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La Madre de los Príncipes de la Calamidad. por Keiko Midori 0018

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Después de que Inuyasha soltara a los príncipes, el Rey Demonio le ordenó seguir descansando y le dejó una docena de guardias para que lo cuidaran, necesitaba arreglar unos asuntos con sus hijos y debía dejarlo solo. Inuyasha terminó aceptando, deseaba seguir durmiendo y asumió que solo se trataría de entrenamiento para los niños. Aunque Inu no Taisho sabía que se trataba de algo más, la expresión de su padre lo decía.

El Rey Demonio guio a sus dos hijos hacia la sala del trono y tomó su lugar correspondiente, le indicó a su hijo mayor que se parara a su derecha. El segundo príncipe fue detenido por un guardia zorro y lo hizo postrarse al frente del trono, frente al rey y el concejo que ya se había reunido con antelación. Tanto Izaya como Inu no Taisho no sabían qué estaba pasando, aunque los murmullos de los ancianos tachando al segundo príncipe como traidor le hicieron ver al primero de qué se trataba. El castigo para su hermano había llegado.

―Mi señor, el segundo príncipe deliberadamente puso en peligro a nuestra reina. No puede dejar algo así impune. ―Empezó uno. ―De no haber sido por usted, la Reina de la Calamidad estaría bajo custodia de los humanos y sabe por experiencia propia lo que le pasaría.

―El segundo príncipe ha demostrado una falta de disciplina nunca antes vista, no se toma en serio sus entrenamientos y esto lo demuestra. Mi señor, la cría ha sobrepasado los límites.

―Ese cachorro ocultó a uno de nuestros enemigos más poderosos y puso en grave peligro a todos los habitantes del castillo, ¿Qué nos asegura que no se trata de una treta para traicionarnos y arrebatarle el puesto al primer príncipe?.

―¡Ni un solo demonio debería ayudar a los humanos, mucho menos al más peligroso de todos! ¿Qué nos depara con un traidor viviendo entre nosotros?.

Murmullos que tachaban al príncipe como traidor, otros por ingenuo y unos más por infantil, todos habían reprobado su actitud al ocultar al Héroe cuando debió dar la alerta. Muchos pedían un castigo ejemplar para el segundo príncipe al mantenerse callado, pero Izaya solo se había encogido en su lugar, sintiéndose un cobarde como todos le llamaban. Cuando el segundo príncipe alzó la mirada hacia su padre, este lo miraba sin expresión en su mirar. Izaya se mantuvo en su lugar, temblando y con sus pequeñas orejas pegadas lo más que pudo a su cabeza para tratar de mitigar las críticas y la desaprobación que recibía. Porque él en su ingenuidad había creído que al haber capturado al Héroe, recibiría un poco del respeto que su hermano mayor tenía. Lastimosamente para él, solo se trató de un engaño propiciado por el mismo Héroe para acercarse a su madre.

Cuando todos empezaron a juzgar al segundo príncipe, Inu no Taisho caminó con gracilidad hacia el frente y se arrodilló junto a su hermano. Cuando Izaya iba a replicarle por sus acciones, Inu no Taisho con una de sus manos lo obligó a bajar la cabeza ante su rey. Claramente todos se sorprendieron ante las acciones del primer príncipe, sabiendo que era una deshonra para el mismo que hiciera algo de esa categoría. Gracias a que todos juzgaban o trataban de entender las acciones del primero, nadie notó la sonrisa orgullosa del Rey Demonio. Luego de un par de habladurías más, el rey liberó su aplastante poder que hizo callar a todos, Izaya por primera vez en su vida, tuvo miedo de su padre. Solo el Rey Demonio notó como Inu no Taisho colocó su mano sobre el brazo de su hermano, eso redujo el temor que el segundo príncipe emanaba.

―Pusiste a tu madre y a la tercer calamidad en peligro. Tu imprudencia pudo arrebatarles la vida, incluso tú estuviste en riesgo. ―Se dirigió el rey a su segundo hijo, solo él notó como el mayor trataba de brindarle valor. ―Y tú, Inu no Taisho, ¿eres consciente de tu rebeldía al desobedecerme y llegar a esa posición?.

―Con todo respeto, señor, yo debo recibir un castigo igual o mayor al del segundo hermano. ―Respondió el príncipe sin alzar la mirada. ―Yo no hice nada y aún sabiendo que las acciones del segundo estaban mal, no intervine. Es por eso que debo ser castigado.

Muchos murmuraron ante las palabras del primer príncipe y por la cobardía que expresaba el segundo, pero para el Rey Demonio era distinto. Ver como sus hijos se apoyaban pese a la adversidad a la que estaban siendo sometidos, le hizo ver que Inuyasha los había educado bien. El rey sabía que su segundo hijo estaba demasiado retrasado en cuanto a educación y entrenamiento, Izaya ni siquiera tenía el nivel de su hermano cuando empezó a entrenar, quizá porque no ejercían presión sobre él como pasó con Inu no Taisho y todo porque no pudo supervisar su temprana educación. Sin embargo, el Rey Demonio sabía que con un empujón, lograría hacer que enmendara su camino, no por nada Izaya poseía el temperamento de su madre y verlo entrenar bajo su supervisión se lo había confirmado. 

