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La Madre de los Príncipes de la Calamidad. por Keiko Midori 0018

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La reunión estaba en pleno apogeo, todos hablaban acerca del don del primer príncipe y lo mucho que beneficiaría a todos. Incluso se decidió que ya estaba listo para partir al frente de batalla, aunque hubo protestas por parte de Inuyasha, todos estuvieron de acuerdo. A final de cuentas, los cinco Príncipes de la Calamidad habían nacido únicamente para ir a la guerra y luchar. Y antes de que el ambiente se tornara más agresivo, el Rey Demonio tomó la palabra. Ya había develado el don de su primer hijo, aún faltaba el del segundo.

―Y en cuanto al segundo príncipe, la verdad es que no estoy seguro de lo que hizo con exactitud. ―Todos lo miraron atentos, en un silencio que competía con las risas de Izaya al jugar con el cabello de su padre. ―El veneno no me permitía curarme, solo sentía que me quemaba de adentro hacia afuera. La cría hizo algo, quizá de manera inconsciente, que cambió todo. Lo único que sentí fue una energía que recorría mi cuerpo y no solo paraba el dolor que lo consumía, sino que me dio la fuerza para curarme. 

―Eso es imposible, me aseguré de transmitirle la energía demoníaca para que pudiera regenerarse pero su cuerpo la rechazó, ¿como podría una cría tener una energía tan fuerte y similar a la suya, tanto que su cuerpo la aceptaría como propia?. ―Añadió Kagome.

―Porque esa cría es sangre de mi sangre y es uno de los hijos de la calamidad. ―Contestó con seriedad al ser interrumpido, eso calló toda palabra por parte de los demás miembros. Prosiguió con sus palabras. ―Al no haber más veneno consumiéndome, pude empezar a curarme por mí mismo. Si el segundo príncipe tiene como don un antídoto para contrarrestar el veneno mágico, tendremos la fuerza suficiente para combatir sus ataques. 

Y una vez más, los murmullos aparecieron. Un don capaz de contrarrestar el arma más poderosa de los humanos, sería una gran ventaja. Que los príncipes hayan descubierto sus dones casi al mismo tiempo y que dichos dones fueran capaces de ir a la par contra los humanos, significaba que la suerte estaba sonriendole al reino demoníaco. Si el don de Izaya había salvado al Rey Demonio y erradicado una fuerte cantidad de veneno sin esfuerzo o daño para la cría, muchos especularon que su poder sería aún más poderoso cuando trajeran su consciencia justo como al primer príncipe. Las ansias por ver hasta que punto podrían explotar ese don en conjunto con el del primer príncipe, no hicieron más que aumentar. Luego de un par más de palabras que para Inuyasha eran sinsentidos, la sala se fue vaciando. Claramente, hubo castigos para los que apoyaron la anterior idea de Kagome y para la misma hechicera.

Cuando Inuyasha estuvo a punto de retirarse, fue retenido por el Rey Demonio. No protestó, aún tenía muchas dudas que resolver y aunque le había quedado claro que aquel beso no había sido el causante de su despertar, quedaron ciertas dudas al aire. Por ello, Inuyasha entregó a Izaya a las damas que lo cuidaban e hizo que incluso Inu no Taisho se retirara. 

―¿Qué fue lo de antes?. ―Inició el Rey Demonio. Inuyasha supo que se refería a aquel beso, gracias a la pregunta repentina desvió la mirada al suelo y jugueteó con sus dedos.

―En mi mundo, los libros mencionan algunas cosas relacionadas con la magia. En uno de ellos mencionaba acerca de un hechizo que se rompía con un... con eso. ―Inuyasha no fue capaz de pronunciar la palabra correcta, la vergüenza y el orgullo pudieron más.

―Entiendo. ―Se limitó a contestar. Antes de que el Rey Demonio empezara a marcharse, Inuyasha recordó sus dudas y lo detuvo.

