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La Madre de los Príncipes de la Calamidad. por Keiko Midori 0018

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Mientras en los aposentos de la respetada Reina Humana de la Calamidad, tanto la Reina Humana y el Rey Demonio seguían observándose sin añadir palabra, todo comenzaba a volverse incomodo. Inuyasha estando cansado del silencio y aún lleno de dudas, decidió hablar. Desvío su mirada hacia su plato y revolvió el contenido con delicadeza.

―Cuando recibiste el ataque, ¿sabías que podrías morir?. 

El Rey Demonio solo se cruzó de brazos y cerró los ojos, se recargó sobre su silla sin decir ni una palabra. Cuando Inuyasha iba a darse por vencido, el hombre habló.

―Lo suponía. ―Se limitó a decir. 

―¿Entonces porque lo hiciste?. ―Inuyasha alzó la mirada, el demonio seguía en la misma posición. ―Muchos dependen de ti, te necesitan. Yo solo soy un huérfano al que nadie extrañará. Solo estoy aquí porque me necesitan, pero si muriera en este lugar, bien podrías usar la magia que están reuniendo para traer a una mujer que no cause tantos problemas como yo.

El Rey Demonio volvió a permanecer en silencio, mas abrió los ojos y miró en dirección a la puerta, Inuyasha podría jurar que parecía olfatear el ambiente. Luego de unos segundos, el hombre se levantó y se dirigió a la puerta, no sin antes decir unas palabras.

―Muchos dependen de mí, pero podría ser reemplazado por uno de mis herederos y a nadie le importaría. ―Se acercó a la puerta y le dio la espalda a Inuyasha. ―Abre los ojos y date cuenta de lo que tienes.

Cuando el Rey Demonio abrió la puerta, Inuyasha pudo ver a Inu no Taisho cargando a su hermano y con la intención de haber querido tocar. El rey se marchó e Inuyasha logró entender el significado de sus palabras. Aunque deseara negarlo, Inuyasha empezaba a darse cuenta de que las palabras del Rey Demonio siempre acertaban. Al ver a los niños, simplemente aceptó a Izaya y lo mimó. Después de una experiencia cercana a la muerte y gracias a las palabras del Rey Demonio, Inuyasha se dio cuenta que necesitaba crearles buenos recuerdos a los príncipes y más aún a Inu no Taisho quien empezaría a tener un entrenamiento especial para poder partir junto a su padre a la batalla.

Después de unos días en los que la rutina volvió a su curso, el primer príncipe ejercía un entrenamiento más riguroso y siendo supervisado por su padre, mientras que el segundo príncipe seguía con su dieta mágica, además ya era capaz de decirle algunos balbuceos a Inuyasha y gatear. Inuyasha había descubierto que el segundo príncipe tenía el doble de energía de su hermano y que ese niño no lo dejaría descansar gracias a lo inquieto que era. Era una apacible calma la que reinaba en el castillo de los demonios, pero solo sería momentánea.

Desde que Izaya había ayudado a la recuperación del Rey Demonio, el niño se había vuelto un poco más apegado al padre. Inuyasha tenía que estar presente cuando el niño lloraba por su padre y debía llevarlo con él, afortunadamente el demonio nunca rechazó a su hijo pero tampoco lo aceptó. Simplemente lo alzaba durante un rato y luego lo devolvía una vez se volvía más pesado el trabajo. Inuyasha había deseado una cámara en varias ocasiones al ver la convivencia entre el Rey Demonio y el segundo príncipe, estaba seguro que no se repetiría y que quizá habían formado un vínculo sin darse cuenta. Justo en ese momento Inuyasha había llevado al segundo príncipe al área de entrenamiento para que pasara tiempo con su padre. Pero al llegar y ver a un pequeño diablillo con el semblante nervioso mientras el Rey Demonio leía unas extrañas hojas, le hizo ver a Inuyasha que quizá no era un buen momento para molestar al señor de los demonios. Y cuando se quiso alejar, Izaya empezó a balbucear tratando de llamar a su padre. 