―Izaya, desobedeciste las reglas preestablecidas y pusiste en peligro a tu hermano, a tu madre y a ti mismo, eso amerita un castigo. Pero, seré benevolente en esta ocasión. No obstante, será la primera y única vez que lo haga. ―La voz del Rey Demonio calló todo murmullo. ―Tus entrenamientos de hoy se aplazaran para mañana, vuelve a tus aposentos y reflexiona sobre lo que hiciste. A partir de este momento y hasta que yo lo ordene, tu tiempo libre lo pasarás encerrado reflexionando, no saldrás de los muros del castillo y no podrás saltar sus clases o tu castigo aumentara. Ahora que me he dado a entender, retírate.

Obviamente, muchos se opusieron al castigo, pero el rey los calló a todos. Para todos era un castigo demasiado banal pero las palabras del rey eran ley. Izaya se levantó y dedicó una reverencia a su padre.

―Pensaré en mis acciones y juro que no lo volveré a defraudar, padre. ―Contestó el príncipe aún inclinado y sin alzar la mirada. 

―Que así sea. ―Secundó el rey, esperando a que el segundo príncipe se retirara. Pero, este dirigía miradas insistentes a su hermano que seguía postrado y escuchando algunos murmullos silenciosos. ―He dicho que te retires, todos háganlo, excepto el primero.

Inu no Taisho obligó a su hermano a obedecer con una mirada, Izaya aún con dudas obedeció. No pasó mucho antes de que la sala se vaciara y solo quedaran padre e hijo solos.

―¿No te parece que ya has estado causando muchos problemas gracias a la ciega obediencia que tienes hacia tu madre?. ―Comenzó el Rey Demonio, casi sonrió al escuchar el gruñido de su hijo. Pero, como padre, debía educarlo y resolver ese detalle. Ya habían pasado dos ocasiones en las que Inuyasha terminaba fuera de los muros del castillo. ―Tu hermano no es el único que necesita disciplina, por lo que veo.

―Como una Calamidad, soy un arma a la espera de instrucciones, fui concebido para eso. Mi lealtad a la reina es un legado de mi nacimiento, algo que no se puede cambiar.

―Sabía que dirías eso. ―Comentó el rey con un ligero toque de sorna. ―Sin embargo, ya deberías saber que tu madre, la Reina de la Calamidad, es alguien que no piensa en sus acciones y las futuras consecuencias. Y también deberías saber que no es la primera vez en la que estás involucrado en algo de esta categoría. ¿Esperarás a una tercera? Sabes la situación en la que vivimos, podría ser fatal.

El Rey Demonio vio como el primer príncipe apretaba los puños, simplemente negó. Inu no Taisho servía fielmente a su madre y el rey sabía que eso no estaba del todo bien, él sabía que clase de persona era su reina. Incluso pudo prever que Inu no Taisho posiblemente haya estado en contra de las acciones de Inuyasha en esas dos ocasiones, pero también estaba casi seguro de que su obediencia absoluta lo había obligado a callar y aceptarlo.

―Ya dígalo, no haga más largo esto. ―Expresó cortante ante la mirada fija que se le dirigía. Gracias a eso, el Rey Demonio no pudo evitar darse cuenta de las similitudes con Inuyasha y con sí mismo. Inu no Taisho era una mezcla armoniosa entre ambos y no sabía como reaccionar ante eso. 

―Tu madre, ante la media humana, recién dejó de ser una cría. Como lo habrás notado ya, él nunca piensa en lo que hace y esta sería la segunda ocasión en la que casi provoca un problema mayor por sus decisiones. Es por eso que tú, hijo mío, debes seguir el camino de la razón. ―Por primera vez desde que trataba con su primogénito, el Rey Demonio lo había llamado de ese modo y notó el impacto provocado al ver como el primer príncipe alzaba la mirada y lo veía con un ligero toque de sorpresa que fue eliminado al instante. ―No puedes seguir obedeciendo a tu madre de ese modo, aprende a diferir sobre qué ordenes seguir y cuales no. Solo así podrás evitar que situaciones como estas se repitan.

El Rey Demonio estaba seguro de que su primogénito entendería sus palabras, confiaba en él. El rey tenía sus esperanzas puestas en el primer príncipe, su deseo era que ese niño fuera su sucesor y ver como se fortalecía en gran medida, le hacía darse cuenta que sería capaz de proteger a sus hermanos y al reino. Pero, Inu no Taisho se dejaba guiar por los sentimientos a tal punto que podían cegarlo. Aunque el Rey  Demonio sabía que su hijo aún era una cría, quería prepararlo para el futuro y que fuera capaz de enfrentarse a todo, incluso a sí mismo. 

―Sé que tu parte humana te hace más voluble, pero también debes escuchar a tus raíces demoniacas. No puedes seguir aceptando todo lo que ese humano diga, no está acostumbrado a este mundo y sus costumbres son diferentes, no entiende este entorno y lo peligroso que puede ser. ―El príncipe prestó atención a cada palabra. ―Deseo que en un futuro, tú seas tan fuerte para derrotarme, solo así confirmaré que eres el indicado para sucederme. 

