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La Madre de los Príncipes de la Calamidad. por Keiko Midori 0018

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Los días dentro del castillo demoníaco empezaron a rebosar de una apacible calma dado que gracias a su reciente victoria, los humanos tomaron una retirada momentánea y así tendrían tiempo para reorganizarse. Gracias a eso, tanto Rin como el segundo príncipe se habían visto en la tarea de seguir a todas partes al Rey Demonio. Inuyasha solo veía con gracia como ambos niños seguían o a veces imitaban las acciones del rey, incluso hablaban con él pero nunca respondía y aún así, parecía atento a sus palabras. Ver esas interacciones, hacían que Inuyasha empezara a cambiar su punto de vista acerca de ese temible hombre. Pero, lo preocupante era que Inu no Taisho se había cerrado de todos. Inuyasha tuvo que ver como el primer príncipe se encerraba en sus aposentos y evitaba a todo el mundo, más a él. 

Desde aquella vez que regresaron de la batalla, Inuyasha no había visto a Inu no Taisho más que de lejos. El príncipe solo atendía sus entrenamientos y el resto del tiempo se la pasaba aislado. Kagome le había contado a Inuyasha que algo así había pasado con el Rey Demonio y no había sido fácil de sobrellevar dado a lo agresivo que había resultado, por ello le pidió a Inuyasha que mantuviera distancia hasta que Inu no Taisho lo deseara. Y aunque fue difícil, Inuyasha terminó por aceptar ese distanciamiento. Muy a su pesar, debía empezar a dejar de ver al primer príncipe como a un niño y permitir que comenzara a fortalecer su mente. 

Un día tranquilo y después de haber echado a las doncellas de su habitación, Inuyasha se sentó y empezó a reflexionar sobre todo y nada, pensando en todo lo que había hecho durante ese tiempo y lo fácil que empezaba a acostumbrarse al protocolo real. Inuyasha pensó en lo poco a poco que se iba apegando a la crianza de Izaya y lo mucho que empezaba a amarlo tanto como a su hermano mayor. Pensó sobre muchas cosas, incluida su extraña relación con el rey y sus ocasionales encuentros. Antes de que empezara a contrariarse por la cercana concepción del tercer príncipe, unos suaves toques en la puerta hicieron que permitiera el acceso y dejara de lado sus pensamientos. Inuyasha se sorprendió al ver que se trataba del primer príncipe.

―Lamento interrumpir su descanso. ―Habló tras unos segundos, aún sin darle la mirada. Inuyasha notó que parecía arrepentirse de haber entrado, le hizo una señal para que se acercara y afortunadamente, obedeció. 

El primer príncipe se sentó junto a Inuyasha. De repente, terminó recostando su cabeza en el regazo de su madre, sin añadir ni una sola palabra y a pesar de que la acción sorprendió a Inuyasha, no dijo nada y simplemente empezó a peinar el largo cabello del príncipe con los dedos. Estuvieron en silencio, esperando ver quien se animaría a hablar primero. Inuyasha vio como el príncipe cerraba los ojos, como si tratara de descansar su mente. Pasado un rato, Inuyasha vio a Inu no Taisho ponerse las manos a la vista y mirarlas fijamente.

―¿Me amaría a pesar de tener las manos manchadas de sangre?. ―Habló después de un rato. Inuyasha detuvo sus movimientos y también alzó sus manos para verlas.

―¿Me amarías a pesar de tener las manos manchadas de sangre?. ―Repitió, recordando lo que el momento lo había orillado a hacer. Gracias a esas palabras, el príncipe se levantó.

―¡No es lo mismo!. ―Exclamó aún sin darle la cara. ―¡Lo hizo para proteger al segundo hermano!.

―¡Y tú lo hiciste para proteger a tu pueblo!. ―Respondió Inuyasha, doliendole que su hijo pensara que sí mismo era un asesino. El príncipe volvió a su posición anterior y volvió a cerrar los ojos, Inuyasha se mantuvo inmóvil.

―Vi sus caras de terror cuando sus barreras caían ante mi toque y sus expresiones al caer bajo el filo de mi espada. Cuando cierro los ojos, puedo ver como cientos de humanos perecieron por mi mano, aún puedo oler el aroma a sangre y muerte. ―Se detuvo por unos segundos. ―Escucho gritos y la agonía que produce la guerra, las cosas que hice y las veces que me suplicaron por piedad antes de dar la estocada final. 

