Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La Madre de los Príncipes de la Calamidad. por Keiko Midori 0018

[Reviews - 89]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Koga tenía tiempo de no estar en ese tipo de situación, cuando iba a las misiones con su equipo y a las grutas, era entretenido y Ayame convocaba luz para que no estuvieran a oscuras. Las peleas entre Sango y Miroku hacían que las misiones fueran más relajadas. En ese momento estaba en un lugar que apestaba a humedad y estaba oscuro, su compañero se la pasaba con cambios repentinos de humor y eso le había provocado dolor de cabeza. En un momento Inuyasha lloraba, al otro le gritaba y terminaba por reír dulcemente, Koga aún no se recuperaba del dolor de un golpe dado por Inuyasha cuando este comenzó a llorar de nuevo. 

―¿¡Y ahora por qué lloras!?. ―Gritó ya estresado, odiando la situación en la que estaban y consciente de que era su culpa. Koga temía que al salir, si es que lo lograban, los demonios ya hayan destruido todo a su paso. El Rey Demonio y las calamidades sabían que había secuestrado a la reina de los demonios y eso traería consecuencias. Koga empezó a pensar que quizá ese hombre y su pequeña imitación malhumorada estaban a nada de cometer una masacre.

―¡No me grites! ¡Es culpa de ese asqueroso frasco que me obliga a comportarme como una mujer embarazada!. ―Gritó limpiándose el rostro. Su descontrol hormonal lo estaba haciendo actuar de ese modo y lo odiaba. ―¡No quiero estar aquí! ¡Tengo hambre, frío y estoy cansado! ¡Hemos caminado por horas y me duele todo!.

Después de un rato de quejas de Inuyasha, volvió un nuevo cambio de humor y la ira sustituyó el llanto. Sus puños se cerraron y trató de golpear a Koga, el Héroe evitó los golpes y que su prisionero se hiciera daño. No pasó mucho antes de que Inuyasha empezara a insultar al moreno, mil y una palabras malsonantes, reclamos y más. Por un momento Koga se compadeció del Rey Demonio. «Vaya esposa gritona se fue a conseguir ese tipo, yo ya me habría deshecho de este idiota gruñón desde hace mucho» pensó mientras eludía un golpe más, aunque Inuyasha no poseía la fuerza suficiente para derrotarlo o para hacerle un daño mayor. Sumándole que el pequeño príncipe ya estaba absorbiendo su energía vital, Inuyasha preveía que muy pronto caería sin fuerzas y eso aumentaba su mal humor. Sin energía para proveerle al hechizo de su interior, el bebé podría morir ya que su cuerpo no lo soportaría.

―¡Todo esto es tu culpa, imbécil!. ―Gritó mientras repartía golpes al aire, la visibilidad nula no ayudaba a calmar las ansias de acabar con ese hombre que no paraba de reír discretamente. ―¡Ya verás cuando Sesshomaru venga a buscarme! ¡Te va a dar tu merecido!.

Inuyasha ignoró que esa era la primera vez que había mencionado el nombre del Rey Demonio en voz alta, simplemente se dedicó a decirle a Koga todos los daños que se había echado encima al meterse con él y lo fuerte que el Rey Demonio iba a golpearlo. Cuando Inuyasha había logrado asestarle un golpe a Koga, la tierra tembló. Guardó silencio pensando que lo había imaginado, Inuyasha sintió como caía tierra y restos de lo que parecía concreto del techo. 

El techo sobre sus cabezas empezó a retumbar, Koga abrazó a Inuyasha rápidamente cuando colapsó y lo protegió de los escombros que cayeron. Resultó con varios golpes de piedras sueltas con la única finalidad de que su prisionero no resultara herido en el momento y todo por mero instinto. Inuyasha no se movió cuando sintió que Koga lo protegía con su cuerpo, dejó de lado su orgullo por su hijo y cerró los ojos ante la nube de polvo. Como ambos hombres estaban empeñados en proteger y protegerse, no notaron un agujero en el techo que dejaba ver la oscuridad de la noche. El techo había caído y entre la nube de polvo, un hombre de exótica apariencia se abría paso una vez todo se aclaraba.

Inuyasha al ya no sentir peligro, se deshizo del agarre de Koga. Cuando quiso ver lo que había ocurrido, en cambio vio algo que hizo que sus ojos se aguadaran, él había ido a buscarlo como sabía que pasaría. Sobre la pila de escombros, el Rey Demonio los honraba con su imponente presencia. Inuyasha sin dudarlo empezó a caminar entre la destrucción y avanzó con rapidez hacia el rey de los demonios. A pesar de que su vista estaba nublada y tropezaba con cada roca que había en el suelo, Inuyasha no se rindió y casi corrió hacia el hombre. Tropezó a un paso de distancia del Rey Demonio, pero este lo recibió en sus brazos.

