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La Madre de los Príncipes de la Calamidad. por Keiko Midori 0018

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Luego de haber tomado un baño y haberse vestido correctamente, Inuyasha terminó por salir de ese lugar que le había dejado un agridulce recuerdo. Planeaba refugiarse en su cama quizá hasta que fuera estrictamente necesario el salir. Inuyasha no deseaba ver a nadie, en especial al Rey Demonio. Había sacado a la luz la confusión que su corazón resguardaba y terminó siendo masacrada sin piedad. Pero era lo mejor, se repitió. Inuyasha quería marcharse y si esa confusión crecía y se volvía más fuerte, al punto de llamarse amor, sería difícil la despedida. No quería añadir más sufrimiento a la lista. Y aún así, fue doloroso recordar las palabras del rey. Cuando las lágrimas de la Reina de la Calamidad amenazaron con salir nuevamente, Inuyasha se encontró al primer príncipe en su camino y sin darle tiempo de saludarle, lo abrazó con fuerza.

Inu no Taisho al sentir a su madre temblar en sus brazos, supo que algo había pasado de tal magnitud que lo había herido. Decidió no decir nada y simplemente albergarlo en sus brazos y decirle en silencio que estaba ahí para él. Para Inu no Taisho, los sentimientos hacían débiles a las personas, pero también daban la fuerza suficiente para luchar. Los sentimientos humanos eran un arma de doble filo y lo comprendía bien, él los había heredado. Aún así, el tener sentimientos era algo que lo diferenciaba de los demás demonios y que le causaba problemas. Pero, ser capaz de sentir amor, alegría y tristeza, era algo que valía la pena.

―El amor duele. ―Susurró Inuyasha sin dejar de abrazar a su hijo.

―Y a pesar de eso, sigue siendo lo más hermoso que este mundo puede ofrecer. 

Luego de unos momentos, Inuyasha se separó de su hijo y limpió su rostro con la manga de su ropa. Sonrió de manera triste y simplemente negó. 

―Todavía me preguntó quien es el mayor de los dos. ―La mano de Inuyasha fue a parar al hombro del príncipe. ―Gracias, en verdad lo necesitaba.

El príncipe no respondió y solo le dedicó una pequeña sonrisa, esa sonrisa de la cual Inuyasha era el único testigo. Luego de que Inuyasha le pidiera que nadie lo molestara en lo que restaba del día, incluyendo a las doncellas, a Kagome e Izaya, se retiró. Cuando Inu no Taisho perdió de vista a su madre, la ligera sonrisa que mostraba se borró al instante solo para dejar ver la frialdad de un demonio molesto. Las marcas rojizas del primer príncipe se mostraron como rasguños, perdieron su perfecto delineado y sus colmillos crecieron, su entrenamiento con el rey de los demonios estaba por comenzar y en esta ocasión, realmente quería ver a su padre. 

Cuando Inu no Taisho llegó al área de entrenamiento, su padre ya estaba ahí. El Rey Demonio supervisaba el entrenamiento de espada del segundo príncipe, volteó en su dirección cuando se acercó. Izaya iba a hablar en cuanto vio a su hermano pero este con una señal le ordenó que guardara silencio. El Rey Demonio al ver el aspecto de su primogénito y sus acciones, empezó a atar cabos dado que la mirada del príncipe era idéntica a la de su madre cuando le reñía.

―Ve con la hechicera, seguiremos mañana. ―Ordenó el rey al segundo príncipe y este ante el ambiente formado, obedeció.

―Padre, primer hermano, me retiro. ―Dijo antes de marcharse siendo seguido por los guardias que estaban cerca, todos previeron el enfrentamiento que se avecinaba.

Una vez padre e hijo se quedaron solos, una batalla comenzó. Ambos habían bloqueado el ataque de la espada del contrario, había sido tan sincronizado que no supieron quien fue el que lo inició. Las chispas saltaron tras ese golpe, ninguno contuvo su fuerza y la batalla dio inicio. Las espadas comenzaron a chocar con fuerza, las chispas del metal siendo golpeado innumerables veces fueron la única forma de notar la pelea. Algunos curiosos se quedaron a una distancia considerable para ver el combate, pero ambos se movían tan rápido que era imposible verlos. Ambos estaban luchando con toda su fuerza, los impactos continuos solo se escuchaban tras la nube de polvo que empezó a cubrir todo el lugar. 