Cuando el Rey Demonio soltó sin cuidado los documentos que leía y dejaba al pequeño demonio de ojos saltones balbuceando, Inuyasha no pudo siquiera pensar en escapar. Pero la mirada seria del demonio hizo que se llenara de incertidumbre.

―¿Qué es lo que ocurre?.

―Ataques masivos por parte de los humanos y revueltas por parte de mi gente. ―Contestó mientras cargaba al niño que no dejaba de manotear hacia él. ―Se corrió el rumor de que morí y eso ha causado el pánico entre los civiles, se han alzado en armas para combatir y eso solo está causando muertes innecesarias. Es necesario ir y detener esta masacre, así que partiremos al alba. 

―¿Cuanto tardarán?.

―Volveré para cumplir mi deber.

―¡No puedes marcharte por tanto tiempo!. ―Exclamó Inuyasha mientras miraba al niño tocando las marcas faciales del Rey Demonio con diversión. El rey volvería cuando la concepción del tercer príncipe tendría que llevarse a cabo y eso traería una gran consecuencia. ―Si te vas ahora, Izaya no te recordará. Para nosotros será un mes, pero para Izaya será la mitad de su vida.

Izaya no recordaría a su padre porque durante el tiempo que el Rey Demonio estuviera fuera, crecería rápidamente y todas sus memorias quedarían en el olvido. No recordaría que amaba estar junto a su padre y jugar con él pese a que lo único que hacía el hombre era observarlo. Se haría mayor por la fuerza y ese lazo creado durante la niñez se iría desvaneciendo solo quedando el respeto hacia su rey padre. Inuyasha no deseaba ver eso, quería que los niños fueran afectuosos con su padre y viceversa, así no se preocuparía cuando tuviera que marcharse.

―¿Pretendes que me quede solo a observar como mueren mis hermanos?. ―Inuyasha se mantuvo callado ante la pregunta, sin saber que responder. ―No puedes ganar sin dar algo a cambio. 

―Pero... ―Inuyasha lo pensó un poco y la culpa empezó a invadirlo, todo había pasado por su causa y había dicho que asumiría las consecuencias. ―¡Si me enseñas a usar una espada, podría ayudar!.

Inuyasha espero alguna reacción y como solía pasar siempre, no obtuvo ninguna. Mas el Rey Demonio afianzó el agarre del segundo príncipe con una sola mano y la otra fue a parar a su cinturón, desfundó su arma de un solo movimiento. El demonio le tendió su espada a Inuyasha y en cuanto la recibió, Inuyasha no fue capaz de levantarla y terminó cayendo por el excesivo peso. El Rey Demonio lo sostuvo para que no cayera al suelo. Y antes de que empezara a quejarse y recriminarse, el Rey Demonio le dirigió la palabra.

―Te necesito aquí y a salvo. ―Explicó. ―Alguien debe cuidar al reino desde aquí.

Ante la mirada del Rey Demonio, Inuyasha no supo que contestar. Solo supo que una vez más tendría el imperio demoníaco bajo su cargo y si no podría ayudar luchando, ayudaría a las víctimas de la revuelta que provocó. Inuyasha recibió a Izaya pese a las protestas del niño y dejó que el Rey Demonio empezara a prepararse, partirían pronto y era necesario que el pequeño se hiciera a la idea de que su padre no volvería hasta que él fuera mayor. Inuyasha se mantuvo tratando de callar el llanto del segundo príncipe y se encargó de buscar a Inu no Taisho, él también se iría y no lo vería en mucho tiempo, no podía hacerse a la idea de que el primer príncipe quien era un niño a sus ojos, viera la crueldad del mundo en el que vivía. Inuyasha aún no podía aceptar que ese mundo no era como el suyo, que la guerra estaba en puerta y que los niños serían usados para pararla. Muy en el fondo, Inuyasha temía por Inu no Taisho y por el Rey Demonio, no deseaba ver más muertes.