―Tardaste mucho. ―Gimoteó mientras abrazaba con necesidad al Rey Demonio, ignorando todo a su alrededor. Sentía que sus fuerzas menguaban, un poco más y la tercer calamidad empezaría a resentirlo.

El Rey Demonio no contestó, simplemente abrazó suavemente a su reina y enterró su rostro en su cuello, aspirando el aroma de ese humano que temblaba en sus brazos. El miedo y la desesperación que había sentido en el momento en el que no encontró a su reina en su territorio, lo había enloquecido tanto que ordenó que todo el ejército le buscara. El castillo estaba prácticamente vacío, sus hijos ya estaban buscando a la reina por todos lados, con la orden de matar a quien se interpusiera. Porque el Rey Demonio sabía que si su reina caía en manos de los humanos, jamás podría volver a verlo y no pudo evitar que eso lo aterrara en sobremanera. No podía perder a Inuyasha también, no lo resistiría. Por eso mismo, lo separó ligeramente de sí y lo besó expresándole todo lo que estaba sintiendo. Inuyasha correspondió aquel beso sin importarle nada más, sintiendo las lágrimas deslizarse por sus mejillas enrojecidas. Quizá eran las hormonas o todo lo que había ocurrido, pero lo único que importaba era que estaba a salvo y con ese temible hombre que lo hacía sentir un cúmulo de sentimientos, de un tiempo en adelante, la mayoría agradables.

Un carraspeo los hizo separarse, pero el rey rodeó la cintura de su reina con suavidad y lo apegó contra su cuerpo. Su expresión se mostró cargada de ira al ver al causante de todo frente a él, con los brazos cruzados y retándolo con la mirada. Las garras de su mano libre empezaron a gotear veneno que derretía lo que tocaba, tras un chasquido su látigo venenoso apareció. Estaba dispuesto a matar de una vez por todas a ese hombre, ese que se había atrevido a tocar a su reina y ponerlo en peligro, no solo a él, sino que también a la más pequeña de sus crías. Ese humano no vería la luz del día después de lo que había hecho. Cuando el Rey Demonio soltó a su reina con la intención de matar al hombre que ya había desenfundado su arma, sintió la mano de Inuyasha agarrando casi sin fuerza la mano que antes lo había sostenido gentilmente. La mirada suplicante hizo que entrecerrara los ojos.

―Vámonos, quiero irme de este lugar. ―Suplicó, sin soltar al rey. Inuyasha sentía que sus piernas perdían fuerza y que podría caer en cualquier momento. ―Ya no quiero estar aquí.

El Rey Demonio no pudo hacer nada para que Inuyasha lo soltara, este solamente seguía pidiendo que se marcharan de inmediato. Su látigo se desvaneció y limpió su mano, la otra fue a parar al rostro de su reina y lo acarició, sintiendo como la angustia que había tenido durante todo el día se desvanecía. 

―Pusiste en riesgo la vida de mi reina y la de mi cachorro, eso es algo que no perdonaré. ―Su voz grave e intimidante se dejó oír, Inuyasha solo volvió a abrazarlo para evitar que pelearan y para que lo sacara de ahí de inmediato.

―Lo dice el tipo que prácticamente les dejó caer una tonelada de rocas y tierra encima. ―Respondió sin dejarse intimidar. Koga ganó un gruñido gutural ante su interrupción.

―Te dejaré ir esta vez. ―En verdad se le había dificultado decir esa oración, aunque su voz salió demasiado amenazante. ―He saldado mi deuda.

Ni bien dicha esa frase, el Rey Demonio cargó a Inuyasha con delicadeza y lo sacó de ese sucio agujero. Cuando hizo ese movimiento, notó la débil energía que emitía gracias al pequeño que se la drenaba. El Rey Demonio empezó a transferirle a ambos la energía que necesitaban para sobrevivir. Lo llevaría a su castillo y no le quitaría la mirada de encima hasta estar completamente seguro de que nada le pasaría. Inuyasha simplemente se aferró al rey y cerró los ojos, sintiendo esa sensación reconfortante que recorría cada fibra de su cuerpo. Caminaron gracias a que el Rey Demonio sabía que Inuyasha odiaba volar y también que debía descansar. Luego de un rato, Inuyasha sintió que el rey se detenía y lo colocaba en el suelo, bajo un árbol. Ya no sentía el desabasto de energía por lo que no pidió explicación al ver que el hombre se separaba unos metros, el Rey Demonio se transformó en su forma colosal y empezó a aullar, Inuyasha se cubrió los oídos ante el ensordecedor sonido. Unos minutos después, el rey de los demonios terminó y se acercó a Inuyasha.

―¿Qué fue lo que hiciste?. ―Preguntó Inuyasha curioso. 

