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La Madre de los Príncipes de la Calamidad. por Keiko Midori 0018

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Inuyasha seguía mirando como el temido rey de los demonios trataba de destruir la barrera mágica por la fuerza, pero se estaba haciendo más daño a sí mismo que a la barrera. Cuando lo vio caer y levantarse con dificultad, solo para seguir tratando de destruir ese gran domo de magia, Inuyasha sintió su corazón comprimirse. Sintió el dolor que seguramente el gran demonio estaba sintiendo como si fuera propio. Cansado de ser un mero espectador, Inuyasha se coló entre la multitud que miraba la desesperación del Rey Demonio como si fuera algo nunca antes visto y así era. Terminó frente a la barrera y la tocó, se sentía como el cristal.

―¡Ya basta!. ―Gritó con todas sus fuerzas, impresionando a todos a su alrededor. ―¡Deja de ser terco y hacerte daño!.

Gracias a las palabras de Inuyasha, el majestuoso animal se detuvo y tomó la forma que todos temían. La gente empezó a murmurar y a alentar la batalla entre el grupo del héroe y el Rey Demonio. 

―Te voy a sacar de ahí, aún así sea lo último que haga. ―El Rey Demonio colocó su mano contra la barrera translucida, justo en donde estaba la de Inuyasha. ―Volverás con nosotros, solo espéralo.

Inuyasha se quedó callado, pero sonrió con esperanza y asintió. Confiaba en él y en su palabra, pero estaban rodeados de humanos, muchos de ellos aventureros y uno que otro mago inferior. En mal momento el hechizo que mantenía a Izaya camuflado se terminó y reveló su naturaleza demoníaca.

―¡Madre, cuidado!. 

Inuyasha reaccionó a la voz de Inu no Taisho, al mirar a su espalda notó como los habitantes de esa ciudad empezaban a avanzar hacia él con la clara intención de hacerle daño. También notó como el grupo con el que convivió se hacía a un lado, no tenían la intención de ayudarle ahora que se había revelado la verdad. Inuyasha abrazó a Izaya y trató de escapar, todos estaban tras el niño con armas en mano.

―¡Maten a esa criatura maligna y al traidor!.

Ambos estaban en peligro, los humanos no se tentarían el corazón y matarían al pequeño. Inuyasha como pudo trató de esquivar nuevamente sus ataques, el Rey Demonio siguió tratando de destruir la barrera y el primer príncipe lo imitó. Ambos demonios sentían la desesperación de ver como Inuyasha estaba en peligro frente a sus ojos y no podían interferir. Inuyasha volvió a llenarse de heridas por proteger a Izaya, todos lo atacaban a la vez. Dió una mirada rápida al grupo del llamado héroe y al verlos impasibles, supo que la compasión no cernía sobre ellos y que ni siquiera el lado de los «buenos» se compadecería de un inocente bebé. Y pensar que tenía la ligera esperanza de que sus congéneres lo ayudarían, pero justo como en su mundo, cada persona veía por sí misma.

Para no prolongar la situación, un mago fue llamado y conjuró un peligroso ataque. Inuyasha vio como un hombre de extrañas ropas convocaba cientos de espinas de cristal, de un perturbante negro tornasol. En un segundo, fueron todas dirigidas a él como si se trataran de balas, si era lo que creía que era, tanto él como Izaya estaban muertos.

El Rey Demonio notó como un mago de tercer nivel usaba veneno para aniquilar a su segundo hijo y a su reina, la desesperación y la sensación de un doloroso déjà vú apareció. Todo parecía moverse lentamente, mientras Inu no Taisho miraba todo sin poder hacer nada y con horror, sintió una especie de llamado y un instinto que lo controló. Las manos del primer príncipe empezaron a lanzar pequeñas chispas doradas y siguiendo el instinto, el Príncipe de la Calamidad sostuvo su espada que fue rodeada de esa extraña energía dorada. De una sola estocada, golpeó la barrera mágica y esta se fragmentó como si se tratara de cristal. Se desvaneció casi al instante y sin perder un segundo más, saltó hacia su madre y lo tomó en brazos, sacándolo de escena. Justo en el mismo segundo que el Rey Demonio se colocaba frente a ellos para bloquear con su cuerpo ese ataque venenoso.

