Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La Madre de los Príncipes de la Calamidad. por Keiko Midori 0018

[Reviews - 89]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Finalmente, el Rey Demonio hizo acto de presencia, Inuyasha y los príncipes notaron al colosal cánido aterrizar en el suelo, su ira inundando el ambiente era pesada para los más débiles, los príncipes no se veían tan afectados como lo estaba Inuyasha en ese momento. Temía, tanto como si su vida estuviera amenazada, ese primitivo instinto de supervivencia que todo humano poseía estaba activado. Cuando el Rey Demonio se deshizo de su transformación, Inuyasha sintió que no podía sentirse más asustado. Incluso en la oscuridad de la madrugada y con los ojos potencialmente ciegos en contra de la oscuridad, Inuyasha vio como el rey estaba cubierto de sangre. Sus manos y su ropa, sus ojos brillaban de un intimidante azul zafiro mientras estaban bañados en carmesí. Pero no parecía tener ni una sola herida, Inuyasha sin duda supuso que ese hombre había cometido una masacre y temía que fueran los siguientes.

El Rey Demonio se acercó a pasos pesados hacia su familia, instintivamente el primer príncipe se mantuvo en alerta con la mano sosteniendo la empuñadura de su espada, las garras de la princesa brillaban por el veneno y tanto Inuyasha como Izaya se encogían en su lugar, temiendo a la ira de ese demonio. Izaya se paralizó cuando la sangrienta expresión de su padre se fijó en él, el rey se le acercó mientras que el cachorro simplemente se mantuvo quieto por temor a acrecentar su ira. 

Inuyasha se paró frente a Izaya, a pesar de temer, no permitiría que ese hombre lastimara a su hijo. Aquella aterradora expresión, con sangre salpicada en sus mejillas rayadas, sin duda parecía ser sacada de una película de horror, pensó Inuyasha para sí. El primero y la tercera solo se mantuvieron expectantes, a la espera de actuar. Pero Izaya al ver a su madre, suspiró profundo y se dio ánimos a sí mismo, sus manos golpearon disimuladamente las mejillas y dejó de ocultarse tras su madre. A pesar de temer por las repercusiones, Izaya se dijo que sería la primera vez que no dependería de nadie más y cuando sus hermanos resguardaron tras sí a la madre, supo que ellos lo apoyaban e Inuyasha también lo hizo, retrocediendo pero atento a todo. 

Izaya miró a su padre, el rey se veía aún más peligroso que de costumbre; el aroma a sangre humana que despedía era fuerte, incluso Inuyasha podía afirmarlo. Antes de que pudiera decir algo el segundo, el Rey Demonio se le acercó. 

El demonio solo había visto al cachorro encogerse, temblar y sus mullidas orejas pegarse a su cabeza tanto como pudiera; pero estaba a salvo. Sus manos estaban manchadas de sangre, había buscado a su cría por todo el territorio y se había topado con algunas aldeas conformadas por esclavistas, los había matado a todos buscando a su cachorro entre los demonios que mantenían encerrados. Los liberó, liberó a sus hermanos cautivos pero su cría no estaba ahí. No importó cuanta sangre derramó, no lograba encontrar a su segunda cría y cuando la desesperación casi lo orilló a atacar él solo la capital altamente resguardada y que podría haberle causado una muerte segura, un susurro de los arboles lo detuvo y la brisa nocturna le trajo el aroma del cachorro. Así fue como, guiado por aquella esperanza, regresó para ver si no había imaginado ese aroma tan parecido al de su reina. Y, gracias a quien fuera que haya escuchado su dolor, el cachorro estaba a salvo.

Todos se había mantenido expectantes, mirando al rey y previendo sus movimientos, Inuyasha sentía que su corazón se saldría ante lo rápido que estaba latiendo. La incertidumbre al ver como ese hombre miraba al cachorro no hizo más que aumentar. El rey nunca había golpeado a Izaya e Inuyasha no quería presenciar una primera vez.