―¿Estuviste despierto todo el tiempo? ¿Incluso cuando te llame?. ―Susurró Inuyasha después de un momento, alzó la mirada por primera vez. Cuando vio al Rey Demonio asentir, recordó la desesperación que sintió cuando sus llamados no fueron contestados.

―Desperté poco antes del amanecer, pero aún no terminaba de curarme. Cuando la hechicera vino por el segundo príncipe un rato antes de que despertaras, yo ya estaba completamente recuperado. ―Contestó sin tomarle importancia. ―Mandé a convocar a todos, aunque los príncipes fueron los primeros en saberlo.

Pero Inuyasha había dejado de escuchar lo que el Rey Demonio decía, porque realmente había tenido miedo. Inuyasha tuvo miedo de que el Rey Demonio muriera por su causa, incluso sintió una gran agonía al no recibir respuesta. Inuyasha realmente había pensado que el demonio frente a él había muerto y cuando eso pasó, sintió una inexplicable soledad que lo asfixiaba a tal punto que deseaba intercambiar su lugar. Mas escuchar que esa escena había sido una farsa, la rabia y el dolor aparecieron al instante. Inuyasha sintió que su dolor era una burla para el Rey Demonio, que ese hombre solo se había burlado de él con algo tan delicado.

―¿Y dejaste que pensara que habías muerto? ¿Acaso soy una burla para ti?.―La ira en su voz había sido evidente. ―¡Eres un imbécil!. 

Le dijo antes de abandonar del lugar dando un portazo al salir, Inuyasha planeaba encerrarse en su habitación para quitarse ese trago amargo que una muerte de un conocido podría haber traído. Y por mucho que le alegrara que no haya resultado en la muerte del Rey Demonio, le dolía pensar que sus sentimientos hayan sido pisoteados sin piedad. Mientras caminaba a su lugar, Inuyasha con una risa amarga se recordó que no importaba lo que pensara o sintiera, solo era un objeto que sería desechado una vez se acabara su uso.

Y en cuanto al Rey Demonio, no había contestado a las palabras de Inuyasha. Él también se preguntó porque había dejado que Inuyasha lo llamara en vano y lo besara. No pudo entender su propio comportamiento, porque había despertado con Inuyasha durmiendo a su lado. Y no solo eso, su reina abrazaba al príncipe mientras su rostro durmiente estaba en su dirección, esa escena después de una dolorosa tortura había levantado sus ánimos, en verdad habían parecido una familia. Solo por eso no se había atrevido a despertar a Inuyasha, ni siquiera cuando el príncipe despertó. Por eso tuvo que echar a la hechicera que lo había visto con bien y que prácticamente había saltado a sus brazos, junto con el príncipe. Estaba seguro que si no le hubiera cubierto la boca con la mano, sus agudos gritos habrían despertado a Inuyasha.

Y eso lo llevaba al principio; Inuyasha estaba molesto con él, otra vez, cuando ni siquiera sabía que pasaba con sí mismo. El Rey Demonio simplemente llevó su mano al rostro y lo talló, tampoco podía entender el comportamiento de ese humano arisco que decía odiarlo en cada oportunidad que tenía. Suspiró para sí mismo y decidió hacer algo más productivo que pensar en tonterías. Y cuando salió de la sala, un par de doncellas estaban tras la hechicera. La mujer traía consigo una bandeja cubierta, por el olor indicaba que era comida recién preparada. 

―Llévate eso, no quiero comer. ―Ordenó y procedió a marcharse, la hechicera se interpuso.

―Los guardias me dijeron que la reina se marchó sumamente furioso y mascullando algunas maldiciones hacia usted. ¿Que fue lo que le hizo esta vez?.

―No tengo porque darte explicaciones. ―Se cruzó de brazos, pero la hechicera solo entrecerró los ojos. Los guardias y mujeres que los rodeaban, se marcharon tras eso. ―Siempre está gruñendo y no olvidemos el odio que me tiene, ¿por qué asumes que yo le hice algo?. ―Terminó con decir, muy a su pesar, siempre hacía lo que ella quería.