Nadie tuvo tiempo de reaccionar, todo había transcurrido en cuestión de segundos. Inuyasha simplemente había cerrado los ojos y le había dado la espalda al tipo que planeaba atacarlo para proteger a Izaya. En ese mismo instante había sentido como era alzado del suelo y movido. Cuando estuvieron a salvo, Inuyasha escuchó el impacto contra el suelo, algo que reconoció y tras abrir los ojos, vio al Rey Demonio a punto de caer en la inconsciencia. Sin perder tiempo, Inuyasha entregó a Izaya a su hermano mayor y corrió hacia el demonio, lo ayudó a colocar la cabeza en su regazo.

―No... toques...

―¿¡Y qué quieres que haga!? ¿¡Que vea como te mueres por tu estúpida impulsividad!?. ―Inuyasha simplemente gritó, estaba furioso ante las acciones del Rey Demonio, pero las lágrimas de su rostro hacían ver lo que en verdad estaba sintiendo. ―¡Te dije que dejaras de hacerte daño!.

―¡Maten al Rey Demonio! ¡Acaben con el reino de los demonios!.

La algarabía de la multitud enardecida era ignorada por Inuyasha, este trataba de impedir que Sesshomaru cerrara los ojos. El Rey Demonio estaba palideciendo con una rapidez preocupante, era mucho veneno y combinado con todo el daño que ya había recibido, era mucho peor. Pero Inuyasha estaba sufriendo el efecto secundario del veneno, la sangre contaminada estaba entrando en contacto con su piel y causando estragos, pero se negó a soltarlo.

Inuyasha escuchó el ruido de una espada siendo desenfundada y se tensó. Koga, el héroe, les apuntaba con su espada y era aclamado por los humanos. Todos querían al Rey Demonio muerto y esa era una gran oportunidad.

―Jamás habría pensado que compartí la mesa con el traidor que traería las calamidades al mundo. ―Espetó el héroe de brillante armadura. ―Estás del lado equivocado, Inuyasha.

―¿Del lado equivocado dices? ¡Ustedes son los buenos y se hicieron a un lado cuando trataron de herir a mi hijo!. ―Tanto el héroe como sus camaradas, bajaron la mirada ante sus palabras. ―¡Son los buenos y aún así son la misma basura que los tipos que trataron de abusar de mí y de asesinarme, de esclavizar a un bebé que no tiene maldad en sus acciones! ¿¡Como confiar en mi propia raza cuando me dio la espalda en el momento en el que más la necesité!?. 

Inuyasha miró al Rey Demonio, su respiración era corta y rápida. Todos habían callado cuando Inuyasha empezó a hablar.

―¡Son demonios! ¡Esos mocosos van a destruirnos a todos! ¿Por qué habríamos de proteger lo que nos traerá sufrimiento con su mero nacimiento?.

―¡Entonces matame! ¡Cobra en mí los delitos que tanto les adjuntas a los niños!. ―Gritó. El Rey Demonio estaba muy mal, necesitaba ayuda inmediatamente e Inuyasha empezaba a desesperarse. No quería ser responsable de más tragedias. ―¡Te doy mi vida a cambio de la de ellos, solo deja que se lleven a su padre! ¡Hagan conmigo lo que quieran, pero no les hagan daño!.

Inu no Taisho al escuchar esas palabras, se paró entre sus padres y el héroe que seguía escuchando leves palabras de aliento para que acabara con los demonios. Sin soltar a su pequeño hermano, habló.

―¡Soy Inu no Taisho, el primer Príncipe de la Calamidad!. ―Las murmuraciones se intensificaron. ―¡Mi título mostrará su valía si alguien se atreve a tocar un solo cabello a mi familia!. 

La familia reunida hizo flaquear la voluntad del héroe, quien pensó en las palabras dichas y meditó lo que sabía. Recordando sus enseñanzas y la forma en que ganó su título, incluso ignorando las miradas inquisitivas de sus compañeros, Koga enfundó su espada.

