Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La Madre de los Príncipes de la Calamidad. por Keiko Midori 0018

[Reviews - 89]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Después del altercado entre el Rey Demonio y los Príncipes de la Calamidad, los días siguieron transcurriendo. 

La princesa creció aún más y su educación comenzó; resaltaron el combate y defensa. Inuyasha había visto crecer a su pequeña princesa, vio como se convertía en una señorita hermosa y delicada, pero tras aquella sonrisa brillante, había una guerrera letal. Muchos concordaron que aquella bella flor, poseía la peligrosidad de su padre y su madre juntos. Su entrenamiento había aumentado en demasía apenas fue capaz de valerse por sí misma, aunque su madre estuviera en contra. Su padre mismo se encargó de educarla, con entrenamientos que la llevaban al límite de su fuerza, llegando incluso a dejarla fuera de combate. Su padre había sido estricto y riguroso con su entrenamiento. Algunos decían que su entrenamiento podía compararse al de su primer hermano, superando incluso al del segundo príncipe. Inuyasha se había opuesto ante eso, ver a su pequeña en el suelo y golpeada había sido duro para él, pero el rey no cedió, empujando a la más pequeña de sus crías a dar todo hasta desfallecer. Solo él sabía por qué.

Solo Inuyasha se oponía excusando con que la princesa era joven, de aproximadamente doce años humanos, pero eso no parecía importarle al Rey Demonio y a la misma princesa tampoco. Ella estaba de acuerdo ante su entrenamiento, ante el dolor provocado y el esfuerzo. Los demonios no hacían distinción de género; o eras fuerte o terminas aplastado por los demás, así era desde tiempos ancestrales y no tenían esa categoría como los humanos. El Rey Demonio no complacía a Inuyasha en eso, era un humano después de todo y no conocía sus costumbres. Las crías entrenaban apenas se despegaban de los brazos de sus madres, los entrenamientos eran brutales para definir categorías y jerarquías, un demonio de alta categoría y fuerza estaba destinado a la grandeza. La princesa, como una Calamidad, deseaba el poder y la fuerza como sus hermanos, eso la impulsaba. Aún así, Inuyasha siempre la atendía cuando la veía lastimada, incluso Izaya que la curaba cuando esta lo permitía, aunque eran pocas las veces.

En ese momento, Inuyasha vio como un guardia atacaba a la princesa, esta lo eludía grácilmente. Impotente y sin poder evitarlo, Inuyasha solo veía como aquella dulce pequeña empuñaba una espada y luchaba con ferocidad, pero sus hermanos mayores hacían lo mismo a unos metros de distancia. Claramente, Inuyasha le había reclamado al rey, pero el demonio no cedió nuevamente. De igual forma, aquellos niños habían nacido para luchar.

Cuando el guardia golpeó a la princesa y la hizo rodar unos metros, Inuyasha apretó los puños, deseando intervenir y ayudarla, pero no podía. La princesa se lo pidió, Izayoi quería validar su sangre demoníaca y solo así lo lograría. A pesar de que esos niños eran poderosos y esos golpes no les afectaban, Inuyasha no podía evitar pensar que era horrible ese tipo de vida: normal para los demonios pero peligrosa para los humanos.

Finalmente, el Rey Demonio entró al campo de entrenamiento y miró a su cría jadear mientras empuñaba una espada. Su mirada enfurecida y su expresión, le recordó a la Reina de la Calamidad. Se acercó a ella y despidió al guardia.

―Izayoi. ―La llamó. La princesa alzó la mirada, los ojos oro chocaron entre sí, ella le brindó una inclinación respetuosa y él asintió en aprobación. ―Recuerda por lo que estás luchando.

―Proteger a madre mientras los hermanos mayores y padre no estarán. ―Respondió la princesa, sus manos apretaron la empuñadura de su espada. Su padre en privado le había dejado la clara orden de proteger a su madre mientras no estuviera, confiándole la seguridad de aquel humano a ella. Izayoi había usado ese impulso y motivación para esforzarse, deseando tener la fuerza suficiente para proteger a su madre y no defraudar a su padre. ―Esta princesa lo recuerda, señor. 

―Que así sea. ―Musitó y ese breve momento, sirvió para que la niña recuperara el aliento, pero otro guardia apareció con la orden de ser su combatiente.

El Rey Demonio escuchó el gruñido de su hija y el choque de espadas a su espalda, se dirigió a Inuyasha que veía todo denotando su preocupación. El hombre se recargó contra el muro junto a Inuyasha.

―¿Por qué?. ―Susurró el humano. ―Ella es pequeña. Hasta hace poco se veía tan menuda como Rin. 