―Pues que rara manera de odiar tiene Inuyasha. ―La hechicera empezó a caminar y sin saber porqué, el temido rey la siguió. ―Mira que velar por alguien a quien odia, estar a su lado en todo momento y sin importarle sus propias heridas, incluso llorar por él. Si yo te odiara, te habría enviado a pudrirte en un rincón.

Cuando dejaron de ser amo y subordinado, el Rey Demonio le contó lo que había pasado mientras él e Inuyasha estuvieron solos en la sala de discusiones y en su habitación. La mujer tomó el tono casual que utilizaban cuando estaban a solas, también escuchó atentamente y sin interrumpir, hasta que llegó su turno de hablar.

―A veces me pregunto porque ellos terminan por amarte tanto, si eres un idiota. ―Murmuró para sí misma, ignorando el gruñido a su lado. Caminaron hasta llegar a una intersección y la hechicera le entregó al demonio la bandeja. ―Inuyasha estuvo tan ocupado odiándote que no ha comido nada desde que llegaron, quizá lleva un día entero sin probar alimento. Y como ya sabrás, los humanos necesitan alimentarse con mayor frecuencia que nosotros. Ve y no lo arruines.

Dicho eso, la mujer se perdió entre los pasillos sin darle tiempo al Rey demonio de dar una orden. Porque el Rey Demonio no podía hacer un trabajo tan banal como ese, su deber era velar por su nación y no soportar las pataletas de un humano tan complicado. Pero terminó por hacerlo muy a su pesar.

Inuyasha estando en su habitación había atacado a puños su almohada, sacando la frustración que sentía y había funcionado. Cuando se tiró a la cama estando calmado, se dedicó a pensar en ese beso y lo mucho que significó para él. Incluso se preguntó si no había exagerado su comportamiento al confrontar al Rey Demonio. Pero se repitió que estaba en su derecho de enojarse, ese demonio había tocado una fibra sensible en su persona.

―Ese tipo... si solo no fuera tan él. ―Gruñó, mas se dio cuenta de lo obvio. ―Pero sería raro si fuera distinto.

Aún estando contradiciéndose, Inuyasha escuchó golpes en la puerta. Convencido de que se trataba de alguna doncella, se levantó a abrir. Cuando vio al causante de su mal humor frente a él, Inuyasha sintió unas inmensas ganas de cerrarle la puerta en la cara, no lo hizo sabiendo lo fácil que resultaría para el demonio simplemente derribar la puerta y comenzar un nuevo escándalo. Adjuntando también que estaba lo suficientemente cansado emocionalmente para siquiera pensar en armar otra pelea. Simplemente respiró hondo y reunió la poca paciencia que tenía.

―¿Qué quieres?. ―Trató de que su voz no saliera filosa, pero falló en el intento. El demonio solo le tendió una bandeja e Inuyasha se preguntó el motivo por el cual el rey de los demonios estaba haciendo un trabajo tan denigrante para su título. ―No tengo hambre.

El Rey Demonio no contestó y entró a la habitación pese a las protestas de Inuyasha. Dejó la bandeja en una mesa y se sentó. Después de un firme «come», Inuyasha supo que el Rey Demonio se estaba comportando más extraño que de costumbre y que no se iría hasta ser obedecido. Tuvo que contar mentalmente para no perder la paciencia y se sentó, una vez que Inuyasha probó la comida, empezó a devorarla con avidez. Ni siquiera se había sentido hambriento hasta ese momento, en medio de su comida, sonrió disimuladamente. No podía estar enojado teniendo una buena y caliente comida, aunque haya sida traída por obligación. Todo eso ante la atenta mirada del Rey Demonio.

Esa era su primera comida juntos, aunque solo Inuyasha estuviera comiendo, sin pelear. Inuyasha supuso que ese era un gran paso para empezar a llevarse bien, mas era la calma momentánea que hablaba por él. Por ello simplemente disfrutó del silencio y la paz después de los desastrosos días que vivió, ya vería que hacer con el demonio que no perdía detalle de sus movimientos.

Continuará...

 


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