El príncipe meditó acerca de las palabras recibidas, aún estando de rodillas hacia su rey, trató de comprender sus enseñanzas. El Rey Demonio sabía que su hijo era listo, que lograría cumplir esa encomienda y así podría asegurar la seguridad de la impulsiva Reina de la Calamidad. Aún así, Sesshomaru sentía que la paternidad era difícil, no recordaba como habían sido sus interacciones con el anterior Rey Demonio y por esa razón no tenía un buen modelo a seguir. Porque él sabía que la paternidad abarcaba más allá de mantener a las crías a salvo y de reprenderles en caso de que se equivocaran. 

Quizá por su ignorancia sus hijos no lo obedecían, quizá por esa ignorancia Inu no Taisho estaba más que dispuesto a reprocharle en cada oportunidad que tenía o por esa misma razón, Izaya no progresaba como debería. Pero la realidad era que el Rey Demonio nunca quiso ser padre, no quería condenar a los cachorros a vivir en un mundo cargado de dolor, a ser guerreros que expondrían sus vidas en cada batalla o que mancharan sus manos de sangre a una tierna edad. Pero por el bien de su gente, decidió crear las armas que devolverían la libertad a los demonios, que darían su vida por la causa. Mas Sesshomaru nunca pensó que a pesar de querer mantener a sus hijos alejados, el instinto protector se activaría y los reconocería. No era un buen padre y no pretendía serlo, al menos se encargaría de mantener a los niños con vida y fortalecerlos para que pudieran mantenerse por sí mismos.

―Levántate, hay cosas que debemos arreglar todavía. ―El príncipe obedeció. ―Debemos tomar esto como una nueva declaración de guerra. Hay que alinear las tropas y esta vez, atacaremos desde dos puntos distintos. Tanto tú como tu hermano, dirigirán un batallón hacia la retaguardia, los demás atacaremos la vanguardia. Los rodearemos y podremos recuperar más territorio.

―Señor, yo puedo dirigir solo. No necesito del segundo hermano para hacerlo. ―Se inclinó hacia su padre. ―Por favor, no lo envíe a la batalla.

―Recuerda tu lugar, soy tu rey y no puedes cuestionarme. ―Alzó la voz pero el príncipe no se irguió. ―Lo entrenaré arduamente y en un mes será capaz de luchar, él también necesita experiencia.

―Se lo suplico. ―Susurró el príncipe con la mirada en el suelo. ―No lo envíe.

El Rey Demonio comprendía al primer príncipe, ambos sabían lo que la guerra le provocaba al espíritu. No quería pensar en como podría afectar la penumbrosa experiencia de los campos de batalla a la vibrante personalidad del segundo príncipe. Pero tampoco podía cambiar su estrategia o podría ocasionar muertes innecesarias, mucho menos olvidar cual era la misión de los príncipes. El ver al príncipe suplicar por evitar que el segundo viera con sus propios ojos el mundo en el que vivían, le hizo saber que sus lazos eran fuertes. 

El Rey Demonio por un momento imaginó a su segundo hijo con todos los traumas que ocasionaba la guerra y no le gustó lo que vio. Porque la radiante y amplia sonrisa de su hijo, tan parecida a la que alguna vez vio por casualidad en su reina, se borraría quizá para siempre. Pero no podía simplemente alejarlo de la guerra, las cinco Calamidades debían participar para poder pararla. El primer príncipe a pesar de su seriedad, parecía querer suplicarle de rodillas para que no enviara a su hermano a luchar, se podía notar la desesperación por evitar que el segundo manchara sus manos de sangre. Pero no quería enviar al primero solo y sin nadie que le protegiera la espalda, dudó si debía cambiar su estrategia de rodear al ejército que resguardaba el norte o atacar de frente. Solo pudo imaginar lo mucho que Inuyasha se opondría a que enviara a Izaya a pelear, justo como lo hizo con Inu no Taisho en su momento. 

El Rey Demonio ignoró las insistentes suplicas del príncipe y lo despidió para que fuera a notificarle la noticia a su hermano. No sabía que hacer al respecto, con el tiempo ya ni siquiera quería que Inu no Taisho lo acompañara. Pero si quería recuperar el reino demoníaco y la paz, había que hacer sacrificios. Tenía planeado partir apenas creciera la tercera calamidad, así podría proteger a su reina en su momento más vulnerable.

Por muy duro que sonara, el Rey Demonio debía preparar a los príncipes para que fueran capaces de defenderse por su cuenta. Una vez que la Reina de la Calamidad desertara al cumplir su labor, las Calamidades perderían el sentido de la vida ya que habían nacido únicamente para servirle y hacer de su voz una ley. Cuando Inuyasha volviera a su mundo, los niños sufrirían más de lo previsto y perderían su propósito. Las Calamidades eran armas, armas capaces de sentir el dolor y la tristeza de una vida sabiendo que solo eran simples herramientas sin portador.

Continuará...

 


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