―Puede que lo sea, pero algún día llegará a ser la mano derecha o incluso la próxima gobernante del reino demoníaco. Por eso deberá mostrar su valía para ser reconocida por los ciudadanos del reino y sus hermanos. Mi deber no solo es protegerlos, sino que también guiarlos. ―Respondió al ver aquella pelea reñida, sin duda aquella cría era mucho más fuerte de lo que su pequeño cuerpo aparentaba, no por nada era hija suya y una Calamidad. ―Tú podrás verla como una cría indefensa, pero es probable que en un par de días, supere la fuerza de mis mejores guardias. Eventualmente cada cachorro será más fuerte que yo, Inu no Taisho ya ha superado mi fuerza, no falta mucho para que los demás también lo hagan. Recuerda que ellos no son humanos, no los compares como tal.

―Sé que ellos irán a la guerra, que lucharán y traerán la calamidad, que son fuertes, ¿pero por qué duele tanto?. ―Murmuró. ―Me duele ver como la golpean, como los golpean. Son niños, su único dolor debería ser el de sus rodillas raspadas al caerse en el patio mientras juegan. Sus únicas preocupaciones deberían ser por decidir que nuevo juego van a probar, sus lágrimas deberían ser de alegría y no de dolor.

―No quería tener hijos, yo no quería usar crías para enviarlas a la guerra, ¿Dónde está el honor en eso?. Pero las circunstancias me obligaron, decidí que las volvería armas para convencerme a mí mismo que no sentirían y que se acostumbrarían a esa vida, no conté con que tú cambiaras mis planes con tanta facilidad. Tú y tus sentimientos humanos, arruinaron mi plan de hacer a las crías seres sin sentimientos, incapaces de sentir dolor y tristeza. Yo solo quería evitar que sufrieran, el amor no es algo que los demonios debemos sentir porque eventualmente termina destruyéndonos. Sin embargo, mis cachorros son mestizos y aunque quise impedirlo, los sentimientos humanos era algo que poseían desde el inicio. Pero eso solo los hará sufrir y por más que traté de evitarlo, les fallé. 

Inuyasha lo miró en cuanto había dicho aquello, pero el Rey Demonio mantuvo la mirada en Izayoi que había derribado a algunos guardias, en Inu no Taisho que había acabado con una docena que trató de herirlo y en Izaya que se enfrentaba contra cinco guardias armados valiéndose de sus propias habilidades. Ellos eran fuertes, guiados por la motivación de proteger a su madre. Ellos serían quienes liberarían a los demonios de la esclavitud de los humanos.

―Ya me enteré que irás a la guerra y que llevarás a Izaya contigo. ―El Rey Demonio había mostrado algo de lejanía con él, no le hablaba y lo evitaba, pero Inuyasha había preguntado a la hechicera y esta le reveló el porqué. Una batalla y no solo eso, el Rey Demonio había estipulado que Izaya les acompañaría y que por eso su entrenamiento había aumentado. 

―Ya lo dije, al igual que la tercera, el segundo también debe mostrar su valía. Solo aquel cachorro que sea capaz de derrotarme, será quien sea el próximo gobernante. No espero que lo entiendas, eres un humano y se rigen de manera distinta. Para nosotros esto es normal, algo que nuestros ancestros hicieron desde sus tiempos.

―Pero son niños... ―Inuyasha fue interrumpido por el rey.

―Entre más amor le des a los cachorros, mayor será la herida que le provocaras. Por su bien y por el tuyo, deja de hacerlo, deja de darles amor si se los vas a quitar. Ya les he hecho sufrir lo suficiente, no sigas haciéndolo tú también. ―Fue lo único que dijo antes de marcharse de ahí.

Inuyasha no fue capaz de refutar aquellas palabras, no sabía como. Mientras los veía luchar, se sumió en sus pensamientos. «Mis padres murieron cuando era un niño, viví una vida dura al ser huérfano. Tuve que ser fuerte e independiente para no ser absorbido por la adversidad, crecí solo y en un mundo en el que no hay cabida para los débiles. Y aún así, ¿soy capaz de hacerle lo mismo a estos niños? Ellos no tuvieron la culpa de nada, ellos no pidieron nacer» pero no hubo una respuesta a esa pregunta, Inuyasha no pudo saberla.

Y así pasaron los días; Inu no Taisho fortaleciéndose cada día más, Izaya obteniendo más poder y respeto e Izayoi superándose a sí misma. Las tres Calamidades estaban haciendo su mayor esfuerzo, las dos primeras partirían en pocos días y las cosas estaban un tanto serias. Gracias a eso, Inuyasha había decidido caminar con el primer príncipe y hablar, hacía un tiempo que no lo hacían. Como era un atardecer fresco, la Reina de la Calamidad y el primer príncipe caminaban por el gran patio del castillo, hasta que a Inuyasha le apeteció sentarse bajo un árbol y observar el cielo que empezaba a oscurecerse.

