estaba en problemas.

―¿Quién anda ahí?. ―Preguntó Inuyasha mientras se acercaba al dragón, tal vez el dragón intimidaría al ser que se estaba acercando.

―¿Madre?. 

―¿Inu no Taisho? ¿Que haces aquí?.

―Eso mismo debería preguntar yo.

El ruido que Inuyasha había escuchado se trataba de Inu no Taisho, el príncipe entrenaba a solas. Inuyasha supo que las salidas del joven eran a causa de que quería volverse fuerte al punto de no parar sus entrenamientos. Inu no Taisho entrenaba a todas horas, sin descanso. Inuyasha escuchó la explicación que Inu no Taisho le dio acerca de su frustración. Ambos se sentaron junto al dragón, comenzaron a platicar. 

Inu no Taisho estaba frustrado debido a que su avance le resultaba insuficiente. El joven tenía demasiadas expectativas sobre sí mismo que influían en su comportamiento. Para él, ser el Príncipe de la Calamidad era una carga todavía demasiado pesada y estaba buscando la manera de cumplir las expectativas que todos tenían sobre él. En compañía de sus hermanos aún no natos, debía dar gloria al reino demoníaco pero su fuerza no era suficiente a sus ojos. No quería decepcionar a sus padres.

―Madre, ¿que puedo hacer?. He intentado todo, pero no logro mis objetivos. Los antiguos escritos dicen que los cinco naceremos con un don que nos ayudará a vencer a los humanos, pero no tengo ni uno solo. Todos tienen altas expectativas en mí y no quiero defraudar a nadie.

Según Inuyasha, Inu no Taisho era tan serio como su padre. No solo se parecían físicamente, si no que también mentalmente. El príncipe no hablaba mucho con nadie, a excepción de él y que pidiera sus consejos, le dio una oculta pero satisfactoria sensación.

―No dejes que las expectativas de los demás te afecten, no vale la pena. Mírame a mí, vivo bien a pesar de que todos me han puesto un título que no me corresponde sobre los hombros. ―Le brindó una ligera sonrisa tranquilizadora, dejó de lado sus pensamientos y se empeñó en animar al príncipe. Ya tendría tiempo para reprocharse.

―Es solo que todos esperan que derrotemos a los humanos y que devuelva la libertad a los demonios. A veces siento que mi fuerza no es suficiente, ni siquiera he logrado revelar cual es mi don. ¿De qué serviré si no lo logro? ¿De qué servirá su sacrificio si soy tan inútil? No quiero decepcionarlos.

―¿Bromeas? ¡A tu edad mi especialidad era llorar!. ―Inuyasha resopló divertido ante la sonrisa ligera que soltó el príncipe, era nostálgico. ―No pienses en mí, piensa en ti mismo y lo que quieres lograr. Forja tu propio camino, ese don llegará cuando menos te lo esperes y verás lo fuerte que eres. Solo se paciente y no te rindas, yo nunca me rendí y no quiero que ninguno de mis hijos lo haga.

Cuando Inuyasha se dio cuenta de lo que había dicho, ya no había vuelta atrás. El primer Príncipe de la Calamidad sonrió como nunca nadie lo había visto en el momento en el que fue llamado por primera vez «hijo».

Continuará...

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).