―Avisar. ―Respondió. Segundos después, un aullido lejano se escuchó con claridad, eso sorprendió a Inuyasha y el rey reconoció al dueño. ―El primero. ―Momentos después, otro sonó. ―El segundo. 

El Rey Demonio confiaba en que su hijo mayor reuniría a las tropas y las enviaría de regreso a sus posiciones, no lo había instruido por nada. Por ahora lo más importante era resguardar a Inuyasha y prepararse para atacar, porque pudo haber dejado escapar al Héroe pero no significaba que lo había perdonado. Los humanos ya habían descubierto su punto débil, estaba seguro que volverían a usar ese truco para poder hacer daño. Como no les había funcionado las muertes masivas por hambre, habían buscado otra forma de golpearlos y esa había sido meterse con la Reina de la Calamidad. El Rey Demonio no quería siquiera imaginar lo que pudieron hacerle a Inuyasha, no después de saber lo que los esclavistas y soldados le hacían a su gente cuando los capturaban. Una vez más, el Rey Demonio alzó a Inuyasha y retomaron su camino.

Gracias a su estado, Inuyasha se había quedado dormido en brazos del rey, siendo cobijado con su energía demoníaca; no fue consciente cuando llegaron al castillo que empezaba a llenarse nuevamente. Tampoco se dio cuenta que el Rey Demonio lo había llevado consigo a sus aposentos, lugar que Inuyasha solo visitaba en ocasiones especiales. Inuyasha no notó que el Rey Demonio se mantuvo en vela junto a él cuidando su sueño, deseando protegerlo de todo, tratando de mitigar la angustia y el dolor que había sentido, el miedo a que esas dolorosas historias del pasado se repitieran.

Cuando llegó la mañana e Inuyasha despertó, se sorprendió al ver que no estaba en su habitación y más al ver que era la del Rey Demonio. Pero, lo que más le sorprendió fue ver al Rey Demonio sentado junto a la cama con los ojos cerrados y los brazos cruzados. Parecía dormir, pero Inuyasha sabía que estaba más que alerta ante su entorno y cuando lo vio abrir los ojos apenas se movió, lo probaba. Como Inuyasha no supo que decir después de sentarse, solo se dedicaron a observarse. En ese momento todo lo ocurrido la noche anterior se había mostrado en la mente de Inuyasha, recordándole aquel beso y el anhelo, además de su ciega confianza hacia el Rey Demonio. Antes de que Inuyasha pudiera animarse a decir algo, una conmoción llena de gritos y golpes se escuchó en el exterior de la habitación, la puerta se abrió e Izaya entró prácticamente corriendo a su regazo y lo abrazó. Inuyasha logró escuchar las disculpas ahogadas que el príncipe le daba, solo le acarició la cabeza, entre sus mullidas orejas, para hacerle saber que ya todo estaba bien.

Pero, a pesar de tener cerca de sí a dos de sus tres hijos, Inuyasha aún sentía un vacío extraño y que había sentido cuando estuvo en la oscuridad. Necesitaba más, algo tangible. Miró en dirección al Rey Demonio, este solo estaba en el mismo lugar.

―¿Podrías acercarte?. ―Preguntó mientras desviaba la mirada. ―Lo necesito.

Quizá era vergüenza o temor a ser rechazado, no lo sabía y lo único que Inuyasha quería en ese momento era el calor que ellos le podían ofrecer. Y cuando pensó que sería ignorado, el Rey Demonio se sentó tras él y lo abrazó. A Inuyasha le gustó la sensación, pero todavía sentía ese vacío insistente, esa necesidad de más. En la puerta se mantuvo el primer príncipe, mirando la escena entre su familia, sintiendo alivio de ver que su madre estaba bien y a salvo. Cuando Inuyasha notó la presencia silenciosa de Inu no Taisho, su mano libre se alzó y le indicó que se acercara también, sabiendo que él rellenaría ese algo que faltaba. 

El primer príncipe al ver ese gesto de su madre, instintivamente miró a su padre en busca de su aprobación, el rey aún abrazaba a Inuyasha con ligereza para no lastimar a su cría e Izaya a pesar de estar aferrado a su madre, no lo hacía con fuerza. Cuando el Rey Demonio asintió de manera casi imperceptible, el príncipe se acercó y también se unió al abrazo familiar, eso terminó de alejar el miedo que tuvo al pensar que había perdido a su madre por segunda ocasión. Izaya le había hecho un espacio y ambos abrazaron a su madre, regodeándose en su aroma a tranquilidad y alejando todo sentir negativo. 

El abrazo del Rey Demonio se sentía bien para los príncipes y la madre, se sentían protegidos ahí. La mano del Rey Demonio se posó en la cabeza de su hijo mayor, haciéndole saber que todo estaba bien, que dejara de temer y culparse de lo que pasó. Ese gesto le hizo saber al príncipe que por primera vez, eran una verdadera familia.

Continuará...

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).