Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La Madre de los Príncipes de la Calamidad. por Keiko Midori 0018

[Reviews - 89]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Al día siguiente, Inuyasha despertó con el mismo dolor insoportable que recordaba. Aunque en esa ocasión había mordidas en su cuerpo, no entendía porqué ni tampoco quería preguntar. Pero estaba seguro que se trataban de algún castigo por todos sus actos en contra del orgulloso rey. Inuyasha insultó al rey mentalmente al ver marcas violáceas en su cadera, justo donde lo había estado sosteniendo y gracias a que era aún más débil mientras lo tenía entre las piernas, no se había percatado hasta que despertó. Una nueva tanda de insultos apareció cuando el levantarse se había convertido en toda una odisea. 

―Ese bastardo... ―Se dejó caer a la cama enfurruñado. ―Seguro lo hizo a propósito. 

Inuyasha nunca lo sabría y no iba a preguntar, se llevaban mejor cuando estaban lejos el uno del otro. Pero, irónicamente, había menos insultos cuando compartían la cama y eso no significaba que lo harían a menudo. Inuyasha solo había accedido por mero deber y que su cuerpo lo haya traicionado al disfrutar del momento, era un tema aparte.

Pasaron dos días y se obtuvo el resultado, el segundo príncipe estaba en camino.

Al ser la segunda vez, a Inuyasha ya no le conmocionó la noticia. Simplemente se dejaría hacer y que esos demonios que suplantarían a Kagome se ocuparan de darle todos esos brebajes que ella le brindaba para que el embarazo no durara demasiado y así darle más tiempo de entrenar al futuro Príncipe de la Calamidad. Porque se estimaba que debía igualar el poder de su hermano mayor lo antes posible e Inuyasha estaba seguro de que así sería, confiaba en su intuición. Y acompañado de Rin, la espera fue un poco más llevadera.

Llegó el día en que Inu no Taisho, Kagome y su escolta volverían e Inuyasha decidió esperarlos a estar encerrado. Además de que no quería toparse a Sesshomaru, seguía molesto con él. Y mientras Inuyasha se encontraba sentado en el césped viendo hacia la entrada principal, Rin se dedicó a hacer coronas florales para él. A pesar de ser vigilados por los guardias, Inuyasha se recargó en un árbol y cerró los ojos para tomar una ligera siesta. Ese embarazo lo dejaba más fatigado que el anterior.

Hicieron esa misma rutina por una semana, no hubo rastro del príncipe ni de sus acompañantes.

Cuando había caído la noche y no hubo ninguna noticia acerca de Inu no Taisho y su comitiva, Inuyasha se preocupó pero no lo expresó con palabras. Pero todos supieron que su reina se encontraba al borde de un colapso nervioso gracias a su preocupación por el príncipe, a diferencia del rey que no parecía interesarse en el tema o eso dejaba ver. 

Después de una semana, Inuyasha había empezado a exasperarse ante la falta de interés que mostraba el Rey Demonio hacia su hijo. Y claro, el hombre aparecía cada tarde para transferirle energía al segundo príncipe más nunca decía nada. Inuyasha lo atribuía a las palabras que le había dicho durante su última discusión, pero eso no justificaba el que haya desamparado al primer príncipe. Y no, Inuyasha no estaba preocupado cual madre angustiada, estaba preocupado por ser alguien conocido por el príncipe y nada más. O eso quería creer. Pero después de que ya había una semana sin saber nada de ellos, Inuyasha tomó una decisión a costa de sus propios principios. Decidió dejar su orgullo de lado y enfrentarse nuevamente al Rey Demonio, esta vez sin pelear. Y cuando estuvo frente a los aposentos reales, inspiró profundo y colocó su mano en el pronunciado vientre que aparentaba tres meses ya. Entró no sin antes soltar una nueva maldición.

Cuando Inuyasha entró, el Rey Demonio se encontraba revisando unos documentos que mantenía sobre una mesa cercana. La expresión molesta de Inuyasha se dejó ver, si ese hombre solo quería hijos para utilizarlos como armas, al menos esperaba que cuidara de ellos. Pero parecía más interesado en esas viejas hojas que en lo que ocurría a su alrededor. Se paró frente a él sin importarle los modales, se cruzó de brazos y frunció el ceño, trató de verse algo intimidante pero en su estado actual no parecía algo más que un adorable berrinche.

―No protestaré la próxima vez si vas a buscar a tu hijo.

Ambos sabían a que se refería, esas palabras hicieron que el Rey Demonio alzara la vista de sus documentos y lo mirara con interés, Inuyasha casi torció sus labios con molestia ante eso.

―Recuerda tus palabras. ―Firmó una última hoja.

Luego de eso, el Rey Demonio se retiró dejando confundido a Inuyasha. Si este supiera leer, podría notar que en los papeles habían muchas ordenes para los miembros del castillo. El demonio solo estaba ajustando todo para poder ausentarse, además de dejar bajo protección a su reina y heredero. Había algunas pautas y reglas, pero quedaba estipulado que en su ausencia el deber de la reina era velar por el liderazgo del lugar. En pocas palabras, ahora Inuyasha estaba a cargo del territorio ante la ausencia del rey. Su palabra ahora era tan valiosa como la del rey mismo. Eso Inuyasha no lo sabía, pero lo averiguaría ya que un rey no solo se la pasaba revolcándose en su poderío y descansando, también tenía deberes para con su pueblo.

Pasado un rato, Inuyasha recibió la noticia de que el rey había partido. Al escucharlo, simplemente decidió encerrarse y descansar su espalda, el peso extra lo estaba matando. Pero ni bien dio un paso, una comitiva de doncellas lo asaltó y lo obligaron a vestirse apropiadamente con elegantes ropas. Al menos no le habían puesto nada femenino, pensó para sus adentros. 