Y ante todo pronostico, el Rey Demonio solo recargó su frente sobre la cabeza del cachorro ligeramente, inhalando su aroma y convenciéndose de que la cría estaba a salvo; su poder intimidante se disipó ante eso. Sintió temblar a Izaya pero no dijo nada, solo se mantuvo así por unos momentos y sin dejar que sus manos manchadas lo alcanzaran, aún no era tiempo para que su cría tocara la sangre humana. Sesshomaru en verdad había llegado a pensar que algo le había pasado, que una vez más le arrancarían a alguien importante de manera cruel. Sus padres, Kikyo y por un momento, una de sus crías; no lo soportaría. Cuando la sangre se sintió en el ambiente y solo encontró la ropa hecha jirones, empapada de sangre y la desaparición repentina de la energía demoníaca, solo había incrementado la dura sospecha de que una vez más había perdido a un ser querido por su propia debilidad. Se irguió nuevamente, su mirada volvió a la normalidad e incluso llegó a suavizarse al darse cuenta que el cachorro no tenía ni un daño y era de esperarse, Izaya tenía un don poderoso, se dijo el rey. A pesar de eso, aún sentía la incertidumbre y la sensación desagradable que odiaba sentir y a la cual dolorosamente, empezaba a acostumbrarse.

La mirada del rey se enfocó en su familia, en Izaya que ya no parecía temerle y lo miraba con la misma expresión que le dedicaba cuando era un tierno cachorro que jugueteaba en sus brazos; Inu no Taisho había soltado su arma pero seguía atento y el rey aprobó aquello, su hijo era precavido cuando a proteger a la familia se refería e Izayoi había bajado la guardia lo suficiente como para ocultar su veneno corrosivo. La Reina de la Calamidad se notaba cansado, tanto física como mental, sus ojos enrojecidos y su semblante daba a entender que había pasado horas en angustia tanto como el Rey Demonio, ambos preocupados por su hijo. Al menos ya todos estaban reunidos nuevamente.

Y siendo observado por todos, el Rey Demonio se separó un paso de Izaya y su mirada volvió a tornarse tan fría e implacable como de costumbre. Había demostrado debilidad al no proteger a su cría y eso jamás se lo perdonaría, pero ya habría tiempo para explicaciones, lo primordial era que todos volvieran a sus posiciones y permitirle al humano descansar.

―Todos vuelvan a sus respectivas habitaciones, deberán estar presentes en la sala del trono a primera hora. ―Proclamó el rey con seriedad, los príncipes escucharon e Inuyasha bostezó siendo presa del sueño y sus reducidas horas que le quedaban. 

―A sus ordenes, majestad. ―Exclamaron el segundo y la tercera al unísono, pero los tres le dedicaron una reverencia respetuosa. 

Inuyasha le dedicó una mirada a los niños, los tres se dirigían hacia sus lugares y los vio alejarse, sintió un peso menos cuando escuchó la risa de Izaya e Izayoi, ambos seguramente tratando de contagiársela a su hermano mayor. No haber sabido nada de uno de los niños había sido realmente doloroso, el sentimiento de pérdida que Inuyasha había experimentado, era un que hacía ya mucho tiempo que no sentía; no le gustaba esa terrible sensación de perder a alguien amado. Era algo a la cual nunca se acostumbraría, pero su mirada recayó en el rey ante esos pensamientos, el hombre miraba como las crías se alejaban y a Inuyasha ya no le causó temor.

―Te dije que no te encariñaras, pero ni yo pude lograr aquello. ―Habló el rey, sin desviar su mirada.

―Odié la existencia de uno de ellos, ahora son todo lo que amo de este mundo. ―Sonrió Inuyasha. ―La vida es impredecible a veces.