Inu no Taisho golpeaba con fuerza, ya sea atacando o protegiéndose, la fuerza de su padre era abismal y sabía que podría herirlo de gravedad si uno de sus golpes lo alcanzaba. Aún así, no flaqueó y siguió atacando. A pesar de que las embestidas que lograba bloquear lo hacían retroceder, siguió luchando con todo y cuando terminó impactándose contra un muro cercano, se levantó y pese a la destrucción causada, volvió a empuñar a la espada y contraatacar. Incluso el Rey Demonio tuvo dificultades como su hijo, ambos poseían la misma fuerza y no se estaban conteniendo. Pero, Inu no Taisho estaba dejándose cegar por sus emociones y eso hacía que la lucha fuera tosca. El Rey Demonio en algún momento de la pelea perdió su espada y su hijo parecía dispuesto a acabar con él en ese momento. Cuando Inu no Taisho se abalanzó contra él con la espada por delante, logró eludirlo de un salto.

―Los humanos nos tratan como bestias, como si fuéramos simples animales. ―Dijo Inu no Taisho mientras se abalanzaba una vez más contra su padre. El Rey Demonio lo hizo retroceder con un látigo creado a partir de su propio veneno. 

―Los demonios y los humanos jamás se han llevado bien, el odio mutuo es inmenso. ―Respondió mientras saltaba para eludir el arma de su hijo. 

―El odio que ambas razas se tienen es tan grande que ni siquiera el fin de la guerra podría pararlo. ―Con su espada rechazó el ataque de su padre. ―Y a pesar de eso, ¿por qué lastimamos al único humano que no nos odia, el único que no nos teme?. 

Ante tales palabras el Rey Demonio sonrió de lado, su hijo nuevamente estaba dejando ver sus instintos humanos entremezclados con los demoníacos y sus verdaderas intenciones. Inu no Taisho, su primer hijo, era tan rebelde e indomable como su madre y eso provocaba problemas para el rey. Y a pesar de eso, al Rey Demonio le parecía algo bueno.

―Tan solo eres una cría que no ha vivido lo suficiente, no lo entenderías. 

―¿Entender qué? ¿Qué hace sufrir a mi madre por un simple odio provocado por su raza?. ―Como una danza mortal, Inu no Taisho trató de atacar al Rey Demonio pero este se movía a su mismo ritmo, evitando la espada de su hijo. ―¿Cual es la razón entonces?.

―Como demonios, no necesitamos sentimientos. Nosotros necesitamos fuerza y poder. ―Azotó el látigo contra su hijo, acertando y provocándole una profunda herida en un costado. ―Llegará un momento en el que un líder deba hacer sacrificios y los sentimientos pueden ser un impedimento.

Inu no Taisho se mordió los labios ante el dolor, hasta hacerlos sangrar. El príncipe pudo sentir la sangre salir rápidamente de su cuerpo y terminar en el suelo. No se rindió pese a eso, no se permitiría perder nuevamente y por su propio honor, lograría hacerle una herida peor al hombre frente a él. Así eran las cosas en la raza demoníaca y las cumpliría al pie de la letra.

―Ha pasado toda su vida luchando y derramando sangre por nuestra causa. Dígame entonces, ¿Ha experimentado alguna vez los sentimientos o solo es su propia cobardía hablando?. ―Soltó sabiendo que eso enfurecería a su padre y al ver como las facciones del rey se volvían más salvajes, lo confirmó.

La dificultad aumentó tras eso, golpes más poderosos y certeros, mayor velocidad de ataque y más ansias de derramar sangre. El Rey Demonio estando furioso, empezó a golpear a diestra y siniestra, hiriendo a su hijo en varias ocasiones. Inu no Taisho había sido golpeado por el látigo de su padre muchas veces, su armadura estaba deshecha e inservible, tenía heridas en todo su cuerpo pero no tan graves como la primera que seguía en su costado derecho. Quizá su pulmón había sido dañado, su respiración agitada empezaba a ser dolorosa. Pero ver que el rey también tenía un par de heridas en los brazos y el rostro, habían valido la pena para el primer príncipe. Ambos demonios pelearon en silencio, simplemente dedicándose mirada de ira pura. Golpeándose sin medir fuerza y eludiendo ataques, esquivando o contraatacando.

Llegó un momento en el que ambos estaban moviéndose en un charco de su propia sangre, cansados y bastante heridos, pero sin dejar de lado el orgullo para detenerse. Simplemente mirándose con la misma expresión seria a la espera del siguiente ataque. Al final ambos se habían dejado guiar por la ira y sus palabras filosas.

―Los sentimientos te hacen débil y te vuelven estúpido. ―El látigo volvió a ir directamente al rostro del primer príncipe y una vez más, parecía que cumpliría con su objetivo. Un movimiento letal sin duda.