―Lárguense de nuestro territorio y curen sus heridas. ―Declaró. ―Nos veremos en en campo de batalla y esta vez, no voy a dar tregua.

El hombre moreno se marchó e hizo que la multitud se fuera y sus compañeros lo rodearon llenándolo de preguntas, pero Inuyasha dejó de escucharlas para centrarse en el estado del Rey Demonio. No importaba nada más allá de eso. Y de un silbido del primer príncipe, Ah-Un apareció. Inuyasha montó al dragón y sostuvo al desfalleciente demonio en sus brazos, ignorando el dolor que el veneno le provocaba. Mientras Inu no Taisho cargaba a Izaya, la familia marchó al territorio demoníaco lo más rápido que pudieron.

Cuando Inuyasha y compañía llegaron al castillo de los demonios, todo fue un caos. Los gritos de Inuyasha tratando de buscar ayuda y la agitación de los demonios al ver el estado del Rey Demonio, orillaron al primer príncipe a hacerse cargo de su hermano en la habitación que le pertenecía. Las cosas estaban tensas entre los sirvientes al ver el estado de su señor, estaba mucho peor que veces anteriores. Como pasaba en esos casos, el Rey Demonio fue recluido en el ala médica y varios demonios se le unieron para ayudar a Kagome quien era la única que podía acercare a él sin recibir negaciones. 

Inuyasha fue obligado a atender sus propias heridas, aunque él necesitaba estar al tanto del estado del Rey Demonio. Nadie le permitió acercarse, se le exigió que no estorbara y curara sus heridas, además de tomar un baño ya que la sangre contaminada del Rey Demonio cubría la mayor parte de sus prendas. La tela de piel de Rata de Fuego, protegió a Inuyasha haciendo que solo sus manos hayan resultado afectadas por el veneno. A pesar de sus protestas, Inuyasha terminó por hacer lo ordenado pero atento a las noticias acerca del señor de los demonios.

Y mientras Inuyasha esperaba noticias del Rey Demonio, se preguntaba el porqué de su creciente angustia. Él realmente estaba ansioso, casi desesperado, al notar que todos le dirigían miradas sombrías y temía lo peor. Inuyasha estaba consciente de que su imprudencia le pudo causar la muerte a sus hijos, incluso a sí mismo, pero nunca esperó que también podría significar que podría orillar a la muerte prematura del Rey Demonio. Inuyasha no quería pensar que Sesshomaru muriera por haber tratado de salvarlo, no cuando ese mismo demonio había pasado siglos combatiendo e hiriéndose gravemente. Inuyasha inevitablemente había empezado a recordar las palabras de Kagome, realmente sentía que se había vuelto una molestia y lo odiaba. En la soledad de su habitación y la carga de conciencia que sentía, rezó para que Sesshomaru saliera ileso como siempre pasaba.

Por otro lado, fue tanta la agitación del momento que nadie notó que el primer príncipe había hecho algo jamás antes visto. Ningún demonio había podido romper barreras mágicas más allá del nivel cinco, en cambio el príncipe había logrado destruir una de primer nivel como si se tratara de un trozo de cristal. Ni siquiera Inu no Taisho se había detenido a pensar en lo que había hecho, porque solo reaccionó ante el peligro al que su madre estaba expuesto, esa fue la razón por la cual logró romper esa protección mágica sin esfuerzo y sin siquiera ser consciente de sus acciones, solo dejándose guiar por el llamado del instinto. Inu no Taisho había usado magia, algo que solo los humanos dominaban y que los demonios jamás lograron imitar. Quizá gracias a la mezcla entre sangre humana y demoníaca que corría por sus venas.

Finalmente, el don del primer Príncipe de la Calamidad había aparecido, era un demonio que poseía magia capaz de destruir barreras mágicas poderosas. Gracias a ese don, Inu no Taisho se había vuelto una amenaza para el reino humano, él sería capaz de destruir sus defensas y eso se convertiría en una gran ventaja para los demonios.

Continuará...

 


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