El Rey Demonio asintió ante ello, sin duda todo había cambiado desde la llegada de ese humano. Ese sombrío castillo cobró vida cuando las risas de un humano y de crías mestizas sonaron en cada rincón del lugar, la necesidad de fortalecerse solo para mantenerlos a salvo y su corazón marchito que empezaba a renacer de las cenizas de su dolor, hizo que todo comenzara a sentirse más cálido. No podía alejarlos por más que lo intentara, incluso parecían más cerca con cada intento fallido. Seguramente sus padres, donde sea que estuvieran, estarían felices de verlo tener su propia familia. Al ver aquella sonrisa en Inuyasha, el Rey Demonio se preguntó si su madre habría sonreído así por él, se preguntó si su padre también llegaría a desear fortalecerse solo para proteger aquella sonrisa como él tenía la necesidad de hacerlo. Pero por amor los demonios caían, sus padres y Kikyo lo dieron todo por amor, al ver a su reina, incluso pudo decir que él también podría llegar a morir por esa razón y muy en el fondo, no le importaría.

Cuando Inuyasha sintió que sus ojos pesaban y le costaba mantenerlos abiertos, bostezó nuevamente pero no deseaba irse. 

―Lamento haber pensado que le harías daño. ―Murmuró con la mirada en el suelo y la expresión apenada, sin duda lo había juzgado pese a lo mucho que parecía afectado ante la desaparición del cachorro. ―Creí que lo lastimarías, a pesar de que lo buscaste sin dudarlo.

―Ve a descansar, se hablará sobre lo que pasó cuando estés en condiciones. ―Expresó simplemente e Inuyasha no tuvo más que aceptar, él no podía mantenerse en vela como parecía que ese hombre lo haría.

Y mientras la Reina Humana de la Calamidad se retiraba para descansar, el Rey Demonio se miró las manos apenas estuvo solo, seguían cubiertas de sangre. Habían pasado por un gran susto, sin duda reprendería al cachorro por ello y tendrían que hablar al respecto, no podían seguir evitando ese asunto. Las crías parecieron calmarse, pero era primordial el aclarar que Inuyasha se iría y no iba a permitirles que lo impidieran. El rey sabía que Inuyasha quería irse y respetaría eso, pero tendría que hablar con los príncipes para que lo entendieran. Izayoi también se había enterado esa misma noche que su madre se iría, todo gracias al revuelo. Ella no dijo nada, el momento no lo permitió pero el rey supo que a ella también le había afectado. Por el bien de todos, debían aclararlo. Sin duda era difícil para todos el que Inuyasha partiera de regreso a su mundo, el rey aún iba a dejarlo ir pese a lo mucho que su corazón fragmentado le suplicaba que tomara su mano.

El Rey Demonio pensó en su vida, todo lo que recordaba eran cosas oscuras y dolorosas, pero entre más divagaba en sus recuerdos, más cosas aparecían. Recordaba a Inu no Taisho y a Izayoi enorgulleciéndolo, a Izaya abrazándolo y a Inuyasha sonriendo para él, besándolo y entregándole su corazón. Recordaba a su hijo mayor respaldándolo durante las batallas, ambos protegiéndose entre sí y a Izaya jugueteando a su alrededor, a Izayoi demostrándole que ella no caería en las garras de los humanos solo para ser denigrada como solían hacerlo con las mujeres que alguna vez perdieron en la guerra, que no solo habían perdido la vida, sino que también su honor. Sesshomaru sin duda tenía muchos recuerdos aparte de los que le dolían, tenía muchos en los que inconscientemente, sentía tranquilidad y la felicidad que no sabía que podría llegar a sentir nuevamente. Y en esos destacaban Inuyasha y los niños.

«Mi vida está plagada de sangre, muerte y dolor, soledad y destrucción. He vivido en las tinieblas desde que tengo memoria, ¿Acaso Inuyasha será la luz que necesito para ser libre? ¿Para salir de la oscura soledad?. Estoy cansado de vivir así, es solitario y doloroso. Tal vez por eso mi corazón anhela a Inuyasha con tanta desesperación, él es bueno conmigo a pesar de todo lo que le hago. Y a pesar de alejarlo con todas mis fuerzas, él no me deja atrás. Él merece algo mejor, Inuyasha no eligió esto, yo lo obligué e hice mal al hacerlo y a pesar de eso, él sigue a mi lado. Él es todo lo que necesito para ser feliz, pero no puedo ser egoísta y atarlo a mí».

Continuará...

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).