―Por amor a un humano me hice fuerte, por amor a un humano me esforcé hasta dar lo mejor de mí y por ese amor, me sigo fortaleciendo. ―El primer príncipe atrapó con su mano el látigo, el Rey Demonio vio la mezcla de sangre y veneno gotear de la mano de su hijo. Eso lo impresionó pero no lo demostró. ―Por el amor filial que le tengo a mi madre, soporté todo y lo seguiré haciendo. Por que mientras mi madre me siga apoyando, a pesar de que sea por poco tiempo, seguiré tomando ese amor para seguir adelante. 

El Rey Demonio no dijo nada, solamente negó en silencio y su aspecto volvió a la normalidad, su látigo se desvaneció pocos segundos después. Simplemente se dedicó a ver en qué estado había terminado su hijo y se dio cuenta de que estaba bastante mal, ambos lo estaban y la profunda herida que atravesaba su torso lo confirmaba. Ambos habían luchado con rudeza y sin contemplaciones, sin importar el lazo que los unía o si podrían morir en el combate. Pero así eran las cosas para los demonios, si medía su fuerza y no atacaba como su poder lo permitía, sería una gran ofensa para su contrincante y aplicaba para ambos. El poder lo era todo para los demonios y si el rey hubiera tenido consideración con el príncipe por el mero hecho de ser su hijo, sería una humillación para el mencionado. Si se hubiera frenado en el enfrentamiento, el respeto que su hijo se había ganado con su esfuerzo y dedicación, sería opacado con la primicia de que había sido favorecido en combate a pesar de ser entrenamiento. 

Inu no Taisho colocó sus manos en la profunda herida que tenía, todo sin dejar a mirar a su padre con la misma expresión seria que poseía y que ambos compartían. Luego de esa lucha de miradas, el Rey Demonio cortó el silencio.

―Eres igual a tu madre. ―El Rey Demonio se marchó, no sin antes soltar un par de palabras. ―Sigue así.

Sin entender las palabras de su padre, Inu no Taisho solo lo vio partir. Cuando la vista del primer príncipe se tornó borrosa y vomitó sangre, provocada por el impacto del puño de su padre en su estomago durante la pelea, se dijo que debía cambiarse la ropa y curar sus heridas antes de que su madre lo viera. El príncipe no permitiría que su madre lo viera en tal condición, por lo que decidió que su primer parada sería su habitación y a hurtadillas. El príncipe no tardó en llegar a su destino, aunque no sintió la presencia de su madre del otro lado del pasillo significando que no estaba dentro de su habitación. El primer príncipe no indagó, prefirió encerrarse para curarse antes de ser visto. Y cuando se sentó en su cama, se retiró la parte superior de su ropa que en un principio había sido blanca, miró las heridas que tenía: eran muchas. Antes de que empezara a limpiarse, la puerta de su habitación fue tocada y al olfatear el ambiente, se dio cuenta de que se trataba del segundo príncipe.

―¡Primer hermano!. ―Gritó el príncipe estando todavía afuera, los golpes a la puerta no se hicieron esperar. El príncipe tuvo que aceptar que entrara, así evitaría el escandalo. ―Padre dijo que viniera a verte.

Ni bien entró y después de ver el estado de su hermano, el segundo príncipe se dio cuenta del por qué su padre lo había enviado con él. Se recriminó por no haberlo intuido y por no haber prestado atención a su padre quien apestaba a sangre, quizá estaba tan herido como su hermano. A pesar de las protestas del primer príncipe, Izaya utilizó su poder para curarle las heridas. Con sus manos sobre la espalda de su hermano, permitió que su energía curativa fluyera a través de su cuerpo y curara las heridas tanto internas como externas. El primer príncipe simplemente había cerrado los ojos al sentir la energía cálida y reconfortante eliminando el dolor de su cuerpo. Pero aún en ese estado tan relajante, volvió a pensar en las palabras de su padre, se preguntó como debía tomarlas. 

La frase que le había dicho a su padre, aún retumbaba en la mente del príncipe. «¿Ha experimentado alguna vez los sentimientos o solo es su propia cobardía hablando?», en el momento en el que dijo esa frase, la expresión de su padre había mostrado dolor por un instante y no lo había notado por haberse dejado llevar por la ira. A pesar de que el príncipe no tenía un lazo afectivo con su padre, se arrepintió enormemente por haber dicho algo sin pensarlo y solo dejándose llevar por las ganas de lastimar. Seguramente su madre jamás habría permitido que dijera algo de esa envergadura únicamente con el afán de herir.

«¿Y ahora qué te separa de los humanos  que usan sus palabras como armas y que nos tratan como bestias?», se recriminó en silencio.

Continuará...

 


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