―Hay días en los que extraño mi mundo; mis estudios, mi trabajo e incluso, los exámenes. De repente me da melancolía, extrañando la familiaridad a la que acostumbraba. Aquí soy diferente, en este castillo soy el único humano y en este mundo soy un humano débil que es repudiado por su propia raza. Pero, cuando veo el basto cielo, siento esa familiaridad que perdí. A pesar de que en este lugar puedo ver tantas estrellas y allá no, siento que es el mismo cielo. Eso hace que no me sienta un extraño en un mundo desconocido. ―Susurró abrazando sus piernas y sin apartar la mirada del cielo.

A Inu no Taisho le habían dolido esas palabras, deseando que su madre dejara de sufrir. Pero no podía hacer nada, tarde o temprano ese humano se iría y no haría nada para evitarlo. El ver aquella mirada miel, brillar con la luz de la luna y ver ese anhelo, le lastimó en gran manera. El príncipe solo se sentó junto a su madre y miró el cielo, tan dolido como para sentir una presencia cerca y conocida.

―En pocos meses, podrá volver a su hogar y recuperar lo que le quitamos. Ya casi se acaba el tiempo que nos dio, ya casi es libre. ―Murmuró distraídamente e Inuyasha volteó en su dirección, sorprendido.

―No quiero que ustedes sufran, pero sigo confundido. No quiero dejarlos, pero tampoco sé si quiero quedarme. Mi mente me dice que es mejor que me vaya, pero mi corazón me pide que me quede. Me siento amado, aquí encontré un poco de felicidad. Pero lo mejor sería que yo...

―¿Se irá?. ―Tanto Inu no Taisho como Inuyasha voltearon ante aquella voz.

Ante ellos, el segundo príncipe y se veía tan confundido por sus palabras, como si no las entendiera o no las quisiera entender.

―Izaya, yo...

―¿¡A qué se referían con eso!?. ―Alzó la voz el segundo príncipe, al ver que no parecían querer hablar. ―¿¡Va a abandonarnos!?.

―Guarda silencio, Izaya. ―Ordenó el primer príncipe al ver la expresión de su madre, Inuyasha se vio conmocionado ante esas palabras. ―Será mejor que te tranquilices.

―¿¡Acaso no escuchaste!? ¡Va a dejarnos! ¿¡Como quieres que me tranquilice!?. 

La energía demoníaca de Izaya aumentó, al punto de causarle escalofríos a Inuyasha. La ira, lo única forma en la que los demonios expresaban su dolor, odio puro cuando no podían llorar e Inuyasha se sintió culpable ante ello. El príncipe mayor fue interrumpido por su madre cuando iba a controlar a su hermano usando la fuerza, Inuyasha no deseaba causarles más daño del que ya les estaba causando.

―¿¡Por qué nos hizo amarlo si nos iba a abandonar de ese modo!?. ―Le reclamó Izaya, con la ira aumentando en cada instante. ―¿¡Fueron mentiras todas esas acciones que tuvo con nosotros!? ¡Dígalo!.

―¡Jamás haría algo para lastimarlos!. ―Gritó ahora Inuyasha, estaban siendo rodeados por los guardias, a la espera de intervenir si las cosas se ponían más intensas, tanto como la energía demoníaca de Izaya fragmentando el suelo bajo sus pies. Inuyasha intentó acercarse al cachorro, tratando de consolarlo y hablar con él, pero este lo rechazó y su mirada rubí cargada de odio le caló hasta lo más profundo. Una mirada que denotaba lágrimas que no podían ser libres. Esa era la mirada de dolor del cachorro y sin poderlo evitar, Inuyasha sintió las propias empezar a surcar sus mejillas. ―No es lo que crees...

Pero Inuyasha no pudo decir más, el segundo príncipe escapó del lugar e Inuyasha intentó perseguirlo aun sabiendo que era inútil. Cuando lo vieron saltar el muro que rodeaba el castillo, Inu no Taisho iba a perseguir a su hermano momentos después, pero una sombra fue tras el príncipe menor. Inuyasha aún con los ojos nublados había vislumbrado un destello plata seguir al segundo príncipe, era el Rey Demonio. El rey corrió rápidamente tras su cría, él había sido testigo de todo pero no había intervenido, eso iba a pasar tarde o temprano. Solo vieron como el Rey Demonio también saltaba aquel alto muro e iba por el cachorro, solo así Inuyasha sintió que sus piernas colapsaban y caía sobre sus rodillas. 

Inuyasha no sabía qué hacer, no sabía qué pensar y no sabía qué decisión tomar.

Continuará...

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).