Luego de un rato en silencio, el primer príncipe se levantó dispuesto a retirarse mas Inuyasha lo detuvo. Lo tomó de las mejillas y lo obligó a darle la mirada, una mirada oro claro que estaba apagada tanto como la expresión de su portador.

―Escucha bien, no lo hiciste por gusto y sé que de haber habido otra forma, la habrías hecho sin dudarlo. ―Suspiró con pesadez en cuanto el príncipe desvió la mirada. ―No te guardes para ti mismo el dolor, sacalo antes de que te haga más daño. Si quieres llorar, solo dímelo y lo haré por ti.

―Preferiría la muerte antes de ser el causante de sus lágrimas. ―Soltó y finalmente fue capaz de mirar a su madre a los ojos. Colocó sus manos sobre las contrarias. ―No quería que me odiara por haber acabado con cientos de humanos sin piedad. Yo no quería que me tuviera miedo por asesinar de manera fría a cientos de personas sin miramientos. No deseaba ser una bestia a sus ojos.

―¿Como temerle a la persona que me amó sin esperar nada a cambio? ¿Cómo odiar a quien me defendió y me protegió sin importarle su propia vida?. ―Tomó una pausa. ―¿Cómo podría odiar y temer a mi hijo?.

Las palabras dichas por Inuyasha, parecieron crear una fuerte impresión en el príncipe quien lo abrazó en la comodidad y seguridad que ese lugar le brindaba. Inuyasha también lo hizo, sintiéndose más cerca del príncipe y aliviado de ver que finalmente parecían volver a ser tan cercanos como antes. Sobretodo, parecía ser que el príncipe no se veía tan asfixiado y desolado como al principio. Nuevamente estaban en buenos términos, con una relación más cercana y con lazos aún más fuertes. Sin abandonar la seguridad que los brazos de su madre le otorgaban, el primer príncipe volvió a tomar la palabra.

―¿Soy codicioso por desear no saber la fecha exacta en el que el amor de mi madre se va a terminar?. ―Inuyasha no supo que responder. ―¿Soy un desalmado por desear que el quinto hermano jamás nazca?.

Antes de que Inuyasha siquiera pensara en una respuesta, un carraspeo en la habitación los hizo separarse, Kagome había ingresado al lugar y traía con ella un séquito de doncellas con la comida de su reina.

―Lamento irrumpir en un momento tan conmovedor, pero deseo que mi cabeza siga en su lugar y eso solo pasará si Inuyasha es atendido como se debe. ―Las demás damas se fueron tras eso. ―Me alegra que haya salido de su encierro, majestad. Mi discípulo, el segundo príncipe, ha estado ansioso por conocerle.

Inu no Taisho solo le dedicó un leve y firme asentimiento, la mujer sonrió ante eso. Antes de que Kagome se marchara, Inuyasha la invitó a quedarse a comer con él, lo mismo hizo con Inu no Taisho. Ambos demonios no habían consumido alimento en mucho tiempo y aunque no lo necesitaban, cumplieron ese gusto a su reina. Así pasó un agradable momento en el que los problemas quedaron a un lado, en donde Inuyasha les contó cosas interesantes de su mundo y junto al silencio del primer príncipe y las preguntas interesadas de Kagome, al final Inuyasha se sintió tranquilo.

Al día siguiente y después de vagar por un rato por los alrededores, Inuyasha se enteró que Inu no Taisho había convocado a su hermano menor en el área de entrenamientos. Ante eso, deseó ser un testigo silencioso del primer contacto formal entre hermanos, Inuyasha deseaba ver si Izaya traería alguna vibra positiva a la impasibilidad usual del primer príncipe. Él realmente esperaba ver si la vibrante energía del segundo príncipe lograría cautivar a su hermano, justo como parecía haberlo hecho con su padre. Inuyasha en verdad quería ver si Izaya sería capaz de sacar a esos dos miembros de su familia de la amargura que la guerra les había provocado, todo con ese aire infantil que lo rodeaba.

Cuando Inuyasha estuvo a una distancia considerable, pudo ver al par de hermanos hablar. A su distancia no podía escuchar lo que decían, pero ver a Izaya revolotear alrededor de su hermano mientras reía y hacía varios gestos, le hizo pensar que tal vez su hijo menor deseaba ver algo más que una mirada fruncida y una expresión intratable, algo que Inu no Taisho había adoptado de su reciente experiencia. En sí el primer príncipe lucía tan serio como de costumbre, pero a pesar de su expresión, no denotaba agresividad o algo parecido y eso ayudó a que su hermano no se sintiera intimidado. 