Después de esa tortura, las damas lo guiaron a la sala del trono e Inuyasha notó que ese gran coloso de piedra intimidante que había visto en incontables ocasiones, estaba cubierto con almohadones en el respaldar y asiento, se veía cómodo desde donde se encontraba. Estaba acondicionado para que pudiera sentarse sin causarle molestia a largo plazo. Eso hizo que Inuyasha entrecerrara los ojos con notable sospecha. Antes de que pudiera contestar, ya lo tenían sentado sobre el trono del rey y uno de los guardias estaba frente a él con los mismos documentos que había visto anteriormente en posesión del Rey Demonio.

―He aquí las ordenes de nuestro señor, el Rey Demonio. ―Todos guardaron silencio, incluido Inuyasha que empezaba a impacientarse. ―Nuestro rey ha tenido que abandonar los terrenos del castillo y ha dejado el puesto a nuestra reina.

Inuyasha había fruncido el ceño ante su título, además de las dudas que empezaban a incrementarse. Decidió no decir nada hasta escuchar el informe completo.

―Todos estamos bajo el mando de nuestra reina y se deberán cumplir todas sus exigencias como si fueran promulgadas por el rey mismo. No tiene límite de poder a excepción de dos reglas: No abandonar el palacio y no ponerse en peligro a sí mismo, al segundo príncipe o a cualquier habitante de estas tierras. Lejos de todo, sus obligaciones son las mismas que el rey más serán en intervalos más cortos y no se le debe sobre exigir demasiado. Tendrá un descanso cada dos horas y se retirará temprano, no se deben desatender sus cuidados prenatales o alterarse innecesariamente. 

Inuyasha había perdido el hilo a la mitad del discurso, la monótona voz del demonio frente a él lo hizo bostezar. Estaba cansado, pero como habían dicho anteriormente, tuvo que asumir esa carga sobre sus hombros. Como Inuyasha no tenía experiencia alguna gobernando, fue ayudado por unos viejos demonios que servían como consejeros, aunque era bien sabido que la hechicera era la mano derecha del rey y su más fiel consejera. Todos habían sentido la ausencia de la mujer, algunos temían que ella tendría el mismo destino que su maestra y su antecesora. Nadie quería que eso ocurriera, no querían ver al temido Rey Demonio perder los estribos nuevamente. Lo único que quedaba era pedir que el señor de los demonios encontrara con bien a la hechicera y al primer príncipe.

Para todos en la sala del trono, ver como su reina se esforzaba en atender a los demonios que llegaba pidiendo ayuda, tomando decisiones que sorprendieron a más de uno y que resolvieron grandes problemas, era en verdad sorprendente. Sus esperanzas crecían al ver que a pesar de su inexperiencia, su respetada majestad podía llevar el puesto en alto. Pero al tomar sus descansos obligatorios, los ancianos pudieron ver la bruma de preocupación que cernía sobre el joven humano. Al igual que él, todos estaban preocupados por la nula información que tenía respecto a la cuadrilla que había visitado el este, una zona que había sido invadida por un grupo de exterminadores. Pero era de entenderse que en su estado estuviera tan mal mentalmente, después de todo, eran su hijo y su rey. 

Y así pasó Inuyasha la mayor parte del día, entre descansos y trabajo. Gracias a eso había dejado de pensar en el porqué de la tardanza del Rey Demonio, había asumido que no tardaría nada en traer a su hijo a un lado. Ya lo admitía, se estaba volviendo loco por la preocupación, quería hacer algo para ayudar e incluso trató de movilizar el ejército demoníaco solo para buscar al primer príncipe pero después de pensarlo mejor, solo empeoraría las cosas. Simplemente se dedicó a hacer lo mejor que pudo el trabajo y rezar por el salvo regreso de ese trío de demonios que le causaban un sentimiento diferente.

Llegó la noche y no hubo noticias, Inuyasha había sido enviado a descansar y Rin le hizo compañía. Tan sumido en su preocupación estaba que no recordó que la niña no había sido mencionada durante todo el día gracias a sus estudios. Pero ella se encargó de hacer que dejara de pensar en crueles escenarios que su preocupación le mostraba. Inuyasha no fue capaz de conciliar el sueño, estuvo atento a cualquier movimiento fuera de su habitación.

No fue hasta llegado el amanecer que Inuyasha fue capaz de dormir un rato, tampoco podía descuidar al segundo príncipe por su mortificación.

 Cuando despertó y fue atendido debidamente, Inuyasha volvió a tomar el mando del reino demoníaco. Resolvió con ayuda varios problemas acerca de los refugiados de guerra, supo aprovechar un territorio olvidado y lo volvió un gran terreno de cultivo, los refugiados serían quienes lo trabajaran para proveer y proveerse alimento. Usando la lógica e ideas de su mundo, logró recibir halagos de los ancianos del concejo. Pero en su apatía, Inuyasha solo sonreía sin ganas y seguía escuchando a los traductores que le ayudaban a entender los tratados y demás. Llegó el mediodía y mientras Inuyasha descansaba, recibió la noticia de que tanto el Rey Demonio como el príncipe, habían regresado. Si no fuera por su condición, habría corrido a verlos en cuanto lo escuchó.

Después de haber pasado un cúmulo de emociones con esos demonios, Inuyasha había empezado a volverse dependiente de ellos y mientras avanzaba hacia ellos, no pudo evitar suspirar aliviado. Justo como lo había deseado, el Rey Demonio había cumplido con su parte del trato.

Continuará...

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).