Mientras el Rey Demonio preparaba a las tropas y aseguraba el castillo, todo el ambiente se mantuvo agitado. Desde que se había sabido la debilidad del Rey Demonio, el pánico había aumentado entre los demonios y los humanos empezaban a aprovechar esa situación. Y el señor de los demonios no dejaría que hubieran más muertes en su nombre, iría y le demostraría a su gente que seguía mejor que nunca. Llevaría consigo a una de las cinco armas que usarían en contra de los humanos y demostraría que el reino demoníaco tenía esperanza de ir a la par contra los humanos, incluso de ganar si los dones de sus futuros hijos resultaban tan beneficiosos como los del primero y segundo.

Llegó la hora de partir, todos estaban a las puertas del castillo despidiendo a los que marcharían, despedidas quizá eternas. Kagome y Rin se despedían del Rey Demonio e Inuyasha lo hacía con el primer príncipe, Izaya dormía en su habitación ajeno a las despedidas para evitar su llanto. Ver a Inu no Taisho con armadura, un arma en su espalda y cinturón, le hicieron ver la realidad de ese mundo a Inuyasha. Por ello, lo tomó de los hombros y sintiendo un nudo molesto en la garganta, se dirigió a él.

―Ten cuidado, esta vez será diferente a tus entrenamientos. Todos intentarán hacerte daño por miedo, pero confío que sabrás manejarlo. ―Inevitablemente, Inuyasha abrazó a Inu no Taisho, extrañándolo pese a que aún no había partido. Ese niño era la primera persona a la que le había tomado un afecto genuino en ese mundo. ―Por favor, vuelve a salvo y no te separes de tu padre, él te cuidará la espalda.

―Obedeceré sus ordenes, madre. ―Inu no Taisho correspondió las muestras de afecto que su madre le mostraba, recibiendo sus palabras como una orden que instintivamente cumpliría para no dañarle. ―Volveremos.

Inuyasha dejó libre a su hijo y lo vio partir hasta el frente, luego de que el príncipe se marchara, el Rey Demonio se paró frente a él. A Inuyasha le pareció que el Rey Demonio quería decir algo, aunque también parecía esperar algo de él. A pesar de todo y por mera educación, o eso se dijo, Inuyasha decidió despedirse de él también.

―Procura no morir. ―Tras sus palabras, dejó de escuchar los ruidos a su alrededor. Inuyasha vio a Kagome a unos metros de él con la sorpresa en su rostro e incluso ofendida por su comentario. Miró al Rey Demonio, este seguía con la misma expresión.

―Procura no destruir el lugar. ―Respondió.

La extraña despedida hizo reír a Inuyasha, todos a excepción del Rey Demonio miraron extrañados a su reina. Una vez calmado, Inuyasha dejó de lado el miedo y la preocupación que lo consumían gracias a esa interacción. Sonrió y miró al demonio frente a él.

―Vuelvan a salvo y cuida de Inu no Taisho. ―El Rey Demonio asintió ante su pedido. 

Inuyasha miró como todos partían, como los demonios avanzaban a una nueva batalla y como los restantes entraban. Se quedó meditando sobre lo que seguía, una vez más tenía el mando de reino demoníaco bajo el título que odiaba y tenía un niño que criar. Inuyasha estaba viviendo demasiadas cosas, algunas que una persona normal no viviría y se estaba acostumbrando en contra de su voluntad. Dirigir se estaba volviendo algo natural para él y no quería que pasara, no quería acostumbrarse a dirigir un imperio mientras esperaba con anhelo al legitimo gobernante. Inuyasha simplemente quería que todo acabara y poder volver a la normalidad, pero eso aún estaba lejos de llegar. Por ahora cumpliría con su labor y se encargaría de que Izaya no olvidara a su padre, Inuyasha se encargaría de salvaguardar a todos hasta que el Rey Demonio volviera victorioso y confiaba en que lo haría.

Mientas tanto, el ejército demoníaco se movilizó siguiendo a su líder convertido en un gran perro. Algunos volaron, corrieron o se transformaron, pero todos avanzaron con la convicción de proteger a los que dejaban atrás de un inminente fin y para que la historia no se repitiera. Con la confianza de que una de las Cinco Calamidades los acompañaba, la moral de los demonios estaba en lo alto. Con los avances que el primer príncipe demostró y con el fortalecimiento de su recién descubierto don, podrían tener una batalla más pareja en contra de los humanos. 

Continuará...

 


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