Inuyasha pudo ver como sus energías chocaban, claramente eran opuestos uno del otro, uno impasible y otro enérgico, incluso podría pensar que parecían ser el sol y la luna, hielo y fuego. Y a pesar de todo eso, no notó ni una sola pizca de agresividad o algo que rompiera esa pequeña reunión que estaban formando. En un inicio, Inuyasha había temido que por ser completamente opuestos, los príncipes se llevarían mal pero ver a Izaya rebosar en su usual comportamiento y hablar a más no poder, que Inu no Taisho simplemente asintiera o murmurara algunos monosílabos, le hizo pensar que nada malo pasaría y que ellos formarían unos lazos inquebrantables. Ambos príncipes lucharían codo a codo en un futuro, se cuidarían la espalda y en compañía de sus demás hermanos, serían un gran pilar para el reino demoníaco. Inuyasha solo se aseguraría de que las malas lenguas no destruyeran esa hermandad formada, no lo permitiría.

―¡Madre, el primer hermano es tan genial como lo imaginaba!. ―Gritó Izaya mientras se acercaba a Inuyasha, arrastrando con él a su hermano mayor. ―¡Él dijo que me ayudaría a entrenar para poder alcanzarlo!.

―¿Eso es verdad?. ―Preguntó, el primer príncipe asintió. 

Los tres empezaron a hablar, mayormente Izaya, sobre los prontos entrenamientos del segundo príncipe y su esperada mejoría en cuanto a combate, defensa y sus dotes curativas; en como el primer príncipe relevaría alguna parte de la docena de docentes e institutrices que se encargaban de la educación del segundo príncipe. Y luego de un rato, Kagome apareció para interrumpir su momento familiar. Inuyasha pudo deducir por la expresión mostrada por la hechicera que se trataba de algo serio, la preocupación aumentó por ello.  

―Majestad, Izaya e Inuyasha, lamento volver a ser una interrupción en un momento importante. 

―No importa, ¿qué es lo que pasa?. ―Preguntó Inuyasha. 

―Nuestro señor desea que lo esperes en sus aposentos. ―Respondió la hechicera sin cambiar su expresión. ―Es hora.

La expresión de Inuyasha mostró una ligera vacilación, cosa que entendió el primer príncipe y que preocupó al segundo. Antes de que alguien rompiera el ambiente tenso, el segundo príncipe habló.

―¿Qué ocurre? ¿De qué habla, maestra?. ―Ante la falta de respuestas, el príncipe empezó a impacientarse, más al ver el temor que su madre empezaba a mostrar. ―¿Qué es lo que está pasando y por qué callan?.

―Izaya, no hagas esto más difícil. ―Dijo Kagome con ligero reproche, Inuyasha aún no era capaz de formular palabra.

―Madre, si me lo permite, desearía llevar al segundo hermano al bosque cercano. Me gustaría enseñarle a controlar su forma demoníaca y para ello necesitamos un espacio amplio, así no hará o se hará daño. ―Interrumpió ahora Inu no Taisho. Gracias a ello, Inuyasha salió de sus cavilaciones y comprendió lo que el príncipe trataba de hacer. 

―Lo permito pero lleven con ustedes a Ah-Un y procuren no meterse en problemas. ―Antes de que Inu no Taisho pudiera llevarse a su hermano del lugar, este lo detuvo y se dirigió a su madre.

―¿Estará bien? ¿Es grave lo que pasará?. 

―Lo estaré, es algo de lo que debo ocuparme yo solo y sin su ayuda. Ve con tu hermano, confío en que sabrá instruirte bien.

Dicho eso y aún con dudas, tanto el primer como el segundo príncipe, se marcharon del lugar. Inu no Taisho se transformó y su hermano montó al dragón de dos cabezas, Inuyasha solo los vio abandonar los terrenos del castillo confiando en que juntos sabrían protegerse de cualquier percance que pudiera ocurrir. 

Cuando Kagome colocó la mano en su hombro, Inuyasha supo que ya no podía retrasar lo que debía ocurrir y que por su anterior promesa, no podía intentar impedir el surgimiento del tercer príncipe. Con un nudo en el estomago, Inuyasha se dirigió hacia ese lugar que había sido testigo de su historia en ese mundo. Un nuevo príncipe debía surgir e Inuyasha solo podría aguantar el cúmulo de sentimientos que tenía y hacer lo que debía para dar un paso más hacia su libertad.

Continuará...

 


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